Antes del verano - Beatriz García-Huidobro - E-Book

Antes del verano E-Book

Beatriz García-Huidobro

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Beschreibung

Elisa, una chica divertida, de carácter desenfadado y muy deportista, debe partir a Puerto Montt, donde su papá tiene un mejor trabajo. A su vez, Trini se queda en Santiago; pero para ella las cosas también cambian bruscamente: su padre ha sido estafado y su familia sufre una difícil situación.

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Antes del verano

Beatriz García-Huidobro

Antes del verano

Ilustración: Benjamín Diéguez M.

Dirección Literaria: Sergio Tanhnuz P. Edición: María Paz Alegría M.

Dirección de Arte: Carmen Gloria Robles S. Diagramación: Alfonso Merino O. Producción: Andrea Carrasco Z.

Ilustración de portada: Benjamín Diéguez M.

Primera edición: mayo de 2010

© Beatriz García-Huidobro © Ediciones SM Chile S.A. Coyancura 2283, oficina 203, Providencia, Santiago de Chile.

[email protected]

ATENCIÓN AL CLIENTE Teléfono: 600 381 13 12

Depósito legal: 101.510 ISBN Papel: 978-956-264-789-2 ISBN Digital: 978-956-264-909-4 Edición Digital: marzo 2012

Impresión: Salesianos Impresores General Gana 1486, Santiago.

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni su transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea digital, electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

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de: Trinidad Fernández <[email protected]> para: Elisa Lorca <[email protected]> fecha: 8 de abril de 1999 asunto: Señales de vida

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Querida Elisa:

Si tú dices que yo me he portado como una rata contigo, incluso como una rata de acequia con la cola pelada, tienes mucha razón, pero no toda. Y en mi descargo puedo contarte que ha habido tanto enredo en mi casa, tanto, que cuesta encontrar un momento para sentarse a escribir. ¿Te acuerdas de que hace un tiempo mi papá dejó su trabajo de toda la vida en esa fábrica donde se hacían galpones y construcciones de estructuras metálicas? ¿Y que se instaló por su cuenta con un socio para hacer casas prefabricadas, de esas que son como los productos Acme del Coyote que persigue al Correcaminos? ¿Y que íbamos a ser poco menos que millonarios y todo eso?

Total que ahí estaba el pobre papá, trabajando de sol a sol, convenciendo a la gente de que sus casas y oficinas eran lo máximo, cuando de repente el socio se escapó con todo. No sé muy bien cómo fue, pero parece que este señor iba juntando la plata y le pedía al banco y juntaba más y al final se puso las zapatillas con clavos y se arrancó, dejando al papá con todas las deudas y unas casas a medio hacer.

Imagínate el drama. ¡Pasarle a él, que es tan responsable! Así que ahora tenemos la casa en venta y parece que nos vamos a tener que cambiar de colegio e irnos a vivir con la abuela y sus cien mil perros. Claro que esto es mientras se aclara todo y los policías encuentran al socio. El papá, siempre optimista, dijo que por suerte no fue él a la cárcel. Eso yo no lo entiendo. ¿Por qué si a alguien lo estafan se tiene que ir a la cárcel, igual que si hubiera matado a una persona o robado a una familia inocente? Creo que en ese sentido la ley es injusta.

Acá están todos un poco raros y uno tiene que andar con mucho cuidado de no molestar a nadie. Y cada cual se pone raro por cualquier cosa. El papá anda tan sospechosamente amable que al final uno se siente culpable de abusar de él. Hace lo que jamás había hecho: poner la mesa, lavar los platos y corregirle las tareas a Tomasito, que de todas maneras nunca tienen un error.

La mamá parece un zombie, con los ojos como platos y ordenando cada armario, clóset o cajoncito que encuentra: mete las cosas en una caja, luego las reubica en cajas más chicas, al rato las empaqueta y rotula, después desenvuelve algunas y las pone en los estantes. Parece una ardilla con sus nueces. Además, con tanta gente que viene a ver la casa en venta, no dura mucho tiempo concentrada en nada.

Mi hermana Magdalena, alias la Manena, anda histérica. ¿Te acuerdas el que cuando viniste en el verano ella estaba con ataque de adolescencia? La enfermedad sigue en pie y con nuevos síntomas. Alega por todo y al final termina llorando. ¿Tú crees que nosotras vamos a ser así cuando cumplamos quince? A veces me preocupa, porque falta poco más de un año y yo no estoy preparada para esa metamorfosis.

En cambio, Tomasito y yo somos los únicos normales. Él sigue fanático de los dinosaurios; está tan sabio que el otro día lo llamó el profesor de un octavo para que les diera una charla a sus alumnos. ¡Imagínate a un niñito de ocho años dándoles una disertación a esos grandotes! Y él, como si nada, les habló con voz autoritaria y hasta les hizo una evaluación, los dejó traumatizados y se fue feliz con los chocolates que le regaló el profesor.

Lo que lamento más es que la Telva, mi nana, se va a tener que ir, aunque igual nos va a esperar porque se va a trabajar en la casa de una tía por mientras. Voy a tener que aprender a cocinar algo más que pie de limón y queques. ¡No sé desplumar una lechuga ni cocer un huevo!

¡Gracias por las fotos que me mandaste del volcán! ¡Qué pánico! Si yo hubiera estado ahí, viendo cómo le salía humo y amenazaba con explotar, habría arrancado a perderme. Y tú tan tranquila, sacando fotos.

Hace un rato estuvo acá una familia que ya ha venido como cien veces a ver la casa. Según la mamá, están muy interesados, porque cada vez traen a alguien más a conocerla; las abuelas, los primos y los amigos. Son antipáticos, toquetean cada muralla y dan unos golpecitos, y lo que más les gusta es abrir los clósets y meter sus cabezotas adentro. Hoy vinieron con una niña de unos siete años que se puso a gritar como loca cuando vio la colección de arañas y bichos disecados de Tomasito.

Cada vez que vienen a ver la casa, la Manena se encierra en su pieza y hay que suplicarle para que abra la puerta. Según ella, esta es la peor desgracia que puede haber pasado, la ruina, el caos, la desesperación, la degradación y puras palabras que, según mi papá, demuestran que tiene un buen nivel de vocabulario.

A mí no me preocupa ser pobre. Además, es por un tiempo. La casa de la abuela es genial y si tengo que irme a otro colegio, no podrá ser tan diferente. Desde que te fuiste el año pasado, no lo paso igual de bien. Mis compañeras me siguen molestando por lo de gorda y todo eso, y es por lo mismo que no me importa dejar de verlas. Andan todas de lo más pretenciosas y medio curso se pasa los recreos hablando de las fiestas, de la ropa y de esos temas que a mí no me interesan tanto.

Para la Manena no va a ser tan diferente, porque su madrina le va a seguir pagando el colegio durante este año. Aunque igual va a tener que dejar de ir a sus clases de flauta traversa. A mí no me preocupa que ella siga donde mismo y yo no, porque sé que para ella es terriblemente importante y para mí no lo es; incluso me gusta un poco la idea de cambiar. Además, ella ya está en Educación Media y sus notas cuentan para todo su futuro. Los papás me dicen que si los problemas siguen, ellos el próximo año van a hacer cualquier esfuerzo para que yo esté en un buen colegio y pueda entrar a la universidad. Como que me piden perdón y yo me siento culpable porque no me afecta mucho y a ellos les da tanto cargo de conciencia.

Ya te puse al día de todo lo que nos está pasando. Contéstame, ¿ya? Y no te impresione que demore en responder, porque como estamos en economía de guerra, ya no tenemos ni cable ni Internet, ¡ni siquiera celular! Por eso no puedo llamarte y reírme un rato con las cosas que tú cuentas de manera tan divertida. ¡No te pongas floja! Yo sé que no te fascina escribir, pero anímate, ¿ya?

Se despide tu amiga que siempre te recuerda, Trini.

de: Trinidad Fernández <[email protected]> para: Elisa Lorca <[email protected]> fecha: 23 de abril de 1999 asunto: Te cuento más cosas

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Querida Elisa:

Mi mamá quedó de lo más emocionada con la llamada que le hizo tu mamá. Acá estamos igual que cuando muere alguien, recibiendo pésames y todo. Especialmente ahora, porque al venderse la casa, la cuestión se nota más definitiva.

Yo estoy tratando de tener lo que podríamos llamar una actitud “observativa” de las reacciones de la gente. Hay personas con las que no teníamos nada que ver y que se aparecen a masticar el tema con mi mamá; parece que las hace felices ver la desgracia ajena.

El otro día vino la mamá de la Coté. ¿Te acuerdas de ella, la que nunca convidaba colación y que un día se quedó encerrada en la sala de música y vinieron hasta los carabineros y su familia creyó que la habían raptado? El hecho es que esta señora es la delegada de mi curso y vino a ofrecerle su apoyo moral y a decir que a todos les preocupaba tanto que yo me tuviera que ir, que si necesitábamos cualquier cosa y patatín patatán. Y mi pobre mamá ofreciéndole tecito en medio de las tazas embaladas a esta señora que, en el fondo, venía a puro chismorrear. Porque si a ella y a las demás familias del colegio les preocupara que alguien se deba retirar por problemas de plata, harían una colecta o algo así, ¿no te parece?

—En realidad —comentó la mamá a la hora de comida— es raro que el colegio no ofrezca un sistema de becas a las alumnas que tienen problemas económicos.

—Como en mi colegio —dijo Tomasito, quien por sus excelentes notas ha estado becado siempre y lo seguirá estando hasta el siglo XXI.

—Menos mal que no hay —la Manena puso cara de mártir—. ¡Yo me podría morir antes que ser becada! ¡Qué humillación!

—¿Cuál es la humillación? —dijo el papá—. A cualquiera le puede pasar.

—Si a ti la tía Rebeca te paga el colegio, es lo mismo que ser becada —opinó Tomasito.

—Es diferente, porque nadie tiene idea. Nadie se va a enterar de los detalles; saben que hay algunos problemas, pero ni sospechan todo.

—¿Cuál es la diferencia? —insistió Tomasito—. Si tú robas y no te pillan, entonces no es malo.

—¡Es diferente!

—Es lo mismo.

—No discutan —pidió la mamá y suspiró—. Quizás cuántas familias tuvieron problemas en la época en que podíamos cooperar y nosotros ni nos enteramos.

—Yo prefiero irme a vivir debajo de un puente antes que andar mendigando y que todas me miren con pena y comenten a mis espaldas —insistió la Manena.

—Si tú crees que esa actitud tendrán tus amigas porque a tu papá le fue mal en los negocios, entonces alégrate de perderlas ahora, porque, obviamente, amigas no son —cortó la mamá.

—De todas maneras se van a enterar —le dije—. Porque si en mi curso saben, es seguro que lo comentan.

—No creas, yo me he preocupado de dar suavizada la información. Aunque quizás igual las voy a perder. Porque si las cosas no mejoran, no voy a tener cómo disimular, no voy a tener con qué vestirme, no voy a poder ir a ningún lado sin auto ni nada, nunca voy a invitar… Mejor es que me esfume, que crean que estoy de viaje, muerta, lo que sea.

Y siguió hablando tonteras. Como puedes ver, está insoportable. A mí me da pena por el papá; se le nota que se siente culpable por lo que está pasando. Y también por la mamá, que está todo el rato tratando de hacer como que no le importa, pero sé que le dio pena que esa familia intrusa comprara nuestra casa, sobre todo porque tienen un perro gigantesco que va a destrozar el jardín que ella ha cuidado tanto. Se pasa las tardes cortando patillas de sus plantas y metiéndolas en frascos con agua, como si así pudiera conservar parte de lo que pierde.

La otra tarde fui a inscribirme al nuevo colegio. Como la abuela vive en los faldeos de la cordillera, voy a ir al único que hay por ahí cerca (sobre todo porque ya no tenemos auto). Es mixto y tiene el nombre de un poeta muy famoso, Juan Guzmán Cruchaga. La Manena me dice compasiva-horrorizada: “Ni siquiera se llama Neruda”. Como si llevar el nombre de un premio Nobel cambiara la realidad. Voy a empezar a ir el próximo mes. Apenas faltan unos días y, tengo que confesártelo, estoy un poquitín nerviosa. Yo nunca he ido a un colegio con hombres, y de mi edad solo tengo primas. Me da susto que me molesten. ¿Tirarán el pelo o pegarán a esta edad? Según mi mamá, es genial estar en un colegio mixto; ahora ella cree que se equivocó eligiéndonos uno de puras niñitas.

Cuando me contestes, por favor agrega un laaaaargo párrafo contándome cómo es estar en una clase con hombres y mujeres. El otro día yo estaba pensando que a ti te pasó un poco lo mismo, a pesar de que tu situación sea tan diferente. Aunque tu papá se haya tenido que ir al sur a un mejor trabajo, igual te sacaron del colegio al que estabas acostumbrada, te tuviste que cambiar de casa, dejar tu barrio, tus amigas y tu familia. Pero igual te sigues riendo y contando chistes; yo voy a tratar de ser como tú. No tan divertida, porque yo no sé ser chistosa, pero voy a tratar de no reclamar ni quejarme.

¿Fue difícil para ti? A veces pienso que a lo mejor fui egoísta cuando tú te fuiste; nunca te pregunté si tenías pena y no me preocupé de alegrarte y tal vez no te escribí tanto como debía. Cuéntamelo todo, ¿ya?

Miles de saludos a tu familia y a ti,

Trini.

de: Elisa Lorca <[email protected]> para: Trinidad Fernández <[email protected]> fecha: 28 de abril de 1999 asunto: No estaba muerta, andaba de parranda (léase cantando)

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Trini, Trini, Trini:

Te saludo tres veces y eso vale por algunos de los correos que debí enviarte y nunca escribí. Me encanta recibir noticias tuyas aunque no sean tan buenas. Leo no sé cuántas veces lo que me cuentas. Pero yo soy pésima para escribir. Lo que no me tropiezo a pie, lo hago con las palabras. En Lenguaje estoy rasguñando el cuatro. Me salvan los controles de los libros. Si no, estaría frita. La profe es suiza, o sea, entre alemana y francesa. ¡Imagínate! Sus clases tienen acento de película de guerra nazi. Cada vez que hablamos dice: “¡Señorrrres, esto es inadmizzzzibl!”. Como hablamos tanto, no para de recitar su grito de batalla. Debería darme pena, pero pienso en el sustantivo yuxtapuesto y desfallece mi comprensión.

Me preguntaste cómo fue para mí acostumbrarme. La verdad es que fácil. Hay cosas mejores y otras peores. Y sumando y restando, al final es lo mismo. Te voy a hacer una lista:

Mejor:

•   Vivo en una casa grande en las afueras, casi en el campo, en vez de un departamento.

•   Tenemos un jardín lleno de árboles y no se ven panderetas ni rejas.

•   Tengo gallinas, pollos, patos y quizás después hasta tenga un caballo.

•   Hicimos un invernadero.

•   Llueven litros de agua y puedo mojarme cuanto quiera.

•   Se puede prender la chimenea.

•   No hay esmog.

•   Tengo nuevos amigos y amigas.

•   Tenemos una nana tan amorosa que me paso horas en la cocina con ella, amasando pan y oyendo historias de terror.

•   Siempre hay buen olor.

•   Voy a la playa a cada rato. O sea, a la del lago y a veces al puerto (ahí es mar).

•  Hacemos paseos a distintos lugares los fines de semana.

•  Estoy aprendiendo a tallar madera con un artesano mapuche, primo de mi nana, que es genio y me cuenta leyendas.

•  Gracias a él aprendo a respetar lo ancestral de la tierra, tiene tanta sabiduría y paz que me llego a ahogar (tú te emocionarías más que yo).

•  Mi papá está ahorrando plata.

•   En el colegio son menos exigentes y salgo más temprano.

•  La gente acepta a los demás sin fijarse mucho, así es que uno tiene amigos muy variados.

Peor:

•   Mi mamá anda nerviosa, no le gusta estar acá y reclama por todo.

•   Las canchas de tenis se lo pasan mojadas y cuesta entrenar. Me he tenido que adaptar a las canchas rápidas (de asfalto).

•  Veo poco a mis abuelos y primos (igual de repente vienen, pero nunca todos juntos).

•  No hay supermercados gigantes o tiendas con miles de cosas y no hay tanta variedad de ropa. A mí eso me da lo mismo, pero a mi mamá la pone de mal humor. Hicieron un mall, pero la lata es que parece hormiguero; todo el mundo apiñado en él.

•  Parece que doctores y hospitales no son tan buenos si uno se enferma grave.

•  Casi no puedo hablar por teléfono con mis amigos y mis primos de Santiago (ni contigo), porque no tenemos señal en la casa (esto es el Mato Grosso, dice mi mamá).

•  Se oscurece muy temprano y a veces me aburro en las noches.

•  La casa cruje demasiado y me da miedo cuando estoy sola.

•  Da lata cuando llueve muchos días seguidos.

•  A veces los caminos se cortan y uno no puede ir adonde tenía planeado.

•  Hay pocas micros y puedo andar sola hasta donde llegue pedaleando en bicicleta.

•  La gente no es muy buena para los deportes (tal vez por la lluvia) y cuesta encontrar con quién competir. Mucho caballo, pero a mí me gusta ser yo quien haga el esfuerzo y no un pobre animal.

•  No dan obras de teatro ni espectáculos en vivo.

•  No llega el cable a mi casa, así es que la TV es patética y la pantalla se llena de hormigas cuando llueve. Van a poner una antena parabólica, pero eso aún no sucede.

Los hombres son igual que las mujeres en el colegio, pero un poco más flojos. En las clases participan y son inteligentes, pero no son cumplidores. En eso parezco hombre y me he hecho más amigos que amigas. Ninguno se ríe de mí. Yo compito con ellos en tenis y les gano, en correr también. Y si me agarrara a puñetes, probablemente pasaría lo mismo (o al menos correría más rápido al arrancar).

El único que me gana es Joselo y es con el que más me junto. También porque es casi tan alto como yo y no le acompleja que yo lo pase de porte. Tiene un campo enorme y andamos a caballo. Su papá cría caballos finos. Él salta, todos saltan en su familia. Yo no, porque me lo tienen prohibido.

Mi mamá dice que me voy a desnucar, que voy a terminar relinchando y que esto es un infierno. Según ella, a veces quisiera que se le apareciera el Trauco a ver si pasa algo emocionante en este “somnífero”. Habla así todo el tiempo. Parece que cuando las cosas cambian, las personas también. Mi mamá era alegre y elegante y ahora está más gorda y con el pelo feo. Dice que a las vacas y a los salmones les da igual que ella sea así o asá. El papá la llevó a un doctor y ella se enfureció. Encontró que parecía un curandero primitivo y que no podía entenderse con un hombre que hasta hace poco hablaba en dialecto. Eso es lo que se llama estar negativa. ¿Tú conoces la historia de esas dos personas a las que les dan medio frasco con un perfume finísimo, casi imposible de volver a conseguir? La persona optimista dice que eso es genial, que va a poder usarlo en tantas ocasiones especiales, etc. Y la pesimista mira el frasco y suspira pensando que nada saca con tener algo tan elegante si después se le va a acabar y cuando ya no lo tenga, no va a encontrar nada que lo reemplace… Así está su ánimo. Levemente negro, variando a negro total.

Te adjunto un archivo comprimido. Son fotos mías en Chiloé. Esas iglesias que ves tan bonitas, por dentro están carcomidas. Casi todas. El agua y las termitas (la broma, como les dicen por acá) que se engullen la madera arruinan las casas si no se pintan a cada rato. La gente trata de salvar sus iglesias, pero son muchas y no lo consiguen porque no tienen plata. Eso da pena porque son parte de su historia. Imagínate que desapareciera el cerro Santa Lucía o la iglesia de San Francisco en la Alameda. Y ellos no tienen tantos monumentos antiguos (parece).

Mi papá me prometió un celular con plan para que hable con mi familia. También te voy a llamar a ti. Espero quedarme afónica de tanto parlotear… cuando esté en la ciudad, cerca de alguna antena.

Yo creo que a ustedes todo se les va a arreglar y ojalá metan preso al señor ese tan fresco, y les devuelvan sus cosas. ¿Van a echar a la familia pesada de la casa cuando recuperen su plata? Como no tengo hermanos ni hermanas, no sé qué se hace con una hermana creída. Pienso que ella está más pesada de lo normal. No te ofendas, pero es cierto. A mí nunca me han pegado, pero si yo contestara como la Manena, me volarían los dientes de una cachetada.

Acá hay zonas donde se encuentran fósiles. Cuando consiga algunos, se los voy a mandar a Tomasito. Así, cuando él escriba una nueva teoría de la evolución y reciba un premio, me mencionará en la lista de agradecimientos y yo lo saludaré desde la tribuna, con mi pelo blanco y un sonoro crujido de articulaciones. Ojalá de repente puedas venir a verme. Aunque lo paso bien, igual echo de menos a algunas personas.

Tengo los brazos cansados. Puedo dar raquetazos durante horas sin cansarme. Pero escribir es agotador. Llevo tres días completando este borrador. No sé qué más contarte. Debería grabarte una conversación y enviarla. Eso sería más fácil.

Muchos saludos a tu familia, que tengan ánimo, y a ti un gran abrazo de tu amiga dedos-parlante,

Elisa.

de: Trinidad Fernández <[email protected]> para: Elisa Lorca <[email protected]> fecha: 15 de mayo de 1999 asunto: ¡Todo ha cambiado tanto!

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Querida Elisa:

Ya estoy yendo al nuevo colegio. Los primeros días fueron raros porque todos querían juntarse conmigo, ayudarme, prestarme sus cuadernos para que me pusiera al día, contarme cómo son los profesores. Parecían felices de tener a alguien nuevo en la sala. Eso a mí me confunde, no sé qué hacer con tanta amabilidad. Lo que sí, ellos están más atrasados en las materias de lo que íbamos nosotras, así es que casi no tengo que estudiar. Además, hay niños que trabajan empacando en supermercados, cuidando a sus hermanos chicos, ayudando a su mamá en la costura, etc. Los profes saben eso y no mandan muchas tareas y la exigencia en los controles es bajísima: me saco puros sietes y me da vergüenza porque no es mérito mío.