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En 31 amenos episodios donde el juego intertextual, con un alto sentido de lo lúdico, brindan una probable continuidad al clásico de Saint Exupery. Ofreciendo para el disfrute de niños y adolescentes, amenizadas por ilustraciones, nuevas situaciones y aventuras de El Principito y sus amigos.
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Seitenzahl: 38
Veröffentlichungsjahr: 2025
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2o 1a, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros ebook los puede adquirir en http://ruthtienda.com
Edición: Yadiris Luis Fuentes
Corrección: Belkis González Aguiar
Diseño y composición: Roberto C. Berroa
Ilustración: Mario Moscoso
Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol
© Michel González Basnueva, 2023
© Sobre la presente edición:
Reina del Mar Editores, 2023
ISBN 9789592491267
Reina del Mar Editores
Filial Asociación Hermanos Saíz
Calle 31 # 5004 e/ 50 y 52
Cienfuegos, Cuba.
Tel: (+53) 43556676
email: ahs@azurina.cult.cu
https://www.azurina.cult.cu
https://www.ahs.cu
(...) y ningún adulto comprenderá jamás que esto tiene tanta importancia
El principito
Antoine de Saint-Exupery
A los amigos de siempre
Cuando mi nariz sintió, por primera vez, los olores de la madriguera, descubrí mi mundo, una parte pequeñita de él que aún recuerdo y me hace sonreír: el aroma divertido de las raíces vivas, los perfumes de la tierra húmeda, el otoño… La fragancia indomable de mi madre.
Moví entonces mis orejas, para seguir descubriendo, y ahí estaba el sonido de su corazón: un sonido lento y rítmico; un sonido hermoso que me hizo levantar del suelo, primero, tambaleándome, luego, firme. Mi madre sacudió las hojas secas pegadas a mi cuerpo con una sonrisa tierna.
Miré el lugar donde había nacido. El techo parecía estar escarbado entre la hierba. Un colchón de ramas tornaba el suelo blando. Caminé con pasos torpes para contemplar a mi madre: estaba tranquila sobre un costado, aunque agotada, sus ojos rasgados se me mostraron vivaces; su hocico y las puntas de sus orejas se teñían de un negro brillante y una cola de tonalidad naranja descansaba a su lado.
—Hola —su voz hizo que mi cuerpo se recogiera por temor.
—Hola —le contesté.
Y desde ese entonces supe amar.
Luego, con el paso de los días, me enamoré de lo que podría existir fuera de la madriguera.
—Debes ser astuta —advirtió mi madre, agazapada entre las espigas—. Tienes que estar siempre lista para sorprender a la presa.
Su cuerpo esbelto se deslizó por el trigo, en busca de una codorniz que husmeaba con su pico entre la hierba. Sus dientes se hundieron en la carne de la avecilla y mi cuerpo no tuvo otra reacción que recoger la cola entre las patas.
—¿Tienes miedo? —preguntó curiosa, dejando el ave muerta sobre la tierra—. Somos depredadores, hija, vivimos para cazar.
—Entonces somos despreciables —corregí, rehuyendo sus ojos.
—Somos zorros —concluyó ella con una sonrisa afable—. Ya lo aceptarás, cuando llegue el tiempo de valerte por ti misma.
El otoño terminó y con la estación llegó otra más fría, otra más húmeda, otra más colorida… Una mañana me percaté de que había crecido y que la madriguera estaba, cada vez, más pequeña para ambas. Me acurruqué junto a mi madre —ya más vieja— y, aspirando el olor indomable de su pelaje, le agradecí por todo…
… entonces apareció él bajo un manzano. No sabía quién era, de dónde venía o hacia dónde iba. Parecía ser un príncipe: con sus cabellos rubios y su capa verde esmeralda.
—Tú no eres para mí más que un jovencito parecido a otros cien mil jovencitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que una zorra, pero si me domésticas, nos necesitaremos mutuamente. Serás para mí único en el mundo. Y yo también seré para ti única en el mundo…
El principito acarició mis orejas, luego, se tumbó a mi lado para divertirnos con las formas de las nubes. Había descubierto el precio de la felicidad y no, no estaba lista para verlo partir.
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