De caperucita a loba en solo seis tíos - Marta González De Vega - E-Book
SONDERANGEBOT

De caperucita a loba en solo seis tíos E-Book

Marta González De Vega

0,0
6,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 4,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Un libro para todos los sexos, porque en el amor todos somos igual de patéticos. El proceso de pasar de caperucita a loba consiste en aprender a manejar nuestras emociones a nuestro favor aun cuando estemos bajo los influjos del amor. ¿Que si es posible en solo seis tíos? ¡Sí! Porque he calculado que en los seis tíos que vamos a analizar está reflejada toda la gama de situaciones y actitudes a las que te vas a ver enfrentada en el amor. Pero, ojo, que te puedes encontrar todas esas actitudes en el mismo tío. ¡Tiempo que te ahorras! Si llega uno tan chungo que te las hace todas juntas, ¡te haces el proceso en uno! Aunque no creo que tengas tanta suerte… ¡¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar?! ¡De pronto que te venga uno chungo se ha convertido en un motivo de alegría! Porque será tu vehículo para convertirte en loba, que es tu nuevo y único objetivo. El humor es el mayor superpoder que existe. Con este libro aprenderás a desarrollarlo hasta convertirte en una auténtica loba. Porque una loba no es otra cosa que una caperucita que ha aprendido a reírse de sí misma. Y, cuando lo hayas conseguido, descubrirás que el que ríe el último… ha perdido un tiempo precioso. "Este escuálido librillo le hará a usted tan feliz que marcará un antes y un después en su historia personal. De sus páginas sale tanta luz que a partir de ahora dividirá usted sus días en antes y después de Marta González de Vega, sin duda una de las mejores guionistas de humor que hay en este país". —Luis Piedrahita

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 230

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

De caperucita a loba en solo seis tíos

© 2021, Marta González de Vega

© 2021, para esta edición HarperCollins Ibérica, S.A.

 

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

Diseño de cubierta: María Pitironte con ilustraciones de Shutterstock

 

I.S.B.N.: 978-84-9139-606-2

 

Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

¡Bienvenida!

¡Y bienvenido!

Primera parte: de caperucita a loba…

1. El proceso

2. Las reglas

3. Método: dar cera, pulir cera

Segunda parte: … En solo seis tíos

4. ¡Me cago en las mitocondrias!

5. Tío número uno. El rollo de una noche

6. Tío número dos. El amigo con derecho

7. Lo que parece no siempre es, pero hay que comportarse como si lo fuera

8. Tío número tres. El flipado

9. El bendito miedo al compromiso

10. Tío número cuatro. El que reaparece

11. Tío número cinco. El más cerdo de todos: el bueno

12. Tío número seis. El amor de tu vida… un rato

13. Fase final: la ruptura

14. El último empujón

15. Despedida

16. Elige tu propia aventura

17. Convenio de lobas

Epílogo

 

 

 

 

 

A Eduard Punset

 

Y a todos los hombres que han estado, están, estuvieron y estarán en tu vida, en la mía y en la de todas nuestras amigas.

Prólogo

 

 

 

 

 

BUENO,¿QUÉ?

 

Puede ser que usted haya visto el Show de Marta De Caperucita a Loba en solo seis tíos basado en este libro, razón por la cual no haya podido evitar comprarlo. Es normal. Se trata de un impulso agónico por intentar atrapar ese ratito tan hermoso que ha sido su representación. Nos llevamos el libro y es como si nos lleváramos el show a casa. Hay algo tranquilizador en ello. Sí, pero también hay algo de frustración. Y es que nos llevamos el libro porque no podemos llevarnos a Marta. Si has visto a Marta en directo ya sabes de lo que hablo. Ojalá este libro sirva para reencontrarte con ella y con el show cada vez que lo abras.

 

Pero es posible que usted no haya visto el show, ni sepa quién es Marta, ni quiénes son los González de Vega. Puede que usted haya comprado este libro en una tienda, o que lo haya robado, o que se lo hayan regalado, o que se lo haya traído a usted la cigüeña. Muy bien, para esas personas va la siguiente advertencia: Cuidado. Este libro contiene tanto humor por centímetro cuadrado que cambia vidas. Así es. Este escuálido librillo le hará a usted tan feliz que marcará un antes y un después en su historia personal. De sus páginas sale tanta luz que a partir de ahora dividirá usted sus días en antes y después de Marta González de Vega. Le trato a usted de usted porque usted todavía no ha leído el libro. Después, no se me ocurriría. Este libro habla de las personas y de cómo nos relacionamos, de los celos, las ansiedades, las obsesiones, las histerias y de esa infinidad de sociopatías domésticas que todos hemos atravesado por amor. Después de Marta uno entiende el amor como lo que realmente es: «algo imposible de entender».

 

Sin duda, Marta es una de las mejores guionistas de humor que hay en este país. Una escritora brillante e infatigable. Y creo que esas son las mejores virtudes que puede tener un escritor. Pero también es una actriz que ha sabido llorar de felicidad y reír en la desgracia. Y creo que esas son las mejores virtudes que puede tener un actor de comedia.

 

Señoras y señores, niños y niñas, prepárense para disfrutar del circo mental de Marta González de Vega. Agárrense y disfruten de un libro sobre las incomprensibles relaciones que sazonan nuestra vida: sobre enamoramientos torpes, decepciones afectivas, ilusiones sexuales, lances venereos, amantes ansiosos, episodios carnales urticantes, caperucitas y lobas. Un libro sobre Marta que nos explica cómo somos nosotros. Un libro tan fascinante que yo estoy deseando leerlo.

 

LUIS PIEDRAHITA

¡Bienvenida!

 

 

 

 

 

¿Cómo estás? Espero que hundida, deprimida, hastiada y acongojada.

¿¿Sí?? ¡¿De verdad?! No sabes la alegría que me das. Porque solo cuando uno llega al límite de la desesperación y del hartazgo existencial está realmente dispuesto a cambiar el chip.

Voy a contarte cómo llegué yo a ese límite. La primera vez que me enamoré, él no me correspondió. Por lógica, en la siguiente ocasión me tocaba que sí, ¿verdad? Pues no. Fue otra vez que no. Me dirás que a la siguiente… ¡Ja, qué risa! Cuando yo era la nueva querían a la ex; cuando era la ex querían a la nueva; cuando era la opción más práctica escogían la difícil; cuando era la difícil, escogían la práctica.

Probé con hombres con los que era imposible que fuera que no, y por supuesto fue que no, y luego, por si la vida me compensaba, probé situaciones en que era imposible que fuera que sí, ¡y, efectivamente, oye, fue otra vez que no!

Los acontecimientos siempre se confabulaban contra mí. Fuera esto lo más fácil o lo más difícil, fuera lo más lógico o lo más ilógico. La única regla que cumplían era no resolverse nunca a mi favor.

Y en medio de todo esto mi madre empeñada:

—El problema es que se asustan porque vales demasiado.

Que yo se lo agradezco, pero me daban unas ganas de darle una hos… ¡En fin! Que después de años llorando y pataleando me planté y decidí agarrar el rábano por las hojas. ¡Pero literalmente! Me fui a la nevera, agarré un rábano y me monté la escena de Escarlata O’Hara:

—¡¡A Dios pongo por testigo… de que jamás volveré a besar hombre!!

Y cuando estaba con el rábano en todo lo alto mirando al cielo, convencida de que no había ni un hombre bueno, de pronto apareció… ¡otro cabronazo para confirmarlo!

¡¿Y ahora?! ¿Ahora qué hacía? Si ya había llegado al techo del drama. ¿Dónde me metía el rábano?

Ahí ya me entró la risa floja de la desesperación, la que te entra cuando te das cuenta de que no tienes escapatoria de tu propio patetismo, miré al cielo y le dije a la vida:

—¡¡Bueno, mira, tía, ya… ¿Estás de coña?!! ¿Tú de qué vas?

Y ahí es cuando la vida me miró y me dijo:

—Hombre, ya era hora de que preguntaras… Porque de eso voy exactamente. ¡De coña!

¡Y bienvenido!

 

 

 

 

 

Sí, hombre que estás leyendo este libro, tú también eres bienvenido. No creas que vas a asistir a una especie de aquelarre. Es cierto que voy a cebarme un poco en las especificidades propias de vuestro sexo, que tanto nos amargan la vida, pero también vamos a darnos mucha caña a nosotras mismas y, por lo tanto, a daros la razón en muchas cosas. ¿A que eso no te lo imaginabas? Pues espera y leerás.

Descubrirás que este libro es para todos los sexos. Y es que si algo me ha quedado claro y demostraré con evidencias neurocientíficas, es que esto no va de unos contra otros. Que en el amor hay dos grupos, sí, pero que son mixtos. Lo que realmente distingue a los dos grupos es: que estemos enamorados o que no lo estemos. Porque cuando lo estamos nos comportamos todos igual: hombres, mujeres, homos o heteros… Da igual. Cuando estamos enamorados somos patéticos. De modo que TODOS necesitamos convertirnos en LOBAS.

Yo voy a hablar en femenino todo el tiempo, pero siéntete completamente incluido cuando te veas reflejado como protagonista de las situaciones patéticas que vas a leer. Es decir, cuando te hayas enamorado.

Eso sí, no os engañéis ni vosotros ni vosotras. Cuando acabéis de leer este libro, seguiréis siendo patéticos, pero habréis aprendido a reíros de ello y ese es el auténtico superpoder de la loba. Porque cualquier cosa de la que consigues reírte, ya la has vencido.

Aclararte además que cuando hablo del proceso en «solo seis tíos», no pretendo clasificar a los hombres, simplificando su personalidad. Me refiero a seis actitudes que nos solemos encontrar en el amor, de modo que podrás descubrirte a ti mismo siendo o habiendo sido varios de esos «tíos». Quizás para tu ex hayas sido el tío número cuatro y ahora estés siendo con otra el tío número dos. Cuando acabes el libro dirás: «Ah, pues reconozco que he sido el uno, el cuatro y el seis». O «el tres y el cuatro», o «el uno y el dos». Pero incluso habrá ocasiones en las que dirás: «No, qué narices, ¡yo soy la tía!».

Así que este libro también es para ti. De hecho, si me apuras, yo diría que es más para tíos que para tías, porque vas a descubrir un montón de secretos de la mente femenina que hasta hoy te eran completamente inescrutables.

PRIMERA PARTE DE CAPERUCITA A LOBA…

1 El proceso

 

 

 

 

 

¿QUÉ ES UNA LOBA?

 

Empezaré por decirte lo que no es. Como ya habrás imaginado, y siento decepcionarte, una loba no es una devorahombres. Si esto es lo que esperabas al adquirir este libro, ¡los cojones 33! Que bonita expresión, ¿verdad? Los cojones 33. Es como una dirección… Es como mandarte a la mierda, pero concretando. Para que no te pierdas… Bueno, que me pierdo yo. A lo que íbamos.

Una loba es una mujer de la que nadie se puede reír más fuerte que ella misma. Y dirás: ¿Ya está? Sí, ya está. Pero es que si te paras a analizarlo un instante te darás cuenta de que este es el mayor superpoder que existe. Piénsalo. Si nadie se puede reír de ti más fuerte que tú, nadie te podrá hacer daño ¡con nada!

El hecho de que te rías de ti misma más fuerte que nadie anula cualquier posibilidad de que te sientas ridícula y por lo tanto tendrás la libertad de actuar como te dé la gana. Cuando estás preparada para reírte de cualquier cosa que te ocurra, no le tienes miedo a nada, y por eso puedes tomar las riendas de tu vida. Una loba puede irse tranquilamente al primer tío que le guste y decirle:

—Oye, tú me gustas. ¿Yo te gusto a ti?

Y si él le dice:

—No.

Le contesta:

—No pasa nada. No voy a juzgarte por no tener gusto cuando es evidente que yo tampoco lo tengo.

Una loba sabe lo que quiere, y puede exigirlo porque sabe lo que vale.

Yo, desde que me convertí en loba, no paso una. No hace mucho conocí a un tío maravilloso, guapo, alto, simpático, pero que tenía un pequeño defecto, y llámame tiquismiquis, pero solo por eso… ains, ya no podía estar con él. ¿Cuál? Que pasaba de mí.

¿Te ríes? Pues cuando somos caperucitas ese defecto no nos supone ningún impedimento. Si tú te empeñas en casarte con él, te da igual lo que te cuente:

—Verás, es que soy gay.

—¿Y qué problema hay? Los gays se pueden casar.

Una loba no teme mirar de frente la realidad porque nada de lo que hay en ella puede hacerle daño.

 

 

¿CÓMO SE CONSIGUE PASAR DE CAPERUCITA A LOBA?

 

El truco para convertirte en loba es… ¡que ya lo eres! Una loba no es más que una caperucita que ha aprendido a reírse de sí misma. Lo que pasa es que cuando te enamoras te pierdes en el bosque del drama y se te olvida quién eres. El proceso de pasar de caperucita a loba consiste en aprender a manejar nuestras emociones a nuestro favor aun cuando estemos bajo los influjos del amor.

¿Que si es posible en solo seis tíos? ¡Sí! Porque he calculado que en los seis tíos que vamos a analizar están reflejadas toda la gama de situaciones y actitudes a las que te vas a ver enfrentada en el amor.

Pero, ojo, que te puedes encontrar todas esas actitudes en el mismo tío. ¡Tiempo que te ahorras! Si llega uno tan chungo que te las hace todas juntas, ¡te haces el proceso en uno! Aunque no creo que tengas tanta suerte…

¡¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar?! ¡De pronto que te venga uno chungo se ha convertido en un motivo de alegría! Porque será tu vehículo para convertirte en loba, que es tu nuevo y único objetivo. Fíjate, acabamos de empezar y ya te está cambiando el chip. Ya estás pensando, ¡que me venga lo más chungo posible, que me ahorra tiempo!

 

 

¿CUÁNTO DURA EL PROCESO EN TIEMPO REAL?

 

Pues no te lo puedo decir porque el «tío» no es una unidad de medida temporal demasiado exacta. De hecho, no es una unidad de medida temporal en absoluto, aunque nosotras llevemos toda la vida usándolo como tal. Sí, sí. Da vergüencita reconocerlo, pero es así. Muchas veces no contamos la vida en años, sino en tíos. Por ejemplo, el 2003 es «cuando Pepe». La conversación con tu amiga puede ser más o menos así:

—¿Que en qué año presenté la tesis doctoral? Espera que recuerde exactamente… Sí, eso fue cuando Arturo.

—¿Sí? ¿No fue ya con Luis?

—No, acuérdate de que fue cuando tú estabas con Fernando.

—¿Qué Fernando, Fernando I o Fernando II?

—Fernando I.

—Ah, es verdad.

Sí, es que esa es otra. En una vida sentimental lo bastante azarosa enseguida empiezan a salirte repes y tienes que numerarlos como a los reyes. Yo tengo mi propio Felipe VI. Vive en Pamplona.

Bueno, y en el momento en que conoces a uno nuevo no es ya que sea un rey, directamente es el mesías. A partir de ese instante tu vida se divide en a. C. y d. C. Antes de Carlos y después de Carlos.

Y mientras te dure la devoción, la sábana en la que haya dormido se convierte en la sábana santa. Así como toda silla en la que se siente, mesa en la que se apoye o surtidor de gasolina en el que reposte. Y por supuesto su familia pasa a ser la sagrada familia. ¡Te enamoras de todo el pesebre! De su padre, de su madre, de la mula de su hermana y del buey de su cuñado.

En realidad, pensándolo bien, los tíos son una unidad de medida temporal muy válida, digna de entrar en el sistema métrico.

Sin embargo, lo que tardes en superar cada uno en tiempo real dependerá de una variante: lo que te empecines en él. Y a lo largo del proceso te vas a empecinar de mil maneras distintas. Ya lo veremos a lo largo del libro.

Pero, por si acabas de sonreír porque estás en pleno empecinamiento, te voy a ir dando un truco, para que empieces a aplicarlo desde ya:

Imagínate por un momento que hubieras nacido en China. La misma obstinación que tienes ahora mismo por el tío en el que estás pensando, la tendrías por un chino. Y no hablamos de un chino hipotético e imaginario. Ese chino por el que estarías amargada, ESE exactamente ¡existe! Ese chino tiene nombre, apellidos y teléfono. Es una persona real. Sin embargo, como no le has visto nunca, ese chino te da igual. Conclusión: ¡la única razón por la que estás sufriendo por el que tienes en mente es porque es el que conoces!

¿Y cuando estabas empecinada por el anterior a este? ¡El que te obsesiona ahora ya existía entonces! Pero tú no querías oír hablar de nadie que no fuera el anterior, que ahora te importa un pimiento. Pues, igualmente, el hombre de tu vida, al que encontrarás cuando decidas pasar del tío en el que estás empecinada ahora, ¡ya anda por ahí! Párate a pensarlo un segundo: ¡A no ser que seas Demi Moore o Marujita Díaz, tu próximo novio ya ha nacido! Ahora mismo ¡ya existe! Está en algún lugar dentro de este mismo planeta. Cierra los ojos y medítalo un momento. En este mismo instante está haciendo algo. Desayunando, trabajando, ¡echando un polvo! ¡Y a ti te da igual! ¡No te duele! ¡No te obsesiona! ¡Pensarlo no te produce ningún dolor! Vamos, digo yo… porque si dices que sí… entonces ya tienes un problema de posesión… que casi mejor que te lo mire un exorcista.

2 Las reglas

 

 

 

 

 

QUIEN RÍE EL ÚLTIMO…

HA PERDIDO UN TIEMPO PRECIOSO

 

En el momento en que por fin te conviertes al humor como religión, la vida te revela esta su primera ley. ¿En qué punto estás tú? ¿Lo suficientemente harta de enfocar las cosas siempre de la misma forma como para probar una nueva perspectiva? Si no has llegado al tope del drama va a ser difícil. Igual te faltan tres o cuatro tíos. Ve a buscarlos…, que aquí te espero.

¿Ya? Qué velocidad. Ni siquiera yo daba con tantos capullos tan deprisa. Bueno, pues te cuento. Convertirte al humor es hacer de él la tabla sobre la que surfeas tu vida. No puedo decirte que no vayas a seguir pegándotela, pero en vez de sufrir te reirás, y eso lo cambia todo. El proceso que vamos a emprender es el de dominar esa arte. Cuando hayas conseguido dominarlo, habrás pasado de caperucita a loba.

El arte se va dominando poco a poco, paso a paso, tío a tío. Cuando yo empecé a comprobar que el método funcionaba, no me lo podía creer. Me parecía imposible que ante situaciones que antes me hubieran hecho polvo ahora me estuviera partiendo de la risa.

¡Y es que las tías somos muy graciosas para estas cosas! Tú eres capaz de gastarte cien euros en una crema anticelulítica; ahora, como haga efecto ¡lo flipas! Se lo dirás a todo el mundo:

—¡Mira, miraaaa, tengo menos celulitis. Es increíble… Miraaaaa!

Vamos a ver, ¿te estabas gastando cien eurazos convencida de que no iba a servir para nada? Eso es como comprarte un Ferrari y luego alucinar porque se mueve:

—¡Hey, arranca! ¡Qué fuerte! ¡Arranca!

¡Pues claro que arranca! Igual que tú vas a arrancar de tu vida todas aquellas creencias que te hacen sufrir.

A estas alturas te estarás preguntando si pretendo lavarte el cerebro. ¡Pues sí! Pero en el sentido literal. No se trata de meterte ideas en la cabeza, se trata de limpiártelo de las que tienes ahora.

No te vas a arrepentir de convertirte al humor como religión, porque cumple con todas las promesas que hacen las religiones convencionales, pero además, no para cuando te mueras, sino para ya mismo. No te librará del infierno en la otra vida. ¡Te libera del infierno en el que tú misma te metes en esta! Es compatible con cualquier otra creencia que puedas tener, y te va a dar paz, esperanza y felicidad, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén.

Al convertirte al humor, dejarás de ser la reina del drama para convertirte en la protagonista de tu propia comedia.

Y ahora te estarás preguntando: ¿Estás comparando la vida con las películas?

Claro que no. Solo para las caperucitas la vida es como en las películas. Y de esa ingenuidad provienen todos sus problemas. Creen que las decisiones que adopten tendrán consecuencias inmediatas. Que si dejan a un chico para que reaccione, este volverá a buscarlas en la escena siguiente. No se dan cuenta de que en la película, a pie de pantalla, aparece el subtítulo de «seis meses después».

¡En la vida real los subtítulos hay que vivirlos! En la vida real la escena en la que esperas su retorno inflándote a helado dura todos esos meses. Prueba a pasártelos así en la vida real, ya verás cuando vuelva a por ti lo hermosa que te has puesto…

Cameron Díaz sigue divina cuando regresa el chico porque ha rodado todo el proceso en diez minutos. Lo único que ha hecho es cambiar diez veces de postura en el sofá para reflejar la evolución de su drama mientras le llenaban el decorado de cajas de pizza y tarrinas de helado vacías. ¡Cameron ni siquiera se ha comido el helado de verdad! Ni el helado, ni las pizzas, ni siquiera la ensaladita que le hizo su madre antes de salir de casa:

—Pa que comas algo en el plató cuando cortéis, hija, que estás famélica.

Por eso, cuando el chico toca el timbre «seis meses después», ella, si me apuras, está más flaca que antes. Por no hablar de ese look desaliñado, pero sexi… ¡que tú también tendrías si justo antes de abrir la puerta hubiera venido la de maquillaje a comprobar que la mancha de chocolate de la camiseta es exactamente del marrón de tus ojos, y que el flequillo te cae exactamente dos centímetros por encima del ojo izquierdo formando un ángulo de cuarenta y cinco grados con la pinza que te sujeta el pelo!

Por supuesto, nada de esto tiene que ver con la vida real. Así que deja de zampar helado y de cambiar de postura en el sofá de forma frenética como una poseída mientras controlas la puerta con el rabillo del ojo a ver si vuelve.

Porque efectivamente…

LA VIDA NO ES COMO EN LAS PELÍCULAS…

¡ES COMO EN LAS SERIES!

 

¡Esa sí es una comparación válida! En la vida, como en las series, el chico no reaparece hasta muchos capítulos más tarde o incluso temporadas después. Es más, a lo mejor te sorprende esto que te digo, ¡pero puede que ni vuelva! La mayoría de las veces resultará que ese que tú creías el amor de tu vida solo estaba contratado por un episodio.

Una serie sí es un referente interesante de lo que puede ser una vida. Y lo que yo te propongo es que conviertas la serie de tu vida en una sitcom. ¿Sabes esas comedias de situación con risas enlatadas, que cuanto más absurdo es lo que ocurre, más risas se oyen? Pues convertirte al humor consiste en traer esas risas a tu cabeza en la vida real. Que a partir de ahora cada vez que te pase una cosa muy ridícula, en vez de decir: «¡Soy patética!» Digas: «¡CAPITULAZO!».

¡Claro! Es empezar a pensar como los cantautores, que como usan sus experiencias para componer canciones, cada vez que les pasa una desgracia les viene genial. ¡Cada vez que a Alex Ubago le deja la novia… se frota las manos!

Puede que te parezca muy difícil adquirir esta actitud, pero enseguida te voy a explicar el método. De momento ve abriendo tu mente a lo maravilloso que sería conseguirlo.

Lógicamente requiere entrenamiento (que es lo que vamos a hacer a lo largo del libro), hasta que la técnica esté completamente dominada. Y al principio cuesta. De entrada solo eres una caperucita decidida a afrontar las cosas de otra manera. Recuerdo mi primera anécdota después de decidir convertirme al humor. Fue realmente patética, lo cual era genial desde esta nueva perspectiva, porque se trataba de un Capitulazo digno de ganar el Premio Grammy a la Mejor Comedia.

Os lo contaría, pero es un episodio demasiado sexual y me da vergüenza que lo lean mis padres.

Uff, es que he estado con cada uno… Y con cada dos… Bueno, con dos a la vez solo en una ocasión, por probar, que le dije a mi novio:

—Cariño, me gustaría hacer un trío.

Y, para mi sorpresa, él me respondió:

—Me parece bien.

Flipé:

—¿En serio? ¡Gracias, cielo; qué comprensivo! Vuelvo en cuanto acabe.

Nota para mi madre: Tranquila, mamá, que esto era un chiste. Nunca he hecho un trío… sin contar con mi novio.

Me gusta reírme de mi madre, pero ella siempre ríe la última. ¿Sabes lo que estará pensando en este momento?: «¿Novio, tú? Eso sí que es un chiste». Sí, la misma madre que te dice que no te echas novio porque eres demasiado buena para ellos luego te dice esto. Son seres contradictorios. Lo mismo te dice:

—Cariño, pareces una cría de veinte años, no se puede estar más guapa ni más joven.

Que cuando, al minuto siguiente, le dices tú:

—Me voy a dormir que se me caen los párpados.

Contestarte:

—Eh, mira, no te lo quería decir, pero ya que lo dices… Sí, se te están cayendo un poquito, pero para eso hay una operación muy sencilla que te cortan un poquito de piel y…

En fin… Ahora, en lo de mis novios tiene razón. Casi nunca he tenido uno y desde luego nunca he hecho un trío. ¡Me cuesta pillar a un tío como para conseguir a dos!

¡Pero no estábamos hablando de mi madre, que me liáis! Hablábamos de mi primera experiencia patética después de decidir convertirme al humor y entrenarme para loba. Mamá, lo siento, pero lo voy a contar. Si no quieres leer cosas sexuales, pasa la página.

El que voy a relataros fue mi primer capítulo como protagonista de mi propia sitcom. Podemos titularlo: «El día que me di cuenta de que hay que hacerlo siempre con la luz encendida».

Había quedado con… Vamos a llamarle Carlos. Por no llamarle como se merece. Aquella iba a ser la noche… Llevábamos viéndonos varios días, pero yo había decidido que si mi vida iba a ser como una comedia tenía que ser de las buenas, de las americanas. Así que nada de sexo hasta la tercera cita.

Esto, para una española media es muy duro, ¿eh? Yo me hubiera liado con él en la primera cita…, pero en la primera cita que saliera de su boca:

—Parece que hace buena noche.

¡A la cama!

Igual como cita no te parece muy lúcida, pero tú la entrecomillas y le pones al lado que es de Paulo Coelho y lo petas en el Facebook.

El caso es que me aguanté como una campeona hasta el tercer encuentro. Cuando llegó el día ya no podía más, pero, claro, en estos casos, el tío no puede notar que tienes más ganas que él porque entonces pierdes todo el halo de control y misterio que has ganado con la contención.

No puedes comportarte como en los bufés libres, en plan desesperada que no ha comido en un mes. Tienes que guardar las formas y empezar a servirte poquito a poco. Que si un besito en los labios, que si otro en el cuello… Además, notas que esto le pone mucho, porque no para de bufar como un toro, así que sigues: un besito en el pecho, otro en la barriga… y él, bufa que te bufa. Para cuando vas a atacar el plato principal está tan en tensión que ya ni siquiera resopla. No emite sonido. Así que le preguntas coqueta:

—¿Qué pasa? ¿Te has dormido?

Silencio absoluto. Ahí empiezas a mosquearte. Así que toses discretamente para hacer notar tu presencia, pero nada. Cero reacción. De modo que, por fin, te decides a encender la lamparita y hacer frente a la dolorosa verdad de que el tío se ha quedado frito, mientras piensas: «¿Pero cómo es posible? Si a este tío se le caía la baba conmigo…». Y, efectivamente, ¡ahí está, con la baba colgando, dormido como un mandril!

Y allí te quedas tú. Inmóvil. Escuchando los ronquidos que en otro tiempo creíste bufidos de pasión, y decidiendo qué sentir al respecto.