Aventuras en la Sierra del Rosario - Gricel Alfonso Cassola - E-Book

Aventuras en la Sierra del Rosario E-Book

Gricel Alfonso Cassola

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Beschreibung

Durante el 24 de mayo y el 5 de junio, un grupo de estudiantes del círculo de interés de Educación Ambiental de una escuela secundaria básica de La Habana ganan el concurso por el Día Mundial del Medio Ambiente. El premio es asistir a un campamento de exploradores en la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario, provincia de Artemisa. Lobo, el perro de uno de los jóvenes también va. Una vez allí, los excursionistas advierten extraños sucesos que inquietan a investigadores y técnicos de la Estación Ecológica y el campamento. Curiosos y creativos, los muchachos, junto a Lobo y en equipo, contribuyen a solucionar el problema. Aventuras en la Sierra del Rosario te invita a descubrir de qué se trata.

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Página Legal

Edición y corrección: Aldo R. Gutiérrez Rivera

Diseño de cubierta, pliego gráfico y composición digital: Zoe Cesar Cardoso

© Gricel Alfonso Cassola, 2020

© Sobre la presente edición:

Editorial Capitán San Luis, 2020

ISBN: 9789592115644

Editorial Capitán San Luis, Calle 38, no. 4717

entre 40 y 47, Playa, La Habana, Cuba

Email: [email protected]

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Web: www.capitansanluis.cu

www.facebook.com/editorialcapitansanluis

Página Legal

Con todo amor:

A mis hijos Grieysil y Rafcel, y

a mis nietos Rafael Mario y John Dick, por

sus inolvidables travesuras,

ocurrencias y sonrisas.

A Fanny, Yuyo, Moon, Pequetico, Kalinka y

Kenny, mascotas caninas que a lo largo de mi vida,

con sus pillerías y fidelidad, me

ayudaron a ser más humana.

A la UNESCO y su Programa MaB,

y al Comité Cubano del MaB, por

el esfuerzo y la dedicación a la conservación

de los tesoros naturales de nuestro planeta.

Pon un gramo de audacia en todo lo que hagas.

Baltasar Gracián

24 de mayo

¡Alerta en la Estación Ecológica!

Miguel Herrera es un ingeniero agrónomo con experiencia en proyectos para la sostenibilidad y el manejo de los ecosistemas. Actualmente trabaja como jefe de la Estación Ecológica, a cargo de las investigaciones en la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario, y conduce el equipo de investigadores y técnicos.

La Estación está ubicada en una hermosa zona de la occidental provincia de Artemisa, rodeada de vegetación boscosa, muy próxima a la comunidad rural Las Terrazas. Pertenece al Instituto de Ecología y Sistemática (IES), del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), y trabaja focalizada en los estudios y el monitoreo del manejo de la biodiversidad y la conservación del patrimonio natural de esta área, protegida por las leyes de Cuba y por la UNESCO.

—Bueno, con este punto acabamos de chequear los preparativos para el Día Mundial del Medio Ambiente. Todo está bien y los felicito por las iniciativas, sobre todo las de educación ambiental, que pusieron en práctica junto a la comunidad.

Miguel avanza hasta colocarse a un costado del gran mapa que, a escala, representa la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario. Se rasca la barbilla y señala varias tachuelas que marcan diferentes puntos en el mapa.

—Ahora quiero que conversemos sobre esto. Por eso le pedí a Carlos que nos acompañara hoy —señalando al jefe de los guardabosques; mientras mantiene el ceño fruncido añade con voz grave—: El tema es preocupante. No tengo que insistir, todos lo sabemos.

El ingeniero Miguel hace una pausa para observar los rostros de cada integrante del grupo; luego retoma el hilo conductor y continúa.

—Esta es un área protegida reconocida a nivel internacional, de modo que como están las cosas declaro la fase de alerta.

—Sí, es serio lo que está sucediendo. Los rastros fueron detectados desde el cuarto menguante del pasado abril —apunta Carlos.

—Parece que comenzó aquí en los bosques siempreverdes y después encontramos huellas allá, en los bosques semideciduos —Miguel habla y señala en el mapa—. Luego, cerca de las bases de campismo La Caridad y El taburete.

El equipo intercambia miradas y Carlos, el jefe de los guardabosques, alisándose las canas en un gesto que denota preocupación, añade:

—Desde que Miguel nos comentó las observaciones realizadas por los técnicos en sus muestreos, alerté al equipo de guardabosques y estamos reforzando las guardias nocturnas.

Carlos hace un alto en su explicación, señala hacia el paisaje y luego al mapa, antes de continuar su intervención.

—Siempre en áreas apartadas de la Reserva o muy cercanas al campamento de exploradores que, como está en reparación, por suerte, ha estado vacío.

Técnicos e investigadores miran y escuchan atentamente a Carlos, quien continúa hablándole al grupo, mientras desliza su dedo índice sobre el mapa.

—Reforzaremos la guardia en parejas por esta zona de bosques siempreverdes —dice y mira al grupo—. Hasta ahora no hay reportes en esta otra área y según lo que acaba de decirles Miguel, es posible que ocurra, porque evidentemente demuestra movilidad en la zona: ha ido cambiando de lugar.

Tito, uno de los técnicos, se quita el sombrero, se rasca la cabeza y poniéndose de pie agrega:

—Todos los técnicos estamos avisados y en cuanto veamos algo te contactaremos de inmediato, Miguel. Nunca antes había ocurrido cosa así por acá.

Miguel, frotando su barbilla, reflexiona en voz alta:

—Por ahora no debemos comentarlo a nadie más. Nos encargaremos nosotros de todo.

Observando primero a Miguel y luego al grupo, Carlos añade:

—Comparto esa opinión. No tenemos pruebas concretas. Mantengamos al margen a los colegas del centro turístico, del campamento de pioneros exploradores y del campismo popular. No es necesario involucrarlos ni preocupar a nadie más… al menos por el momento.

Todos asienten y se disponen a levantarse, cuando Miguel les hace una seña para que aguarden y precisa:

—Necesito que le quede bien claro a todos… de nosotros no puede salir ni una palabra, ni tan siquiera en la casa. No cuenten nada a la familia. Tan pronto tengamos alguna evidencia, Carlos y yo informaremos al nivel que corresponda. Debemos ser los encargados de investigar y obtener pruebas.

Se escuchan comentarios afirmativos y todos aceptan el compromiso. Miguel aprovecha para puntualizar:

—Es bueno que comprendan que una indiscreción puede malograr la investigación. Contamos con ustedes y con un buen trabajo en equipo. Hasta el momento solo tenemos sospechas, no hay nada en concreto.

El recio hombre respira hondo, vuelve la vista hacia el paisaje a través del ventanal y luego regresa la mirada mostrando una sonrisa confiada a su colectivo.

—Ahora, pueden retirarse y mantengan los ojos bien abiertos. Estamos en alerta. No vacilen en comunicarme cualquier otra cosa que aporte información sobre este asunto. Somos los responsables del manejo y equilibrio de la Reserva, y los que debemos aportar las evidencias a las autoridades.

El premio

El día amaneció despejado y cálido, como cualquier otra mañana del mes de mayo. Los jóvenes se van aproximando a la entrada de la escuela secundaria básica de un concurrido barrio habanero. Conversan en medio de la algarabía como acostumbran hacer cualquier mañana de clases. Entre saludos y bromas, los estudiantes cruzan el gran portón que da paso al patio. Dos alumnos de noveno grado caminan mientras dialogan animadamente.

—Arnaldo, ¡te luciste! —dice Ian chocando la palma de su mano derecha con la del joven—. Te declararemos pintor honorífico del Día Mundial del Medio Ambiente.

—Oye, Ian, no te burles, que no estuvo nada fácil, aunque de verdad me gustó como quedaron los dibujos —afirma el joven alto y delgado.

Se incorporan dos muchachas y una de ellas se adelanta y agrega:

—Bueno, en el contenido nos lucimos todos los del equipo: Isel, Mayda, Daniel, Sonia, Ian y yo —dice Dayma repartiendo besos al llegar.

—Está bien, Dayma, pero no podemos negar que esa portada quedó ¡espectacular! —dice Isel, empinándose sobre la punta de los pies para besar a Arnaldo, quien se inclina para que la joven llegue a su mejilla.

Los jóvenes se dan codazos entre sí cuando Arnaldo, doblándose nuevamente casi hasta la mitad de su cuerpo, le devuelve el beso en el rostro enrojecido de Isel y después, como embobado, sonríe.

Rompiendo el momentáneo silencio Daniel afirma:

—¡Vaya, que en todo fuimos unos volaísimos —y añade—: ¡Como que di tremenda patineta de un lado a otro, atrás de todo lo que ustedes pedían!

—A mí me tocó buscar datos también… Y dar pila de explicaciones a mis padres con tantas reuniones del equipo —se apura a decir Sonia, la más joven del grupo.

—No negarán que valió la pena —dice Ian con entusiasmo—. En el concurso nuestro equipo llegó hasta el nivel nacional.

—Para eso todos investigamos y nos esforzamos —dice Arnaldo y les sonríe.

—No por gusto somos un equipazo —apunta Isel.

—¿La profe tendrá ya los resultados del concurso? —pregunta Ian.

En ese instante suena el timbre de la escuela. Los estudiantes pasan el portón y se dirigen hacia el centro del patio, acomodándose en las filas de sus respectivos grupos. Al frente y sobre el podio, Esteban, el joven director de unos treinta y cinco años, entre señas y silbatos comienza a captar la atención de todos. En apenas unos segundos se impone un silencio general.

—¡Buenos días, alumnos! —dice Esteban saludando con la mano.

Los alumnos responden a coro y de inmediato el director hace un gesto y continúa con una amplia sonrisa.

—Vengo a compartir con ustedes una noticia y... ¡un premio! —dice Esteban sin dejar de sonreír, mientras en su mano agitaba un hermoso diploma.

Se produce un murmullo entre las hileras de muchachos en el patio. A un gesto del director, inmediatamente se hace un silencio general en el enorme y soleado recinto escolar.

—Nos felicitaron y les trasmito esa felicitación a ustedes, por el desempeño de nuestra escuela, y la calidad de todos y cada uno de los trabajos entregados por los equipos, y porque todos —enfatiza el director nuevamente—, ¡TODOS los trabajos que seleccionamos en la escuela llegaron hasta el nivel nacional!

Esteban hace una pausa observando el interés que muestran los estudiantes y vuelve ligeramente el rostro para mirar al claustro de profesores a sus espaldas, haciéndoles un gesto de complicidad. Nuevamente se voltea hacia la multitud de jóvenes y les sonríe. Se regodea unos segundos incrementando la expectativa en la muchachada.

—¡Hemos obtenido el premio al mejor trabajo en educación ambiental a nivel nacional!

Una algarabía general se adueña del patio. Hay saltos, abrazos, palmas que chocan. Suena el silbato y de nuevo reina el silencio, mientras los estudiantes mantienen las miradas sobre su director.

—Bueno, déjenme hablar. Miren —alzando bien la cartulina donde resaltan paisajes y colores—, nos otorgaron este diploma que enriquecerá la galería histórica de nuestro colegio.

La algarabía lo interrumpe. Esteban, con un gesto, indica a los jóvenes que hagan silencio. Cuando lo logra continúa hablando a viva voz.

—Ahora los dejaré con Silvia, nuestra querida profesora de Biología, quien magistralmente los ha guiado en estas acciones.

Nuevamente se escucha el alboroto general que corta las palabras del joven director durante unos segundos.

—A ver si me dejan terminar o tendremos el récord del matutino más largo en la historia de nuestra escuela.

Los jóvenes ríen en un brevísimo murmullo general y Esteban continúa:

—Intento decirles que ayer la profesora Silvia asistió, en representación de la escuela, a la reunión final que tuvo lugar en el nivel nacional. Atiéndanla bien, ella tiene otra noticia muy importante para ustedes.

De nuevo se siente una gran algarabía. La profesora avanza hasta colocarse al frente de los alumnos y les muestra su agradable y juvenil sonrisa.

—Lo dije y se cumple: los esfuerzos conducen a lograr metas, los resultados se premian y por eso...

La profesora Silvia habla con prisa eufórica; no obstante, se detiene y luego continúa haciendo pausas para mantenerlos en suspenso

—Además de ese diploma, todos los alumnos de nuestros círculos de interés de Educación Ambiental están invitados a pasar una semana en el Campamento de Pioneros Exploradores Comandante Pinares, que está…

Silvia hace una pausa mayor, para disfrutar los rostros de los jóvenes y seguidamente se apura a decir sin perder la sonrisa:

—¡En la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario! Esto es un premio que nos otorga el Comité Nacional Cubano del MaB,1 ellos atienden el Programa “Hombre y Biosfera”, de la UNESCO.

El murmullo crece desde las filas, causado por los alumnos que están en los círculos de interés de Educación Ambiental; es casi incontrolable.

—¡Vaya! Arnaldo, ¿oíste eso? —Isel se volteó y entusiasmada le dio un efusivo manotazo al joven de la fila de al lado.

—¡Isel, no podré ir si me partes el hígado! —ripostó Arnaldo entre sorprendido y sonriente.

—Ay, discúlpame, a otro le hubiera dado casi en el hombro, pareces una vara de tumbar gatos —respondió la joven riéndose.

—Este lo que quiere es tumbar una gatica que anda cerca —murmura Dayma a su hermana Mayda.

—¡Shhhh!, cállense —pidió serio Ian—. Déjenme oír lo que dice la profe.

Entre silbatos y señas se impone de nuevo el silencio en el amplio patio de la secundaria.