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Las obras màs importantes de Friedrich Nietzsche en una fantastica Antología con indice interactivo:-Así habló Zaratustra-La genealogía de la moral-Más allá del bien y del mal-El anticristo-El nacimiento de la tragedia
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Veröffentlichungsjahr: 2014
Titulo ebook
- ANTOLOGÍA DE OBRAS
Autor
Codigo ISBN
978-88-98006-77-9
Editor
ePubYou
www.epubyou.com
2014
EL ANTICRISTO
MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
Sección primera
Sección segunda
Sección tercera
Sección cuarta
Sección quinta
Sección sexta
Sección séptima
Sección octava
Sección novena
Desde altas montañas
Notas del traductor
LA GENEALOGÍA DE LA MORAL
Prólogo
Tratado Primero
Tratado Segundo
Tratado Tercero
ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
Prólogo de Zaratustra
Primera parte
Segunda parte
Tercera parte
Cuarta parte
EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA
CÓMO SE FILOSOFA A MARTILLAZOS
1
Mirémonos cara a cara. Somos hiperbóreos; sabemos perfectamente bien hasta qué punto vivimos aparte. “Ni por mar ni por tierra encontrarás un camino que conduzca a los hiperbóreos”; ya Píndaro supo esto, mucho antes que nosotros. Más allá del Norte, del hielo, de la muerte; nuestra vida, nuestra felicidad... Hemos descubierto la felicidad, conocemos el camino, hemos encoritrado la manera de superar milenios enteros de laberinto. ¿Quién más la ha encontrado? ¿El hombre moderno acaso? “Estoy completamente desorientado, soy todo lo que está completamente desorientado”, así se lamenta el hombre moderno... De este modernismo estábamos aquejados; de la paz ambigua, de la transacción cobarde, de toda la ambigüedad virtuosa del moderno sí y no. Esta tolerancia y largeur del corazón que todo lo “perdona” porque todo lo “comprende” se convierte en sirocco para nosotros. ¡Más vale vivir entre ventisqueros que entre las virtudes modernas y demás vientos del Sur!... Éramos demasiado valientes, no teníamos contemplaciones para nosotros ni para los demás; pero durante largo tiempo no sabíamos encauzar nuestra valentía. Nos volvimos sombríos y se nos llamó fatalistas. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la acumulación de las energías. Ansiábamos el rayo y la acción; de lo que siempre más alejados nos manteníamos era de la felicidad de los débiles, de la “resignación”... Nuestro ambiente era tormentoso; la Naturaleza en que consistimos se oscurecía, pues no teníamos un camino. La fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una recta, una meta...
2
¿Qué es bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.
¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad.
¿Qué es felicidad? La conciencia de que se acrecienta el poder; que queda superada una resistencia.
No contento, sino aumento de poder; no paz, sino guerra; no virtud, sino aptitud (virtud al estilo renacentista, virtù, virtud carente de moralina).
Los débiles y malogrados deben perecer; tal es el axioma capital de nuestro amor al hombre. Y hasta se les debe ayudar a perecer.
¿Qué es más perjudicial que cualquier vicio? La compasión activa con todos los débiles y malogrados; el cristianismo...
3
El problema que así planteo no es: qué ha de reemplazar a la humanidad en la sucesión de los seres (el hombre es un fin), sino qué tipo humano debe ser desarrollado, potenciado, entendido como tipo superior, más digno de vivir, más dueño de porvenir.
Este tipo humano superior se ha dado ya con harta frecuencia, pero como golpe de fortuna, excepción, nunca como algo pretendido. Antes al contrario, precisamente el ha sido el mas temido, era casi la encarnación de lo terrible; y como producto de este temor ha sido pretendido, desarrollado y alcanzado el tipo opuesto: el animal doméstico, el hombre rebaño, el animal enfermo “hombre”; el cristiano...
4
La humanidad no supone una evolución hacia un tipo mejor, más fuerte o más elevado, en la forma como se lo cree hoy día. El “progreso” no es más que una noción moderna, vale decir, una noción errónea. El europeo de ahora es muy inferior al europeo del Renacimiento; la evolución no significa en modo alguno y necesariamente acrecentamiento, elevación, potenciación.
En un sentido distinto cuajan constantemente en los más diversos puntos del globo y en el seno de las más diversas culturas, casos particulares en los que se manifiesta en efecto un tipo superior: un ser que en comparación con la humanidad en su conjunto viene a ser algo así como un superhombre. Tales casos excepcionales siempre han sido posibles y acaso lo serán siempre. Y linajes, pueblos enteros pueden encarnar eventualmente tal golpe de fortuna.
5
No es posible adornar y engalanar al cristianismo; ha librado una guerra a muerte contra este tipo humano superior, ha execrado todos los instintos básicos del mismo y extraído de dichos instintos el mal, al Maligno: al hombre pletórico domo el hombre típicamente reprobable, como el “réprobo”. El cristianismo ha encarnado, la defensa de todos los débiles, bajos y malogrados; ha hecho un ideal del repudio de los instintos de conservación de la vida pletórica; ha echado a perder hasta la razón inherente a los hombres intelectuales más potentes, enseñando a sentir los más altos valores de la espiritualidad como pecado, extravío y tentación. El ejemplo más deplorable es la ruina de Pascal; quien creía que su razón estaba corrompida por el pecado original, cuando en realidad estaba corrompida por el cristianismo.
6
¡Espectáculo doloroso, pavoroso, el que se me ha revelado! Descorrí el velo de la corrupción del hombre. Esta palabra, en mis labios, está por lo menos al abrigo de una sospecha: la de que comporte una acusación moral contra el hombre. Está entendida insisto en este tema- carente de moralina; y estohasta el punto que para mí esta corrupción se hace más patente precisamente allí donde en forma más consciente se ha aspirado a la “virtud” a la “divinidad”. Como se ve, yo entiendo la corrupción como décadence; sostengo que todos los valores en los que la humanidad sintetiza ahora su aspiración suprema son valores de la décadence.
Se me antoja corrupto el animal, la especie, el individuo que pierde sus instintos; que elige, prefiere, lo que no le conviene. La historia de los “sentimientos sublimes”, de los “ideales de la humanidad” y es posible que yo tenga que contarla sería, casi, también la explicación del porqué de la corrupción del hombre. La vida se me aparece como instinto de crecimiento, de supervivencia, de acumulación de fuerzas, de poder; donde falta la voluntad de poder, aparece la decadencia. Afirmo que en todos los más altos valores de la humanidad falta esta voluntad; que bajo los nombres más sagrados imperan valores de la decadencia, valores nihilistas.
7
Se llama al cristianismo la religión de la compasión. La compasión es contraria a los efectos tónicos que acrecientan la energía del sentimiento vital; surte un efecto depresivo. Quien se compadece pierde fuerza. La compasión agrava y multiplica la pérdida de fuerza que el sufrimiento determina en la vida. El sufrimiento mismo se hace contagioso por obra de la compasión; ésta es susceptible de causar una pérdida total en vida y energía vital absurdamente desproporcionada a la cantidad de la causa (el caso de la muerte del Nazareno). Tal es el primer punto de vista; mas hay otro aún más importante. Si se juzga la compasión por el valor de las reacciones que suele provocar, se hace más evidente su carácter antivital. Hablando en términos generales, la compasión atenta contra la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Preserva lo que debiera perecer; lucha en favor de los desheredados y condenados de la vida; por la multitud de lo malogrado de toda índole que retiene en la vida, da a la vida misma un aspecto sombrío y problemático. Se ha osado llamar a la compasión una virtud (en toda moral aritocrática se la tiene por una debilidad); se ha llegado hasta a hacer de ella la virtud, raíz y origen de toda virtud; claro que y he aquí una circunstancia que siempre debe tenerse presente desde el punto de vista de una filosofía que era nihilista, cuyo lema era la negación de la vida. Schopenhauer tuvo en esto razón: por la compasión de la vida se niega, se hace más digna de ser negada; la compasión es la práctica del nihilismo. Este instinto depresivo y contagioso, repito, es contrario a los instintos tendentes a la preservación y la potenciación de la vida; es como de la miseria y de todo lo miserable, un instrumento principal para el acrecentamiento de la ¡la compasión seduce a la Claro que no se dice “la nada”, sino “más allá”, o “Dios”, o “la vida verdadera”, o “nirvana, redención, bienaventuranza”... Esta retórica inocente del reino de la idiosincrasia religioso moral aparece al momento se comprende cuál es la tendencia que aquí se envuelve en el manto de las palabras sublimes: la tendencia Schopenhauer era un enemigo de la vida; por esto la compasión se le apareció como una virtud... Aristóteles, como es sabido, definió la compasión como estado morboso y peligroso que convenía combatir de vez en cuando mediante una purga; entendió la tragedia como purgante. Desde el punto de vista del instinto vital, debiera buscarse, en efecto, un medio para punzar tal acumulación morbosa y peligrosa de la compasión como la representa el caso Schopenhauer (y, desgraciadamente, toda nuestra literaria y artística, desde San Petersburgo hasta París, desde Tolstoi hasta Wagner); para que Nada hay tan malsano, en medio de nuestro modernismo malsano, como la compasión cristiana. Ser en este caso médico, mostrarse implacable, empuñar el bisturí, es propio de ¡tal es amor a los hombres, con esto somos nosotros filósofos, nosotros los hiperbóreos!
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