El arte de hacer dinero - Teodor de Mas - E-Book

El arte de hacer dinero E-Book

Teodor de Mas

0,0

Beschreibung

«Si todo el que sabe de números escribiera como Teodor de Mas, el capitalismo sería un poco menos salvaje». Enric Vila Cada día tomamos multitud de decisiones que, sin darnos cuenta, afectan a nuestra economía personal y familiar. Muchos no tenemos educación financiera, pero existen multitud de maneras de ahorrar, invertir o gestionar el dinero que son de sentido común, que conocemos y no ponemos en práctica o que simplemente ignoramos. Teodor de Mas es economista y, en capítulos cortos, nos explica cientos de formas de mejorar nuestra economía: cómo ahorrar, invertir, elegir el mejor lugar para vivir, el ocio, los viajes, la educación de los hijos, la pareja, los seguros, los bancos, prestar y pedir prestado, compartir, y un largo etcétera de utilísimas sugerencias… Teodor de Mas pertenece a una antigua estirpe judía y es un apasionado de la historia de sus ancestros. Cada una de las ramas de su familia es fuente inagotable de anécdotas e historias que le han inspirado a la hora de hacer dinero. Divertido y entrañable, este libro, que se lee como una novela, visita todos los ámbitos de la economía familiar y ofrece consejos eficaces y llenos de sentido común. El arte de hacer dinero te ayudará a tomar las mejores decisiones económicas. Indudablemente, ¡este libro es un buen negocio para ti! La crítica ha dicho... «Para ir por el mundo sin que te estafen necesitas conocimientos financieros. Este libro es el mejor antídoto contra el engaño». Roger Vinton, autor de La gran telaraña «Un libro buenísimo, ameno, honrado y poderosamente seductor». Jordi Galves «Con este libro no te harás rico (o sí), pero evitarás te tomen el pelo». Bernat Deltell «Un libro buenísimo. Bien escrito, ameno, honrado y poderosamente seductor». Jordi Galves, El Nacional

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 531

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



EL ARTE DE HACER DINERO

 

Título original: Fer diners

© del texto: Teodor de Mas i Valls, 2023

© de la traducción: Rut Abadía, 2023

© de esta edición: Arpa & Alfil Editores, S. L.

Primera edición: octubre de 2023

ISBN: 978-84-19662-25-5

Diseño de cubierta: Anna Juvé

Maquetación: El Taller del Llibre, S. L.

Producción del ePub: booqlab

Arpa

Manila, 65

08034 Barcelona

arpaeditores.com

Reservados todos los derechos.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.

Teodor de Mas

EL ARTE DE HACER DINERO

Cómo tomar decisiones inteligentespara ahorrar y hacerse rico

Traducción de Rut Abadía

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

LOS DE MAS

Estudiar

La escuela

La universidad

Learn a trade

Hacer de canguro o niñera

Las clases particulares

Los gusanos de seda

El trabajo

Los impuestos

Delegar

Tener un gestor

Los mejores especialistas

Compensar

Los límites del ahorro

Los medios de transporte

El tesoro del abuelo

Los lingotes y las monedas

El arte y el coleccionismo

LOS VALLS

Prestar

La vivienda

Las segundas residencias

Dejar

El coche

El transporte público

Las jornadas de esquí

Los desplazamientos

Los abuelos

Dar

Las millas de viaje

Las tarjetas de fidelización

Planificar

Los seguros

El RACC y los clubs de automovilistas 98

Guatemala

El huerto

Los animales de compañía

LOS ROCABAYERA

Trabajar

La comida saludable

Los riesgos y las oportunidades 117

Think wait & fast

La apología del ahorro

Leer las etiquetas

Best price in town

Ganar dinero donde los demás se lo gastan 129

La segunda mano

Emprender

La compra online

Les petits plaisirs

Cloud thinking

La felicidad

La relación calidad-precio

Los barrets

Los paralelos

Las rebajas

LOS IZARD

There is no such thing as a free lunch 154

Los hijos e hijas

Los descuentos por familia numerosa 159

Hacer un presupuesto

La técnica cappuccino

La fiesta de la UAB

Pedir descuentos

La información

Ahorrar

Los gin-tonics en casa

Los restaurantes y los bares

Gestionar el tiempo

If it is free, it is for me!

El dinero disponible

La Norwegian Party

Los algoritmos

Las herencias

LOS TEJEDOR

Los flujos de dinero

La pareja

Las cuentas separadas

Consumir

El armario de los regalos

La despensa

Las entradas de rugby

El sexo

Los y las amantes

Malgastar

La educación

El estatus

Vender

À la page

La estética

Der König der Pfand

Los abonos

Las vacaciones

LOS VENTOSA

Ser

La inseguridad jurídica

Los referentes

Negociar

Ser un manitas

Compartir

La edad

La salud

Las mutuas

La bolsa

Las start-ups

La burocracia

Diversificar

Las becas

Los idiomas

Las tarjetas telefónicas

Convivir

Las drogas

LOS INDARTE

Las fiestas y los festivales

Las utilities

Los bancos

Gastar

Los parkings y los peajes

Las loterías

Los yoyós

Los mercados

Las redes sociales

Los black swans

Un plan B

El dinero en el extranjero

Especular

Las divisas

Las criptomonedas

Los Rolling Stones

Las pensiones

Afilar brocas

LOS BADIA

Ser rico

Revisar el cambio

Reclamar

Amortizar

El coste de oportunidad

Ganar más

Los patés

La prisa

Dormir y meditar

Endeudarse

Las deudas con amigos

El tabú del dinero

Las intuiciones

Las emociones

El exceso de información

El apartamento turístico

La mala suerte

Saber morirse a tiempo

AGRADECIMIENTOS

BIBLIOGRAFÍA

A los míos, por su paciencia infinita.

Vita sana: lavorare ma senza foga,svagarsi, nutrirsi e discorrere.La spiaggia, CESARE PAVESE

 

INTRODUCCIÓN

Sin las redes sociales (en particular, Twitter y LinkedIn) este libro no existiría, porque no habría conocido perfiles tan enigmáticos como el de Roger Vinton y, a través de él, a mi primera editora, Glòria (editorial Columna); ni tampoco habría recibido un enigmático mensaje por privado en Twitter invitándome a hablar con mi segunda editora, Marta (Arpa Práctica), de cara a traducir y adaptar el texto al castellano.

Hoy en día, las redes sociales son tremendamente poderosas e inevitables.

La idea era que el libro hablara de economía familiar, la economía de bolsillo, la economía práctica del día a día, combinándolo con anécdotas familiares mías, de las estirpes de las que vengo, e intentando que el texto fuera didáctico y ameno a la vez.

El objetivo de este libro de divulgación no era otro que explicar a mis hijos e hija, a mis descendientes, a todos vosotros, cómo funcionamos en casa, en mi familia. Si, además, os entretengo e inspiro, os hago sonreír, contándoos de manera sencilla cómo gestionar el dinero, mucho mejor.

La relación de las personas con el dinero, ya sea para consumir, ahorrar o invertir, es un tema universal de interés común a todos los países y culturas. Ser ahorrador no es ningún objetivo en sí mismo, es una defensa frente a las adversidades de la vida. El ahorro es protección para los días futuros.

Empezar a ahorrar es como dejar de fumar. Cuesta ponerse a ello pero después os despertaréis por la mañana y respiraréis mejor, dejaréis de toser y estaréis tranquilos en aviones y cines, lo cual, traducido en ser ahorrador, significará despertaros tranquilamente sabiendo que tenéis el dinero trabajando para vosotros, que tenéis suficiente dinero para todo y que una buena parte de vuestros gastos diarios están sufragados por los rendimientos de vuestros ahorros, por vuestros ingresos pasivos.

Se trata de vivir como si hoy fuera el último día de vuestra vida, pero sin olvidar que lo más probable es que no lo sea y la vida continúe sin más.

La idea de ahorrar no es otra que considerar el dinero como una herramienta para ser libres e independientes. Ahorrar os permitirá hacerlo trabajar, invirtiéndolo. Estas inversiones rendirán y os ayudarán a vivir mejor, ahora y en el futuro.

Saber ahorrar es, en gran parte, un tema educativo, transmitido de padres a hijos, de abuelos a nietos, de tíos a sobrinos. Raramente aprenderéis a ahorrar con los amigos del instituto o con los compañeros del trabajo: la gestión económica del día a día viene dictada por formas de hacer íntimamente ligadas a los orígenes familiares de cada uno de vosotros.

LOS DE MAS

Como la relación de cada uno de nosotros con el dinero está íntimamente ligada a nuestros orígenes familiares por parte de padre y de madre, a los abuelos de ambos lados y a la pertenencia o no a grupos étnicos más o menos místicos o inventados, cada una de las ocho partes de este libro comienza con unas pinceladas de las familias y estirpes de las que soy digno descendente.

De los de Mas, me viene siempre a la cabeza lo que me decía mi abuela Pilar Rocabayera, felizmente casada con mi abuelo paterno, Teodor de Mas: que si éramos judíos; que, sobre todo, a mi hijo le pusiera Teodor, siguiendo la tradición familiar y perpetuar así la estirpe de los Teodor de Mas... A mis siete u ocho años, que me hablaran de ser judíos y del nombre de mi primer hijo varón me parecía algo de ciencia ficción; la abuela me lo comentaba en su piso cerca del parque de la Ciutadella de Barcelona, donde nos reuníamos para los almuerzos familiares en medio de conversaciones infinitas en catalán y castellano, bañadas en abundante café, con la luz de la tarde entrando por la galería.

La finca de los de Mas en Barcelona, donde vivían mis abuelos paternos y todos sus hermanos, se había construido justo al inicio del alzamiento franquista, el golpe de Estado que dieron el ejército y la extrema derecha contra el gobierno de la República. En 1936, el patriarca de los de Mas fue fusilado en Vic por los rojos, en uno de aquellos famosos paseíllos que no eran más que simples asesinatos a sangre fría de supuestos burgueses, ricos y personas de misa. Teodor de Mas Nadal, el abuelo de mi abuelo paterno, no era un cualquiera: venía de una estirpe de carlistas de derechas y tradicionalistas de Vic, lo que le convertía en un objetivo claro para los del otro bando.

A la pérdida de Teodor de Mas Nadal, le seguiría la muerte de su hijo, en 1937, tras caer en los cimientos del edificio que los de Mas estábamos construyendo en Barcelona, junto al lado del Arco de Triunfo y del Parque de la Ciutadella. No pudo sobrevivir a la gangrena causada por las heridas de la pierna.

La guerra entre españoles encontró a una familia de Mas destrozada y con un edificio a medio construir. Todo el dinero acumulado durante la Primera Guerra Mundial gracias a la empresa de distribución de productos metalúrgicos —en casa lo llamaban el almacén de hierros— se desvaneció y apenas sobrevivimos como familia de clase media (ver el capítulo dedicado a la rama familiar de los Tejedor).

Pero volvamos a lo que me decía la abuela Pilar. De pequeño, leyendo y releyendo escritos de los de Mas de Vic, tan católicos ellos, y otros textos de diferentes fuentes, no dejaba de chocarme el contraste entre el catolicismo manifiesto de la familia y el hecho de ser judíos, criptojudíos, desde hacía siglos. No resolví la duda hasta unos años después, gracias a la conversación con la monja Mabel de Vic, que cuento un poco más adelante.

El «de» de nuestro apellido también me despertaba curiosidad. El caso es que, un buen día me desperté, ya hace algunos años, y le dije a mi madre que, si llevábamos esta partícula, debía ser porque éramos nobles, y que debíamos de tener un castillo en alguna parte, como ocurría en Francia.

Y no solo esto: el abuelo Teodor creía que la preposición «de», concedida a la familia por un rey español en agradecimiento por sus servicios, iba ligada al nombre de pila y no al apellido. Así, nuestro nombre —mi nombre— era Teodor de, y el apellido, Mas.

En un primer momento, mi madre no entendió qué quería decirle con la historia del castillo y los supuestos orígenes nobles de los de Mas. El caso es que en la Enciclopedia Catalana figurábamos como caballeros del Principado y nadie lo había desmentido nunca. (Esta conversación, tan del siglo xx, cuando las enciclopedias todavía tenían razón de ser y ocupaban un lugar privilegiado en los estantes de las casas que se querían cultas, ahora queda totalmente desfasada y fuera de lugar. En el siglo xxi, si se repitiera la misma conversación, nos referiríamos a la Wikipedia, donde efectivamente figuran un par de Teodor de Mas lo suficientemente importantes, por carlistas y por otras razones de peso). Mi padre, que leía el diario en un rincón del comedor y había oído toda la conversación, no pudo evitar comentar que el supuesto castillo familiar debía de ser la casa solariega de los de Mas en Vic, el Manso Escorial, y mientras se tomaba otro café con la sana intención de alargar la conversación hasta la hora de ir a misa, como cada domingo, me ayudó a ubicar al Manso Escorial en el mapa y me comentó que ahora era la sede de una congregación religiosa, las hermanas vedrunas.

Años después, con el castillo ya identificado y ubicado en el mapa y con la necesaria complicidad del GPS y de mi pareja, un buen día cargamos a los hijos y la hija en el coche y pusimos rumbo a nuestros orígenes por parte de padre y abuelo paternos, a Vic, al Manso Escorial. Aprovechamos que había un mercado medieval para pasar el día en la capital de la comarca de Osona, ir a comer a un restaurante y visitar la ciudad, que era lo que de hecho interesaba más a mis hijos, poco atraídos por el Manso Escorial y por la posibilidad de saber más de sus orígenes familiares, y más partidarios de salir a comer y de excursión, estuviera donde estuviera y siempre que fuera posible.

El caso es que hicimos la ruta prevista hasta aparcar en la calle Teodor de Mas. Después de esa primera vez, hemos vuelto a realizar la excursión un par de veces, en familia, con los abuelos e, incluso, hace poco, con Ramon, mi mejor amigo, en plena pandemia.

Si vais de visita, siempre ocurre lo mismo; la repetición de los hechos es casi perfecta, lo que hace que se me mezclen los recuerdos de las diversas ocasiones en que he visitado a las monjas carmelitas vedrunas del Manso Escorial, en Vic: llamaréis al timbre, veréis la cara de una monja por la ventana o por la puerta, diréis y repetiréis con cara seria que os llamáis Teodor de Mas, y veréis que la monja se queda boquiabierta y con la cara blanca, se acaba asustando y os hace pasar enseguida, como si estuvierais en vuestra casa. Si vais, lo viviréis en primera persona.

Según Mabel, la monja que muy amablemente nos atendió en una de las visitas, la casa solariega de los de Mas estaba en Vic desde al menos el siglo xv. Era una finca grande, con muchas tierras, una masía con siete veguerías —aparentemente, tener siete veguerías era el colmo para una finca agrícola de la época.

A mis preguntas sobre si la saga de los de Mas tenía orígenes judíos, como había leído en alguna web de genealogía, y si el primer miembro fue un judío llegado de Europa del Este a Vic para abrir allí una tienda de sombreros y que se acabaría casando con una heredera de la ciudad, Mabel, con una sonrisa, me respondió que no estaba lo bastante documentada, sin negarlo ni afirmarlo taxativamente.

El estudio genético de los apellidos catalanes, valencianos y baleares del Instituto de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de 2012 muestra el haplogrupo R1b-U152 de los de Mas y algunos Mas e indica el origen del linaje en la Baskiria (Башкортостан Республикhһы), territorio de unos cuatro millones de habitantes en la zona de los Urales meridionales, hoy parte de la Federación Rusa, con la ciudad de Ufá como capital. También está presente, en menor medida, en el norte de Italia, Francia y Suiza.

Los de Mas serían, pues, judíos de origen asquenazí, del este europeo más lejano, llegados a Vic siguiendo la Ruta de la Seda.

Los de Mas, propietarios del Manso Escorial y de las tierras que rodeaban la masía, eran nobles, y también tenían la concesión del molino de la zona. Formaban parte de los terratenientes ennoblecidos de la comarca, y el paso de las generaciones solo hizo que agrandar la finca, gracias a la figura del heredero y a las bodas estratégicas pensadas para hacer crecer el patrimonio familiar.

En un momento dado, sin embargo, Teodor de Mas Solà, a pesar de ser el heredero de nueve hermanos, decidió que quería estudiar leyes en Barcelona, por lo que se fue a la Ciudad Condal y acabó ejerciendo de procurador. Allí fue el protegido del señor Llorenç de Vedruna Mur, que le invitaba a menudo a su casa, lo bastante a menudo para que el tal Teodor acabara casándose con su hija, bastante más joven, Joaquima de Vedruna Vidal.

Tendrían cinco hijos y Joaquima acabaría quedándose viuda, con cinco criaturas a su cargo, después de que Teodor muriera por las secuelas de la Guerra del Francés contra las tropas napoleónicas, donde había combatido como voluntario. Fue entonces cuando Joaquima decidió volver a vivir en el Manso Escorial.

Deseosa de terminar su vida como monja de clausura, acabaría siendo convencida por el padre capuchino Esteve de Olot para que se dedicara a la educación de las niñas, a la educación femenina, hasta entonces totalmente desatendida por parte del Estado.

La idea era crear una orden religiosa de monjas trabajadoras y dejar atrás la vida contemplativa de las religiosas encerradas en conventos. Las monjas saldrían a trabajar, coser, limpiar y enseñar, además de realizar otros trabajos que se les ofrecieran.

Fue así como en 1826 nació la orden de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, también conocidas como las vedrunas. Actualmente, la orden de las vedrunas tiene unas treinta y cinco escuelas activas en Cataluña y está presente en cuatro de los cinco continentes, y se ha convertido en una verdadera multinacional de la enseñanza y la educación femenina, basada en unos preceptos y valores determinados.

Al empezar la mal llamada Guerra Civil española de 1936, la familia de Mas, viéndose en peligro, decidió traspasar la propiedad de la casa solariega a la orden de las vedrunas para protegerla, antes de irse al exilio. Pero el exilio llegaría demasiado tarde: el patriarca sería asesinado en 1936 con su yerno, Joan Traveria, en el molino de Sau, concesión de la familia de Mas.

Tras la guerra, las hermanas vedrunas sacaron a la luz el contrato privado de compraventa en el que Teodor de Mas Nadal les traspasaba la propiedad del Manso Escorial, y hasta hoy sigue en sus manos.

No deja de ser curioso que esta rama de criptojudíos que se hacían pasar por carlistas ultracatólicos tradicionalistas acabara haciendo avanzar al país en temas clave, como empezar a hacer posible la liberación de las mujeres gracias a la educación y la formación. Sin duda, el hecho de que la santa, Joaquima de Vedruna, se quedara viuda con cinco hijos a cargo, ella, que había sido educada por su madre, Teresa Vidal Comes, le hizo ver la importancia de tener una cierta formación para salir adelante en caso de desgracia o muerte del marido.

Las vedrunas empezaron su misión educadora en 1826, unos treinta años antes de que el propio estado español creyera conveniente implantar la educación para todos, hombres y mujeres.

Joaquima de Vedruna fue canonizada por el papa Juan xxiii.

Hace poco, de visita al Manso Escorial con mi amigo Ramon, la monja Mabel me comentaba que estaría encantada de que quisiera ejercer como profesor en alguna de sus escuelas esparcidas por los cuatro continentes. El nombre Teodor de Mas sigue resonando fuerte en las orejas y las mentes de las monjas vedrunas.

A mi abuelo paterno Teodor, descendiente de la saga de los de Mas, que comienza con un tal Josep Mas Torra que fue quien obtuvo la tan preciada partícula nobiliaria por parte del rey, lo recuerdo como alguien delgado y poca cosa, esmirriado y con una nariz imponente, siempre con cierta cara de amargado y rodeado por un halo de tristeza.

Nacido en 1920 y casado con Pilar, vivía en uno de los pisos del bloque familiar en Barcelona y era un puro superviviente de la vida desde que la Guerra Civil interrumpió su sueño de estudiar para ser médico de familia. Lo llamaron a filas en 1938 para formar parte de la quinta del Biberón, y sobrevivió a la batalla del Ebro de casualidad, cuando, herido, decidió irse del campo de batalla con un compañero al hombro.

Acabó siendo detenido e internado en un campo de concentración para republicanos, pese a venir de familia de ir a misa. Después de años encerrado en San Sebastián, perdiendo el tiempo y quitándose los piojos unos prisioneros a otros, la intervención de una tía monja suya permitió que fuera liberado y volviera a casa. El no haber podido estudiar y la ruina que supuso que al final de la guerra el dictador Franco decretara que el dinero republicano equivalía a cero hicieron que sus ojos, entre verdosos y amarillentos, conservaran siempre esa mirada triste y pesimista.

Trabajó toda la vida con sus hermanos en el almacén de hierros de los Tejedor, hasta que, viendo que las nuevas generaciones no seguirían con el oficio, lo vendieron y en ese lugar se construyó una comisaría de los Mossos d’Esquadra, la policía catalana.

Mis abuelos paternos tuvieron seis hijos, dos de los cuales morirían de pequeños de forma repentina y el último sería trisómico. Eran años de penurias y solo la férrea educación impuesta por mi abuelo paterno Teodor, con la aceptación tácita de mi abuela paterna Pilar, hizo posible que mi padre y sus hermanos estudiaran y emprendieran de nuevo el camino de subida en el ascensor social y económico del país.

De mi abuelo Teodor destacaría la obsesión por el ahorro, el miedo a perderlo todo, a no tener dinero para comer, la desconfianza en los bancos y en el poder, en España y en Europa. Convencido liberal, ferviente defensor del president Jordi Pujol, no creía mucho en experimentos socialistas, ya no digamos comunistas, y, ya mayor, se propuso aprender a hablar inglés para hacerse entender por los americanos. Para él, Estados Unidos era el referente de sociedad a imitar, la verdadera democracia, con derechos para los ciudadanos y la posibilidad de hacerse rico para todos.

No sería hasta que cayó enfermo cuando, viendo el coste de la clínica privada, aceptó ir al Hospital del Mar, público, y empezó a dudar sobre si el socialismo era bueno o malo, al ver que lo cuidaban gratis y sin pedirle nada a cambio.

De mi abuelo Teodor aprendí a buscar monedas en las cabinas telefónicas en Benasque, que era donde pasábamos un mes de vacaciones cada verano. Con él aprendí la pasión del coleccionista por todo tipo de activos —sellos, monedas, postales y muchas cosas más—, acompañándole los domingos por la mañana a la plaza Reial de Barcelona.

Aprendí también a comprar divisas. Mis primeros marcos alemanes me los vendió él, a tipo de cambio bancario y sin comisiones; ni él ni yo creíamos especialmente en las reformas del entonces ministro socialista de economía, Solchaga, que acabó provocando un par de devaluaciones de la peseta que no me afectaron, al tener mis ahorros en marcos.

Aunque nunca hablaba de ello, en su cara se leían las secuelas de la guerra: era delgado, solo piel y huesos, nunca con tiempo para estar contento, siempre dispuesto a ir andando a los lugares para ahorrarse el metro o el autobús, siempre ocupándose de su hijo Miguel, trisómico, y ambos, cargados con sus respectivos macutos, moviéndose arriba y abajo por la ciudad.

De él aprendí a jugar a las cartas para ganar, no solo para pasarlo bien, en el remigio y en el continental y en la butifarra, también en el dominó.

Comercial de productos metalúrgicos por media Cataluña, lo conocí ya jubilado de una vida de tardes de timbas infinitas apostando dinero por los pueblos catalanes. Durante las larguísimas tardes de verano en Benasque, no podía evitar contar los puntos y jugar a cartas con sus nietos como si le fuera la vida.

Del abuelo Teodor aprendí a esforzarme y no rendirme nunca a pesar de las dificultades, especialmente cuando íbamos de excursión y nos tocaba levantarnos muy temprano y enfrentarnos al lago de Cregüeña o a los picos del Aneto o el Tempestades.

Curiosamente, la zona de Benasque, donde mis abuelos paternos, mi tío Miguel y mis padres, nosotros, fuimos de vacaciones durante muchos años, estaba muy cerca de donde mi abuelo sufrió el frente de la Guerra Civil, con el frío y el hambre. Cuando le preguntaba qué fue lo peor de la guerra siempre me decía lo mismo: el frío.

En los últimos años de su vida, convencido de que su mujer moriría antes que él, se esforzó por aprender a cocinar algunas recetas básicas, para cuando estuviera solo, como los garbanzos. Tomaba nota, previsor. Pero no fue necesario, porque, tras varios avisos, un melanoma se lo llevó a mejor vida mientras yo estudiaba en Sídney. Sus últimas palabras de despedida, cuando yo me iba a Australia y ya sabiendo que nos decíamos adiós para siempre, fueron: Aprofita, nano!

ESTUDIAR

El tiempo que pasaréis estudiando es tiempo que no pasaréis trabajando.

Cuando os planteéis si vale la pena estudiar, la primera evidencia empírica es que, cuanto más tiempo estudiando, menos tiempo trabajando. En la vida de las personas se acaba notando quien ha empezado a trabajar a los dieciséis años y quien lo ha hecho a los veinticuatro, después de haberse formado como persona y profesional.

Los medios de comunicación y ciertos ambientes quieren transmitir la idea de que estudiar no sirve para nada. Es totalmente falso: todos los datos demuestran que el nivel de estudios influye directamente en el nivel de los futuros sueldos, el paro, la progresión profesional e, indirectamente, en la esperanza y la calidad de vida de cada uno de nosotros.

Lo habéis leído bien, sí: estudiar alarga y mucho la esperanza de vida. Seréis más felices, estaréis mejor considerados y acabaréis viviendo más años.

Y esto es así porque los estudios os harán más adaptables a las incógnitas futuras, más espabilados y capaces de acertar en la elección entre las diferentes opciones profesionales.

Entender mejor el mundo es garantía de sufrir menos emocional y físicamente, de vencer mejor las adversidades y evitar las depresiones. Vuestras decisiones serán siempre más acertadas que las de los demás, si habéis podido estudiar.

En cualquier caso, uno lo pasa mucho mejor estudiando que trabajando. Ya tendréis tiempo de trabajar más adelante. Pensad en todas las personas que no tienen la posibilidad de estudiar, y hacedlo por vosotros, y por ellos.

En el tema estudios no os dejéis manipular por vuestros padres, abuelos, compañeros de barrio o amigos de instituto. Escuchad las diferentes opiniones y propuestas, pero decidid vosotros solos. Es vuestro presente y futuro, es vuestra vida y tendréis que vivirla por vosotros mismos hasta el final.

Cuando elijáis los estudios, tened en cuenta las salidas profesionales que os ofrecen y vuestros intereses particulares. Acabará siendo más importante que os guste y os apasione lo que hacéis que las supuestas virtudes de unos estudios concretos.

Es más recomendable ser el mejor de vuestro campo, por extraño y específico que sea, que ser un ingeniero o un abogado del montón porque en casa te dijeron que ser ingeniero o abogado era lo más adecuado.

Esto es especialmente así en tiempos convulsos, de modernidades líquidas, como diría Zygmunt Bauman. Nadie sabe cuáles serán los trabajos del futuro, pero sí que, si os gusta lo que hacéis, le dedicaréis más tiempo que los demás y acabaréis siendo expertos del tema.

Yo siempre quise ser economista, porque me apasionaban los mercados, con la oferta y la demanda, la fijación de precios de los bienes y servicios, y entender cómo algo comprado por diez podía venderse en poco tiempo por quince. También la posibilidad de hacerme rico como desafío intelectual, la idea de hacer trabajar el dinero para que produjera rendimiento y el análisis de las políticas económicas que hacían que unos países fueran ricos y otros no, tal como lo explicaba perfectamente en su libro Daron Acemoglu.

Sin embargo, mi padre me convenció para que estudiara ingeniería y me dijo que ya estudiaría economía más adelante, como había hecho él. Mi primer año como futurible ingeniero de telecomunicaciones fue un fracaso anunciado. No servía para ser ingeniero y no quise sacrificar mi vida por un futuro teóricamente mejor haciendo lo que no quería hacer ni ser. En junio del primer año de carrera ya me había cambiado a la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Fue una gran decisión vital, la primera gran decisión que tomé por mí mismo, al margen de la opinión de mis padres.

Aprenderéis más de los fracasos que de muchos aciertos. Sed vosotros mismos siempre, compensa y mucho.

LA ESCUELA

Hace unos años, en el Reino Unido, se publicó un decálogo para ahorradores, y uno de los primeros puntos era ir a vivir a un barrio o una ciudad donde las escuelas públicas fueran de calidad. Así os ahorraréis los costes extras de las escuelas concertadas o privadas. Los costes de las escuelas dependen en gran medida del número de hijos que tengáis o penséis tener.

Pensemos en dos ciudades vecinas de cualquier gran ciudad, como, por ejemplo, Rubí y Sant Cugat del Vallès, ambas cercanas a Barcelona. Sant Cugat del Vallès es más cara y elitista que Rubí. Las escuelas públicas, por definición, para funcionar bien dependen del nivel socioeconómico de los habitantes que viven a su alrededor, y esto se nota no solo por el nivel de ingresos de las familias sino también por su nivel educativo y el tiempo que pueden dedicar a sus hijos.

Consultando datos de Idescat, podréis comprobar las fuertes disparidades que hay entre estas dos ciudades vecinas que tienen el mismo patrón local, que no es otro que san Pedro.

Rubí tiene un 16% de habitantes con estudios primarios y un 28% con estudios superiores, y un PIB per cápita de 29.700 euros anuales (el 91% de la media catalana).

Sant Cugat del Vallès tiene un 8% de habitantes con estudios primarios y un 59% con estudios superiores, y un PIB per cápita de 54.200 euros anuales (el 165% de la media catalana).

Mirando el precio de los alquileres en estas dos ciudades, quizá te parecerá evidente que vivir en Rubí es mejor y más barato que hacerlo en Sant Cugat del Vallès. Pero si no estás dispuesto a matricular a tus hijos en las escuelas públicas de Rubí y sí en las de Sant Cugat, porque el nivel escolar es bastante diferente y mejor, lo cual viene dado por la mezcla socioeconómica en una y otra ciudad; entonces, la mejor elección, la más barata, será siempre la de Sant Cugat del Vallès.

Si echas un vistazo al índice de precios inmobiliarios de Fotocasa en la provincia de Barcelona, verás que el precio del alquiler en Rubí es de 11 euros por metro cuadrado y en Sant Cugat del Vallès de 15 —más barato que un barrio como el de Gràcia, en Barcelona—. Así, para una vivienda de 120 metros cuadrados, la diferencia en el alquiler mensual sería de unos 480 euros.

Este coste extra de vivir en Sant Cugat del Vallès, la ciudad cara con un 59% de habitantes con estudios superiores (Rubí solo tiene el 28%), quedará ampliamente compensado por el ahorro en escuelas, públicas en Sant Cugat del Vallès y concertadas o privadas en Rubí. En el área de Barcelona, las escuelas públicas cuestan más o menos unos 200 euros mensuales (por servicios de acogida por la mañana y comedor), unos 600 euros las concertadas y unos 1.000 las privadas.

Al tema puramente cuantitativo de comparar costes entre escuelas debes sumar el aspecto cualitativo de los amigos y conocidos que tendrán tus hijos en una y otra ciudad. La probabilidad de que tus hijos acaben optando por ser estudiantes universitarios es mucho mayor si crecen en un ambiente con modelos inspiradores de éxito asociados a los estudios superiores, porque las desigualdades sociales, culturales y económicas tienen un fuerte componente geográfico local que tiende a perpetuarse de generación en generación.

En mi último trabajo como asalariado, tuve un jefe de Girona que fingía no entenderme cuando yo le decía que tenía que cobrar más porque vivía en Sant Cugat del Vallès. Me decía que me fuera a vivir a Rubí, cuando él mismo le acababa de echar una mano a su hijo, anestesista pediátrico, para comprarse un piso en Sant Cugat del Vallès, no en Rubí.

En todas las ciudades se repite una cierta segregación social, ligada al precio del suelo y los inmuebles, y deberéis escoger bien por el porvenir de vuestros hijos y para ahorrar en escuelas.

En Madrid, por ejemplo, es clamoroso el caso entre Somosaguas, en el municipio de Pozuelo de Alarcón, y el barrio de Aluche, en el distrito de Latina. En Buenos Aires, entre los barrios vecinos de Palermo y Villa Crespo. En ciudad de México, entre los barrios de Polanco y Anzures.

Sin querer ser elitista, comparad bien entre municipios y barrios, teniendo en cuenta las escuelas públicas de proximidad y los amigos que tendrán vuestros hijos, antes de decidir dónde vais a vivir los próximos años de vuestra vida de familia, dónde construiréis el nido.

LA UNIVERSIDAD

No todo el mundo aspira a ir a la universidad; depende mucho de los valores familiares de cada uno y de las posibilidades económicas familiares y del país.

En Europa intentamos creer firmemente que vivimos en sociedades sin clases sociales, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y Latinoamérica, el Reino Unido o la India, donde las tienen mucho más asumidas, pero en el fondo sabemos que no es así del todo, ya que las clases sociales existen y han perdurado en el tiempo.

En el Reino Unido todo el mundo tiene claro si es upper class (clase alta), middle class (clase media) o working class (clase baja) y, partiendo de esta percepción, enfocan su vida y su carrera profesional de una manera o de otra.

En Europa, y especialmente en el sur latino de Europa, todo el mundo, en general, quiere evitar trabajar en la medida de lo posible, y muy especialmente evitar trabajar con las manos.

No es casual que en latín las palabras otium y negotium sean opuestas, que constaten que el ocio no es negocio, por la obligación de tener que trabajar. El ideal latino es no trabajar o no estar obligado a trabajar, o al menos no tener que ensuciarse las manos trabajando.

En el sur de Europa tenemos un estado del bienestar a medio construir que no ayuda en absoluto a que el ascensor social funcione correctamente, con una ausencia intencionada de becas suficientes para permitir estudiar una carrera a cualquiera que lo desee, como ocurre en países más al norte de España, como Francia o Dinamarca.

Así, ir a la universidad va íntimamente ligado a una cierta pertenencia de clase, si no del todo, sí al 80%. Es un tema que debería abordarse de forma inmediata, para asegurarnos de que los mejores estudiantes y las personas más motivadas puedan cursar los estudios superiores que elijan.

Los pocos programas de becas a la excelencia existentes en España son fruto del azar y totalmente insuficientes, como las becas de la Fundación Amancio Ortega, las del Banco Santander, las de Cellex o las de la Caixa. Es necesaria una política que incentive el estudio y la formación, más allá del voluntarismo de unas personas o instituciones aisladas.

Hay que tener claro que las clases sociales, al menos en el sur de Europa, nunca llegan a desaparecer del todo, aunque tengan dinero. Negaremos siempre que tengamos un sistema de castas como el de la India, pero, al fin y al cabo, no estamos muy lejos.

Eso sí, lo que realmente determina la clase social a la que pertenecemos viene más definido por unos valores que se aprenden en casa y que se pueden adoptar o dejar de lado que por el dinero que ganemos o tengamos.

Estudios estadounidenses sobre el nivel de ahorro de los americanos según sus orígenes llegaron a la conclusión que las personas de origen ruso y escocés eran más ahorradoras que las de origen inglés, por poner solo un ejemplo.

Aunque nuestros orígenes étnicos influyan en nuestra forma de ver la vida, el país en el que vivimos, la escuela, los compañeros, los amigos del barrio y la familia son los que acaban definiendo si queremos ir a la universidad o no.

Sin ir más lejos, yo fui a la escuela de los maristas de Rubí, donde de ochenta alumnos solo cuatro terminamos yendo a la universidad. En cambio, en el instituto Arnau Cadell de Sant Cugat del Vallés, ciudad colindante de la que ya hemos hablado antes, de ochenta alumnos, setenta y dos fueron a la universidad. Son realidades diferenciadas que conviven a muy poca distancia, y el dinero no explica suficientemente el porqué de las ganas de estudiar de unos y otros.

No estoy diciendo que en Rubí se viva mal ni que no tengan razón, al contrario. Rubí es la ciudad con más empleo industrial de toda España, lo que proporciona muchísimo empleo de calidad, con o sin estudios.

Estas diferencias abismales entre ciudades vecinas vienen definidas por las experiencias anteriores de nuestros familiares más cercanos —o sea, por la forma en que les ha ido la vida con o sin estudios—, más los amigos y los medios de comunicación. Curiosamente, en el caso de España, el dinero no siempre es un factor determinante para estudiar o no una carrera universitaria. En otras partes del mundo esto sería escandaloso, pero en España hay personas con recursos económicos que deciden no estudiar, porque no es su mundo, porque no se sienten representados, porque no les inspira como modelo a seguir.

En Estados Unidos, la India, y Latinoamérica en general, países mucho más desiguales que España, todos los que pueden estudiar en la universidad lo hacen. Las clases altas y con dinero estudian. Las clases medias brillantes estudian con becas, y las clases bajas trabajan e intentan hacerse lo suficientemente ricas para que sus hijos puedan estudiar e ir a la universidad.

Cuando vuestros hijos decidan estudiar una carrera, y quizás un máster, debéis estar contentos. Estudiar es una inversión, como comprar libros o aprender idiomas, viajar por el mundo, calzarse bien, o elegir un buen colchón para dormir.

Estudiar es infinitamente caro a corto plazo y muy barato a largo plazo. Por eso cuesta tanto ser la primera generación que estudia en la universidad, como fue el caso de mi pareja. Todo os empujará a no hacerlo, os será mucho más fácil poneros a ganar un sueldo y dejar de ser una fuente de gastos en casa.

Por suerte para mi pareja, que es francesa, allí el nivel de ayudas para llegar a tener estudios superiores es suficiente como para que funcione un cierto ascensor social para todos, sin depender ni de dónde viváis ni de qué familia vengáis. En España, sin embargo, el ascensor social solo funciona a medias y si tenéis la suerte de vivir en una gran ciudad.

Ahora os preguntaréis qué tiene que ver vivir en una gran ciudad con el hecho de que más o menos funcione el ascensor social. Es sencillo: la ausencia de ayudas y becas de estudio suficientes hace imposible que los chicos que viven en pueblos alejados de un centro universitario puedan ir a estudiar a una universidad si no son de clase media o alta.

En cambio, si vivís cerca de las universidades, de manera que podáis estudiar y dormir en casa de vuestros padres, evitaréis no poder hacer una carrera por un tema de clase social o pecuniario. En países desarrollados y socialmente más justos, como Francia o Dinamarca, esta discriminación por razones geográficas no existe.

Así que ahora que está tan de moda mudarse a zonas suburbanas y rurales, pensadlo bien antes de dar el paso, no tanto por vosotros como por vuestros hijos y sus estudios.

Tenemos unos amigos que optaron por irse a vivir a un pequeño pueblo a una hora de Barcelona, por aquello de poder ser propietarios de su vivienda.

Si no os ganáis lo bastante bien la vida, este será el resultado: vuestros hijos no podrán ser universitarios, y, si quieren serlo, tendréis que asumir el coste desorbitado de pagarles el alojamiento en la gran ciudad, más desplazamientos, durante varios años de estudios, lo que acabará suponiendo, a precios actuales, unos treinta mil euros en total por hijo o hija.

Así pues, cuando comparéis calidad de vida y precios de la vivienda, tened siempre en cuenta el factor de los posibles estudios de vuestros hijos, tanto en lo que se refiere a escuelas como a universidades.

LEARN A TRADE

Hoy en día existe otra opción, aparte de estudiar, que es la de aprender un oficio o tener un negocio; esto corresponde más a la tradición judía y catalana, bastante alejada de la herencia romana y su dolce far niente.

Como familia de origen judío, al igual que muchas casas catalanas, también somos herederos de esta otra tradición, que nos presenta el trabajo no tanto como un castigo o una maldición bíblica resultado de la expulsión del Paraíso, con aquella frase de que tendrás que ganarte el pan con el sudor de tu frente, sino con cierta prevención contra la pereza, o, dicho con palabras modernas, contra la temida procrastinación.

En el caso de las culturas judía y catalana, se trata más bien de una reticencia a trabajar en trabajos asalariados, a las órdenes de alguien, de forma que se priorizarán siempre los trabajos, los oficios o negocios que dependan de uno mismo, que permitan vivir sin angustias, de forma independiente y sin jefe.

Como ocurre en otras culturas, como la china o la paquistaní, priorizaremos el hecho de ser autónomos, independientes y libres por encima de ser únicamente los asalariados de alguien que nos explote a cambio de una remuneración en forma de salario.

Siempre que podáis, en casa tendréis el ideal de ser vosotros mismos, laboralmente hablando, a pesar de excepciones evidentes como son los funcionarios, entre otros.

HACER DE CANGURO O NIÑERA

Tener a los hijos estudiando en la universidad no impide, en ningún caso, que puedan conseguir sus propias fuentes de ingresos, no tanto como asalariados de nadie sino yendo por libre, ejerciendo un oficio aprendido.

Hacer de canguro o niñera es de los oficios más fáciles de aprender y ejercer, se paga bastante bien por el trabajo realizado y permite tener un extra de dinero. Eso sí, existe cierta discriminación por parte de las familias clientas, que suelen preferir canguros chicas antes que chicos.

Una vez más, residir en ciudades grandes y con un alto nivel económico os hará estar más cerca de los potenciales clientes de canguros y asistencia a niños y ancianos.

Si no hablamos ya de los hijos, sino de vosotros mismos como adultos, siempre habrá trabajo limpiando aseos, como diría mi madre. Trabajar en tareas del hogar, limpiando o cuidando las casas de los demás, teniendo cuidado de ancianos, se paga razonablemente bien, si lo comparáis con trabajos asalariados equivalentes, y seréis vosotros mismos quienes organizaréis vuestros horarios y disponibilidad como mejor os convenga.

Siempre será mejor limpiar casas y ocuparos de personas mayores de forma independiente que hacer de cajera asalariada en un supermercado. Mejor un oficio que vender vuestro tiempo al gran capital.

LAS CLASES PARTICULARES

Dar clases ya es un oficio que requiere un savoir faire extra, con unos conocimientos específicos de idiomas, matemáticas o física y química.

Tiene las mismas ventajas de libertad y autonomía para organizar vuestro tiempo de trabajo, pero con un extra de ingresos por hora. Y, evidentemente, cuantos más conocimientos específicos tengáis, mayores ingresos por hora (y totales) obtendréis.

Sin querer dar importes, que variarán con el tiempo y según el nivel de vida de cada zona, si un canguro puede estar cobrando unos 8 euros la hora, unas clases particulares se pueden cobrar a 15 o 20 euros la hora, o sea, entre el doble y el triple más.

Mi pareja trabajó exclusivamente dando clases de francés en Sant Cugat del Vallès durante más de un año y vivíamos bien, con alumnos VIP de proximidad, cero gastos asociados y unos buenos ingresos.

El colmo para obtener ingresos sería la propuesta de canguro o niñera en francés que propone nuestra hija número 1. Hay familias dispuestas a pagar por este servicio premium.

LOS GUSANOS DE SEDA

No sé exactamente cómo empezó todo ni de dónde salieron los primeros gusanos de seda en casa. El caso es que, de repente, tenía un cultivo, una granja intensiva de gusanos de seda, repartida por varias cajas de zapatos con sus correspondientes agujeros, para que los gusanos pudieran respirar, no se ahogaran y crecieran hasta acabar siendo las tan preciadas mariposas que salen de sus capullos de seda, alimentadas a base de hojas de morera.

En la reunión con mis padres, el hermano marista de turno y mi profesor tutor intentaba hacerles ver que no era normal que me dedicara a vender gusanos de seda a mis compañeros de clase en las horas de recreo. Mis padres escuchaban el sermón, entre enfadados y orgullosos por mi acción comercial. De algún modo, habían sido ellos sus impulsores o, al menos, no habían evitado que me dedicara a los gusanos y a su comercialización.

No veían ningún inconveniente en mi propuesta comercial de vender gusanos y hojas de morera a los niños de mi clase. El hermano marista intentaba tocarles la fibra, explicarles que algunos de los niños robaban dinero a sus padres para poder pagarme lo que me debían.

Así, mientras un hijo como yo ya se ganaba los primeros cuartos vendiendo gusanos a una peseta los pequeños y negros y a 5 pesetas (un duro) los gordos y blancos, los otros hijos y compañeros de escuela robaban unas monedas de las carteras de sus padres para pagarme los pedidos.

Maldito capitalismo, que ya de pequeños separaba a los emprendedores de los demás, convirtiéndonos a unos y otros en ricos y pobres, respectivamente.

El negocio prosperó e incorporé las hojas de morera para alimentar a los gusanos y la posibilidad de pagar no solo en pesetas, sino también en cómics de Disney. Sin embargo, un buen día se acabó el negocio debido a las presiones de la escuela y por un exceso de población de gusanos de seda en las cajas de zapatos, que provocó una gran mortandad por ahogamiento y falta de aire.

Sin embargo, más allá del business mismo, si no habéis contemplado nunca un gusano de seda comiéndose una hoja de morera con sus dientecitos y, más adelante, tejiendo el capullo de seda para encerrarse y renacer como mariposa, os lo recomiendo vivamente.

Eso sí, spoiler: las mariposas de los gusanos de seda no son especialmente agraciadas ni elegantes, pero poco importa si la bossa sona (el negocio es bueno).

EL TRABAJO

Lamento deciros que el modelo europeo y americano que triunfó después de la Segunda Guerra Mundial, basado en el progreso técnico y el trabajo industrial en fábricas, con trabajos de por vida en empresas como las fábricas de coches de Volkswagen o de General Motors, ha terminado.

En la sociedad actual, en la envejecida Europa, en la desigual América, el trabajo que se crea pertenece de forma mayoritaria al sector de los servicios.

Mientras no recuperemos las fábricas perdidas, como propugnaba el ínclito Donald Trump con su mítica frase Make America Great Again —que ahora todos los demás políticos han hecho suya—, después de que se deslocalizaran de forma masiva a China y, por extensión, a toda Asia suponiendo que esto sea posible, viviremos en una sociedad mayoritariamente de servicios.

En los servicios, a diferencia de la industria, donde hay una retahíla de cargos intermedios, encargados y jefes de taller, los trabajos son profundamente desiguales, entre proveedores de servicios poco cualificados y otros de muy alta cualificación.

Barcelona o Nueva York son el paradigma de esta segregación laboral en el mundo de los servicios.

Las ciudades atraen e integran a los recién llegados interesados en vivir allí, que ofrecen servicios de muy alto y de muy bajo nivel. Así, conviven en un mismo espacio camareros y limpiadoras de habitaciones de hotel, mal pagados y maltratados, con expatriados doctorados, emprendedores, médicos, investigadores e inversores de todo el mundo.

La principal función del trabajo es crematística, aseguraros unos ingresos suficientes para que podáis asumir los gastos diarios que os permitan vivir de forma correcta para vosotros y vuestra familia, ya sea a medias con vuestra pareja o solos, con o sin hijos a vuestro cargo. A esta función, a menudo querréis añadir otras, como ocupar vuestro tiempo, reducir vuestro tiempo de ocio, darle un sentido a la vida, o hacer felices a los demás y llenaros de satisfacción por el trabajo bien hecho.

Aun así, no os engañéis: aparte de los ingresos, ningún trabajo tiene por vocación haceros felices, a no ser que el sistema crea que así ganará más con vuestro quehacer.

Como diría Marx, si no sois dueños de los medios de producción, tendréis que vender o alquilar vuestro tiempo a los capitalistas dueños de estos, que os explotarán de forma implacable o con una sonrisa y se quedarán buena parte de la plusvalía que generéis.

Objetivo, pues, para cualquier trabajo que se precie: ahorrar una parte importante de los ingresos que obtengáis y así poder invertir el excedente conseguido en forma de ahorro, de manera que os acabéis liberando de la obligación de trabajar para terceros.

Cuando ya seáis dueños de los medios de producción, no necesitaréis trabajar para otros. Si lo hacéis, ya no seréis propiamente asalariados, sino personas ocupadas, entretenidas, haciendo cosas para sentirse útiles, sin la obligación de tener que trabajar para nadie. Mientras tanto, para empezar, os toca trabajar para otros hasta que seáis libres, aunque quizá nunca lleguéis a serlo del todo.

Conozco a varias personas lo suficientemente ricas como para no tener que trabajar para vivir y que siguen trabajando como si nada. Gente como Manolo, Josep Lluís, Aurora, Agnès o Pere trabajan de sol a sol (exagero) porque si se quedaran en casa sin hacer nada se sentirían infelices y porque quieren seguir formando parte del mundo real.

Así pues, os pasaréis la vida ahorrando, intentando haceros lo suficientemente ricos como para dejar de trabajar y hacer lo que más os apetezca, y ya os digo que las pocas personas que conozco que lo han conseguido siguen trabajando, ocupándose, por voluntad propia y ganas.

Ante esta contradicción tan típicamente humana, podéis pensar que reaccionaríais de otra manera, pero no hay nada tan incierto como eso. La mayoría seguiréis trabajando, siendo hiperactivos, pero con la diferencia sustancial de no estar obligados a hacerlo; protegidos, eso es todo y no es poco.

Ningún puesto de trabajo es ideal, como ocurre con las personas y con las relaciones de pareja. Si os dedicáis a buscar ideales imposibles, acabaréis saltando de un trabajo a otro, sin estabilidad y con el riesgo de acabar quedándoos fuera del mercado laboral para siempre.

Con los trabajos debéis aplicar el sentido común, el cloud thinking (ver más adelante) y aguantar hasta que tengáis algo mejor. No os quedéis fuera del mercado; prestad atención y preparaos para saltar a vuestro nuevo desempeño, pero, mientras tanto, aseguraos vuestros ingresos individuales y familiares.

Hoy en día, desaparecidas las ofertas laborales en los periódicos de papel, todo el partido laboral se juega en las redes sociales y las apps profesionales de búsqueda de empleo, ya sean LinkedIn, Instagram, Twitter, Infojobs, Bumeran, Job & Talent, Computrabajo o Mipleo, entre otras.

La propia expresión red social ya lo indica todo. Tener una buena red de contactos en todos los ámbitos os ayudará a salir adelante, a reconvertiros, a recibir ofertas de trabajo y empezar a trabajar de nuevo donde sea y de lo que sea.

Olvidaos de los trabajos de por vida. Si habláis idiomas y estáis conectados con el mundo, podréis encontrar trabajos aquí o en otras ciudades y países del mundo. El futuro es, y será, de los hubs de conocimiento y oportunidades. En Europa tenemos la suerte de poder movernos por todo el continente sin que nada ni nadie nos impida comparar entre las ofertas laborales de Barcelona, Ámsterdam o Basilea. Los movimientos de personas por motivos laborales entre continentes tampoco dejan de crecer.

Ser un culo inquieto, laboralmente hablando, se valora más ahora que nunca antes.

En cualquier caso, aunque en el momento de entrar en un puesto de trabajo seáis el o la candidata ideal, el tiempo hará que tanto vosotros mismos como el puesto de trabajo evolucionéis de forma diferenciada hasta acabar siendo incompatibles, improductivos o inútiles el uno para el otro. Por su parte, el empresario capitalista siempre va a querer ganar más dinero y, si puede sustituiros por alguien que haga vuestro trabajo por la mitad de coste, lo hará sin inmutarse.

Así pues, vuestra felicidad no puede depender de ningún puesto de trabajo en concreto. Un puesto de trabajo es una herramienta para acumular capital. Si además tenéis la suerte de que mientras trabajáis, os formáis, viajáis y veis mundo, tenéis buenos compañeros de trabajo, mucho mejor para vosotros, pero no tiene por qué ser siempre así.

Todavía hoy recuerdo perfectamente la reacción de mi jefe en Andersen Consulting, recién salido de la universidad, cuando tras cuatro meses de trabajo en régimen de prácticas le anuncié que me iba a Sídney a estudiar un Master in International Business. Me acusó de falta de commitment y de haber invertido mucho en mi formación para finalmente dejarme escapar a las antípodas.

Ni caso, me dijeron en casa. Era una oportunidad única de acabar de formarme y no debía dejarla escapar, ya encontraría otro trabajo a mi vuelta.

El trabajo como consultor SAP en Andersen Consulting había cumplido su función de permitirme ahorrar, pero en ningún caso podía bloquear la posibilidad de irme a Australia a completar mi formación.

LOS IMPUESTOS

El Estado existe y no puedes obviarlo. Tiene un poder coercitivo infinito, limitado por cierta protección ofrecida por las leyes y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero, como bien sabemos los catalanes y los españoles, el Estado puede ir muy lejos a la hora de hacernos pasar por el aro.

En países como Italia, donde el Estado es fallido, la mafia asume algunas de las funciones estatales y tiene el mismo poder coercitivo o superior. Nadie duda allí de que hay que pagar los impuestos mafiosos.

La verdad, sin querer ser demagogo, es que, después de ir de vacaciones a Roma y a Nápoles, nos pareció que la segunda ciudad, con una gestión local claramente mafiosa, funcionaba mucho mejor que la Roma imperial, mucho más dejada y sucia.

En Nápoles, en una tienda donde un sintecho nos pedía dinero, la mafia intervino echándolo a la calle sin dudarlo. También teníamos, como familia, metro gratuito hasta la madrugada y, pese a cierto desorden con la basura, nos sentíamos seguros de noche, cuando volvíamos al apartamento que habíamos alquilado en pleno centro de la ciudad.

Debéis ver al Estado como un socio inevitable de cualquier actividad que deseéis emprender, en positivo y en negativo. Siempre estará presente, ayudándoos y, a menudo, dándoos por saco. Si tenéis pérdidas, el Estado asumirá su parte, al igual que cuando tengáis ganancias. Si lo consideráis como un socio más, ineludible, dejaréis de sufrir tanto por lo que os quita u os da en cada momento.

El Estado se financia con los impuestos que gravan vuestro día a día. Colectivamente aceptáis renunciar a una parte de vuestras ganancias a cambio de tener una sociedad con un mínimo de equilibrio y dignidad social, menos violenta y más armónica. Las sociedades sin impuestos acaban siendo peligrosas y violentas para todos, ricos incluidos. Para muestra, toda América.

Eso sí, los impuestos dificultan y frenan vuestra capacidad de acumulación de riqueza a cambio de una cierta protección si la vida os va mal o se os tuerce. Sin embargo, como contribuyentes, estaréis obligados a minimizar vuestros pagos de impuestos, siempre dentro de la legalidad y, eventualmente, teniendo en cuenta las zonas grises existentes en materia de fiscalidad.

En Francia, el papy (abuelo, en francés), el padre de mi pareja, os hablará de solidaridad y de buenos sentimientos, pero la solidaridad comienza por uno mismo y no tendría ningún sentido económico pagar más impuestos de los estrictamente necesarios.

Es cierto que en países como Francia se percibe mucho más diáfanamente la utilidad de los impuestos pagados. No tanto en España o en Latinoamérica, donde a menudo tendréis la sensación de que los impuestos van a tramas corruptas de partidos, monarquías tronadas e inversiones basadas en criterios puramente políticos.

Añadiría, además, que tengáis cuidado con las bonificaciones fiscales que os propondrá el Estado para ciertas actividades económicas. Mi consejo básico sería no emprender ninguna actividad basándoos solo en las posibles bonificaciones fiscales de turno. Si el Estado os da dinero, nunca será a cambio de nada, sino más bien porque quiere llevarte a tomar una decisión económica que ni será óptima ni la más adecuada. A priori, pues, ni caso a las posibles bonificaciones fiscales que os propongan para vuestra toma de decisiones económicas.

Los ejemplos sobran: es el caso de las desgravaciones por planes de pensiones, por invertir en energías renovables o en empresas start-ups. Si decidís ahorrar para cuando seáis mayores con un plan de pensiones o queréis apostar por las energías renovables o creéis que el futuro pasa por invertir en empresas tecnológicas de reciente creación, no lo hagáis nunca fijándoos en las posibles desgravaciones fiscales. Os equivocaréis tomando la decisión solo por este motivo.

En Francia también existen desgravaciones fiscales, por ejemplo, en el sector inmobiliario, por construir obra nueva en barrios periféricos. Pero si os decidís a invertir en el sector inmobiliario, no lo hagáis donde os dicte el Estado, en este caso el francés, y hacedlo donde sea mejor negocio, al margen de incentivos fiscales.

El Estado tiene sus propios intereses, como agente y socio vuestro. Tiene unas necesidades y unos temas por resolver y hará lo que sea para intentar alinearos con él. Desconfiad siempre del Estado.

DELEGAR

Si de algo sirve tener ciertos recursos sobrantes es para poder delegar actividades y trabajos en terceras personas. La teoría económica del coste de oportunidad lo deja claro: hay actividades que es mejor delegarlas o automatizarlas. Así podréis dedicar vuestro tiempo a asuntos más productivos o, sencillamente, al ocio.

Teniendo en cuenta que, al final, es más rico quien más tiempo libre tiene, transformar el dinero en tiempo se hace delegando o automatizando de forma correcta. Se pueden automatizar o delegar trabajos de poco valor añadido y repetitivos, de fácil aprendizaje para todo tipo de perfiles de máquinas o personas, por ejemplo, los trabajos del hogar, como planchar o quitar el polvo, cortar el césped o lavar el coche.

Recuerdo la extrañeza que le causaba a mi pareja el hecho de que, justo después de irnos a vivir juntos, con nuestro primer empleo ya tuviéramos una asistente doméstica. Era fácil de entender por la teoría del coste de oportunidad, al dividir su coste por hora entre ambos y ver la multitud de cosas que podíamos hacer con las horas de vida ganadas a cambio de unos pocos euros por hora (eran pesetas pero qué más da).

Otros trabajos externalizables y que pueden mejorar vuestro día a día son ir a comer a un restaurante en lugar de tener que cocinar siempre, buscar a alguien que os monte los muebles de Ikea, que cuelgue los cuadros, espejos y cortinas o que os revise la caldera. Ser manitas está bien, pero no siempre hace falta ni compensa el esfuerzo ni el tiempo de aprendizaje, ejecución y la inversión en herramientas que ello supone.

A los trabajos con poco valor añadido, que es lógico que se externalicen o subcontraten, ya sea en el ámbito personal, familiar o empresarial, se añaden otros, opuestos, pero también delegables.

Os hablo de los trabajos que requieren conocimientos específicos que a menudo no tenemos en una sociedad cada vez más compleja y especializada.

El caso típico sería tener a mano y contratar a un buen abogado para afrontar temas legales y posibles conflictos de intereses que sufriréis a lo largo de vuestra vida, ya sea por temas de pareja, laborales o de cualquier otra índole.

Desengañaos, no podréis tener una vida plena sin ir nunca a juicio a defender vuestros intereses de la mano del mejor abogado disponible.

Y, al igual que nunca se os ocurriría defenderos a vosotros mismos en un juicio, salvo que seáis uno de los mejores abogados en la materia, ocurre lo mismo en otros ámbitos especializados de alto valor añadido; también necesitaréis un buen gestor y fiscalista.

TENER UN GESTOR

El perfil delegable más evidente e imprescindible en la España convulsa en que vivimos —un país donde la inseguridad jurídica es la norma— es el de un gestor o gestora que esté al día de los cambios continuados y a menudo contradictorios, interpretables, en la legislación vigente.

Si bien es cierto que podéis tener la suerte —o la desgracia— de ser asalariados de por vida en una gran empresa que nunca os eche a la calle y de la que cobréis puntualmente la nómina de manera periódica y sin obstáculos hasta vuestra jubilación, no quiero asustaros si os digo que, una vez superados los cuarenta años de edad, es relativamente probable que decidan prescindir de vosotros y os despidan.

Aunque nunca os llegara a hacer falta un gestor para el día a día laboral de forma más o menos sistemática, terminaréis recibiendo activos en herencia o tendréis que tomar decisiones económicas importantes para las que no estaréis especialmente capacitados.

En mi caso, durante muchos años he tenido la suerte de tener un padre y una madre bastante calificados en temas económicos, fiscales y administrativos, y he podido aprovecharme de ellos pro bono a cambio de asistir con cierta regularidad a las comidas familiares de los sábados, pero no siempre será así.

Tener un buen gestor y una buena abogada acaba saliendo muy barato, debido al ahorro por el simple hecho de evitar errores importantes por vuestra parte.

A modo de ejemplo, precisamente este año, mis padres y yo mismo recibimos de forma simultánea sendas notificaciones de la Agencia Tributaria. En mi caso, sencillamente reenvié la notificación al mail de Montse, mi gestora, para que se ocupara de ello. Le pidieron no sé qué de la doble imposición con Francia, un documento que debía estar traducido, y en una semanita lo tenía todo resuelto con un pequeño coste extra para mí en la factura mensual y un nivel de estrés asociado casi inexistente.

En el caso de mis padres, intentaron afrontar ellos solos los requerimientos de la temida Agencia Tributaria, sin ayuda externa, y esta mala decisión les supuso noches de mal dormir y costes enormes por no saber resolver correctamente su situación.

Cuando me pidieron ayuda y les derivé hacia mi gestora para intentar ponerle remedio, era demasiado tarde y ya eran víctimas de la voracidad fiscal española, la de todos los Estados en general; dura con los pequeños contribuyentes, tolerante y laxa con los grandes.

Rodeaos de los mejores en vuestras batallas fiscales y legales, siempre. Al enemigo, ni agua.

LOS MEJORES ESPECIALISTAS

A medida que la sociedad en la que vivimos se sofistica y se complica, aparecen ámbitos de especialización que requieren profesionales altamente cualificados.

Partiendo de la base de que la gestión de una familia se hace a partir de un presupuesto, igual que en las mejores empresas, os comportareis como ellas, contratando a los mejores proveedores de servicios dependiendo de vuestras capacidades económicas.

Al igual que cualquier empresa no dudaría en contratar a proveedores que le hicieran una página web en Wordpress, una campaña de comunicación en redes, una plataforma de crowdfunding para poder financiarse o una CRO (Contract Research Organization) para llevar a cabo los ensayos clínicos de un futuro medicamento, vosotros, como familia, haréis exactamente lo mismo, siempre según vuestras posibilidades.

Aún recuerdo que, cuando compramos un inmueble, la agencia inmobiliaria nos propuso que un agente asociado suyo nos buscara la mejor hipoteca posible a cambio de una comisión sobre el importe financiado. Aceptamos sin dudarlo y nos fuimos de vacaciones por la costa atlántica francesa mientras el señor Tortajada, que así se llamaba el agente de hipotecas, buscaba la mejor opción para nosotros. A nuestro regreso, ya tenía el banco, las condiciones de financiación y cita en el notario para firmar la transacción de compraventa.

Lo mismo os diría con todo lo que tenga que ver con la informática. Si a finales del siglo xx todos sabíamos ocuparnos de nuestros ordenadores, ahora es bastante más complicado que antes.

En casa tenemos a Víctor, un informático al que le compramos todos los ordenadores que necesitamos, así como el software y los antivirus asociados, a cambio de un cierto margen para él.

Sí, a priori os parecerá que estáis pagando un sobreprecio excesivo por los ordenadores, pero rápidamente quedará compensado por el servicio de proximidad y de calidad que os ofrecerá la persona que encontréis, con servicio 24 horas, incluso en horas intempestivas y siempre con la mejor de las sonrisas.