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Nació en la Capital Federal en 1948. Sus lugares en el mundo, el Delta del Paraná, Escocia y los Andes Patagónicos, el más preciado. Peón, contratista e ingeniero forestal. Mozo, docente, juez de paz, referente gremial y guardaparque. Larga lista de changas y trabajos lo acompañaron, casi siempre, porque, ya con cuatro hijas, también mordió la desocupación. Con Mimí Belanger y Petite Trecaleo sostuvieron, por años, un cine club en Lago Puelo, cuando ni radio había en el valle y con pobladores que nunca habían visto imágenes proyectadas. Musiquero, radioteatrero, y ahora, con este libro, inesperadamente haciendo poesía. Gusta ser anfitrión de gentes cuya sensibilidad le es afín. Curioso en el saber, en esos temas que, por alguna razón, cautivan. Esto último ocurrió con estos versos, que se puede creer, salen de esosgenes hondos y sutiles que construyen los entornos. Agradecido a los muchos y muchas que ayudan a que la vida merezca ser vivida. Así también, queda registro de su mirar y de algunos y algunas esenciales en ese camino. Su placer: las caminatas.