De nuevo a tu lado. Para leer en la playa - Katherine Garbera - E-Book
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De nuevo a tu lado. Para leer en la playa E-Book

Katherine Garbera

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Beschreibung

El reencuentro de dos examantes en una boda fue el inicio del juego. Para la productora de televisión Quinn Murray liarse con su ex en una idílica boda en la playa era meterse en problemas. Pero Logan Bisset era su debilidad y estaba dispuesta a enfrentarse a él otra vez. Sabía que para aquel ambicioso empresario ganar lo era todo. Sin embargo, cuando los secretos de la familia de Logan quedaron al descubierto, decidió acercarse a ella. ¿Sería Quinn capaz de convencer a aquel soltero empedernido de que ganar no significaba nada si no estaba en juego su corazón?

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Seitenzahl: 222

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 Katherine Garbera

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

De nuevo a tu lado, n.º 202 - julio 2022

Título original: The Wedding Dare

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-869-8

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

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Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Cielos despejados y sol radiante. Era el típico día del mes de junio que tanto gustaba a los habitantes de Nantucket. Pero Logan sabía que la cobertura de su móvil sería inestable en el mejor de los casos y que estaba en la isla para asistir a la boda de su rival en los negocios. No era precisamente su idea de diversión.

Había llegado a la gran casa de campo de su abuela en Nantucket y se había encontrado a sus hermanos reunidos en el estudio confabulando en vez de relacionándose con otros invitados a la boda. Logan había confiado en que eso significara que su prima Adler había entrado en razón y había dejado plantado a Nick Williams.

Tenía mucha familia y las relaciones eran complejas, pero todos estaban allí en Nantucket para la boda de su prima Adler Osborn. El padre de Adler era la estrella de rock Toby Osborn y su madre era Musette, tía de Logan, fallecida siendo Adler un bebé. Su madre había sido una segunda madre para Adler y todos consideraban a su prima como a una hermana.

Nick Williams era otra historia. Desde siempre, Nick y su padre, Tad Williams, habían sido rivales de Industrias Bisset. Logan había pasado más tiempo con Nick que cualquiera de sus hermanos y, personalmente, no soportaba a aquel tipo, que siempre estaba tratando de superarlo. De hecho, Logan había sido el último en llegar a Nantucket porque quería ganarle la partida a Nick y había estado negociando la compra de una patente.

–¿Qué está pasando? –le preguntó a su hermano Zac, que llevaba en la isla varios días con Iris Collins, su nueva novia y dama de honor en la boda.

–Papá acaba de admitir que tuvo un romance con Cora Williams hace treinta y cinco años. Nick es medio hermano nuestro –dijo Zac dándole un whisky con Coca–Cola.

–¿Me tomas el pelo?

Aquella no era la noticia que esperaba. Tal vez no había oído bien a Zac.

Logan no necesitaba más hermanos. Ya tenía tres. Además de Zac, también estaba Leo, que había dejado Industrias Bisset y había fundado una exitosa compañía después de varios encontronazos con Logan. Ambos eran menores que él. Luego estaba el mayor, Dare, senador de los Estados Unidos. Y por último su hermana pequeña, Mari, comprometida con el conductor de Fórmula Uno Iñigo Velasquez.

–Ya me gustaría. Mamá está muy molesta. Cora y su marido están con ella y con papá en el estudio, además de Carlton –dijo Dare, mientras servía más whisky en las copas.

–¿Soy el último en enterarme? –preguntó.

No le extrañaba que su padre hubiera hecho ir a Carlton Mansford, su asistente y portavoz de la familia.

–Mari todavía no ha llegado –dijo Leo, refiriéndose a la pequeña de los hermanos–. Pero está en el ferri. Le he mandado un mensaje con los detalles.

–¿Los detalles?

–Deja de comportarte como si no supieras lo que significa –dijo Leo.

–Me gusta más cuando hablamos como personas adultas –terció Logan, furioso.

–Gracias, papaíto, ¿vas a darnos alguna sorpresa tú también? –preguntó Leo.

Logan se abalanzó sobre su hermano, apretando los puños. No le vendría mal una pelea. Le daría la oportunidad de liberar toda la ira que lo había asaltado al enterarse de que Nick Williams era su hermano.

–Para ya –intervino Dare, rodeando a Logan con sus brazos y apartándolo–. Lo último que necesita mamá es que nos peleemos.

–Tienes razón –dijo Logan.

Se soltó de Dare y se quedó mirando por la ventana hacia el jardín que se extendía hasta el océano que se divisaba al fondo.

La familia. Era lo que le había convertido en el hombre que era, pero también el entorno donde más le costaba desenvolverse. A Logan le agradaba que la gente dijera que tenía la tenacidad de su padre y el encanto de su madre. Podía decirse que era una combinación perfecta de sus padres, aunque Leo no estaría de acuerdo. Claro que a su hermano pequeño le gustaba discutir. Dare diría que su padre no tenía buenas cualidades, un sentimiento que también compartía Zac. Marielle adoraba a su padre, así que se pondría de su lado.

–¿Cómo está mamá? –preguntó Dare.

Zac era el único que había estado en el invernadero cuando se había sabido la noticia de la aventura de su padre.

–Destrozada –contestó Zac–. No quería dejarla sola con papá, pero no se iba sin ella.

–No le hará daño –dijo Logan–. Nunca se lo haría.

–Bueno, sin contar con que se acostó con otra mujer cuando mamá estaba embarazada de ti y que se ha enterado treinta y tantos años más tarde de que el novio de su sobrina es realmente nuestro hermanastro –replicó Zac con ironía.

–Cierto, sin contar eso –dijo Logan–. Papá no es así.

–Es exactamente así –afirmó Leo–. Tú no te das cuenta porque quieres ser como él.

–No, no quiero ser como él, soy como él.

–Al menos en la parte buena –intervino Zac.

Dare se rio por lo bajo.

–Le he visto negociando, Zac, y es tan duro como papá.

–¿Y? Lo combino con el encanto de mamá –dijo Logan.

–O lo intentas –añadió Leo.

–¿Estás buscando pelea? –preguntó Logan.

–Sí. No soy tú. No puedo salir ahí fuera cabizbajo, tengo que mostrarme sonriente y conciliador. Pero no quiero a Nick Williams como hermano. Ese hombre tiene una reputación tan mala como la tuya, Logan.

–Ahora sabemos por qué –dijo Dare–. Es una víctima igual que nosotros. Por lo que ha dicho Zac, a Nick también le ha sorprendido la noticia.

–Esto es un cúmulo de…

–Cuidad el vocabulario, chicos. Hay una dama en la habitación –avisó Mari al entrar.

Su hermana llevaba su melena rubia suelta, cayéndole por los hombros hasta media espalda. Parecía recién llegada de la pasarela de una fashion week y no del ferri. La sonrisa de sus labios era sincera y no forzada, como solía ser antes de enamorarse de Íñigo Velasquez.

Todos se volvieron para saludarla y abrazarla. Logan fue el último. Mari y él siempre habían estado muy unidos debido a su relación con su padre.

–Así que papá lo ha vuelto a hacer. Sabía que aquella aventura que le pillaron antes de que yo naciera no podía ser la única.

–Sí, pero ¿qué vamos a hacer con Nick? –preguntó Dare–. Carlton, mamá y papá lidiarán con el mundo exterior.

–La otra noche cené con Nick. Lo tantearé a ver qué es lo que quiere –dijo Zac.

Sí, claro, tenían que saber lo que Nick quería.

Logan había llegado a Nantucket dispuesto a ser cortés con su archienemigo y rival en los negocios Nick Williams solo porque aquel canalla iba a casarse con su prima, Adler Osborn. Era la única sobrina de su madre, que se había convertido en una segunda madre para Adler después de que la suya muriera siendo niña. Adoraba a su prima, pero pensaba que tenía un gusto terrible en cuestión de hombres.

Tres horas más tarde, en el bar del hotel, seguía pensando en el mal gusto de su prima con los hombres. Los invitados a la boda se estaban reuniendo en la playa para una barbacoa como parte de las celebraciones del fin de semana. Al parecer, la boda seguía en pie. Logan estaba sentado en la barra cuando vio a Quinn Murray atravesando el vestíbulo.

Era su novia de la universidad y la productora encargada de grabar la boda de Adler para un canal de televisión. No esperaba sentir nada cuando la viera, pero allí estaba ella, recorriendo el hotel como si le perteneciera. Con su característica melena pelirroja y sus ojos marrones, era imposible confundirla. Además, a pesar de las amantes que había tenido después de dejar de ser pareja, no había podido olvidar aquel cuerpo menudo y curvilíneo.

Era la única mujer a la que nunca había logrado embaucar ni descifrar. Había algo en ella que le fascinaba. Y eso lo odiaba. Se enorgullecía de saber resolver cada problema que se le presentaba y esa noche, con todo su mundo patas arriba, le vendría bien distraerse con Quinn.

No podía engañarse y pensar que se la llevaría a la cama. Esas no eran las formas de Quinn, pero le proporcionaría la distracción que necesitaba. Le dijo al camarero que apuntara las bebidas en su cuenta y la siguió en aquella noche de verano.

Quinn ya estaba recorriendo la senda que bajaba a la costa, caminando apresuradamente como si tuviera prisa. ¿Cuándo no? Era tan ambiciosa como él y nunca había permitido que nada la desviara de su camino, ni siquiera su breve historia de amor. Le había dicho que era demasiado impulsivo para ella, pero ella siempre había tenido el mismo arrojo.

Cuando llegó a la playa, Zac y Nick estaban bebidos, canturreando y mirando a Adler e Iris. Lo último que Logan quería era intimar con su nuevo hermanastro. Nick y él eran rivales en los negocios, siempre tratando de imponerse el uno al otro. Zac había vuelto de Australia, donde había estado entrenando para la Copa América para formar su propio equipo y recaudar fondos con los que financiar su siguiente carrera y, en el transcurso de una semana, había empezado a salir con Iris, una mujer inteligente y sofisticada que parecía tener cautivado a aquel hermano libre de espíritu.

El asunto Nick.

¿Cómo demonios iba a mostrarse cordial con un hombre cuyos negocios pretendía socavar? ¿Cómo demonios iba a convencer a alguien de que hacía tiempo que había puesto en marcha aquellos planes y de que no podía detenerlos? ¿Cómo demonios…?

–Así que tienes un nuevo hermano –dijo Quinn, sacándolo de sus pensamientos–. Supongo que te habrá desconcertado medio segundo.

Se volvió para mirarla. A la tenue luz de la barbacoa, apenas podía distinguir las pecas que salpicaban su nariz y mejillas.

–Sí, no me imaginaba que hoy iba a tener que hacer frente a algo así –dijo con mordacidad.

–Lo suponía. Seguramente venías todo magnánimo y entonces, ¡zasca!, tu enemigo resulta ser tu hermano.

–¿Tiene sentido todo esto, Quinn?

–No, solo estaba comprobando si estabas furioso o si ya lo habías asimilado y estabas ideando un plan para hacerte a la idea. Además, te pareces un poco a Heathcliff por la forma tan inquietante en que miras a Nick y Zac.

–Te gusta Heathcliff –dijo él.

Le gustaban las historias de angustia y drama.

–Esa no es la cuestión. ¿Estás bien? –preguntó ella, sentada a su lado en una de las sillas que había facilitado el hotel.

Se quedó mirándola. Hacía años que no permitía que nadie se acercase tanto a él. Tenía a sus hermanos y en ocasiones se confiaba a su secretaria, pero la mayoría del tiempo prefería seguir su propia intuición.

–Sí.

–No ha sonado muy real.

–¿Ah, no? Pensé que resultaba convincente.

–No me lo trago –dijo alargando el brazo y cubriendo su mano con la suya.

Una corriente recorrió su cuerpo y fue directamente a sus ingles. Estiró las piernas. Quería distraerse de su debate interno acerca de aquel nuevo hermano con el que no contaba. Pero sabía que Quinn era complicada. Estaba bien sentirse excitado. Era muy atractiva y siempre había habido aquella reacción entre ellos.

Pero eso era todo. Era compleja y demasiado directa para él. No era la mujer que elegiría en un bar para llevársela a su habitación para pasar la noche con ella. Le gustaba Quinn, la respetaba, y era muy buena amiga de las mujeres de su familia. Sabía que aquello no podía ir a ninguna parte, pero eso no le impidió volver la mano y deslizarla por su brazo.

Ella se estremeció y se apoyó en él. Todavía usaba aquella fragancia de vainilla. Ladeó la cabeza y se quedó estudiándolo. No sabía qué estaría viendo, pero esa noche no necesitaba su sinceridad. Quería creer en la imagen que siempre proyectaba al mundo.

Así que se inclinó lentamente sobre ella para comprobar si le permitía besarla. Quinn se lamió los labios, puso una mano en su mejilla y fue deslizándola por su cuello hasta apretarle el hombro mientras se acercaba más a él.

Sus labios rozaron los suyos. Apartó todas las preocupaciones del día y aceptó aquel beso que llevaba diez largos años echando de menos sin saberlo. Al sentir que separaba los labios se olvidó de todas las relaciones y conflictos familiares. Se olvidó de la boda y de la fusión que había puesto en marcha. Se olvidó de todo excepto de Quinn Murray y del hecho de que lo había besado de la misma forma en que hacía todo en la vida, con pasión y deseo. Se estaba dando cuenta de que había estado muy ocupado con su vida profesional y había descuidado otras facetas.

Pero aquella era Quinn Murray, la única mujer a la que no había podido resistirse. Necesitaba distraerse, así que la levantó de la silla y la colocó sobre su regazo para profundizar el beso. Ella hundió ambas manos en su pelo, sujetándolo. Había encontrado la distracción que necesitaba en el ardor de aquel beso y sabía que, al menos durante esa noche, su única preocupación sería dar placer a aquella mujer.

 

 

Logan. Había sido el único problema que no había podido resolver. El único hombre al que no había podido olvidar. Era atractivo, con su pelo rubio oscuro, su mentón marcado y sus ojos azules. Su físico llamaba la atención. Era musculoso y tenía una gran energía. Sabía por su hermana Marielle que seguía levantándose a las cinco de la mañana para hacer ejercicio y luego se iba a la oficina, donde se quedaba hasta la medianoche.

Cuando estaban en la universidad, había sido muy interesante estar con un hombre tan decidido, tan empeñado en triunfar. Pero se había dado cuenta de que nunca dejaba de competir con ella por todo. Al principio, había disfrutado con aquel desafío, pero enseguida había pasado de ser algo más que una competición por sacar las mejores notas. Cuando se dio cuenta de que ningún reconocimiento iba a ser suficiente para él, lo había dejado. Pero una parte de ella, la parte que se había sentado sobre su regazo y que hacía más de nueve meses que no hacía el amor con otra cosa que no fuera un vibrador, lo deseaba. Aunque solo fuera para disfrutar del fin de semana largo que iban a pasar en Nantucket.

Sabía que resultaba adictivo. Siendo sincera, tenía que reconocer que era el hombre que mejor besaba de cuantos había conocido. La forma pausada en que besaba resultaba sensual. La pasión entre ellos no había mermado en los años en que habían estado separados y se alegraba de que así fuera. Le gustaba estar entre sus brazos y sentir su erección contra la cadera mientras sus manos subían y bajaban por su espalda.

Quinn sabía que aquello no era real. No era más que la forma de distraerse de Logan después de descubrir que el hombre al que consideraba enemigo y rival era su hermano. Pero, a pesar de eso, estaba excitada.

Se separó, abrió los ojos y se encontró con su mirada azul. Su honestidad, su deseo sin contención, le tocó la fibra sensible. Siempre había sido capaz de ver más allá del ego y la arrogancia de la que hacía gala. Pero esa noche, lo que veía era fiel reflejo de lo que ella deseaba.

Necesitaban una noche más. Nunca habían cerrado lo suyo y aquella podía ser la oportunidad de poner punto y final. Una noche ardiente entre las sábanas y, por la mañana, él volvería a los enredos de su familia y ella continuaría con la producción del programa para la cadena de televisión para la que trabajaba.

–Ha sido una sorpresa –dijo ella.

–¿Desagradable? –preguntó él–. Hace mucho que cortamos, pero tengo que reconocer, Ace, que cada vez que te veo, siento deseos de besarte.

Ace. Era el único que la llamaba así. Hacía años que no se dirigía a ella por su apodo.

–A mí también me pasa a veces –admitió.

–Pero no más que a mí, ¿no? Sé que al final estaba insoportable y, ¡qué diablos!, seguramente, siga estándolo…

Aquella pausa lo decía todo. Quería un revolcón, pero no quería dar la impresión de ser él el que lo estuviera sugiriendo. Por eso era por lo que su relación no había funcionado. Quinn creía con todo su corazón que cuando encontrara un hombre con el que pasar el resto de su vida, no tendría inconveniente en mostrarse vulnerable con él. Pero con Logan tenía que estar alerta. Siempre estaba compitiendo, empeñado en ganar. Después de un tiempo, se había dado cuenta de que no podía estar todo el tiempo rivalizando con él.

–Ese beso ha sido ardiente y un bonito viaje al pasado. Pero no creo que nos vengan bien las complicaciones que acarrearía un revolcón.

–¿Por qué tiene que haber complicaciones?

–No sé, pero me da la sensación de que no quieres reconocer abiertamente que me deseas y eso ya lo tengo superado. No tengo ningún interés en ser tu secreto inconfesable.

Una vez superada la treintena, había dejado atrás todos los artificios que había empleado en el pasado.

–No tiene por qué ser un secreto –dijo él–, aunque no me importa si es un poco subido de tono.

Un escalofrío la recorrió. A ella tampoco le importaba. La cuestión era que con Logan, una vez se empeñaba en algo, nunca se echaba atrás. El compromiso no estaba hecho para él; lo único a lo que se dedicaba era a su carrera.

–¿Por qué yo? –preguntó Quinn–. Hay muchas mujeres con las que podrías acostarte.

–A veces me despierto bañado en sudor pensando en que estamos juntos. Sé que lo nuestro no funciona más allá de unas cuantas noches, pero aun así te deseo, Ace, siempre te he deseado. No estoy seguro de poder contenerme esta noche, pero no quiero obligarte a nada. Si dices que no, te dejaré marchar, pero rezo para que digas que sí porque, después del día que he tenido, te necesito.

La necesitaba. ¿Había un afrodisíaco más poderoso en el mundo?

Para otras mujeres, tal vez, pero que un hombre como Logan la necesitara era suficiente para acabar con su determinación y dejarse llevar por ese deseo que había despertado nada más verse esa noche. Era fuerte, un gigante de la industria, un hombre que no dejaba a su paso más que empresas engullidas y personas desconcertadas que no acababan de entender cómo podía fascinarles alguien tan arrogante. Pero esa noche, Logan Bisset, que nunca había necesitado de nada ni de nadie, la necesitaba a ella.

Y ella también lo necesitaba a él.

Necesitaba recordar lo que se sentía estando entre sus brazos y olvidarse de competiciones y de hacerse la fuerte.

Se puso de pie y le ofreció su mano. Él la miró. Era difícil distinguir la expresión de sus ojos azules a la luz de las llamas. Sintió que envolvía su mano con la suya y entonces tiró de ella, atrayéndola entre sus brazos. Quinn inhaló el aroma de su colonia y cerró los ojos, confiando en no estar cometiendo el mayor error de su vida.

 

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Olía a verano, a sol, a algo puro. Quinn era el tipo de distracción que llevaba tiempo deseando. Era como de la familia. Conocía sus defectos mejor que nadie y no se hacía ilusiones con él. Tiró de ella hasta colocarla de nuevo sobre su regazo.

Se acercó para besarla, pero ella le puso la mano en los labios. Sintió un cosquilleo en la entrepierna y gimió.

–¿Qué?

–¿Estás seguro de esto? –preguntó Quinn–. Me refiero a que te conozco y…

–¿De veras? –la interrumpió.

Lo último que quería era hablar. Prefería que fuera una simple conquista pasajera a la que olvidar. Pero Quinn nunca había sido eso.

Tenía la sensación de que estaba al borde de cometer un gran error. Claro que todo lo que siempre había sabido sobre su vida había cambiado. Su enemigo era ahora su hermanastro. Todo el mundo esperaría que se mostrara encantador, pero ya había puesto en marcha un plan para hundir a Nick y a su empresa familiar, Williams, Inc.

Quinn se revolvió en su regazo y se estrechó contra su pecho mientras acariciaba sus labios con el dedo.

–Te vendrá bien hablar de ello.

–Quinn, no puedo. No me apetece hablar.

–Estás siendo un idiota, Logan.

–Es lo mío –replicó muy serio.

Miró a los ojos marrones de Quinn y se dio cuenta de que estaba a pocos minutos de pasar la noche solo, escuchando historias de amor subidas de tono de su hermano pequeño Zac mientras se consumía en su propia amargura.

Ella suspiró.

La estaba perdiendo. Le puso suavemente la mano en el muslo e inspiró.

–No quiero que pienses que soy fácil.

Quinn echó la cabeza hacia atrás y rio. Lo hizo tan fuerte que todo su cuerpo se sacudió, y él sonrió porque sabía que él era el motivo. Después de un día de tanta ira e incertidumbre, necesitaba aquello.

La necesitaba a ella.

Solo por esa noche. Se lo había prometido a sí mismo.

Él era Logan Bisset, no necesitaba a nadie y menos a una pelirroja resuelta y con curvas que siempre lo había vencido en su propio juego. Entonces ella se volvió, puso las manos en sus hombros y se sentó a horcajadas sobre él en una hamaca de la playa.

Inclinó la cabeza y un mechón de pelo rozó su mejilla antes de que sus labios se fundieran con los suyos. Su aliento era dulce y cálido, y la sujetó por las caderas por si acaso cambiaba de opinión y decidía irse.

Quinn ladeó la cabeza y profundizó el beso deslizando la lengua en su boca. Logan jadeó al sentir que su erección crecía y tuvo que contenerse para no frotarse con ella. Sabía que no quería acostarse con él y no quería presionarla, pero lo cierto era que hacía mucho tiempo que no lo besaban así.

Evitaba las mujeres como Quinn, que no solo le hacían sentir bien sino que lo excitaban. Era más sencillo tener aventuras. Pero esa noche la necesitaba. Se sentía destrozado y sabía que lo peor del asunto Nick estaba por llegar como consecuencia de lo que había hecho para robarle una patente a Williams, Inc.

Quinn se echó hacia atrás, sentada sobre sus muslos.

Sus miradas se cruzaron y Logan vio compasión en sus ojos. Probablemente era una de las cosas por las que tenía tanto éxito en el trabajo. Era decidida y competitiva, pero también tenía empatía, algo de lo que él carecía.

«Por favor, no me preguntes nada más», pensó.

–¿Qué te apetece esta noche, whisky o cerveza?

–Estaba pensando en algo fuerte –contestó él.

–Entonces whisky. Creo que han montado una barra junto a la barbacoa. ¿Quieres que busquemos algo de comida y unas bebidas?

No, pero sabía que si le decía que quería que se marcharan a su habitación, ella lo abandonaría.

–Claro, pero no me apetece relacionarme con nadie.

–¿Acaso te apetece alguna vez? –dijo ella y, tras guiñar un ojo, se levantó de su regazo.

Sacudió la cabeza a la vez que ella le tendía la mano. Se levantó y entrelazó los dedos con los suyos.

–No pienses que esto es algo más que una amistad.

Él asintió. Siempre habían sido como el agua y el aceite, y estaba segura de que eso nunca cambiaría.

–¿Por qué estás haciendo esto?

–Esta noche necesitas una amiga, alguien con quien dejarte llevar y ser tú mismo, y no creo que puedas hacerlo estando aquí con tu familia.

–Gracias.

–No me lo agradezcas todavía. Antes tenemos que sobrevivir a esta barbacoa –le advirtió.

Allí estaban toda su familia y un puñado de amigos de sus padres y de su prima a los que conocía de toda la vida. Solo el círculo más íntimo de la familia y los hermanos Williams conocían la verdad sobre Nick.

Podía mentir y guardar secretos, pero nunca se le ha dado bien ocultar sus emociones. Cuando estaba enfadado, todo el mundo lo sabía, y eso no iba a cambiar esa noche. Al llegar junto a la barbacoa, su hermano había dejado de cantar y en aquel momento era el padre de Adler, Tony Osborn, el que estaba interpretando su exitosa canción sobre la rebeldía y buscarse la vida. Logan, que siempre había sido el hijo modelo de los Bisset, prestaba atención a la letra. Mi vida habría sido más sencilla si hubiera sido un hombre diferente. Aquellas palabras resonaron en su cabeza. Apartó aquellos pensamientos y siguió a Quinn.

 

 

Logan se acercó a la barra y pidió dos whiskys con Coca–Cola. Al volverse, se topó con Nick Williams, el novio, su rival en los negocios y, desde ese día, su hermanastro. Los ojos del otro hombre estaban inyectados en sangre y parecía sentirse como Logan. Nick tenía una noticia mala y si Logan fuera mejor persona, habría intentado reconfortarlo. Pero al final del día, Logan seguía siendo él mismo.