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Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke, es una obra íntima y reflexiva compuesta por una serie de cartas reales escritas entre 1903 y 1908, en las que el poeta responde a un joven aspirante a escritor que busca consejo sobre su vocación. En estos textos, Rilke no solo aborda cuestiones literarias, sino también temas profundos como la soledad, la autenticidad, el amor, el sufrimiento y la importancia del mundo interior en el proceso creativo. Desde su publicación, Cartas a un joven poeta ha sido celebrado por su tono contemplativo y su sabiduría atemporal. Rilke invita al joven –y al lector– a mirar hacia adentro, a abrazar la incertidumbre y a cultivar una vida artística como expresión genuina del ser. Lejos de ofrecer respuestas fáciles, sus palabras proponen una búsqueda paciente y profunda por el sentido, el arte y la verdad personal. La vigencia de la obra reside en su capacidad para inspirar a quienes enfrentan dudas existenciales y creativas. Cartas a un joven poeta sigue siendo una lectura esencial para artistas, escritores y lectores que buscan orientación en la sensibilidad, el silencio y la fuerza transformadora de la introspección
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Seitenzahl: 68
Veröffentlichungsjahr: 2025
Rainer María Rilke
CARTAS A UN JOVEN POETA
Título Original:
“Briefe an einen jungen Dichter”
Primera Edition
INTRODUCION
CARTAS A UN JOVEN POETA
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
Rainer Maria Rilke
1875-1926
Rainer Maria Rilke fue un poeta y novelista austríaco de lengua alemana, considerado una de las figuras más importantes de la poesía moderna. Nacido en Praga, en el entonces Imperio Austrohúngaro, Rilke es conocido por su obra profundamente lírica, introspectiva y espiritual, que explora temas como la existencia, el amor, la muerte y el arte como forma de trascendencia. Su estilo refinado y sus meditaciones filosóficas han influido en generaciones de escritores y pensadores a lo largo del siglo XX.
Infancia y Educación
Rainer Maria Rilke nació en una familia de clase media. Su madre, que había perdido una hija antes de su nacimiento, lo crio como si fuera una niña durante sus primeros años, lo que marcó su sensibilidad y visión del mundo. Estudió en distintas escuelas militares, donde nunca se sintió a gusto, antes de dedicarse a la literatura y cursar estudios de historia del arte, literatura y filosofía en universidades de Praga y Múnich. Su educación cosmopolita y sus viajes lo pusieron en contacto con importantes intelectuales de su tiempo.
Carrera y Contribuciones
La poesía de Rilke se caracteriza por una profunda espiritualidad y una búsqueda constante del sentido de la existencia. Entre sus obras más destacadas se encuentran el Libro de las horas (1905), los Nuevos poemas (1907) y, sobre todo, las Elegías de Duino (1923) y los Sonetos a Orfeo (1923), escritas en un breve período de intensa inspiración. Estas últimas obras, en particular, consolidaron su reputación como uno de los grandes poetas del siglo XX.
Las Elegías de Duino, iniciadas durante una estancia en el castillo de Duino en Italia, son un ciclo de diez poemas que exploran la relación entre lo humano y lo divino, la muerte, el arte y la belleza efímera. Los Sonetos a Orfeo, escritos casi simultáneamente, son una meditación sobre el poder redentor del arte y la música. Ambas obras reflejan una voz poética madura, que abraza la ambigüedad y el misterio como elementos esenciales de la experiencia humana.
Impacto y Legado
Rilke transformó la poesía alemana con una visión lírica y existencial que rompía con las formas tradicionales. Fue un pionero en el tratamiento poético de la subjetividad moderna, anticipando preocupaciones existenciales que más tarde serían desarrolladas por pensadores como Martin Heidegger y escritores como Paul Celan. Su influencia se extiende más allá de la literatura alemana, alcanzando a poetas y autores de todo el mundo.
La profundidad de su lenguaje, su musicalidad y su capacidad de expresar lo inefable han hecho de Rilke una figura reverenciada tanto por académicos como por lectores comunes. Su obra invita a una contemplación introspectiva del mundo y de uno mismo, apelando a una sensibilidad estética y espiritual que trasciende épocas y fronteras.
Rilke murió a los 51 años, en 1926, a causa de leucemia, en la localidad suiza de Valmont. Aunque ya era reconocido en vida, su prestigio creció considerablemente tras su muerte. Hoy en día, es considerado uno de los grandes poetas de la modernidad, y sus versos siguen siendo objeto de estudio, traducción y reflexión.
El legado de Rilke es el de una poesía que busca lo absoluto en lo efímero, lo trascendente en lo cotidiano. Su voz continúa resonando en lectores que, como él, encuentran en el arte una forma de enfrentar el misterio de la existencia.
Sobre la obra
Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke, es una obra íntima y reflexiva compuesta por una serie de cartas reales escritas entre 1903 y 1908, en las que el poeta responde a un joven aspirante a escritor que busca consejo sobre su vocación. En estos textos, Rilke no solo aborda cuestiones literarias, sino también temas profundos como la soledad, la autenticidad, el amor, el sufrimiento y la importancia del mundo interior en el proceso creativo.
Desde su publicación, Cartas a un joven poeta ha sido celebrado por su tono contemplativo y su sabiduría atemporal. Rilke invita al joven –y al lector– a mirar hacia adentro, a abrazar la incertidumbre y a cultivar una vida artística como expresión genuina del ser. Lejos de ofrecer respuestas fáciles, sus palabras proponen una búsqueda paciente y profunda por el sentido, el arte y la verdad personal.
La vigencia de la obra reside en su capacidad para inspirar a quienes enfrentan dudas existenciales y creativas. Cartas a un joven poeta sigue siendo una lectura esencial para artistas, escritores y lectores que buscan orientación en la sensibilidad, el silencio y la fuerza transformadora de la introspección.
París, a 17 de febrero de 1903
Muy distinguido señor:
Hace sólo pocos días que me alcanzó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices.
Las cosas no son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como generalmente se nos quisiera hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables; suceden dentro de un recinto que nunca holló palabra alguna. Y más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte: seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura.
Dicho esto, sólo queda por añadir que sus versos no tienen aún carácter propio, pero sí unos brotes quedos y recatados que despuntan ya, iniciando algo personal. Donde más claramente lo percibo es en el último poema: “Mi alma”. Ahí hay algo propio que ansía manifestarse; anhelando cobrar voz y forma y melodía. Y en los bellos versos “A Leopardi” parece brotar cierta afinidad con ese hombre tan grande, tan solitario. Aun así, sus poemas no son todavía nada original, nada independiente. No lo es tampoco el último, ni el que dedica a Leopardi. La bondadosa carta que los acompaña no deja de explicarme algunas deficiencias que percibí al leer sus versos, sin que, con todo, pudiera señalarlas, dando a cada una el nombre que le corresponda.