'Chica de compañía' y otras fantasías - Christina Tempest - E-Book

'Chica de compañía' y otras fantasías E-Book

Christina Tempest

0,0

  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

Christina Tempest escribe sobre la lujuria que hormiguea, sobre el sexo con extraños y sobre el entretenido mundo del juego de roles. Estos relatos juegan con el erotismo de lo desconocido, y por eso logran atrapan desde el primer momento al lector. "Vuelve la espalda hacia Carl. Su corazón late acelerado, emocionada por averiguar lo que sucederá. Es como si las burbujas del champán recorrieran su cuerpo entero, la efervescencia de los poros de su piel. Tomando sus caderas firmemente, Carl la conduce al sillón, coloca una de sus piernas en el asiento y sus manos en el respaldo para inclinarla levemente hacia delante."Esta colección contiene los siguientes relatos: Juegos peligrososRetiro silenciosoChica de compañía por una nocheSe busca obrero - parte 1Se busca obrero - parte 2-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 167

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Christina Tempest

'Chica de compañía' y otras fantasías

Translated by Javier Orozco Mora

Lust

'Chica de compañía' y otras fantasías

 

Translated by Javier Orozco

 

Original title: Call girl for en aften - og andre erotiske noveller

 

Original language: Danish

 

Copyright ©2019, 2023 Christina Tempest and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726390247

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

Juegos peligrosos - un relato corto erótico

Miré el reloj, luego el fondo de la calle sin salida. Habían pasado ya diez minutos.

¿Acaso se había echado para atrás? Joder, pero fue él quien solicitó y organizó el encuentro. O quizás estaba ocultándose en algún lugar, detrás de alguna ventana, estudiando cada uno de mis movimientos. Me estiré un poco para mantenerme en calor. Miré el reloj de nuevo y después el gris y triste distrito industrial. Enormes fábricas con distintos grados de deterioro: ventanas rotas, fachadas raídas y señales crueles que atestiguaban lo mucho que alguna vez se creyó en este proyecto.

Estaba esperando al otro extremo de una calle sin salida, dejé mi automóvil unas calles atrás para llegar a pie. Justo en este árido lugar, a esta hora exacta, me había citado uno de los criminales más buscados del país. Un hombre a quien por los caprichos del destino conocí cuando éramos niños.

A pesar de los alarmantes latidos de mi corazón y del atroz nerviosismo que sentía al imaginarme frente a él, deseaba con todas mis fuerzas que apareciera. Lllevaba dos años trabajando como agente y, a diferencia de la mayoría de mis colegas, no tenía ningún informante. Como consecuencia no había logrado ningún resultado excepcional, ni había tenido la oportunidad de planear ni de resolver un caso mayor. Aún no. Todo eso podía cambiar ese día . Él se negó rotundamente a conversar con cualquier otra persona, por lo tanto no estuvo en discusión quién asistiría. El informante era mío. No teníamos ni una pista acerca de lo que revelaría, pero tampoco dudábamos: si él quería podría guiarnos hacia una de las capturas más importantes de los últimos años. Con su ayuda podríamos detener a varios de los peces gordos de la red de tráfico hachís, en la cual él destacaba, aunque también podría ser una artimaña para dejar a alguno de sus rivales fuera de combate.

Las películas no siempre lo muestran, pero la verdad es que la policía está muy relacionada con los criminales y no solo al detenerlos para meterlos tras las rejas. Gran parte de nuestra información proviene de informantes, los cuales dirigen nuestra atención a situaciones que quizás deberían investigarse más de cerca. ¿Albergan intenciones ocultas urdidas con lo que deciden revelar? Ciertamente y, a menudo, ni siquiera las disimulan hábilmente. Claro, somos conscientes de que cuando nos dirigen hacia sus adversarios, frecuentemente intentan dejar fuera de combate a su rival. Y si eso nos funciona, ¿acaso existe un problema? Personalmente no me importa operar en la frontera entre lo correcto y lo incorrecto si eso se traduce en buenos resultados. Si no fuera así, jamás lograríamos nada, además nuestros oponentes no tienen remilgos en moverse libremente por las zonas negras de la legalidad.

Saqué mi teléfono en cuanto vibró. Un mensaje de un número desconocido.

Weltex a la derecha. Ingresa por la entrada principal.

Levanté la mirada, sin demoras avisté el edificio Weltex. El rótulo con letras contundentes empotrado por encima de una amplia entrada de vidrio resaltaba sobre el estacionamiento que acaba de cruzar. Me acerqué, con vacilación puse una mano contra la puerta de cristal que para mi sorpresa se deslizó sin ni siquiera un chillido. Entré.

El teléfono vibró de nuevo.

La escalera a la derecha.

Rápido localicé la escalera al costado derecho de la recepción. Era difícil pasarla por alto, ancha, blanca y metálica como la mayoría de las superficies del local. Varios trozos de vidrio tronaron bajo mis zapatos al subir los escalones, a pesar de la decadencia era fácil imaginar lo impresionante que la recepción fue en otros tiempos. Ni idea acerca de lo que Weltex fabricaba, ¿quizás bolsas?

Hasta arriba, la puerta a la izquierda.

Al subir identifiqué la puerta indicada, inhalé profundamente colocando mi mano en ella. ¿Qué encontraría al otro lado? Quizás un progreso valioso en mi carrera, la cual era casi la única aspiración que albergaba después de la muerte de mi madre y padre y la mudanza de mi hermano a los EUA. ¿Acaso una de las figuras centrales de uno de los imperios más brutales del tráfico de hachís súbitamente había decidido confesar todo? ¿O simplemente me proporcionaría algunos datos insignificantes que, en el mejor de los casos, conducirían a un par de arrestos por posesión, pero que acarrearían graves problemas para sus rivales del mercado de hachís que él intentaba dominar?

Lo que realmente me esperaba jamás podría adivinarlo, sin importar cuanto tiempo me quedara frente a la puerta reuniendo valor. Respiré hondo, tomé fuerza y entré en la habitación.

***

Encontré a Jamal al otro lado de la habitación, la cual daba la impresión de haber sido la oficina del director. Uno de los muros estaba hecho de cristal, me pareció insólito que ninguna ventana estuviera rota. Él traía puesta menos ropa de la que yo pensé que uno usaba en este tipo de intercambios: pantalones flojos de una tela suave, zapatillas deportivas y una camiseta sin mangas, los tirantes eran tan largos que dejaban su torso casi al descubierto. Una vista impresionante. Rápido elevé mi mirada hacia su rostro. Sus ojos oscuros ardieron al encontrar los míos.

— Mi niña pequeña ha crecido —fueron sus primeras palabras.

Fue inevitable sonreír. Habían pasado tantos años desde la última vez que nos vimos, en aquel entonces yo ya era alta. Ahora medía 1,78, ojo a ojo con la mayoría de los hombres, aunque no con Jamal, él seguía siendo una cabeza más alto que yo. Con esa nariz torcida, la cual seguramente había sido blanco de más de un puñetazo, no podría decirse que fuera un hombre bello, sin embargo, durante mi infancia, todas las chicas, yo incluída, suspiraban por él. Al verlo me quedó claro que seguramente seguía en la lista de deseos de bastantes mujeres. Pero, ¿por qué estaba distrayéndome con ese tipo de divagaciones?

— He crecido, sí —respondí — , aunque ser alguien importante todavía está por suceder.

Estaba segura de que captó a lo que me refería. Un día cuando éramos muy jóvenes y él estaba de visita con Morten, mi hermano mayor (lo cual era casi a diario), compré un traje de baño porque ya no me quedaba el que tenía. Yo rondaba los trece años, mis formas femeninas aún no estaban muy desarrolladas, en cambio era la más alta de mi clase contando a los varones. El traje tenía un diseño azul y cuando Morten me vio preguntó burlonamente: «¿A caso vas a competir en las olimpiadas?»Jamal, mirándome con unos ojos muy dulces, secamente le dijo a Morten que cerrara el pico y se comportara, agregó:

— Dina va a nadar, hombre, ¿para qué diablos necesita ponerse a ver bikinis y preocuparse por esas estupideces? Tiene cosas más importantes que hacer en este mundo.

Jamás se me olvidó ese comentario, lo había llevado conmigo, año tras año, tratando de descubrir la razón que le hizo decir que yo debía hacer algo importante en el mundo.

Algunos años después tuve la oportunidad de preguntárselo. Mis padres habían salido de vacaciones, lo cual sucedía raramente, pues pasaban la mayor parte de su tiempo en el sofá de la sala de estar. Morten no se demoró en organizar una fiesta en nuestro piso. Qué más daba, el lugar no podía arruinarse más de lo que ya estaba. Como yo era dos años menor no me invitó y me la pasé en mi habitación. En algún punto Jamal se asomó para preguntar si squería algo. Reuní valor para preguntarle qué quiso decir con aquel comentario, también le pregunté si él y Morten harían algo importante.

— Morten no hará ni una mierda. Yo tampoco. Pero, tú sí. Tú sí, Dina.

No logré sacarle más y al poco tiempo todo fue de mal en peor. Morten entró en una institución para delincuentes juveniles y Jamal dejó de ir a nuestro piso. Los años pasaron. Tras la muerte de mis padres visité mi antiguo barrio cada vez menos y cuando Morten se mudó a los Emiratos mis visitas cesaron definitivamente.

Solo al empezar en la policía descubrí que Jamal había hecho algo importante en el mundo, pero no en el buen sentido. Ahora estaba frente a ese hombre reputado como un duro criminal y que simultáneamente yo veía como aquel niño sensible de mi infancia.

— Siento mucho lo de tus padres. Hubiera llamado pero ya andaba en… —No terminó la frase pero ambos sabíamos a lo que se refería. «Ya andaba en malos pasos y tú estabas en la academia de policía» — Seguro que fue un periodo difícil y duro para ti. Aún así creo que estuvo bien que Morten se mudara.

— De eso no hay dudas —yo estaba totalmente de acuerdo, Morten había rectificado su vida y no podría decirse que lo hubiera logrado aquí. Aun así me costaba perdonarlo por haberse ido y robarme la oportunidad de ver a mi sobrino crecer.

No pregunté por los padres de Jamal. Muy probablemente estaban decepcionados por el camino que había seguido. Ellos emigraron de Líbano y se esforzaron arduamente por hacerse un lugar dentro de la sociedad danesa, ambos eran médicos y personas totalmente respetables. Que ellos, entre todas las personas, hayan tenido un hijo criminal seguro les era motivo de un gran pesar. Tal vez ya ni seguían en contacto. A mis padres, por otro lado, no se les podía dar crédito de que Morten y yo termináramos con unos fundamentos más o menos sólidos, pues en gran medida dejaron nuestra educación en manos de nosotros mismos, de las casualidades y de los pedagogos de diversas instituciones. A veces esos son los trucos que nos guarda la vida.

Jamal avanzó un paso tirando de su camiseta, lo cual por un instante exhibió más de su suave y ejercitado torso.

— Disculpa el atuendo.

— Podrías habernos dado instrucciones más precisas sobre el código de vestimenta —dije señalando mi vestido veraniego. Obviamente iba como civil, era una de las reglas de oro al encontrarnos con nuestros informantes, pues debíamos ahorrarles problemas—. Qué se le va a hacer —continué , — , aunque podría burlarme un poco, ¿dónde dejaste las pesas?

Jamal rió, su rostro duro se ablandó como por arte de magia cuando sus labios formaron una gran sonrisa que exhibía sus brillantes dientes blancos. Así lucía amigable, casi apacible y travieso a más no poder.

— Tienes mi permiso —dijo viéndome, sin pestañear, de arriba a abajo con una mirada de aprobación.

— ¿Estás buscando cumplidos, Jamal? —dije lanzándole mi mirada más escéptica — porque ambos sabemos que levantas más en press de pecho que yo.

— Es mi coartada —explicó sonriendo — , he estado entrenando.

Pod ía justificar con solidez la causa de que no supiera exactamente cómo llevar una conversación con un informante: jamás había participado ni presenciado una. Normalmente acontecían bajo un aura de secreto total pues la mayoría de ellos, en especial los más importantes, se niegan rotundamente a hablar con otra persona que no sea su contacto habitual. Mis colegas más experimentados me aconsejaron crear un ambiente más o menos relajado pero no demorar mucho en ir al grano, con el fin de evitar que el encuentro se volviera demasiado afable. Nosotros no éramos amigos, nos encontrábamos por razones específicas que ninguno de los dos debíamos ignorar. Entonces fue como si Jamal pudiera leer mis inquietudes.

— Me da gusto verte de nuevo, Dina, aunque no estamos aquí para esto.

— A mí también —contesté sonriendo sinceramente, a pesar de las circunstancias era muy agradable verlo otra vez — ¿S obre qué querías hablar conmigo?

— Quiero darte datos sobre un camión y un chofer, creo que podrían ser de tu interés —dijo dando un paso más hacia mí.

A pesar de estar a más de un metro de distancia, olí su perfume y el débil aroma a sudor de su cuerpo. Me tendió una mano. Por un instante tuve la idea ridícula de que quería tomar la mía, pero no me atreví a dársela. Mientras me comunicaba datos muy precisos acerca de un camión de carga que presumiblemente pasaría hachís de contrabando a nuestro lado de la frontera, depositó un papel doblado en mi mano.

— Y solamente hemos hablado de eso —dijo mirándome intensamente a los ojos. L uego, dirigiendo su mirada mi mano, agregó —: y eso otro no puede salir de esta habitación.

Deslicé el papel en mi bolso de mano y asentí solemnemente para dejarle claro que entendía. Mi corazón latía acelerado, pero no estaba segura de saber el motivo. ¿Era la reacción de estar súbitamente frente a la persona con quien había soñado durante años cuando era más joven, y encontrar a un hombre, aún más apuesto, más atractivo, aunque con unos dejos de tristeza que me provocaron querer hacerlo sonreír de nuevo? ¿O más bien eran las expectativas desatadas por lo que podría contener el papel? Si él consideraba necesario crear una historia alternativa sobre un camión en la frontera para encubrir los otros datos, era también una indicación de que prefería que nadie en la estación se enterara de lo que realmente me había confesado. ¿Podría ser algo grande o eran solo mis ilusiones?

— Creo que pronto nos veremos de nuevo —agregó.

— ¿Te puedo localizar de alguna manera? —p regunté. La luz entraba por las altas ventanas bañando una mitad de su rostro y dejando la otra en la penumbra. Sentí un impulso por llevar mi mano a su mejilla.

— No —respondió — . Y o me encargaré de contactarte. Pronto.

Al pronunciar esas palabras se asomó una tristeza infinita en su mirada, la cual me hizo sentir que la bella sonrisa que iluminó su rostro minutos atrás había sido solo un sueño.

— Estaré esperando con ansias, —respondí abriendo los brazos ligeramente, a pesar de que eso seguramente contradecía un protocolo u otro — . D espués de todo nunca has dejado de ser parte de mi infancia.

Titubeó, luego dando dos pasos me rodeó con sus brazos. Me dejé sumergir en su abrazo, ahí me sentí frágil y delicada, pero al mismo tiempo protegida y amparada. No eran emociones a las cuales estuviera acostumbrada, quizás esa fue la razón por la que no rompí el abrazo, al contrario, permanecí ahí algunos instantes más. Sus brazos me tenían muy cerca de su cuerpo y él tampoco mostraba señales de interrumpirlo.

El momento se alargaba, pero ninguno de nosotros se alejó. Sentía su aroma con nitidez en mi nariz, las palmas de mis manos palpaban su fuerte y musculosa espalda. Me invadió el deseo de explorarlo con mis dedos, ganas de tocarlo de maneras que lo harían jadear, respirar agitadamente y gemir en mi oído.

Casi sin darnos cuenta nuestros rostros se acercaron para terminar mejilla a mejilla, nuestras comisuras se rozaban. Si hubiéramos girado la cabeza un milímetro nos habríamos besado. Mi cuerpo seguía su respiración como si fuéramos un mismo organismo.

Mi vestido ligero dejaba mis brazos expuestos y con su holgada camiseta era casi como si nuestros torsos estuviesen descubiertos. Sentí su tórax entre mis brazos, sus firmes músculos presionando la sensible piel del interior de mis brazos. Se liberaron escalofríos por todo mi cuerpo. ¿Cuántas veces no había soñado con que me tomara entre sus brazos?

Quizás eso fue lo que me hizo bajar mis defensas. Al final encontré la fortaleza para bajar mis manos y dar un paso hacia atrás. La expresión de Jamal hablaba de deseos y melancolías profundas, apenas pude soportarla. Seguro que yo lucía igual de triste y deseosa. ¿Qué habíamos hecho para terminar en los bandos opuestos de una guerra interminable que arrasaba con la vida de muchos? Mi hermoso y fuerte Jamal, ¿por qué salió todo tan mal?

— Dina… —dijo sacudiendo su cabeza como para recuperar la calma — . N o sabes las innumerables veces que he soñado contigo, lo más prohibido de todo.

— Yo también, —dije permitiéndome una pequeña sonrisa que intentaba esconder lo mucho que me había turbado estar tan cerca de él.

— Hablemos pronto, —agregó — . T engo que irme, espera diez minutos antes de salir del edificio.

Asentí siguiéndolo con la mirada mientras desaparecía por una salida localizada al otro lado del salón. Se detuvo antes de cerrar la puerta.

— Si de verdad llegas a necesitarme envía una señal de emergencia en tu aplicación para correr, dijo antes de desaparecer.

En el exterior el sol alcanzaba su cenit brillando a través de las ventanas. Nuestro encuentro no duró ni siquiera media hora y de cualquier manera parecía como si todo hubiera cambiado.

***

Me quedé congelada viendo por las ventanas hacia el derruido estacionamiento. Me tomó un par de minutos volver a mí misma, sentí que el papel me llamaba y lo saqué de mi bolso para leerlo.

Embarcadero 87, Almacén 126. Viernes.

Sentí una punzada en el corazón al ver su escritura, era tan parecida a la que recordaba de nuestra infancia, pero no fue eso lo que aceleró mi pulso. El embarcadero no se ubicaba en el territorio de sus adversarios, sino en el suyo.

Estuve a punto de echarme a correr tras él, sin embargo logré frenarme. Si alguien me viera salir de un edificio desierto pisando sus talones, ese sería su final. Pero si mis sospechas acerca de este dato eran acertadas, Jamal probablemente ya estaba hundido . Me obligué a conservar la calma, memoricé el mensaje y sin vacilaciones me lo metí a la boca para tragarlo. Entonces esperé los diez minutos recomendados, en cuanto pasaron salí corriendo con mi vestido ondeando alrededor de mis piernas para subirme al auto y dirigirme a la estación a toda velocidad.

***

Una hora después ya le había dado el — soplo oficial al colega que se encargaría de proceder como convenía y así detener el camión antes de que cruzara la frontera. Después le conté el resto a mi superior, bueno, aquello que podía salir a luz.

— ¿Qué presientes? —p reguntó ella mirándome fijamente a los ojos en un intento por extraer más de lo que yo deseaba soltar. Aunque quizás solo fue mi impresión por estar ocultando algo: un abrazo prohibido que se sintió demasiado bien—. ¿Crees que puede ser una trampa? —i nquirió.

— No, —respondí sin dudarlo.

Me sostuvo la mirada un segundo más, luego tecleó algo en su ordenador.

— Pero entonces, ¿cuál es tu teoría? El territorio señalado no es el de sus oponentes sino el suyo.

— Ya lo sé, —respondí vacilante — , quizás sea una prueba, tal vez quiera comprobar que usemos su información antes de entregarnos algo de verdad.

— Tengo la sensación de que crees que deberíamos proceder.

— Sí, pero con un grupo pequeño y bien coordinado, además nadie puede enterarse del origen de la información.

***

Fue solo al charlar con uno de mis colegas más experimentados, quien también formaría parte del equipo de la misión, cuando entendí lo que Jamal probablemente estaba tramando.

— Si está por apuñalar a los suyos, espero que tenga una coartada , —dijo dándole un trago a su café, que debía estar helado teniendo en cuenta el tiempo que llevaba en su escritorio.

— ¿A qué te refieres?

— Que haya pensado en algo para que parezca plausible que hayamos obtenido la información por otros medios.

Un escalofrío recorrió mi espalda. El breve encuentro con Jamal fue suficiente para activar un puñado de emociones de mi infancia, sin embargo yo intentaba convencerme de que mi preocupación por su bienestar se debía a mi interés por conservar a un valioso informante.

— ¿Y si no es así?

— Pues no volveremos a saber de tu fuente. —B ajó su taza y hablé antes de que se pusiera de pie.

— ¿No podríamos detener a alguien de su grupo? —sugerí — . ¿A lguien cercano a él? Así los otros pensarán que los aprehendidos se chivaron .