Aprendiz de mí - María Victoria Romero Hidalgo - E-Book

Aprendiz de mí E-Book

María Victoria Romero Hidalgo

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Beschreibung

La pandemia ha evidenciado nuestra vulnerabilidad y fragilidad, pero también la grandeza a la que estamos llamados. María Victoria Romero Hidalgo nos propone en esta obra, a partir de su experiencia en diversos contextos, abrir cauces al autoconocimiento y las relaciones sanas con nosotros mismos y con los demás para alcanzar una vida más equilibrada y feliz. Porque somos únicos y originales, pero, al tiempo, «en nosotros late la misma humanidad, en su grandeza y limitación». Un libro lleno de valores, recursos, herramientas y propuestas para desarrollar, entre otros aspectos, la inteligencia espiritual, la toma de decisiones, la escucha activa, la empatía, la creatividad, el tacto o el valor de la trascendencia. Los beneficios de este libro están destinados a iniciativas de ayuda a la infancia en territorios de misión; fundamentalmente, proyectos educativos en lugares desfavorecidos.

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Índice

Portada

Portadilla

Créditos

Prólogo

Introducción

Parte 1: LA MIRADA

Momento 1. Ver o mirar

Momento 2. Las inteligencias

Momento 3. Emociones

Parte 2: ESCUCHA

Momento 4. El estrés

Momento 5. Toma de decisiones

Momento 6. Estilos de comunicación

Parte 3: EL GUSTO

Momento 7. Escucha activa

Momento 8. Empatía

Parte 4: OLOR

Momento 9. La negociación

Momento 10. Pensamiento creativo

Parte 5: EL TACTO

Momento 11. Lo que tocamos

Parte 6: EL SEXTO SENTIDO

Momento 12. ¿Quién soy?

Conclusión

Un corazón agradecido

Notas

© SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113

E-mail: [email protected] - www.sanpablo.es

© María Victoria Romero Hidalgo 2021

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428560849

Depósito legal: M. 331-2021

Printed in Spain. Impreso en España

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

Dedico estas páginas, de manera especial,

a mis sobrinos y mi ahijado,

que en algún momento de sus vidas se preguntarán:

¿Quién soy?

Prólogo

Si todo lo tomas personal vivirás ofendido

la mayor parte de tu vida,

recuerda que las personas no te hacen cosas,

las personas hacen cosas y tú decides si te afectan o no.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY, El Principito, 1943

—¿Quién eres tú? –preguntó el Principito–. ¡Qué bonito eres!

—Soy un zorro –dijo el zorro.

—Ven a jugar conmigo –le propuso el Principito–, ¡estoy tan triste!

—No puedo jugar contigo –dijo el zorro–, no estoy domesticado.

—¡Ah, perdón! –dijo el Principito.

Pero después de una breve reflexión, añadió:

—¿Qué significa «domesticar»?

—Tú no eres de aquí –dijo el zorro–, ¿qué buscas?

—No. Busco a los hombres –le respondió el Principito–. ¿Qué significa «domesticar»?

[...]

—Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»? –volvió a preguntar el Principito.

—Es una cosa ya olvidada –dijo el zorro–; significa «crear vínculos...».

—¿Crear vínculos?

[...]

—Por favor... domestícame –le dijo.

—Bien quisiera –le respondió el Principito–, pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas...

—Solo se conocen bien las cosas que se domestican –dijo el zorro–, ¡Si quieres un amigo, domestícame!

—¿Qué debo hacer? –preguntó el Principito.

—Debes tener mucha paciencia –respondió el zorro...

Inicio con esta escena –tomada de forma libre– de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry (1943) porque si hay una frase con la que identifico a María Victoria es con esta otra del mismo capítulo: «solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos».

Son bastante los años que conozco a María Victoria y cada encuentro con ella me proporciona conocimiento, calma, empatía y claves para afrontar cualquier situación que se presenta. Para quien se acerca a ella tiene la cualidad de ser «persona nutricia» en todos los órdenes de la vida, es uno de los tesoros que la vida pone en tu camino.

El libro que tienes en tus manos, Aprendiz de mí, nos habla de valores, de recursos, de herramientas, de propuestas que pueden ayudarte a conocerte, a interaccionar mejor con los demás y, en definitiva, a vivir una vida plenamente.

A lo largo de cada uno de las partes en las que está estructurada la obra se advierte el profundo conocimiento de los conceptos psicológicos que desarrolla. Está realizado con precisión, con mimo, elegidos los términos adecuados para su comprensión y que tras su asimilación se pueda llevar a la práctica cada uno de los conceptos que desarrolla.

El manual se articula en seis partes, en doce capítulos o momentos, como los denomina la autora, siguiendo el peculiar estilo trazado en sus anteriores obras. Es una detenida y precisa mirada a cada uno de los sentidos, a los que atribuye y en los que ensambla los diversos conceptos que forman parte del corpus de la disciplina psicológica. Conceptos que, como perlas pulidas con extrema pericia, engarzan un corolario de conocimientos. Su explicación sencilla, comprensible, y la forma pedagógica con que la transmite ayudan a adentrarse en el conocimiento e interiorizar los enigmas principales para emprender el turismo interior a que nos invita la autora; la mirada: ver o mirar; las inteligencias múltiples (Gardner, 1998) a las que ella añade su concepto de inteligencia espiritual, la necesidad de transcendencia del ser humano y su propuesta de «sentarme conmigo y acogerme»; el momento de las emociones: cómo se retroalimentan el pensar-sentir-hacer o su metáfora de «las madejas de mi mundo afectivo». Desgrana el concepto del estrés aportando una receta similar a la que dio Viktor E. Frankl (1947): «lo que los seres humanos necesitan no es vivir sin tensiones, sino sentir y responder con energía a la llamada de ESE ALGO que les está esperando para poder realizarse». Incide en señalarnos la importancia y presencia de las emociones en la toma de decisiones: «la racionalidad está teñida de emociones», expresión acuñada por el premio nobel de Economía Herbert A. Simon (1978).

Más adelante nos explica por qué y para qué mantener una sana comunicación intra e interpersonal; la importancia de la Escucha activa en nuestra vida de relación y cómo ejercitarse en ella, ya que, como señala Rojas-Marcos (2005): «Intercambiar emociones y pensamientos, dar y recibir afecto y aceptar y ser aceptados por los demás son actividades que estimulan estados de ánimo positivos». Otro de los momentos donde la autora muestra su vasto conocimiento en los conceptos psicológicos y del Alma humana queda palpable al describir y manejar el valor de la empatía: «manera en la que nos acercamos a la parte más íntima, sagrada, delicada de la persona».

No menos importante en su desarrollo son los conceptos de negociación y creatividad, con la paleta de ejercicios que propone para fomentar esta última.

Dedica otro momento al menos conocido de los sentidos: el tacto; con hábil destreza nos acerca a la ciencia del mismo, a distinguir sensualidad y sensitividad y las repercusiones que tienen en nuestra vida de relación.

La última parte del libro, a mi juicio, es la más íntima y personal y la dedica María Victoria a detenerse en el momento: quién soy, de contenido filosófico-teológico, donde se llega al conocimiento más profundo de ese «camino interior»; el valor de la transcendencia, la invitación a participar y a descubrir la esencia auténtica del SER, en sus palabras, del «tacto transcendente». Con sencillez, humildad y profundo respeto nos hace partícipes de su filosofía y credo de vida, su santuario: «el que me hace vivir y me invita a compartir mi vida».

Felicito y agradezco, encarecidamente, a María Victoria, su sabiduría, su saber hacer, su generosidad en poner a disposición de los demás este manual, que, con seguridad, será bien acogido como «libro de cabecera» por quienes quieran conocerse, conocer y ayudar en ese empeño a los demás, proporcionando herramientas y ejercicios tanto para el autoconocimiento como para la intervención. Texto sencillo, de conceptos asequibles, que invita a la reflexión, para ser leído y saboreado sin necesidad de seguir un orden específico.

El libro destila conocimiento y profundidad en el abordaje de los contenidos; cada momento es una invitación al encuentro con nosotros mismos, propone cuestiones para deshacernos de lo superfluo, nos muestra rutas para adentrarnos en el camino interior y nos formula recetas para nutrir nuestro entusiasmo si, como decía Simone de Beauvoir (1989), elegimos «dedicarnos a otras personas, a grupos o a causas y vivir una vida de entrega y proyectos».

Granada, ocho de julio de 2019.

CLOTILDE BERZOSA SÁEZ

Psicóloga. Directora de Programas CIS

«Matilde Cantos Fernández» Profesora del Dpto.

de Psicología Social. Universidad de Granada

Autores citados

BEAUVOIR, SIMONE DE, La vejez (1970), Edhasa, Barcelona 1989.

FERNÁNDEZ BERROCAL, P.–RAMOS DÍAZ, N., Corazones inteligentes, Kairós, Barcelona 2005.

FRANKL, VIKTOR E., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 1979.

ROJAS-MARCOS, LUIS, La fuerza del optimismo, Aguilar, 2005.

SAINT-EXUPÉRY, ANTOINE DE, El Principito (1947), Lectulandia.

Introducción

Después de un tiempo de pensamiento, experiencia y deseos de compartir, me he sentado a recoger en algunas páginas conclusiones y aprendizajes1.

La vida nos va llevando y acercando a horizontes inimaginables e inesperados. Por eso, es importante ir preparándose. Adquirir herramientas que ayuden a afrontar los retos que se plantean. Unas veces serán circunstanciales, pero muchos tienen que ver con las relaciones y con lo personal.

Partimos siempre de nuestro Ser Misterio. No alcanzamos a conocer la profundidad de cuanto somos, podemos o queremos. Es necesario hacer una valoración semejante del entramado relacional en el que vamos desarrollando nuestro día a día.

Por un lado o por otro estamos sometidos a constantes conflictos. Hay un contraste entre lo que somos y queremos, pero también en lo que proyectamos, esperamos o queremos de los demás. Tomar conciencia de nuestras propias limitaciones, para asumir el riesgo de saber quién soy, para qué soy, qué significan los demás en mi proceso de crecimiento y desarrollo personal. Adentrarnos en la dificultad de las relaciones, y también en la satisfacción que nos conllevan.

Este libro es un intento de acercarnos a nuestro ser, como aprendices que quieren saber de sí mismos. Esta actitud humilde con nosotros nos puede hacer comprender la propia limitación de los demás. Y en vez de enjuiciarlos y hablar mal de ellos, sin conocer, intentar aceptar lo que no comprendemos, y arriesgarnos también a valorarlos. Hay personas a quienes les cuesta alegrarse por los éxitos de otros, y en el fondo, lo más que hacen es proyectar sus propias frustraciones, la envidia y la crítica fácil.

A medida que me voy conociendo, este tipo de actitudes quedan en un segundo plano. Me centro en mi propia historia, y escribo historia con los demás. Con los que quieren. Los que se dedican a buscar errores o imperfecciones, no tienen tiempo de redactar, sino de producir borrones en las relaciones y crear mal ambiente.

No somos perfectos. Tenemos que aprender a convivir con la imperfección, la propia y la de los demás. A valorar nuestros esfuerzos, y nuestras conquistas. Y a vivir sonriendo a la vida.

Este libro quizás pueda ser un empujoncito para provocar el conocimiento personal, y ayudar a aproximarnos a los demás de manera más constructiva y sana. Conociéndonos, aprendemos a amarnos, y desde el amor amaremos a los demás, y a Dios.

Este libro no es un manual técnico, aunque puede ser libro de consulta, sencilla y asequible. Un material que ayude a pensar, descubrir y crecer en lo profundo, lo esencial, lo verdadero, bueno y bello.

Junio de 2019

Parte 1:

LA MIRADA

Momento 1

Ver o mirar

Empezaríamos con una pregunta: ¿Es lo mismo ver que mirar? Quizás esta cuestión haya provocado alguna curiosidad. Desde el interés, se comienza a aprender.

En este momento nos vamos a adentrar no en un sentido que nos relaciona con el medio en que nos encontramos, sino con una manera de interactuar con la realidad, con los demás y con nosotros mismos.

Una propuesta antes de seguir es detenernos y tomar conciencia de qué vemos y de cómo miramos. Y también, de cómo somos vistos, de qué forma somos mirados.

Este momento es muy importante. Nuestra mirada dice de nosotros. Y cómo somos mirados por las personas con las que nos relacionamos. Hay personas que nos ven o nos miran –decimos– con buenos ojos, y otras que nos matan con la mirada. Son dos formas muy diferentes de relación, y aunque no somos un diamante en bruto, tampoco somos una piltrafa. Somos lo que somos, y la manera con la que nos miran, a veces no dice tanto de nosotros como de quien nos ve.

Estoy alternando dos términos como sinónimos, aunque no lo son. Aún vamos a dejar unas líneas más para ir distinguiendo significados. La vista, la mirada, nos acerca a una realidad externa. Nos descubre una alteridad que precisamos, pero que también será fuente de oportunidades, o de amenazas. Vivimos en un entorno social y natural en el que tenemos que convivir, crecer y sufrir. Sí. Lo otro y los otros también nos dañan y, aunque muchas veces quizás no seamos conscientes, también somos nosotros productores de dolor.

“Cuando miro, lo hago con todo lo que soy. No es solo una parte de mí, sino mi totalidad”.

Volviendo al ver y mirar, vamos a ir aclarando conceptos. Ver tiene que ver, valga la redundancia, con el ojo. Es una acción, podríamos decir, externa, descriptiva. Puedo detallar lo que ahora mismo soy capaz de ver, de manera concreta y objetiva. La habitación en la que me encuentro, los objetos que tengo delante, los colores, las formas. También es verdad que, en mi caso, para precisar la visión necesito unas gafas que me ayuden a enfocar bien lo que está lejos. Ver es un acto eminentemente físico.

Cuando miro, lo hago con todo lo que soy. No es solo una parte de mí, sino mi totalidad. Podemos ver lo mismo, pero seguro que nuestra mirada marca diferencias. Puedo ver una puesta de sol, y mirar la maravilla que me envuelve, mientras la luz solar se va ocultando, y va dejando a su paso una paleta de colores en el horizonte.

Ya decía el Principito que «no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos»1. Mirar con el corazón es ver mucho más allá, más profundo, más ancho, más largo, que la evidencia de lo que tengo delante. Hay mucha realidad mistagógica que la mirada no puede atrapar, y eso no quiere decir que no exista.

Pero la mirada también tiene un problema: de mi mirada sé muy poco. Y es que es muy difícil saber cómo miramos. Son otros los que nos pueden cuestionar nuestra mirada, y quizás no seamos conscientes de cómo miramos. Si nos enfrentamos al reflejo en un espejo, tampoco descubriremos nuestra mirada, solo podremos ver unos ojos reflejados, que poco dicen de lo que miramos.