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Las obras poéticas de Jules Lemaître pasaron casi desapercibidas cuando fueron publicadas y hoy en día casi no se recuerdan; sus novelas, también, nunca han hecho mucho ruido; pero su crítica literaria y dramática han situado su reputación en lo más alto. Escritor lleno de entusiasmo, muestra en sus análisis todos los recursos de una mente brillante que lo hace merecedor de un estilo sustancioso; divierte al lector y lo hechiza a menudo, pero sin pretender convencerlo; juega siempre con las ideas, abandonándose a todos los caprichos de su imaginación y evitando exponer opiniones absolutas, con una ambigüedad que otorga sutileza a sus juicios. Conferenciante muy aplaudido, inició la costumbre de reunir en volúmenes cursos completos; y así, aparecieron Rousseau (1907), Racine (1908), Fénelon (1910) y Chateaubriand (1912).