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Este volumen incluye un estudio sobre el proceso de cambio y transformación en el mundo sublunar y varios escritos breves de temática psicológica, emparentados tanto con Acerca del alma como con los tratados de ciencias naturales de Aristóteles. Acerca de la generación y la corrupción es una obra breve pero densa, que trata una parte importante de la filosofía natural de Aristóteles: la estructura del mundo sublunar y el proceso de cambio que en él se produce, cuyo fundamento racional se quiere detectar y comprender a fin de probar la integridad del ser frente a la apariencia disolutoria de la diversidad y las mutaciones. Este tratado sigue el mismo método que la mayoría de escritos aristotélicos: tras enunciar el propósito y el contenido, se examinan y someten a crítica las doctrinas anteriores sobre la cuestión, y se procede al estudio de ésta según las concepciones y observaciones propias. En los Tratados breves de historia natural, indagaciones acerca de diversos fenómenos fisiológicos y psíquicos, se incluyen estudios sobre la sensación y lo sensible, la memoria y la reminiscencia, el sueño y la vigilia, los ensueños, la adivinación por el ensueño, la longevidad y la brevedad de la vida, la juventud y la vejez, la vida y la muerte y la respiración. En la interpretación moderna (no necesariamente en su génesis) estos pequeños estudios forman un conjunto, no sólo por las referencias entre unos y otros, sino porque en el primero se plantean algunas operaciones comunes al alma y al cuerpo que constituyen el objeto de los tratados siguientes. En su forma actual proporcionan una especie de "curso" complementario del tratado Acerca del alma (aparecido en esta misma colección). Parten del principio de que los fenómenos psíquicos pueden explicarse como procesos puramente físicos, y responden al proyecto aristotélico de situar los problemas relativos al alma humana en el marco general de los seres vivos. Por eso, además de con Acerca del alma, estos tratados están muy relacionados con los varios de ciencias naturales que escribió el Estagirita.
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Seitenzahl: 516
Veröffentlichungsjahr: 2016
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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 107
Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .
Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por FERNANDO GARCÍA ROMERO .
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 1998.
Las traducciones, introducciones y notas han sido llevadas a cabo por: ERNESTO LA CROCE(Acerca de la generación y la corrupción) y ALBERTO BERNABÉ PAJARES(Tratados breves de historia natural) .
PRIMERA EDICIÓN , 1987.
REF. GEBO220
ISBN 9788424931377.
El tratado De Generatione et Corruptione (Perì genéseōs kaì phthorâs ) es una obra breve, pero densa y de lectura difícil. Cubre una provincia muy importante de la filosofía natural de Aristóteles, por cuanto tiene por objeto de estudio la estructura del mundo sublunar y el proceso de cambio que allí se desarrolla.
No existen dudas respecto de la autenticidad del texto transmitido: tanto el contenido como el estilo exhiben claramente el sello de la autoría aristotélica. Como adicional garantía de autenticidad, existen una serie de referencias cruzadas entre este tratado y otras obras del Corpus .
Sin embargo, es poco probable que el Acerca de la generación y la corrupción (= GyC ) haya salido de las manos de Aristóteles en el mismo estado en que ha llegado a nosotros. Si consideramos su contenido, veremos que varios de los capítulos del GyC constituyen unidades temáticas que bien podrían haber permitido su publicación por separado, o formando parte de totalidades estructuradas de un modo distinto de aquel en que hoy se nos presenta el texto. Esta situación, compartida con la de muchas otras obras del Corpus , debilita el valor de los intentos de asignar a la obra un lugar cierto en la cronología de la producción aristotélica. I. Düring, el erudito que con más profundidad ha intentado estas tareas, ubica el GyC (junto con Física I-VII, Del cielo , y Meteor . IV) entre el año 355 y la muerte de Platón1 .
El GyC aparece, con este título, en dos de los catálogos de las obras de Aristóteles provenientes de la Antigüedad: en la lista del Anónimo y en la árabe de Ibn-el-Kifti e Ibnel-Oseiba. Pero no figura en el catálogo de Diógenes Laercio, aunque encontramos en el orden 25 y 39 unos títulos que podrían referirse, respectivamente, al GyC I 7-9, y II 1-4. Por otra parte, el mismo Aristóteles en varias obras del Corpus parece citar algunos capítulos del GyC , con una referencia específica que nombra el contenido de dicha parte: tal es el caso de la alusión a un tratado Acerca de los elementos en De An . 432b29 (cf. GyC II 1-4), y a uno Acerca de la mezcla en De sensu 440b3 y 13 (cf. GyC I 10).
Por lo demás, debemos tener en cuenta que los griegos antiguos no solían dar un título estricto a sus obras, sino que generalmente las designaban con un nombre tomado de la primera frase del texto2 . De acuerdo con esto, resulta bastante legítimo pensar que GyC fue el título del tratado, si realmente comienza en 314a, visto que allí se anuncia esta temática.
En el proemio de los Meteorologica , Aristóteles efectúa una consideración retrospectiva sobre las investigaciones de ciencia natural que ha llevado a cabo. Citemos el texto (338a20 ss.): «He tratado anteriormente los siguientes temas: (I) de las causas primeras de la naturaleza; (II) de todo movimiento natural; (III) del orden de los astros en la traslación de la esfera superior; (IV) de los elementos de los cuerpos, indicando cuántos y cuáles son; (V) de su transformación recíproca; (VI) de la generación y corrupción en general. Queda por estudiar… la parte meteorológica.»
No es demasiado difícil identificar estos contenidos con la temática de las obras existentes. Física I-II y III-VI cubren, respectivamente, los puntos (I) y (II), y Del cielo I-II el punto (III). A partir de ahí existe una cierta superposición entre la temática de Del cielo y GyC , pero bien podemos considerar el punto (IV) cubierto por Del cielo III-IV, y los puntos (V) y (VI) por, respectivamente, GyC I y II.
Queda, entonces, claro que la ubicación del GyC entre el Del cielo y los Meteorologica (posición en que aparece en los Mss. y en la edición de Bekker) es la correcta. Su conexión con el primero de estos tratados está expresada, además, por la partícula conjuntiva dé (y) de GyC 314al, que es complemento del mèn oûn de la frase final de Del cielo (313b21). Esto fue señalado ya por el comentarista Filópono (Com . 2, 29-31).
El tratado GyC es el fruto de un gran esfuerzo teórico por resolver una cuestión que, desde los mismos comienzos de la reflexión filósofica, incitó el espíritu de los griegos. Se trata del problema de la racionalidad del cambio, que es afrontado sobre la base de principios y nociones ya desarrollados en otras obras (especialmente en la Física ) y a través de una profunda discusión de las doctrinas de quienes lo precedieron.
Generación y corrupción —procesos privativos de la región sublunar— constituyen el nivel más profundo de transformación que pueda afectar a los entes. Aristóteles las distingue cuidadosamente de aquellas otras formas de cambio (o de «generación» no absoluta) como el aumento y la disminución, la alteración y la traslación. A diferencia de estos últimos procesos, la generación absoluta solamente puede ser explicada suponiendo la existencia de un sustrato imperceptible e inseparable.
Dicho sustrato es la materia prima , concepto éste con el que se busca asegurar una solución de continuidad para las transformaciones que nos es dado observar entre los cuatro elementos: el aire que se torna agua en la lluvia, o la tierra que se vuelve fuego en cualquier fenómeno de combustión. La materia de los elementos —nos dice Aristóteles— es la misma en un sentido (pues «lo que subyace en un momento cualquiera es lo mismo»), pero en otro sentido es distinta (pues «no es el mismo su ser», 319b3-4). Este concepto aristotélico de materia prima concentra los mayores problemas tanto para la exégesis como para la especulación filosófica (y no han faltado modernos eruditos que cuestionaron la misma legitimidad de la doctrina involucrada), pero simultáneamente esta noción expresa el meollo de la teoría aristotélica de la generación y de los elementos.
La doctrina del GyC no soslaya ni atenúa la radicalidad de la generación, y Aristóteles valora este punto como una gran conquista respecto de las doctrinas presocráticas. Pero el interés de nuestro filósofo está dirigido también —y sobre todo— a enfatizar la integridad del ser frente al poder disolutorio de la diversidad y del cambio.
El ser es orden y estabilidad; en todo caso, un cierto grado de orden y estabilidad. Y los movimientos circulares perfectos de los cielos superiores tienen su reflejo en la continuidad de la generación en el mundo sublunar. Así Aristóteles, en una de las más bellas y platónicas frases del tratado, declara que «el dios consumó el universo en el único modo que le restaba, haciendo ininterrumpida la generación» (336b31).
Dado que no hemos encabezado cada uno de los capítulos con el título respectivo entre paréntesis angulares (como suele hacerse en muchas traducciones de los tratados aristotélicos), presentamos a continuación un índice temático para facilitar la lectura.
Caps.:1.Introducción. Crítica de los filósofos pluralistas.
2.La doctrina de los indivisibles. Crítica a Platón y los atomistas.
3.La generación absoluta.
4.La alteración.
5.El aumento y la disminución.
6.El contacto.
7.Las cosas que actúan y padecen. Lo semejante y lo desemejante.
8.Acción y pasión. Crítica a Empédocles y los atomistas.
9.Acción y pasión. El acto y la potencia.
10.La mezcla.
Caps.:1.Los elementos y la materia prima .
2.Las oposiciones primarias.
3.Los elementos y las oposiciones primarias.
4.La transformación recíproca de los elementos.
5.Inexistencia de un único elemento.
6.Refutación de la doctrina de Empédocles.
7.Los homeómeros y la formación de los cuerpos.
8.Todo cuerpo contiene los cuatro elementos.
9.Las causas de la generación y la corrupción.
10.La causa eficiente de la generación y la corrupción.
11.La necesidad de la generación y la corrupción.
Hemos utilizado el texto griego fijado por Joachim en 1922 (ver nuestra Bibliografía). Con anterioridad, el texto había sido editado por Bekker (en la célebre edición berlinesa de 1851) y por Prantl (Leipzig, 1881), sobre la base de los Mss. EFHL, entre los cuales se le concedía un papel preponderante al E (Parisiensis Regius 1853), perteneciente al siglo X .
Joachim ha tenido en cuenta, además de los Mss. mencionados, el Vindobonensis Phil. Graec . 100, designado con la letra J. Se trata de un códice poco tiempo anterior al E, que es considerado, en general, por Joachim de igual autoridad que aquél.
En unos pocos casos nos hemos apartado del texto de Joachim (a lo cual, generalmente, hacemos referencia en las notas). Son los siguientes:
H. H. JOACHIM , Aristotle on Coming-to-be and Passing-away , texto rev., trad. ingl., introd. y com., Oxford, 1922.
E. S. FORSTER , Aristotle’s On Sophistical Refutations, On Comingto-be and Passing-away (ed. Loeb), Londres, 1965. (El texto griego es de BEKKER .)
C. MUGLER , Aristote. De la génération et de la corruption , texto y trad. fr. (ed. Budé), París, 1966.
Además de las traducciones inglesa y francesa contenidas, respectivamente, en las ediciones de Forster y Mugler recién citadas en 1), existen las siguientes versiones:
Aristotle, De generatione et corruptione , por H. H. JOACHIM (vol. II de la Colección de la Oxford Translation), Oxford, 1930. (Reed. en The Complete Works of Aristotle , ed. por J. BARNES , Princeton, 1984, vol. I, págs. 512 y sigs.).
Aristotle’s, De generatione et corruptione , con trad. y nn. por C. J. F. WILLIAMS (Clarendon Arist. Series), Oxford, 1982.
Aristote, De la génération et la corruption , nueva trad. y nn. por J. TRICOT , París, 1934 (2.a ed., 1951).
Aristotele, Della generazione e della corruzione , trad. por A. Russo, Bari, 1973.
Aristotele, La generazione e la corruzione , trad., introd. y com. por M. MIGLIORI , Nápoles, 1976.
Aristoteles, Vom Werden und Vergehen , ed. por P. GOHLKE , Paderborn, 1945.
Desconocemos la existencia de traducciones españolas recomendables.
Hemos conservado el comentario griego de Filópono:
J. PHILOPONUS , De generatione et corruptione , ed. H. VITELLI , Berlín, 1897 (vol. XIV, 2 de la Colección de la Academia de Berlín).
Poseemos dos importantes comentarios medievales:
AVERROES , On Aristotle’s De generatione et corruptione Middle Commentary and Epitome . Trad. ingl. de las versiones originales aráb., hebr. y lat. con nn. e introd. por S. KURTLAND , Cambridge, 1958.
S. THOMAE AQUINATIS , In Aristotelis libros De Generatione et Corruptione… expositio , Turín-Roma, 1952.
Los comentarios renacentistas son varios, pero nos limitamos a mencionar los de Egidio Romano y de Zabarella:
EGIDII ROMANI , In libros De generatione et corruptione Aristotelis cum textu intercluso singulis locis , Venecia, 1504 (reimpr., Francfort, 1970).
J. ZABARELLAE PATAVINI , Commentarii in libros Aristotelis De generatione et corruptione… , Francfort, 1602.
Es imprescindible el comentario, muy extenso y detallado, de H. Joachim contenido en la edición del texto griego citada en 1).
La traducción de C. J. F. Williams, citada en 2), contiene un importante comentario, y, asimismo, merecen destacarse las notas de la traducción italiana de M. Migliori.
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1 I. DÜRING , Aristotele , ed. ital., Milán, 1976, págs. 62 y 398. El tratado habría sido objeto de revisión durante el último período ateniense.
2 P. MORAUX , Les listes anciennes des ouvrages d’Aristote , Lovaina, 1951, pág. 7, n. 17.
Y en lo que respecta a la generación y corrupción de [314a ] los entes que se generan y destruyen por naturaleza, debemos distinguir, en todos ellos del mismo modo, sus causas y definiciones; además, hay que determinar qué son el aumento y la alteración, y si acaso debe considerarse que la alteración y la generación poseen una misma naturaleza o bien, por el contrario, son diversas, tal como se diferencian [5] también en los nombres que llevan.
Entre los antiguos, algunos afirman que la así llamada generación «absoluta»1 es una alteración, mientras que, para otros, alteración y generación son algo diverso. Así, todos aquellos2 que dicen que el universo es uno, y que hacen generar a todas las cosas de lo Uno, han de afirmar necesariamente que la generación es alteración y que [10] aquello que propiamente se ha generado ha sufrido, en realidad, una alteración.
En cambio, quienes establecen más de un principio material, como Empédocles, Anaxágoras y Leucipo, deben admitir que generación y corrupción son cosas diversas.
Anaxágoras, sin embargo, malentendió su propio lenguaje3 : manifiesta, por de pronto, que generación y destrucción consisten en lo mismo que la alteración. Sin embargo, [15] afirma que los elementos son muchos, como hacen los otros.
Así Empédocles sostiene que los elementos corpóreos son cuatro —pero el número total, con el agregado de los dos principios motores, llega a seis—, mientras que Anaxágoras, Leucipo y Demócrito los consideran infinitos.
En efecto, Anaxágoras coloca como elementos a los homeómeros4 , por ejemplo el hueso, la carne, la médula y las restantes cosas cuya parte tiene una relación de sinonimia5 [20] con el todo. Demócrito y Leucipo, por su parte, expresan que todos los demás cuerpos están compuestos de corpúsculos indivisibles, que estos últimos son infinitos en número y en formas, y que los cuerpos difieren unos de otros en virtud de la posición y ordenación de sus componentes.
Los partidarios de Anaxágoras parecen opinar lo contrario de los partidarios de Empédocles. Este último afirma, [25] en efecto, que el fuego, el agua, el aire y la tierra son los cuatro elementos y que son más simples que la carne, los huesos y los homeómeros de este tipo; en tanto que los partidarios de Anaxágoras consideran elementos y cuerpos simples a los mencionados homeómeros y, en cambio, compuestos a la tierra, al fuego, al agua y al aire, pues éstos son, a su entender, un «total semillero»6 de [314b ] homeómeros.
Así pues, aquellos que construyen todas las cosas a partir de una unidad, se ven forzados a declarar que la generación y la corrupción son una alteración, pues el sustrato permanece siempre siendo uno y el mismo (y a un proceso tal lo llamamos nosotros «alterarse»).
En cambio, para los que suponen una pluralidad de géneros 〈de elementos〉, la alteración es diferente de la [5] generación, puesto que la generación y la corrupción acontecen por reunión y separación de dichos elementos. Por eso también dice Empédocles en este sentido que
No existe nacimiento de ninguna cosa…
sino solamente mezcla e intercambio de lo mezclado7 .
Es evidente que la explicación propia de estos pensadores coincide con la hipótesis que asumen, y que se [10] expresan en el mismo sentido. Pero también para ellos será forzoso convenir en que la alteración es algo diverso de la generación, lo que, sin embargo, resulta imposible en virtud de sus doctrinas.
Es fácil comprender que lo que decimos es correcto. Pues del mismo modo que observamos en una cosa —cuya sustancia, empero, permanece en reposo— ese cambio según la magnitud llamado aumento y disminución, así también [15] observamos la alteración. Sin embargo, conforme con las doctrinas de quienes suponen más de un principio, resulta imposible que haya alteración. Ello es porque las afecciones, según las cuales decimos que la alteración tiene lugar, son las diferencias de los elementos, como por ejemplo caliente-frío, blanco-negro, seco-húmedo, blando-duro y todas las demás, tal como también afirma Empédocles:
[20] el sol, brillante a la vista y totalmente cálido ,
y la lluvia, sombría y glacial por encima de todo8 ;
y de un modo semejante distingue también las restantes afecciones. Por lo tanto, si es imposible que el agua se genere del fuego y la tierra del agua, tampoco será posible que se genere lo negro de lo blanco y lo duro de lo blando (y el mismo razonamiento se aplica a los demás casos). [25] Con todo, en esto precisamente consistía la alteración9 .
Por ello es evidente que siempre debe suponerse una materia única como base de los contrarios, ya se trate del cambio según el lugar, según el aumento y la disminución, o según la alteración. Por lo demás, materia y alteración resultan igualmente necesarias, una y la otra; pues, si se [315a ] produce la alteración, el sustrato será un elemento único y habrá una materia única común a todas aquellas cosas que se transforman unas en otras; a su vez, si el sustrato es uno, existe alteración.
Empédocles, por cierto, parece entrar en contradicción no sólo con los fenómenos observables10 , sino también consigo mismo. Así, por un lado, niega que un elemento se genere de otro, sosteniendo, en cambio, que todo lo [5] demás se genera de ellos, pero, al mismo tiempo, tras haber reducido a la unidad toda la realidad natural con excepción del Odio, hace que cada cosa vuelva a generarse a partir de lo Uno.
Por consiguiente, es manifiesto que, procediendo de una cierta unidad y separándose en virtud de ciertas diferencias y afecciones, se generan por un lado el agua, por el otro el fuego, tal como lo manifiesta Empédocles al llamar al [10] sol «brillante y cálido» y a la tierra «pesada y dura»11 .
Empero, es evidente que, cuando se eliminan estas diferencias (porque pueden eliminarse en cuanto que se han generado), necesariamente la tierra nace del agua y el agua de la tierra, lo mismo que cada uno de los demás elementos, ocurriendo esto no sólo entonces, sino también ahora, al sufrir un cambio en sus afecciones. [15]
Por lo que dice, los elementos pueden reunirse y separarse nuevamente, sobre todo al estar enfrentados todavía el Odio y la Amistad en mutuo combate. Precisamente por esto se generaron antes los elementos a partir de lo Uno: en verdad, pues, el todo era uno sin que existieran el fuego, la tierra y el agua12 .
Tampoco queda claro si debemos colocar como principio [20] de ellos a lo Uno o a lo múltiple, con lo cual aludo al fuego, la tierra y sus equivalentes. Pues lo Uno es un elemento, en tanto que subyace como materia a partir de la cual se generan la tierra y el fuego a través de una transformación obrada por el movimiento. En cambio, en tanto que lo Uno procede de la composición de los elementos reunidos entre sí —procediendo éstos a su vez de su disolución—, entonces los elementos son más «elementales» [25] que lo Uno y anteriores por naturaleza.
Es preciso referirse ahora, en términos generales, a la generación y corrupción absolutas —estableciendo si existen o no y de qué modo acontecen— y a los otros movimientos13 , como el aumento y la alteración.
Platón solamente examinó la generación y la corrupción [30] en la medida en que existen en las cosas, y no abarcó toda generación, sino sólo la de los elementos14 , sin decir nada acerca de cómo se generan las carnes, los huesos u otras cosas de este tipo15 , ni tampoco acerca del modo en que la alteración y el aumento existen en las cosas.
En general, nadie prestó atención a ninguna de estas cuestiones, a no ser de manera superficial, con excepción de Demócrito. Éste parece preocupado por todos estos problemas y, además, se distingue por el modo en que los [35] trata. [315b ]
Como decimos, pues, en lo que concierne al aumento, nadie ha explicado nada más allá de lo que cualquier hombre vulgar podría decir al respecto, a saber, que las cosas aumentan cuando se reúnen con lo semejante (sin aclarar en nada cómo esto ocurre). La misma ausencia de explicaciones se da respecto de la combinación y, podríamos decir, respecto de los demás procesos; por ejemplo, en el caso de la acción y la pasión, y la cuestión de cómo [5] algunos entes son agentes de producciones naturales y otros las padecen.
Demócrito y Leucipo, empero, imaginan las figuras16 y, a partir de ellas, hacen derivar la alteración y la generación, a saber, la generación y la corrupción por su asociación y disociación, y la alteración por el orden y posición que ellas asumen. Y puesto que creían que la verdad está en los fenómenos observables y que éstos son contrarios [10] entre sí y de número infinito, supusieron que las figuras son infinitas y, en consecuencia, que, debido a los cambios que afectan al compuesto, la misma cosa adopta apariencia contraria ante distintos observadores, que se transmuta incluso si algo pequeño se combina con ella, y que parece totalmente diversa cuando una sola de sus partes sufre una transmutación. Con las mismas letras, en efecto, se componen [15] una tragedia y una comedia.
Casi todos son del parecer de que la generación y la alteración son diversas una de otra, y que las cosas se generan y corrompen por asociación y disociación y se alteran al modificarse sus afecciones. Por eso es preciso detenerse a considerar estas cuestiones, pues contienen muchas y razonables dificultades. En efecto, si se supone que la [20] generación es una asociación, sobrevendrán muchas consecuencias imposibles de aceptar; pero, al mismo tiempo, existen otros argumentos constrictivos y difíciles de destruir en favor de que ello no podría ser de otra manera.
Por su parte, si la generación no es una asociación, o bien no existirá en absoluto la generación, o bien será una alteración. Y si se afirma la generación, habrá que intentar resolver esta cuestión, aunque17 resulte difícil.
[25] El origen de todos estos problemas reside en la alternativa de si los entes se generan, se alteran, aumentan y padecen los procesos contrarios a éstos en virtud de magnitudes primeras indivisibles, o si, por el contrario, no existe ninguna magnitud indivisible18 . Esta cuestión reviste la mayor importancia. Además, si existieran las magnitudes indivisibles, ¿son ellas cuerpos, como afirman Demócrito y [30] Leucipo, o son superficies, como se dice en el Timeo?19 .
Pero esta alternativa consistente en descomponer las cosas hasta el nivel de las superficies es absurda en sí misma, como ya también lo hemos dicho en otro lado20 . Por lo tanto, será más razonable afirmar que hay cuerpos indivisibles; pero aun esto último contiene muchos absurdos.
Mas, no obstante, es posible concebir la alteración y la generación por medio de estos cuerpos indivisibles, como ya se dijo, suponiendo que la misma cosa se transmuta [35] debido a la dirección, al contacto21 y a las diferencias de las figuras, que es lo que hace Demócrito (en [316a ] consecuencia, afirma que el color no existe en realidad, pues la coloración es causada por la dirección de los átomos). En cambio, a aquellos que dividen las cosas en superficies no les es posible concebir esto, pues, salvo los sólidos, nada puede generarse de las superficies en composición; en efecto, ellos no afrontan la cuestión de hacer generar una afección a partir de las superficies.
El motivo de esta poca capacidad de captar los hechos [5] reconocidos es la falta de experiencia, y por eso quienes poseen una mayor familiaridad con los hechos naturales resultan más capaces de establecer principios tales que permiten relacionar mayor cantidad de fenómenos. Otros, en cambio, se entregan a excesivos razonamientos e, ignorantes de los hechos existentes, sólo consideran unos pocos y se expresan con ligereza.
[10] A partir de esto, también se puede observar cuánto difieren aquellos que basan su examen en los fenómenos naturales y los que lo encaran desde un punto de vista dialéctico22 . Pues, en lo que respecta a la existencia de magnitudes indivisibles, los unos23 expresan que, si no se admitiera, el «triángulo en sí» sería múltiple, mientras que Demócrito parece haber extraído sus creencias de argumentos apropiados y de carácter físico. Lo que decimos resultará claro con lo que sigue.
[15] En efecto, si se postula la existencia de un cuerpo o de una magnitud totalmente divisible y la posibilidad de esta división, se caerá en una dificultad. Porque, entonces, ¿qué cuerpo podrá escapar a la división? Pues, si algo es totalmente divisible y esta división es posible, podría estar ya dividido aun en el caso de que simultáneamente no se haya hecho la división. Mas si esto aconteciera, entonces nada sería imposible24 . Lo mismo ocurre, pues, tanto en la [20] división por mitades como en la división en general: si un cuerpo es por naturaleza totalmente divisible, entonces nada podrá ser imposible si realmente ha sido dividido, puesto que no hay ninguna imposibilidad en que incluso se haga una división en innumerables partes innumerables veces, aunque, acaso, nadie pueda llevar a cabo una división tal.
Pero, ya que el cuerpo se supone totalmente divisible, supongamos que se lo haya dividido. ¿Qué será lo que queda de esta división? ¿Una magnitud? Esto no es posible, pues habrá algo que no ha sido dividido, y se supuso que [25] el cuerpo era totalmente divisible.
Pero si, por el contrario, no restara ningún cuerpo ni magnitud, y se mantuviera la división, o bien el cuerpo estará constituido de puntos y sus componentes carecerán de magnitud, o bien no quedará absolutamente nada y, en consecuencia, el cuerpo procedería de nada y estaría compuesto de nada, y entonces el todo no sería sino una apariencia.
Del mismo modo, si el cuerpo está constituido de puntos, [30] no habrá cantidad25 . En efecto, cuando los puntos estuvieran en contacto, se formara una única magnitud y ellos se hallasen juntos, no por eso harían más grande al todo. Así, cuando se ha dividido el todo en dos o más partes, no es ni más grande ni más chico que antes, de modo que, aun en el caso de que todos los puntos estén juntos, no crearán una magnitud.
Por otra parte, si al ser dividido el cuerpo resulta algo similar a un grano de serrín y, de tal manera, de la magnitud [316b ] se desprende un cuerpo, valdrá entonces la misma argumentación: ¿en qué sentido es divisible dicho residuo26 ? Mas si aquello que se desprendió de la magnitud no es un cuerpo, sino una forma separada o una afección, y la magnitud consiste en puntos o en zonas de contacto que poseen tal afección, resulta absurdo que una magnitud esté compuesta de cosas que no son magnitudes. Además, ¿dónde [5] estarán los puntos?, ¿y serán inmóviles o estarán en movimiento?27 .
Un contacto existe siempre entre dos cosas, de modo que hay algo más que el contacto, la división o el punto. Así pues, si alguien supone la existencia de un cuerpo totalmente divisible, del tipo y dimensión que se quiera, sobreviene este tipo de consecuencias.
Además, si después de dividir un trozo de madera o [10] de alguna otra cosa, lo reconstruyo, éste será nuevamente igual que antes y uno. Sin duda es evidente que ello sucederá, cualquiera que sea el punto en que yo corte el trozo de madera. Luego es totalmente divisible en potencia. ¿Qué hay, entonces, además de la división? Pues, si hay también alguna afección, ¿cómo puede el cuerpo, empero, resolverse en estas afecciones y generarse de ellas? ¿Y cómo pueden [15] éstas estar separadas?28 . En consecuencia, si es imposible que las magnitudes estén compuestas de zonas de contacto o de puntos, será necesario que haya cuerpos y magnitudes indivisibles. No obstante, también a quienes asumen esta última suposición se les presentan consecuencias no menos imposibles, que hemos examinado en otra parte29 .
Pero, ya que debemos intentar resolver estos problemas, es preciso reformular la dificultad desde su origen. No es, en absoluto, absurdo que todo cuerpo sensible sea [20] divisible en cualquier punto e indivisible: será, en efecto, divisible en potencia e indivisible en acto. Pero parecería imposible que el cuerpo fuese en potencia divisible simultáneamente y en su totalidad. Pues, si esto fuera posible, la división podría efectivamente llevarse a cabo30 , con la consecuencia de que el cuerpo no sería en acto simultáneamente indivisible y dividido, sino dividido en el punto en que se quiera. Mas, entonces, no restará nada, el cuerpo [25] se disolverá en la incorporeidad y, nuevamente, se constituirá a partir de puntos o de nada en absoluto. ¿Y cómo es esto posible?
Es claro, no obstante, que el cuerpo se divide en partes separadas y en magnitudes siempre menores, apartadas unas de otras y desprendidas. Entonces, al dividir en partes, [30] la escisión no puede llegar al infinito, ni el cuerpo puede simultáneamente ser dividido en todos sus puntos (pues es imposible), sino sólo hasta un determinado límite. Luego es forzoso que existan magnitudes indivisibles que no pueden ser vistas, en particular porque la generación y la corrupción existen, la primera por asociación y la segunda por disociación.
Éste es, pues, el argumento que parece hacer forzosa la existencia de magnitudes indivisibles. Pero nosotros [317a ] diremos qué paralogismo se oculta en él y dónde precisamente se oculta.
Puesto que un punto no es contiguo a otro punto, la divisibilidad total es, en un sentido, atribuible a las magnitudes, pero, en otro sentido, no31 .
Cuando se admite la divisibilidad total, el punto parece [5] encontrarse en toda y cualquier parte, de modo que se hace necesario que la magnitud sea dividida hasta quedar reducida a nada, pues, al haber puntos en todas partes, estará entonces compuesta de zonas de contacto o de puntos.
Pero la magnitud es totalmente divisible sólo en el sentido de que hay un punto en cada parte y de que todos los puntos están en todas partes tomados particularmente; sin embargo, no hay más de un punto en cada lugar (pues los puntos no son consecutivos) y, por lo tanto, no existe [10] la divisibilidad total. Pues, si la magnitud fuera divisible en la mitad, también sería divisible en el punto contiguo. 〈Pero no lo es,〉32 porque no hay una posición contigua a otra posición, o un punto contiguo a otro punto.
Por lo tanto, existen la asociación y la disociación, y esto es la división o composición33 , pero no de átomos y en átomos (pues se seguirían muchas consecuencias imposibles), ni tampoco de tal suerte que la división llegue [15] a ser total (esto sucedería, en efecto, si hubiera un punto contiguo a otro punto); en cambio, sólo hay disociación en partes pequeñas o más pequeñas, así como asociación de partes más pequeñas.
Sin embargo, la generación absoluta y completa no se define por la asociación y la disociación, como afirman ciertos pensadores que consideran que la alteración consiste en un cambio en lo que es continuo. Éste es, empero, [20] el punto en el cual todas estas doctrinas yerran. En efecto, la generación y la corrupción absolutas no se producen por asociación y disociación, sino cuando una cosa se transforma en otra en su conjunto.
Hay quienes creen que todo cambio de esta clase es una alteración, pero, sin embargo, hay diferencia. En el sujeto del cambio están presentes lo correspondiente a la definición esencial y lo correspondiente a la materia; ahora bien, cuando el cambio es inherente a esto, habrá generación o corrupción, mientras que, cuando es inherente a [25] las afecciones y es accidental, habrá alteración.
Aquellas cosas producidas por disociación y asociación resultan fácilmente destructibles. Así, si las gotas de agua se dividen en partes más pequeñas, más pronto se produce el aire; pero esto sucede más lentamente si ellas están unidas.
Lo que decimos quedará más claro en lo que vendrá después34 . Por ahora, quede, al menos, determinado que [30] es imposible que la generación sea una asociación, tal como algunos lo afirman.
Hechas las anteriores distinciones, debemos examinar, ante todo, si hay algo que se genere y se destruya en sentido absoluto, o bien si nada se genera estrictamente35 y siempre se genera «algo» y a partir de «algo»; digo, por ejemplo, que lo sano se genera de lo enfermo y lo enfermo [35] de lo sano, o lo pequeño de lo grande y lo grande de lo pequeño, y del mismo modo todas las demás cosas. [317b ] Pues si hubiera generación absoluta, algo podría generarse absolutamente de lo que no es, con lo cual sería verdadero decir que hay cosas de las cuales es atributo el no ente36 .
En efecto, una cierta generación se produce a partir de un cierto no ente, por ejemplo a partir de «lo no blanco» o de «lo no bello», pero la generación absoluta es la que proviene de lo que no es «en sentido absoluto».
[5] Ahora bien, «en sentido absoluto» significa o lo primero en cada categoría del ente37 , o lo universal y lo omniabarcante. Si lo tomamos aquí con la significación de lo «primero», entonces «generación en sentido absoluto» será la generación de una sustancia a partir de una no sustancia. Pero aquello a lo cual no le es inherente ser una sustancia o un determinado «esto», evidentemente tampoco tendrá por atributo a ninguna de las otras categorías, [10] por ejemplo, ni la cualidad, ni la cantidad, ni el lugar (pues si no, las afecciones existirían separadas de las sustancias).
En cambio, si «en sentido absoluto» significa llanamente el no ente, esto equivaldrá a una negación universal de todas las cosas y, en consecuencia, lo generado se generará necesariamente de la nada.
En otro lugar38 y con más amplitud hemos analizado las dificultades concernientes a estos temas y formulamos las definiciones correspondientes, pero ahora debemos [15] decir en pocas palabras que, en un sentido, hay generación a partir del no-ente absoluto, mientras que, en otro, siempre tiene lugar a partir de lo que es. En efecto, lo que es en potencia, pero no en acto, forzosamente debe ser considerado como preexistente según los dos sentidos mencionados39 .
Empero, aun con estas distinciones, debemos una vez más retornar a aquella cuestión que contiene una dificultad extraordinaria: cómo es posible la generación absoluta, [20] ya sea a partir de algo que es en potencia o bien de alguna otra manera.
En efecto, se puede poner en cuestión que exista generación de la sustancia y de un determinado «esto», pero no de la cualidad, de la cantidad y del lugar (y del mismo modo en lo que respecta a la corrupción). Porque, si algo se genera, es evidente que habrá una sustancia en potencia y no en acto, de la cual procederá la generación y en la cual necesariamente se transformará lo que se ha destruido.
Ahora bien, ¿acaso alguna de las otras categorías pertenecerá [25] en acto a este ente recién mencionado? Con esto quiero decir, por ejemplo, ¿acaso aquello que sólo en potencia es un «esto» y existe, podrá poseer una cantidad, una cualidad o un lugar, aunque en sentido absoluto no sea un determinado «esto» y no exista? Pues, si no posee ninguna de estas determinaciones categoriales en acto, sino todas en potencia, sucederá que el no-ente de que hablamos tendrá realidad separada y, además —lo que más y permanentemente temieron los primeros filósofos—, la generación [30] tendrá lugar a partir de un no-ente preexistente. Mas si no se diera la existencia de un determinado «esto» o de una sustancia y sí, en cambio, la de alguna de las otras categorías mencionadas, entonces las afecciones estarán separadas de las sustancias, tal como se dijo.
Debemos ocuparnos de estos temas hasta donde nos sea posible, y de cuál sea la causa de la generación continua, [35] tanto de la «absoluta» como de la «parcial»40 .
[318a ] Visto que una causa está constituida por aquella fuente de donde decimos que procede el principio del movimiento, y que la materia también es una causa, es preciso examinar esta última.
En lo que respecta a la causa primera, dijimos antes, en nuestros tratados sobre el movimiento41 , que existe [5] algo que está inmóvil durante todo el tiempo y, por otro lado, algo eternamente en movimiento42 . Pero, de estos dos principios, las precisiones sobre el principio inmóvil son tarea de una filosofía primera y diversa de ésta que nos ocupa; en cambio, en lo que respecta a aquello que gracias a su movimiento continuo mueve las demás cosas, debemos explicar luego43 cuál de las causas particulares mencionadas posee tal característica.
En el momento presente nos toca hablar de la causa clasificada en el orden de la materia, en virtud de la cual la corrupción y la generación nunca faltan en la naturaleza. [10] Este tratamiento, al mismo tiempo, quizás también pueda arrojar claridad sobre la dificultad que actualmente enfrentamos, esto es, cómo deben explicarse la destrucción y la generación absolutas.
También conlleva una enorme dificultad la cuestión de cuál sea la causa por la que la generación no se detiene, si es cierto que lo que se destruye se pierde en el no-ente y el no-ente no es nada (pues el no-ente no es ni un [15] «qué»44 , ni una cantidad, ni una cualidad ni un lugar). Por consiguiente, si constantemente alguno de los entes se está extinguiendo, ¿por qué, entonces, el universo no se consumió desde hace mucho y desapareció, visto que el material de la generación de cada ente era en verdad limitado?
Sin duda, el hecho de que la generación no cese no se debe a que sea infinito el material del cual se produce. Esto es imposible, porque nada es infinito en acto, sino [20] sólo potencialmente en su división, y en consecuencia sería preciso pensar que solamente existe esta generación, una generación incesante, porque en ella siempre se generaría algo cada vez más pequeño45 . Sin embargo, esto no es lo que actualmente vemos.
¿Acaso la necesidad de que el cambio sea incesante se debe a que la destrucción de una cosa es generación de otra, y la generación de una es destrucción de otra?46 . Indudablemente debemos considerar que, en todos los casos, [25] esta causa es suficiente para explicar que la generación y la corrupción están igualmente presentes en cada uno de los entes. Pero a la vez debemos examinar por qué se dice que algunas cosas se generan y destruyen en sentido absoluto, mientras que en otras esto no ocurre en modo absoluto, si en efecto el mismo proceso que es generación de una cosa es destrucción de otra, y la destrucción de [30] la una es generación de la otra. Esto reclama alguna explicación.
Así, nosotros decimos que «algo se destruye ahora» en sentido absoluto, y no meramente que «esta cosa determinada se destruye»47 , y llamamos a este proceso generación absoluta y a aquel proceso destrucción. En cambio, decimos que «esto llega a ser48algo» , pero no que «se genera» en sentido absoluto; en efecto, decimos que el que estudia llega a ser instruido, mas no que «se genera» en sentido absoluto.
[35] A menudo expresamos una distinción entre los términos que significan un determinado «esto» y los que no lo [318b ] hacen, y en virtud de esta distinción tiene lugar la cuestión que estamos indagando. Es importante, entonces, precisar aquello en que cambia lo que cambia; por ejemplo, el proceso que desemboca en el fuego es quizás una generación absoluta, pero hay corrupción de algo —por ejemplo, de tierra—; sin embargo, la generación de la tierra es una generación [5] relativa y no una generación absoluta, pero es destrucción absoluta —por ejemplo del fuego—. Así ocurre en la doctrina de Parménides49 , que afirma dos términos 〈del cambio〉, el ente y el no-ente, diciendo que son fuego y tierra. Por lo demás, el que se supongan estos elementos u otros semejantes, en nada altera la cuestión, pues nosotros investigamos el modo en que se da el cambio y no el sujeto del mismo.
Por tanto, el pasaje al absoluto no-ente constituye la destrucción absoluta, mientras que el pasaje al ente sin [10] más es la generación en sentido absoluto. Y de los términos en que el proceso se delimita —ya se trate de agua y tierra o de otra pareja—, uno será el ente y el otro el no-ente. Así pues, y a causa de lo dicho, generación y destrucción absolutas difieren de las no-absolutas, de acuerdo con una primera modalidad; en cambio, de acuerdo con otra modalidad diferirán según la cualidad de la materia subyacente. Porque, en la medida en que las diferencias [15] de dicha materia indican un determinado «esto», más es ella una sustancia; pero si indican una privación, ella es un no-ente. Por ejemplo, si bien lo caliente es una categorización positiva, una forma, la frialdad es una privación, y así la tierra y el fuego se distinguen según estas diferencias.
Sin embargo, al común de la gente le parece que la mayor diferencia es la que se da entre lo perceptible y lo no perceptible, pues dicen que hay generación cuando el [20] cambio culmina en una materia perceptible, y que hay corrupción cuando culmina en una materia imperceptible. Así, definen al ente y al no-ente por el ser y no ser percibido, de modo que resulta que lo conocido es y lo no conocido no es (ya que la percepción posee para ellos poder de ciencia). Y como creen que se vive y se existe en virtud de que se percibe o se puede tener percepciones, así también creen que lo mismo vale para las cosas, con lo cual en [25] cierto modo siguen los pasos de la verdad, mas lo que dicen no es verdadero.
Por consiguiente, de manera distinta se presentan la generación y la corrupción absolutas a la luz de la opinión y a la luz de la verdad; en efecto, según la percepción el viento y el aire poseen menos realidad (por eso dicen que las cosas que se destruyen lo hacen en modo absouto si [30] se transforman en viento y aire, y que hay generación cuando éstos se transforman en algo tangible, y en tierra), pero, de acuerdo con la verdad, el viento y el aire son un determinado «esto» y una forma, en mayor grado que la tierra.
Hemos establecido, pues, la causa por la que existe la generación absoluta —que es destrucción de algo— y la destrucción absoluta —que es generación de algo (en efecto, tal distinción obedece a la diferencia en la materia, ya [319a ] porque ésta es una sustancia o no lo es, ya porque ella es sustancia en mayor o menor grado, ya porque es más o menos perceptible la materia que es origen y término del proceso).
Pero la cuestión ahora es por qué se dice de algunos entes que se generan en sentido absoluto, mientras que de otros sólo que se convierten en algo, sin que ello se deba al hecho de generarse recíprocamente uno de otro, según [5] el modo mencionado hasta ahora. Pues hasta el momento sólo hemos determinado esto, a saber, por qué —dado que toda generación es destrucción de otra cosa y toda destrucción es generación de una otra— no hemos asignado, igualmente, la generación y la corrupción a aquellas cosas que se transforman recíprocamente. Sin embargo, la discusión anterior no tenía que ver con esta dificultad, sino con aquella de por qué no se dice del que estudia que se genera [10] en sentido absoluto, sino que se vuelve instruido, mientras que de quien nace se dice que se genera.
Ahora bien, estas distinciones se definen por las categorías. Así, hay cosas que significan un determinado «esto», otras un «como», otras un «cuanto»; y de aquellas que no significan una sustancia, no se dice que se generan en sentido absoluto, sino que se vuelven «algo».
Empero, en todas las instancias50 , igualmente, hablamos de generación sólo en el ámbito de una de las dos columnas de contrarios51 ; por ejemplo, en la categoría [15] de la sustancia diremos que algo se genera si se vuelve fuego, pero no si se vuelve tierra, y en la categoría de la cualidad si se vuelve instruido, pero no si se convierte en ignorante.
Hemos explicado, pues, cómo algunas cosas se generan en sentido absoluto y otras no, tanto en general como en el caso de las sustancias mismas, y por qué el sustrato es causa material de la generación continua, a saber, porque es capaz de transformarse en los contrarios y, en las sustancias, [20] la generación de una cosa es siempre corrupción de otra, así como la corrupción de una es generación de otra.
Pero no resulta necesario plantear la cuestión de por qué la generación continúa, aun destruyéndose siempre las cosas. Pues, así como se usa el término de corrupción absoluta cuando algo llega a lo imperceptible y al no-ente, del mismo modo se habla de generación a partir del no-ente cuando algo proviene de lo que es imperceptible. En efecto, [25] ya sea que exista o que no exista el sustrato, lo que se genera lo hace a partir del no-ente; en consecuencia, una cosa se genera, igualmente, a partir del no-ente y se corrompe en el no-ente. Es, entonces, razonable que la generación no cese, ya que la generación es destrucción del no-ente, y la destrucción es generación del no-ente.
Empero, en lo que respecta a este absoluto no-ente, uno [30] podría plantearse estos interrogantes: ¿acaso es uno de los dos contrarios, como por ejemplo son no-ente la tierra y lo pesado, mientras que son «ente» el fuego y lo liviano? ¿O acaso no es así, sino que también la tierra es «ente», mientras que el no-ente es la materia, tanto la de la tierra como la del fuego?52 . Y, además, ¿la materia de cada uno [319b ] es diversa? ¿O no, y ellos se generarían recíprocamente a partir de sus contrarios (pues en estos elementos —fuego, tierra, agua, aire— existen los contrarios)? ¿O su materia es la misma en un sentido, pero distinta en otro? En efecto, lo que subyace en un momento cualquiera es lo mismo, pero no es el mismo su ser53 .
Sobre estos temas ya hemos dicho bastante.
[5] Con respecto a la generación y la alteración, debemos exponer en qué difieren, pues afirmamos que estos tipos de cambio son diversos entre sí.
Visto que una cosa es el sustrato y otra distinta la afección54 que se predica de él y que, además, el cambio incluye a cada uno de ellos, existe alteración cuando el sustrato permanece y es perceptible, pero cambia en sus [10] afecciones, sean éstas contrarios o intermedios (por ejemplo, el cuerpo, permaneciendo el mismo, está sano y otras veces enfermo; y el bronce, aun siendo el mismo, es esférico y en otra ocasión de forma angular).
Empero, cuando lo que cambia es la cosa en su conjunto [15] sin que permanezca nada perceptible como sustrato idéntico (así, por ejemplo, del semen en su totalidad procede la sangre55 , del agua el aire, de la totalidad del aire el agua), tal proceso es ya una generación —al tiempo que es corrupción de otra cosa, especialmente si el cambio se produce desde algo imperceptible a algo perceptible (ya sea al tacto o a todos los otros sentidos). Tomemos por caso el agua cuando se genera o cuando se corrompe en aire, puesto que el aire es bastante imperceptible. [20]
Sin embargo, si bien, en estos casos, en la cosa que se ha generado y en aquella que se ha corrompido permanece idéntica una de las afecciones de la pareja de contrarios (por ejemplo, cuando se produce el agua a partir del aire, ya que ambas son transparentes y frías), aquella afección en la que culmina el cambio no deberá ser una de las afecciones propias de la cosa. De lo contrario estaremos ante una alteración, como cuando el hombre-músico se destruye y se genera el hombre-no-músico, pero el hombre permanece siendo el mismo. Y, en verdad, si «musicalidad [25] y no-musicalidad» no fueran una afección esencial del hombre, habría generación de la segunda y destrucción de la primera; pero, en realidad, ésta es una afección del sujeto permanente56 (por eso estos procesos son afecciones con respecto al hombre, pero respecto de hombremúsico y de hombre-no-músico constituyen una generación [30] y una corrupción). Por tanto, tales cambios son alteraciones.
Así pues, cuando el cambio de un contrario al otro se produce según la cantidad, habrá aumento y disminución; cuando es según el lugar, habrá traslación; cuando es [320a ] según la afección o la cualidad, habrá alteración. Mas cuando no permanece ningún sujeto, del cual uno de los contrarios sea una afección o, en general, un accidente, entonces habrá generación, o bien corrupción.
La materia es, ante todo y en sentido propio, el sustrato capaz de recibir la generación y la corrupción, pero en cierto modo también es el sustrato de los otros tipos de cambio, porque todos los sustratos son capaces de recibir ciertas clases de contrariedad.
[5] De esta manera queda precisado el tema de la generación, de si existe o no existe y del modo en que se produce, y también el tema de la alteración.
Resta referirnos al aumento, decir en qué difiere de la generación y de la alteración, y también de qué modo aumenta cada una de las cosas que aumentan y disminuye cada una de las que disminuyen.
[10] En primer lugar hay que considerar si la mutua diferencia entre estos procesos reside solamente en aquello a lo que cada uno de ellos se aplica (y la diferencia se deberá, por ejemplo, a que el cambio de «esto» a «aquello» —como ser de una sustancia en potencia a una en acto— es generación, mientras que el cambio concerniente a la magnitud es aumento y el concerniente a una afección es alteración, pero consistiendo ambos procesos57 recién mencionados [15] en un cambio de entes potenciales en entes actuales), o bien difiere, además, la modalidad propia del cambio. Efectivamente, parece claro que aquello que sufre una alteración no cambia necesariamente según el lugar, ni tampoco aquello que se genera, en tanto que esto sí ocurre con lo que aumenta o disminuye —aunque de manera distinta de lo que es sujeto de traslación.
Pues lo que se traslada cambia de lugar en su totalidad [20] y, en cambio, lo que aumenta lo hace al modo de un cuerpo sometido a estiramiento. Éste, en efecto, se mantiene donde está, mientras sus partes mudan de lugar, aunque no como las partes de una esfera en rotación, ya que estas últimas cambian de lugar dentro del mismo espacio, y el conjunto permanece donde está. Las partes de lo que experimenta aumento ocupan un espacio siempre más grande, y uno más chico las partes de lo que sufre disminución58 . Resulta, pues, evidente que el cambio propio de lo que [25] se genera, lo que se altera y lo que aumenta es diferente no sólo en aquello a lo cual se aplica, sino en cuanto a la modalidad del mismo.
En lo concerniente a aquello a lo que se aplica el cambio por aumento o disminución (y es en el ámbito de la magnitud donde aumento y disminución parecen tener lugar), [30] ¿cómo debemos concebirlo? ¿Acaso el cuerpo y la magnitud nacen de algo que es, en potencia, magnitud y cuerpo, pero, en acto, incorpóreo y carente de magnitud?59 . Y, visto que esto puede entenderse de dos modos, ¿en cuál de ellos se produce el aumento? ¿A partir de una materia separada y existente por sí, o de una preexistente en otro cuerpo? ¿O es imposible que suceda de cualquiera de estas dos maneras?
[320b ] En efecto, si la materia posee existencia separada, o no ocupará ningún espacio (como en el caso de un punto), o será un vacío, un cuerpo no perceptible. La primera de estas alternativas es imposible, y la segunda hace necesario que la materia esté en alguna cosa.
Pues, en el primer caso, lo que se produce a partir de tal material inespacial deberá estar en algún lugar, de modo [5] que también él deberá estarlo, ya sea por sí mismo o por accidente60 . En el segundo caso, si la materia existe en alguna cosa y se la supone separada de tal modo que no pertenezca a esa cosa ni por sí ni accidentalmente, se arribará a muchas consecuencias imposibles. Por ejemplo, si el aire se genera del agua, no será a partir de una transformación del agua, sino porque la materia del aire se halla [10] contenida en el agua, como si fuera en un vaso. Pues nada impide que en el agua haya infinitas materias que puedan, entonces, llegar a existir en acto61 . Empero, no parece que el aire se genere del agua de esta manera, a saber, saliendo de un agua que permanece invariable.
Será mejor, entonces, sostener que la materia es inseparable en todos los casos, siendo la misma y numéricamente una con el cuerpo, aunque no conceptualmente una. Además, y por las mismas razones, no se debe suponer que la materia del cuerpo consiste en puntos y líneas. La [15] materia es aquello de lo que puntos y líneas son los límites, y de ningún modo puede existir sin afecciones ni forma.
Así pues, una cosa se genera en sentido absoluto a partir de otra —tal como lo precisamos también en otro lado— y por agencia de algo que está en acto y pertenece al mismo género o a la misma especie (por ejemplo, el fuego por el fuego o el hombre por el hombre), o bien por [20] agencia de una «actualidad»62 [pues lo duro no se genera por obra de lo duro]. Pero, dado que hay una materia de la que procede la sustancia corpórea, que es ya materia de un determinado cuerpo (porque no existe el cuerpo como entidad común), es la misma materia de la magnitud y la afección, separable conceptualmente, pero inseparable espacialmente, a menos que también las afecciones resultaran separables.
De lo que hemos discutido surge como evidente que [25] el aumento no es un cambio a partir de una magnitud potencial, pero en acto carente de magnitud, pues entonces el vacío sería algo separable, y ya afirmamos antes en otro lado63 que esto es imposible. Por lo demás, un tipo tal de cambio no es propio del aumento, sino de la generación en general.
[30] En efecto, el aumento es el incremento de la magnitud preexistente, y la disminución es la reducción de la misma (por eso, lo que aumenta tiene que poseer una cierta magnitud), de modo que el aumento no debe proceder desde una materia carente de magnitud a una magnitud en acto: esto no sería aumento, sino, más bien, generación de un cuerpo.
Debemos considerar entonces más profundamente —como si abordáramos la investigación desde su principio— [321a ] cuál es la naturaleza del aumento y de la disminución, cuyas causas estamos buscando.
Parece que en aquello que aumenta cada una de las partes ha sufrido un aumento, mientras que de un modo semejante ellas se han vuelto más pequeñas en el caso de la disminución, y que, además, el aumento se produce cuando algo se agrega y la disminución cuando algo se retira. [5] Por consiguiente, el aumento acontece necesariamente por el agregado bien de algo incorpóreo o bien de un cuerpo. Si fuera por medio de algo incorpóreo, habría un vacío existiendo separadamente, pero es imposible —tal como antes se dijo64 — que la materia exista separada de la magnitud. En cambio, si fuera por medio de un cuerpo, habrá dos cuerpos dentro del mismo espacio, a saber, el que ha aumentado y el que causó el aumento. También esto último es imposible.
[10] Sin embargo, tampoco podemos afirmar que el aumento y la disminución se producen de manera semejante a cuando el aire se genera del agua. Pues, aunque entonces la masa haya llegado a ser mayor, esto no será un crecimiento, sino, por un lado, generación de aquello en lo cual el cambio culmina y, por otro, destrucción de su contrario. Empero, no hay aumento de ninguno de los dos: o bien nada aumenta, o bien —si existe tal cosa— aumenta algo perteneciente a ambos en común (a lo que se genera [15] y a lo que se destruye), por ejemplo, el cuerpo. Ni el agua ha aumentado ni tampoco el aire, sino que la primera se ha destruido y la segunda generado. Si algo aumentó, fue el cuerpo.
Pero lo anterior resulta imposible. En efecto, es preciso que en nuestro tratamiento salvaguardemos las características propias de lo que aumenta o disminuye. Éstas son tres: la primera es que cada parte de la magnitud que aumenta llega a ser mayor (por ejemplo, si crece la carne, [20] crece cada una de las partes de la carne); la segunda, que el aumento se produce poi el agregado de algo; la tercera, que lo que aumenta se conserva y persiste. Así, mientras que en la generación o corrupción absolutas de una cosa, ésta no persiste, en el caso de la alteración y del aumento o la disminución aquello que aumenta o se altera subsiste siendo lo mismo, aunque ni la afección ni la magnitud permanecen siendo las mismas en los respectivos procesos de [25] alteración y aumento.
Por tanto, si el proceso antes mencionado65 fuera aumento, estaríamos ante la posibilidad de un aumento sin que nada se agregue ni persista, o de una disminución sin que nada se retire, y de que tampoco persista aquello que aumenta. Es preciso, sin embargo, salvar esta característica66 , pues ya quedó establecido que en tal cosa consiste el aumento.
[30] Uno podría también plantearse la dificultad relativa a qué es lo que aumenta: ¿acaso aquello a lo que algo se agrega? Por ejemplo, si crece la pierna de un hombre, ¿se vuelve ella más grande, mientras que esto no le ocurre a aquello por obra de lo cual ésta aumenta, es decir, el alimento? Pero ¿por qué, entonces, no han aumentado ambos? Pues tanto aquello que se agrega como aquello a lo cual algo es agregado se vuelven más grandes, al igual que cuando mezclamos vino con agua, porque cada uno de los dos se hace mayor en grado semejante. ¿Acaso se debe a que la sustancia de lo primero persiste, mientras que esto no sucede con la de lo segundo, o sea, del alimento? [35] Así, también en la mezcla recién mencionada es el integrante predominante (a saber, el vino) aquel del que se [321b ] dice que ha aumentado en cantidad: en efecto, la mezcla en su conjunto produce el efecto del vino y no el del agua.
Igualmente ocurre con la alteración. Si la carne permanece siendo tal y también su sustancia, pero le adviene una afección esencial que antes no poseía, entonces esto es alteración. En cambio, aquello por obra de lo cual sufrió [5] la alteración, unas veces no resulta afectado, pero otras veces comparte la afección. Sin embargo, lo que produce la alteración y el principio del movimiento residen en la cosa que aumenta y en la que se altera (pues en ellas está la causa motriz)67 . En efecto, también el alimento que penetra puede, quizá, volverse más grande, al igual que el cuerpo que lo consumió (en el caso, por ejemplo, de que el alimento que penetró se convierta en viento)68 ; sin embargo, el alimento, sufriendo este proceso, ha resultado destruido, y no está en él la causa motriz. [10]
Ya que hemos desarrollado estas dificultades suficientemente, es preciso también procurar la solución del problema salvaguardando las siguientes condiciones: que lo que aumenta persiste, que se aumenta por el agregado de algo y se disminuye porque algo se retira, que cada punto69 perceptible se ha vuelto más grande o más pequeño, que no existe cuerpo vacío, ni dos magnitudes que ocupen el [15] mismo espacio, ni aumento por agregado de algo incorpóreo.
Debemos aprehender la causa de este proceso con la ayuda de dos distinciones: primero , que las partes no homeómeras aumentan en virtud del aumento de las homeómeras70