Dialéctica erística - Arthur Schopenhauer - E-Book

Dialéctica erística E-Book

Arthur Schopenhauer

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Beschreibung

Arthur Schopenhauer fue un espíritu libre, famoso por su talante polemista y su perspicacia discursiva para discernir en el terreno de la discusión no solo artimañas y argucias sino adversarios incompetentes. Buena prueba de ello es este escrito, inédito en vida del autor y perteneciente probablemente a los últimos años de su estancia en Berlín, hacia 1830-1831: Dialéctica erística o Arte de tener razón.Además de sus implicaciones estrictamente filosóficas, este clásico, menor pero enormemente popular, puede ser leído como un divertimento, una guía de autoayuda para los dados a discutir que quieren salir a toda costa victoriosos o al menos indemnes de las disputas.El opúsculo se entiende, así, como un ensayo didáctico, irónico y realista sobre el ejercicio de la dialéctica en el discurso común e incluso en filosofía. Esta nueva traducción va precedida de un estudio introductorio de Luis Vega Reñón que, además de situar el tratado en el contexto tanto de la vida y la obra de Schopenhauer como de la historia sistemática de las dialécticas y la erística, lo pone a la luz de la teoría contemporánea de la argumentación.

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Dialéctica erística

Dialéctica erísticao Arte de tener razón en 38 artimañas

Arthur Schopenhauer

Presentación de Luis Vega ReñónTraducción de Fernando Leal Carretero

COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOSSerie Filosofía

 

Título original: Eristische Dialektik oder die Kunst, Recht zu behalten

© Editorial Trotta, S.A., 2023www.trotta.es

© Luis Vega Reñón, presentación, 2023

© Fernando Leal Carretero, traducción, 2023

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN (edición digital e-pub): 978-84-1364-226-0

CONTENIDO

Presentación: Luis Vega Reñón

1. Arthur Schopenhauer. Venturas y desventuras de un espíritu libre

2. La dialéctica erística o arte de tener razón

2.1. Un clásico menor

2.2. Los textos

2.3. Dialéctica y dialécticas

2.4. De las dialécticas a la erística

2.5. Artimañas y argucias

2.6. La cuestión del sentido

2.7. El tratado a la luz de la teoría contemporánea de la argumentación

Referencias bibliográficas

DIALÉCTICA ERÍSTICAO ARTE DE TENER RAZÓN EN 38 ARTIMAÑAS

[Introducción A]

[Introducción B]

[Introducción C]

Base de toda la dialéctica

[Las artimañas]

SOBRE LA CONTROVERSIA(Parerga y paralipómena II, cap. II, § 26)

§ 26

PRESENTACIÓN

Luis Vega Reñón

Arthur Schopenhauer nació en Danzig (hoy Gdansk, Polonia) en 1788 y murió en Fráncfort del Meno en 1860. En su tiempo fue considerado un cuerpo extraño entre los filósofos académicos —y él mismo se vio así—. Era, desde luego, una persona complicada y compleja: hombre de mundo, pero en el fondo huraño, filósofo apasionado por la verdad y pensador sensible al sufrimiento humano. Más tarde llegó a resultar también harto literario para los analíticos y sobradamente metafísico para los inclinados al análisis lógico o al naturalismo científico, así como demasiado ahistórico y asocial para hegelianos y fenomenólogos. De hecho, fue ignorado por figuras de peso tan dispares como Russell, Heidegger, Sartre, Adorno o Levinas, y por filósofos posmodernos como Derrida o Lyotard, aunque contara con el reconocimiento de escritores y artistas, y pudiera influir en diversos autores como Beckett, Borges, Dvořák, Gide, Kafka, Mahler, Mann, Proust o Wagner, entre otros. En todo caso, con el tiempo ha cobrado interés y actualidad en el mundo filosófico, especialmente entre alevines de filósofo, si bien parecen prestar más atención a su influencia sobre Nietzsche, Freud o Wittgenstein que a su propia obra. Hoy día una contribución excepcional en este sentido es precisamente la que lector tiene delante, su Dialéctica erística o Arte de tener razón, que desde la última década del pasado siglo viene constituyendo una obra colateral y menor, pero muy popular. En suma, tanto la notable personalidad del autor como la singularidad de esta obra merecen atención, de modo que mi presentación rendirá un breve tributo a la primera antes de ocuparse del estudio de la otra.

1. ARTHUR SCHOPENHAUER.VENTURAS Y DESVENTURAS DE UN ESPÍRITU LIBRE

A estas alturas de los tiempos, tras el renacimiento del interés por la personalidad y el pensamiento de Schopenhauer en las décadas de 1970-1980, abundan las biografías de diversa intención y empeño1. Supongo que este lujo de noticias me permitirá recordar solamente unos contados aspectos pertinentes para la comprensión del autor y su presente obra. Creo que se dejan sintetizar bajo el rótulo de «venturas y desventuras» en tres planos, el familiar, el académico y el personal. En el primer caso, las venturas consisten en la autonomía económica y el cosmopolitismo legados por la desahogada y prominente posición mercantil de su padre y por su interés en la formación viajera del joven Schopenhauer, pronto familiarizado con los modos de vida centroeuropeo, francés e inglés; otra añadida es la sabiduría mundana que le pudieron propiciar tanto el talante liberal y pragmático del padre como las virtudes sociales y culturales de la madre. Las desventuras vendrían a ser, en cambio, la temprana muerte del padre y el progresivo desencuentro con la madre hasta su despedida final. En el plano académico, las venturas se cifrarían en los tempranos logros de su tesis acerca de la cuádruple raíz del principio de razón suficiente y, sobre todo, de su opus magnum, El mundo como voluntad y representación; esta obra es, a su juicio, una contribución incontestable y definitiva en filosofía y, a pesar del escaso o nulo éxito que tuvo en su momento, será el gozne sobre el que seguirán girando sus reflexiones como desarrollos o complementos de su autoproclamado «pensamiento único». Las desventuras académicas ya se anuncian con la falta de reconocimiento público de esta contribución y se acentúan en el curso de su enfrentamiento con la filosofía oficial en Berlín y en el desenlace de su batalla perdida contra Hegel, hasta determinar su alejamiento radical de la academia. En el plano personal, por último, tiene la ventura ocasional del gusto por la conversación, así como la desventura de su debilidad por la discusión agria, la prepotencia intelectual y el sarcasmo. Aquí aparece un rasgo de su carácter que resultará decisivo en la concepción y la práctica de la argumentación de Schopenhauer: la visión de la comunicación y la compañía como un fuego «con el que el hombre prudente se calienta a distancia»; se trata, al fin y al cabo, de la moraleja a extraer de la fábula de los puercoespines que cuenta al final de Parerga y Paralipómena II2: para combatir el frío tienen que acercarse unos a otros, pero, al mismo tiempo, mantener las distancias para no herirse.

Como colofón de estas notas biográficas, retengamos cuatro rasgos de la personalidad de Schopenhauer que tienen mayor incidencia en la obra presente: 1) talante de hombre de mundo inclinado a la práctica; 2) pasión expresa por la verdad3; 3) autosuficiencia intelectual; 4) perspicacia discursiva para discernir en el terreno de la discusión no solo artimañas y argucias, sino adversarios incompetentes —conforme a la directriz de que la mejor manera de tratar a un necio es evitarlo, idea que, por cierto, comparten Aristóteles y Goethe—.

2. LA DIALÉCTICA ERÍSTICA O ARTE DE TENER RAZÓN

2.1. Un clásico menor

Suele decirse que hay tantas opiniones como cabezas. También es un lugar común pensar que, entre gente civilizada, una buena manera de resolver o afinar nuestras diferencias de opinión es discutirlas. Pero discutamos o no, el afán que preside nuestras conversaciones y discusiones es tener razón. Como ha observado Kathryn Schulz, «el regustillo de tener razón es innegable, universal y (tal vez lo más curioso de todo) casi enteramente indiscriminado. No podemos disfrutar besando a cualquiera, pero podemos estar encantados de tener razón acerca de casi cualquier cosa»4. Ahora bien, tener la razón en una discusión no consiste simplemente en desearlo con ganas; además de ser un empeño natural, puede suponer un arte según Schopenhauer. ¿No sería estupendo disponer de unas reglas del arte o de unas técnicas para tener razón siempre sin que nadie llegase a quitárnosla?

La larga historia de la teoría y la práctica de la discusión en la cultura occidental se halla surcada por tres grandes tradiciones: la dialéctica, la lógica y la retórica. No han dejado de venir a veces de la mano, aunque tampoco han mantenido siempre relaciones de buena o, al menos, pacífica vecindad. De hecho, cada una ha propiciado un modelo propio de debate. El modelo dialéctico se distingue por tratar el debate como una competición o un combate discursivo; el lógico, por considerarlo ante todo un objeto de análisis y evaluación; el retórico, por atender a su ejercicio interpersonal en espacios real o virtualmente públicos. El modelo combativo o competitivo parece dominante en nuestra cultura. La imagen de la argumentación como una guerra suele orientar nuestra manera de pensar y hablar sobre debates e incluso el modo de enseñar a practicarlos, por ejemplo, en confrontaciones escolares de formato «parlamentario». Queremos argumentos eficaces y réplicas terminantes —«argumentos que tumban», rezaba el título de una obra perdida de Protágoras—, y, por ende, damos en formar argumentadores aguerridos.

La Dialéctica erística o Arte de tener razón de Schopenhauer es un paradigma de este modelo belicoso de discusión. Más aún, quizás él mismo, no sin reticencias, se habría avenido a estimarlo como un clásico menor dentro de la gran tradición dialéctica.

Sin embargo, en la perspectiva de esta tradición y manteniéndonos en la clave menor de la dialéctica discursiva, no deja de tener una significación un tanto singular en varios aspectos. Bastará mencionar tres. Su tono sarcástico a veces y a veces aleccionador, pero nunca escolar. Su prédica mediante ilustraciones y ejemplos en lugar de preceptos. Sus referencias a casos concretos del discurso cotidiano y de la discusión común, antes que a muestras artificiales y prefabricadas como las reiteradas por los repertorios habituales de falacias en medios escolásticos, a la sombra de las Refutaciones sofísticas del sufrido Aristóteles.

2.2. Los textos

La dialéctica o arte erística se encuentra en dos escritos principales, uno publicado y otro inédito en vida del autor, amén de algunas notas previas o referencias complementarias a la dialéctica en dos pliegos anexos. El texto publicado versa sobre la controversia o discusión de asuntos teóricos y forma parte de los textos recogidos en el segundo tomo de Parerga y paralipómena, cap. II, § 265. El inédito procede, al parecer, de los últimos años de estancia de Schopenhauer en Berlín, hacia 1830-18316. Apareció en 1864 con la publicación del Nachlaß por parte de su discípulo Julius Frauenstädt y fue recogido en la edición de las obras completas de Schopenhauer proyectada por Paul Deussen (1911-1942) (Sämtliche Werke, Piper, Múnich, vol. VI, pp. 393-428). Posteriormente, fue revisado y reeditado por Arthur Hübscher en la publicación del legado manuscrito de Schopenhauer, Der handschriftliche Nachlaß; en esta edición se basa la excelente versión presente al español.

Siendo la dialéctica a juicio de Schopenhauer una técnica natural de la razón, nada tiene de extraño que una fuente de inspiración y referencia de su estudio sea la experiencia de los debates y disputas cotidianas. Aquí cobra especial relieve la práctica del propio autor, su talante polemista y su temido ingenio discursivo. Hay testimonios de esta impresión entre sus interlocutores en diversas situaciones, lugares y momentos, desde su época de estudiante en Gotinga (1809-1811) y Berlín (1811-1813) hasta su vejez de gloria en Fráncfort, pasando por su maduración en Dresde (1814-1818). «Su manera de disputar es acerada e hiriente, su tono es obstinado como su extraña frente, sus refutaciones enardecidas y sus paradojas temibles», dice su compañero en Gotinga Karl Josias von Bunsen, citado por Safranski7; este mismo biógrafo escribe con respecto a los años de Dresde: «Nadie esperaba de él un nuevo mensaje filosófico, pero unos temían y otros admiraban su extremada agudeza en las disputas sobre cuestiones críticas»8. Safranski, en fin, recuerda a propósito de los filósofos profesionales que frecuentaban el Englische Hof de Fráncfort que, conociendo la saña contenciosa de Schopenhauer, «la mayoría de las veces se conformaban con tomar parte de incógnito en los coloquios desde la mesa vecina»9.

Sobre esta base experiencial de la discusión observada y practicada, Schopenhauer asienta su pretensión de una dialéctica científica cuya tarea principal consiste en formular y analizar las artimañas desleales empleadas en la discusión con el fin de que se detecten y destruyan. En términos más explícitos, se trata de acudir al manantial de la experiencia común para observar las argucias discursivas, reducir las habituales a sus principios y exponer desde ellos las más socorridas con un doble propósito: emplearlas en beneficio propio en el curso de la discusión e impedir que el contrincante las utilice en su provecho. Schopenhauer precisa a continuación: «Tómese lo que sigue como un primer intento» (p. 58)10. El intento es un ensayo que discurre en dos partes: una dedicada a la presentación de la base conceptual y procedimental de toda dialéctica que, en realidad, viene a ser la dialéctica erística, pugnaz y contenciosa; la otra, consistente en una suerte de catálogo o miscelánea de artimañas, ardides o astucias más o menos argumentativas. Contra lo que se podía esperar, estas segundas no se siguen de los principios o bases primeras, sino que más bien se mueven a su aire. Pero esta distribución parece hacer justicia al doble título con el que se conoce el ensayo, Dialéctica erística o Arte de tener razón en 38 artimañas —título que resumiré como Dialéctica o Arte—.

Schopenhauer no deja de apuntar tanto aquí como en el texto «Sobre la controversia», incluido en Parerga y paralipómena, la novedad de su trabajo en un terreno «sin cultivar» (p. 58). Es una apreciación que luego habrá ocasión de ir precisando. Pero, de entrada, hemos de reconocer el carácter singular de la presente Dialéctica o Arte. Bastará mencionar dos motivos: 1) El considerable éxito póstumo del librillo que, a pesar de verse parcialmente desestimado por su propio autor, oficia como una especie de vademécum para litigantes o argüidores de ocasión. 2) El problema de su sentido o, si se prefiere, la cuestión de cómo leerlo: ¿representa un divertimento, un desahogo mordaz, o es un trabajo serio y una contribución al estudio de la argumentación falaz, o se trata de un ensayo relativamente complejo que se mueve en la línea educadora de lo que en nuestro tiempo ha venido a llamarse «pensamiento crítico»? Dada la curiosa personalidad del autor no sería extraño que hubiera algo de todo ello. Así que, en principio al menos, podemos convenir con Anthony C. Grayling, un prologuista del texto consciente de su complejidad, en que se trata de un escrito sabio y sagaz, como muchos de los que Schopenhauer escribió, y de una de las mejores vacunas contra el pensamiento tramposo que jamás se haya escrito11.

2.3. Dialéctica y dialécticas

No hará falta aclarar que la dialéctica de la que estamos hablando no es la especulativa del movimiento de las ideas platónicas, ni la sustantiva de la dinámica del Espíritu de Hegel, ni la materialista de Engels. Se trata de la dialéctica discursiva, una tradición de confrontación expresa a través del diálogo, cuya práctica y teoría viene cultivando nuestra cultura occidental desde los albores del pensamiento griego.

También Schopenhauer tiene bastante que decir a este respecto. Ya he aludido a su idea de una dialéctica natural que forma parte de la técnica de la razón junto con la lógica y la retórica12. En este contexto de El mundo como voluntad y representación13se entiende por dialéctica, de acuerdo con Aristóteles, «el arte del diálogo dirigido a la búsqueda común de la verdad, en particular la filosófica»14. Pero un diálogo de esta clase deviene necesariamente, en mayor o menor medida, controversia, «por eso la dialéctica puede también definirse como el arte de disputar»15. Este segundo significado no tardará en prevalecer sobre el primero hasta anularlo. La dialéctica natural vendrá a ser un conjunto de recursos legítimos o ilegítimos para tener razón —o parecer que se tiene— en una discusión y, desde luego, al margen de toda pretensión de verdad. En este sentido todo el mundo cuenta con una dialéctica natural, aun siendo un don desigualmente repartido (p. 50) y, además, maleado por otros motivos asimismo innatos, como la vanidad, la prepotencia, la perfidia (p. 48). Sin embargo, según es ya sabido, disponemos también de una dialéctica científica aplicada a la exposición y análisis de las estratagemas empleadas en la discusión con el sano propósito de detectarlas y destruirlas. Schopenhauer, en la Dialéctica o Arte, así como en el apartado «Sobre la controversia» incluido en Parerga y paralipómena, se detiene a exponer las bases estructural y conceptual de esta dialéctica crítica centrada en la refutación. Es decir, por un lado, 1) su base estructural, en calidad de refutación dirigida ad rem —al objeto de la discusión— o ad hominem —a las asunciones del interlocutor—, que, a su vez, puede proceder bien por una vía directa, contra las premisas del argumento o contra su ilación o consecuencia, bien por una vía indirecta que lo remite a una contradicción o un contraejemplo. Por otro lado, 2) su base conceptual, referida a unos contenidos y relaciones discursivas que consisten en los llamados «predicables» dentro de la tradición escolástica aristotélica.

Ahora bien, no son estas dos las únicas dialécticas definidas en su Dialéctica o Arte en particular. Hay otras tres definiciones que merecen atención. El contexto pertinente en este caso es el legado de los géneros de argumentos procedente de las Refutaciones sofísticas de Aristóteles (165a8-165b8). En la discusión comparecen cuatro tipos de argumentos, a saber: i) didácticos, que demuestran a partir de principios; ii) dialécticos, que parten de proposiciones plausibles; iii) peirásticos, que se mueven también en el terreno de lo plausible a efectos tentativos o críticos; y iv) erísticos, que, a partir de lo que parece plausible pero no lo es, prueban o parece que prueban16. Otra fuente aristotélica son los Tópicos (100a25-101a4), donde se presenta un cuadro general que prescinde de los peirásticos e incluye los paralogismos, entendidos por Schopenhauer como sofísticos. La recepción schopenhaueriana del legado aristotélico es un tanto idiosincrásica. Resulta no solo selectiva al pasar por alto el peculiar campo de lo plausible atendido por la dialéctica, sino también sesgada, en la medida en que pretende reducir las especies dialéctica, erística y sofística a la dialéctica erística, puesto que no atienden a la verdad objetiva y solo estiman su apariencia y el hecho de tener razón (véase p. 48, nota 2). En todo caso, las tres definiciones de la dialéctica antes mencionadas son:

D1: Arte de discutir de manera que lícita o ilícitamente uno tenga razón.

D2: Arte de conseguir que algo pase por verdadero sin preocuparse de si en realidad lo es.

D3: Esgrima intelectual para llevar razón en las discusiones.

Conforme a la primera, D1, el punto estriba en el empeño en tener razón, así que el arte de tener razón deviene el arte de empeñarse a toda costa en tenerla. La segunda, D2, pone el énfasis sobre la apariencia o sobre el hacer pasar algo no tanto por lo que no es, i. e. verdadero, sino más bien al margen de que sea así o no lo sea; como se refiere a la verdad, la idea puede hacernos recordar el tópico actual de la posverdad. Hoy nos encontramos —se dice— «en la era de la posverdad»17. El término posverdad es un neologismo que nos ha venido impuesto por las vicisitudes actuales de la información y la desinformación en el discurso público. Según el Diccionario de la Lengua Española (2018), por posverdad se entiende «la distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y opiniones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales». Desde luego, Schopenhauer es ajeno a estas connotaciones de manipulación del discurso público; pero hay otros aspectos de la posverdad menos patentes en el DLE