Como un imán - Kate Hardy - E-Book

Como un imán E-Book

Kate Hardy

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Beschreibung

Una irresistible pasión entre opuestos. Cuando el diseñador de jardines Will Daynes y la estirada chica de ciudad Amanda Neave accedieron a intercambiar sus vidas para un programa de televisión, pronto descubrieron que eran como la noche y el día. Obviamente, ninguno se esperó la intensa atracción que surgió entre ellos, y Amanda no pudo resistirse a la tentación que para ella resultaba el guapísimo y solicitado soltero. ¿Pero ese ardiente idilio entre dos polos opuestos seguiría crepitando cuando Amanda se enterara de que estaba embarazada?

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2007 Pamela Brooks

© 2015 Harlequin Ibérica, S.A.

Como un imán, n.º 2032 - abril 2015

Título original: In the Gardener’s Bed

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

I.S.B.N.: 978-84-687-6263-0

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Epílogo

Capítulo Uno

«¡Vaya con la oficina electrónica!», pensó Amanda mientras levantaba los dos pesados maletines. Si quería terminar esos listados, tenía que llegar a casa, sacar comida precocinada del congelador y comérsela mientras trabajaba.

En cuanto entró en el piso y captó el aroma, supo que iba a tenerlo un poco complicado. Estaba claro que Dee tenía visita esa noche, y los amigos de su compañera de piso, a pesar de ser muy bohemios, eran muy escandalosos.

–¡Ey, Mand! Estaba me preguntaba si tenías pensado dormir en la oficina esta noche –bromeó Dee mientras salía de la cocina.

–No –aunque, tal vez, debería haberlo hecho; al menos así podía haberse evitado tener que ser amable con gente a la que sabía que no le caía bien. Dee era un encanto, pero Amanda sabía que no encajaba en su grupo de amigos, era demasiado callada, demasiado seria–. Lo siento, no sabía que tenías invitados esta noche. Deja que me caliente algo en el micro y me quitaré de en medio en menos de diez minutos.

–No, no y no –dijo Dee.

–¿Qué?

–No, no tengo invitados. No, no vas a comer esa basura de siempre. Y no, no vas a encerrarte en tu cuarto toda la noche con una montaña de trabajo. ¡Y mucho menos un viernes!

–¿Has cocinado para mí? Dee, ¿es esta tu forma de decirme que vas a mudarte con Josh y que voy a necesitar una compañera nueva?

–¡No seas tan paranoica! –sonrió–. No pasa nada. Solo he pensado que te merecías un regalito. Has pasado unas semanas espantosas y trabajas demasiado –dijo Dee.

Era un tema delicado; lo que menos necesitaba era una de esas lecciones sobre el equilibrio entre la vida y el trabajo que recibía de Dee.

–Así que esta noche cocino para ti, para darte un respiro. Una charla de chicas te irá bien.

Amanda no estaba tan segura de eso. Se le daba mejor tratar con números y porcentajes que con las personas.

–He preparado pollo cajún con puré de patata dulce, judías verdes y pimientos asados. Ah, y panacota con frambuesas.

–De acuerdo, estoy vendida –dijo con una sonrisa–. Pero te has tomado demasiadas molestias, Dee. ¿Esto no habrá hecho que te retrases en ningún plazo de entrega, verdad?

–Nooo.

¿Era su imaginación o Dee parecía sentirse ligeramente culpable? Lo descubrió al segundo de dar el primer y exquisito bocado.

–Eh… necesito un favor –dijo su amiga moviéndose inquieta en la silla–. Sabes que quiero trabajar en televisión, producir programas… Y que tengo una amiga que es la secretaria personal de un productor de televisión, bueno, pues ha hablado con su jefe de una de mis ideas y le ha dicho que si puedo darle una cinta piloto, podría conseguirme algo.

–Es una noticia brillante. ¿Y de qué se trata?

–Voy a lanzar un programa llamado Te cambio mi vida, sobre dos personas con estilos de vida distintos que pasan dos semanas juntas y aprenden la una de la otra.

Un reality, una de las cosas que Amanda odiaba.

–Parece interesante –dijo con educación.

–Y tú serías perfecta para el piloto.

–¿Yo? ¿De dónde te sacas eso?

–Chica de ciudad, trabajas en finanzas, sin tiempo para divertirse… ¡Eres un caso extremo!

–¿Caso?

Dee ignoró la indignación de Amanda.

–Estarías genial con alguien que sí que disfrute de la vida.

–Yo no necesito disfrutar de la vida. ¿No dirás en serio que me cambie por alguien que se pasa el día en un salón de belleza o jugando a videojuegos?

–¡Te volverías loca en segundos! –dijo Dee riéndose–. No, esto es más bien… –frunció el ceño, como si estuviera pensando el mejor modo de exponerlo–. Piensa en ello como un enriquecimiento laboral en que el uno puede aprender del trabajo del otro.

–Es una idea genial, Dee… para otro. Yo no necesito un enriquecimiento laboral. Estoy perfectamente feliz como estoy.

–No, no lo estás. Ya ha pasado una semana desde la evaluación que te hicieron en la oficina y aún sigues dándole vueltas al tema.

–No, no es verdad –mintió Amanda.

–Me dijiste que tu jefe te dijo que querían que fueras más flexible. Hacer este piloto demostraría lo flexible que eres porque podrás mostrar que puedes hacer el trabajo de otra persona durante una semana. Un trabajo que se desarrolla en un área totalmente distinta a la tuya, lo cual significa que puedes aportar tus habilidades para mejorar la vida de la otra persona y aprender otras nuevas que luego podrías aplicar en tu trabajo y restregarle por la cara a tu jefe. Yo creo que iría genial. Eres fotogénica, tienes una voz clara y eres una absoluta profesional en todo lo que haces. Por eso te lo estoy pidiendo a ti.

–Más bien me estás intentando camelar. Ni soy una supermodelo ni he actuado en mi vida.

–Esto no es actuar. Es un reality show, así que lo único que tienes que hacer es ser tú misma. Podría ser positivo para las dos, Mand. Tú puedes mostrar tu talento y demostrarle a tu jefe que estás lista para que te asciendan; y yo hago un piloto excelente y obtengo la oportunidad de demostrar que puedo dedicarme a esto. Las dos salimos ganando. Me estás haciendo un favor, sí, pero tú también obtendrías algo de ello –esbozó una pícara sonrisa–. Y yo podría asegurarme de que la persona con la que te cambies de vida sea un cocinero excelente y te prepare panacota o algún postre de limón cada día.

–Si quiero panacota puedo comprarla en la tienda gourmet de camino a casa.

–La tienda gourmet suele estar cerrada para cuando sales del trabajo. Y esta sería casera.

–¡Oye! ¿No estarás pensando en convertirme en cocinera durante una semana, verdad? –preguntó horrorizada ante la idea de verse metida en una cocina con un chef regañándola y gritándole.

–No creo que nadie pudiera enseñarte a cocinar ni en un año –dijo Dee riéndose–, ¡así que mucho menos en una semana!

–Y yo tampoco quiero aprender. La comida es solo un combustible –dijo con un gesto de desdén–. No pienso malgastar en la cocina un tiempo…

–En el que podrías estar trabajando –añadió Dee–. Ya, ya. Ya he oído eso un millón de veces y sigo discrepando.

–Entonces estamos de acuerdo en que ambas discrepamos –respondió Amanda recostándose en su silla–. ¿Tienes a alguien en mente?

–Estoy trabajando en él. En ello –se corrigió apresuradamente.

–¿Él? ¿No será esto un intento de cita a ciegas, verdad?

–No, no, no. No estoy buscándote pareja.

–Bien. Porque soy perfectamente feliz estando soltera. Si quiero ser la socia más joven que la empresa ha tenido nunca, no tengo tiempo para distracciones –sobre todo cuando parecía que iba a tener que trabajar el doble para demostrar lo que valía; aún le dolía que ese tipo de la oficina que había suspendido los exámenes cuando ella había aprobado con honores hubiera recibido un ascenso en su lugar. Él gustaba a la gente, así que ella tenía que trabajar el doble para compensar que no cayera bien a nadie.

–Estaba pensando en que te cambiaras con un chico para mostrar la diferencia entre sexos y esas cosas…

–Y va a ser totalmente opuesto a mí. ¿A qué se dedica?

–A las finanzas no. Mira, sé que eres una maniática de las planificaciones y que, probablemente, te esté volviendo loca que no te esté dando todos los detalles, pero no puedo decirte nada en concreto hasta que los dos hayáis aceptado.

–¿Músico, pintor, fotógrafo?

–Te lo diré en cuanto pueda. Tú confía en mí. Míralo como una oportunidad para ser flexible.

–¿De cuánto tiempo estamos hablando exactamente?

–Dos semanas. Tú sigues de cerca a esa persona durante una semana y esa persona te sigue a ti durante la otra. Grabáis algunas de las cosas que pasan y le contáis a la cámara lo que habéis aprendido el uno del otro.

–Si lo hago, si es que lo hago… tendría que aclarar con mi jefe eso de que me siguiera al trabajo, y habría que tener en cuenta también el tema de la confidencialidad de los clientes. Probablemente tendría que pedir días de permiso para hacer el seguimiento de su vida.

–Tienes montones de días libres que has ido acumulando y que nunca usas; además, el año pasado no te pediste todos los días de vacaciones que te correspondían. Te los deben. Mand, será divertido. Lo único que tienes que hacer es un vídeo en forma de diario durante una semana y analizar la situación al final, señalar qué aspectos de tu vida mejorarían la vida de la otra persona y qué aspectos de la suya te beneficiarían. ¿Qué tienes que perder?

–Hablaré con mi jefe el lunes. Si puedo compaginarlo con el trabajo, lo haré.

–Eres la mejor.

–¿Cómo está mi hermano favorito? –preguntó Fliss al abrir la puerta.

–Tu único hermano, querrás decir –dijo Will con una sonrisa.

–Aun así, eres mi hermano favorito –lo abrazó–. Gracias por venir. Sé que tienes una agenda muy apretada.

–Es lo que toca en esta época del año. Un no parar de sembrar, plantar, desherbar…

–Y te encanta. Ver brotar vida nueva, cuidar de tus plantas, hacer magia en la vida de la gente cambiando un espacio que odiaban y convirtiéndolo en lo que siempre habían soñado.

–Veo que al final has acabado aprendiéndote mi rollo –le dijo sonriendo.

–No es ningún rollo. Es como eres. Y te agradezco que hayas tenido un hueco para mí.

–Ey, yo siempre tengo tiempo para ti, y lo sabes. Bueno, ¿qué es eso tan importante que tenías que contarme?

–Pasa y siéntate –fueron a la cocina, donde la pila de cuadernos le indicó a Will que su hermana estaba corrigiendo los deberes de los alumnos. Fliss encendió la tetera–. Necesito un favor, y me ha parecido que sería más fácil explicártelo cara a cara en lugar de por teléfono.

–¿Qué clase de favor? –preguntó Will.

–Es un favor para Dee. Necesita que te cambies de vida con otra persona.

–¿Que necesita qué?

–Deja de mirarme como si tuviera dos cabezas.

–En sentido estricto, sí que las tienes –le dijo señalando su barriga de embarazada.

–Ponte serio aunque sea por una vez. Esto es importante. Es la oportunidad de mi mejor amiga de entrar en televisión con un programa piloto. La idea es que dos personas con estilos de vida distintos se cambien por una semana y vean qué pueden aprender el uno del otro.

–¿Quieres que deje a mis clientes en manos de alguien que ni siquiera sabe cómo o cuándo regar una planta? –sacudió la cabeza–. Lo siento, Fliss. Aprecio mucho a Dee, pero no pienso poner en riesgo mi negocio por ella –le había costado demasiado tiempo levantarlo.

–No va a ser tu sustituta, solo te va a seguir de cerca durante una semana. Hará lo que hagas tú siguiendo tus directrices –le explicó Fliss.

–¿Sustituta? ¿Es una mujer?

–Bueno, hace falta que seáis opuestos… por eso se va a llamar Te cambio mi vida. Seréis perfectos: chico de campo y chica de ciudad.

–Hay un pequeño problema. Que yo recuerde, vivo en una ciudad –aun así, ¿una chica de ciudad? ¡No, gracias! Ya había tenido bastante con su madre, que estuvo tan enganchada a su trabajo que metió a sus hijos en un colegio interno a la primera oportunidad que le había surgido, y que en vacaciones se los mandaba a cualquier pariente que aceptara quedárselos.

–Durante el rodaje podrías alojarte en la casa rural de Martin y Helen en los Fens y hacer trabajos para el centro de jardinería. Sería una buena publicidad para ti.

–Fliss, eres un encanto por pensar en mí, pero estoy bien. No necesito publicidad. Tengo una lista de espera de seis meses de gente que quiere que reforme su jardín. Y, sí, sé que podría ampliar el negocio y contratar empleados, pero me gusta hacerlo todo a mí mismo, me gusta atender a mis clientes personalmente, me gusta ser el que ponga en sus vidas ese rinconcito de magia.

–Eres un obseso del control –farfulló Fliss.

–No, no lo soy. Pero la gente acude a mí porque quiere que diseñe su jardín. No sería justo que los atendiera otra persona. Y si amplío el negocio, me pasaré la mitad de la vida entre papeles y las únicas plantas que veré estarán en mi despacho. Encerradas como yo. No, gracias.

–¿Lo ves? Sois opuestos. Ella está atada a su oficina. Tú estás atado al aire libre.

Atado. No le gustaba cómo sonaba esa palabra… ni tampoco el brillo de los ojos de su hermana.

–Fliss, ¿no será esto uno de tus descabellados planes para buscarme novia, verdad? –su hermana, que estaba felizmente casada y embarazada, quería que él tuviera lo mismo y se pasaba la vida presentándole chicas. Eso a él lo volvía loco, porque ella se negaba a ver que, en ese momento, su trabajo le ocupaba todo el tiempo–. Porque si lo es, deja que te diga una vez más que no estoy preparado para sentar cabeza con nadie. Si algún día decido que lo estoy, seré perfectamente capaz de elegirla yo solito.

–Pues las seis últimas han sido… eh…

–Ninguna ha sido la mujer de mi vida. Era por diversión, y ellas lo supieron desde el principio. Y si vas a mencionar a Nina, no lo hagas…

–Pero no has salido con nadie desde entonces. Has dejado que te arruine la vida.

–Deja de exagerar –dijo Will riéndose–. Mi vida no está arruinada. Lo único que pasa es que no he encontrado a nadie que me interese lo suficiente como para salir con ella. Y si esta es tu idea de liarme con alguien, tú misma tendrás que explicarle que has cometido un error, porque tu hermano pequeño es un hombre maduro que sabe lo que hace.

–Entendido. Y esto no es ningún intento de buscarte novia, es para el programa piloto de Dee –suspiró–. Mira, si no lo quieres hacer por tu trabajo, podrías hacerlo por Martin. Sabes que está intentando competir con las grandes cadenas de viveros.

–Le mando a mis clientes; les gustan las plantas tan originales que siembra.

Pero no era suficiente y ambos lo sabían.

–Una publicidad así le vendría muy bien –dijo Fliss con delicadeza.

–Sí. Sé cuánto le debo. Y no solo por nuestra época de colegio, cuando nuestros padres nos dejaron con él. Me ha enseñado muchísimo de plantas y me apoyó cuando decidí estudiar horticultura, hasta me dio un lugar donde vivir y me recomendó algunos clientes del centro de jardinería cuando me puse por mi cuenta. Hacer esto sería mi oportunidad de devolverle parte de todo aquello.

–Tú decides, hermanito. Como has dicho, ya eres un chico mayor y tienes derecho a negarte.

–Me alegro de que lo entiendas. Pero de acuerdo, lo haré. Eso, contando con que la casa rural esté libre.

–Ya lo he comprobado. Estará libre.

–Y contando con que a Martin le parezca bien que lo haga.

–Por supuesto que le dirá que sí a su sobrino favorito. Además, es una excusa brillante para que Helen le obligue a tomarse una semana de vacaciones.

–Y contando con que –remarcó– mis clientes me den permiso.

–A ti nunca nadie te dice no, Will.

No era del todo verdad; las dos personas que siempre había querido que le dijeran sí, siempre le habían dicho «ahora no», y al final nunca habían tenido tiempo para ese ahora. Miró a su hermana con gesto adusto.

–Bueno, ¿y qué sabes de esa mujer con la que tengo que hacer el intercambio?

–Que vive en Londres. Que es contable. Que no sabe nada de plantas.

–¿La conoces?

–Más o menos.

–¿Y?

–Dejémoslo en que es todo lo contrario a ti, Will.

–Esto me da mala espina. Mira, puedo preguntar por ahí y ver si alguien puede ayudar a Dee.

–Pero entonces Martin saldría perdiendo –apuntó Fliss en voz baja–. Y eso no sería justo.

–Eso es manipulación, Fliss. Algo digno de nuestra madre –era el peor insulto que podía lanzarle a su hermana, aunque esta lo ignoró.

–Dee está desesperada por que esto salga bien, Will. Necesita un chico de campo de verdad, alguien que conozca el canto de los pájaros, la flora y la fauna.

–Soy paisajista urbano. Todos mis clientes viven en una ciudad, y yo también.

–Pero sabes de cantos de pájaros y de flora y fauna. Mira, tienes la nota más alta en la historia de tu licenciatura. Sabes exactamente lo que haces. Y, además, quedarías perfecto en pantalla.

–No quiero ser jardinero de la tele.

–Podría hacer que nuestros padres acepten tu trabajo. Hasta podrían admitir que tomaste la elección adecuada al rechazar aquella plaza en Oxford.

–No necesito su aprobación. Ya sé que tomé la decisión correcta.

–Además, te estás convirtiendo en uno de los nombres más respetados del negocio, y mírate: alto, moreno y guapo. Estarías genial en el programa piloto. Eres una persona tranquila y tienes una voz preciosa.

–Entonces, si esa mujer es mi opuesto, y basándonos en tu descripción, ella sería baja, rubia, fea, nerviosa y con un vozarrón desagradable.

–Lo cierto es que es bajita, rubia y guapa, pero tú eres cálido y ella es un témpano. Tú conectas con la gente y ella vive en una torre de marfil.

–¿Y se supone que tengo que aprender algo de ella? ¿Como qué?

–Bueno, eres demasiado bondadoso y… ¡oh! –se llevó una mano a la boca.

–A lo mejor debería empezar a endurecerme ahora… diciéndote que no –bromeó.

–Por favor, Will. Dee se merece esta oportunidad. Y también Martin saldrá beneficiado.

–De acuerdo –dijo suspirando–. Miraré mi agenda y veré qué puedo arreglar y cómo convencer a mis clientes. Pero lo hago por Martin. Y si esta mujer resulta ser un suplicio…

–Todo irá bien. Se te da bien la gente –se acarició la barriga–. Peque, que quede claro que tienes al mejor tío del mundo.

–Si lo soy es solo porque tuve un buen modelo en quien fijarme.

–Eres el mejor –le sonrió–. Gracias. No lo lamentarás. Y solo serán un par de semanas.

–Catorce días. Trescientas treinta y seis horas –se estremeció–. Veinte mil…

–Para, para, no puedo calcular tan deprisa de cabeza. ¿No serás un banquero encubierto?

–Muy graciosa –no. Él jamás trabajaría en finanzas. No le gustaba la gente de ese mundo–. Que nuestros padres no te oigan decir eso.

–Hace mucho tiempo que dejaron de agobiarte.

–Sí –suspiró. Aunque esa mujer resultara ser un incordio, se aseguraría de que el programa piloto fuera bueno. Por el bien de Martin y de Dee–. Pues dame el número de Dee. La llamaré para decirle que voy a hacerlo.