Colmillo Blanco - Jack London - E-Book

Colmillo Blanco E-Book

Jack London

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Beschreibung

El mundo del lobezno gris se reducía a la madriguera: un mundo pequeño y oscuro, cálido y seguro. Allí vivía con su madre, una loba de pelo rojizo que lo lamía y lo consolaba. Su olor le otorgaba seguridad, su calor le inducía un sueño muy agradable y su hocico húmedo o su pata lo corregían cuando se equivocaba. El lobezno le prometió a su madre que nunca saldría de la madriguera…, pero le pudo la curiosidad por conocer el exterior. Una colección de clásicos dirigidos especialmente a niños y niñas a partir de 7 años. Mujercitas, Moby Dick, La isla del tesoro, Colmillo Blanco… Una adaptación de las historias clásicas más emocionantes, para leer y releer una y otra vez.

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Título original: Zanna Bianca

© 2013 Edizioni EL, San Dorligo della Valle (Trieste), www.edizioniel.com

Texto: Guido Sgardoli

Ilustraciones: Stefano Turconi

Dirección de arte: Francesca Leoneschi

Proyecto gráfico: Andrea Cavallini / theWorldofDOT

Traducción: Cristina Bracho Carrillo

© 2019 Ediciones del Laberinto, S. L., para la edición mundial en castellano

ISBN: 978-84-1330-909-5

IBIC: YBCS / BISAC: JUV007000

EDICIONES DEL LABERINTO, S. L.

www.edicioneslaberinto.es

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com <http://www.conlicencia.com/> ; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

1

El mundo exterior

El mundo del lobezno gris se reducía a la madriguera: un mundo pequeño y oscuro, cálido y seguro. Allí vivía con su madre, una loba de pelo rojizo que lo lamía y lo consolaba, y cuyas mamas le proporcionaban alimento. Su olor le otorgaba seguridad, su calor le inducía un sueño muy agradable y su hocico húmedo o su pata lo corregían cuando se equivocaba.

De aquel mundo formaba parte también un viejo lobo gris y tuerto: el padre del lobezno. Casi siempre estaba fuera de la guarida, encargándose de buscar alimento para él y para su compañera. Un día, el viejo lobo tuerto no regresó. Se había enfrentado a un lince que merodeaba por la orilla del río y no había sobrevivido. El lince era un enemigo terrible, una especie que, como en aquel caso, también defendía a sus cachorros.

Cuando la loba se quedó sin leche para alimentar al cachorro, se vio obligada a abandonar la madriguera en busca de comida. Antes de salir, echó una mirada seria al lobezno, le dijo que no se metiera en problemas y le ordenó que no la siguiera. El mundo exterior era demasiado peligroso para él. Durante un rato el cachorro se portó bien: dormitó y husmeó los olores que provenían del exterior. Le llegaban los aromas de las flores, de las hierbas, de los árboles, de todas las cosas que aún no conocía, que no había visto jamás y a las que no sabía nombrar. Se prometió que obedecería a su madre, que se quedaría esperándola, pero a medida que el tiempo pasaba, le pudo la curiosidad por saber qué le aguardaba fuera de la madriguera. Y así, temblando de miedo y con remordimientos, asomó por primera vez el hocico al vasto mundo que lo rodeaba. Se quedó mirándolo un buen rato, tan fascinado como asustado. Vio una corriente resplandeciente fluyendo entre los árboles y una montaña enorme que rozaba el cielo. También guijarros, arbustos y briznas de hierba que se movían al viento, e insectos curiosos que parecían bailar sobre ellas. Dio algunos pasos e inmediatamente se cayó por el montículo donde sus padres escarbaron la madriguera. Sacudió el hocico y comenzó a lloriquear como un bebé, más por miedo que por dolor. Pensó en que no debería haber desobedecido a su madre, que el mundo exterior era peligroso y que pronto moriría entre terribles sufrimientos. Pero a su alrededor no había nada terrible, tan solo un prado de hierba suave y fresca, así que el cachorro dejó de lloriquear. Abrumado por las vistas, olvidó las recomendaciones de su madre, y lo invadió una sensación nueva y hermosa: se había convertido en el explorador de un mundo desconocido.

2

Cosas vivas

Un insecto negro y amarillo revoloteaba a su alrededor. El lobezno intentó morderlo y le picó en el labio. «Qué mal humor tiene», pensó disgustado. Más adelante vio a un pajarito que buscaba gusanos. El lobezno se detuvo, cauteloso, y el pajarito se puso delante de él. El cachorro le tendió una patita para ver qué pasaba, pero el pajarito le picoteó la nariz y le hizo bastante daño. El lobezno se escondió en un arbusto y encontró un nido de perdices con siete huevos. No sabía qué eran ni si se podían comer, pero su instinto le llevó a probarlos, en parte porque no parecían tener aguijones ni picos. ¡Qué buenos estaban! Y mientras pensaba en lo inteligente que era buscando alimento y en que no le pasaría lo mismo que a su padre, lo asaltó una criatura aterradora y turbulenta, provista de un pico afilado como una cuchilla. Era la mamá perdiz, que la emprendió a picotazos con el lobezno, furiosa por haber perdido los siete huevos de una sentada. El cachorro trató de defenderse ocultando la cabeza entre las piernas, pero entonces, guiado por su instinto de cazador, contraatacó y le mordió un ala. Hubo un baile de picotazos, gruñidos y mordiscos, y el pequeño lobo sintió crecer su verdadera naturaleza en su interior, que era luchar para procurarse alimento.