Acerca de las refutaciones sofísticas - Aristóteles - E-Book

Acerca de las refutaciones sofísticas E-Book

Aristoteles

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Acerca de las refutaciones sofísticas de Aristóteles es el primer estudio sistemático sobre los errores en la argumentación, sobre sus causas y sobre el modo de desarticularlos. Se trata de lo que hoy día llamamos falacias. El estudio analiza principalmente las refutaciones sofísticas, es decir, los argumentos que intentan lograr de modo espurio que el interlocutor en un diálogo se contradiga, utilizando diversas artimañas que desvirtúan las reglas de ese diálogo. Esta obra es el origen de clasificaciones de falacias aún en uso en muchos cursos de lógica, además de ser la inspiración y referencia fundamental para las teorías actuales de la argumentación y la lógica informal. La traducción directa del griego que ofrecemos se apoya en la versión más reciente del texto griego, las abundantes notas contribuyen a clarificar puntos oscuros de un texto por momentos críptico y la extensa introducción brinda un marco general y proyecciones filosóficas para aproximarse de modo informado a este escrito.

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Seitenzahl: 494

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Colección Clásicos del Pensamiento

Fundada por Antonio Truyol y Serra

Director: Eloy García

Aristóteles

Acerca de las refutacionessofísticas

Introducción, traducción y notas deGABRIELA ROSSI

Título original griego:Περὶ τῶν σοφιστικῶν ἐλέγχων

a Francis

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

ABREVIATURAS

INTRODUCCIÓN

ACERCA DE LAS REFUTACIONES SOFÍSTICAS

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

CRÉDITOS

AGRADECIMIENTOS

La realización de este trabajo de traducción, anotación e introducción se ha extendido por muchos años (probablemente más de los que resultaría decoroso confesar), atravesada por interrupciones e intermitencias propias de la vida en la academia y fuera de ella. En un período tan dilatado, la cantidad de personas y de instituciones que se han visto involucradas, a veces en primer plano y a veces en el trasfondo, es numerosa. Tengo la esperanza de no cometer injusticias al mencionar algunas de ellas.

Mi dedicación al estudio de este escrito de Aristóteles comenzó en mi alma mater, la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), a la que debo agradecer su apoyo material mediante una beca de investigación concedida cuando era estudiante de la Licenciatura en Filosofía. El proyecto de traducir el texto surgió a partir de esa investigación temprana, pero comenzó a tomar forma en la Pontificia Universidad Católica de Chile, durante la realización de mis estudios de doctorado. Por diversas razones, el trabajo entonces iniciado quedó en un cajón virtual durante varios años y fue retomado en 2023, con una revisión completa de la traducción parcial y la traducción y anotación de la segunda mitad de la obra, así como la redacción de la introducción. En este último período, debo agradecer especialmente a la Fundación Alexander von Humboldt (Bonn, Alemania) que, a través de una beca para investigadores experimentados, me ha permitido llevar a cabo la parte final de este trabajo.

Las personas que de diversas maneras me han prestado su ayuda y apoyo en la realización de esta tarea han sido más numerosas que las instituciones. En primer lugar debo mencionar a Graciela Chichi, que dirigió mis primeros intentos con este escrito en mi tesis de licenciatura, así como a Alejandro Vigo, que apoyó mi trabajo sobre este árido escrito y que ha leído y comentado textos que han sido publicados como artículos y son la fuente de las notas y la introducción. Un agradecimiento especial debo a mis amigos, Marcelo Boeri y Tania Squizzato, que con encomiable paciencia leyeron la penúltima versión de la traducción. Ambos me hicieron valiosas sugerencias que me permitieron mejorar varios pasajes y evitar errores. Mi deuda con ellos es no solo intelectual: su generosidad, su entusiasmo y su amistad filosófica sembrada de afecto y regada por mates y algún que otro tequila son un raro tesoro. Además, agradezco especialmente a P. S. Hasper por su generosidad al compartir conmigo su nueva edición del texto griego de Acerca de las refutaciones sofísticas que prepara para su publicación en Oxford University Press. Como el lector advertirá, he adoptado las variantes que él introduce respecto del texto de Ross, que es el actualmente disponible en dicha editorial. Muchas personas han leído, oído y discutido partes de los textos que ahora integran la Introducción y las notas, a todos ellos va mi agradecimiento sincero: Paloma Baño, Marcelo Boeri, Victor Caston, María Elena Díaz, Colin G. King, Gabriela Müller, Luis Placencia, Christof Rapp, Malena Tonelli, Barbara Sattler, Claudia Seggiaro, Pilar Spangenberg, Diego Zucca, audiencias en numerosos congresos y conferencias, y árbitros anónimos de varias revistas académicas.

Un agradecimiento especial debo a Eloy García, director de Clásicos del pensamiento, por haber acogido mi trabajo en esta colección y a Paloma Benito y Gala Aldonza, editoras de Tecnos.

Finalmente, quiero agradecer a mi marido, Francis Alonso por su amorosa constancia a través de los desafíos que enfrentamos en estos tiempos. Franquear esos escollos codo a codo, dos diestras en la empuñadura de una misma espada, ha sido el más inesperado reto y a la vez un regalo preciado. A él está dedicado este trabajo.

GR

Santiago de Chileabril de 2025

ABREVIATURAS

Obras de Aristóteles

APo.

Analíticos posteriores

APr.

Analíticos primeros

Cat.

Categorías

DC

Sobre el cielo

De an.

Acerca del alma

De int.

Acerca de la interpretación

EE

Ética Eudemia

EN

Ética Nicomaquea

GC

Acerca de la generación y la corrupción

Gen. anim.

Acerca de la generación de los animales

HA

Investigación acerca de los animales (Historia animalium)

MA

Sobre el movimiento de los animales

Metaph.

Metafísica

Meteor.

Meteorológicos

Phys.

Física

Poet.

Poética

Pol.

Política

Ref. Sof.

Acerca de las refutaciones sofísticas

Rhet.

Retórica

Top.

Tópicos

Obras de Platón

Ap.

Apología de Sócrates

Charm.

Cármides

Cra.

Crátilo

Eutid.

Eutidemo

Grg.

Gorgias

Hp.Ma.

Hipias Mayor

La.

Laques

Men.

Menón

Parm.

Parménides

Phd.

Fedón

Prt.

Protágoras

Rep.

República

Sph.

Sofista

Thaet.

Teeteto

INTRODUCCIÓN

1. ASPECTOS GENERALES

Hay actividades que, en mayor o menor medida, son realizadas cotidianamente por todos los seres humanos, sin que ello implique la posesión de conocimientos técnicos o especializados. Sin duda, intentar defender nuestros puntos de vista frente a otras personas dando razones para convencerlas de esos puntos de vista es una de esas actividades. Y, no menos, lo es recibir razones de parte de otras personas cuando ellas procuran convencernos de que creamos algo o de que hagamos algo. En este último caso, todos esperamos estar bien equipados para valorar las razones que se nos dan, especialmente cuando lo que hemos de creer nos importa o lo que hemos de hacer nos afecta. Más aún, muchas veces ocurre que nos enfrentamos a afirmaciones de otros que consideramos falsas, inverosímiles o inconvenientes, pero que están apoyadas en argumentos aparentemente sólidos, lo cual nos pone en aprietos.

La filosofía, desde muy temprano, ha estudiado de modo teórico estas actividades argumentativas y ha procurado hallar principios que permitan llevarlas a cabo de modo correcto y exitoso. No solo me refiero al estudio de cómo argumentar empleando argumentos válidos y sólidos, sino también a la actividad de valorar críticamente los argumentos que se nos presentan y la de enfrentarnos a argumentos aparentemente sólidos, pero en los que —sospechamos especialmente cuando su conclusión nos disgusta— se esconde algún error. En estas últimas dos dimensiones entra en escena el estudio filosófico de lo que tradicionalmente se ha llamado falacias, es decir, de argumentos que aparentan ser sólidos, pero contienen algún tipo de defecto.

Dado que se dirige en última instancia a actividades de las que, como decíamos, participan en mayor o menor medida todos los seres humanos, el estudio filosófico de la argumentación y de los argumentos defectuosos tiene interés más allá de la filosofía misma. Así, tener conocimiento de las falacias permite ser conscientes de los errores que comúnmente se presentan en el discurso cotidiano, en ciertos ámbitos profesionales como el derecho, y en los debates públicos. Como la argumentación es omnipresente incluso fuera de esos ámbitos —en los medios de comunicación, en las conversaciones diarias— la capacidad para detectar argumentos defectuosos es una herramienta útil para evitar caer en razonamientos erróneos e incluso ser víctima de manipulaciones.

Al mismo tiempo, dado que los filósofos emplean profusamente argumentos para sostener sus afirmaciones, resulta ser que la capacidad de valorar críticamente la corrección y la fuerza de esos argumentos se vuelve un instrumento indispensable para los propios filósofos —es decir, para el filósofo en cuanto filósofo—. Así, la crítica de argumentos y la develación de errores argumentales y falacias en los argumentos filosóficos de otros se muestra muy a menudo (desde Aristóteles hasta nuestros días) como un motor de innovaciones teóricas y de refinamientos conceptuales. Probablemente no sea del todo exagerado afirmar que este tipo de análisis crítico, y sobre todo la resolución de las dificultades y desafíos que ciertos argumentos presentan, ha jugado un papel activo en la evolución de la filosofía misma.

Acerca de las refutaciones sofísticas, cuya traducción presentamos aquí, es considerado el primer estudio dedicado sistemáticamente a estudiar el tipo de argumentos que hoy llamamos falacias y el modo de desarticularlas. En este, como en otros casos, Aristóteles es el primer sistematizador de un saber que tiene antecedentes en otros filósofos, especialmente en Platón.1

Un recorrido rápido por la lista de trece tipos argumentos defectuosos presentados en los capítulos 4 y 5 de Acerca de las refutaciones sofísticas parece arrojar además la impresión de que se trata poco más o menos del mismo conjunto de falacias que suele encontrarse hoy día en los libros de lógica escolares. En el curso de esta introducción haré algunas precisiones sobre el estudio aristotélico que tenemos entre manos que van dirigidas a evitar ciertas asimilaciones apresuradas con planteos contemporáneos, en especial porque este estudio se enfoca en los argumentos incorrectos que surgen en el contexto de cierto tipo de diálogo específico. Ello no quita que esta obra es el inicio de la tradición del estudio sistemático de los errores argumentales y sus causas. Como puede verse en la presentación que hace Aristóteles de estos argumentos y, además, de sus resoluciones, la exposición no consiste en una casuística o en una mera enumeración de tipos reunidos de modo aleatorio, sino que hay en el autor una vocación (más o menos exitosa según el caso) de tipificar los argumentos defectuosos de acuerdo con la causa del error, agrupado a su vez bajo tipos más generales, de manera tal que la desarticulación de tales maniobras queda también correspondientemente organizada y tipificada.

El interés de la obra que aquí presentamos no es el de la mera curiosidad de ser un primer intento arcaico en una larga tradición. Su vigencia se muestra al ser el origen reconocible de clasificaciones de falacias aún en uso en muchos cursos de lógica. Hay que añadir a ello aun que esta obra de Aristóteles ha cobrado renovada vigencia desde los años 70 del siglo pasado con el desarrollo de las modernas teorías de la argumentación y la lógica informal contemporánea. Como veremos en el curso de esta introducción (sección 3.5) el escrito Acerca de las refutaciones sofísticas es una inspiración y referencia fundamental para estas teorías actuales. Pero empecemos por el comienzo.

El escrito titulado Acerca de las refutaciones sofísticas (Ref. Sof.)forma parte de los tratados de lógica de Aristóteles. Este conjunto es usualmente llamado Organon y comprende las Categorías (Cat.) —un escrito relativamente breve en el que Aristóteles se aboca al estudio de los distintos tipos de predicados que pueden integrar proposiciones—, el tratado Acerca de la interpretación (De int.) —dedicado fundamentalmente al estudio de la unidad mínima portadora de verdad, la proposición apofántica—, los Analíticos, integrados por dos volúmenes: los Analíticos primeros (APr.), en que Aristóteles presenta una teoría general de la deducción válida y, con ella, por primera vez en la historia del pensamiento occidental, un sistema de lógica formal, y los Analíticos posteriores (APo.),en que Aristóteles desarrolla su teoría de la ciencia. Por último, los Tópicos (Top.) están dedicados a la práctica dialéctica, e incluyen en su último libro un estudio de los argumentos fraudulentos o aparentes que pueden darse en ese contexto, estudio que recibe a menudo el título independiente de Acerca de las refutaciones Sofísticas.2

De aquí podemos inferir con plausibilidad que Ref. Sof. se ubica en el período temprano de la producción filosófica de Aristóteles, muy probablemente en la etapa su estancia en la Academia de Platón,3 un lapso de veinte años que va desde el año 367 al 347 a.C. En cuanto a la cronología relativa del escrito al interior del Órganon, se trata de una obra posterior al conjunto de Top. II-VII 1-2 y anterior a los APr., en que Aristóteles desarrolla una teoría formal acerca de los razonamientos válidos con tres términos.4 Es importante tener este último punto en mente, por cuanto, como veremos, no encontraremos en Ref. Sof. un estudio del argumento inválido en términos formales, sino fundamentalmente en términos pragmáticos e informales.5

Este escrito no presenta un estudio de las trampas argumentales con el fin de poder utilizar tales maniobras, ni un estudio meramente teórico, sino que se dirige más bien —de modo similar al espíritu de los estudios contemporáneos de las falacias— a poder evitar ser víctima de tales maniobras cuando son usadas intencionalmente por otros copartícipes en la argumentación, a poder desarticularlas cuando uno ha caído víctima de ellas e incluso a poder evitar esos errores uno mismo al momento de argumentar en solitario. En otras palabras, el propósito de este tratado se enfoca en la práctica argumentativa y no tanto en la teoría lógica como un fin en sí mismo. Se trata, pues, de observaciones con pretensión teórica que emergen de un cierto tipo de práctica argumentativa y tienen su finalidad primaria en la aplicación a dicha práctica. El escenario que Aristóteles tiene en vista primariamente es, igual que en los Top., bastante similar al que se encuentra plasmado literariamente en los diálogos socráticos de Platón; es decir, se trata de un diálogo entre dos interlocutores en los cuales se construye un argumento que avanza por medio de preguntas y respuestas.6

Lo dicho hace menos sorprendente el hecho de que este escrito sea precisamente uno de los antecedentes más notorios de la lógica informal contemporánea. Este es otro de los rasgos que hacen de este breve tratado un texto extraordinariamente vigente. En efecto, si bien la formulación de una teoría general sobre el argumento deductivo válido, que Aristóteles lleva a cabo en los APr., es sin duda un logro justamente celebrado por la tradición como un proyecto que marca el inicio de la lógica formal,7 no menos cierto es que otros escritos lógicos que forman parte del Órganon han tenido una influencia significativa en el siglo xx y xxi en el terreno de la lógica informal. Más concretamente, es en el campo del estudio de las falacias que surgen varias de las corrientes más significativas en lógica informal de los últimos decenios del siglo pasado y comienzos de este.8 Así, la discusión de las falacias que encontramos en Ref. Sof. se ha convertido en una fuente inspiración tanto para las modernas teorías de las falacias, como para corrientes de teoría de la argumentación tales como la pragma-dialéctica de F. Van Eemeren y R. Grootendorst y la lógica informal de D. Walton.9

1.1. El título

Como ocurre con otros tratados de Aristóteles, el título de esta obra tal como hoy lo conocemos no ha sido necesariamente obra del autor, sino que se halla por vez primera en escritos de autores posteriores. En nuestro caso, Galeno (siglo ii d.C.) es el primer autor en que encontramos mencionado el título Sophistikoí élenchoi10(Refutaciones sofísticas). Más allá de su origen, lo cierto es que este título, lejos de ser una invención caprichosa, reproduce en esencia las palabras que dan inicio al escrito: perì tôn sophistikôn elénchon, que es a su vez el título indicado por W. Ross en su edición del texto griego.

Desde la Antigüedad esta introducción y este título ha dado lugar a dos posibles lecturas.11

(i) Por una parte, el título Refutaciones sofísticas o Acerca de las refutaciones sofísticas, puede describir el contenido principal del tratado como un análisis de la estructura y funcionamiento del tipo de argumentos que emplean los sofistas.

(ii) Por otra parte, el título Refutaciones sofísticas puede describir el contenido del tratado como un estudio acerca de cómo refutar a los sofistas, es decir, cómo desenmascararlos.12

Como es claro, ambas lecturas no son necesariamente incompatibles y, más aún, la segunda forma de entender el título implica lo contenido en la primera, dado que el estudio de la estructura de los argumentos utilizados por los sofistas tiene por finalidad última precisamente contrarrestar estas maniobras cuando son empleadas por ellos.13 Esta segunda lectura, entonces, hace razonable el hecho de que este tipo de argumentos sean estudiados por Aristóteles, pues el fin de dicho estudio no es el de emplear las maniobras fraudulentas de sus rivales, sino, más bien, el de estar en mejor posición de contrarrestrarlas.14 Estas consideraciones vuelven plausible la interpretación del título en el sentido (ii) y han llevado a algunos autores a reformularlo en esa dirección como Refutación de los sofismas15 o Refutaciones de los sofistas.16 Más aún, ello parece reflejar la estructura del tratado, en el cual, tras presentar en los capítulos 4 y 5 los trece tipos de refutaciones aparentes (es decir, fraudulentas) que son empleadas por los sofistas, Aristóteles despliega con más extensión (en los capítulos 17-30) los modos de responder a estas maniobras y desarticularlas.17

Un elemento decisivo da por tierra, no obstante, con todos estos argumentos para entender el título del escrito en el modo (ii).18 Se trata de un detalle que pasa a menudo desapercibido, pero cuya importancia no debe subestimarse. Aristóteles (tal como antes Platón), llama refutación (élenchos) al tipo de argumento que se formula en un diálogo contra la tesis sostenida por el interlocutor y, como veremos, una refutación es sofística cuando incumple ciertas reglas que rigen el argumento refutativo que se produce en este tipo de diálogo. No obstante, la respuesta a este tipo de argumentos no es una refutación (élenchos), sino que es llamada consistentemente por nuestro autor resolución (lýsis). Así, la respuesta a las maniobras fraudulentas del sofista no es una refutación del sofista, sino una resolución (lýsis) de sus refutaciones. Por ello, el título de la obra que tenemos entre manos difícilmente podría entenderse como una alusión a las refutaciones (élenchoi) que podrían esgrimirse contra los sofismas, ya que en esta obra no existe tal cosa. Más bien, una refutación (élenchos) sofística o un sofisma, como cualquier otro argumento, no se desarticula mediante una refutación (élenchos), sino mediante una resolución (lýsis).19 Volveremos a la diferencia entre élenchos y lýsis en la sección 2.5 y veremos su importancia metodológica en la sección 4. Por el momento, quede claro que el título Acerca de las refutaciones sofísticas se refiere al estudio inicial de este modo de argumento sofístico que es la refutación y que Aristóteles lleva a cabo fundamentalmente en los capítulos 4-11 y 15 de esta obra para, en un momento ulterior, presentar las resoluciones que permiten desarticular estos argumentos.

1.2. Estructura del tratado

En esta sección presento un esquema del contenido del tratado, reseñando telegráficamente el contenido de sus partes, para volver en las siguientes secciones de esta introducción a ciertos puntos de detalle que son de interés. Sin entrar en la discusión de detalles cronológicos, resulta claro desde una primera lectura que el escrito Acerca de las refutaciones sofísticas con toda probabilidad ha sido revisado a lo largo de la enseñanza filosófica de Aristóteles y esto explica que en algunos puntos incluya reiteraciones y rectificaciones; por mencionar un ejemplo relevante, a lo largo de estas páginas se presentan tres clasificaciones de argumentos aparentes y sofísticos cuya relación no siempre es transparente.

En el catálogo de los escritos aristotélicos consignado por Diógenes Laercio,20 el número veintisiete es el perì eristikón («acerca de los argumentos erísticos») que contendría dos libros. A pesar de esto, y teniendo en cuenta que en las ediciones antiguas la división de libros no es uniforme, todo indica que este escrito corresponde a Ref. Sof. y que los dos libros en que se dividía corresponden a (I) una primera parte del escrito que va de los capítulos 1 al 15 en que Aristóteles presenta y explica los argumentos sofísticos y otras maniobras fraudulentas y (II) una segunda parte que abarca los capítulos 16-34 en que Aristóteles indica cómo resolver y responder a dichos argumentos y maniobras.21

Teniendo en cuenta esto, el escrito puede dividirse en dos grandes partes y un epílogo: I. Primera Parte. Estudio de las maniobras sofísticas en el diálogo (cc. 1-15). II. Segunda Parte. Estudio de las resoluciones y objeciones contra las maniobras sofísticas (cc. 16-33). III. Epílogo (c. 34).

I. Primera Parte, se estructura del siguiente modo:

I.1. Capítulo 1. Introducción: presentación del argumento aparente (phainómenos syllogismós) como primer objeto del tratado y caracterización del sofista como quien procura dominar el uso de argumentos aparentes como medio para aparentar sabiduría y así lograr el fin de lucrar.

I.2. Capítulo 2. Caracterización de los cuatro tipos de argumentos que se dan en el diálogo. De aquí es claro que el argumento aparente sofístico y erístico debe ser entendido en el marco de un diálogo.

I.3. Capítulo 3. Los cinco fines del erístico. De aquí resulta claro que los erísticos (y probablemente también los sofistas) intentan:

— refutar de manera fraudulenta.

— llevar al interlocutor a decir algo falso.

— llevarlo a decir una paradoja.

— llevarlo a proferir incorrecciones idiomáticas o solecismos.

— llevarlo a repeticiones vanas.

I.4.Capítulos 4-11. Estudio del primer fin del sofista: la refutación aparente o fraudulenta. Esta es la sección central y más compleja de la primera parte. La refutación aparente es presentada bajo diferentes clasificaciones y desde diversos puntos de vista.

I.4.1. Primera clasificación de refutaciones aparentes, divididas en dos clases. Aquellas que dependen del lenguaje (capítulo 4) y aquellas que se producen al margen del lenguaje (capítulo 5).

Refutaciones aparentes que dependen del lenguaje:

1. Homonimia

2. Anfibología

3. Composición

4. División

5. Acentuación

6. Forma gramatical de la expresión

Refutaciones aparentes que se dan al margen del lenguaje:

7. Accidente

8. Lo que se dice en sentido absoluto y bajo algún aspecto (secundum quid)

9. Ignorancia de la definición de la refutación (ignoratio elenchi)

10. Preguntar lo que se debe concluir (petitio principii)

11. Invertir el orden de la consecución de los términos

12. Falsa causa

13. Preguntas múltiples

I.4.2. Capítulo 6. Segunda clasificación de refutaciones aparentes: los trece tipos de refutación dependen de la Ignorancia de la refutación.

I.4.3. Capítulo 7. Examen de las causas por las que algunos son engañados por las refutaciones aparentes. Estas causas se refieren al estado y condición epistémica de quien es víctima de engaño.

I.4.4. Capítulo 9. Refutaciones no dialécticas.

I.4.5. Capítulo 10. Discusión de una clasificación alternativa de argumentos genuinos y aparentes.

I.4.6. Capítulo 8. Presentación de un nuevo argumento sofístico: el que aparenta examinar.

I.4.7. Capítulo 11. Tercera clasificación de argumentos sofísticos y erísticos: (i) argumentos no genuinamente deductivos sobre cuestiones comunes y (ii) argumentos que, al partir de premisas comunes, no se ajustan al objeto de la disciplina a la que pretenden pertenecer.

I.5. Capítulo 12. Estudio del segundo y tercer fin del sofista (la falsedad y la paradoja).

I.6. Capítulo 13. Estudio del quinto fin del sofista (la repetición vana).

I.7. Capítulo 14. Estudio del cuarto fin del sofista (el solecismo).

I.8. Capítulo 15. Análisis del modo en que el erístico dispone las preguntas frente a su interlocutor y se salta ciertas reglas del diálogo.

La segunda parte del escrito está destinada a proveer a quien responde en el diálogo de medios de defensa frente a las estrategias sofísticas y erísticas estudiadas en la primera parte. Este es su contenido:

II.1. Capítulo 16. Introducción de la segunda parte, con referencias a las utilidades dialécticas y filosóficas del escrito Acerca de las refutaciones sofísticas.

II.2. Capítulos 17-30 y 33. Estudio de la respuesta frente al erístico y de las resoluciones de las refutaciones aparentes.

II.2.1. Capítulo 17. Sobre la estrategia general para responder en un diálogo sofístico o erístico.

II.2.2. Capítulo 18. Acerca de los dos grandes modos de la resolución.

II.2.3. Capítulo 19-30. Resolución específica de los trece tipos de argumentos aparentes estudiados en la primera parte.

II.2.4. Capítulo 33. Consideración de la dificultad relativa de las resoluciones.

II.3. Capítulo 31. Cómo responder al quinto fin del sofista (los diálogos que llevan a repetir muchas veces lo mismo).

II.4. Capítulo 32. Cómo responder al cuarto fin del sofista (el solecismo).

El capítulo 34 es un epílogo que contiene un balance no solo del escrito Acerca de las refutaciones sofísticas sino del conjunto de los Top.,el tratado que Aristóteles dedica al estudio de la técnica de discusión dialéctica.22 En efecto, si bien el escrito cuya traducción presentamos aquí recibe en la tradición un título independiente, lo cierto es que en numerosos manuscritos aparece además como libro IX de los Top y su último capítulo parece reafirmar la idea de que ambos pertenecen a un proyecto unitario en el que, en primer término, se indican las reglas y metodología para desempeñarse adecuadamente en un diálogo de tipo dialéctico y, en un segundo momento, se consideran las argumentaciones aparentes y sofísticas que se pueden producir en este mismo tipo de diálogo.

Esto hace que sea conveniente leer las Ref. Sof. teniendo en vista como marco general las características básicas del tipo de diálogo para el cual Aristóteles ofrece una serie de estrategias y reglas en los Top. Se trata, en efecto, del mismo tipo de diálogo en el cual tienen lugar primariamente los argumentos aparentes estudiados en Ref. Sof. y sobre el trasfondo del cual se hacen comprensibles muchos de ellos. Como el lector advertirá, en esta traducción el marco dialógico es tenido en cuenta y se hace presente con cierta frecuencia en la medida en que permite entender mejor la naturaleza de los errores y defectos argumentales que Aristóteles presenta.23 Por ello, es preciso delinear, aunque sea en trazos gruesos, las características fundamentales de este diálogo reglado.

2. EL MARCO DIALÓGICO

En este apartado se describen los aspectos fundamentales del diálogo que Aristóteles tiene en vista tanto en los Top. como en Ref. Sof. y en el marco del cual se produce la mayoría de los argumentos aparentes analizados en esta última obra. Tener en vista las reglas más elementales de este tipo de intercambio es útil también para advertir cómo el modo de preguntar sofístico, que Aristóteles estudia en particular en Ref. Sof. 15, pero al que alude en varias oportunidades a lo largo del escrito, emplea estrategias reñidas con algunas de dichas reglas y, en tal sentido, implica hacer trampa. Al mismo tiempo, ello permite advertir cómo funciona el engaño dentro de la mecánica del diálogo.

2.1. El diálogo

Aristóteles entiende por dialéctica una práctica argumentativa dialógica de tipo gimnástico, un ejercicio intelectual en el que un argumento resulta de la interacción entre dos interlocutores conforme a ciertas reglas. Los Top. proveen precisamente una suerte de manual para prepararse y desempeñarse con éxito en este tipo de encuentros. El modo en que procedería esta práctica argumentativa dialógica es el siguiente.

El diálogo se lleva a cabo entre dos interlocutores que tienen un papel predefinido. Uno de ellos estará encargado de formular preguntas y el otro estará encargado de responder. Quien pregunta es quien deberá construir un argumento. Quien responde tiene por meta no caer en una contradicción o bien no ser refutado. Así, leemos en las líneas iniciales de los Top. que este tratado provee elementos para preguntar y para responder adecuadamente en este intercambio:

El propósito de este tratado es hallar un procedimiento a partir del cual podamos hacer argumentos a partir de premisas plausibles acerca de todo problema propuesto, y [por medio del cual] nosotros mismos, cuando sostenemos un enunciado, no digamos nada contrario a él (Top. I 1, 100a18-21).

Lo descrito en estas líneas nos lleva al primer momento del diálogo: el problema dialéctico. Un problema dialéctico es una pregunta que se propone a quien responde en el diálogo al comienzo del intercambio. Esta pregunta no puede versar sobre cualquier asunto ni tener cualquier forma. Se trata de una pregunta por una disyunción, es decir, que tiene la forma «¿A o no A?» (Top. I 4, 101b32-33); por ejemplo, «¿la ciencia de los contrarios es la misma o la ciencia de los contrarios no es la misma?». Esta disyunción no debe referirse a un asunto tal que pueda ser dirimido sencillamente, ni a un asunto que pueda resolverse por medio de la percepción; por ejemplo, «¿está lloviendo o no está lloviendo?» no es un problema que pueda dar lugar a un intercambio dialéctico (véase para este punto Top. I 11).

Frente al problema dialéctico, quien está encargado de responder elige libremente una de las dos partes de la disyunción. La afirmación escogida se convierte, desde este momento, en la tesis o enunciado que él sostiene en el intercambio y respecto de la cual no debe caer en contradicción (por caso «la ciencia de los contrarios es la misma»), tal como indica el pasaje arriba citado. Pero, además, desde este momento el que pregunta deberá asumir la tarea de (i) construir un argumento deductivo del cual se siga necesariamente la contradictoria, es decir, la otra parte de la disyunción (por ejemplo, «la ciencia de los contrarios no es la misma»). Esto es construir una refutación(élenchos) o bien (ii) mostrar que de la tesis elegida por quien responde se siguen o absurdos o conclusiones implausibles. Por ello, en el comienzo del tratado, Aristóteles promete aportar un método para encontrar argumentos para discutir contra cualquier problema que se le pueda proponer a uno al comienzo de un encuentro dialéctico. Veamos ahora cómo se construye este argumento.

Quien pregunta busca construir una refutación, que es un argumento deductivo (syllogismós) para vencer en el diálogo a su interlocutor. No obstante, para construir ese argumento necesita del asentimiento del interlocutor. Así, las premisas de las que se sigue la conclusión deben ser presentadas por quien pregunta y aceptadas por quien responde. El modo de preguntar, sin embargo, es también restringido: no se trata de preguntas abiertas, sino de preguntas que solo pueden ser contestadas por «sí» o «no» (o formulaciones estilísticamente más elaboradas y lógicamente equivalentes). Quien pregunta, entonces, formula una propuesta (prótasis) a quien responde y quien responde puede aceptar o rechazar esa propuesta. En el caso de aceptarla, esa propuesta queda establecida o concedida como una de las premisas que pueden ser usadas por quien pregunta para refutar a quien responde. En caso de ser rechazada, quien pregunta puede usar la negación de esa propuesta como premisa. Como es claro, quien responde intentará no conceder propuestas o premisas de las que se pueda inferir una refutación de su tesis inicial o un absurdo; mientras que quien pregunta intentará que dichas propuestas sean aceptadas.24 El lector puede advertir sin duda que este tipo de intercambio se asemeja al tipo de diálogo plasmado en los diálogos tempranos de Platón en que Sócrates desempeña precisamente el papel de quien interroga, mientras que sus interlocutores intentan defenderse y son usualmente refutados.25 Todo indica que Aristóteles habría escrito los Top. como una suerte de manual para los diálogos de tipo gimnástico o ejercitativo que se practicaban al interior de la Academia.26

Es fundamental, en este tipo de diálogo reglado, que el que pregunta solo puede emplear para construir su argumento aquellas propuestas que han sido concedidas por quien responde y que su argumento debe ser deductivamente válido. Si insisto en esto es porque, como veremos, entre las artimañas del sofista para refutar de modo fraudulento a su interlocutor está el emplear premisas que el otro no ha concedido (porque él no las ha preguntado) o que no ha concedido en el sentido en que él las usa en su argumento o bien el realizar inferencias inválidas.

Ahora bien, en la medida en que se dirige principalmente al desarrollo de la capacidad de argumentar, la práctica dialéctica se desentiende del valor de verdad de las proposiciones mediante las cuales realiza esta tarea. El punto de partida de la argumentación son propuestas o preguntas plausibles (éndoxon), que deben ser aceptadas o negadas por el interlocutor. La conclusión, con todo, debe seguirse con necesidad de ellas, tal como sucede en todo argumento deductivo (syllogismós):

Ciertamente, el argumento deductivo es un argumento en el cual, una vez concedidas ciertas cosas, algo diferente de lo establecido se sigue con necesidad a través de lo establecido (Top. I 1, 100a25-27)27.

El argumento dialéctico, en efecto, no es sino un tipo de argumento deductivo cuya peculiaridad reside en el tipo de premisas de las que parte: «El argumento dialéctico es el que deduce a partir de proposiciones plausibles (éndoxon)» (100a29-30) y el carácter plausible de las proposiciones se caracteriza a su vez de este modo:

Plausibles con aquellas proposiciones que son creídas por todos o por la mayoría o por los sabios, y entre estos, o bien por todos o bien por la mayoría o bien por los más conocidos y reputados. (100b21-23).

Como puede advertirse a partir de esta definición, y el propio Aristóteles señala expresamente, una proposición plausible puede no ser verdadera.28 Plausibilidad y verdad son entonces variables independientes. Lo plausible es simplemente aquello que tiene chances de ser de hecho aceptado por el interlocutor en el diálogo. Recuérdese, además, que los puntos de partida del argumento dialéctico no son meramente proposiciones plausibles, sino que para valer como puntos de partida deben ser concedidos por el que responde, de manera tal que se trata de preguntas plausibles (Top. I 10, 104a8-11).

Para finalizar esta sucinta introducción a los elementos fundamentales de la práctica dialéctica, revisemos uno de los recursos más relevantes que aporta el tratado —más precisamente, el que da título a la obra—: los lugares (tópoi).29 Este es un término que Aristóteles emplea también, como veremos, en las Ref. Sof., que más de una vez se refiere a los lugares de refutaciones aparentes o lugares sofísticos. El concepto de lugar, sin embargo, no es definido en los Top. ni en las Ref. Sof. Para encontrar esta definición debemos dirigirnos a la Retórica, donde Aristóteles afirma «llamo a lo mismo ‘elemento’ y ‘lugar’, pues un elemento y un lugar es aquello en donde caen muchos entimemas» (Rhet. 1403a17-18). Cambiando lo que hay que cambiar, podemos inferir que en los Top. y las Ref. Sof. los lugares son, en principio, aquello donde caen muchos argumentos dialécticos (o sofísticos, según corresponda) y, en tal medida, podemos pensar que son esquemas generales de inferencias posibles. La utilidad práctica de este recurso para el que argumenta en el diálogo es evidente: ellos permiten clasificar y compilar argumentos particulares bajo esquemas generales (de modo que sean más fáciles de recobrar cuando sea necesario en el diálogo). Muchos lugares se presentan además como instrucciones que indican buscar, mostrar, objetar algo, de modo tal que ellos además proveen estrategias para hallar desde dónde lanzar el ataque argumentativo.30 En el caso de los lugares de argumentos aparentes, evidentemente, se trata de esquemas generales de argumentos aparentes, incluso, estrategias generales de engaño.

2.2. La refutación dialéctica

La refutación dialéctica es aquella que se produce en el marco de un diálogo tal como el que acabamos de describir en el apartado anterior. En Ref. Sof. Aristóteles presenta una definición expresa de este tipo de argumento como parte de la introducción al tratado:

El argumento deductivo, pues, parte de ciertas cosas ya concedidas de modo tal de decir con necesidad, a través de lo establecido, algo diferente de lo establecido. La refutación, por su parte, es un argumento deductivo cuya conclusión comporta una contradicción. (Ref. Sof. 1, 164b27-165a3).

Así la refutación (élenchos) es un tipo específico de argumento que se da también en el contexto de un diálogo y cuya peculiaridad consiste en que su conclusión es la proposición contradictoria del enunciado defendido por el interlocutor al comienzo. Definiciones similares encontramos en otros pasajes de Ref. Sof. (6, 168a36-37; 9, 170b1-2; 10, 171a4-5) y en APo. II (20, 66b4-17).31 La contradicción (antíphasis) consiste en la afirmación y la negación de lo mismo (Deint. 6, 17a33-37), de manera tal que la refutación buscará concluir la negación de la afirmación sostenida por el interlocutor, y esto debe cumplir con una serie de requisitos para que se trate realmente de una contradicción (y por lo tanto de una refutacion genuina) y no de una contradicción aparente:

la refutación es la contradicción de una y la misma cosa (no meramente de la palabra, sino del objeto, y no de una palabra sinónima sino de la misma) [inferida] con necesidad a partir de las cosas concedidas [por el interlocutor]; y esto sin contar con lo del principio [entre las premisas]. [La contradicción, además, debe ser] respecto de lo mismo, y en relación con lo mismo, y del mismo modo, y al mismo tiempo. (Ref. Sof. 6, 167a23-27; cf. 170a39-170b3).

Es decir, la contradicción no debe darse entre dos palabras iguales que tengan significados diferentes (en términos aristotélicos, que sean homónimas), sino entre la afirmación y la negación de la misma palabra cuando refiere al mismo objeto. Tampoco puede darse entre dos palabras que refieran al mismo objeto pero sean diferentes (es decir dos palabras sinónimas)32 y debe ser dicha respecto de lo mismo, en relación con lo mismo, del mismo modo y al mismo tiempo. Como indica Aristóteles en Ref. Sof. 6, la violación de cualquiera de estas condiciones —a las que hay que agregar que la contradicción se siga con necesidad de las premisas y que las premisas hayan sido concedidas por el interlocutor— resulta en una refutación aparente o fraudulenta del interlocutor.

2.3. La refutación aparente

Tal como la refutación dialéctica, la refutación aparente debe entenderse primariamente como un argumento producido en el contexto de un diálogo como el descrito en la sección 2.1.33 Aristóteles comienza este tratado anunciando un estudio sobre las refutaciones aparentes o fraudulentas y no genuinas, y analizando el fenómeno de la apariencia. En este primer análisis aparecen un par de elementos significativos que serán desarrollados a lo largo de los capítulos siguientes. En primer lugar, la apariencia o, mejor dicho, el hecho de que algo X parezca ser Y sin serlo realmente supone una similitud o semejanza entre X e Y. Es por esa causa que X puede pasar por Y sin serlo realmente. Como se verá, esta semejanza puede producirse por diversas causas en el caso de las refutaciones:

La refutación, por su parte, es un argumento deductivo cuya conclusión comporta una contradicción. No obstante, algunos individuos no hacen esto, pero por diversas causas se produce la apariencia de que lo hacen. (Ref. Sof. 1, 165a2-4).

Las causas por las que se produce la apariencia de haber refutado a otro sin haberlo hecho realmente son estudiadas fundamentalmente a lo largo de los capítulos 4 y 5, donde Aristóteles explica los trece lugares o tipos de refutación aparente. Estas trece causas de la apariencia deberán explicar al mismo tiempo (i) por qué el argumento que resulta no es realmente una refutación y (ii) en qué se parece sin embargo a una refutación. A su vez, las trece causas se dividen, como veremos, en dos grandes tipos: las que dependen del lenguaje y las que no dependen del lenguaje.

En segundo lugar, queda claro ya en el análisis del fenómeno de la apariencia que Aristóteles realiza en el primer capítulo que un aspecto constitutivo de este fenómeno es aquel a quien X le parece Y. Es decir, quien es engañado. En este caso concreto, quien es refutado en un diálogo como el descrito por medio de una refutación fraudulenta y no es capaz de prevenirlo ni de defenderse. Aristóteles señala en Ref. Sof. 1 que se trata de personas inexpertas en estas lides, precisamente porque no son capaces de advertir los pequeños detalles en que el engaño se fragua. Más adelante, en Ref. Sof. 7 Aristóteles analizará en detalle las características epistémicas que posee quien es engañado por estas refutaciones aparentes e insistirá al final de Ref. Sof. 8 sobre el hecho de que la refutación aparente siempre es tal respecto de alguien, es decir, es aparente para aquel a quien le parece ser genuina. En otras palabras X sólo aparenta ser Y para quien toma X por Y. Sin esta condición, no hay apariencia.34

Más allá de las trece causas de la similitud entre refutaciones reales y aparentes y de las condiciones epistémicas de quien es engañado por ellas, Aristóteles presenta las características generales del argumento erístico35 en Top. I 1 y Ref. Sof. 2, en ambos casos en el marco de una tipología de argumentos. Estas caracterizaciones pueden entenderse como la enumeración de las condiciones suficientes del argumento erístico.

En Top. I 1, Aristóteles ofrece una caracterización de tipos de argumentos, con un interés específico en al argumento dialéctico y su contraste con los otros tipos allí presentados: la demostración (argumento científico), el paralogismo o argumento científico defectuoso, y el argumento erístico. Hay dos características que permiten identificar un argumento como erístico (i) si aquellas cosas que el argumento toma como punto de partida (i.e., las propuestas) no son plausibles sino sólo aparentemente plausibles (phainómenon éndoxon), entonces nos hallamos en presencia de un argumento erístico. Lo mismo sucede en caso de que (ii) el argumento sea sólo aparentemente deductivo sin serlo en realidad, sean su premisas plausibles o aparentemente plausibles. En definitiva, los argumentos erísticos son aquellos que resultan engañosos, o bien respecto de las premisas, las cuales parecen plausibles sin serlo en realidad; o bien respecto de la necesidad con que las premisas implican la conclusión.36

Resultan, según esto, tres modos de argumento erístico, a saber: a) el que argumenta a partir de cosas aparentemente plausibles; b) el que aparenta deducir la conclusión a partir de cosas realmente plausibles; c) el que aparenta deducir la conclusión a partir de cosas aparentemente plausibles. Esta caracterización es reproducida en lo esencial en Ref. Sof. 2, 165b7-8, sólo que allí se omite el modo b).

Unas breves palabras sobre la categoría de lo «aparentemente plausible». Inicialmente resulta difícil comprender a qué se refiere Aristóteles con esta categoría. En efecto, dado que lo plausible puede ser tanto verdadero como falso, no puede identificarse simplemente el tipo de argumento a) con el que parte de premisas falsas. Lo plausible tampoco es algo que posiblemente es verdadero, sino que se trata de lo que de hecho goza de aceptación.37 Esto se conecta, a su vez con la función que este tipo de proposición cumple en el diálogo. Como hemos comentado arriba, se trata de formular un argumento cuyas premisas deben ser propuestas en forma de preguntas al interlocutor, y que sólo pueden emplearse en el argumento si el interlocutor las ha concedido o aceptado. Así, la plausibilidad de las preguntas dialécticas cumple una función clara en la mecánica del diálogo, por cuanto una propuesta plausible (es decir, que goza de aceptación generalizada) tiene más chances de ser aceptada por quien responde. ¿Cómo hay que entender entonces una propuesta o pregunta «aparentemente plausible»? Todo indica que se trata de preguntas que esconden una ambigüedad, es decir, que pueden entenderse de dos maneras: una de ellas, plausible; la otra, no plausible. Así, el sofista o el erístico que formula una pregunta ambigüa lo hace contando con que ella sea entendida en el sentido plausible (con ello, que parezca ser plausible) y en un momento posterior la usa en el otro sentido para derivar de ella una conclusión absurda, una falsedad o una refutación. En tal medida, si una propuesta es expresada en un lenguaje ambiguo, esa propuesta tendrá la propiedad de ser «aparentemente plausible», dando por sentado que uno de los dos sentidos en que puede entenderse lo dicho es plausible y el otro no (cf. Top. I 18, 108a32-33).

2.4. Sofistas y erísticos

Al comienzo del tratado, Aristóteles indica que se ocupará de las refutaciones empleadas por los sofistas. Durante el primer capítulo, realiza una caracterización del fenómeno de la apariencia (para explicar por qué razones los argumentos y refutaciones usados por el sofista pueden llamarse «aparentes») y en seguida procede a caracterizar al propio sofista, es decir, el personaje que emplea argumentos aparentes y maniobras fraudulentas. De manera relativamente consistente, Aristóteles señala que el sofista persigue con esto el fin de aparentar una sabiduría que no posee, y ello, a su vez, con el fin de lucrar (véase Ref. Sof. 1, 165a19-33). Esta caracterización de los sofistas coincide en lo esencial con la que encontramos frecuentemente en los diálogos de Platón al describir a los así llamados sofistas de la primera generación. En efecto, allí encontramos abundantes indicaciones que apuntan a la vocación de lucro como un aspecto distintivo de este tipo de personaje,38 y en combinación con ello a la ignorancia o ausencia de saber genuino como aquello que le identifica.39

Aristóteles, además, explica que la sofística, en cuanto es una actividad lucrativa que se apoya en la apariencia de sabiduría, involucra la imitación del sabio. Esta imitación del sabio se da por medio de un remedo de su actividad más característica, esto es, desempeñarse de modo competente en un diálogo en que se defienden y se atacan tesis, en cualquiera de estos dos papeles posibles. El modo en que el sofista produce la impresión o apariencia de ser sabio justamente por tener la capacidad de desenvolverse en un diálogo cuestionando y refutando a otros había sido también señalado por Platón en el Sofista:

Extranjero: ¿En qué reside, entonces, el prodigio del poder de la sofistica?

Teeteto: ¿Acerca de qué?

Extranjero: Acerca del modo en que ellos son capaces de dar a los jóvenes la impresión de que son los más sabios respecto de todo. Porque es evidente que, si ellos no contradijeran correctamente o si, para los demás, no parecieran hacerlo, y si no pareciera que tienen el aspecto de ser sabios sólo porque saben cuestionar, entonces, como tú decías, perdería el tiempo quien les diera dinero con el deseo de llegar a ser experto en esas cosas. (Sph. 233a-b; cf. 268a-d).40

En efecto, el género al que pertenecería el sofista, según la séptima definición en el diálogo homónimo de Platón, es el del arte o técnica de la producción de imágenes (235b8) (es decir, el arte de producir un conocimiento meramente aparente pero no real). Esto es lo que le permite, precisamente, embaucar a los jóvenes y lucrar mediante este aparente saber.

Del mismo modo, Aristóteles sostiene que los argumentos aparentes o falacias resultan especialmente útiles para los fines del sofista. Mediante estos argumentos el sofista logra dar la impresión de cuestionar y refutar (por lo tanto, de saber), y por ello es el dominio de estos argumentos —y la familiaridad con su uso para lograr la aparente victoria en los diálogos— lo que los sofistas persiguen, en la medida en que esto les permite generar la apariencia de sabiduría que es, a su vez, el medio para obtener ganancias materiales.

Estas significativas coincidencias en la caracterización de los sofistas llevan a pensar que, naturalmente, el blanco de las críticas de Aristóteles en las Ref. Sof. son los mismos personajes criticados por Platón, es decir, los sofistas de la primera generación: Protágoras, Gorgias, Trasímaco. No obstante, lo cierto es que estos personajes aparecen mencionados o bien incidentalmente en el caso de Protágoras para ejemplificar un solecismo, o bien como maestros de retórica en el capítulo 34, como es el caso de Gorgias y Trasímaco. De este modo, no parece que ellos sean los autores de los argumentos aparentes descritos en los primeros capítulos del escrito, por cuanto parecían estar más bien dedicados (tal como reconoce Aristóteles) a la argumentación retórica pública, argumentación que procede mediante largos discursos y no por élenchos.

Sobre la base de estas consideraciones, algunos autores han puesto en duda fuertemente que este grupo de sofistas fuera el objetivo primario de las críticas de Aristóteles en el tratado que tenemos entre manos, y sobre todo que el tipo de refutación y de argumento aparente que es estudiado en las Ref. Sof. fuese usado por ellos, dado que estos sofistas no habrían practicado de modo usual el élenchos, que se produce en el contexto de un tipo de diálogo reglado muy concreto del cual no es claro que estos sofistas participaran. En cambio, es más plausible que el blanco de Aristóteles en las Ref. Sof. hayan sido los representantes de la escuela Megárica,41 también llamados erísticos. El fundador de esta escuela, Euclides de Megara, fue un discípulo de Sócrates, y precisamente de él habría adoptado el método elénchico.42 El apelativo erísticos se aplicaba además desde la antigüedad a Euclides de Megara, y luego por extensión a toda la escuela debido al gusto de estos personajes por la disputa en el diálogo.43 Hay que recordar también que varios argumentos aparentes estudiados en las Ref. Sof. coinciden con los sofismas que en el diálogo Eutidemo, Platón pone en boca de los erísticos Eutidemo y Dionisidoro, dos personajes que tradicionalmente se identifican con la escuela megárica y que, como puede verse en dicho diálogo, practican el élenchos de modo fraudulento y competitivo, en el marco del mismo tipo de diálogo que Aristóteles tiene en vista en los Top. y Ref. Sof. Esto es una razón más para pensar que uno de los blancos principales de Aristóteles en Ref. Sof. son precisamente los megáricos.

Así, los megáricos, en cuanto erísticos, constituyen un tipo especial de sofista44 que no apunta necesariamente al lucro del mismo modo que los maestros de retórica; pero que de todos modos persigue la fama de sabiduría a través de la victoria en el diálogo por medio de refutaciones que resultan fraudulentas.

2.5. Los dos roles y la diferencia entre refutación (élenchos) y resolución (lýsis)45

En el diálogo que he descrito en el apartado 2.1 hay dos participantes que tienen asignadas diferentes tareas, se trata de quien pregunta y quien responde. Si bien el dialéctico consumado debe poder desempeñarse en un diálogo tanto preguntando como respondiendo, las habilidades involucradas en cada uno de estos dos papeles son específicamente diferentes puesto que también lo son las tareas de cada uno.

La tarea de quien pregunta consiste en ser capaz de construir un argumento acerca de cualquier problema que se proponga, y proponer las premisas plausibles de las que se sigue la conclusión (cf. Top. I 1, 100a19-20), lo cual implica a su vez buscar el lugar desde donde atacar (VIII 1, 155b4-5), y además, por cierto, poder ordenar las preguntas frente al interlocutor del modo más conveniente (155b5-7). El argumento construido por quien pregunta es el élenchos.

La tarea de quien responde consiste, en cambio, en poder responder las preguntas del interlocutor sin caer en contradicción con la tesis que se eligió sostener al inicio (100a20-21) y además, en un segundo momento —una vez que quien pregunta haya concluido su argumento—, ser capaz de resolver (lýein) el argumento construido por el que pregunta. La instancia de la resolución no se realiza por medio de preguntas y respuestas, sino que se trata más bien de que quien responde sea capaz de identificar y exponer el error en el argumento construido por su adversario. Así, dice Aristóteles en Top. VIII 14:

Respecto de cada tesis hay que examinar el modo de atacar46 tanto su afirmación como su negación, y una vez encontrado [el argumento] hay que buscar inmediatamente la resolución, pues así resultará que uno se ejercita al mismo tiempo en preguntar y en responder [...] (163a36-b2)47

Las modalidades generales del procedimiento de resolución aparecen descritas en Top. VIII 10 y en Ref. Sof. 18; en un momento volveremos a ellas. Además de ello, Aristóteles ofrece estrategias específicas para la resolución de cada una de las trece modalidades de argumentos aparentes en los capítulos Ref. Sof. 19-30.

Tras distinguir entre los dos participantes del diálogo y sus tareas respectivas, resulta claro que hay dos procedimientos que, si bien tienen similitudes, son diferentes. Se trata de la resolución (lýsis) y la refutación (élenchos). Los dos términos griegos —élenchos y lýsis— muchas veces se confunden entre sí y se traducen al castellano (y a otros idiomas) simplemente como «refutación»,48 en especial cuando aparecen en los tratados filosóficos, y sin embargo cada concepto se refiere a un procedimiento diferente, que corresponde respectivamente a la tarea de uno de los dos roles involucrados en el intercambio dialéctico. Veamos brevemente cómo Aristóteles caracteriza uno y otro procedimiento.

En cuanto al élenchos (refutación), se trata de un tipo especial de argumento:

La refutación es un argumento con conclusión contradictoria (Ref. Sof. 1, 165a2-3, cf. 168a36-37; APr. II 20, 66b4-17; Rhet. III 9, 1410a22-23)49.

Así, dado que la refutación (élenchos) es un argumento, es indudable que su formulación está asociada en el diálogo a aquel de los participantes cuya tarea es construir un argumento, esto es, a quien formula preguntas o «ataca», pues dicho argumento refutativo no es sino el ataque. Además, el rasgo específico de la refutación, en cuanto argumento, es tener cierto tipo de conclusión «contradictoria». Esta contradicción se refiere a la tesis que quien responde ha asumido al comienzo del intercambio. De este modo, un argumento, para ser refutativo, debe construirse siempre ya orientado en referencia a una determinada tesis, cuya contradictoria busca concluir, o, dicho de otro modo, una refutación es siempre refutación de una afirmacióno tesis.

Veamos ahora la definición y los modos generales de la resolución. En Ref. Sof. 18, 176b29-30, es posible encontrar una definición de este procedimiento, la cual es retomada así mismo en sus rasgos esenciales y bajo una formulación más sucinta en Ref. Sof. 24:

la resolución es la exposición del argumento falso, [tal que se indica aquello] en virtud de lo cual es falso. (Ref. Sof. 24, 179b23-24).

Hay un par de pasajes en los que Aristóteles explica más concretamente los modos principales en que debe resolverse un argumento dependiendo del tipo de defecto que encierra. En primer lugar,

Aquellos argumentos que razonan falsamente se han de resolver eliminando aquello en virtud de lo cual surge lo falso. En efecto, no quedan resueltos eliminando cualquier cosa, por más que aquélla sea falsa. (Top. VIII 10, 160b23-25; cf. 160b33-37).

Es decir, en este caso, solo si se comprende cuál es la premisa por causa de la cual propiamente (y no accidentalmente) el argumento concluye algo falso, puede decirse que se conoce la resolución (160b33-35) y puede explicarse la causa de la falsedad de la conclusión.50 En otro pasaje, Aristóteles agrega:

Puesto que la resolución correcta consiste en la exposición del argumento falso, [y es tal que indica] en virtud de qué pregunta se sigue lo falso; y [puesto que] se dice que el argumento es falso de dos modos (pues [se dice que es falso] o bien (1) si ha probado algo falso, o bien (2) si parece un argumento sin serlo realmente), […] de modo que los argumentos que son realmente deductivos se resuelven eliminando, mientras que los aparentes se resuelven haciendo distinciones. (Ref. Sof. 18, 176b29-36).

De aquí pueden sacarse en claro los siguientes puntos. En primer lugar, la resolución es un procedimiento que se aplica necesariamente a un argumentoya formulado. En el caso puntual del intercambio dialéctico, este argumento a resolver es el ataque de quien pregunta, es decir, la refutación de la tesis sostenida inicialmente por quien responde. En segundo lugar, la resolución queda a cargo de quien responde y se enmarca en un momento del diálogo posterior al procedimiento por preguntas y respuestas que ha arrojado como resultado, justamente, el argumento (o refutación) que se busca resolver. En tal sentido sería concebible como una última estrategia de la defensa, diferente de la de responder previendo (puesta en juego durante el intercambio), en cuanto implica más bien una evaluación del argumento de quien ha preguntado. En tercer lugar, quien resuelve correctamente debe exponer claramente las causas por las que el argumento del otro resulta defectuoso. Esto implica sin duda de parte de quien resuelve que él mismo debe demostrar que dicho argumento es defectuoso y explicar por qué, y no simplemente limitarse a señalar que una u otra de sus premisas resulta falsa. En otras palabras, se espera que quien resuelve correctamente ofrezca una explicación de la deficiencia del argumento construido por el otro, y para ello es necesario que sea capaz de evaluar dicho argumento de modo de dejar en claro que comprende también la resolución que ofrece. No basta con señalar simplemente que el argumento concluye algo falso, y ni siquiera con probar dicha falsedad con un argumento independiente (Ref. Sof. 24, 179b18-24). En cuarto lugar, los dos modos generales de la resolución de argumentos se corresponden claramente con los dos grandes tipos de error que pueden encontrarse involucrados en el argumento a resolver (véase arriba 2.3), esto es: (1) el argumento puede ser materialmente defectuoso, y esto de dos modos: en cuanto tenga premisas falsas o bien la conclusión falsa, o bien (2) puede ser no deductivo, es decir, aparentar argumentar sin hacerlo realmente.51 En el primer caso, como se dice en Top. VIII 10, la resolución debe proceder por eliminación, es decir, por medio de la negación de la premisa por causa de la cual surge la falsedad de la conclusión. En el segundo caso, dice Aristóteles, hay que resolver haciendo distinciones.

Como resulta evidente, al detectar la causa por la cual el argumento resulta impugnable, y con ello objetar y resolver el argumento como tal, ya no se está obligado a aceptar la conclusión de este. En efecto, habiendo resuelto, ya no puede considerársele a uno refutado.

En definitiva, entonces, el élenchos se refiere al procedimiento dialéctico a cargo de quien pregunta, el cual consiste en un argumento cuya conclusión sea la contradictoria de la tesis sostenida por quien responde al comienzo del diálogo, de manera que se trata de una movida contra una tesis. En cambio, la lýsis es responsabilidad del que responde, quien en un momento posterior al diálogo debe procurar desbaratar o desanudar el argumento refutativo que el otro ha formulado señalando, si los hay, sus errores; de manera que se trata de una movida contra un argumento.

Como veremos en la sección 4, esta diferencia cobra importancia a la hora de identificar las posibles aplicaciones filosóficas de las Ref. Sof., el tratado en el que la resolución dialéctica se estudia con mayor detenimiento.

3. LAS MANIOBRAS SOFÍSTICAS

Tal como explica Aristóteles, la refutación aparente o fraudulenta es solo una de las estrategias que los sofistas y erísticos emplean en el diálogo con el fin de vencer. En este apartado repasamos brevemente las maniobras que el sofista y el erístico se proponen realizar en el diálogo, y tras ello repasamos brevemente la que da título al escrito: la refutación. Veremos los modos en que Aristóteles clasifica las refutaciones empleadas por el sofista y el erístico, comentaremos de modo sucinto los trece tipos, explicaremos las diferencias entre refutación aparente, sofística y erística, y presentaremos con algo más de extensión la recepción contemporánea de este tratado aristotélico de las falacias.

3.1. Los cinco fines del sofista

En el capítulo Ref. Sof. 3 Aristóteles menciona los cinco fines que persigue el sofista en un diálogo del tipo que describimos en 2.1. En todos los casos, por lo tanto, hay que entender que el fin se alcanzaría a través de la interrogación en el diálogo. Así, además de refutar a su interlocutor (es decir, de construir un argumento con la conclusión contradictoria de la tesis que el otro sostuvo al comienzo del intercambio), el sofista o erístico puede intentar hacer que el argumento construido a partir de las respuestas del interlocutor derive en una proposición falsa (Ref. Sof. 12), de manera tal que la responsabilidad por dicha falsedad parezca corresponder a quien ha concedido las premisas.

Otro fin que puede perseguir el sofista consiste en llevar el argumento a una conclusión paradójica (es decir, contraria a lo que la mayoría de la gente opina) (Ref. Sof. 12). Nuevamente, dado que la conclusión se alcanza a partir de lo que quien responde acepta, la responsabilidad por la conclusión paradójica parece ser de él, y por lo tanto parece que el sofista le ha vencido en el diálogo.

El cuarto fin del sofista, si no puede conseguir ninguno de los tres anteriores, es llevar al que responde a una conclusión que contenga una incorrección lingüística (solecismo), es decir, una proposición en la cual un sustantivo femenino reciba un adjetivo en masculino o algo por el estilo (Ref. Sof. 14). Este tipo de conclusión parece seguirse necesariamente de lo aceptado por el que responde y, en esa medida, el error se le atribuye a él, tal como ocurre en los tres casos anteriores.

El quinto fin que puede perseguir un sofista es forzar una situación en el diálogo tal que la conclusión del argumento deductivo incluya una iteración inútil de palabras (Ref. Sof. 13). Tal como ocurre en los casos anteriores, como dicha conclusión se sigue de lo que el que responde ha aceptado, parece que es su responsabilidad el hecho de que el argumento termine en la reiteración ociosa de términos, es decir, en una suerte de absurdo o paradoja específica.

Finalmente, Aristóteles sostiene que todos estos resultados pueden obtenerse también de modo aparente. Si bien en el caso de la refutación quedará claro en qué consiste una refutación aparente, dado que ella es estudiada a lo largo de los capítulos 4-6, en los otros cuatro fines no es enteramente claro cuál es la marca de apariencia que Aristóteles tiene en vista. Es plausible pensar con todo que ella consiste en llegar a dichos resultados gracias a una ambigüedad, o a una deducción inválida, o a una premisa que se asume sin haber sido preguntada.

3.2. Las refutaciones aparentes