Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Según la revista Time, Michael Pollan es una de las personas más influyentes del mundo. Activista, autor de varios bestsellers y profesor de periodismo, en este maravilloso libro explica que el interés por la gastronomía es inversamente proporcional al tiempo y a la energía que la gente dedica al acto de cocinar, una tarea que se delega cada vez más en la industria alimentaria. En su profunda investigación, Pollan recorre parte de la historia descubriendo que fue precisamente la cocina lo que nos convirtió en humanos.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 48
Veröffentlichungsjahr: 2015
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
- I -
Michael Pollan se describe a sí mismo como un curioso nato en todo lo relacionado con la cadena alimentaria, desde el cultivo de verduras hasta las implicaciones de la alimentación en la salud de las personas. Pero recién en su madurez comenzó a prestar atención a los vínculos intermedios de esta cadena, es decir, aquellos por los cuales “los productos de la naturaleza se transforman en los alimentos que comemos o bebemos”. Cabe mencionar que en estos vínculos se basa la investigación del libro Cocinar.
El autor confiesa que la inquietud por el tema nace cuando, mirando un programa culinario, se da cuenta de una verdadera paradoja: el incremento del interés por la cocina (ya sea a través de shows televisivos, libros o restaurantes de cocineros estrella) es inversamente proporcional al tiempo y a la energía que la gente dedica al acto de cocinar, tarea que se delega cada vez más en la industria alimentaria. “Es curioso, pues no vemos ningún espectáculo ni leemos libros sobre coser, zurcir medias o cambiar el aceite del coche, otras tres tareas domésticas que también hemos dejado en manos de fuentes externas y que hemos eliminado de nuestros conocimientos. Cocinar, sin embargo, es diferente, ya que el trabajo, o el proceso, tiene un poder emocional o psicológico del cual no podemos o no queremos desprendernos”1.
Pollan intenta explicar esto que denomina “paradoja culinaria”, desarrollando algunas teorías como, por ejemplo, la de los recuerdos de nuestras madres preparando platos que, previo proceso de apetitosa transformación, se convertían mágicamente en algo más que la suma de sus partes. De hecho, en la Antigua Grecia, “mageiros” (cuya raíz etimológica es “magia”) era la palabra para nombrar a los cocineros y a los sacerdotes.
Otra razón que despliega el autor tiene que ver con que, a diferencia de otras profesiones, los cocineros, para realizar su alquimia trabajan con materia viva (plantas, animales y bacterias) fusionada con los llamados elementos fundamentales: el fuego, el agua, la tierra y el aire.
“Por tanto, puede que la razón de que nos guste ver programas en televisión y leamos libros de cocina es que hay aspectos de ella que realmente extrañamos. Es posible que creamos que no tenemos tiempo ni energías (ni conocimientos) para cocinar a diario, pero aún no estamos preparados para que esa actividad desaparezca de nuestra vida por completo. Si cocinar, como dicen los antropólogos, es una actividad específicamente humana –el acto mediante el cual comienza la cultura, según Claude Lévi-Strauss-, entonces no debe sorprendernos que nos conmueva ver cómo se desarrolla ese proceso”2.
Y en relación con el acto de cocinar y el comienzo de la cultura, Pollan pasa de Lévi-Strauss a Richard Wrangham, un antropólogo y primatólogo de la Universidad de Harvard, que, a través de su libro Catching Fire, afirma que fue precisamente el descubrimiento de la cocina lo que nos convirtió en humanos. “Según esta ‘hipótesis de la cocina’, el descubrimiento de los alimentos cocinados cambió el curso de la evolución humana. Al proporcionar a nuestros antepasados una mayor cantidad de energía y una dieta más fácil de digerir, hizo que aumentase el tamaño de nuestro cerebro (el cual es un glotón a la hora de engullir energía) y se redujese el de nuestro aparato digestivo”3. Así, se pasó del incesante masticar de los alimentos crudos, a comerlos (y compartirlos) cocinados y alrededor de una mesa.
Hoy en día, si bien los omnipresentes productos alimentarios empaquetados y totalmente preparados que ofrecen las corporaciones alivianaron muchas tareas domésticas, han crecido los perjuicios para la salud y el bienestar. Actualmente, “las corporaciones cocinan de forma muy distinta a las personas; por eso denominamos a lo que hacen ‘procesamiento de alimentos’ y no ‘cocinar’. Normalmente, utilizan mucha más azúcar, grasa y sal, y también emplean nuevos ingredientes químicos que rara vez se encuentran en nuestra despensa para hacer que los alimentos duren más y parezcan más frescos de lo que realmente son. Por esa razón, no debe sorprendernos que el declive de la comida casera haya provocado un aumento de la obesidad y una serie de enfermedades crónicas vinculadas a la dieta”4.
Por otra parte, este declive también ha tenido consecuencias para la institución de la comida compartida, ese espacio donde los hábitos conquistados por la civilización (el arte de conversar entre padres e hijos, turnarse, discutir sin ofender, etc.) florecen.
El problema, dice Pollan, no es tanto para aquellos que aprovechan las ventajas (optimización del tiempo, sobre todo) que ofrecen algunos alimentos envasados, sino para quienes delegan “la mayor parte de sus comidas a una industria dispuesta a hacer lo que sea necesario por ellos, salvo calentársela y comérsela”. Esto es un problema, continúa el autor, porque, además de las mencionadas consecuencias para la salud, desvirtúa nuestra concepción de lo que los alimentos debieran ser, es decir, algo conectado con la naturaleza, el trabajo humano y la imaginación y no, como es cada vez más habitual, una versión sintética de algo real.
- II -
Pollan parece haber llegado a la premisa de que “la cocina es una de las actividades más interesantes y satisfactorias que pueden realizar los seres humanos”, luego de trabajar con maestros que le enseñaron a “dominar cuatro de las transformaciones clave que denominamos ‘cocinar’ –asar al fuego, cocinar en líquido, cocer el pan y fermentar todo tipo de cosas–”5. Y a juzgar por sus propias palabras, él mismo terminó transformado tras adentrarse en el mundo de la cocina. “Aprendí mucho más de lo que esperaba sobre la naturaleza del trabajo, la importancia de la salud, la tradición y los rituales, la autonomía y la comunidad, los ritmos de la vida cotidiana y la suprema satisfacción de producir algo que anteriormente solo había pensado en consumir; y, además, hacerlo por amor, no por razones económicas”6.