Con los pies por delante - Carles Canals - E-Book

Con los pies por delante E-Book

Carles Canals

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Beschreibung

Este es el diario de un hombre llamado a ser escritor que se resistió a serlo hasta el último momento: el de contarnos su último año de vida. Sin excesos ni zarandeos: una obra, lamentablemente breve e inconclusa, pero contundente, clara, definida. Pudo gozar muy legítimamente de su éxito literario, que le llegaba a través del reporte diario de visitas al blog, siempre en aumento, y los testimonios de los lectores, impresionados lógicamente por la dimensión humana del testimonio, y fascinados por la faceta literaria del texto. puede resultar útil a quienes viven de cerca, desde la práctica médica o la proximidad personal, una enfermedad grave y sin remedio, porque están descritos con lucidez y serenidad unos estados que quizá no todos los enfermos son capaces de explicar de esta manera.

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CON LOS PIESPOR DELANTE

Carles Canals

106/Diario

Primera edición en SLOPER: noviembre de 2021

Primera reimpresión: febrero de 2022

Logotipo de La Noche Polar: Álex Fito

Logotipo de Sloper: Max

Imagen de portada: Carles Canals

Fotografías de Emili Manzano, excepto la de la página 94, de

Artur Massana i Fisa, y la de la 95, de Rafael Ramis Feliu.

Con los pies por delante

© Carlos Canals

© Sloper, S. L.

© de la presentación y la nota final: Juan Pablo Caja, Emili

Manzano y Nando Zanoguera

C/ Victoria, 2, 3° C

07001 Palma de Mallorca

www.editorialsloper.es

Depósito Legal: PM 00567-2021

ISBN edición impresa 978-84-17200-50-3

ISBN EBOOK : 978-84-17200-63-3

Contenido

Presentación

Carles Canals, el periodista no oblicuo

Con los pies por delante

¿Por dónde empiezo?

“No voy a dejar que la muerte me amargue la vida”

El argumento de la obra

Otra noche sin dormir

Sinsentido e insensibilidad

Adiós muchachas, compañeras de mi vida…

Dulcísimos narcóticos

La devastación (con un coco en la mano)

Indefensos

Sólo una buena memoria miente más que una buena encuesta

Experiencias místicas, ¿por qué no?

‘Adenocarcinoma’ produce menos angustia que ‘Administración’

Un año leve de espera interminable

One of these things first

Para sentirse muy chiquito

Blanco sobre blanco

La bestia desayuna

Las enfermedades y sus nombres

Más cansancio, más drogas

Dando vueltas en la cama

La magia y la generosidad

Nota final

Presentación

Juan Pablo Caja Emili Manzano

Hay gente que escribe libros porque siente la necesidad de contar cosas. Carles Canals escribió este libro para no tener que hacerlo.

Cuando uno de los últimos días de 2010 Carles nos comunicó que acababa de empezar un blog, lo hizo diciéndonos que lo hacía por estricta utilidad: estaba cansado de repetir por teléfono las últimas noticias sobre su enfermedad, los funestos partes médicos, las nada esperanzadoras perspectivas que se le ofrecían, a todos los parientes y amigos que nos interesábamos por su estado de salud. Así me ahorro las explicaciones, nos dijo, lo cuento una vez en el blog y así os enteráis todos. Pero Carlos no podía hacer simplemente un blog, como no pudo hacer nada de forma simple en su vida: ni tocar la guitarra (“hoy tengo los dedos gordos, pero finos”), ni leer, ni estudiar, ni trabajar, ni dedicarse al periodismo… ni siquiera era sencillo para él pasear el perro (“las tres de la mañana… y el perro sin pasear”, era una de aquellas frases que oímos noche sí noche también los que salíamos con él de patrulla nocturna por los bares de Palma en los primeros ochenta). Y por supuesto, no iba a ser menos a la hora de escribir. Eso lo notará desde la primera página el lector que supere este prólogo y, tras agarrarse fuerte, con ambas manos, a este libro, se adentre en “Con los pies por delante”. Su salud, ya entonces maltrecha, de cuyo estado tanto sufrimiento le producía informarnos, no le impidió mantener la mente afilada y lanzar al ciberespacio, a través de los dedos debilitados por la quimioterapia que pulsaban el teclado torpes, erráticos (de errata tanto como de desorientados), sus pensamientos en forma de agudo verbo, certero, desnudo, sincero, y, sobre todo, teñido del negro humor que lo acompañó en vida, presente hasta las mismas puertas de la muerte. Y más allá.

Porque Carles, Carlos, Charli, quiso siempre ser escritor. Le sobraba el talento, en todos los sentidos, sus propias capacidades eran las que le impedían llevar a buen término sus proyectos. Y cuando decimos que le sobraba, es que le sobraba: para la literatura, para el dibujo, para la música: todavía hoy quienes lo conocieron recuerdan con asombro aquellas libretas de espiral con canciones, poemas, dibujos e incluso óperas folk escritas en inglés, inspiradas a la vez en Bob Dylan, Paul Simon, Hair, y en los excesos de Ken Russell. Tenía catorce años cuando hacía estas cosas. Fue el benjamín de una banda de rock sinfónico, Axolot, ganó premios literarios, escribió novelas que quedaron inéditas, publicó poemas y cuentos con varios pseudónimos y en varios idiomas, y llegó a publicar un opúsculo, Visiones de los encantados, que prologó Cristóbal Serra, siendo esto último lo único que tiempo después consideraba satisfactorio o gratificante de esta obra. Por desgracia, no es infrecuente ver cómo no cuajan los anhelos artísticos de los amigos, pero en el caso de Carlos, no solamente nos provocaba un cierto estupor sino que, errores de juventud, siempre pensábamos que había vida suficiente por delante para que llegase ese momento en que su cabeza literaria tomase asiento. El estupor venía sencillamente de observar unas capacidades técnicas e intelectuales que no terminaba de saber administrar, mientras teníamos todos la seguridad de que solamente le faltaba saber de qué escribir y ponerse a hacerlo. Todo era fácil para él. Pero nada era sencillo. Si escribía una novela ambientada en un lugar de veraneo forzosamente tenía que aparecer un personaje que se expresaba con largas parrafadas en un rudo cockney londinense que ninguno de nosotros lograba descifrar. Cuando ya comenzaba a tener un poemario castellano en estado bastante sólido, se le imponía la necesidad de emprender una carrera de poeta en lengua catalana, lengua que adoptó tardíamente en la vida civil, algo antes en la profesional, en el ejercicio del periodismo. Hizo crónica parlamentaria en la radio, fue crítico de arte, de música, experto en temas de salud pública en el área de sociedad, y un etcétera que por largo que lo describamos, siempre se quedará corto. Otra de sus últimas pasiones fueron los videojuegos, en casa tenía enlazadas en serie todas las consolas posibles, consolas que utilizaba. No podía escribir en un ordenador como todo el mundo, pc o mac, tuvo que montarse un armatoste que no sabremos describir, con paredes laterales transparentes a través de las que se podía admirar el flujo de agua de un circuito de refrigeración de los procesadores, iluminado por unas lamparillas azuladas. Obviamente un ordenador sólo puede refrigerarse decentemente con agua. Si hubiera tenido algo más de tiempo, probablemente a este libro se hubiera unido como obra póstuma un largo ensayo, ya esbozado en su cabeza, sobre la estética del videojuego.

Pero Carlos quería ser escritor. Y escribió. El blog, que abrió para no dar explicaciones, se convirtió, por fin, en el proyecto literario que Carlos pudo gobernar. Sin excesos ni zarandeos: una obra, lamentablemente breve e inconclusa, pero contundente, clara, definida. Y serena. Desde el primer momento acertó en todo, y él lo sabía, y hay que decir que pudo gozar muy legítimamente de su éxito literario, que le llegaba a través del reporte diario de visitas al blog, siempre en aumento, y los testimonios de los lectores, impresionados lógicamente por la dimensión humana del testimonio, y fascinados por la faceta literaria del texto.

Este texto que nació con una finalidad utilitaria, no dar explicaciones, ha acabado siendo mucho más, pero también eso: un texto que puede resultar útil a quienes viven de cerca, desde la práctica médica o la proximidad personal, una enfermedad grave y sin remedio, porque están descritos con lucidez y serenidad unos estados que quizá no todos los enfermos son capaces de explicar de esta manera. Y, por otra parte, si sólo fuera una obra literaria, de ficción, una más de las ocurrencias de Carlos (“voy a hacer un blog contando que me estoy muriendo”, lo que sería muy suyo), ya tendría sentido artístico y merecería su publicación y el interés de todo bicho leyente.

Un bicho leyente de gran categoría, Cristóbal Serra, escribió esto en el prólogo antes citado: … Para los hombres que están en estado de gracia, la vida eterna comienza en la tierra; pero también para los que optan lenta y constantemente contra Dios, la muerte eterna comienza acá abajo. Inconscientemente tal vez, Carlos Canals nos presenta, en este calabozo en que se desenvuelve su historia, la línea misteriosa que separa la Ciudad de Mal de la Ciudad del Bien. Es como si a Serra, que tanto frecuentó a los profetas, se le hubiera contagiado algo de esas compañías. Este texto, escrito por Carlos, muchos años después del prólogo de Serra, está recorrido por el espíritu de sus palabras: aquí abajo, en las páginas que siguen, comenzaron la vida y la muerte eternas de Carles Canals.