Correspondencia (1912-1942) - Zweig Stefan - E-Book

Correspondencia (1912-1942) E-Book

Zweig Stefan

0,0

Beschreibung

El 24 de julio de 1912, Friderike von Winternitz visitó Viena y pasó la velada en la fonda Riedhof, un local frecuentado por funcionarios, oficiales, médicos y escritores, en el que vio a Stefan Zweig. Al día siguiente, Friderike le escribió una carta anónima con la que comenzaba no sólo su relación amorosa, sino una correspondencia que se prolongó durante veinte años, hasta el suicidio del escritor en plena Segunda Guerra Mundial. Estas cartas son un extraordinario testimonio del profundo vínculo que unió al escritor y a su primera esposa durante su vida en común y tras el divorcio, y un conmovedor documento de las vidas truncadas en la Europa devastada por la barbarie nazi. «Estas cartas suponen el eco escrito de un intelecto dual, sufrido a la vez que sufriente, apasionado al tiempo que destructivo. Correspondencia ilumina la obra del creador de El mundo de ayer y la de su exesposa. Se celebra, en definitiva, la magia de la literatura». José de María Romero Barea, «Quimera» «Representa un vivo fresco intrahistórico de aquel período». Ángeles López, «La Razón» «Un libro apasionante que es también un fiel reflejo de las vidas rotas por el Holocausto nazi». «La Voz de Galicia» «Esta publicación nos ha permitido asomarnos a la intimidad y el día a día de uno de los más grandes escritores del siglo XX». Guillermo Ortiz, «Jot Down»

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 667

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



STEFAN ZWEIG & FRIDERIKE ZWEIG

CORRESPONDENCIA

(1912-1942)

EDICIÓN DE JEFFREY B. BERLIN

Y GERT KERSCHBAUMER

TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN

DE JOAN FONTCUBERTA

ACANTILADO

BARCELONA 2021

CONTENIDO

El acercamiento

Kapuzinerberg 5

En suspenso

El rechazo

En el exilio

Epílogo

EL ACERCAMIENTO

EL TIEMPO Hoy la presión atmosférica ha oscilado durante todo el día entre 750 y 751 milibares. El cielo ha estado despejado aunque las nubes amenazaban tormenta, y la tarde ha sido bochornosa debido a la niebla. La temperatura ha alcanzado los 27,4 grados en contraste con los 22,2 de ayer, y la sensación de calor era 4 grados más alta que la del día anterior.

Desde Bad Ischl se nos informa de que el káiser ha salido de caza solo a las seis menos cuarto de la tarde.

NEUE FREIE PRESSE

Viena, 24 de julio de1912

El24 de julio de1912, Friderike von Winternitz, que veraneaba en la estación balnearia de Gars am Kamp, fue a Viena y pasó la velada en la fonda Riedhof, en el número5 de Wickenburggasse, distrito de Josefstadt, un local frecuentado por funcionarios, oficiales, médicos y escritores. Aquella noche Stefan Zweig estaba en la mesa vecina a la de Friderike von Winternitz. Ella pasó la noche en casa de su suegro, Jakob von Winternitz, en el número29 de Kochgasse, y al día siguiente regresó al valle de Kamp. Sin demora escribió una carta anónima dirigida al señor Stefan Zweig, Kochgasse8, distrito VIII de Viena (Josefstadt).

1. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

25 de julio [de1912]

Estimado señor Stefan Zweig:

Tal vez no sea preciso aclararle por qué me resulta tan fácil cometer lo que la gente llama una «incorrección». Tampoco es el momento de explicarle por qué a mí no me parece escandaloso escribirle: estuve ayer, durante medio día y una noche, en Viena, dejando mi suave rincón campestre, mi molino, donde me rodean el bosque y el agua y no llega la cultura de la ciudad. Y esta estancia dio lugar a una feliz coyuntura. Le había visto a usted hace unos años en una velada estival celebrada en Stelzer1 para despedir a Girardi. Alguien me dijo: «Mira, ése es Stefan Zweig». Yo acababa de leer una novela suya y en ella sonetos (a pesar de que no recuerdo si entonces los conocía ya) cuya armonía me prendó el alma.2 Fue una velada muy agradable. Usted estaba sentado, creo yo, con unos amigos y entre ustedes reinaba, o parecía reinar, una gran jovialidad. Por aquel entonces esto fue una especie de hito en mi vida. A última hora de la tarde regresamos a Viena en un hermoso y veloz carruaje. Y ayer estuvo usted sentado a mi lado en el Riedhof, y un conocido me trajo los Hymnen an das Leben.3 Los he leído esta mañana, con el traqueteo del carruaje, mientras regresaba a mi residencia estival. Los campos estaban bañados por un esplendoroso sol. Y de pronto me ha parecido lo más natural del mundo enviarle un saludo. ¡Los himnos son tan bonitos! Algunos de ellos ya los conocía. Me gusta especialmente «Das Wort» [El Verbo]. Lo había leído ya varias veces en voz alta en la revista Insel Almanach. Y ayer, mientras estaba sentada a su lado, se me ocurrió que no es lo mismo que uno se pase la vida traduciendo a Péladan, Strindberg o a Shaw, o que traduzca a Verhaeren. Dime qué traduces y te diré quién eres. ¡Y dime también cómo traduces! ¡«Adaptación», esto es la auténtica maravilla!

Yo también escribo poesía. Tal vez haya usted leído algo mío últimamente, o puede que quizá haya paseado la vista por encima de las líneas. Un día me gustaría mandarle algo a modo de saludo desde mi queridísimo mundo.

¿Por qué se halla usted en la ciudad? No tendría uno que estar casi nunca en la ciudad. ¡El lugar donde yo vivo es tan bonito! También usted lo encontraría maravilloso.

Sé su dirección por alguien que, al examinar mi lista de libros pedidos para Navidad, vio que figuraba en ella su Tersites. Creo que no es necesario que hable usted a nadie sobre esta tonta carta. Y no le escribo para que me responda, aunque me complacería. En caso de que le apeteciera hacerlo, dirija la respuesta a Maria von W., lista de correos Rosenburg am Kamp.4 Muchos saludos.

2. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

Mannigfallmühle bei Gars,

30 de julio [de1912]

Estimado doctor Zweig:

Fue muy hermoso tener ayer su carta en mis manos y leer luego sus palabras, que eran exactamente las que había esperado en secreto.

Le llamaré por teléfono mañana por la mañana, porque también me gustaría oír su voz. Asimismo, satisfaré sin ningún recato su deseo y me desprenderé del anonimato. Tengo la impresión de que a usted le ha de ser difícil comprender lo banal, pero tal vez se haga cargo de por qué no quise darle mi nombre completo antes de tener noticias suyas. De todos modos, le ruego que reprima su curiosidad, no vaya a ser que suscite en mí otra igual. Creo que puedo responder a todas sus preguntas, pues advierto la bondad que hay en usted.

Quisiera hablarle de dos cosas singulares: una es que, aquella noche, después de cenar en el Riedhof, volví a dormir en la ciudad después de muchos años de no hacerlo, y precisamente no muy lejos de su casa, en su misma calle; y la otra es que un amigo nuestro (que residía en nuestra casa campestre) recibió el fin de semana a unos viajeros llegados en automóvil que descansaron un rato en casa y se bañaron en nuestra bella orilla. Si bien dudo que guarde ello ninguna relación, no pude por menos de imaginar la posibilidad de que hubiese bajado usted de aquel automóvil gris y me hubiese encontrado yo ante un milagro, muy grato por cierto.5

En lo relativo a aquel terrible «yo también escribo poesía», quisiera precisar que con ese también no me refería a ello como una segunda actividad. Pero comprendo que haya podido experimentar cierta desconfianza. Creo, sin embargo, que podré disiparla, puesto que mi arte es demasiado silencioso para causar desagrado en el mercado. Me complacerá contarle cómo he conseguido publicar algo.

No sé si nos bastará con oír nuestras voces. Tendrán que recorrer un largo—y tal vez accidentado—camino. La semana que viene podría llamarle desde Viena, pero ahora usted está de viaje; ha cambiado el silencio por algo mejor, o simplemente por algo bueno, como es moverse.

¿Que si me atreveré a darle algún dato para que me reconozca? Entre mucha gente, apenas. Hay en sus ojos demasiada belleza, lo ve usted todo con aquella «lucecita reflexiva». Me atemoriza someterme a su examen.

Efusivas gracias de su afectísima

FRIDERIKE MARIA VON WINTERNITZ

Seguramente querrá usted saber si ante mi nombre figura el tratamiento de «señora»: así es.6

El7 de agosto, Stefan Zweig viajó a París, donde visitó a sus amigos y «maestros» Romain Rolland y Émile Verhaeren. A finales de agosto regresó a Viena.

3. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

Mannigfallmühle, 29 de agosto [de1912]

Distinguido doctor:

¡Ya está usted de vuelta!

Ahora debo contarle algo: acabo de leer Tersites y, pasada la embriaguez de la primera impresión, ha empezado a librarse en mí un conflicto. Me ha parecido que no tenía derecho a robarle su tiempo. No sé si mi abnegada veneración habría triunfado, pues usted mismo resolvió el conflicto. Fue muy amable por su parte alentar mi valor. Así que he elegido, rápidamente y un poco a la ligera, algunas cosas mías tanto nuevas como viejas. Entre ellas encontrará versos que nadie ha leído y otros textos que han pasado ya por la imprenta. Tengo también un cuento corto y una novela recientemente escrita, pero prefiero no mandárselos para no robarle demasiado tiempo. Se los mandaré cuando hayan «aparecido».7

¿Estará usted en Viena el miércoles y el jueves de la semana próxima? Me gustaría llamarle por teléfono.

Deseo de todo corazón que los ensayos8 no le resulten demasiado pesados y le mando muchos saludos desde mi esplendoroso jardín.

Suya,

FRIDERIKE MARIA VON WINTERNITZ

A principios de septiembre, Friderike von Winternitz regresó a Viena-Döbling. A causa de la enfermedad de su hija Suse no pudo asistir a una invitación en casa de Stefan Zweig. Después pasó unos días en Krumau, Bohemia. Tras su regreso invitó a Stefan Zweig a su casa.

4. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Viena-Döbling,] sábado

21 de septiembre de1912

Distinguido doctor Zweig:

Le ruego que venga el lunes. Me siento muy dichosa de poder esperar su visita.

Afectuosamente suya,

FRIDERIKE MARIA VON WINTERNITZ

El lunes23 de septiembre, Stefan Zweig y Friderike von Winternitz se conocieron en casa de la familia Winternitz de Oberdöbling, Kreindlgasse19. Él le regaló un ejemplar de su volumen de relatos Erstes Erlebnis. Vier Geschichten aus Kinderland (Leipzig, Insel, 1911).

Por desgracia, las cartas que él escribió a Friderike Maria von Winternitz durante los años del acercamiento no se han conservado. Sin embargo, en septiembre de1912 él empezó a escribir un diario, Dokumente seines inneren Lebens [documentos de su vida interior]. El23 de septiembre, Stefan Zweig anotaba:

He pasado la tarde en casa de la señora Von Wi. He mantenido una agradable conversación con una mujer realmente sensible y de una delicadeza insólita, pero que al mismo tiempo posee una energía y una sinceridad que la enaltecen. Ha dicho, por ejemplo, que era trágico tener hijos de un solo hombre: ¡qué audaz y qué noble es expresar semejante idea! En tales momentos me siento dichoso, pues sé que mi mayor don en la vida es abrir el corazón de las personas y suscitar en ellas, mediante una franqueza despojada de toda timidez (en ese sentido me siento completamente libre), la necesidad de revelar sus pensamientos más recónditos. Es magnífico cuando uno osa expresar en palabras por primera vez un pensamiento, se siente feliz como el pajarito que echa a volar y chilla de placer porque lo llevan las alas. Creo que a menudo logro liberar algo en las mujeres, y también en los hombres. Pero me guardo de aprovecharme de ello eróticamente; más bien genero esta libertad rechazando tácitamente lo erótico. Cosa que en este caso, al tratarse de una criatura tan frágil y delicada, no me costó. Aunque me resultó conmovedor, indeciblemente conmovedor, verla coger en brazos a la niña pálida y enferma e inclinarse hacia ella.9 Hay en estos gestos una maravillosa ternura que suena como música en mis oídos. Es una mujer con mucha sensibilidad. Luego ha irrumpido en la estancia su marido, penosamente afectado por alguna razón, lo que me ha obligado a sobreponerme a toda prisa: ha sido como un jarro de agua fría. Ella parece encontrarse en algún lugar entre el afán juvenil de belleza y la serenidad maternal; en medio se halla el marido: un péndulo que no marca las horas, sólo oscila. Después, por la noche, vagas reflexiones y café: este innecesario colofón del que quiero desacostumbrarme.

El sábado26 de octubre de1912 tuvo lugar el estreno de Das Haus am Meer en el Hofburgtheater. «Día fatal», anotó Stefan Zweig en sus diarios:

… me sumerjo despreocupado en el telón, tras el cual aparece de pronto la casa resplandeciente. Veo aplausos por doquier, caras luminosas entre las que incluso reconozco algunas; me reclaman ocho veces. Todo me enorgullece, pero yo lo rechazo porque el último acto no termina de convencerme. De hecho suscitará críticas, que veo y oigo claramente desde arriba. Es curioso cómo se empaña el ánimo, a pesar de que ha sido un éxito para todos.

Friderike von Winternitz asistió al estreno y posteriormente escribió una reseña que fue publicada el30 de octubre de1912en el Hamburger Fremdenblatt:

Viena, 26 de octubre.– Se esperaba con expectación el estreno de la pieza en tres actos Das Haus am Meer de Stefan Zweig. El autor, reputado poeta y precursor de Verhaeren, novelista y ensayista, se estrenaba como dramaturgo en su ciudad natal. […]

En la obra se plantean problemas psicológicos que se resuelven con coherencia sin entorpecer el ritmo de la trama, que gira en torno a un hogar, una esposa y su hijo. La relación entre los personajes, sin embargo, no alcanza jamás la armonía y en ello reside el carácter trágico de esta obra alemana, que también lo es por la pureza y la energía de sus trazos. No le faltan fuertes acentos que ofrecen un plástico contraste con el lirismo de su tono. Las escenas del vergonzoso regateo de sangre alemana, en que sale a la luz toda la desdicha del desmembramiento de la antigua Alemania y en que el personaje del oficial descubre su patriotismo, que ha sobrevivido a la educación y disciplina militares, son los momentos trágicos más demoledores y sobrecogedores. […]

La velada resultó un éxito clamoroso para el autor, que fue reclamado al final de cada acto y más de seis veces después del segundo.

WINTERNITZ

5. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

Día de Todos los Santos [noviembre de1912]

Apreciado doctor Zweig:

Permítame ofrecerle una aclaración que, en mi opinión, es necesaria: lo que escribí sobre su obra (publicado el miércoles) fue adaptado en forma de «reseña»—sin mi consentimiento—y, por ello, mutilado. Además, no son mías palabras como «acentos», «patriotismo» o «regateo», que me parecen espantosas. El informe sobre la representación lo escribió el consejero gubernamental Von Winternitz10 y no corresponde a mi opinión.

Reciba, estimado doctor, cordiales saludos de su

FRIDERIKE MARIA WINTERNITZ

6. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Viena-Döbling,] domingo3 de noviembre de1912

Apreciado doctor Zweig:

¿Se me habrán prescrito estos días de reposo para que pueda disfrutar del goce anticipado de volverle a ver, o resultará al final que me perderé ese gusto por haber usted ya emprendido el viaje? Hasta el viernes no estaré de nuevo en forma y me complacería mucho poder hablar con usted en mi casa o en la suya, como mejor le convenga.

Acabo de recibir respuesta de Pester Lloyd diciéndome que la decisión de imprimir allí [Budapest] mi pequeña novela [Traummenschen] depende sólo de mí.

¿Se enfadó por el hecho de que yo le ensalzara en aquel artículo del Fremdenblatt? Quizá hubiera debido pedirle permiso, pero no quería molestarlo y, además, ¡tenía tantas ganas de hacerlo!

Si nada importante me lo impide, iré a Alemania alrededor del 15 de noviembre. ¿Puedo esperar verle en Hamburgo? Primero iré a Berlín.

Cordiales saludos de su incondicional

FRIDERIKE MARIA WINT.

Los pésimos versos que siguen se me ocurrieron el miércoles por la noche, inspirados hasta cierto punto por las palabras Burgtheater y Piedad:

Como palabras de un poeta,

presiento que no sirven,

pues a su propio sentido

siempre se remiten.

De lo más hondo surgen

y la imagen no se pliega

a la voluntad del autor,

en nuestro oído así no suena.

Se pueden matar palabras sin dejar huella

y uno se aleja brincando y entona

una nueva canción sin demora

con flautas estridentes y violas,

y al fondo suena una nota

que tiembla y se extravía

antes de convertirse en melodía

y piedra angular del trono del poeta.

El gesto, empero, sigue impertérrito,

entre los pliegues asoman los diestros miembros.

«El papel le sienta como un guante».

[…]

El martes12 de noviembre de1912, Friderike von Winternitz visitó a Stefan Zweig en su residencia de la Kochgasse8,distrito VIII de Viena. Él anotó en sus diarios:

Luego ha venido la señora Von Win., cuyas maneras amables y tímidas tanto me atraen. Parece tan fuerte a pesar de su fragilidad, tan amable en su discreción y tan femenina en su prudencia… Pero ni se te ocurra cortejarla: sólo serviría para echarlo todo a perder, mientras que el entusiasmo que me produce una sola hora con ella y el tono recatado de nuestra relación me resultan muy tentadores.

El18 de noviembre, Stefan Zweig viajó en tren a Berlín vía Dresde. Anotó sus impresiones, pero en sus diarios faltan las entradas desde el20de noviembre hasta el primero de diciembre. Después de la entrada parcial del19 de noviembre sigue el siguiente comentario del editor Knut Beck: «[Cuatro páginas arrancadas]».

Lo cierto es que Friderike von Winternitz también había viajado a Berlín vía Dresde antes que él y se encontraba en el mismo hotel.

7. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

A/A del doctor Stefan Zweig

[Matasellos de Berlín Oeste,

19 de noviembre de1912]

Estimado doctor:

Después de un maravilloso día en Dresde, he llegado aquí muy animada y todo me parece muy divertido. Se diría que el aire de aquí pasa dando volteretas y que todo retoza vertiginosamente, subiéndose un poquito a la cabeza. Por cierto, ¿sería capaz de adivinar dónde me hospedo? ¡En el Fürstenhof! El Excelsior no me gustó demasiado, pero éste es precioso.

No me presentaré personalmente porque no quiero entorpecer sus planes, pero me gustaría tener noticias suyas cada día y cada noche, y con mucho gusto quedo a su disposición para prestarle cualquier ayuda femenina que pueda necesitar para ordenar, hacer maletas o cosas por el estilo.

Reciba cordiales saludos de su incondicional,

FRI. M.W.

Hotel Fürstenhof,

Potsdamer Platz

8. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Al dorso de una tarjeta del hotel]

[Berlín, probablemente el

19 de noviembre de1912]

Dedico estas tres novelas11 a Stefan Zweig a fin de que las considere de su propiedad… y las lea el día que no esté demasiado cansado de leer.

FRIDERIKE MARIA

VON WINTERNITZ

Hotel Der Fürstenhof

Potsdamer Platz

Del21 al24 o25 de noviembre, Friderike von Winternitz y Stefan Zweig se alojaron en el mismo hotel de Hamburgo, aunque en distintas habitaciones.

9. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Hamburgo,

probablemente el22 de noviembre de1912]

Muchas gracias por su saludo. Temía haberle comprendido mal. Envidio a quienes mañana tendrán la suerte de oírle hablar.12

En cuanto a mí, la verdad es que no estoy muy bien. Ayer no pude evitar llorar durante la representación de Michael Kramer y hoy, ahora mismo, después de salir de Gabriel Schillings Flucht [La huida de Gabriel Schilling],13 tampoco estoy del todo sosegada.

¿Puedo hacer algo por usted en el Hamburger Fremdenblatt, o ya conoce a los editores?

Pienso con alegría en el martes…14 pero le ruego no se sienta comprometido a ello.

Cordialmente,

FRI MARIA W.

Gran Hotel Vier Jahreszeiten

10. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Hamburgo,

probablemente el23 de noviembre de1912]

Distinguido doctor:

¡Me colma el corazón de felicidad! Me complacerá mucho viajar con usted cuando y adonde desee (quisiera estar en Viena el viernes, o a lo más tardar el sábado por la mañana).

Ha de ser todo como usted desea, aunque yo tuviera que tomarme alguna molestia. ¿Mi casa? Es realmente mía, soy en ella libre de hacer lo que quiera y nadie se me interpone para vigilarme o censurarme. Me mantengo a mí misma y hace tiempo que soy completamente independiente. ¡Tenía usted que saber estos detalles! Nada puedo darle en la indefensa timidez que me invade cuando estoy con usted, pero no me pida que sea fría; estoy demasiado ansiosa, no puedo negarle nada y hace tiempo albergo el deseo de no tener que hacerlo. Pero me esforzaré, mi querido doctor, si me lo pide.

También yo estuve anoche desvelada hasta las dos. ¡Me habría gustado tanto contemplar unos momentos el Alster junto a usted…! Llámeme por teléfono cuando quiera y no tema que le dé más de lo que usted quiera tomar. Contengo la respiración para no ser para usted más de lo que usted desea. Pero eso es lo que querría ser en el fondo de mi alma.

Suya,

FRIDERIKE MARIA W.

[Sobre sin sello del Gran Hotel

Vier Jahreszeiten]

Como se desprende de cartas posteriores, Friderike von Winternitz y Stefan Zweig viajaron juntos de Hamburgo a Lübeck para celebrar allí el cumpleaños de él (dos días antes de su trigésimo primer cumpleaños). Intimaron en el renombrado hotel Stadt Hamburg de Lübeck. Posteriormente ella regresó sola a Viena y él permaneció unos días en Berlín, donde el28 de noviembre asistió al estreno de la obra Professor Bernhardi de Arthur Schnitzler.

Stefan Zweig regresó a Viena a principios de diciembre, y el4 de diciembre de1912, día del trigésimo cumpleaños de Friderike von Winternitz, anotó: «Después ha venido a casa F. M. para celebrar su cumpleaños, una celebración cálida y alegre en la que la perversión ha mostrado todas sus cartas. Espléndida la interpretación de Hélène Fourment bajo la luz del atardecer».15

Stefan Zweig estuvo en Múnich del5 al7 de diciembre. El día7 asistió al estreno de su drama Das Haus am Meer en el Residenztheater. Por lo visto Friderike Maria von Winternitz deseaba viajar con él, pero se quedó en casa y el día8, festividad católica de la Inmaculada Concepción, le escribió una carta llena de alusiones.

11. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Viena-Döbling], domingo por la mañana,

8 de diciembre de1912

Querido:

A punto estuve ayer, a pesar de todo, de correr junto a ti. Por desgracia me di cuenta demasiado tarde de lo fácil que es hacer realidad un deseo cuando se desea con suficiente intensidad. Si bien es cierto que podía haber compensado los efectos de mi lentitud mental tomando el Orient Express, la señorita Razón (yo me la imagino como una vieja solterona) puso infinidad de objeciones. Con todo, en breve tendré una cantidad obscena de dinero, así que por la presente anuncio a mi Maestro y Salvador que posiblemente en enero pasaré seis días en Meran, Bozen o cualquier otro lugar, si es que él desea verdaderamente escribir su hermosa novela cerca de mí. Se me estremece el alma al pensar en mi «profanación».16 Estoy sorprendida de mí misma, soy demasiado feliz para someterme a crítica alguna. Sólo sé que, como bañadas por un sol muy ardiente, maduraron en mí con tremenda rapidez muchas cosas sobre las que hasta ahora sólo tenía escasa noticia, como la tienen los niños precoces que tal vez sean más ignorantes que los demás al creer que todo lo saben y despreciar su inocencia. Lo que te dije ayer, querido, tal vez te sorprenda y tal vez no estés de acuerdo con la imagen incompleta que te di de mí. Se producen tantos cambios en la vida de las mujeres, evolucionamos tanto a lo largo de su vida, que a los hombres debe de resultaros muy difícil descifrarnos. Nos juzgáis de un modo apresurado y siempre a partir de la suma de vuestras experiencias, sin tener en cuenta que cada mujer es distinta.

Hay mujeres en las que cuerpo y alma coexisten plácidamente; hay otras en las que el alma es cuerpo y otras en las que el cuerpo es alma. Y tal vez hay mujeres en las que se produce una alternancia y otras que nunca han deseado, sino que siempre han sido deseadas hasta que un día se ven sorprendidas por su propio deseo, ardiente y sagrado, del mismo modo que el arcángel de la Anunciación sorprendió a María; y entonces, confiadas, dan aquello que siempre habían recibido de otros, cosas que les parecían horribles, abyectas. Una vez que han dado voz a su propio deseo, dar les parece un «acto sagrado», «el incienso del amor divino». Y entonces para ellas es puro lo que para vosotros está demasiado cargado de recuerdos, y quizá sea así como nace en las mujeres el ardiente deseo de devolveros lo que habíais perdido al amarlas.

Tengo que parar. Podría hablarte de estas cosas durante horas, pero me temo que te reirías, tal vez lo estés haciendo ya. Te veo ante mí con todo el calor, con toda la tierna veneración que por ti tengo, con el deseo que tanto me cuesta dominar y que me arrastra como caballos desbocados que quisieran precipitarse en el infinito; te veo envuelto en el resplandor de mi «sueño de María». ¡Esto último, querido, probablemente no lo entenderás! Sea como sea tu modo de entender esto, no temas nada de mí. Para la dicha o el sufrimiento que de ti puedan venir tengo el alma apercibida. No es preciso que te esmeres en no lastimarme. Soy fuerte.

Muchas gracias por tu postal, la pegué en las tapas del Tasso,17 que leí ayer en voz alta. Te adjunto dos recortes de prensa. Ahora me gustaría resolver pronto el asunto de la novela [Traummenschen]. ¿Debería ir a verte? Acabo de leer lo de Múnich en la prensa. ¡Ah! ¿Por qué no podré estar yo allí contigo?

FRI MARIA

Del10 al16 de diciembre, Zweig estuvo en el balneario de Semmering, en los Alpes austríacos, donde se llega con el famoso ferrocarril de cremallera. Allí esbozó un relato breve (al parecer, «La calle del claro de luna»). Friderike von Winternitz lo esperaba el sábado21 de diciembre.

12. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Viena, 19 de diciembre de1912]

Querido:

Urge: ven el sábado, si te apetece y no estás demasiado atareado—ya que la Navidad está al caer—. No, no siento nada de enemistad. Yo también he tenido algunos días malos (asuntos ajenos), de modo que tampoco habría podido mostrarme muy amable. Te ruego, por tanto, que no te hagas ningún reproche. Tuya,

FRI MARIA

Kreindlgasse 19

El21 de diciembre de1912, Stefan Zweig anotó en sus diarios:

He pasado la tarde con F. v. W. Ha sido de nuevo muy agradable y sólo he de evitar que se convierta en una relación meramente sexual, un peligro muy real. Los paseos son deliciosos y nos sentimos muy a gusto conversando: puede que ahí resida la clave de un buen entendimiento. Las mujeres pueden comprenderlo todo y explicarlo todo con claridad. La cuestión es simplemente la durabilidad, que esta comprensión no se ensombrezca y se enturbie pronto. F. es tan delicada que uno teme abrumarla de ternura o de cualquier otro sentimiento. La próxima vez quiero dejarle claro que hay demasiado que perder.

13. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

6 de enero [de1912]

Por un momento pensé en llamarte yo, pero no habría podido vencer la vergüenza que también yo siento y sólo habría logrado balbucear. No es que albergue desconfianza alguna, pues siento tanta fe como atrevimiento. Así todo me resulta de nuevo inesperado, como los milagros.

Si posees Das Geistliche Jahr [El año espiritual] de Droste-Hülshoff, busca en él «Am Palmsonntag» [En el domingo de Ramos]. También «Am Neujahrstag» [En el Nuevo Año] es precioso (pero creo que sólo lo incluye la edición de Cotta). Yo muchas veces me refugio en estas plegarias y les doy un sentido santamente pecaminoso que me hace feliz, pero no me aporta la redención que tanto anhelo.

Últimamente cumplo con mayores dificultades mi deber. Creo que lloraré de alegría cuando me encuentre en el tren.

¿Vendrás?

¡Mañana veré tu amado rostro! Perdona que en estas palabras no haya mantenido la frialdad. Acabo de regresar del bosque helado y me estoy sacudiendo la escarcha, la nieve y el hielo. A veces sienta muy bien, y tú, cariño mío, olvida y perdona a tu

FRI MARIA

Aquella vez que tuviste la amabilidad de aceptar mi novela [Traummenschen] me dio la sensación de que no debía imponerte tal carga. Y no me equivocaba, pues noté que te habías enfadado. Te ruego que no agraves mi desazón enfadándote aún más. No me molestó tu negativa. Mañana, entre las once y cuarto y las once y media iré a pasear con mi hija mayor por el parque de Schönborn.18

El17 de enero, Friderike von Winternitz partió con sus hijas Alix y Suse (de cinco y tres años respectivamente) y la institutriz hacia Bozen, en el sur del Tirol. Hasta el7de febrero vivieron en Oberbozen, situado en un altiplano (a mil doscientos metros sobre el nivel del mar) al que se llegaba en ferrocarril de cremallera.

14. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Oberbozen,] martes28 de enero de1913

Querido:

Pese a que ya me mandaste una postal, ahora acaba de llegar tu carta, que nunca perdí la esperanza de recibir porque presentía su silenciosa llegada. Aun así, no siempre hay que confiar en los presentimientos, pues también presiento que vendrás y quién sabe si tendré razón. Ni siquiera me atrevo a pedírtelo sin más, ni a insistir como una niña que alberga un gran deseo en el corazón, pues al hacerlo seguramente coaccionaría tu bondad, que tantas veces me ha hecho dichosa. Quisiera ser como una pluma, tan suave y ligera que apenas notaras mi presencia; que llegara a tu lado mecida por el viento cuando la llamaras y te diera calor arrimándose a ti, o te refrescara si así lo desearas. No me importaría tener que viajar para estar unas horas contigo, pero nunca me entrometeré en tu vida. Si me cuesta tan poco dar es porque estar cerca de ti es para mí una meta que con tanta intensidad—y egoísmo—ansío que la satisfacción me vuelve callada y necia. Pero muchas veces también me ocurre lo contrario: algo se libera en mi fuero interno a través de ti y entonces podría decir cualquier cosa, sabría contarte muchas cosas acerca de mi soledad reflexiva y soñadora, de sus caminos ocultos a los que nunca antes había llegado un pensamiento ajeno y que ahora se abren a los tuyos. Pero esto suele desaparecer cuando te escucho. No debes llamar bondad a lo que debería darte, incluso si me lastimaras. Pero ¿cómo podrías lastimarme si todo cuanto viene de ti es necesario para mí? También tus abismos, que me hacen quererte aún más cuando siembran en tu fuero interno la discordia o el peligro (¡qué espantoso sentimiento!). Entonces debo redoblar mi bondad cuando estoy a tu lado, pero no como una suerte de amor maternal que te resulte fastidioso, sino tan sólo como una especie de barandilla en medio de la oscuridad a la que puedas decidir si asirte o no… pero esto significa esperarte, serte fiel. Y con mucho gusto te ayudaría también a resolver la discordia, que sólo demuestra que tienes tus abismos, los que te ha otorgado la naturaleza (cuyos dones, por muy crueles que sean, me inspiran cierto respeto), y que sientes que caes en la oscuridad sólo porque miras desde las alturas. Y tal vez estas alturas no podrían existir sin las profundidades, en las que nunca te perderás si de vez en cuando sientes el impulso de huir de Viena, donde seguramente te sientes más asfixiado que en ningún otro lugar. Pues allí todo es hipocresía, y la necesidad no es una raza de sangre fuerte. Me duele que estés allí de nuevo y espero que te vaya bien en París, pues sólo eso aliviaría el dolor de la separación, aunque a día de hoy todavía no sé cómo lograré sobrellevarla. Pero te ruego que no pienses en ello. Por ahora, bajo el sol de montaña todavía brilla un resplandor que no se apaga y que ilumina tu camino en este paisaje que tanto amas.

Y ahora bajo la voz para decirte que a mis hijas no les robas ni un ápice de mi amor, porque cuanto más feliz soy, más las quiero. Las niñas son muy sensibles a la luz que las rodea y notan enseguida la falta de espontaneidad cuando uno no está realmente contento. De modo que no les robas nada en absoluto. De hecho, a menudo pienso cómo pasar menos tiempo con ellas, porque no descansan bien en mi presencia; sobre todo la pequeña se excita mucho cuando estoy con ella y está más tranquila cuando no estoy, como ocurre las veces que viajo. El trabajo me resulta muy útil para poner distancia con ellas, pero como ahora quizá me convenga tomarme un descanso, mejor que las tenga conmigo. No quiero estar sola mucho tiempo, porque la codicia que siempre despiertan en mí los sentimientos oscuros (los que no consigo justificar a partir de lo que me rodea) me pone de mal humor y me desasosiega. Y no quiero llamar a otros, porque no podría ser lo bastante agradecida. Tengo previsto trasladarme al campo dentro de quince días, a los alrededores de Merano; mientras aquí la niebla cada vez es más densa, allá el aire ya empieza a ser tibio. Si me llevo conmigo a mi «Moidl»,19 que tan buena es con las niñas y tan bien prepara la polenta, a lo mejor consigo levantar un pequeño negocio allí abajo. Si lo tengo todo en orden me sentiré un poco liberada de la casa.

Es un detalle que quieras mandarme libros, querido, y aunque aún me falte por terminar los otros los aceptaré encantada si me mandas con ellos tus saludos. Quisiera pedirte Helenas Heimkehr,20 que un día querías prestarme, siempre que no te suponga ninguna molestia enviármelo, pues ya te estoy haciendo perder el tiempo con esta larga carta y más aún con la obra de teatro [que te mandé a Semmering]. Aún me avergüenzo de habértela mandado y quisiera que se la tragara la tierra. En cuanto a las «ilustraciones», encontrarás las explicaciones en el dorso. ¿Puedes reconocerme en el balcón? Es una grosería andar por el mundo con ese aspecto, pero es tremendamente agradable y aquí siento a menudo con todo mi ser que aún puedo hacerlo. Como ahora estarás inmerso en la sofocante atmósfera vienesa, te mando saludos de todo corazón y con toda mi gratitud, bañada por el aire y el sol. Tuya,

FRI. MARIA

A finales de febrero, Stefan Zweig anotó en sus diarios:

Viaje a Praga, Dresde, Leipzig […] También aquí tengo asuntos que despachar, aunque fueran más bien una excusa para huir de Viena. Y en medio de todo, la claridad: estas cartas que me escribe F. [Friderike] desde lejos. Rezuman tanta bondad y entrega que no sé por qué Dios me concede esto precisamente a mí, que me sé indigno de ello por la frialdad de mis sentidos, el despilfarro de mi vida y el espantoso estancamiento de mi ambición. Si no soy un caso completamente perdido, esto me ayudará. Si callara la voz chillona de mi interior, si se apaciguara el desasosiego que me acosa, si lograra centrar la atención… Todavía podría. Pero tengo dudas. París será una prueba.

El2 de marzo Zweig viajó a París y hasta el23 de abril se alojó en el hotel Beaujolais, «que posee la gran ventaja de tener acceso a los jardines del Palais Royal y no a las calles terriblemente ruidosas de aquí», anotó el4 de marzo.

En las cartas dirigidas a Friderike incluyó versos que más tarde se publicaron en una antología (Die gesammelten Gedichte, Leipzig, Insel, 1924):

Como la golondrina de plateadas alas

que rauda cruza sobre el dormido lago

y en su relumbrante superficie rasga

trémulas ondas con el sediento pico,

fugaz estela de huella breve

que se ondula, agita y estremece,

así se inclinan y descienden

en mis horas de oscura soledad creciente

mudos pensamientos que a ti, lejana, te buscan.

Ligeramente doradas por secretas ascuas,

golondrinas del anhelo, para traerme consuelo,

rozan tímidas con alas temerosas

mi corazón, que en la penumbra reposa.

Alborozado lo siento en su ritmo incesante,

sumido en melancólico recuerdo.

Y me estremecen los dulces pensamientos

que en ti, mi amada, tengo puestos.

Durante sus paseos por París, Zweig conoció a Marcelle, que pronto se convertiría en su amante. El29 de marzo de1913anotó en sus diarios: «¡Qué personas tan parecidas, ella [Marcelle] y F. [Friderike]! ¡Qué figuras tan bellas se cruzan en mi destino, que ante semejante grandeza, consciente de su elasticidad, las elude (sombrero en mano) en lugar de abrazarlas con fuerza!».

Del8 de febrero al25 de abril de1913, Friderike von Winternitz, sus hijas y la institutriz vivieron en Merano Obermais, en el sur del Tirol.

15. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

Merano, lunes [31 de marzo de1913]

No, no caigo en la amargura. Tampoco estoy más triste cuando estoy tranquila. Y ahora no estoy triste en absoluto. Comprendo una cosa: no poder hablar es algo que aprecio mucho más en los demás que en mí misma. Ahora, a pesar de algunas pequeñas interrupciones, tengo todo el tiempo del mundo. Es algo que también me ha importunado al trabajar. Pero cuando hablo contigo es como si no hablara yo. Quisiera proponerte algo: a mí me gusta escribirte, pero no quiero obligarte a leer. Así pues, trazaré una raya bajo el sello sólo en las cartas importantes. Si no lees las cartas sin marcar, te aseguro que no me ofenderé, y así no tendré que preocuparme de que leas con desgana.

Me estoy liberando de nuevo del papel y me he propuesto no escribir nada durante un tiempo, al menos nada novelesco. En los próximos meses escribiré un pequeño libro, Über das seelische in der Krankenpflege [El aspecto anímico en el cuidado de enfermos],21 con el que confío llevar a cabo un asunto de gran importancia para mí.

No sé si te gustará la novela que he titulado Wilgefortis.22 Es una cosa bastante cruel, con la que me hago daño a mí misma. El capítulo en que describo algo que roza la locura fue como una advertencia. Mis nervios estaban enfebrecidos, no dejaba de escribir hasta que oía cantar los gallos y yo misma me hallaba más muerta que viva. Tanto en estos pasajes como en todos los demás me sentí profundamente perdida. Esto no me gustó. Pero es una bendición que ahora tenga sosegados los nervios. Casi podría decir que les tengo afecto. También en esto noto lo que he ganado estas últimas semanas y creo que me resultará más fácil despedirme de ellas al reconocer la huella que han dejado en mí.

La primavera ha llegado para mí de un modo inesperado, luce el sol y hace un suave calor. Pero ¿qué es esto comparado con lo que es ella en sí? Es un soplo, una calma agitada y una música deliciosa. ¿Has estado aquí alguna vez en primavera? Una fragancia que se prolonga hasta bien entrada la noche lo inunda todo y los trinos de los pájaros parecen emanar de la propia tierra. Pero a veces me sorprende que nadie me preguntara si deseaba una primavera tan bella. Creo que habría dicho que no, pues no debería ser tan bonita para los que no van en pareja. Cuando uno está solo o, mejor dicho, cuando una está sola, resulta insoportable. Y este año se me antojará muy larga, pues partiremos tras ella hacia Viena. Aunque antes queremos ir a Semmering.

Al escribirte siempre me propongo no hablarte con tanto atrevimiento, pero nunca consigo evitarlo. Ahora ya no tendrás que leer todo lo que te escribo. Tus palabras sobre tu trabajo me gustaron porque disimuladamente las había yo provocado al preguntarte por él. Pero muy a menudo preferiría imaginarte libre, surcando los aires como un pájaro (no como un aviador).

Te mando mis más cordiales saludos y te ruego me cuentes únicamente todo lo poco que quieras,

FR. M.

El22 de abril de1913, Stefan Zweig anotó en sus diarios:

[Marcelle] es discreta en sus asuntos, fuerte en las tribulaciones e inmensamente compasiva. Ella y Fri [Friderike] son las mujeres de mi vida, las que más han acrecentado mi sed de padecimiento. Desearían que su amado enfermara sólo para poder cuidarlo, y es conmovedor ver a Marcelle prodigándome pequeñas atenciones (las postales que me manda) y orgullosa de enseñarme una nueva expresión. Estas seis semanas han sido la más intensa comunión de sentimientos que jamás he conocido con una mujer, tal vez sólo porque la provisionalidad era ineludible.

En su viaje de regreso a Viena se detuvo en Salzburgo para visitar a Hermann Bahr, que se había trasladado a la ciudad desde Viena e instalado en el castillo Arenberg. El25 de abril, Stefan Zweig estaba en Viena. Friderike von Winternitz, que había regresado del sur en tren con sus hijas y la institutriz, permaneció dos días en el balneario de Semmering. Alix y Suse viajaron en compañía de la institutriz a Viena, donde las esperaba su abuelo Jakob von Winternitz.

16. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

Semmering, 26 de abril de1913

Querido:

¡Tenía tantas ganas de oír tu voz! Pero sólo encontré a tu criado [Josef], quien me informó de que no te hallabas en Viena. No quise preguntarle si habías partido ya o no habías llegado todavía. Aquí hace un día radiante pero fresco en comparación con los últimos días de sol en el sur, con un bochorno insoportable, así que ya me he recuperado del fatigoso viaje nocturno. Por desgracia me he sometido a los deseos del abuelo y le he mandado a las niñas, a pesar de que aquí se divertían mucho. Por lo tanto, he de hacer el papel de mujer que viaja sola y en el fondo me alegra estar aquí, en tu «coto».23

Muchas gracias por las noticias que me envías desde Salzburgo. Como siempre, espero que estés contento.

Cordialmente tuya,

FRI M.W.

[Hotel Panbans]

El primero de mayo, Zweig anotó en sus diarios: «Visita de Fri. Es tierna y afectuosa. Ojalá pudiera sustraerme a su sensualidad, que me impide percibir nítidamente su maravilloso mundo. Viene de Semmering y pasa conmigo la noche: me hace feliz y recupero mi lucidez». El6 de mayo anotó la siguiente observación: «He leído la novela de Fri.24 en la que no puedo sino reconocerme, aunque me resulta bochornoso verme embellecido de tal modo. Soy incapaz de decir nada sobre este libro; ella me desconcierta y me deja sin palabras».

A mediados de junio de1913, Stefan Zweig se hallaba en Schneeberg, en la Baja Austria. En el hotel Hochschneeberg, al que se llegaba en ferrocarril de cremallera, terminó su relato «La calle del claro de luna». Friderike von Winternitz se propuso reunirse con él.

17. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Viena, probablemente el17 de junio de1913]

No sabes, cariño, lo sorprendida que quedé anoche cuando encontré tu pequeña narración25 al regresar de Baden. Aunque pequeña no es la palabra adecuada, pues su intensidad es mucha y parece dotada de un fuego que se extiende por todo su entorno. El título es precioso y logra dar idea de la esencia onírica, nocturna, siniestra y en cierto modo alevosa de la luna, con su desvanecerse con la llegada del amanecer (imagen que tanto resalta al final). Y ahora me gustaría decirte algo: ¿te has dado cuenta de que nunca habías penetrado con tanto fuego en el mismísimo corazón de la pasión—si bien toda tu obra rezuma ardor—como en esta pequeña narración, cuya lectura se termina como despertando de una pesadilla que al mismo tiempo es reconfortante? Aquel hombre, cuya figura se alza o arrastra nítidamente ante nosotros en toda su extravagancia, me recuerda uno de esos monstruos de los cuadros de los viejos maestros de la pintura flamenca (¡qué grandeza!, aunque no desde el punto de vista ético, pues no perdona la depravación de la mujer, sólo su cuerpo); y sabe o espera que ella, y sólo ella, consiga arrancarle la culpa que le corroe el alma. Esta forma de aferrarse a su víctima recuerda al criminal que vuelve una y otra vez al lugar del crimen. Y esa confianza en la redención mediante la proximidad con el ser amado, esa imposibilidad de separarse, contiene más eternidad y lealtad que todos los juramentos nocturnos del mundo. ¡Y esa aversión al dinero que a ella le produce escalofríos! Por impetuosas que sean las pasiones (y eso es admirable), nunca resultan de un carácter animal; se encienden en lo humano, donde su herida es de lo más sagrado. ¡Y todo eso lo ven tus ojos! ¡Cómo te admiro!

«La calle era sólo noche y cielo»:26 eso dices cuando él sale de la casa. De nuevo empleas, aunque siempre distintas, palabras e imágenes que conmueven profundamente y nos arrastran hacia toda la amplitud de tus ensoñaciones. Muchas veces, las llamas trémulas desbordan los límites, pero no hay florituras, no existe esa uniforme hinchazón de las frases presente en otros textos; tal vez al comienzo parezca que se amontonan las imágenes de las calles, de forma demasiado monótona, pero ello me llevó a pensar en las callejuelas de Hamburgo, en ese volver una y otra vez a las mismas calles, a las mismas impresiones, que tal vez caractericen el vagar por semejantes lugares. No sé lo que es, pero tu noche profunda tiene algo irisado y la luz de la luna desprende una claridad muy intensa.

Quisiera decirte aún muchas cosas más, pero ahora no puedo y quiero enviarte estas pocas líneas. Acaban de interrumpirme.

Si no me escribes o no me dices nada en sentido contrario, iré a verte el viernes por la mañana, porque el jueves ya no me llegará tu respuesta y el viernes me va mejor. Pero tal vez encuentres gente agradable allá arriba y mi visita te resulte inoportuna: en ese caso te ruego me lo digas con toda la franqueza

Me despido con prisa: con todo mi agradecimiento y mi cariño,

MARIA

Podría partir también el jueves por la tarde, si saliera un tren después de las tres y media.

A mediados de septiembre de1913, Stefan Zweig estuvo en Berlín. Mientras tanto, Friderike von Winternitz se trasladó con sus hijas Alix y Suse desde Viena-Döbling al balneario de Baden, en la Mozartgasse25, Helenental, Baja Austria (unos veintiséis kilómetros al sur de Viena). Por consiguiente, vivió separada de su marido, Felix von Winternitz.

18. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien, 17 de septiembre de1913]

Querido:

Gracias por tu postal enviada apresuradamente desde Berlín. ¡El Fürstenhof! ¡Cómo me ha recordado los días de noviembre del año pasado!

Estoy muy contenta aquí. Mis horas estuvieron muy llenas hasta ayer. Llenas de trabajo. Lo hice todo yo misma: de tapicero, de carpintero y de muchas otras cosas. Pero tu criado [Josef] me ayudó mucho. No se rompió nada y todo fue muy rápido. Si alguna vez has de trasladarte, puedes dejarlo todo en sus manos.

Ahora, cuando te escribo, lo tengo ya todo en orden. Espero de veras que lo encuentres a tu gusto. También las niñas están muy contentas. Espero también haber encontrado al fin la solución más conveniente respecto a mi matrimonio… Ahora las veladas en mi logia son maravillosas, querido.

¿Vas a venir pronto? ¿A lo mejor el viernes? ¿No podrías quedarte a pasar la noche? Cuando hace sol, la mañana es aquí de una claridad única y nos empapamos de ella con avidez. Dímelo francamente: si yo… No, no puedo decirlo… o sea, si ahora tienes menos tiempo para mí.

Entrañablemente,

FRI M.

Del20 al31 de octubre de1913, Stefan Zweig estuvo en Merano Obermais, en el sur del Tirol. Se alojaba en el hotel Schloss Labers. Friderike von Winternitz deseaba ir, pero al final no viajó a causa de los escrúpulos de él. Después, ella empezó a acariciar la idea de divorciarse.

19. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien,] lunes [27 de octubre de1913]

Muchas gracias por tu rápida carta. No era necesario que me dieras «explicaciones»: sabes que tu «corderito»27 está de acuerdo con todas tus decisiones. Pero ¿sabes una cosa? Este corderito lleva el pasado de su matrimonio como una piedra de molino alrededor del cuello y tus «explicaciones» la hicieron un poco más pesada ayer. Pero el corderito de los estandartes de Pascua no sólo tiene un rostro melancólico y piadoso, sino que lleva también un cencerro—además de la piedra de molino—que hoy vuelve a repiquetear un poco, y tal vez mañana vuelva a saltar «travieso entre el trébol».*Pero los balidos llegan hasta el Steinhof28 como un berrido colectivo.

Acertaste al suponer que no admitiría la «veracidad» de tus explicaciones—que, como ya he dicho, no eran necesarias para disuadirme—. No estoy casada y mi marido tampoco, todos los interesados lo saben y mi traslado aquí es una prueba de ello para todos aquellos que lo saben a medias. Hace unos meses todavía no estaba decidida a divorciarme (creo que nunca había escrito esta palabra) de mi marido. Ahora lo estoy completamente. Pero ¿para qué acudir a los tribunales si no necesito la libertad jurídica? En una ocasión alguien me la pidió, pero entonces era demasiado pronto. Ya te lo conté. Si estuviera formalmente divorciada, mi vida apenas cambiaría. El doctor Felix von Winternitz no suele salir más de una vez por semana. En cualquier caso, sería una mera formalidad por las niñas. Fíjate si no en su reacción al viaje que yo tenía planeado: el sábado me trajo una maleta (que se había quedado en su casa) por si la necesitaba. Como no frecuento la «sociedad» y mi suegro, por ejemplo, es un hombre sin prejuicios, los dos días que habría pasado contigo en Merano camino del lago de Garda no habrían sido vistos como tú «temías». Mi marido (sin pretenderlo) ya se ha ocupado de no quedar como la parte ridícula de nuestro «matrimonio». Dicho esto, nadie habría sabido lo de Merano salvo él y una amiga que no conoces, que se habría quedado con las niñas y me habría enviado noticias. Sólo ella habría conocido mi dirección.

No quiero enviarte nada sombrío que empañe la alegría de tu viaje. Si supieras cómo han hecho sufrir a tu corderito, con el que tan considerado eres, pensarías en estas cosas con más «lógica» y menos «inexorabilidad» y te compadecerías de mí y no de alguien a quien apenas conoces. No voy a responder a lo que dices sobre el respeto hacia mis hijas porque no me atañe a mí, sino a otra que has confundido conmigo. No dejo a nadie atrás, querido, porque no hay nadie conmigo. A las niñas, sin embargo, les iría bien volver a separarse unos días de mí. En realidad, Suse está más nerviosa desde que empezó a prodigar muestras de ternura casi sin interrupción. Todo esto te lo digo para justificarme, no para hacerte cambiar de idea; nunca lo haría. No te enfades conmigo por importunarte con todas estas historias. Procuraré evitarlo en adelante, te lo prometo. Quiero que siempre seas franco conmigo, y no temo lo «dura» que tu franqueza pueda resultar para mí. Sabré soportarlo, si para ti es bueno y fácil. Cuéntame sólo lo hermoso que es el paisaje que te rodea. Con ello sólo me harás bien. No te imaginas cuánto… No, no quiero decírtelo, querido.

Cuídate y sigue contento, y escucha cómo repiquetea mi cencerro a lo lejos.

Tu siempre fiel

FRI.

Dime, querido, ¿puedo enviarle a Verhaeren una carta de agradecimiento? Si es que sí, te ruego que me envíes su dirección.

A comienzos de noviembre de1913, Stefan Zweig viajó de Merano a Génova. Allí tomó el Barbarossa hacia Palermo, donde permaneció unos quince días.

20. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

A/A del doctor Stefan Zweig

Gran Hotel Villa Igiea

Palermo, Sicilia

Baden bei Wien, 4 de noviembre de1913

Querido Stefan:

¡Ya estás muy adentrado en el sur! Feliz papel el de esta carta, que sigue el mismo camino que tú. Te veo en el jardín de tu villa, que desde lo alto domina el mar, mucho más azul que este papel de carta.

No me atrevía ni me atrevo aún a escribirte una carta larga por miedo a perderme de nuevo en mis divagaciones sentimentales. Han sobrevenido otras experiencias nuevas y perturbadoras, pero no quiero enviarte cosas tristes cuando otras son tan grandes que engullen un destino particular. Cuando hable contigo estaré probablemente más tranquila que hoy, mientras te escribo.

Me alegraría mucho tener noticias sobre el desarrollo de tu viaje, hermoso sin duda. Y espero que compartas conmigo el entusiasmo de Goethe por Palermo.

Aquí, en el norte, no hace frío. Aún solemos tener unas horas de sol al día. Me encuentro muy a gusto aquí, aunque en los días laborables sólo hablo con la institutriz de Alix, una señora muy agradable. La ciudad (Viena) raramente o nunca me parece bonita. El ruido me aturde, veo muchas cosas que antes no me parecían desagradables. La primera bocanada del aire de Baden me resulta muy placentera.

Esta semana voy a pasar otra noche en Viena, todavía no sé dónde. Es la primera vez que dormiré en la ciudad después de aquella noche improvisada que pasé en casa de mi madre.

El trabajo va progresando. Te incluyo una muestra de uno de los poemas. Me gustaría enviar este soneto29 para el Domingo de difuntos. Calculo haber terminado en dieciséis días; luego vendrán las revisiones y las copias. Te estoy muy agradecida por este trabajo. Como es natural, no sé si quedará bien. El lenguaje original es de todo menos bonito, y los hechos concretos que el libro trata casi exclusivamente no permiten una traducción libre. Además, soy una principiante.

He escrito a Verhaeren, espero que no le moleste mi modo libre de escribir y mi limitado francés. Mientras las niñas sean pequeñas, no puedo dedicarme a perfeccionar ninguna de mis aptitudes. Carezco de tiempo y tranquilidad.

Ahora tengo provisionalmente una nueva cocinera, una mujer de Vöslau con un carácter muy agradable. Las niñas están bien. Suse ha crecido un poco. Lo malo es que suele hablar y llorar en sueños, igual que, según dicen, hacía la boba de su madre a pleno pulmón. Con gran pesar mío, no he visto ni sé nada de la querida señorita H.30 Espero que esté ya bien instalada.

Adiós, querido. Escríbeme sobre lo que admiras. Necesito tu alegría.

Cordialmente tuya,

FRI.

A mediados de noviembre, Stefan Zweig viajó de Palermo a Nápoles y de allí a Roma. El25 de noviembre regresó a Viena. Friderike lo esperaba en Baden antes de Navidad de1913.

21. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien, 21 de diciembre de1913]

Querido:

Te lo ruego: si te hago un pequeño regalo, no digas que es un trueque. Esta vez recurriré incluso a tu máxima: empezaste tú (me remito a las pasadas Navidades). Espero de veras que este año no me regales nada, ya lo has hecho de un modo demasiado espléndido. Es una delicia contemplar sin prisa las imágenes, pero nunca podré hacerlo sin pensar que es demasiado para mí. Esta mañana quería contarte algo a primera hora cuando ha sonado el teléfono y me ha revuelto las tripas. Seguramente te habrás dado cuenta. Tengo un problema doméstico: Felix ha escrito diciendo que no vendría. Me ha costado mucho decírselo a las niñas. Esperaba sus lágrimas y las temía, pero me ha asustado que no hayan derramado ni una sola. Me había alegrado mucho por ellas—como nos alegran los sentimientos de los demás—, pero esta vez no era más que una cándida ilusión.

¡Ah, cuántas ilusiones! Resulta aterrador. Pero quizá una persona como yo no podría vivir sin los engaños del corazón.

¿Tenías intención de visitarme? Yo hablaba sólo de mañana. Si pensabas venir también hoy, a partir de las siete me encontrarás en casa y me complacería mucho llevarme esta última visita tuya, aunque sea fugaz, como último buen recuerdo de estos días tan placenteros para mí. Pero no te sientas obligado—la misma mujer una y otra vez: al mediodía, por la tarde y por la noche—; si seguimos así, tendrá que haber una tercera persona (si no, al final será demasiado para ti). Una vez admiraste el mecanismo que tengo junto a los libros y que impide que las puertas se cierren. Ojalá tuviera otro que impidiera que el teléfono sonara a las ocho de la mañana para momentos como ése, cuando el aparato me ha arrancado de ti. ¡Ojalá me hubiera concedido cinco segundos más!

El miércoles te mandaré con el buen Josef noticias acerca de la casa de Baden.

Gracias por todo. Fielmente tuya,

FRI.

Pasadas las Navidades, Friderike von Winternitz viajó a Budapest para asistir a un entierro. Stefan Zweig pasó unos días en Salzburgo, donde visitó a Hermann Bahr. En enero de1914 Zweig dio conferencias sobre Dostoievski en Berlín, Hamburgo y Mannheim. La siguiente carta la dirigió Friderike al doctor Stefan Zweig, hotel Der Fürstenhof, Potsdamer Platz, Berlín.

22. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien,] domingo temprano

[25 de enero de1914]

Queridísimo:

Te escribo con prisa para mandarte un cariñoso y alegre saludo desde la casa en la que tuve la dicha de vivir contigo. Por la noche mi respiración se atenúa para sentir la tuya a través de las muchas paredes. Toda la casa me ha parecido como un cuento de hadas… a pesar de la poca fantasía que respira Berlín. En medio de los recuerdos todavía vivos de los días de Berlín, veo todos los pasillos y las blandas alfombras que recorría mi tímido sueño.

Por la noche te escribiré, pues tengo mucho que contarte. Probablemente sigas inmerso en la vorágine de Hamburgo, pero quizá oigas un poco a

TU ALEGRE CORDERITO

Acabo de recibir una preciosa postal de la señora Von Molo31 cuyo contenido te daré a conocer hoy mismo. En este preciso momento preferiría ser taquillera en el Hoftheater de Manheim, créeme.

El19 de marzo de1914, Stefan Zweig partió hacia París. En sus diarios menciona varias veces a Marcelle, su amante. Mientras tanto, Friderike von Winternitz estaba firmemente decidida a romper por lo civil su matrimonio católico, pero no presentó la solicitud ante el juzgado de Baden hasta obtener el consentimiento de su marido, Felix von Winternitz. Friderike quería mantener el divorcio en secreto por motivos sociales.

23. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien,] domingo

[22 de marzo de1914]

Querido:

Tu postal me ha devuelto el buen humor. En ella me pareció notar una alegre prisa por llegar junto a tu estimado amigo.32 Espero que te complaciera reencontrarte con él, con París, con tu amiga y con todo lo que de allí tanto te gusta; lo deseo de todo corazón.

Debiste de notarlo—o quizá no, porque estabas demasiado nervioso por el viaje para darte cuenta de nada—al ver que yo me comportaba como un valeroso corderito cuando nos despedimos. Y también fui valerosa y estaba incluso contenta después de la entrevista con el doctor M.33 Me dio la impresión de que todo iba por buen camino. Pero por la tarde Felix me robó el sosiego por completo al declarar nulo y sin valor todo cuanto había considerado resuelto la noche anterior. Todo parecía perdido. Se abrió un abismo infernal ante mí. No podía volver atrás, y sólo podía llegar a tierra firme dando un salto mortal.

La cuestión es la siguiente: él ya no volvió a discutirme el divorcio, tal vez por vergüenza o porque pensaba que yo ya lo tenía decidido; el caso es que no volvió a hurgar en el asunto. No hizo sino poner trabas a la pensión alimenticia que yo había solicitado y afirmó que, si tomaba una decisión irrevocable en ese sentido, dejaría de pertenecer al «hogar» (hubo épocas en que no se ocupó lo más mínimo del hogar ni de las niñas). Quería, pues, disponer de algún medio de presión para poder coaccionarme por cuatro migajas. Por curioso que parezca, no jugó su baza más segura: las niñas. No quiso arriesgarse a que al final yo se las dejara. Yo sabía que tenía que intentarlo todo mientras él derribaba a sangre fría cuanto me rodeaba.

Hubo un momento en que oí los latidos de mi corazón. Me di cuenta de que estaba en la cuerda floja. Le dije que no me disuadiría nada de lo que él pudiese maquinar, nada de lo que me pudiera quitar. A eso respondió que él luchaba con medios insuficientes y que podríamos mantener los acuerdos. Antes yo le había preguntado si se veía capaz de llevar una vida en la que nuestro matrimonio fuera posible. Silencio. Sólo dijo que se conocía a sí mismo, que no podía dar tranquilidad, mantener la paz… y que por eso quería disponer de un medio para retenerme. Sé que tú, que lo comprendes todo, también lo comprenderás a él, pero piensa en mi corazón: uno puede saquearlo con impunidad, pero querer roerlo hasta el fin de mis días como si fuera lo más natural… es demasiado bueno con los demás para merecer esto. No te hubiera escrito esto, Stefan, si no me hicieras tanto daño diciendo que lo estoy martirizando. No soporto martirizar a nadie. Siento el dolor en mis propias carnes. Si tuviera que martirizarlo, lo haría cuando el instinto de supervivencia me obligara a ello. […]

Perdona, querido, que escriba tanto y diga tantas bobadas. Preferiría besarte… o no, porque probablemente estarás a punto de enamorarte.

Entrañablemente,

TU CORDERITO

24. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien, 27 de marzo de1914]

Querido:

Precisamente ahora, cuando me pongo a escribirte, el sol asoma entre las nubes grises que amenazaban tormenta. Los grandes árboles frutales de mi calle empiezan a florecer. Me gustaría que hiciera suficiente calor para poder leer y trabajar al aire libre. ¿Te das cuenta de que estoy contenta, querido? Ayer se acabó la discusión: los poderes están ya en manos del abogado Meiler y hoy mismo debería presentar la solicitud en el juzgado de Baden. No quiero ponerme sentimental; lo hecho, hecho está. No soporto los sentimentalismos: son sentimientos artificialmente engrosados o muchas veces falseados por costumbre. Sólo quiero pensar que he vuelto a conseguir algo, algo precioso; quiero ser plenamente consciente de ello y sentirme feliz por lo que he obtenido con esta nueva lucha. ¡Cómo anhelo ahora un beso tuyo en la frente, querido! La alegría de volver a verte es ahora dos veces mayor. No es una ilusión, ni una palabra vana: un juramento, ¡qué ligera se siente una al recuperar esto! Me siento tan despreocupada y feliz que rompería a llorar. Ojalá estuviera contigo para compartir estas horas, estas primeras horas de… No quiero decir la palabra, es como si dentro de mí hubiera nacido un pajarillo con plumas y alas blancas que canta bajo el pecho. Todo mi ser es conocedor de mi nuevo estado.

Querido, hoy no quiero contarte nada más. Soy fuerte y débil a la vez, estoy cansada y, al mismo tiempo, deseosa de empezar mi recorrido por una vida. Sólo había experimentado esta sensación en las horas posteriores a dar a luz y en el momento en que por primera vez fui más tuya que nunca.

Quería que sintieras lo radiante que estoy.

Te besa con labios temblorosos,

TU CORDERITO

25. FRIDERIKE A STEFAN ZWEIG

[Baden bei Wien,]

viernes [3 de abril de1914]

Querido: