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Todos hemos pensado que el cuento de Caperucita termina cuando el lobo muere ahogado en el río con la barriga llena de piedras. Pero no es así. En esta historia descubrimos que Jefe Lobo, en la asamblea donde se encuentra reunida la manada, planea no uno, sino varios ataques para vengar la muerte de Cabeza Gris y además tener comida en una época de crisis en el bosque. A Jefe Lobo no le importan los consejos de Profesor Lobo y precipita un final inesperado. Con tensión, humor y una narración al estilo cinematográfico, el autor cuenta esta nueva aventura de caperucita Roja, la niña más famosa del Bosque.
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Seitenzahl: 56
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Segunda edición
Contenido
Abuela, cazador y Caperucita Roja. Merienda. Cabeza Gris
Asamblea de lobos. Desaparición de Cabeza Gris
La abuela más abuela. Casa asegurada. La clave
De lo que ocurrió a la salida de casa de la abuela. Río abajo
La asamblea de lobos continúa. Gotas de ideas. Investigación
La escopeta. Acecho. Sospechas
El acuerdo de los lobos. Decisión
Caperucita y el cazador camino a casa. Chist. Presentimiento
Simulacro. Patraña pierde un trozo de oreja
Un muerto en el camino. Ataque de Corneta. Reacción del cazador
Asamblea urgente. Noticia. Tres lobos
Caperucita, su madre y el cazador. Una pata de lobo en el quicio
Ataque desesperado. Final de Brutus el bruto. Agujero en la pared
Cebra y Sagaz. Margaritas aplastadas. Puntito fulgurante
Rumores. Cebra regresa. Carta. Trifulca
Brutus es enterrado. Flores
Idea de Inspector. Decisión. Ovación final
Desaparece la madre. Pasos en el bosque. Desaparición de Caperucita
Reflexión de Profesor Lobo. Decisión final. Cita
Estrategia de Inspector. Ataque. Puntitos en el bosque
Incursión de Jefe Lobo. Casa vacía. Masacre
Fiesta. El truco. Pieles perforadas
Clase en el bosque. Otra reflexión de Profesor Lobo
Abuela, cazadory Caperucita Roja. Merienda. Cabeza Gris
Caperucita Roja y su abuela, ambas con el cabello desordenado, están reunidas con el cazador del bosque; acaban de ser rescatadas de la panza del lobo.
–Es verdad que estaba bien oscuro dentro de la barriga del lobo –dice Caperucita.
–Yo casi me asfixio –manifiesta la abuela–. Por suerte apareció nuestro amigo el cazador, de lo contrario no quiero imaginar qué habría sido de nosotras.
–Pasaba por aquí, como todos los días, a dar la ronda y pillé por la ventana al lobo roncandoy estirado cuan largo era en su cama, abuela –comenta el cazador en tono presuntuoso.
Mientras toman la merienda, el lobo, con su barriga repleta de piedras, está a unos cuantosmetros de la casa, ahogado en el fondo del río, en el mismo río donde suele ir a nadar Caperucita. El viejo pecador Cabeza Gris ya no podrá hacerle daño a nadie, pues el cazador se cercioró de que estuviera bien muerto. De tal manera que ellos tres, de lo más felices, ahora comen los pasteles horneados por la mamá de Caperucita.
–¿Volverás a nadar en el río, Caperucita?
–Claro abue, siempre que el sol alumbre.
–¿No tienes miedo del lobo muerto ahí? –pregunta el cazador.
–Le tengo más miedo a sus hermanos que ahora de seguro lo están buscando.
–¿De verdad tienes miedo de ellos? –Vuelve a interrogar la abuela.
–Bueno, lo que se dice miedo, miedo... no sé, abue.
Asamblea de lobos. Desaparición de Cabeza Gris
Al otro lado del bosque se va a dar inicio a una asamblea de lobos. Están preocupados por la faltade alimentos, así que el jefe los convocó para buscar una solución.
Poco a poco, se llena el salón y cada uno conversa con el compañero de al lado o con el de atrás o con el de adelante o con todos a la vez; el caso es que impera una algarabía tremenda y es hora de iniciar la asamblea.
El jefe, lobo desgarbado y con ínfulas de presidente de la República, se para al frente y a todo pulmón pide silencio, pero nadie parece escucharlo. Entonces toma un martillo y golpea con tal fuerza la mesa de actos que esta se derrumba y todos los lobos se desternillan de la risa.
–¡SILENCIO!, vamos a dar comienzo a la reunión.
–¿Dónde está Lobo Carpintero? –pregunta, mientras se agacha y recoge del suelo una libreta de apuntes y un lápiz que nunca utilizan ni él ni el secretario.
–Aquí estoy, jefe –contesta Lobo Carpintero.
–Ya tienes trabajo para cuando termine la reunión, ¿entendido?
–Entendido, jefe.
–También necesito a Cabeza Gris, el secretario.
–No ha llegado aún, jefe –contesta Antifaz, conocido así porque tiene una sombra blanca alrededor de los ojos.
–¿Qué le pasaría?, él nunca llega tarde, por lo menos a las reuniones donde sabe que tenemos pasabocas, ¿y hoy los tenemos? o… ¿no?
–No, jefe, la situación actual impide tenerlos, estamos en crisis –aclara Patraña el Artista, carraspeando la garganta.
–Bueno..., bueno, a eso vinimos. A proponer soluciones para la crisis. Entonces, ¿nadie ha visto a Cabeza Gris?
–La última vez estaba haciendo la ronda por el camino largo. Él está encargado de custodiar esa parte del bosque, jefe –recuerda Corneta.
–Sí, pero le gusta quedarse dormido al pie de los árboles roncando como loco. Un día de estos lo encontraremos haciendo la siesta dentro del río.
–No diga eso, jefe, de pronto se hace realidad –dice Cebra, loba con siete rayas blancas en el lomo y fama de prudente.
–El caso es que no aparece y lo necesitamos –refunfuña Jefe Lobo.
–Jefe, podemos esperar una hora más –interviene Molicie, el más tranquilo y perezoso de todos los lobos del bosque.
–Nada de esperar más, venga para acá, Molicie, ya que habló, haga de secretario mientras llega Cabeza Gris, si es que llega.
–Con ese carácter que tiene, a lo último nadie llegará a las asambleas –murmura Antifaz.
–Te he escuchado, Antifaz, ¡todos cállense! ¿Cuál es el orden del día?, Molicie.
–Solo hay un punto, jefe.
–¡Pues dígalo!, so zángano.
–Lluvia de ideas para sobrevivir en el bosque –pronuncia Molicie con tono de lobo interesante.
La abuela más abuela. Casa asegurada. La clave
Al terminar la merienda, el cazador desea llevar a Caperucita a su casa, asunto que le parece bien a la chiquilla, siempre y cuando la abuela los acompañe.
–Aquí estoy a gusto, ya nada puede pasarme, el lobo está ahogado en el río –les recuerda la abuela.
–Abue, pueden venir otros lobos, deben estar inquietos porque no aparece uno de ellos –exclama angustiada Caperucita.
–Llevo toda mi vida viviendo aquí, he visto cosas peores y sigo vivita y coleando.
–Abue, si usted se queda, yo también. ¡Se puede ir, señor cazador, gracias por todo! –pronuncia Caperucita con cara de no-me-importa-quedarme.