Constitución de los Atenienses. Económicos. - Aristóteles - E-Book

Constitución de los Atenienses. Económicos. E-Book

Aristoteles

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Constitución de los atenienses, un estudio sobre la historia de las legislaciones de Atenas hasta el tiempo de Aristóteles, formaba parte del desaparecido tratado Constituciones, obra compilatoria elaborada en el Liceo acerca de las leyes de más de ciento cincuenta ciudades griegas y extranjeras. La Constitución de los atenienses (de autoría dudosa para algunos estudiosos) forma, con la Política, la parte conservada de la obra aristotélica dedicada a la organización social de la pólis, teoría política que entronca con su pensamiento ético y metafísico. Aristóteles, discípulo de Platón y estudiante en la Academia, subraya la necesidad de estudiar la política según principios filosóficos, referidos a la naturaleza misma y a la verdad, y señala la insuficiencia de los simples empíricos que imitan las constituciones de lacedemonios, cretenses y otros pueblos. El gran tratado Constituciones, perdido en gran parte, era una enorme colección que pretendía recoger las legislaciones de ciento cincuenta y ocho ciudades griegas y extranjeras, compiladas por colaboradores del maestro de Estagira. Hemos conservado su primer libro, la Constitución de los atenienses, que se cree que compuso Aristóteles como modelo para los otros trabajos constitucionales del Liceo. En su primera parte expone la evolución del régimen político de Atenas desde una época anterior a Solón hasta el arcontado de Euclides y la restauración de la democracia (analiza, pues, la obra constitucional de Ión, Teseo, Dracón, Solón, Clístenes y Pericles); la segunda parte describe la organización del Estado ateniense en la época del autor: las instituciones del derecho positivo de Atenas en el siglo IV. Completa el volumen un texto falazmente atribuido a Aristóteles dedicado a la administración de la tierra y el patrimonio.

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 70

Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .

Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por CONCEPCIÓN SERRANO AYBAR .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1995.

PRIMERA EDICIÓN , 1984.

REF. GEBO192

ISBN: 9788424930905.

ARISTÓTELES

CONSTITUCIÓN DE LOS ATENIENSES

INTRODUCCIÓN

Escritos políticos del autor: influencia de Platón

De los escritos políticos de Aristóteles nos han llegado la Política y la mayor parte de la Constitución de los atenienses. Y no podemos considerarlos aislados: son unos testimonios más de su preocupación por la ciencia política y del proceso de su desarrollo intelectual en general. Por medio de ellos y de los fragmentos y noticias que tenemos de otras obras suyas de tema político, se pueden seguir los pasos dados por Aristóteles en su teoría política, desde sus comienzos en la Academia de Platón hasta su vejez. Teoría política que está entroncada con su pensamiento ético y metafísico que vemos cristalizado, especialmente, en la Ética a Nicómaco y en su «filosofía primera» o Metafísica: subyacen siempre en su pensamiento la idea de naturaleza humana y la idea de finalidad que le llevan a una consideración teleológica de la comunidad política.

Los autores antiguos conocían otros escritos1 de Aristóteles que pertenecían a su primera época de producción, en la que su actitud intelectual parece que iba pareja con el platonismo. Es el período de los escritos, principalmente, en forma de diálogo, inspirados por la obra de Platón. Según su biógrafo Diógenes Laercio, Aristóteles tenía diecisiete años cuando entra en la Academia de Platón2 , y a la muerte de su maestro él es un miembro de ella. Permanece dentro, por tanto, entre 368/7 y 348/7 a. C. Cuando Aristóteles se marcha, estaba cerca de los cuarenta años. Es importante hacer hincapié en este dato temporal, ya que nos permite situar el momento en que se encontraba el desarrollo del platonismo, cuando Aristóteles entra en contacto con él3 , y nos deja intuir también la enorme influencia que tuvo que ejercer en el estagirita la permanencia al lado de Platón, desde los diecisiete a los cuarenta años de su vida.

La filosofía de Platón estaba muy lejos ya, en contenido y en método, de los problemas socráticos que había planteado en el Fedón, el Gorgias, la República y el Banquete. Las doctrinas clásicas mantenidas en ellos sobre el alma, sobre el placer y el dolor, sobre el Estado, sobre las Ideas, sobre la unidad y la multiplicidad eran sometidas a debate, defendidas y refutadas a través de profundos exámenes en torno a su validez lógica. La discusión de conceptos era el principio esencial de la Academia. Platón, durante aquellos años, escribía el Teeteto, el Sofista, el Político, el Parménides y el Filebo. Predominaba el pensamiento abstracto y el desarrollo de la dialéctica. La pura especulación sobre conceptos le llevaría a desarrollar el método de la división, tan importante para el estudio empírico posterior de Aristóteles.

En el Teeteto tenemos el modelo del filósofo antisocrático. Aparece el nuevo concepto de la vida teorética. El alma del filósofo se desentiende de la vida real y se eleva a las alturas, le interesa la geometría y la astronomía. Los contactos de Platón con los científicos de aquella época son continuos: las relaciones con matemáticos, como Teeteto, y con los pitagóricos de Tarento, con astrónomos, como Eudoxo de Cnido, quien traslada su escuela a Atenas para discutir con Platón y sus discípulos los problemas que les interesaban, con médicos, como Filistión de Sicilia, permiten deducir que la Academia de los últimos años de Platón manejaba gran cantidad de material e intercambiaba ideas con especialistas de todos los campos. Es más, incluso se llegó a considerar como ocupación peculiar y característica de la Academia, las clasificaciones (de plantas, etc.). Evidentemente, el interés no era por los objetos mismos, sino para comprender las relaciones lógicas entre los conceptos y llegar al ser transcendental. Pues Platón, no lo olvidemos, se interesaba por el ser, por la unidad y por lo suprasensible.

Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que, en la Academia de aquella época, se daba una estrecha relación entre lo empírico y lo teórico. Convivían la investigación del mundo real y concreto y la que lleva a la teoría y a la abstracción. Este ambiente es el que hace posible que Aristóteles siente unas bases metodológicas firmes. En él adquiere el hábito de abstraer y analizar que llevará al mundo de los individuos: al estudio de las plantas y de los animales y al mundo de la cultura. Y, en otras ocasiones, ese mismo hábito de analizar y abstraer lo conducirá a la investigación teórica pura.

Los primeros escritos4 de Aristóteles con tema predominantemente político pertenecen a las obras exotéricas, es decir, aquellas dedicadas a un público amplio y que fueron publicadas por Aristóteles mismo. Su forma literaria y contenido están directamente inspiradas en su maestro y debieron ser escritas durante la estancia de Aristóteles en la Academia. Su forma literaria de diálogo y los mismos títulos, el Sofista, el Banquete, el Político, permiten deducir el carácter y la inspiración platónicos. De la mayoría de estas obras sólo conocemos el título y su cronología probable. No obstante, su pérdida está, en parte, atenuada por las citas textuales y referencia que hay de algunas5 .

El Protréptico es una de las que se ha podido reconstruir el contenido, gracias a esa información fragmentaria. Su conocimiento aumentó sensiblemente al mostrar I. Bywater6 que amplios extractos del Protréptico de Aristóteles se encontraban en la obra del mismo nombre del neoplatónico Jámblico. La primera cuestión que se plantea es la relativa a la forma. Según Jaeger era un discurso propagandístico en pro de la escuela de Platón. Otros autores7 defienden la forma de diálogo, ya que Cicerón lo imita en su Hortensio que tiene tal forma. No parece éste un argumento convincente y, en todo caso, es dudosa la utilización del Protréptico en el Hortensio8 . Pudo ser un discurso seguido de estilo epistolar. Está dirigido a Temisón, un príncipe de Chipre. Le exhorta a dedicarse al conocimiento filosófico, y proclama el ideal de la vida puramente filosófica que Platón exigía del hombre de acción. La forma es típica de la época: se hace notar la influencia de los pasajes protrépticos del Eutidemo platónico; y al modo de Isócrates, en su A Nicocles, se dirige Aristóteles a un magnate de Chipre con el ánimo de ejercer su influencia sobre él. Tales exhortaciones tienen como fin dar normas a los gobernantes sobre los mejores principios para un gobierno justo.

Aristóteles, ante el problema de las dos vidas, la del sabio y la del político, hace el elogio de la vida contemplativa como la única digna de ser vivida. El hombre es ante todo un alma unida a un cuerpo, y el alma es el intelecto cuya substancia está emparentada con la de las Ideas eternas que contempla9 . De esta contemplación teórica el sabio deduce la norma político-moral de su actividad ordenadora práctica. Así, muestra a Temisón que tiene como deber el gobierno de los hombres y que, si no puede dedicarse únicamente a la filosofía, ésta le será muy útil para conducir rectamente la vida práctica y política. Aristóteles es fiel a su maestro. El concepto de sabiduría (phrónēsis) y la justificación de la filosofía y su lugar en la vida del hombre están muy dentro del platonismo. Se trata de un saber teórico y práctico a la vez. Aristóteles señala que sólo cuando la política se estudie a base de principios filosóficos quedará libre de su presente infecundidad e inestabilidad. Y sigue refutando a los simples empíricos que actúan imitando las constituciones de los lacedemonios, de los cretenses, o de cualquier otro pueblo10 . Con estas indicaciones, Aristóteles parece aludir a Isócrates y a la teoría sofística del Estado, y critica la acumulación de conocimientos fragmentarios. La política, según Aristóteles, tiene necesidad de fundamentos filosóficos, es decir, sólo el conocimiento «de la naturaleza misma y de la verdad» (apò tês phýseōs autês kaì tês alētheías)11 da al hombre de Estado las normas absolutas a partir de las cuales juzga lo que es justo, bueno y ventajoso y regula así su acción política. Esta concepción del hombre de Estado filósofo es próxima a la del Político de Platón.

Es conocido el diálogo Sobre la Justicia, en cuatro libros, gracias a la reconstrucción cuidadosa de P. Moraux12 . Debía de tener gran semejanza con la República de Platón, pues Crisipo, el estoico, atacaba los dos al mismo tiempo y Cicerón los citaba a la vez13 . Moraux, partiendo de una indicación que el mismo Aristóteles da en la Política (III 6, 1278b31-33) a propósito de las distintas formas de mando, trata de reconstruir el diálogo. Encuentra vestigios de él en las Éticas y en la Política. Aristóteles parece que reanudaba en él, para expresar sus opiniones, el esquema platónico de la analogía entre el alma y la ciudad. Establecía un paralelo entre las relaciones de las diversas partes del Estado y las mutuas relaciones de las diversas partes del ser humano, y llegaba así a la justicia ética y a la justicia política. La justicia individual la concibe como la virtud suprema sin la cual ninguna otra puede desarrollarse. El virtuoso es aquel cuyas diversas partes del alma viven en perfecta armonía y en perfecta amistad. La justicia política se caracteriza por la igualdad de los miembros de la comunidad y distingue en ella, basándose en las diversas partes del alma, tres formas fundamentales de mando. Luego establece una relación entre los tipos de mando y la naturaleza de las comunidades donde se ejercen esos mandos. La multiplicidad de las especies de comunidad y de autoridad tenía su correspondencia en la variedad de las especies de justicia. Otros fragmentos, según Moraux, muestran a un Aristóteles más pendiente de las realidades políticas.

El Político, en dos libros, se conoce sólo por algunas citas y referencias14 . Se quiere ver en él el tipo de diálogo llamado «aristotélico», en el que se opone un discurso a otro, intentando reproducir la misma realidad de la investigación, en la que se daban demostraciones teoréticas y largos exámenes expuestos con un cierto método, cuya discusión dirigía el propio Aristóteles. El cambio en la forma se daba como reflejo del debate mismo; respondía a la nueva forma de las conversaciones. Lo que perdía en estética, como dice Jaeger15 , ganaba en claridad. Según Cicerón16 , este escrito trataba de las relaciones entre el hombre eminente y el Estado. Exponía en él posiblemente las relaciones de la filosofía con la política. Debía de tener alguna semejanza con el Político de Platón. Del libro segundo se conserva el fragmento «el bien es la medida más exacta de todo»17 , que nos recuerda a aquella otra sentencia de las Leyes de Platón (IV 716c) «Dios es la medida de todas las cosas». Es arriesgado interpretar una frase aislada. Aubonnet18 considera que tal cita parece insinuar que para Aristóteles la política, al igual que la ética, es una ciencia únicamente normativa.

Se conoce también el título de las Leyes, que comprendía cuatro libros, compuestos, según parece, con el fin de legislar para Estagira, su ciudad natal, situada en la costa oriental de la Calcídica. Otra obra de tema político es Sobre la monarquía, está dirigida a un príncipe joven que le pide consejos. Debe suponerse que pertenece al tiempo en que Aristóteles era preceptor del hijo de Filipo. Puede ser una memoria dirigida a Alejandro al ascender al trono, parecida a su Protréptico o al A Nicocles de Isócrates, en donde se daban consejos de orden moral y político19 . En esta obra, tal vez, tuvo ocasión para profundizar y enriquecer las ideas tradicionales acerca de la realeza, e hizo una primera clasificación de las diversas formas de monarquía, ya que se observa que este tipo de gobierno tiene en la Política (III 14-18) una precisión y extensión mayores que las otras formas, que presenta mucho menos elaboradas.

Lamentamos especialmente la pérdida del escrito dirigido a su antiguo discípulo, titulado Alejandro o Sobre las colonias. En él podríamos tener un seguro testimonio para conocer en qué medida Aristóteles determinó la conducta política de Alejandro. Sólo nos quedan dos fragmentos20 . Con todo, es bastante seguro que las ideas de Aristóteles sobre el Estado se movían dentro de los límites de la polis griega. No pudo comprender el proyecto de imperio que estaba en la mente de Alejandro, con la fusión de los griegos y macedonios con los orientales, que, para Aristóteles, no eran más que bárbaros. Tal vez esta misma falta de comprensión provocó el distanciamiento y muerte trágica de su sobrino Calístenes, historiador que acompañaba a Alejandro para narrar sus hazañas en campaña y que, tras haber caído en sospecha de participar en una conjura, es matado sin previo proceso. Se conserva un conocido pasaje del tratado en que Aristóteles aconseja a Alejandro «ser caudillo para los helenos, para los bárbaros señor, y tratar a los primeros como amigos e iguales, y a los segundos como a fieras o plantas». Tales ideas manifiestan claramente una reprobación de la política de asimilación practicada por Alejandro.

El testimonio más importante para conocer el pensamiento político de Aristóteles es el tratado la Política, compuesto de ocho libros21 . Sobre la cronología y el orden en que se han escrito, hay numerosos y profundos trabajos. W. Jaeger, teniendo en cuenta referencias internas y contradicciones, ha logrado ordenarlos según el momento de su redacción y explicar así una evolución en el pensamiento de Aristóteles. Forman parte de la Política primitiva, según Jaeger, los libros II, III, VII y VIII; éstos siguen la línea platónica de una ciencia política abstracta. Los libros IV-VI formarían un tratado perteneciente a la última etapa de producción del autor, en la que predomina la línea de investigación empírico-positiva, momento en que llega al máximo distanciamiento de su maestro. Luego habría añadido, como prólogo, el libro I, que expone las condiciones sociales y económicas que sirven de base a toda la vida política.

En los estudios más recientes, no se pone en duda que en la obra hay tratados pertenecientes a épocas diferentes, materiales que formaban parte, incluso, de otros escritos, pero también se admite, en general, que el propio autor lo refunde todo, en una última revisión, en la Política con el orden tradicional en que nos ha llegado y que este orden ha sido escogido por el mismo Aristóteles, o según otros por algún editor de la escuela peripatética, fiel a la enseñanza de su maestro. Así, lo más aconsejable, teniendo en cuenta los últimos resultados de la investigación, es respetarlo y considerar la unidad de estructura de la obra que se descubre de su lectura. Ofrecemos un esquema mínimo de su contenido siguiendo a W. D. ROSS22 :

1) La economía doméstica, preliminar al estudio del Estado, puesto que el Estado deriva de la casa (libro I).

2) Las repúblicas propuestas como ideales y las constituciones existentes más estimadas (libro II).

3) El Estado, el ciudadano y clasificación de los regímenes (libro III).

4) Los diversos regímenes y su realización, la inestabilidad de los regímenes, organización y seguridad de las democracias y oligarquías (libros IV, V, VI, respectivamente, que originariamente habrían sido un tratado independiente).

5) La felicidad y el régimen ideal, la educación de los jóvenes (libros VII y VIII, respectivamente, que habrían formado el tratado sobre el Estado ideal).

Nos referiremos de nuevo a la obra en el apartado dedicado a su relación con la Constitución de los atenienses.

Dentro de la actividad compiladora que, sin duda alguna, comienza ya en época temprana y cultiva en toda su vida, Aristóteles obtuvo muy interesantes resultados. Los frutos de esta actividad, con la hermosa excepción de la Constitución de los atenienses, se han perdido. En relación con el tema político figuraban Los usos y costumbres de los bárbaros (Nómima barbaricá), en cuatro libros. Aristóteles se interesaba, a juzgar por los fragmentos conservados, por las antigüedades, temas de folklore y de etnografía, instituciones sociales, la política y la fauna de los diversos países que trataba. Tal vez lo esencial de esta documentación lo haya recogido en su estancia en Aso y en Mitilene, así como en Macedonia. Su redacción parece tardía: un fragmento de los conservados menciona la expedición de Alejandro el Motoso al sur de Italia donde murió, hecho que se sitúa al final de los años treinta del siglo IV . Otra obra era Los pleitos de las ciudades (Dicaiṓmata póleōn)23 , se trataba de una compilación de documentos jurídicos en los que se discutían las reivindicaciones de ciudades griegas sobre territorios y otras diferencias. Según la Vita Marciana24 , este escrito sería anterior a los primeros estudios sobre las Constituciones, y Filipo de Macedonia, gracias a estos documentos, pudo dar fin a las disputas entre las ciudades griegas. Se habría impuesto como árbitro basándose en un derecho consuetudinario que Aristóteles le suministró con este trabajo. Según A. Tovar, los primeros materiales de esta compilación serían reunidos en su estancia en la Academia y luego lo habría modificado y completado varias veces, y publicado en los últimos años24bis .

La «Constitución de los atenienses»: autenticidad, época de composición y contenido

Dentro de esta actividad compiladora sobresalía, ante todo, el gran tratado de las Constituciones (Politeîai), grandiosa colección que pretendía recoger las constituciones de ciento cincuenta y ocho ciudades griegas y bárbaras. Según Filodemo25 , tan inmenso trabajo fue hecho en colaboración con Teofrasto. Aristóteles, ciertamente, dirigía el trabajo de un gran número de colaboradores y aprobaba y corregía los diversos estudios particulares26 . Tal proyecto no sabemos si llegó a terminarse. Por las citas de los autores antiguos se conoce el nombre de sesenta y ocho ciudades y pueblos griegos o bárbaros de los que eran descritas sus instituciones políticas27 . Iban desde Sínope, en la costa del mar Negro, hasta Cirene al Norte de África, y Marsella al Sur de Francia. Según Diógenes Laercio, había cuatro tipos: democráticas, oligárquicas, tiránicas y aristocráticas, y estaban clasificadas por orden alfabético como lo atestigua el fragmento recogido por V. Rose (fr. 417, en la cita de Harpocración): la Constitución de Atenas era la primera y la de Ítaca ocupaba el lugar cuarenta y dos. A juzgar por los fragmentos que nos quedan, Aristóteles se interesaba por cuestiones muy variadas, aunque lo esencial en ellas parece que debían ser los estudios de orden histórico o jurídico y constitucional, como se puede deducir de la lectura del fragmento más amplio y completo de esta serie de monografías, la Constitución de los atenienses. Es bastante seguro que el mismo Aristóteles redactase varias, pues un comentarista griego habla de la claridad de exposición de este autor en las Constituciones auténticas suyas28 ; y en el libro II de la Política, al hacer la crítica de los escritores anteriores de utopías, entre los que destaca a Platón, entra Aristóteles en una discusión sobre los tres estados ideales que, en el siglo IV , se consideraban como poseedores de constituciones ejemplares y trata de las constituciones de Esparta, Creta y Cartago.

Aubenque29 cree que el interés de Aristóteles por la investigación sobre las constituciones tiene su origen en estudios del mismo tipo hechos en el seno de la Academia platónica. También Jaeger afirma, al referirse a los tres Estados ideales de Creta, Esparta y Cartago, que si la última redacción parece de poco después de 345 a. C. (basándose en el dato concreto de la huida del capitán focidio, Faleco, a Creta, hecho que se menciona como reciente), el material debió de recogerlo antes de su estancia en Aso, cuando Platón trabajaba en Las leyes, y las instituciones espartanas y cretenses eran tema favorito de discusión en la Academia30 . Parece razonable situar la enorme empresa de la compilación de tan gran número de constituciones, como plan organizado y dirigido por el Estagirita, en los tiempos en que dispuso de la ayuda de muchos investigadores: cuando era jefe del Liceo en su segunda estancia en Atenas (335-323 a. C.), pero no cabe ninguna duda de que pudo darle comienzo en el período en que trabajó en la Academia y continuarla durante los doce años de su vida que transcurre en diversos lugares (347-335 a. C.), y especialmente en Aso, en la Eólide, donde se encuentra con Erasto y Corisco31 , que habían sido miembros de la Academia platónica, a quienes se añaden otros discípulos: Jenócrates y, tal vez, también Teofrasto. Aquí Aristóteles encuentra un ambiente adecuado y una situación más segura que en Atenas, donde el partido antimacedónico crecía en importancia. Vive en la corte de Hermías de Atarneo, con cuya hija adoptiva se casa, en contacto directo con los problemas políticos de aquel mundo difícil, disputado por la ambición del rey macedonio y la del rey persa. Por otro lado, dentro del grupo de aquella oligarquía intelectual, recae la dirección en él y, durante los tres años que permanece allí, tiene seguramente comienzo lo que será la escuela científica de Aristóteles albergada en el Liceo. Continúa la labor del primitivo grupo platónico y desarrolla, sin duda ninguna, las posibilidades que le ofrece aquel escenario geográfico (Tróade, Eólide, tracios, persas, macedonios y colonias del mundo griego) de conocer realidades histórico políticas de otras comunidades griegas y bárbaras. Es muy probable que, en un lugar tan propicio, siguiese recopilando material que le sería necesario para componer las Constituciones.

La Constitución de los atenienses, como ya hemos dicho, era el primer libro que engrosaría esa gran colección. Es el ejemplo más acabado que tenemos para deducir el método adoptado en este tipo de investigación, y reconocer el valor que estos estudios tenían y la irreparable pérdida que su desaparición supuso. Es opinión generalizada que fue el mismo Aristóteles quien compuso el tratado que debía servir de modelo para los demás trabajos constitucionales del Liceo. Esto no quiere decir que sea una obra cuidada literariamente, como hemos dicho más arriba de los diálogos, y publicada por el propio autor para el público, sino que más bien sería, a juzgar por las contradicciones que hay en el texto, un manuscrito que el autor iría corrigiendo, añadiendo y cambiando adecuadamente en el tiempo32 . No obstante, según la oportuna cita de Tovar, «en la ordenación y disposición de la materia reconocemos la mano de un sistematizador y, detrás de los juicios de instituciones y políticos, vemos al científico y al filósofo».

En cuanto a la forma, la «composición en anillo» está empleada como principal recurso estructural en la parte histórica (caps. 1-41) con habilidad y variedad, para poner énfasis en las principales etapas del desarrollo y evolución de las constituciones. Y también la usa de modo sistemático en la parte segunda, dedicada a exponer la organización del Estado ateniense. Como tal recurso formal alude continuamente al pasado y lo compara con el presente del autor, que es el que trata de reflejar en esta sección de la obra33 . Existen pasajes que parecen interpolados, a los que hacemos referencia en las notas a la traducción. Pero tales datos fueron introducidos por Aristóteles mismo. El texto que leemos es el mismo, sin duda, que el que leía el último de los Atidógrafos, el historiador Filócoro, quien escribe antes de 306 a. C., menos de veinte años después de la composición de la obra, y la citaba como de Aristóteles34 . Sobre su autenticidad nadie duda ya.

Si pasamos a establecer la fecha de su composición, dado el carácter del escrito, tiene sólo un valor relativo tratar de situarla en un año concreto: los datos más recientes que encontramos mencionados nos permiten deducir solamente que el autor se ocupó de poner al día su obra y, en todo caso, significarán el momento después y antes del cual hizo los últimos retoques. En este sentido, la revisión última está limitada por las referencias mismas que hay en el texto y parece que tuvo que ser bastante tardía. Existen unos datos que nos lo confirman: por una parte, la mención del magistrado ateniense de Samos (62, 2), que desaparece más tarde, en 322 a. C., y la referencia a la nave Amonia (61, 7), una de las naves sagradas que llevaba este nombre después de 32435 a. C., permiten situar la redacción entre 324 y 32236 a. C. Por otra parte, la referencia cronológica del arcontado de Cefisofonte (54, 7), que es en 329/8 a. C., y el no mencionar Aristóteles quinquerremes (46, 1), que se sabe que existen en servicio desde 32637 a. C., pueden ser términos post quem y ante quem, respectivamente, para pensar en una redacción última entre 328 y 326 a. C. En todo caso, tales fechas ratifican la idea casi unánime de que la composición de las Constituciones tuvo lugar en la etapa en que dirigió el Liceo, es decir, durante su estancia en Atenas (335-323 a. C.). Y por ellas, es razonable pensar que la última revisión de la Constitución de los atenienses fue uno de los trabajos postreros del autor, ya que muere en 322 a. C.

En cuanto al contenido, el tratado está compuesto de dos partes bien diferentes. En la primera parte (1-41) expone la evolución del régimen político de Atenas desde una época anterior a Solón hasta el arcontado de Euclides (403 a. C.), es decir, hasta la restauración de la democracia en ese año. Se puede subdividir en un bosquejo de la sucesión de regímenes que llega hasta 411 a. C. (1-28), y un informe documental de las revoluciones oligárquicas y de la restauración (años 411-403 a. C.; caps. 29-40), con un resumen (41) de la visión histórica dada en los capítulos anteriores.

El plan completo de la primera parte comprende los cambios de régimen siguientes:

1) Los cambios con la entrada de Ión (1).

2) La constitución en tiempo de Teseo (2-3).

3) Reorganización constitucional de Dracón (4).

4) La Constitución de Solón (5-13).

5) La tiranía de Pisístrato y sus hijos (14-19).

6) Reformas de Clístenes (20-22).

7) La supremacía del Areópago (23-24).

8) Reformas de Efialtes y gobierno de Pericles: plena restauración y desarrollo de la democracia (25-28).

9) La revolución de los Cuatrocientos (29-32).

10) Gobierno de los Cinco Mil (33).

11) El gobierno de los Treinta y los Diez (34-38).

12) Restauración de la democracia (38-40).

La constitución establecida en 403 a. C. (con la paz de Euclides) permanecía en vigor en la época en que Aristóteles escribe el tratado, como él mismo dice: «añadiendo continuamente poder a las masas. Pues de todas las cosas el pueblo se ha hecho a sí mismo dueño, y todo lo gobierna mediante votaciones de decretos y por medio de los tribunales, en los que el pueblo es el soberano» (41, 2).

La segunda parte contiene una exposición de la organización del Estado ateniense en tiempo del autor (42-69): nos ofrece un cuadro de las instituciones del derecho positivo de Atenas en el siglo IV . Después de un preámbulo consagrado a la inscripción de los ciudadanos y a la efebía (42), trata de la estructura de las magistraturas, arkhaí, (43-62), primero las que son designadas por la suerte (43-60), y luego las que son elegidas por votación, las magistraturas para la guerra (61) y los sueldos (62). Una última sección de esta parte es la dedicada a la descripción de los tribunales (63-69) con la que finaliza el escrito.

Fuentes de la obra

Los únicos autores que Aristóteles nombra son Solón y Heródoto. De Solón cita gran número de versos en dos capítulos (5 y 12). A Heródoto lo menciona una vez (14, 4), pero parece seguirlo de cerca en la exposición sobre Pisístrato y Clístenes (14; 15; 20), con interesantes variantes38 . En muchos pasajes, remite a la tradición anterior escrita por medio de expresiones generales como: «la mayoría afirma» (3, 3), «como dicen los partidarios del pueblo» o «según los que quieren difamarle» (6, 2), «todos los demás lo reconocen» (6, 4). En algunos pasajes, se conoce de modo seguro la fuente a la que alude: en «la historia que se cuenta de que Hipias…» (18, 4) se refiere a Tucídides en un pasaje del libro VI 58 de la Historia de la Guerra del Peloponeso. Disiente deliberadamente de él sobre algunos puntos importantes de la historia de Harmodio y Aristogitón. Coincide, en cambio, en gran parte de la narración de la revolución de los Cuatrocientos (29; 33), aunque la coincidencia no es completa, pues Aristóteles cita documentos originales con información que no recoge Tucídides. Parece que era norma común, dentro de la tradición historiográfica aristotélica, no citar las fuentes.

Con Jenofonte presenta semejanza en la narración del discurso de Terámenes (36) y en otros pasajes, pero, al mismo tiempo, las divergencias son suficientemente numerosas para sugerir que la fuente seguida por Aristóteles era la misma que la que más tarde sigue Diodoro Sículo. Ambos seguían a Éforo a quien Diodoro cita. Busolt39 mantiene que el acuerdo entre Aristóteles y Diodoro (Éforo) se debe a que ambos, Aristóteles y Éforo, tienen como fuente común la Atthís de Androción.

Aristóteles sigue frecuentemente a los autores de historias locales, los Atidógrafos40 : sigue a Adroción sobre el ostracismo de Hiparco, el hijo de Carmo (22, 3), y parece querer refutarlo en la reducción de deudas y la reforma monetaria de Solón (6; 10). Las concordancias con Plutarco, probablemente, son debidas a que los dos escritores manejan, la obra de Androción. La Constitución de los atenienses tiene en común con las Atthídes, historias locales de Atenas, el interés por señalar el origen de palabras y frases conocidas (2, 2; 6, 1; 13, 5; 21, 2; 21, 5; 43, 2), la procedencia de instituciones (7.4; 8.3) y la explicación de proverbios (16, 6; 18, 6; 21, 2).

Recoge, asimismo, información Aristóteles de obras semihistóricas y semipolíticas, panfletos, como G. Mathieu las califica, que muestran una tendencia política determinada. Unas eran de tendencia democrática; se hacen notar en los capítulos: 6, 1; 7, 2-3; 16, 4; 18; 20, 3; 25. Otras eran favorables a una política oligárquica; así, en los caps. 6, 2; 18; 20, 1; 24; 25; 27, 4-5, parece estar detrás el pensamiento del grupo político acaudillado por Critias. También se muestra una tendencia favorable a Terámenes (3, 6; 4; 8, 2-4; 9, 2; 16; 23, 1; 26, 1; 28-40, especialmente 28 y 36), que quizá depende de un tratado doctrinal compuesto entre 403 y 400 por un miembro del partido moderado de los oligarcas.

También recurre para sus fuentes a datos arqueológicos: «las tablas giratorias» de Solón, kýrbeis (7, 1), la acuñación de la moneda presoloniana (10), la inscripción de un relieve que representa a Dífilo al lado de un caballo, en la Acrópolis (7, 4). Otros testimonios los toma de los poemas de Solón41 (5, 2-3; 12) o de la poesía popular, como los escolios en honor de los muertos al fortificar Lipsidrio (19, 3) y el cantado en honor de Cedón (20, 4). Cuando le faltan fuentes, toma como tales las deducciones que hace a partir de circunstancias concretas existentes en su tiempo. Es decir, infiere del presente el pasado: dada una situación en las instituciones, deduce las condiciones en que existían éstas en un tiempo más antiguo. En algunos casos, el autor menciona a otros que emplearon ese mismo método de reconstrucción de los hechos: acerca de los juramentos de los nueve arcontes (3, 3), sobre la calificación de la segunda clase del censo que cosechaba trescientas medidas (7, 4). Él mismo lo emplea en algunos casos: sobre la unión sagrada que tenía lugar entre la mujer del rey y Dioniso (3, 5), en la proposición de los nueve arcontes por sorteo en tiempo de Solón (8, 1), en el establecimiento por Pisístrato de «los jueces por demos» (16, 5).

A un lector moderno llama especialmente la atención la importante presencia que los documentos oficiales históricos tienen en el escrito. Aristóteles quiere apoyarse en documentos originales conservados, sin duda, en los archivos del Estado, guardados por los prítanes de turno: la referencia a la ley para la asignación de los tesoreros (8, 1) y la ley contra los que no se interesaban por los problemas de la ciudad (8, 5), la ley contra la tiranía (16, 10), los decretos propuestos por Aristión (14, 1) y Temístocles (22, 7), expresados en términos generales, y el propuesto por Pericles en 451/450 (26 al final). Los documentos oficiales relacionados con la revolución de los Cuatrocientos en 413 son recogidos en toda su extensión: la proposición de Pitodoro de Anaflisto para el nombramiento de los treinta consejeros con la enmienda de Clitofonte, los acuerdos formales preliminares y disposiciones de la constitución redactada por los treinta consejeros (29), las constituciones definitiva y provisional compuestas por los cien comisionados (30; 31) y los términos en los que se logra la reconciliación entre los partidos oligárquico y democrático en 403 a. C. (39).

En ocasiones, ese interés por el documento oficial le lleva a aceptar documentos falsificados como auténticos: es opinión generalizada considerar interpolada la supuesta constitución de Dracón (4). O bien incluye como documentos oficiales, textos de origen dudoso que parecen procedentes de alguna obra oligárquica42 : en los caps. 28-40 sigue una fuente favorable al partido de Terámenes que representa una tendencia política por la que siente especial simpatía, pues la hace coincidir con la democracia moderada que expone en la Política, bajo el nombre de Politeía (IV 14, 1298b9). En estos casos, algunas veces, transmite información no conocida por otra fuente. Así, es indispensable para comprender los acontecimientos de 404-403, y para analizar la situación política en Atenas cuando se establecen los Treinta Tiranos43 .

En el empleo de las fuentes, Aristóteles aplica su sentido crítico: cita las versiones diversas de un hecho (14, 7; 17, 4), intenta justificar los motivos que ocasionaron tales datos, y procura corregirlos y dar su versión armonizadora; en su búsqueda del término medio, acepta, a veces, parte de una versión y parte de otra. Este modo de proceder puede explicar contradicciones de fechas que se encuentran generalmente en este tratado (14; 15; 17; 19)44 .

Para la segunda parte de la obra, las fuentes principales han tenido que ser los archivos mismos, que le suministraban los datos concretos y exactos, y los Atidógrafos, que le permitían comparar el estado presente y el estado anterior de las instituciones45 . La precisión de los términos jurídicos y el detalle en la descripción de las magistraturas (43-62) y de los tribunales (63-69) aseguran la excelente calidad de las fuentes. Como muy agudamente observa Haussoullier46 , se deduce, en esta sección de la obra, un espíritu irónico y crítico de la democracia ateniense del s. IV , al exponer tan minuciosamente los detalles materiales en torno a los tribunales: aparatos, cajas, urnas, bastones, bellotas, tableros, tablillas, salas, colores, letras. Ello apunta a las medidas extremas de precaución que se habían tomado, por el espíritu de desconfianza y el temor a las intrigas y a la corrupción de los miembros de los tribunales populares (63, 4-66) que habían llegado a tener todo el poder (41, 2). Sabemos que el autor de la Política considera el régimen democrático como una desviación del gobierno ideal para él (politeía), y no es una de las tres formas que reconoce como justas (Política IV 2, 1298a26).

En esta segunda parte, se ha notado habitualmente una laguna importante: no se dice nada de cuál es la magistratura a quien corresponde legislar. Y en la Política tampoco se subsana el olvido. Por otras fuentes sabemos que la función de legislar compete, en Atenas, a los «legisladores», nomothétai, un colegio de heliastas. Omite también, en el cap. 59, la revisión anual de las leyes, epikheirotonía tôn nómōn, que presidían los tesmótetas. La omisión de estas cuestiones, tal vez, se explique porque eran tratadas por su discípulo Teofrasto en las Leyes, tratado que figuraba en el programa de los trabajos dirigidos por el maestro. El lexicógrafo Harpocración, s. V . thesmothétai, dice que Teofrasto trataba de la revisión anual de las leyes en el libro III de las Leyes. Y esto hace suponer que también tratase de la competencia de dar leyes en otro capítulo.

A pesar de tales omisiones, en la segunda parte no hay contradicciones y presenta una mayor coherencia y seguridad metódica.

La «Política» y la «Constitución de los atenienses»: teoría y práctica

La composición de la Constitución de los atenienses transparenta una sólida base teórica que también se encuentra en la Política. En el primer capítulo del libro III de la Política define al ciudadano (1275a22 ss.) por participar en la administración de justica y en el gobierno (kríseōs kaì arkhḗs), y éstos son los epígrafes que podríamos dar a la segunda parte de la Constitución de los atenienses aunque invertidos: las magistraturas (42-62) y los tribunales para administrar la justicia (63-69). En el libro IV de la Política (IV 14, 1297b37 ss.), coincidiendo con la Constitución de los atenienses, detalla, en el mismo orden, los tres elementos que tiene todo régimen: el elemento que delibera sobre los asuntos de la comunidad (tò bouleuómenon); el de las magistraturas (tò perì tàs arkhás), es decir, cuáles deben ser, sobre qué asuntos deben tener autoridad y cómo debe hacerse su nombramiento; y el que debe administrar la justicia, esto es, el poder judicial (tò dikázon). Igualmente, la dura crítica que hace, en la Política, de la democracia radical (IV 4, 1292a5 y 23), en la que el soberano es el pueblo y no la ley, tiene su reflejo en la Constitución de los atenienses (41, 2, al final) al referirse a la democracia de la época del autor. En esta obra se pueden ver ejemplos de los regímenes tratados en los libros III, IV y VI de la Política: del régimen mixto o «república» (politeía), en la constitución de Dracón y en la de Solón; de democracia radical, en la que existe en los «últimos tiempos» en vida del autor; de la aristocracia, en la constitución del Areópago; de oligarquía radical, en el régimen de los Treinta; de la tiranía, de la que dice que es la forma más distante de una constitución, en el régimen de Hipias; de un tipo de monarquía, en el régimen de Pisístrato.

Creemos que teoría y experiencia están en estrecha relación y son una constante en el pensamiento político de Aristóteles. Ya hemos expuesto alguna idea de lo que se puede saber de las obras encuadradas bajo el término de «diálogos» con tema político, y vienen a apoyar la tesis de un Aristóteles que presenta, en sus escritos desde su etapa en la Academia platónica, los ingredientes de un desarrollo teorético del pensamiento y una investigación experimental de todo fenómeno natural. Su criticismo realista, unido a un moderado idealismo, son sus principales características. Debemos encajarlo en la tradición intelectual de la «política» en Grecia. Julián Marías47 indica tres fuentes principales de inspiración que convergen en la composición de las obras más importantes de tema político: la actividad política misma, la actitud racionalista orientada a la pura especulación que busca lo mejor y lo ideal, sin tropezar con la realidad política, y la conciencia de que la comunidad política está en crisis y los peligros que esta situación conlleva.

La clasificación48 que Aristóteles presenta de las Constituciones deja ver la tradición, coincide con Platón, salvo pequeñas diferencias, y nos la transmiten como una clasificación comúnmente admitida (Política IV 3, 1298a22-24); pero, además, Aristóteles se sitúa en el mundo real griego, atiende a los hechos y analiza un panorama histórico bien definido: las consecuencias de la guerra del Peloponeso y aparición de dos bloques políticos, representados por Atenas y Esparta que apoyan las democracias y las oligarquías respectivamente, las hegemonías sucesivas de bloques (Atenas, Esparta, Tebas, Macedonia), las luchas internas de Estados griegos y la crisis de la democracia de su tiempo. Esta realidad política induce a Aristóteles a presentar las constituciones como si hubiese sólo dos formas: oligarquía y democracia (III 9, 1280a7 y ss.; IV 4, 1290a24-30 ss.). Y como dice Moraux49 , «de una feliz mezcla de instituciones democráticas y oligárquicas nace una forma de Estado que Aristóteles considera como excelente», a la que llama politeía (IV 8-9, 1293b22-1294b41). El escenario histórico de los hechos ha sido el motor de su pensamiento y la base de su teoría.

A su vez, las orientaciones teóricas del filósofo condicionan la interpretación de los hechos: busca la verdad estudiando el mayor número de testimonios, pero los interpreta según sus propias teorías, asume las tradiciones que concuerdan más con sus ideas. R. Weil50 analiza una serie de pasajes que presentan diversas versiones en la Constitución de los atenienses y en la Política y nota la significativa elección que Aristóteles hace: 1.°) La historia de Solón en ambas obras es semejante, la única diferencia es que en la Política los arcontes eran elegidos y controlados por el pueblo (II 12, 1274a15 ss.; III 11, 1282b32 ss.), y en la Constitución de los atenienses los hace designar por la suerte sobre una lista preestablecida y su control pertenecía al Areópago (8, 1). La doble versión proviene de las fuentes: una procede de los autores del siglo IV y otra de los autores más antiguos. La historia de Solón en el siglo IV sirvió de propaganda y circulaban, entre otras versiones, la democrática y la oligárquica. Heródoto ve en él un sabio, un poeta y el autor de un código de leyes, pero no de una reforma constitucional. Aristóteles toma posición ante esta situación, y tras un primer trato objetivo de los hechos y escritos de Solón, pasa a considerar su régimen como el comienzo de la democracia, moderado y capaz de mantenerse en el medio: en la Constitución de los atenienses lo ve como ejemplo histórico del régimen «mixto» que en teoría había definido en la Política (IV 14, 1298b9), bajo el nombre de «república» (politeía), más constitucional que democrático. 2.°) Las preocupaciones políticas de su tiempo y su propia teoría explican la consideración de la constitución de Dracón como realmente existente (Constitución de los atenienses 4; 41, 2, con las notas respectivas); tal vez se basa Aristóteles para ello en algún documento forjado a fines del s. V (cf. R. Weil, art. cit., págs. 168-170). 3.°) Otro ejemplo de elaboración propia, basada en alguna fuente del siglo IV , es aquella en que supone el llamado gobierno del Areópago (23) como una constitución cierta (41, 2). Esta pretendida constitución, además de servirle como ejemplo de su preferida constitución «media», de la que dice que con ella los atenienses fueron muy bien gobernados en aquellos tiempos (23, 2), fortalecía la teoría del cambio progresivo, es decir, del crecimiento gradual de los elementos democráticos de la constitución (22; 23). Aristóteles, ante el complejo asunto de calibrar los méritos de unos y de otros en las guerras médicas, en tal pasaje (23, 1-2) toma partido y la justifica como resultado del protagonismo que el Consejo del Areópago tuvo en las guerras, mientras que en la Política expone la gran importancia del pueblo y cómo éste adquirió conciencia de haber sido fuerza decisiva en ellas (II 12, 1274a12-15).

En esta tendencia de Aristóteles a encuadrar la historia en su doctrina es significativo el cuidado que pone en las expresiones de cronología relativa para determinar el encadenamiento de los hechos y fijar los comienzos o puntos de partida. Al referirse a etapas históricas en las que los datos son muy escasos, se nota que hace grandes esfuerzos para presentar un plan cronológico y sistemático, poco convincente en algunos casos. Así ocurre en el tercer capítulo, al tratar de los tiempos anteriores a Dracón, donde explica las características de aquella forma de gobierno que, más adelante, asigna a Teseo (41, 2) y que considera como la primera que tomó forma de constitución.

Con esta visión no queremos dar una idea negativa del uso que Aristóteles hace de las fuentes, pues se ha comprobado que hay una total concordancia entre la información que él nos transmite y la que aparece en las inscripciones áticas, por un lado, y en los textos de leyes citados por los oradores, por otro. Hay que reconocer que tiene un contacto directo con las leyes y decretos y que utiliza los mismos archivos. Lo que sucede es que los datos y las distintas versiones de ellos los encaja en su desarrollo teórico complejo. Aubenque51 , al referirse a la ciencia política aristotélica le parece ver en ella un deseo de doble síntesis: «síntesis de la ciencia y de la experiencia, de la política teórica y de la acción»; o dicho de otro modo: «síntesis entre la universalidad de la ciencia o de la ley y la singularidad de los individuos y de los casos concretos». La ley, según Aristóteles, se debe juzgar en su contenido, pero también en su contexto, es decir, en la constitución del Estado que tenga que aplicarla (Política IV 8, 1294a3-4). Vale más que existan instituciones mediocres que la falta total de ellas. De ahí se deduce el espíritu conservador del estagirita y su cuidado de contribuir a la salvación de las constituciones existentes.

La transmisión del texto

El texto de la Constitución de los atenienses es transmitido por un papiro y, en algunos pasajes, por dos. El redescubrimiento de esta obra es muy reciente. Antes de 1880 se conocía por citas y referencias de otros autores.

El «Papiro de Londres (British Museum 131) (L)». De los papiros encontrados entre las arenas de Egipto y adquiridos por el Museo Británico en enero de 1891, se identifican algunos con el tratado casi completo de la Constitución de los atenienses. El texto está escrito en el dorso de cuatro rollos de papiro, de desiguales dimensiones, en treinta y siete columnas: el primero contiene once columnas anchas de texto; el segundo, trece más estrechas; el tercero, con varias lagunas, tiene seis columnas anchas; el cuarto es muy fragmentario, ninguna columna está completa. El frente del papiro está ocupado con cuentas de un granjero de una pequeña granja egipcia, que han tenido el interés de ser datadas52 en 78-79 d. C. El texto debió de ser copiado hacia el final del s. I d. C. Kenyon, por el estilo de la letra, considera que hay cuatro manos diferentes en la copia. El papiro fue publicado, por primera vez, por este mismo autor el 30 de enero de 1891, y unos meses más tarde el Museo Británico publicó un facsímil del manuscrito. El relato comienza con el proceso de los Alcmeónidas por sacrilegio (véase nota 1 de la traducción). La primera frase, incompleta, está precedida de un espacio en blanco, lo que muestra que el manuscrito proviene de un arquetipo mutilado ya. Y acaba con el texto, muy fragmentario, del cuarto rollo, que parece, en extensión, como el tercero, a juzgar por el espacio de las cuentas que se conservan mejor.

El «Papiro de Berlín (Museo Egipcio 163) (B)». En el Fayum, cerca de la antigua Arsínoe, en 1880, entre los fragmentos de papiro encontrados y adquiridos por el Museo Egipcio en Berlín, había dos hojas mutiladas que contienen los fragmentos siguientes: 12, 4; 13, 1-4; 21, 4; 22, 2; 22, 5-7. Fueron publicados por F. Blass («Neue Papyrusfragmente eines Historikers im Aegyptischen Museum zu Berlin», Hermes 15 [1880], 366-382. Otras notas del mismo autor sobre el papiro, en Hermes 16 [1881], 42-46; 18 [1883], 478-480), y su contenido fue identificado por Th. Bergk («Zur Aristotelischen Politie der Athener», Rheinisches Museum 36 [1881], 87-115)53 .

Antes del descubrimiento de los papiros, la obra era conocida a través de fragmentos procedentes de citas y otras referencias de autores antiguos. C. F. Neumann, cuando publica en Munich (1827) su Aristotelis Rerumpublicarum Reliquiae, donde incluía fragmentos de cincuenta Constituciones, recogía 59 fragmentos de la Constitución de los atenienses. Y medio siglo más tarde (1886), Teubner publica la tercera edición de V. Rose, y el número de fragmentos era de 223, de los cuales pertenecen noventa y uno a la Constitución de los atenienses.

El texto de nuestra traducción

La base de nuestro texto es la excelente edición crítica de A. Tovar, Aristóteles. La Constitución de Atenas, Madrid, 1970 (= 1948), que ha tenido en cuenta la edición facsímil del Museo Británico y los trabajos y ediciones críticas recientes en aquel momento. Nos han sido de gran utilidad también para fijar el texto definitivo y para la elaboración de notas las ediciones, traducciones, artículos y comentarios que citamos en la bibliografía, especialmente los de J. E. Sandys, G. Mathieu-B. Haussoullier, M. A. Levi, F. G. Kenyon, y la reciente colación del Papiro de Londres y del Papiro de Berlín llevada a cabo por M. Chambers, cuyos resultados ha publicado en tres artículos sucesivos* .

Hemos procurado ajustarnos al fondo y a la forma del original. Respetamos el estilo del autor en gran medida, ya que el tratado lo permite por su carácter histórico e institucional. Los problemas mayores que se nos planteaban procedían del contenido: los objetivos del autor, muy esquemáticamente resumidos, se dirigen principalmente a presentar la sucesión de los regímenes políticos en Atenas desde los primeros tiempos, y las instituciones que hacen funcionar el mecanismo del Estado; éstos le llevan a tratar los hechos históricos superficialmente y a proporcionar un gran cúmulo de términos institucionales concretos que no tienen correspondencia entre la lengua de salida (el español) y la lengua de entrada (el griego). Consideramos que la adición de notas aclaratorias siempre que el texto lo exige hacen más comprensible el contenido. Ante el carácter específico y técnico que, en numerosos casos, tienen los términos de las instituciones, optamos, como norma general, por respetar la palabra griega y transcribirla al español resaltándola en cursiva, al menos la primera vez que aparece, con una nota a pie de página. En los casos en que existe correspondencia con términos españoles los hemos adoptado. Para los nombres propios nos hemos atenido a las indicaciones de M. F. GALIANO , en La transcripción castellana de los nombres propios griegos, Madrid, 19692 (= 1961).

Añadimos un índice de nombres propios que incluye los topónimos, y otro de términos de instituciones que consideramos útiles dado el carácter documental del escrito al que se acude como consulta.

Al transmitirse el texto entero por sólo un manuscrito y ser pequeños los fragmentos en que existen dos, son escasas las lecciones en las que nos separamos de la edición base, y son, en general, fruto de los resultados de la colación de los papiros llevada a cabo por M. Chambers:

BIBLIOGRAFÍA

Ofrecemos una bibliografía selectiva y breve referida a la obra. Remitimos a la Bibliografía General para Aristóteles, en el núm. 14 de esta colección (B.C.G.), Acerca del alma, por T. Calvo Martínez, págs. 80-94, donde presenta, además, información de repertorios bibliográficos para quienes deseen completarla (págs. 80-81).

No repetimos, por tanto, bibliografía que haga referencia a ediciones completas y grandes colecciones, léxicos, comentarios antiguos, obras de conjunto, vida y obras, escritos perdidos y evolución de su pensamiento, ya que se encuentra en la citada obra.