Alas como cuchillos - Catalina Kühne - E-Book

Alas como cuchillos E-Book

Catalina Kühne

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Beschreibung

"No es fácil vivir con un pájaro dentro del pecho". Así inicia Alas como cuchillos, una historia sobre el dolor de la pérdida, los cambios y transiciones que implica la adolescencia y cómo sería vivir con un mirlo negro instalado entre las costillas. Cuando Alonso, el protagonista, siente que la vida ya no puede ponerse más difícil, una extraña compañía lo obliga a indagar qué pasa dentro de sí, qué es eso que duele o molesta tanto. La autora nos "cose" el libro al pecho, sus personajes y conflictos, con un hilo muy delicado, transparente, imposible de cortar. Una sola advertencia para leer Alas como cuchillos: no hacerlo sobre una almohada de plumas; nunca se sabe. ------------------------ "It´s not easy living with a bird in your chest". This is how Wings like knives begins; a story about pain, loss, changes, and transitions that adolescence implies and how it would be to live with a blackbird between your ribs.

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Índice

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

I

Noes fácil vivir con un pájaro dentro del pecho.

Otra vez el aleteo. Necesita recuperar el aliento, se sienta un segundo en la banca del parque. Hoy está fuera de control. Siente cómo el aire apenas puede pasar entre las plumas, después dos picotazos justo del lado izquierdo del corazón.

Alonso pensó que así como había entrado una tarde por su boca abierta, saldría otra tarde, de la misma manera, pero no. Después intentó toserlo, vomitarlo, incluso cagarlo y nada. Por más que hace, el bicho no se va.

Alonso no tenía idea de que era capaz de guardar un secreto de ese tamaño. Tal vez lo más lógico hubiera sido correr a contárselo a su mamá, a sus amigos, o presentar su caso en un programa de Animal Planet, pero no quiere ser un fenómeno ni tampoco preocupar a nadie. Además, ¿quién le va a creer semejante cosa? Él mismo no lo creería si no le estuviera pasando.

Ahora rasca con las patas en su diafragma, no se acomoda, pellizca con cada una de sus uñas un pedacito de carne. Alonso tose incómodo.

Mira a su alrededor, todo parece asquerosamente normal. Lo odia. Odia el sol en el cielo, odia a los novios que van caminando de la mano viéndose a los ojos con cara de tontos, pero lo que más odia son las palomas. Las mil palomas que se ponen alrededor de cualquiera que les eche un mendrugo de pan y vuelan despavoridas cuando los niños las persiguen. Son como ratas con alas, una plaga de lo más estúpida.

Su pájaro no es como ellas, es mucho más inteligente. Alonso ya lo conoce. Lo vio muy bien cuando se metió volando en él como una mosca. Lo ve seguido en sus sueños, a veces también cuando cierra los ojos para tratar de olvidarlo. Es negro con el pico amarillo, y tiene un aro también amarillo alrededor del ojo. Ya sabe que es un mirlo, un ave que hace su nido cuando el territorio le gusta. Alonso le gusta, le gustó desde el principio y poco a poco lo ha ido colonizando. Es omnívoro. Omnívoro…

Suena el celular. Es su mamá. Quiere saber en dónde anda. Ya debería haber regresado de la escuela. No le gusta que lo fiscalicen, pero responde tranquilo.

—Se me fue la onda paseando por el parque. Ya voy, má.

Cuelga pero no se levanta, no tiene ganas. No quiere llegar a la casa casi vacía, a la comida sin chiste que prepara su mamá, a la tarde frente de la televisión fingiendo que no pasa nada.

Nada fuera y nada dentro.

Y dentro cada vez se está mejor. El espacio reducido se ha ampliado a base de empujones, el animal encontró en la caja torácica una guarida flexible, las costillas articuladas permiten una moderada expansión. Lenta y sistemáticamente el ave va ganando terreno y se siente mejor. Alonso y su cuerpo no han opuesto resistencia hasta ahora y por fin el nido está listo.

La sensación es igual a la angustia, esa opresión en la parte superior del pecho, que no te deja dormir, pensar ni respirar. En el terreno estrictamente físico empezó con dificultad para tragar, como cuando un pedazo de algo que comes se te queda atorado entre el cuello y la panza y te tienes que tomar un trago de agua. Eso hace Alonso y la molestia pasa, pero el pájaro también, el agua lubrica las plumas, el cuerpo del ave se pliega y va resbalando por el cogote. Alonso no sabe que lo está ayudando, haciéndole todo más sencillo.

Una vez que se ha abierto camino y está acomodado en el pecho, empiezan las pesadillas.

Alonso perdido en el bosque, los árboles frondosos y negros, un silbido sordo y el follaje se revela en interminables parvadas de pájaros idénticos al suyo. Quiere gritar para pedir ayuda, pero en cuanto abre la boca todas las hojas caen de los árboles del bosque y vuelan directo a su interior. Afuera quedan los troncos pelones, como en un paisaje de invierno. Adentro un tumulto. El cuerpo comienza a temblarle. De pronto, el suelo desparece y caída libre para despertar en su cama de un brinco y empapado en sudor.

Es claro que a veces hace ruido, porque cuando abre los ojos su mamá está ya sentada en la cama tratando de tranquilizarlo. Le acaricia la mano, luego la cabeza y al final el pecho que poco a poco va disminuyendo el ritmo frenético que provoca su despertar.

Una temporada decide que lo mejor es quedarse despierto toda la noche, pero no lo logra, siempre termina venciéndolo el sueño. En el duermevela oye que lo llaman por su nombre, que le dicen que debe regresar al bosque para nunca salir. Todos se quedan adentro. Una advertencia en un graznido. Es su huésped, esa voz lo aterroriza más que las pesadillas y lo decide a dejarse ir.

Prefiere aguantarse el miedo y dormirse hasta que se acostumbra a los malos sueños. Si lo piensa bien, son inofensivos. Igual que cualquier sueño de cualquier persona. Nada grave. Un reflejo imaginario de lo que pasa en el mundo verdadero.

La realidad es la que cada vez se pone más complicada. De unos días para acá Alonso ya no puede ignorar al pájaro. Aprecia con detalle cada movimiento en su interior. Las zancas dando pasos cortos en busca de acomodo, picotazos en el área de las costillas y las alas… las alas desplegándose que le dificultan la respiración. A causa de los avances en la adaptación de la guarida se le empiezan a complicar las cosas más sencillas. Se cansa sólo de subir las escaleras, ya no le da el aliento para tener caminatas muy largas, menos para jugar fútbol en el recreo. Nunca antes le había gustado hacerlo, pero ahora que no puede, le pesa un poco. Se queda en un rincón del patio leyendo o escuchando música. Se aleja de los demás, no espera que lo entiendan, ni le interesa.

Todos los días antes que toque la campana de regreso a clase va al baño y se mira al espejo para tratar de notar alguna diferencia, alguna señal que lo delate, pero nada.

Frente a él está el mismo Alonso de siempre. Un chavo de catorce años con la playera negra una talla más grande de lo que debería, jeans y tenis. Un poco más alto, con el torso un poco más amplio. Pero es normal, está dando el estirón, todos los adultos se lo dicen. Está por convertirse en hombre… O en pájaro.