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Él siempre anteponía los negocios... pero en aquella ocasión se mezclaron con el placer. Al tomar las riendas del legendario negocio de su familia, la casa italiana de modas FV, Cristiano Vitale se había jurado a sí mismo que iba a devolverle la gloria que había tenido antaño. Pero para eso necesitaba que la nueva cara de la marca, la supermodelo Jensen Davis, hiciera su trabajo. Y el problema era que Jensen no hacía más que protagonizar un escándalo tras otro, lo cual estaba empezando a afectar a la imagen de la compañía. Jensen no quería poner en peligro la reputación de FV, ni su propia carrera, pero siempre acababa ocupando los titulares por encubrir a su madre, una actriz en declive, cuyas adicciones trataban de ocultar a toda costa ella y sus hermanas. Y cuando Cristiano se la llevó a su villa en Italia para apartarla del foco mediático, aunque quería concentrarse en el trabajo, se encontró con el corazón dividido entre el deber para con su familia... y lo mucho que deseaba que aquel italiano tan sexy se enamorara de ella.
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Seitenzahl: 198
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2023 Jennifer Drogell
© 2024 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Arrastrados por el escándalo, n.º 3060 - enero 2024
Título original: How the Italian Claimed Her
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 9788411805872
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Si te ha gustado este libro…
CRISTIANO Vitale acababa de tomarse un sorbo de café, un expreso bien cargado, para entonarse y despertarse un poco, cuando entró en su despacho Antonio Braga, el director de marketing. Parecía agotado, y solo faltaban unas semanas para el lanzamiento de la colección más importante en la historia de FV, las siglas por las que se conocía a la legendaria casa de modas italiana Francesco Vitale, fundada más de cincuenta años atrás por su abuelo, quien le había dado su nombre. Ahora, tras su muerte, era él quien estaba al timón, y la empresa se encontraba en un punto muy delicado, abocada a reinventarse o desaparecer.
Se había levantado a las cuatro de la mañana y lo último que le apetecía era empezar el día teniendo que apagar otro fuego. Sin embargo, por la sensación de frustración que Antonio llevaba escrita en la cara y lo estresado que se le veía, parecía que no le quedaba otra.
Se echó hacia atrás en su asiento, dejó la taza de café en su platillo, sobre el escritorio, y señaló con un ademán la silla frente a él.
–Tienes cinco minutos antes de mi reunión con nuestro equipo de abogados, así que procura que sea rápido.
Antonio no se sentó, sino que fue hasta la ventana, que ofrecía una magnífica vista de Milán, y se quedó mirando la calle con los hombros tensos antes de volverse.
–Necesito que me hagas un favor.
Cristiano enarcó una ceja.
–¿Qué favor?
Antonio apoyó la cadera contra el alféizar de la ventana.
–¿Esta noche estarás en Londres?
–Sí –contestó Cristiano. Era un viaje relámpago que preferiría no tener que hacer, pero era muy importante–. ¿Por qué? ¿Quieres venir conmigo?
–Ni hablar –replicó Antonio, pasándose una mano por el pelo–. Tengo que supervisar el cierre de la campaña publicitaria y la grabación de un anuncio para la televisión, y me falta tiempo para lo uno y para lo otro –se quedó callado un momento y fijó sus ojos en los de él–. Se trata de Jensen Davis.
A Cristiano se le erizó el vello de la nuca. La enfant terrible que era la imagen de su firma, la supermodelo americana Jensen Davis, a la que pagaba millones, llevaba semanas dándole problemas, generando titulares escandalosos que amenazaban con mancillar el legado de FV en el momento en que la firma menos se lo podía permitir.
–¿Qué ha hecho ahora? –gruñó.
Antonio se sacó del bolsillo una hoja de periódico, se acercó y se la plantó delante. Cristiano la tomó para mirarla. Era de un diario inglés, y lo primero que le saltó a la cara fue una fotografía en la que se veía a la joven de veintiséis años saliendo de un club nocturno, tambaleándose y ataviada con un vestido rojo despampanante, aparentemente a altas horas de madrugada. El sedoso cabello castaño le caía sobre los hombros, y el maquillaje resaltaba sus increíbles ojos negros.
Leyó por encima el cuerpo del artículo.
¡Pelea de gatas!
Jensen Davis, la modelo más sexy de las pasarelas, ha vuelto a acaparar los titulares con su comportamiento, protagonizando una auténtica pelea de gatas con la princesa Juliana Margues la noche pasada en el club nocturno Zoro. Se rumorea que el motivo de la riña era el baño que Davis se dio en cueros en la Fontana di Trevi, la famosa fuente monumental de Roma, junto al príncipe Alexandre de Santeval, con el que la princesa mantiene una relación intermitente, ya que una y otra vez rompen y vuelven a reconciliarse.
Tras el acalorado encuentro entre ambas, durante el cual discutieron a voz en grito, según parece Margues acabó arrojándole el contenido de su copa a Davis, y esta huyó por la puerta trasera con su séquito.
¿Hasta dónde llegará esto antes de que intervenga la Casa Real? Seguramente no haya que esperar mucho. Entretanto, Davis será la principal estrella del Designer Extravaganza de esta noche, el desfile benéfico en favor de la Fundación London Hospital, el evento más esperado de la temporada.
A Cristiano le hervía la sangre en las venas. Por si no había sido suficiente con el escándalo que había provocado lo de Roma, ¿ahora también estaba buscándole las cosquillas a la Casa Real británica? Aquello se estaba pasando de la raya, y lo que más lo enfurecía era que la propia Jensen le había asegurado que había dejado atrás su comportamiento irresponsable, que le había reiterado que en adelante se comportaría como una profesional. Inspiró profundamente en un intento por calmar su ira.
–Te dije que hicieras algo al respecto, Antonio. Esto ya es demasiado. Troppo.
–Lo he intentado –se defendió su director de marketing, enrojeciendo–, pero es que no he conseguido hablar con ella. Está todo el tiempo viajando de un sitio a otro, y su agente no ha sido de ninguna ayuda.
–Lo que pasa es que está fuera de control –rugió Cristiano, clavando el dedo repetidamente en la hoja de periódico–. Se gasta treinta mil euros en un casino de Mónaco… Ultraja un monumento que es sagrado para los ciudadanos de Roma… Descuida sus responsabilidades para con nosotros… No me extraña que Pascal esté al borde de un ataque de nervios –dijo, refiriéndose al nuevo diseñador estrella de FV, destinado a suceder a su abuelo como parte creativa de la compañía–. No puede terminar la colección sin ella, y Jensen se comporta como si fuera un fantasma, apareciéndose solo cuando se le antoja –masculló, agitando la mano en el aire.
Antonio se frotó la nuca.
–En lo que se refiere al trabajo, siempre ha sido muy profesional; no sé qué es lo que le está pasando. Y no sé cómo lidiar con esto.
Cristiano resopló de pura frustración. Había hecho la vista gorda con algunos de los escándalos de Davis porque tendían a aumentar su popularidad y, por ende, también la de FV. Sin embargo, sus últimas andadas podrían acabar dañándola a ella y a la marca si las cosas seguían así.
–¿Hace falta que te recuerde todo el dinero que hemos invertido en ella? –le dijo a Antonio–. ¿Que al contratarla por recomendación tuya fui contra los deseos de mi abuelo, quien seguramente ahora se estará revolviendo en su tumba?
–Y aún mantengo que fue una buena recomendación –contestó su director de marketing con aplomo–. Jensen Davis es la influencer más importante del momento. Los millenials la adoran, y si queremos ganárnoslos para que FV sobreviva, la necesitamos. Las jóvenes aspiran a ser como ella, Cristiano. Desde que la contratamos hemos recuperado relevancia en el mercado.
–Pues nuestra relevancia irá en picado si sigue comportándose de esta manera.
–No permitiré que eso pase –le aseguró Antonio–. Conseguiré que cumpla con su contrato. Hasta ahora siempre ha estado a la altura.
Cristiano exhaló un profundo suspiro. Había contratado a Jensen porque se había convertido en un icono de su generación. En su adolescencia había estado obsesionada por la moda, y antes de hacerse modelo había llegado a convertirse en una influencer de fama mundial gracias al reality show hollywoodiense de su familia.
Sin embargo, no era una decisión que hubiera tomado a la ligera. De hecho, cuando el departamento de marketing había propuesto su nombre, él se había opuesto, convencido de que les traería más problemas que otra cosa. Sin embargo, no había podido negar la influencia que tenía sobre el mundo de la moda, ni el poder que ejercía en la cultura de masas del momento.
Había accedido a ir a una sesión de fotos que estaba haciendo para verla trabajar, seguro de que eso le demostraría que no era buena idea contratarla, pero se había encontrado tan cautivado por su belleza como el resto de los asistentes, por la magia que desplegaba frente a la cámara. Su instinto le había dicho entonces que era la modelo perfecta para convertirse en la imagen de FV, algo por lo que se había enfrentado a su abuelo hasta que este había dado su brazo a torcer, aunque a regañadientes.
–¿Y cuál es tu plan? –le preguntó a Antonio–. Porque doy por hecho que tendrás alguno.
–Sí, claro –murmuró el director de marketing, tirándose de la corbata en un gesto de nerviosismo poco característico en él–. He pensado que podrías asistir al Designer Extravaganza esta noche y hablar con Jensen, recalcarle la importancia que tienen las próximas semanas para la compañía. Viniendo de ti, creo que tendría más impacto. A menos, claro –añadió vacilante–, que quieras que viaje contigo a Londres y lo haga yo mismo.
Cristiano se frotó la barbilla con la mano. No tenía tiempo para aquello. Tenía tres crisis con las que lidiar en dos continentes distintos y una cadena de suministros con un sistema anticuado que estaba haciendo de su vida un infierno. Y también un acuerdo de inversión muy necesario y que aún no había conseguido cerrar.
–No. Tú céntrate en la campaña; yo me ocuparé de Jensen.
Jensen paseó la mirada por la sala que estaban usando para prepararse para el desfile, en el histórico y elegante edificio Guildhall, en Londres. Todo el mundo estaba nervioso: las modelos, los estilistas, los encargados del vestuario… Normalmente esos últimos minutos cargados de adrenalina le proporcionaban la energía que necesitaba para salir a la pasarela, pero esa noche estaba agotada. Solo había dormido cuatro horas y en el mes que acababa de terminar había tenido una agenda frenética.
Además, al salir del hotel para ir allí la había asaltado un enjambre de reporteros y había tenido que abrirse paso a empujones, en medio de las preguntas que le gritaban. «Jensen, ¿qué tienes que decir de la acusación de la princesa Juliana de que le has robado a su prometido?». «¿Te sientes culpable por haber destrozado su relación?». «¿Tienes un romance con el príncipe Alex?». «¿Qué crees que piensa la Casa Real al respecto?».
Ella los había ignorado a todos y se había subido al taxi que estaba esperándola, pero sabía que el tema no se olvidaría fácilmente. Ocuparía los titulares de la prensa sensacionalista durante meses.
Y todo porque había cedido a las súplicas de su madre, que le había dicho que necesitaba un último favor para que no cancelaran su programa de televisión, Divas de Hollywood.
A Verónica Davis, la estrella en declive de la gran pantalla, solo le quedaba ya aquel reality show que llevaba diez años en antena, y que ahora protagonizaba junto a otras viejas glorias. Jensen y sus hermanas habían aparecido desde el principio en el programa, que entonces había girado en torno a su vida familiar, pero las tres lo habían dejado hacía tiempo porque querían tener una vida privada, lejos de las cámaras, y labrarse una carrera profesional. También se habían negado a seguir tomando parte en los dramas y escándalos fingidos que ideaba su madre para mantener el interés del público.
El problema era que, a resultas de su salida del programa, los índices de audiencia se habían desplomado, y los productores habían amenazado con cancelarlo a menos que a su madre se le ocurriese algo para que cerrasen esa temporada con un final sonado que hiciese que los índices subieran de nuevo.
Ella, decidida a mantener la distancia con esa vida que había dejado atrás, se había negado siquiera a considerarlo cuando le había pedido que se bañase en la Fontana di Trevi, pero su madre se había echado a llorar, diciéndole entre sollozos que si perdía el programa ya no le quedaría nada, que acabaría en la ruina. Y Jensen sabía que así sería, porque se había pasado los últimos dieciocho meses sufragando sus gastos. Su madre siempre le decía que era la última vez que le pedía dinero, pero al poco tiempo volvía a hacerlo.
Y no podía pedirles a sus hermanas Ava y Scarlett que le echaran una mano, porque acababan de establecer un pequeño negocio de moda y diseño en Manhattan, con lo cual no les sobraba precisamente el dinero y todo recaía sobre ella.
Lo de generar un pequeño escándalo y publicidad para el programa de su madre, bañándose en una fuente de Roma a medianoche con su amigo Alex, al principio le había parecido algo inocente e inofensivo. Hasta que Alex lo había aprovechado para intentar recuperar a su exprometida.
No podría haber imaginado que Alex planeaba dejarla tirada en el barro, en medio de los rumores sobre un posible romance entre ellos, negándose a corregir los titulares de los periódicos, con la esperanza de que a Juliana le entraran celos y volviera corriendo a sus brazos. Y a juzgar por el comportamiento de la princesa la noche anterior, parecía que estaba a punto de hacerlo.
–Te hice un favor –protestó Alex cuando lo llamó para pedirle que interviniera y desmontara aquellos rumores–. Gracias a mi ayuda se ha salvado el programa de tu madre.
Técnicamente era cierto, porque los índices de audiencia del último episodio de la temporada se habían disparado, garantizando que estarían un año más en antena, pero… ¿qué pasaba con ella?, ¿qué había de su reputación, de lo mucho que se había esforzado por demostrar su profesionalidad como modelo?
Jacob, el peluquero que le estaba arreglando el cabello, le dio un último retoque y la roció con una nube de laca. Debería haber sabido que aquello ocurriría, se dijo Jensen. Los medios siempre retorcían los hechos para que se ajustasen a las mentiras que publicaban.
–Venga, Jensen… –le suplicó una vez más Lucy Parker, una modelo británica, mientras las avisaban de que solo faltaban diez minutos para el desfile–. ¿Qué hay entre Alexandre y tú? A mí puedes contármelo; no se lo diré a nadie. Es imposible que solo seáis amigos.
–Pues es la verdad –respondió Jensen hastiada, por decimonovena vez–. ¿Por qué resulta tan difícil de creer?
–Porque es guapísimo… y el heredero de una fortuna. Por no mencionar que os estabais bañando desnudos en esa fuente…
–No estábamos desnudos; llevábamos ropa interior –replicó Jensen. Era un detalle que a la prensa se le había «olvidado» mencionar–. Y solo estábamos haciendo el ganso –añadió, deseando poder retroceder en el tiempo para cambiar las cosas.
–Bueno, ¿y a quién le importa el príncipe Alexandre? –irrumpió Millie, una modelo francesa–. Me he enterado de que Cristiano Vitale está aquí. ¡Mon Dieu!, es el hombre más sexy que he visto jamás –murmuró–. Una vez me lo presentaron, pero no fui capaz de mirarlo a los ojos de lo que intimida…
A Jensen le dio un vuelco el estómago. ¿Cristiano Vitale estaba allí? ¿Por qué? FV ni siquiera tenía presencia en aquel desfile… Y tampoco era habitual que el presidente de la compañía asistiese a esa clase de eventos… Los titulares sensacionalistas de las semanas anteriores acudieron a su mente de inmediato, igual que el mensaje de texto que había recibido de su agente hacía un par de horas, camino de allí, y al que no había contestado porque iba tarde. Ahora que lo pensaba, sonaba como si algo serio hubiese pasado… ¡LLÁMAME!, era todo lo que decía, así, en mayúsculas.
–Y tú debes saberlo todo –le dijo Millie a Jensen, mirándola con envidia–. ¿Ha venido acompañado? ¿Sabes si está saliendo con alguien?
–No tengo ni idea –contestó Jensen.
No había visto a Cristiano Vitale desde su primera sesión de fotos para la compañía, una sesión que él había supervisado con un tremendo aire de superioridad, como si fuera el rey de Inglaterra. Tenía la impresión de que había querido estar presente para asegurarse de que no había desperdiciado sus millones en basura salida de un reality show. La había enfurecido tanto la arrogancia con que la había tratado…
–Se dice que va a casarse con Alessandra Graso, una joven de la alta sociedad –apuntó una modelo española–. Así que no os hagáis ilusiones.
–Bueno, parece que tienen una relación intermitente: lo retoman y lo dejan –replicó Millie–. Y ahora mismo parece que no están juntos, así que… se ha levantado la veda.
–Yo, si se presentara la ocasión, ya lo creo que intentaría ligármelo. Puede que fuera jugar con fuego, pero no me importaría nada quemarme –dijo Lucy, abanicándose con un espejo de mano.
Si Cristiano estaba allí, podía ser por mil razones, pensó Jensen. Tal vez estuviera en la ciudad por negocios, o a lo mejor conocía a alguno de los asistentes.
El encargado volvió a asomarse para avisarles de que solo quedaban dos minutos. Jensen inspiró profundamente para intentar calmarse. Dentro de veinte minutos el desfile habría terminado, se dijo. Lo único que tenía que hacer era poner un pie delante del otro sobre la pasarela con los tres modelos que iba a lucir. Luego se pasaría brevemente por la fiesta que se celebraba a continuación y se iría lo más pronto posible para recuperar un poco de sueño atrasado antes de volar a París.
Ocupó su lugar a la entrada del escenario porque le tocaba salir la primera. Las cegadoras luces de los focos y la estrecha pasarela podían convertir en un desastre un paso en falso. De fondo, por encima de la música, se oía el runrún del público.
–Haz un reconocimiento visual –le susurró Lucy al oído–. A ver si averiguas dónde está sentado.
Jensen preferiría no hacerlo. El volumen de la música fue subiendo y las luces se atenuaron. La adrenalina se disparó por sus venas. Le hicieron la señal para que comenzara. Salió a la pasarela e hizo una pausa dramática bajo el foco que la iluminaba para que la gente se fijara en ella. Cuando la música llegó al compás que se esperaba, comenzó a avanzar por la pasarela con el paso decidido y el suave contoneo de las caderas que eran su señal de identidad.
Cuando llegó al final de la pasarela se detuvo para posar, y se concentró en exhibir el increíble vestido que llevaba desde todos los ángulos. Y allí parada, mientras los flashes de las cámaras se disparaban, fue cuando lo vio.
Sentado en la primera fila, junto al director ejecutivo del desfile, estaba Cristiano Vitale, con sus intensos ojos azules fijos en ella. Era evidente que estaba furioso. Podía sentir la ira emanando de él como una fuerza invisible, y de pronto supo que no era una coincidencia que estuviera allí.
Se le puso la piel de gallina. Estaba en un lío. Pero lo único que podía hacer era afrontar las consecuencias. Lanzó un beso al público y recorrió el camino inverso por la pasarela para el cambio de vestuario. Sin saber cómo consiguió sobrevivir hasta el final del desfile bajo la mirada iracunda de Cristiano, que la observaba sin pestañear.
Cuando alguien le pasó un mensaje que decía que quería verla al terminar el evento, no se sorprendió, aunque se le revolvió el estómago ante la idea de tener que hablar con él. Pero mejor enfrentarse a ello cuanto antes, se dijo. No se quitó el maquillaje porque maquillada se sentía menos vulnerable, y se puso el vestido verde oliva que el diseñador al que representaba esa noche había elegido para ella.
Tomó su bolso de mano y bajó las escaleras que llevaban a las antiguas criptas medievales situadas justo bajo el Gran Salón, donde se estaba celebrando la fiesta posterior al desfile. Paseó la mirada por entre la gente, buscando a Cristiano, y no tardó mucho en encontrarlo. Estaba de pie, apoyado en una de las gruesas columnas de piedra con una copa en la mano. Llevaba un traje gris oscuro de tres piezas que lo hacía destacar entre el resto de los hombres que habían asistido al evento, ya que casi todos iban con esmoquin. La inmaculada camisa blanca hacía resaltar su piel aceitunada, y su corbata gris plata era el epítome de la elegancia europea. Esa misma elegancia se reflejaba también en su perfecto corte de pelo, con el negro cabello peinado hacia atrás, dejando despejadas sus viriles facciones.
Se obligó a avanzar hacia él, aunque sus piernas de repente parecían acartonadas, y se detuvo a unos pasos.
–Hola, Cristiano. Creo que querías verme –le dijo.
–Hola, Jensen. Así es –respondió él, con un leve asentimiento de cabeza.
Su leve acento italiano y su profunda voz hicieron que un cosquilleo la recorriera. Y cuando él se inclinó para besarla en ambas mejillas, como era costumbre en su país, sintió que una ola de calor afloraba en su pecho. Sus ojos, azules como zafiros, la recorrieron de arriba abajo, fijándose en cada detalle del sexy vestido con transparencias que llevaba. A Jensen le parecía como si tuviera la piel ardiendo.
Irguió los hombros y lo miró a la cara, negándose a dejar que la intimidara.
–No… no tenía ni idea de que estabas aquí –mintió, irritada al ver que le había salido un ligero balbuceo al empezar a hablar–. No sabía que iba a venir nadie de FV.
–Tenía que venir por un asunto de trabajo. Richard Worthington es amigo mío –contestó él, tomando un sorbo de su copa–. Y pensé, dada la ristra de titulares que has suscitado en las últimas semanas, sería buena idea que tuviéramos una pequeña charla.
A Jensen se le atenazaron los nervios aún más. Era lo que imaginaba. Tragó saliva y replicó:
–A los medios les gusta hacer una montaña de un grano de arena, y por desgracia parece que soy uno de sus objetivos favoritos.
–Porque te lo buscas. Has levantado tu carrera en torno a esos titulares.
–Yo no… –Jensen se mordió el labio. Aquel afilado comentario la había pillado con la guardia baja–. Puede que en el pasado fuera así, pero ya no.
Cristiano enarcó una ceja.
–¿Acaso es mentira que tu séquito y tú os gastasteis treinta mil euros en un casino de Mónaco? ¿Y que vandalizasteis las habitaciones de vuestro hotel? ¿Fue otra la que se bañó desnuda en la Fontana di Trevi a medianoche? ¿Una doble tuya, quizá? Y supongo que ese episodio de la princesa, echándote su bebida a la cara, no habrá sido más que otro invento de la prensa…
Las mejillas de Jensen se tiñeron de rubor. Lo de los treinta mil euros había sido cosa de su madre, pero no era algo que pudiera explicarle, porque los problemas de su madre con el alcohol y con el juego era uno de los secretos oscuros de la familia Davis que sus hermanas y ella habían ocultado durante años.
Tampoco podía contarle que lo de la fuente lo había hecho para que no cancelaran el programa de su madre. La cuestión era que lo había hecho, y que no había excusa alguna para su comportamiento.
Y tampoco podía negar lo de la princesa, aunque no había sido una «pelea de gatas», como lo había retratado la prensa. Lo único que había pasado era que Juliana se había puesto a gritarle, histérica, que le había arruinado la vida y le había arrojado su cóctel encima. Lo malo era que esa explicación tampoco serviría de mucho sin la historia de fondo. Así que lo único que podía hacer era ofrecerle una disculpa.