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Emocionante obra perteneciente a la etapa de Conan como rey de Aquilonia. En ella veremos que empieza a fraguarse una conspiración para derrocar al cimmerio del trono de Aquilonia por parte de cuatro rebeldes que se oponen a él. La vida de Conan estará en peligro, pero por suerte contará con la ayuda del espíritu de un mago fallecido largo tiempo atrás.
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Seitenzahl: 47
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Robert E. Howard
Traducción de Antonio Rivas Traducción de los poemas: Rodolfo Martínez
Saga
El fénix en la espada
Translated by Antonio Rivas
Original title: The Phoenix on the Sword
Original language: English
Copyright © 1932, 2022 Robert E. Howard and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728322857
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Has de saber, oh, príncipe, que en los años que median entre el hundimiento de la Atlántida y las ciudades resplandecientes y la ascensión de los hijos de Aryas hubo una época de ensueño en que reinos rutilantes se extendían por el mundo como mantos zafiro tachonados de estrellas: Nemedia; Ofir; Britunia; Hiperbórea; Zamora, con sus mujeres de pelo negro y sus misteriosas y sobrecogedoras torres; Zingaria, con su caballería; Koth, que lindaba con los pastizales de Shem; Estigia, con sus tumbas custodiadas por tinieblas; Hirkania, cuyos jinetes vestían de acero, seda y oro... Pero no había reino más magnificente que Aquilonia, cuyos dominios abarcaban el esplendoroso oeste. Allí apareció, espada en mano, Conan el cimerio, de pelo negro y mirada taciturna, ladrón, saqueador y asesino, tan desbordante de melancolía como de júbilo, dispuesto a hollar con sus sandalias los engalanados tronos de la Tierra.
—Las crónicas nemedias
La oscuridad y el silencio espectrales que preceden al alba se extendían sobre los tenebrosos chapiteles y las torres rutilantes. En un callejón umbrío, uno más en un auténtico laberinto de misteriosos caminos serpenteantes, cuatro figuras enmascaradas salieron deprisa por una puerta que una mano oscura abrió furtivamente. Sin cruzar palabras desaparecieron con rapidez en las sombras, envueltos en sus capas ceñidas, con el mismo sigilo con que los fantasmas de los asesinados desaparecen en la oscuridad. Tras ellos, un rostro sardónico quedó enmarcado por la puerta entreabierta; dos ojos perversos brillaron en la penumbra con malevolencia.
—Entrad en la noche, criaturas de la noche —dijo una voz burlona—. Oh, idiotas, la perdición camina en pos vuestro como un perro ciego, y vosotros lo ignoráis. —El dueño de la voz cerró la puerta y corrió el pestillo, y después se giró y avanzó por el corredor, vela en mano. Era un gigante sombrío, cuya piel oscura revelaba su sangre estigia. Pasó a una sala interior, donde un hombre alto y delgado con prendas de terciopelo desgastado se recostaba como un gran felino perezoso en un diván de seda, bebiendo vino de una gran copa dorada.
—Bueno, Ascalante —dijo el estigio, dejando la vela—, tus incautos corretean por las calles como ratas salidas de la madriguera. Trabajas con herramientas extrañas.
—¿Herramientas? —replicó Ascalante—. Es lo que me consideran ellos. Desde hace meses, desde que los Cuatro Rebeldes me hicieron venir del desierto del sur, he estado viviendo justo en medio de mis enemigos, ocultándome de día en esta casa lóbrega y rondando de noche por callejones oscuros y pasillos aún más oscuros. Y he conseguido lo que esos nobles rebeldes no pudieron. Trabajando con ellos y con otros agentes, muchos de los cuales nunca me han visto la cara, he plagado el imperio de sedición y malestar. En resumen: yo, trabajando en las sombras, he empedrado el camino de la caída del rey que se sienta en el trono bajo el sol. Por Mitra, fui un político antes de ser un proscrito.
—¿Y esos idiotas que creen que son tus amos?
—Seguirán creyendo que estoy a su servicio hasta que hayamos terminado nuestra tarea. ¿Quiénes son para rivalizar con el ingenio de Ascalante? Volmana, el enano conde de Karaban; Gromel, el gigante que comanda la Legión Negra; Dion, el gordo barón de Attalus; Rinaldo, el estúpido juglar. Soy la fuerza que ha fundido en una pieza el acero que hay en cada uno, y gracias a la arcilla que hay en cada uno los aplastaré cuando llegue el momento. Pero eso es el futuro; esta noche, el rey morirá.
—Hace unos días vi que los escuadrones imperiales salían de la ciudad —dijo el estigio.
—Marcharon hacia la frontera que están asediando los paganos pictos... gracias al licor fuerte que les he pasado de contrabando para enloquecerlos. La gran riqueza de Dion lo hizo posible. Y Volmana hizo posible despachar el resto de las tropas imperiales que seguían en la ciudad. A través de su parentela principesca de Nemedia, fue fácil convencer al rey Numa para que solicitase la presencia del conde Trócero de Poitain, senescal de Aquilonia; y, por supuesto, para rendirle los honores debidos, lo acompañará una escolta imperial, además de sus propias tropas, y Próspero, la mano derecha del rey Conan. Eso deja en la ciudad únicamente la guardia personal del monarca, además de la Legión Negra. Usando a Gromel he corrompido a un oficial de esa guardia que tiene el defecto de ser demasiado derrochador, y lo he sobornado para que a medianoche aleje a la guardia de la puerta de los aposentos del rey.
»Entraré en el palacio por un túnel secreto con dieciséis bribones desesperados a mi cargo. Cuando el asunto esté despachado, incluso si la gente no se alza a darnos las gracias, la Legión Negra de Gromel será suficiente para conservar la ciudad y la corona.
—¿Y Dion cree que la corona se le entregará a él?