Yo soy la puerta - OSHO - E-Book

Yo soy la puerta E-Book

OSHO

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Beschreibung

"La realidad es aquí y ahora. Jamás es el pasado y jamás el futuro; siempre es el presente. El ahora es el único momento. El ahora es el único tiempo. Nunca pasa. El ahora es eterno. Siempre está aquí, pero nosotros no estamos aquí. Por lo tanto, ser un buscador espiritual significa estar aquí. Puede llamarse meditación, puede llamarse yoga, puede llamarse oración. Sea cual sea el nombre que se le dé, no tiene importancia, la mente no debe de ser. Y la mente sólo existe cuando hay pasado o futuro. De lo contrario. No hay mente". OSHO A partir de preguntas que aparentan ser lugares comunes y de las cuales uno esperaría una respuesta simple y ortodoxa, una respuesta común y por lo tanto vacía de sentido, OSHO trastoca creencias, ideas, fijaciones que han permanecido sobre el ser humano y que no lo dejan ver sino sólo una senda. OSHO demuestra con cada palabra revelada en este libro que hay tanto caminos como seres humanos en esta vida.

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Yo soy la puerta

Título original: I am the Gate by OshoCopyright (c) 1988 OSHO International Foundation, www.osho.com/copyrights. Todos los derechos reservadosTodas las charlas de Osho han sido publicadas como libros, y están también disponibles las grabaciones originales en audio. Las grabaciones en audio y el archivo completo de texto puede encontrarse on-line en la Biblioteca Osho en www.osho.com/libraryOSHO(r) es una marca registrada de Osho International Foundation, www.osho.com/trademarks

Yo soy la puerta (2021)OSHO

D.R. © Editorial Lectorum, S.A. de C. V., 2019Batalla de Casa Blanca Manzana 147-A, Lote 1621Col. leyes de Reforma, 3a SecciónC.P. 09310, Ciudad de MéxicoTel. 5581 [email protected] 2021D.R. © Portada: Angélica Carmona BistráinD.R. © Imagen de Portada: ShutterstockD.R. © Traducción: Jeannine Diego

Característica tipográficas aseguradas conforme la ley.Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización escrita del editor

Índice

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Capítulo 1 · Yo soy conciencia, yo soy libertad

Capítulo 2 · Sannyas: viviendo en la inseguridad

Capítulo 3 · Enfrentando la realidad

Capítulo 4 · Amor, gracia y divinidad

Capítulo 5 · La meditación y los caminos hacia el despertar interior

Capítulo 6 · Los secretos de la explosión espiritual

Capitulo 7 · Los misterios ocultos de la iniciación

Capítulo 8 · Yo soy la puerta

Capítulo 9 · Incluso en un solo momento

Sobre el autor

Sobre El Osho International Meditation Resort

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Las charlas contenidas en este libro se llevaron a cabo en una época durante la cual el trabajo de Osho daba un giro cuando dejó de viajar por la India y llegó a instalarse en Bombay y (tal y como él lo indica en el último capítulo) cuando realizó un cambio correspondiente en el enfoque de su labor—. El material ha sido actualizado para lectores contemporáneos, con la omisión de algunas referencias a hechos históricos específicos.

Capítulo 1 · Yo soy conciencia, yo soy libertad

Por favor disculpa que te haga preguntas tan personales. Pregunto sólo porque siento que se trata de los interrogantes que posee mucha gente. ¿Quién eres tú! ¿Por qué motivo has venido al mundo? ¿Cuál es tu labor aquí, y cómo se logrará esta labor? 

No tiene importancia que las preguntas sean o no personales, puesto que, para mí, la persona como tal no existe. Tú no puedes hacer preguntas personales porque no hay alguien en tomo a la cual relacionarse como persona. De hecho, el hacer preguntas personales no es presuntuoso, pero el asumir que una persona es, en definitiva, sí es presuntuoso. La persona no existe, es una no-entidad. De hecho, no hay persona, o hay únicamente una persona. Sólo lo divino se puede considerar como algo que posee personalidad, puesto que únicamente lo divino puede poseer un centro. Nosotros no poseemos ningún centro. 

El centro no existe pero asumimos un centro. El centro es hipotético, ilusorio. Sentimos que sin un centro, la vida no es posible. El centro asumido es el ego. 

Tú puedes pensar que tu pregunta es personal. En tanto que la pregunta esté dirigida a mí, está dirigida a una no-entidad. En lo que respecta a mí, de ningún modo siento ser una persona. Entre más profundo vaya uno, se es menos. Y al alcanzar el máximo centro de uno mismo, deja en absoluto de existir el yo. 

En segundo lugar, tú me preguntas quién soy yo. Yo digo que no soy. Siempre les pido a aquellos que buscan, que se pregunten: "¿Quién soy yo?" No para que lleguen a saber quiénes son, sino únicamente para que llegue el momento en que la pregunta se haga de modo tan intenso, que aquel que pregunta no está ahí; queda sólo la pregunta misma. Un momento se presenta cuando la pregunta es absolutamente intensa, cuando ha llegado a lo más profundo posible; entonces, se revela lo absurdo de aquella pregunta. Uno llega a saber que nadie puede preguntarse: ¿Quién soy yo?", ni hay a quien se le pueda preguntar: ¿Quién eres? . La pregunta se hace, no con la intención de obtener una respuesta, sino para trascender la pregunta misma. No hay nadie adentro; de hecho, no hay nadie en absoluto adentro, y en cuanto el interior se desmorona, tampoco hay un exterior. En el momento en que no se es interiormente, no hay exterioridad. Entonces, el mundo entero se hace un todo. Entonces, la existencia es un todo, sin estar dividida entre el yo y el tú. Por lo tanto, para mí, la pregunta: "¿Quién eres?", no tiene ningún sentido. Más bien, la única pregunta relevante es: "¿Qué es?". Es decir, no quién, sino qué. Porque el qué puede ser el todo. Se puede hacer la pregunta en torno a la totalidad, en tomo a todo aquello que existe. 

La pregunta ¿qué es? es existencial y no existe en ella ninguna dicotomía; no divide. Pero la pregunta "¿quién?", divide, desde un principio. Acepta la dualidad, la multiplicidad, la dualidad de los seres. 

Sólo existe el ser, mas no hay seres. 

Cuando digo que sólo existe el ser, me refiero a que sólo existe el estado de ser, porque uno no puede existir sin el otro. Si no hay otro, el decir que uno existe carece de sentido. 

Así que realmente no existe el ser, sino el estado de ser. Siempre digo que no existe un Dios, sino la divinidad, el estado de lo divino, puesto que la palabra 'ser', como tal, conlleva una limitación. La palabra 'Dios', como tal, conlleva una finitud; no puede ser infinita. Pero el estado de ser o de lo divino se vuelve infinito; contiene todo lo que es. Incluye todo, nada es excluido. Así que, cuando tú preguntas: "¡Quién eres tú?", la pregunta, para mí, significa "¡Qué es?". Para mí, no puede significar otra cosa mas que eso. 

Tú has hecho, a través mío, una pregunta extremadamente fundamental. Lo que es, no soy yo, sino el ser mismo, la existencia misma. Si uno va a lo más profundo de una gota, encontrará el océano. Una gota es meramente una gota sólo a nivel superficial. Al ser la existencia misma, la naturaleza esencial de una gota de agua, es la misma que la del océano. Es oceánica. Por lo tanto, sólo en la ignorancia, uno es una gota de agua. En el momento en que uno sabe, hay un océano. 

Tú me has hecho una pregunta acerca del océano. Al responder a esa pregunta, mi respuesta no se trata únicamente de mí mismo, sino de ti también. Al responder, mi respuesta no se trata únicamente de mí mismo, sino de todo lo que existe. 

¿Qué existe? Hay tantas capas. Si uno percibe únicamente la superficie, la materia existe. La materia es la superficie de la existencia. En su búsqueda, la ciencia se ha ocupado únicamente de la superficie; para la ciencia, sólo la materia es real y todo lo demás no lo es. Pero, ahora, la ciencia ha dado un paso hacia delante y ha dicho que la materia no es, sino que la energía es. La energía es la segunda capa, es más profunda que la materia. Si uno va a lo profundo de la materia, no hay materia, sino energía. Pero eso tampoco es suficiente porque, más allá de la energía, existe la conciencia. 

Por lo tanto, cuando tú preguntas: "¿Quién eres tú?", yo respondo: "Yo soy conciencia". Y esta respuesta incluye todo; todo es conciencia. Respondo únicamente como un representante del todo. Es posible que tú no hayas escuchado que eres conciencia, es posible que tú no hayas sabido que eres conciencia, pero yo respondo incluso por ti. La conciencia existe, y cuando digo que algo existe, significa que jamás estará en la no existencia. Si algo puede caer en la no existencia, significaría que, en realidad, jamás existió. Habrá sido puramente fenomenológico, sólo pareció existir. 

Entonces, todo lo que cambia es fenomenológico; no es verdaderamente existencial. Todo aquello que cambia es sólo la superficie. El núcleo más esencial nunca cambia. Está y siempre está en el presente. Jamás se puede decir que fue, jamás se puede decir que será. Cuando sea que es, es. Sólo se le aplica el presente. No hay pasado ni futuro, porque el pasado y el futuro se tornan relevantes únicamente cuando algo cambia. Cuando algo es, no hay pasado ni futuro, únicamente hay el presente. Por supuesto que el significado del presente será distinto, muy distinto. Para nosotros, el presente significa algo que existe entre el pasado y el futuro. Pero si no hay pasado ni futuro, el presente es algo muy distinto. No es algo entre el pasado y el futuro. El presente es sólo un momento; un momento entre dos inexistentes: el pasado que se ha ido y que ya no es, y el futuro que aún no ha llegado. Entre estos dos inexistentes, existe un momento presente. Eso es imposible. Entre dos inexistentes, no puede haber existencia. Sólo parece que la hay. 

Cuando digo que existe la conciencia, no me refiero a algo del pasado y del futuro, sino a algo eterno, mas no perdurable, puesto que el término 'perdurable' conlleva un sentido del tiempo. Cuando digo que siempre existe en el presente, me refiero a que es intemporal; "existencia" significa que es intemporal. Está más allá del tiempo y, de modo simultáneo, más allá del espacio, porque todo lo que es en el espacio será inexistente. De modo similar, todo lo que es en el tiempo, será inexistente. Y el tiempo y el espacio no son dos cosas separadas. Es por eso que las relaciono. Son una misma cosa. El tiempo es únicamente una dimensión del espacio. El movimiento en el espacio es el tiempo; el tiempo que no está en movimiento es el espacio. La existencia es intemporal y no espacial. 

Por lo tanto, creo que tú entenderás cuando digo que soy alguien intemporal y no espacial. Pero mi "yo" lo incluye todo. Tú mismo estás incluido, el que pregunta está incluido. Nada está excluido. Entonces, será más fácil responder a tu pregunta. 

Todo aquello que cambia tiene un propósito; hay algo que necesita hacerse, tiene un propósito para existir. En cuanto se cumple el propósito de algo, cae en la inexistencia. Pero todo aquello que es realmente existencial carece de propósito, porque no hay ningún propósito que se pueda cumplir. Y si hay algún propósito y éste es cumplido, entonces la existencia se toma insignificante. Por lo tanto, sólo las cosas temporales tienen propósitos. Están intencionadas para algo. Se puede decir del siguiente modo: son medios para algún fin. Esto es lo que significa que algo tenga un propósito. Existe para que algo se cumpla. En el momento en que se cumple, esos medios se van. Pero yo seré necesitado siempre, y cuando digo "yo", incluyo todo. No contiene ningún propósito. 

La existencia carece de propósito. Es por eso que se le llama leela: una obra de teatro. La existencia como tal no tiene ningún propósito que cumplir. No va hacia ninguna parte. No tiene fin. Pero aún así, va; aún así, va mucho. Por lo tanto, debe ser una léela, una obra de teatro; nada más que una energía que fluye hacia afuera. Esto se puede relacionar conmigo. No seré nada en absoluto. Aún así, hablo de hacer cosas. 

Al saber que uno es parte de la conciencia cósmica, uno se da cuenta que no hay un propósito. Uno existe meramente como una obra de teatro; claro que la obra de teatro se toma cósmica, multidimensional. Uno hace mucho, pero aún así, no hay ningún hacedor, como tampoco un propósito; estas cosas no están ahí. Entonces, se convierte en una obra de teatro. 

Y debe señalarse que un hacedor no puede existir sin un propósito, así como un propósito no puede existir sin un hacedor. Son dos polaridades de un mismo ego, y el ego se siente muy incómodo si no hay un propósito. El ego se satisface a través de los propósitos. Algo ha de hacerse, uno ha de lograr hacerlo, uno ha de alcanzar algún lugar, uno ha de crear algo. Uno tiene que crear una firma. Por lo tanto, el ego tiene un propósito. Por otro lado, la existencia carece de propósito. A menos que uno conozca lo que está más allá del ego, no ha conocido nada en absoluto. 

Así que, para mí, todo es sólo una obra de teatro. Ni soy, ni existe un propósito. Sin embargo, las cosas están sucediendo, siguen adelante. Por lo tanto, te puedes preguntar: "¿Por qué siguen adelante?". Siguen adelante porque no tiene ningún propósito detenerlas, y no hay nadie para detenerlas. ¿Me entiendes? No hay nadie que las detenga, y no tiene ningún propósito detenerlas. Por lo tanto, está en la naturaleza que sigan adelante. Uno se convierte en un conducto. No se puede ser conducto de modo activo; de modo activo, uno jamás puede ser un medio. Sólo la pasividad hace que uno sea un medio, y la pasividad significa que uno no es. De otro modo, uno sería verbalmente pasivo, pero el ego estaría siempre activo. En el momento en que uno es pasivo, el ego no es. La pasividad significa la ausencia del ego. 

Por lo tanto, yo soy completamente pasivo. Lo que sea que sucede, sucede. Nunca me pregunto por qué, puesto que no hay a quién preguntarle. Incluso, si uno encontrara a alguien, si encontrara a Dios mismo, él simplemente se reiría. Incluso él no podría responder. No podría responder porque el concepto de la causalidad, el concepto del por qué, tiene un sentido sólo dentro de un flujo dividido. Si se contemplan un principio y un fin, entonces la causalidad adquiere sentido. Si se entiende el flujo entero como algo sin fin, sin comienzo, entonces, todas las cosas entran en otras y todas las cosas provienen de otras. Así como las olas del mar, toda ola tiene otra detrás, y toda ola tiene algo en frente, algo por delante, otra ola. Y el mar entero tiene olas. Las olas son eternas. 

Nadie pregunta "¿por qué?" salvo los seres humanos. Así que nadie más experimenta ansiedad alguna. 

Cuando la mente humana se angustia, crea preguntas y luego proporciona respuestas. Las preguntas carecen de sentido y, por lo tanto, las respuestas carecen más aún de sentido. Pero, debido a que fabricamos preguntas, no podemos estar en calma a menos que encontremos las respuestas. Por ende, seguimos encontrando respuestas y creando preguntas. Si uno es capaz de ver el sinsentido de hacer preguntas y responderlas, posiblemente se dé cuenta que está sosteniendo un monólogo consigo mismo. Aunque fueras tú quien hiciera las preguntas y yo quien las respondiera, es la mente humana que pregunta y la mente humana que responde. Es un juego de escondidillas entre partes de la misma mente. No importa quién pregunte ni quién responda. 

La mente humana pregunta y la mente humana responde, y hemos creado una maraña tal de respuestas y preguntas, pero no se ha respondido a una sola pregunta. Las preguntas han permanecido donde siempre han estado. Si uno logra percatarse de toda esta procesión de preguntas y respuestas, este esfuerzo sin sentido ni fruto y que no lleva a ninguna parte —si uno se da cuenta de todo este sinsentido, como de relámpago— entonces uno se puede reír de lo absurdo de la mente humana. Y en el momento en que hay risa, uno trasciende la mente humana del todo. Entonces, no hay pregunta alguna, ni hay respuesta alguna. Entonces se ama. No hay un propósito ni hay una causa. Entonces, el hecho de vivir, en sí mismo, basta. 

Tú preguntas y yo te respondo, pero yo, como tal, no puedo hacer ninguna pregunta. En cuanto a mi, no hay respuesta alguna, ni hay pregunta alguna. Sigo viviendo, así como las olas del mar, o como las hojas del árbol, o las nubes en el cielo, sin pregunta alguna y sin respuesta alguna. Y en el momento en que me di cuenta de todo este absurdo de preguntas, algo se derrumbó completa y totalmente. Fue una resurrección. Renací. Renací dentro de una dimensión cósmica —no como un yo, sino como la conciencia cósmica misma. 

En esta dimensión cósmica, todo es una obra de teatro. Cuando uno entiende —y no sólo entiende, sino que se da cuenta— de que todo es una obra de teatro, está en completa calma, absolutamente. Entonces, no hay tensión. Uno está relajado. No hay ego. 

El ego no se puede relajar. Vive de tensiones, se nutre de tensiones. Cuando no hay ego, no hay tensión. Y entonces, ahí está uno: incluyendo todo. Entonces, no hay pasado y, por lo tanto, no hay futuro. Uno es la eternidad. Entonces, cualquier cosa que suceda es un suceso; no es que uno lo esté haciendo. No es que algo se haya de cumplir a través de uno. Todas estas son nociones ilusorias. Incluso una persona religiosa pensará en estos términos, en hacer algo. Entonces, el ego se habrá acomodado, se habrá tomado piadoso y más peligroso. Si el ego está ahí, ambos, el hacedor y las cosas, hechas están ahí. Sólo han cambiado los objetos, pero el proceso es el mismo. 

Para mí... y cuando me refiero a "mí", no hay nadie a quien me refiera; se trata sólo de un instrumento lingüístico del cual hago uso para que tú entiendas lo que digo. Para mí, no hay nadie a quien se le pueda referir como tú o yo. Pero, entonces, el lenguaje sería imposible. Es por eso que la verdad no se puede expresar con lenguaje. No puede adquirir ninguna forma lingüística, porque el leguaje es creado por aquellos que no son; por falsos, por inexistentes. El ego mitológico ha creado el lenguaje. Proviene del ego, jamás podrá trascenderlo. Por lo tanto, aunque uno sepa que no hay nadie a quien se le pueda referir como "yo", se tiene que utilizar en el lenguaje. Y le recuerdo que no hay ningún ser. En lo que respecta a este "yo", no hay nada que hacerse, porque las cosas suceden por sí solas. Nosotros mismos sucedemos. Nosotros mismos somos sucesos. La existencia misma es un suceso, no algo que se hace. Por lo tanto, sería mejor si digo que el viejo concepto de Dios como creador, no tiene sentido para mí—no diré "Dios el creador", porque la expresión refleja nuestro entendimiento egocéntrico de la creación, del hacer—. Tal y como nosotros "hacemos" algo, Dios ha "hecho" el mundo. Nos hemos proyectado a nosotros mismos sobre el plano cósmico, por lo cual hay la creación y el creador. La dicotomía está ahí. Para mí, Dios es aquello que sucede —no el creador, sino aquello que continúa sucediendo—. Dios significa aquello que sigue eternamente. Por lo tanto, todo lo que sucede, es Dios. No hay un creador, ni una creación. La dicotomía misma es egocéntrica —nuestras proyecciones sobre el plano cósmico. 

Al saber que, en uno mismo, no existe la dicotomía del hacedor y el hacer, se sabe que no existe ningún hacedor ni cosa que se haga —sólo sucesos—. Y, cuando se da esta revelación del suceso eterno, no hay una carga, no hay una tensión. El nacimiento de uno es un suceso, y la muerte de uno será un suceso. El hecho de estar aquí es un suceso, el hecho de no estar aquí será un suceso. Uno no está en ninguna parte. 

¿De dónde viene este ego que piensa que "yo soy", que "yo estoy haciendo"? Viene a través de la memoria. La memoria de uno continúa grabando sucesos. Uno nace, uno es niño, luego viene la juventud, luego uno es viejo. Las cosas suceden —el amor sucede, el odio sucede, y la memoria continúa grabando—. Cuando uno mira hacia el pasado, toda la memoria acumulada se convierte en "yo". "Yo" amé a alguien. Sería mejor y más exacto decir que, en alguna parte, el amor sucedió, mas yo no fui el hacedor. Pero el recuerdo de que "yo amé", ha sucedido del mismo modo en que suceden el nacimiento o la/muerte. 

Si una persona puede recordar esto durante tan sólo veinticuatro horas, que las cosas suceden y que no hay hacedor, esta persona no volverá a ser la misma. Pero es muy difícil recordarlo, incluso durante un solo momento. 

Lo más difícil es recordar que los hechos están sucediendo y que uno no es el hacedor. Por ejemplo, yo estoy hablando. Si digo: "Yo estoy hablando", y mi intención es decir que "yo" estoy hablando, entonces he malinterpretado el fenómeno. No sé cuál será el próximo enunciado. Cuando llegues, tú lo sabrás y lo sabré yo. Es un suceso, por lo cual yo no puedo relacionarme con él. Algo surge a través de mí. No soy hacedor, en absoluto. Algo sucede dentro de mí. 

Esto es a lo que nos referimos cuando decimos que los Vedas son impersonales. Decimos que no son creados por personas. 

Con esto, nos referimos a que aquellos que compilaron los Vedas, lo saben, saben que algo es un suceso. No son hacedores, sino que algo llega a ellos. Ellos son sólo el conducto, el medio, el vehículo. Incluso el ser un vehículo es un suceso. No es por mano propia que se han convertido en vehículos. De no ser así, la misma falacia existiría a otro nivel. 

Ve al fondo de cualquiera de tus actos, y hallarás sucesos. No habrá acto, puesto que no hay actor. Entonces, ¿cómo puede uno preguntar por qué? ¿Quién puede responder a esta pregunta? La casa está vacía, el dueño no es. Deja que las cosas continúen sucediendo. La casa misma, sin su dueño, es capaz de sucesos. 

Intenta comprenderlo con más claridad. Buda lo dijo tantas veces: "Cuando caminamos, no hay caminante, sólo camino". ¿Cómo se puede comprender esto? ¿Si no soy, cómo puedo caminar? Camina y busca dónde es que estás. Encontrarás únicamente el camino. No podemos comprender cómo es que alguien puede decir que hay locución, más no locutor. Pero, al llegar al fondo de lo que es el acto de hablar, uno encuentra que no hay locutor, sino únicamente locución. De hecho, no ha habido poetas, sino que la poesía ha sucedido. No ha habido pintores, sino que la pintura ha estado sucediendo. 

Pero el vehículo se convierte en el dueño. La memoria crea la falacia. Pero, para mí, la falacia no es. La memoria no me puede atrapar, ha perdido su dominio sobre mi. Por lo tanto, todo sucede, pero no hay hacedor. Y todo lo que ha de suceder, sucederá. Yo no seré el detonador; no seré el amo. 

Al saber que uno no es, se convierte en amo, en un sentido muy distinto. Y si uno no es, entonces no puede ser esclavizado, en el sentido negativo. Entonces, la libertad es absoluta. Entonces, nadie puede esclavizarlo a uno. Entonces, no puede existir la esclavitud, ni posibilidad de la misma. Sin embargo, hay una situación paradójica, y es un hecho: el que intenta ser amo, siempre estará en peligro de convertirse en esclavo. Aquel que pierde su ser, su mando, sus esfuerzos, su hacedor, está más allá de cualquier esclavitud. Es libre, tan libre como el cielo. Es la libertad misma —ni siquiera libre, porque cuando uno es libre, existe el agente—. Aquél es la libertad. Así que, si le parece, diré que yo soy libertad. Y no hay ninguna razón, porque si hay razón, uno no es libre. Uno está ligado a ella, atado a la razón. Al existir algo que uno ha de hacer, está atado. Y entonces uno no es libre. 

Yo soy la libertad absoluta, en el sentido de que nada ha de hacerse. Yo soy una espera. Las cosas sucederán, y yo las aceptaré. Y si no suceden, aceptaré el no-suceso. Y sigo esperando. Esta espera hace que uno sea un medio para las fuerzas divinas de la existencia. Mucho se hace a través de uno cuando el hacedor no es; nada se hace a través de uno cuando el hacedor está ahí. Cuando el hacedor está ahí, uno es. Uno está haciendo algo que es imposible. Porque el hacedor es imposible, la cosa hecha no puede ser posible. 

Uno está envuelto en un esfuerzo absurdo, y el único resultado será la frustración. Cuando no se es, siempre se obtiene el éxito. No puede haber fracaso, porque jamás se ha pensado en ser algo; e incluso si sucede el fracaso, éste es un suceso. Si sucede el éxito, es un suceso. Y cuando ambos suceden, uno se toma indiferente. No tiene importancia; cualquiera de los dos está bien. 

Por lo tanto, puedo concluir que cuando digo "yo", todos están incluidos. Yo soy conciencia y yo soy libertad. Utilizo dos palabras: 'conciencia' y 'libertad', sólo para que el misterio sea más entendible para ti. De otro modo, ambas palabras tienen el mismo significado. Conciencia es libertad y libertad es conciencia. Entre menos libertad exista, más materia existe. Entre más libertad exista, más conciencia existe. 

Cuando decimos que esta mesa es "material", queremos decir que no es libre para moverse. Cuando decimos que tú eres un ser consciente, tú eres libre hasta cierto nivel. Pero si tú te conviertes en la conciencia misma, al ir hacia lo profundo y conocer la fuente... 

Sé que tú eres la conciencia misma, no el ser consciente. La conciencia no es una cualidad adjunta a ti, sino que tú eres la conciencia misma. Tú eres completamente libre. 

Entonces, procede desde cualquier lugar. Sé más libre o más consciente, y lo otro resultará de modo automático. Sé más libre, y serás más consciente; no podrá ser de otra manera, porque la conciencia crea la libertad. Y cuando uno es absolutamente consciente, es absolutamente libre. Entonces, la existencia de uno no tiene ninguna causa ni propósito. Entonces, todo es un suceso, y un suceso es una léela. 

¿Tú has alcanzado el autoconocimiento? Y, ¿cómo explicas tu relación con la existencia y con la gente?

La palabra que estás utilizando, 'autoconocimiento', es incorrecta, puesto que el conocimiento siempre significa una trascendencia del yo. La palabra 'autoconocimiento' es, por ello, contradictoria. Si uno alcanza el conocimiento, sabe que no hay un yo. Si uno no alcanza el conocimiento, existe un yo. Mientras que el yo es un no-conocimiento, el conocimiento es la ausencia del yo. Por lo tanto, no puedo decir que he alcanzado el auto-conocimiento. ¡Sólo puedo decir que no hay un yo ahora! 

Hubo un yo —eso fue sólo hasta la puerta—. En el momento en que se entra al templo del conocimiento, ya no se encuentra. Es una sombra que lo sigue a uno hasta la puerta, y no sólo lo sigue, sino que se prende de uno —pero sólo hasta la puerta; no puede entrar al templo—. Si uno tiene que mantenerla, tendrá que permanecer afuera. El yo es lo último que uno tiene para desechar. Uno puede desecharlo todo, pero desechar el yo es tan imposible porque el esfuerzo del autoconocimiento, la empresa del autoconocimiento, es un esfuerzo por parte del yo, para el yo. En el momento en que uno alcanza el conocimiento, uno ya no es; uno no hará el intento. 

Por lo tanto, todos los grandes maestros han utilizado palabras falaces. 'Autoconocimiento' es una palabra falaz. Pero uno no comprende cuando dicen 'no-autoconocimiento'. Se vuelve absurdo. Pero es lo verdadero: el no-autoconocimiento. Sólo Buda utilizó anatta, el no-yo. Sólo Buda lo utilizó. Es por eso que él fue desterrado de la India. Fue expulsado y el budismo no pudo arraigarse a menos que el budismo comenzara a utilizar la palabra 'autoconocimiento'. En China y en Japón, el budismo volvió, y volvieron a utilizar el 'autoconocimiento'. Buda utilizaba el 'no-autoconocimiento'. Yo también utilizo el no-auto-conocimiento. Ese es el único conocimiento. 

En el momento en que no hay un yo, uno se toma cósmico. 

¡Es un juego maravilloso! El conocerse a sí mismo es el único juego, sin duda, el más grande, el máximo. El yo no es algo que debe protegerse; es algo que debe destruirse. Es la barrera que impide alcanzar el potencial máximo de uno, que impide alcanzar el conocimiento máximo. 

Por lo tanto, no puedo decir que he alcanzado el autoconocimiento. Diré que he alcanzado el no-autoconocimiento, y éste es el único conocimiento posible. Ningún otro conocimiento existe. El énfasis de todos aquellos que dicen haber alcanzado el autoconocimiento, es sobre el yo y no sobre el conocimiento. Mi énfasis es sobre el conocimiento. Por eso es que niego, de modo enfático, el yo. 

¿Cómo me relaciono con el cosmos y con otra gente? Una relación, como tal, existe entre dos seres. Yo soy uno que no está relacionado, uno que no está dentro de una relación. Una relación siempre se da entre dos. Esto puede parecer paradójico, pero en toda relación, uno permanece sin relacionarse, porque una relación existe entre dos. Los dos están. Por lo tanto, una relación es sólo una fachada que oculta la dualidad. Por momentos, uno se engaña pensando que está relacionado, pero, de nuevo, uno es. Uno ha vuelto a caer sobre sí mismo, y no hay relación. 

Por ejemplo, cuando estamos involucrados en el supuesto amor, parecemos estar relacionados. Creamos la falacia de una relación, pero, de hecho, sólo nos engañamos a nosotros mismos. Los dos seguirán siendo dos. Independientemente de la cercanía, los dos siguen siendo dos. Incluso en la comunión sexual, serán dos. Este estado de ser dos sólo genera la falacia del estado de ser uno solo. El estado de ser sólo uno jamás puede existir entre dos seres. El estado de ser uno únicamente puede existir entre dos no-seres. 

En cuanto a mí, no estoy relacionado con la realidad cósmica, en absoluto. Y, con eso, no quiero decir que estoy aislado. Me refiero a que no hay nadie que pueda existir en una relación. En cuanto a la realidad cósmica, yo soy uno, y la realidad cósmica es una conmigo. 

Desde mi lado, yo soy uno, pero en cuanto a los otros, no soy uno desde su lado. Ellos están relacionados. Alguien está relacionado como amigo, alguien está relacionado como enemigo, alguien está relacionado como hermano, y alguien está relacionado como discípulo. Puede ser que ellos estén relacionados conmigo, pero yo no estoy relacionado con ellos. Y todo el suceso que se da dentro de mí está en hacer que no estén relacionados. Pero no puede haber ningún esfuerzo por parte de ellos. Sólo puede tratarse de un conocimiento del no-yo. 

Si ellos saben que no hay nadie que pueda ser un discípulo, como tampoco hay nadie que pueda ser un gurú, si saben que no hay nadie que se pueda relacionar con alguien, sólo entonces, el yo se derrumba y el vacío de uno está al desnudo. Y no hay ropa que otorgue una frontera, un yo. En la desnudez absoluta, cuando uno sabe que no hay un yo, uno no es más que un espacio, un cielo interior, vacío —entonces, se vuelve uno solo—. O se puede decir que, entonces, uno realmente se relaciona. Cuando el estado de ser uno solo sucede, el yo de uno mismo no es. 

Tú me has preguntado cómo estoy relacionado con el cosmos y con la gente. Para mí, el cosmos y la gente no son dos cosas separadas. Lo cósmico sucede de tantas formas, y una de esas formas es la gente. Lo cósmico sucede de tantas formas: el sol, las estrellas, la tierra, los animales, la gente. Sólo varían las frecuencias, la divinidad es la misma. Así que, para mí, el cosmos y la gente no son dos cosas separadas. 

Cualquier cosa que yo haya dicho, no' proviene del pensamiento. Es un hecho. Pero si pienso —y tengo que pensar para comprender su lado— entonces, tú estás relacionado conmigo porque tú eres, y siempre y cuando seas, estarás relacionado. Eso crea una situación difícil. A diario, momento a momento, crea una situación difícil. 

Tú te sientes relacionado conmigo. Sientes que perteneces a mí. Entonces, comienza a esperar que yo debo de pertenecerte a ti. Por motivo de esa expectativa, sé que estás destinado a la frustración. Una persona que es un yo, está destinada a la frustración, aunque quizá le lleve más tiempo. Sin embargo, si tú eres una persona que es un no-yo, no te llevará ni siquiera un corto tiempo. Cada momento será frustrante porque no se satisfarán tus expectativas. No hay nadie que las satisfaga. 

Por lo tanto, soy muy irresponsable, porque no hay nadie que pueda ser responsable. Hay respuestas, pero nadie que sea responsable, por lo cual, cada respuesta es, por ello, atómica. No puede ser una secuencia, por lo cual tú no puedes esperar nada del momento que seguirá. Ni siquiera yo mismo lo sé. La respuesta va a ser atómica, cada una en sí misma, completa y de ningún modo relacionada con el pasado o con el futuro. 

El ego es una serie de eventos, sucesos y recuerdos. Así es porque tú existes dentro de una serie —e intentas tomarme a mí como una serie, pero eso se vuelve difícil—. Por lo tanto, todos se sentirán, en algún momento, enojados conmigo, porque mi respuesta es atómica y no parte de una serie. La respuesta que es parte de una serie se convierte en responsabilidad. Entonces, tú puedes apoyarte. 

Yo soy un muy mal apoyo. Nunca se puede contar conmigo —yo mismo no puedo contar conmigo mismo—. No sé lo que está por suceder. Acepto y estoy completamente abierto ante cualquier cosa que suceda. Y nunca pienso en términos de una relación, no puedo pensar; más bien, vivo en términos de ser uno sólo. 

Cuando tú estás cerca de mí, no quiere decir que estoy relacionado contigo. Yo me convierto en uno sólo contigo. Y tú interpretas esta condición de ser uno sólo, como amor. Pero el ser uno solo no es amor ni odio, porque todo lo que se conoce como amor, se puede convertir en odio en cualquier momento. Aunque esta condición de ser uno solo jamás se puede convertir en odio. Tú puedes estar cerca o lejos, tú puedes ser un amigo o un enemigo; no tiene importancia. En lo que respecta a mí, tú puedes irte o venir hacia mí, no tiene importancia. 

Una relación es condicional; el estado de ser uno solo es incondicional. Una relación siempre tiene condiciones. Si algo en las condiciones cambia, la relación cambiará. Todo está siempre encima de un volcán. Toda relación está siempre en un estado de oscilación, siempre en el proceso de morir, siempre cambiando. Por lo tanto, toda relación crea temor, porque siempre existe el peligro de que se rompa. Y entre más temor haya, más uno se aferra y, entre más se aferra uno, crea más temor. Pero el estado de ser uno solo es todo lo contrario. El estado de ser uno solo es incondicional. Existe porque no se tiene la esperanza de alguna condición, alguna expectativa, alguna satisfacción, algún resultado futuro. No está condicionado por el pasado, ni por el futuro. Es una existencia momentánea y atómica, sin relación con el pasado ni con el futuro. 

Por lo tanto, yo siento el estado de ser uno solo con el cosmos y con la gente y, desde el cosmos, el sentimiento es el mismo. Al sentirme uno con el cosmos, desde el cosmos, el sentimiento es el de ser uno solo. En algún momento, yo no sentía esto, pero ahora sé que el cosmos siempre ha sentido esto en tomo a mí. 

El estado de ser uno solo siempre está en flujo, siempre ha estado en flujo; para el cosmos, ha habido una espera eterna. Ahora, lo siento yo en tomo al cosmos; también lo siento en tomo a la gente. En el momento en que alguien siente este estado de ser uno solo en tomo a mí, aquella persona se convierte en parte de lo cósmico. Y cuando uno siente ese estado de ser uno solo con tan sólo una otra persona, ha conocido el sabor. Ha conocido el sabor del éxtasis. Entonces, puede lanzarse hacia el todo. 

Por lo tanto, esto es lo que está sucediendo a mi alrededor. No digo que estoy haciendo —esto está sucediendo a mi alrededor. Yo te diré a ti que te acerques a mí, sólo para darte a probar de este estado de ser uno solo, y si tú puedes darte cuenta de esto, incluso por tan sólo un momento, jamás volverás a ser el mismo. Es un esfuerzo que requiere de mucha paciencia, es desconocido e impredecible. Nadie puede saber cuándo se acerca el momento. A veces, la mente de uno está tan sintonizada, que puede sentir ese estado de ser uno solo. Es por ello que insisto en la meditación, porque no es nada más que el sintonizar la mente a tal grado, que uno se puede lanzar hacia ese estado de ser uno sólo. 

Para mí, la meditación significa la sintonía de la mente con el estado de ser uno sólo. Esto puede suceder únicamente cuando la meditación ha ¡do más allá de uno; de otro modo, no puede suceder. Si está por debajo de uno —si uno lo está haciendo, si uno es el que controla—, no puede suceder, porque uno es la enfermedad. Por lo tanto, yo te persuado de practicar la meditación, dentro de la cual, al atravesar ciertos límites, tú dejarás de ser. La meditación te dominará. Poco a poco, tú serás empujado. Por supuesto que tú iniciarás la meditación, porque no puede ser de otra forma. Tendrás que iniciarla tú, pero tú no la terminarás. En algún punto intermedio, en algún lugar, el suceso ocurrirá. La meditación te atrapará. Tú serás arrojado y entrará la meditación. Entonces, tú estarás en sintonía con el cosmos. Entonces, serás uno solo. 

El estado de ser uno solo es importante, la relación no es importante. Una relación es sansar: el mundo. Y es por la relación que debemos nacer una y otra vez. Al conocer el estado de ser uno solo, no hay nacimiento y, entonces, no hay muerte. Entonces, no hay nadie salvo uno mismo. Todos están incluidos. Uno se ha vuelto cósmico. Antes de que llegue el estado de ser uno solo, el individuo debe apartarse. Antes de que llegue lo divino, el ego debe apartarse. 

El ego es la fuente de toda relación. El mundo es relación. El estado de lo divino no es una relación, la divinidad no es una relación. Lo divino no es el yo. Esto significa que no se puede ser uno con él. Por lo tanto, un bhakta, un devoto, jamás puede alcanzar lo cósmico, porque piensa en términos de una relación —una relación con el Dios padre, el Dios amante, el Dios amado—. El devoto sigue pensando en términos del yo y del otro. Jamás puede trascender el ego. Esto es muy sutil, porque el devoto siempre está luchando por rendirse. La devoción, el camino a la devoción, es el camino de la rendición. El devoto intenta rendirse, pero ante alguien. 

Si uno intenta rendirse ante alguien, el otro está ahí. Y el otro no podría existir si uno no es; por lo tanto, uno sigue existiendo entre sombras. Uno se olvidará de sí mismo, pero el olvidarse de sí mismo no significa rendirse. Se recuerda lo divino de tal modo, que uno mismo deja de recordarse, pero uno sigue estando en el fondo, existiendo entre sombras. De no ser así, Dios no podría existir como el otro. 

Por lo tanto, el camino de la devoción, tal y como existe, no puede llevar a lo trascendente, a lo cósmico, a ser uno solo. Para mí, no se trata de rendirse ante alguien!, sino simplemente de abandonar el yo —no a los pies de alguien, sino simplemente abandonarse—. Cuando no hay un yo, entonces uno se convierte en uno solo. i 

El yo puede seguir generando las semillas, puede seguir creando la decepción. Y la decepción más grande y más segura es aquella del devoto y de Dios —una decepción religiosa—. Cualquier decepción que se toma religiosa puede ser peligrosa, porque ni siquiera se puede negar. Incluso, el negarla, genera culpa. Uno se sentirá culpable al negarle el yo a lo divino, pero para lo divino, el yo es la proyección del ser de uno. En el momento en que uno es un no-yo, no existe un yo en lo que respecta a la existencia. La existencia entera se ha tomado un no-yo. Y cuando toda la existencia deja de ser un yo, uno se hace uno solo con ella. 

El no-yo es el camino. 

El no-yo es la devoción verdadera. 

El no-yo es la rendición auténtica. 

Por lo tanto, el problema es siempre el yo. Incluso si pensamos en la liberación, moksha, pensamos en la libertad para el yo, no en la libertad del yo. Pensamos que, entonces, seremos libres. Pero entonces no se puede ser libre —moksha no es la libertad para el yo, sino la libertad del yo—. Por lo tanto, yo existo dentro de un no-yo, dentro de un flujo, en un proceso del abandono del yo. No soy un yo, como tampoco hay alguien que sea un yo.