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¡Qué maravillosa soy y qué importante!, dijo la flor. "¿Saben que el agua de la laguna, la tierra, el sol, el aire, todos, todos trabajan para que yo exista?". "¡Claro!", dijo la mariposa que revoloteaba y con su larga trompa comenzó a beber el néctar de la flor. Luego, se fue volando, iba tan distraída que no se dio cuenta de que una libélula la observaba...
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Seitenzahl: 28
ilustrado porCARMEN CARDEMIL
Primera edición, 1992 Segunda edición, 1995 Sexta reimpresión, 2012 Primera edición electrónica, 2016
D. R. © 1995, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Editor: Daniel Goldin Diseño: Arroyo + Cerda Diseño de portada: Joaquín Sierra Dirección artística: Rebeca Cerda
Comentarios y sugerencias:[email protected] Tel. (55)5449-1871
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ISBN 978-607-16-3610-2 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Yo como, tú comes, él come
¿Y si no fuera un cuento?
El congreso de los sabios tontos
Por qué no se puede cazar un dodo
Cierta flor amarilla floreció junto a la laguna.
Era la primera flor, hasta donde ella alcanzaba a ver, que florecía.
El viento inclinó su largo tallo, y la flor se contempló en el agua quieta y habló a los grillos.
—¡Qué maravillosa soy! —les dijo—, ¡y qué importante! ¿Saben que el agua de la laguna, la tierra, toda esta planta con sus raíces, el sol y el aire, todos, todos trabajan para que yo exista?
—Chirrrr —contestaron los grillos.
En ese momento, una mariposa que revoloteaba se posó en la flor.
—¡Claro que eres importante! —le dijo—, porque sirves para que yo me alimente —y con su larga trompa comenzó a beber el néctar de la flor.
—¿Quién te ha dado permiso para robar mi néctar? —preguntó ésta indignada.
—¿Permiso? —exclamó extrañada la mariposa—, pero si las flores están hechas sólo para que nosotras podamos comer —y se fue volando—… y podamos volar y ser hermosas…
Iba tan abstraída la mariposa pensando en su belleza que no se dio cuenta de que una libélula la observaba.
—¡Qué presumida! —le dijo la libélula a una lombriz—. ¡No sabe ni volar bien! —y agregó—. Por supuesto, mi vuelo es mucho más seguro —y volando directamente hacia la mariposa la cazó con sus poderosas mandíbulas antes de que ésta pudiera escapar.
Se detuvo en una piedra junto a la laguna.
—Puede ser que tengas lindos colores —añadió—, pero tienes mejor sabor —y se la comió.
Desde el fondo de la laguna, dos sapos contemplaban la escena.
—¡Mira esa libélula! —le dijo el sapo viejo al sapo gordo—. Se está comiendo a la mariposa. ¿Creerá acaso que las mariposas son para comer?
La libélula, posada en la piedra, permanecía muy quieta tomando el sol.
—No sé —le contestó el sapo gordo, que era muy conversador y glotón, al sapo viejo—. Lo que sí sé, es que las libélulas son un bocado delicioso.
Y desdoblando su larga y pegajosa lengua atrapó a la libélula y se la comió de un solo bocado.
—Nunca he probado comer mariposas —agregó; pero el sapo viejo, notando un ligero movimiento en el agua y presintiendo un peligro, se alejaba, y hacía bien, porque la tenue agitación del agua la había ocasionado una culebra deslizándose en la laguna.