Rocío Núñez Calonge (Madrid, 1960) tenía claro desde niña que lo suyo era la ciencia. A pesar de las dificultades consiguió estudiar Biología y comenzó su trayectoria en el laboratorio de andrología del Hospital Ramón y Cajal, donde se familiarizó con la infertilidad masculina, surgiendo su fascinación por los espermatozoides. Considera que el trato con los pacientes es tan importante como el cuidado de los gametos y embriones: «Los pacientes prefieren humanidad a sabiduría porque el saber lo dan por hecho, pero la empatía no».