Canek - Ermilo Abreu Gómez - E-Book

Canek E-Book

Ermilo Abreu Gómez

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Beschreibung

Canek es un destello de la vida del líder indígena Jacinto Canek, quien protagonizó una rebelión contra los españoles en 1761. Ermilo Abreu Gómez presenta un relato literario que combina hechos históricos con otros ficcionales. Mezcla entre historia y literatura, entre realidad y ficción, esta obra nos acerca a un personaje histórico que se rebeló contra la injusticia social y política de su época.

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COLECCIÓN POPULAR

763

CANEK

ERMILO ABREU GÓMEZ

CANEK

Primera edición, 2019 [Primera edición el libro electrónico, 2019]

Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

© Yamilé Paz Paredes

D. R. © 2019, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios: [email protected] Tel. 55-5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-6506-5 (ePub)ISBN 978-607-16-6441-9 (rústico)

Hecho en México - Made in Mexico

ÍNDICE

Los personajes

La intimidad

La doctrina

La injusticia

La guerra

A María Asúnsolo

[…] del general y sangriento estrago que amenaza la Provincia con la causa de la sublevación de los indios de ella, los cuales se precipitaron al temerario arrojo de proclamar rey, con el nombre de Canek, a uno de ellos.

Cabildo de Mérida, 17 de diciembre de 1761

Chorreará la amargura, mientras la abundancia se sume. Arderá la tierra y arderá la guerra de opresión. Será el tiempo del dolor, del llanto y la miseria.

Profecía de Napuc Tun

No hay verdad en las palabras de los extranjeros.

Profecía de Chilam Balam

LOS PERSONAJES

Cuando llegaron ya estaban completos los nombres de los pueblos que no lo tenían y los de los pozos, para que se pudiera saber por dónde habían pasado caminando para ver si era buena la tierra…

Del Libro de los linajes mayas

1

JACINTO CANEK se levantó antes de que amaneciera. Por la noche había llovido tanto que el patio de su choza se anegó. Junto al brocal del pozo encontró a un indio. Canek le habló así:

—Ha llovido mucho, hijo, y lloverá otra vez porque ésta es la lluvia de Giaia. Giaia no fue hombre de esta tierra, sino de Oriente; pero todo lo del Oriente pertenece en espíritu a Yucatán. Lloverá otra vez.

Aún no acababa de hablar Jacinto Canek cuando empezó a llover otra vez.

Se cobijaron debajo de una palma y Canek continuó:

—Has de saber que Giaia tuvo un hijo malo llamado Giaial. Giaial quiso matar a su padre. Los dioses antiguos hablaron al oído de Giaia y le dijeron palabras de venganza. Giaia entonces mató a su hijo Giaial; tomó su cuerpo, lo despedazó y lo guardó dentro de una calabaza, la cual depositó en la falda de un cerro. De vez en vez Giaia la tomaba entre sus manos y lloraba sobre ella llanto de dolor —porque mucho había querido al hijo muerto. Y sucedió un día que al tocar la calabaza vio que de ella salían peces. Tuvo miedo porque no entendió el símbolo de este suceso, y se alejó de aquel paraje. Entonces fueron al lugar cuatro hermanos, que eran huérfanos, y quisieron comer de aquellos peces. Quiso el destino que llegara a tiempo Giaia. Los hermanos huyeron y dejaron caer en la tierra la calabaza, y de sus pedazos brotaron torrentes de agua. Fue tanta que toda la comarca, en muchas leguas a la redonda, se inundó. Sobre aquellas aguas vinieron las nubes de la lluvia. Y todo fue cubierto por el agua de abajo, como por el agua de arriba, menos la tierra en que vivimos y unas islas lejanas que están por donde sale el sol.

Acabó de hablar Jacinto Canek y la lluvia siguió cayendo.

2

Pobre del niño Guy. Es el sobrino del dueño de la hacienda y nadie le quiere. Parece tonto. Su familia lo ha enviado al campo para que se asolee, coma cosas fuertes y se divierta. Esto es lo que dice su familia. En realidad lo han mandado al campo para que no estorbe. Es tan flaco, dice tales cosas, se le ocurren tales simplezas, que su presencia molesta. Sus hermanos han llegado a decir que no es de la familia. Cuando Guy oye esto se le humedecen los ojos, pero entonces no dice nada. “En la hacienda estará bien”, dijeron sus tías: unas mujeronas altas y secas, las más estiradas de la casa, siempre pendientes de que la consola esté limpia, los candelabros luzcan tersos y las flores tengan agua. Lo trajeron y lo abandonaron. Lleva un mes de soledad. Canek es su amigo; le ha regalado un caracol marino y con él se entretiene horas y horas. Se lo pone en las orejas y se queda absorto, con los ojos grandes, luminosos, húmedos. Su alma se va por los caminos invisibles del viento y del mar. Entonces con sus dedos débiles, en la tierra roja, escribe unas palabras raras que Canek no se atreve a borrar.

3

Llegó a la hacienda doña Charo, una de las tías de Guy. Llegó remilgosa y asmática. Se pasaba el día sentada en el estrado tomando té y pastillas de menta. De pronto corrió desolada, en aspas las manos, apechugado el corpiño, arremangada la falda y se refugió en la sala. Cien veces dijo que no quería ver más indios; y menos uno que estaba ahí, horrible, enjuto, como piedra rota. Al decir horrible, se cubría la cara; se santiguaba y bisbiseaba:

—Tiene las manos sarmentosas; los ojos hinchados; los pies llagados y la piel agrietada.

Canek le dijo:

—Niña, es que trabaja en los hornos de cal; en los secadores de tabaco, en las ciénagas y en las salinas.

4

Ni Canek ni nadie sabe quién es ni de dónde viene Exa. Una mañana apareció correteando entre los cerditos. Tenía la cara llena de tizne y las manos sucias. Al mediodía se le vio acarrear agua para los bebederos del corral. Hasta esparció en ellos manojos de azahares. Sonreía. Por la tarde, como no tenía qué hacer en el campo, se sentó junto a las indias en la cocina y se puso a desgranar maíz. Llenó su delantal de granos amarillos, blancos, negros, morados y azules. Los levantaba entre sus dedos y sonreía. Por la noche se acurrucó en un rincón de la despensa. Al día siguiente renovó sus tareas; correteó entre los cerditos, acarreó agua y desgranó maíz. Sólo hubo una variante: comió una tortilla untada de manteca que le dio Guy.

5

El padre Matías decía misa por las tardes. Además todas sus misas eran con sermón. En los sermones no hablaba de la doctrina ni de los milagros; prefería explicar cosas relativas a la injusticia de los hombres. La iglesia donde oficiaba se llenaba de gente, es decir, de indios. Los ricos se quedaban en casa, murmurando. A los que le llamaban la atención por su conducta, contestaba:

—Has de saber que para esto tengo permiso del señor obispo.

Las limosnas que recogía para el culto las repartía entre los indios.

A los que le pedían explicaciones por esto, decía:

—Has de saber que el padre Matías le dio permiso al padre Matías para hacer la caridad del mejor modo posible.

6

En la cocina de la tía Micaela hubo tertulia con motivo de la llegada de las lluvias orientales. Se juntaron cerca del fogón los amigos viejos: Ramón Balam, Domingo Canché, el nieto del difunto Juan José Hoil, Guy y Jacinto Canek. Exa atizaba el fogón donde se cocía el nixtamal. Hablaron poco. La tía Micaela dijo:

—Estas lluvias tempraneras anuncian larga sequía. Hay que llenar los aljibes y echar en ellos carbones encendidos para que se mueran las sabandijas del aire.

Después se levantó y deslió en unas jícaras bollos de pozole endulzado con miel. Llovía, y el agua, a borbotones, iba por las acequias del patio.

LA INTIMIDAD