7 mejores cuentos de Saki - Saki (H.H. Munro) - E-Book

7 mejores cuentos de Saki E-Book

Saki (H.H. Munro)

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Beschreibung

La serie de libros "7 mejores cuentos" presenta los grandes nombres de la literatura en lengua española. En este volumen traemos a Saki, un escritor, novelista y dramaturgo británico. Sus agudos y, en ocasiones, macabros cuentos recrearon irónicamente la sociedad y la cultura victorianas en que vivió. Este libro contiene los siguientes cuentos: - Catástrofe en la joven Turquía. - Gabriel Ernesto. - El ratón. - Laura. - El cuentista. - Té. - El buey cebado.

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Tabla de Contenido

Título

El Autor

Catástrofe en la joven Turquía

Gabriel Ernesto

El ratón

Laura

El cuentista

El buey cebado

About the Publisher

El Autor

Hector Hugh Munro, conocido por el nombre literario de Saki (Akyab, Birmania Británica, 18 de diciembre de 1870 - Beaumont-Hamel, Francia, 14 de noviembre de 1916), fue un escritor, novelista y dramaturgo británico. Sus agudos y, en ocasiones, macabros cuentos recrearon irónicamente la sociedad y la cultura victorianas en que vivió. El nombre Saki se ha relacionado a menudo con el del copero que aparece en el Rubáiyát de Omar Khayyam. Pero puede también referirse a un primate sudamericano de larga cola con el mismo nombre, personaje central de su relato "The Remoulding of Groby Lington", el cual, como el mismo escritor, oculta un trasfondo equívoco bajo una apariencia decente. Este relato es el único de Saki que se abre con una cita: «Se conoce a un hombre por las compañías que frecuenta», y juega con la idea de que el hombre llega a parecerse a sus propias mascotas.

Hector Hugh Munro nació en Akyab, Birmania. Era hijo de Charles Augustus Munro, inspector general de la policía birmana, cuando este país pertenecía aún al Imperio Británico. Su madre, de soltera Mary Frances Mercer (1849-1882) e hija de un contralmirante, murió durante una visita en Inglaterra el 14 de noviembre de 1872, corneada por una vaca lo que le provocó un aborto.1​ Este incidente pudo tener influencia en sus relatos. Su niñez se trastocaría al ser después trasladado a Inglaterra con unos parientes puritanos de personalidad severa e intransigente, por lo que la convivencia con ellos marcaría negativamente y para siempre su carácter. Algún indicio de esto se observa en su famoso relato "Sredni Vashtar". Munro fue educado en el Pencarwick School de Exmouth, y en el Bedford Grammar School. En 1893, siguiendo el ejemplo de su padre, ingresó en la policía birmana. Tres años más tarde, su mala salud le obligó a regresar a Inglaterra. Su primer libro fue una obra histórica sobre el imperio de Rusia. Trabajó como periodista en diversos periódicos de Londres, oficio que le permitió vivir mientras escribía cuentos y novelas.

Sus últimas palabras, de acuerdo con distintas fuentes, fueron: «Put that damned cigarette out!» («¡Apaga ese maldito cigarrillo!»). Frase que se le escuchó decir desde una trinchera durante la Primera Guerra Mundial, dado que Munro se alistó en el ejército al comenzar la misma, a pesar de no tener edad que lo obligara a ello. Fue a Francia como sargento de los Fusileros Reales, y las ya citadas últimas palabras acontecieron en la mañana del 14 de noviembre de 1916, durante la batalla de Beaumont Hamel justo antes de ser abatido por un francotirador.

Después de su muerte, su hermana Ethel destruyó la mayor parte de sus papeles por odio, redactando seguidamente su versión particular de la historia familiar. H. H. Munro nunca contrajo matrimonio y, debido a la estricta moralidad de la época, mantuvo en secreto su homosexualidad.

Saki es considerado un maestro del relato corto, a menudo comparado con O. Henry y con Dorothy Parker. Sus personajes están finamente dibujados y sus elegantes tramas han recibido muy buenas críticas. "El cuentista" es un relato que promueve la reflexión en torno a la función de literatura y la imaginación. Quizá sea "La ventana abierta" ("The Open Window") su cuento más famoso; su última frase: «Las fabulaciones improvisadas eran su especialidad», se ha hecho célebre. Saki escribió también tres obras teatrales, las novelas El insoportable Bassington (The Unbearable Bassington, 1912) y Al llegar Guillermo (When William Came, 1914), además de una parodia de Alicia en el país de las maravillas (The Westminster Alice, 1902).

Saki describió incomparablemente a sus contemporáneos de la clase media victoriana, tan estrictos en sus maneras y amantes de absurdas fórmulas y rutinas. Su sentido del humor, cáustico e irónico, era muy apreciado por Jorge Luis Borges, quien lo situaba al lado de Kipling y Thackeray, como uno de los ingleses ilustres nacidos en Oriente. En el prólogo a la edición de los relatos de Saki perteneciente a la colección borgeana La Biblioteca de Babel, escribió sobre él: «Con una suerte de pudor, Saki da un tono de trivialidad a relatos cuya íntima trama es amarga y cruel. Esa delicadeza, esa levedad, esa ausencia de énfasis puede recordar las deliciosas comedias de Wilde».

Catástrofe en la joven Turquía

El ministro de Bellas Artes (a cuyo ministerio se había anexado últimamente la nueva subsección de Ingeniería Electoral) le hizo una visita de trabajo al gran visir. De acuerdo con la etiqueta oriental, discurrieron un rato sobre temas indiferentes. El ministro se detuvo a tiempo para omitir una referencia casual a la Maratón que se había corrido, cuando recordó que el gran visir tenía una abuela persa y podía considerar la alusión a Maratón como una falta de tacto.

A continuación el ministro entró en el tema de su entrevista.

-¿Bajo la nueva constitución, las mujeres tendrán el voto? -preguntó repentinamente.

-¿Tener el voto? ¿Las mujeres? -exclamó el visir con cierta estupefacción-. Mi querido pashá, la nueva carta tiene cierto sabor de absurdo así como está; no tratemos de convertirlo en algo completamente ridículo. Las mujeres no tienen alma, ni inteligencia, ¿por qué demonios van a tener el voto?

-Sé que suena absurdo -dijo el ministro-, pero en Occidente están considerando esa idea seriamente.

-Entonces deben estar equipados con mayor solemnidad de la que yo les reconocía. Después de una vida de esfuerzos especiales por mantener mi gravedad, escasamente puedo reprimir mi inclinación a sonreír ante tal sugerencia. Mire usted, nuestras mujeres en la mayoría de los casos no saben leer ni escribir. ¿Cómo pueden ejecutar la operación de votar?

-Se les pueden mostrar los nombres de los candidatos y en donde pueden marcar con una cruz.

-Discúlpeme ¿cómo dijo? -lo interrumpió el visir.

-Con una medialuna, quiero decir -se corrigió el ministro-. Sería algo que le gustaría al Partido Turco Juvenil -agregó.

-Bueno -dijo el visir-, si vamos a cambiar las cosas, lleguemos al extremo de una vez. Daré instrucciones para que a las mujeres se les reconozca el voto.

La votación ya llegaba a su fin en la circunscripción de Lakoumistan. El candidato del Partido Turco Juvenil, según se sabía, iba ganando por trescientos o cuatrocientos votos, y estaba ya redactando su discurso para dar las gracias a los electores. Su victoria era casi un hecho, porque había puesto a funcionar toda la maquinaria electoral de Occidente. Había empleado hasta automóviles. Pocos de sus partidarios habían ido a las urnas en esos vehículos, pero gracias a la inteligente manera como los manejaron sus conductores, muchos de sus opositores habían ido a dar a la tumba, a los hospitales locales o se habían abstenido de votar por alguna otra razón. Y luego pasó algo inesperado. El candidato rival, Alí el Escogido, entró en escena con sus esposas y las mujeres de su casa, que llegaban más o menos a seiscientas. Alí no había desperdiciado mucho tiempo en literatura electoral, pero se le había oído afirmar que cada voto que le dieran a su adversario quería decir otro saco arrojado al Bósforo. El juvenil candidato turco, que se había adaptado a la costumbre occidental de una sola esposa y escasamente alguna amante, contempló impotente cómo su adversario llenaba las urnas hasta alcanzar la mayoría triunfante.

-¡Cristabel Colón! -exclamó invocando de modo algo confuso el nombre de un pionero distinguido-, ¿quién lo hubiera pensado?