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"D. Benedita" es una señora elegante, de costumbres discretas, que vive rodeada de convenciones sociales y sutiles observaciones de la vida que la rodea. Narrado con el fino humor característico de Machado de Assis, el cuento sigue las reflexiones y actitudes de la protagonista ante temas como la reputación, las apariencias y el deseo, revelando poco a poco capas inesperadas de su personalidad.
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Seitenzahl: 37
Veröffentlichungsjahr: 2025
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“D. Benedita” es una señora elegante, de costumbres discretas, que vive rodeada de convenciones sociales y sutiles observaciones de la vida que la rodea. Narrado con el fino humor característico de Machado de Assis, el cuento sigue las reflexiones y actitudes de la protagonista ante temas como la reputación, las apariencias y el deseo, revelando poco a poco capas inesperadas de su personalidad.
Distinción, Convenciones, Ambigüedad
Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.
Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.
Lo más difícil del mundo, después del oficio de gobernar, era decir la edad exacta de D. Benedita. Algunos le daban cuarenta años, otros cuarenta y cinco, algunos treinta y seis. Un corredor de bolsa la rebajaba a veintinueve; pero esta opinión, plagada de intenciones ocultas, carecía de ese sello de sinceridad que todos nos gusta encontrar en los conceptos humanos. Ni siquiera la cito, sino para decir, desde el principio, que Doña Benedita siempre fue un modelo de buenas costumbres. La astucia del corredor no hizo más que indignarla, aunque momentáneamente; digo momentáneamente. En cuanto a las demás conjeturas, que oscilaban entre los treinta y seis y los cuarenta y cinco, no desmentían los rasgos de D. Benedita, que eran maduramente graves y juvenilmente graciosos. Pero lo que más sorprende es que hubiera suposiciones en este asunto, cuando bastaba con preguntarle a ella para saber la verdad.
Doña Benedita cumplió cuarenta y dos años el domingo diecinueve de septiembre de 1869. Son las seis de la tarde; la mesa familiar está rodeada de parientes y amigos, entre veinte y veinticinco personas. Muchos de ellos estuvieron en la cena de 1868, en la de 1867 y en la de 1866, y siempre oyeron aludir francamente a la edad de la dueña de la casa. Además, se ve allí, a la mesa, a una joven y a un muchacho, sus hijos; este es, sin duda, por su estatura y sus modales, un niño; pero la joven, Eulália, de dieciocho años, parece tener veintiuno, tal es la severidad de sus modales y de sus rasgos.
La alegría de los comensales, la excelencia de la cena, ciertas negociaciones matrimoniales encomendadas al canónigo Roxo, aquí presente, y de las que se hablará más adelante, las buenas cualidades de la dueña de la casa, todo ello da a la fiesta un carácter íntimo y feliz. El canónigo se levanta para trinchar el pavo. Doña Benedita acataba esta costumbre nacional de las casas modestas de confiar el pavo a uno de los comensales, en lugar de hacerlo trocear fuera de la mesa por manos serviles, y el canónigo era el pianista de esas ocasiones solemnes. Nadie conocía mejor la anatomía del animal, ni sabía operar con mayor rapidez. Quizás, y este fenómeno queda para los entendidos, quizás la circunstancia del canonicato aumentaba al trinchante, en el espíritu de los comensales, una cierta suma de prestigio, que no tendría, por ejemplo, si fuera un simple estudiante de matemáticas o un amanuense de secretaría. Pero, por otro lado, ¿podría un estudiante o un amanuense, sin la lección de la larga práctica, disponer del arte consumado del canónigo? Es otra cuestión importante.
Pero vayamos a los demás comensales, que están de pie, conversando; reina el murmullo propio de los estómagos medio regocijados, la risa de la naturaleza que camina hacia la saciedad; es un instante de reposo.