Cumpliendo las aflicciones de Cristo - John Piper - E-Book

Cumpliendo las aflicciones de Cristo E-Book

John Piper

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Beschreibung

Cuando Agustín entregó el liderazgo de su iglesia en 426 a.C., su sucesor se encontraba tan abrumado por la conciencia de su incompetencia que declaró «El cisne guarda silencio», temiendo que la voz del gigante espiritual se perdiera en poco tiempo. Pero por 1,600 años, Agustín no ha guardado silencio, ni tampoco lo han hecho los hombres que fielmente han tocado la trompeta por causa de Cristo después de Él. Sus vidas han inspirado cada generación de creyentes y nos impulsan a tener una mayor pasión por Dios. En este quinto libro de la serie de Los cisnes no guardan silencio, John Piper explora la vida de William Tyndale, John Paton y Adoniram Judson —un traductor de la Biblia, un organizador de misiones y un misionero del campo de batalla. En su disposición continua de plantar semillas de fe y amor con lágrimas de esperanza, no solamente abrazaron el sufrimiento de Cristo por ellos, sino que se unieron poderosamente a Cristo en sus aflicciones, todo esto por causa del evangelio. Entendiendo que la estrategia de Dios para alcanzar a las personas no alcanzadas incluye el sufrimiento de Sus heraldos en el campo de batalla, estos siervos fieles no dejaron que nada los disuadiera de su misión. Que su fidelidad y sacrificio intensifiquen tu pasión para que el amor y el valor de Cristo sea conocido entre las naciones.

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Publicado por:Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043Graham, NC 27253www.farodegracia.orgISBN 978-1-629463-13-1

Originally published Filling Up the Afflictions of ChristCopyright © 2009 by Desiring God Foundation

Published by Crossway a publishing ministry of Good. NewsPublishers Wheaton, Illinois 60187, U.S.A. This editionpublished by arrangement with Crossway. All rights reserved.

© 2021 by Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Victor Velasco; edición de texto, diseño de la portada y las páginas por Francisco Adolfo Hernández Aceves. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio — electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.

Para aquellos que sufren por difundir el evangelio:

«Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo».Hebreos 13:3

Contenido

Prefacio

Agradecimientos

Introducción

1. William Tyndale

2. John G. Paton

3. Adoniram Judson

Conclusión

Otros títulos de esta serie

Carta de Juan Calvino a cinco jóvenes franceses que estaban a punto de ser martirizados en 1553 por llevar el evangelio a Francia:

«Nosotros, los que estamos aquí, nos encargaremos de nuestra obligación de orar para que, por medio de vuestra constancia, Él se glorifique a sí mismo cada vez más y, por el consuelo de Su Espíritu, endulce todo aquello que es amargo para la carne, y absorba vuestros espíritus en Sí mismo, de tal manera que, al contemplar esa corona celestial, estéis completamente dispuestos a dejar atrás todo lo que pertenece a este mundo.

Ahora, en este preciso momento, la necesidad misma os exhorta más que nunca a dirigir toda vuestra mente hacia el Cielo. Todavía no sabemos cuál será el resultado. Pero, ya que parece que Dios Se servirá de vuestra sangre para sellar Su verdad, no hay nada mejor para vosotros que os preparéis para ese fin, suplicándole que os someta a Su buena voluntad, para que nada os impida seguir hacia donde Él os llame (...) Puesto que Él Se complace en destinaros a muerte para preservar Su causa, Él fortalecerá vuestras manos en la batalla y no permitirá que una sola gota de vuestra sangre sea derramada en vano».

Vuestro humilde hermano, Juan Calvino

ste es el quinto libro de una colección llamada «Los cisnes no guardan silencio». Al decir cisnes, me refiero a los cristianos fieles de la historia, que tuvieron vidas inspiradoras. Ellos no guardansilencio en el sentido de que sus vidas todavía hablan poderosamente para darnos aliento y dirección.

La terminología de los cisnes que no guardan silencio proviene de la historia del retiro de San Agustín como obispo de Hipona, al norte de África en el año 430 d.C. Él fue una de las grandes voces que defendieron la verdad bíblica en la historia de la iglesia cristiana. Cuando Heraclio, su humilde sucesor, predicó en la celebración del retiro, dijo: «El grillo chirría, el cisne guarda silencio».

Hace algunos años, la primera vez que leí eso, dije: «No, Heraclio, los cisnes no han guardado silencio». Ellos siguen hablando. Es decir, siempre que alguna persona cuente sus historias y les dé una voz, ellos continuarán hablando. Eso es lo que estoy tratando de hacer con esta serie de historias, que hasta el momento son quince (tres en cada libro).

Uno de los descubrimientos más impactantes de mi vida fue el hecho de que Dios difunde la noticia vivificante de Jesucristo por medio del sufrimiento y el martirio. Eso es lo que ilustran las vidas de William Tyndale, Adoniram Judson y John Paton. Ellos eran ejemplos vivientes (y murientes) de lo que dice Colosenses 1:24: «Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia».

Las aflicciones no son meramente el resultado de la fecundidad misionera, sino también el medio. Dios ha dispuesto que nuestro dolor sea parte de Su poderoso despliegue de la gloria de Cristo. La valía de Jesús en el mundo brilla más en la vida de aquellos que, a través de sus vidas sacrificiales, dicen: «Lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Filipenses 3:8).

Pocas cosas me inspiran a vivir con radicalidad para Cristo, una de ellas es el conocer las historias de aquellos que vivieron de esa manera. Yo oro para que tú también seas inspirado. Las naciones tienen una necesidad extrema. Y Cristo es un gran Salvador.

stoy agradecido con Lane Dennis y con el equipo de Crossway por el hermoso trabajo que han hecho al publicar esta serie de libros titulada «Los cisnes no guardan silencio». Este quinto libro, junto con el fruto y la comunión que hemos tenido con cada libro, ha sido algo muy gratificante.

Mi asistente pastoral ejecutivo, David Mathis, me anima, me ayuda, y me aporta seguridad para este trabajo, de una manera que no sólo lo hace posible, sino que lo hace agradable. Doy gracias a Dios por la mentalidad proactiva de David, por su profundidad teológica, por su fidelidad bíblica, por su rigurosa edición, y por su amistad.

Los ancianos y el personal de la Bethlehem Baptist Church siguen apoyándome de maneras que no merezco, animándome y cubriéndome de muchas maneras cuando estoy ausente por causa de la culminación de proyectos como éste. La iglesia está en buenas manos. En cualquier momento podría irme al Cielo en lugar de volver al púlpito. Y yo sé que les irá muy bien. Ellos dependerán de Aquel que no puede fallar.

Noël y Talitha me dan el espacio, la privacidad, y la oración que necesito para trabajar en casa. La relación que tenemos es profunda y la disfrutamos. Yo soy quien soy por aquellos con los que estoy relacionado, especialmente Jesús y mi familia. ¡Oh, cuán agradecido estoy de que esta relación sea edificante, y no destructiva!

Por último, en este libro especialmente, le agradezco a Dios, el cual está cercano «a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu». ¿Qué sería de nosotros si no pudiéramos decir que: «Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová» (Salmo 34:18–19)?

l Señor Jesús nos dijo con palabras muy aleccionadoras: «De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto» (Juan 12:24). Después añadió: «El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará» (Juan 12:25).

En otras palabras, es posible tener una vida fructífera y una vida eterna por medio de morir como una semilla y aborrecer nuestra vida en este mundo. Lo que me impresiona, a medida que considero esto y examino las vidas de William Tyndale, John Paton y Adoniram Judson, es cuán estratégico fue el hecho de que ellos murieron tantas veces y de tantas maneras antes de que sus vidas en la tierra terminaran. Y eso no es un mero adorno retórico. La Biblia habla de esta manera, y estos seguidores de Cristo lo sabían.

Por ejemplo, cuando John Paton estaba celebrando los triunfos del evangelio en la isla de Tanna en las Nuevas Hébridas, después de un largo periodo de labor misionera y sufrimiento, él afirmó que la victoria se debía a que «las semillas de la fe y la esperanza fueron sembradas no sólo con lágrimas, sino con lágrimas de sangre».1 Después, para darle solidez bíblica a lo que acababa de decir, simplemente citó la asombrosa frase de 2 Corintios 11:23, en donde Pablo describió sus sufrimientos con las palabras: «en muertes, muchas veces». Eso es lo que dice la versión Reina–Valera Antigua y es estrictamente literal.

En 1 Corintios 15:31, Pablo dijo: «cada día muero». La semilla cae en la tierra y muere, no sólo una vez durante el martirio, sino una y otra vez cuando obedecemos el mandato de tomar nuestra cruz «cada día» y seguir a Jesús (Lucas 9:23).

El doloroso camino por el que Dios alcanza a todos los pueblos

Cada vez estoy más convencido, a partir de las Escrituras y de la historia de las misiones, de que el diseño de Dios para la evangelización del mundo y para la consumación de Sus propósitos incluye el sufrimiento de Sus pastores y misioneros. En palabras más claras y concretas, Dios quiere que el sufrimiento de Sus embajadores sea un medio esencial para la difusión triunfante de la buenas nuevas en todos los pueblos del mundo.

No sólo estoy hablando del hecho obvio de que el sufrimiento es el resultado de la obediencia fiel en la difusión del evangelio. Eso es verdad. Jesús dijo que el sufrimiento vendría como resultado de esta fidelidad. «Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre» (Lucas 21:17). «Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Juan 15:20). Lo que quiero decir es que este sufrimiento es parte de la estrategia de Dios para que el mundo conozca Quién es Cristo, cuánto Lo ama el Padre, y cuán valioso es Él.

Esto es aterrador y al mismo tiempo alentador. Nos aterra porque sabemos que es muy probable que seamos llamados a sufrir de alguna manera, para conseguir el avance que anhelamos ver en la difícil situación del campo misionero. Pero también nos alienta, porque sabemos que nuestro sufrimiento no es en vano y que el mismo dolor que tiende a desanimarnos es el camino hacia el triunfo, incluso cuando no podemos verlo. Muchos han atravesado antes que nosotros el camino al Calvario del sufrimiento y, por su perseverancia, han demostrado que la muerte de las semillas humildes produce fruto.

Jesús vino al mundo para sufrir y morir por la salvación de un número incontable de creyentes de todos los pueblos del mundo. «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45). «Con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (Apocalipsis 5:9).

El camino que Cristo atravesó para lograr la salvación de los pecadores fue el de sufrir y morir en lugar de ellos. «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición» (Gálatas 3:13). «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados» (Isaías 53:5). Eso es lo que predicamos. Ese es el corazón del evangelio.

Pero este sufrimiento y muerte voluntarios para salvar a otros no es sólo el contenido, sino también el método de nuestra misión. Nosotros proclamamos la buenas nuevas de lo que Él logró, y nos sumamos a Él en el método del Calvario. Abrazamos Sus sufrimientos por nosotros y difundimos el Evangelio a través de nuestro sufrimiento con Él. Como Joseph Tson lo dice con respecto a sí mismo: «Yo soy una extensión de Jesucristo. Cuando me golpearon en Rumania, Él sufrió en mi cuerpo. No fue mi sufrimiento: Yo sólo tuve el honor de participar de Sus sufrimientos».2 El pastor Tson continúa diciendo que el sufrimiento de Cristo es para propiciación; y nuestro sufrimiento, para propagación. En otras palabras, cuando sufrimos con Él a causa de las misiones, mostramos el modo en que Cristo amó al mundo y a través de nuestros propios sufrimientos le comunicamos al mundo Sus sufrimientos. Eso es lo que significa cumplir las aflicciones de Cristo (Colosenses 1:24).

Primero la Biblia, después la biografía

El plan de este libro es centrarse primero en algunos textos de las Escrituras que respaldan las afirmaciones de esta Introducción, y después, permitir que las vidas de Tyndale, Paton y Judson sean un ejemplo vivo de estas Escrituras. Entre los miles de misioneros fieles y devotos de la historia de las misiones mundiales, Tyndale, Judson y Paton no son los únicos que ejemplifican esta verdad.

De hecho, no tengo dudas de que en el Cielo descubriremos que muchos de los misioneros más fieles y fructíferos fueron casi completamente desconocidos aquí en la tierra, pero eran muy conocidos en los libros más importantes del Cielo. Sin embargo, las vidas de algunos han sido registradas en la tierra, y estoy agradecido por eso. Ellos son una gran fuente de fortaleza para mí. Por esa razón leí acerca de sus vidas. De todas las vidas registradas para nosotros, pocas son tan impactantes e inspiradoras como las vidas de Tyndale, Paton y Judson. Junto con otros miles de ejemplos, estos tres muestran cómo el avance del Evangelio de Cristo se produce no sólo por la proclamación fiel de la verdad, sino también cumpliendo las aflicciones de Cristo.

El plan de Dios para las naciones del mundo

El invencible propósito de Dios en la historia es que «el evangelio de la gloria de Cristo» (2 Corintios 4:4) se extienda por todos los pueblos del mundo y eche raíces en iglesias que estén centradas en Dios y que exalten a Cristo. Esa era la promesa del Antiguo Testamento:

Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino,Y él regirá las naciones. (Salmo 22:27–28)

Esa era la promesa de Jesús a Sus discípulos:

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mateo 24:14).

Ese era el propósito que Dios le asignó a la cruz, porque es lo mismo que se proclama en la alabanza del Cielo:

Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación (Apocalipsis 5:9)

Ese fue el último mandamiento del Cristo resucitado que tiene toda autoridad:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén (Mateo 28:18–20).

Ese era el objetivo divino del apostolado de Pablo:

Por quien [Cristo] recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre (Romanos 1:5).

Esa era la santa ambición de Pablo, la cual no sólo estaba arraigada en su llamado apostólico único, sino también en la promesa del Antiguo Testamento, que sigue vigente hasta este día:

Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán (Romanos 15:20–21; cf. Isaías 52:15).

Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:Te he puesto para luz de los gentiles,A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra (Hechos 13:47; cf. Isaías 42:6).

El propósito divino era enviar al Espíritu Santo y llenarnos con Él:

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8).

El invencible propósito de Dios es que «el evangelio de la gloria de Cristo» se extienda por todos los pueblos del mundo y eche raíces en iglesias que estén centradas en Dios y que exalten a Cristo. Esta gran visión global del movimiento cristiano se hace clara, poderosa y convincente en la Iglesia cada vez que ocurre un profundo avivamiento bíblico en el pueblo de Cristo.

Eso fue una realidad en la época de William Tyndale (nacido en 1494), quien fue cautivado por el fervor de la Reforma, a medida que Dios despertaba a Su Iglesia a la verdad de la justificación sólo por la fe. Fue una realidad en el tiempo de John Paton (nacido en 1824), quien fue partícipe de los avivamientos de Escocia, los cuales Iain Murray llama: «el despertar misionero».3 Y fue una realidad en la época de Adoniram Judson (nacido en 1788), cuando ocurrió el Segundo Gran Despertar de América.

Tu persecución es «para testimonio»

Hay una verdad que se ilustra de manera especial en las vidas de estos siervos, es decir, el hecho de que la estrategia de Dios para destrozar la autoridad de Satanás en el mundo, difundir el evangelio, y plantar la iglesia es una estrategia que incluye el sufrimiento sacrificial de sus heraldos que están en el frente de batalla. Y una vez más, debido a que es algo que fácilmente podemos olvidar, quiero enfatizar que no me refiero únicamente a que el sufrimiento es el resultado de proclamar la verdad en el frente de batalla. También me refiero a que el sufrimiento es una de las estrategias que Dios utiliza para el progreso de Su misión. Jesús les dijo eso a Sus discípulos cuando los envió:

He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16).

No hay duda de lo que suele ocurrirle a una oveja que está en medio de lobos. Y Pablo confirmó esa realidad en Romanos 8:36, citando el Salmo 44:22:

Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.

Jesús sabía que esta sería la porción de Sus misioneros, los cuales penetran las tinieblas, avanzan el reino, y plantan iglesias. Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, o espada (Romanos 8:35) —eso es lo que Pablo esperaba, porque eso es lo que Jesús prometió. Jesús continúa:

Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles (Mateo 10:17–18).

Aquí podemos notar que el «testimonio» ante los gobernadores y los reyes no es un simple resultado o consecuencia, sino un designio. Literalmente: «Seréis llevados ante (...) reyes para testimonio a ellos [gr. eis marturion autois]». El designio de Dios era alcanzar algunos gobernadores y reyes a través de la persecución de Su pueblo. ¿Por qué diseñó así las misiones? Una respuesta del Señor Jesús sería:

El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor (...) Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa? (Mateo 10:24–25)

El sufrimiento no era sólo una consecuencia de la obediencia al Señor y a Su misión. Era una estrategia central de Su misión. Era el camino para llegar a nuestra salvación. Jesús nos llama a unirnos a Él en el camino del Calvario, a tomar nuestra cruz diariamente, a aborrecer nuestras vidas en este mundo, y a caer en la tierra como una semilla y morir, para que otros puedan vivir.

Nosotros no somos más que nuestro Señor. Está claro que nuestro sufrimiento no expía los pecados de nadie, pero, a través de él, nuestra labor misionera es más profunda de lo que alcanzamos a comprender. Cuando los mártires claman a Cristo debajo del altar celestial, diciendo: «¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?», se les dice que descansen «todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos» (Apocalipsis 6:10–11).

El martirio no es la mera consecuencia de un amor y una obediencia radicales; es el cumplimiento de un designio establecido en el Cielo para un cierto número de creyentes: Esperemos «hasta que se complete el número de mártires que han de ser muertos». Así como Cristo murió para salvar a los pueblos no alcanzados del mundo, algunos misioneros deben morir para salvar a los pueblos del mundo.

Cumpliendo las aflicciones de Cristo4

Es válido que al llegar a este punto nos venga la preocupación de que, por medio de esa forma de hablar, nuestro sufrimiento se conecte demasiado con el sufrimiento de Cristo, al grado de que podría sonar como si nosotros también fuéramos redentores de los hombres. Pero hay un solo Redentor. Sólo hay una muerte expiatoria por el pecado, la muerte de Cristo. Sólo hay un acto de sufrimiento voluntario que quita el pecado. Jesús hizo esto «una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo» (Hebreos 7:27). «Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado» (Hebreos 9:26). «Porque con una sola ofrenda [Cristo] hizo perfectos para siempre a los santificados» (Hebreos 10:14). Cuando derramó Su sangre, lo hizo «una vez para siempre» y obtuvo una «eterna redención» (Hebreos 9:12). «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Timoteo 2:5). Así que no hay duda de que nuestros sufrimientos no añaden nada al valor expiatorio y a la suficiencia de los sufrimientos de Cristo.

Sin embargo, hay un versículo en la Biblia que a muchas personas les suena como si nuestros sufrimientos fueran parte de los sufrimientos redentores de Cristo. Pero eso no es lo que significa. Por el contrario, es uno de los versículos más importantes para explicar la tesis de este libro: que los sufrimientos misioneros son una parte estratégica del plan de Dios para alcanzar a las naciones. El texto es Colosenses 1:24, donde Pablo dice:

Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia.

En sus sufrimientos, Pablo estaba cumpliendo «lo que falta de las aflicciones de Cristo por (…) la iglesia». ¿Qué significa eso? Significa que los sufrimientos de Pablo completan las aflicciones de Cristo, no añadiendo nada a su valor, sino extendiéndolas a las personas que han de ser salvadas.