El antisemitismo explicado a los jóvenes - Michel Wieviorka - E-Book

El antisemitismo explicado a los jóvenes E-Book

Michel Wieviorka

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Beschreibung

¿Por qué los judíos son objeto de un odio particular?¿Cuándo apareció el antisemitismo? ¿Quiénes son los sabios de Sion? ¿Por qué Hitler detestaba a los judíos? ¿Existe un "negocio de la Shoah"? ¿El antisionismo es antisemitismo? Este libro no duda en hacer las preguntas más perturbadoras. Desarma con claridad y tranquilidad las ideas falsas, las trampas y las teorías del complot. Una guía indispensable para comprender las raíces del antisemitismo y reflexionar acerca de su actualidad.

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Michel Wieviorka

El antisemitismo explicado a los jóvenes

Traducido por Agustina Blanco

Diseño de colección: Enric Jardí Soler

Diseño de tapa: Osvaldo Gallese

Cet ouvrage a bénéficié du soutien des Programmes d’aide à la publication de l’Institut français.

Esta obra ha beneficiado del apoyo de los Programas de ayuda a la publicación del Institut français.

© 2014. Editions du Seuil

Título original: L’ Antisémitisme expliqué aux jeunes

Traducción: Agustina Blanco

© 2024. Libros del Zorzal, SL

España

<www.delzorzal.com>

ISBN 978-84-19496-67-6

Depósito legal M-34340-2023

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Índice

Primer encuentro

El antisemitismo es un racismo | 7

Segundo encuentro

Antes del antisemitismo moderno: el antijudaísmo | 15

Tercer encuentro

Antisemitismo moderno y obsesión del complot | 26

Cuarto encuentro

El nazismo, el antisemitismo y el genocidio de los judíos | 38

Quinto encuentro

El Estado de Israel, los judíos y los antisemitas | 51

Sexto encuentro

Reflexión sobre la Shoah, el negacionismo y el “shoah business” | 62

Séptimo encuentro

El “nuevo antisemitismo”, un antisemitismo global | 70

Octavo encuentro

¿Cuál es la situación del antisemitismo hoy? ¿Se lo puede medir? | 81

Último encuentro

Tres últimas preguntas | 87

Gracias a Séverine Nikel y a mi hermana Annette, que acompañaron la gestación de este libro, desde el inicio hasta el fin.

“¡Judío de mierda!”: el insulto fue disparado a la salida de la escuela e hirió profundamente al mejor amigo de Lise. De regreso a su casa, Lise describió el incidente a sus padres, descolocada. Y como yo había realizado estudios sobre esas cuestiones, acordamos que le explicaría qué es el antisemitismo. De ahí surge esta serie de encuentros.

Primer encuentro

El antisemitismo es un racismo

–¿Qué es exactamente el antisemitismo? ¿Puedes definirlo?

–Por el momento, digamos que es el odio a un grupo humano considerado como una raza, los judíos. Si te parece bien, afinaremos la respuesta a medida que vayamos avanzando en nuestro intercambio, pero tengamos presente, desde ahora, que ese odio dice más sobre quiénes son los antisemitas que sobre quiénes son los judíos.

–¿Los judíos forman una raza?

–La idea de raza en sí misma es falsa: todos los hombres y todas las mujeres pertenecen a una sola especie, la especie humana. Para un especialista en genética, la idea de raza no se sostiene. Si en tu clase hay un grupo de jóvenes cuyo color de piel es negro y otro cuyo color de piel es blanco, la distancia genética entre dos alumnos pertenecientes a un mismo grupo es más o menos la misma que la distancia genética entre ambos grupos.

Los que hablan de razas en realidad quieren introducir o justificar una jerarquización fundada en características físicas o biológicas, como por ejemplo, el color de la piel o la cabellera. Endilgan a esas diferencias cualidades o defectos morales e intelectuales imaginarios, para afirmar que existen razas superiores y razas inferiores. Y de allí sacan conclusiones que les permiten afirmar que un grupo humano puede dominar a los demás, maltratarlos, excluirlos, explotarlos o incluso asesinarlos: son racistas.

Decir que los judíos constituyen una raza es expresar un racismo, y ese racismo lleva un nombre: antisemitismo. Se trata de un racismo singular, que halla su origen en una hostilidad que atraviesa toda la historia, desde hace más de dos mil años, y que ha hecho de los judíos una minoría a menudo perseguida.

–¿Por qué esa hostilidad contra los judíos?

–¡Precisamente de eso vamos a hablar! La hostilidad contra los judíos, que son una minoría en todos lados (salvo en Israel hoy en día), se registra en todas las épocas. Surge particularmente en los períodos de desorden, en tiempos de crisis económica y social; puede ser manipulada con fines políticos para desviar el descontento de la población hacia distintos chivos expiatorios.

–Dijiste que el antisemitismo era una forma de racismo. El racismo ¿no atañe más bien a los negros, los árabes, los asiáticos?

–Tienes razón, el racismo moderno, que tiene su auge en el siglo xix, con la pretensión de fundar científicamente la idea de raza ha servido para justificar la expansión colonial, el desprecio y la dominación de numerosos grupos humanos, en todo el mundo. En aquel entonces, toda suerte de escritos propuso jerarquías raciales fundadas en criterios que se decían rigurosos: la forma del cráneo, la pigmentación de la piel, etc. Y todos esos esfuerzos de clasificación apuntaban a demostrar la superioridad de los hombres blancos y occidentales.

A menudo, los judíos no encuentran su lugar en esas clasificaciones. El racismo que los tiene por objeto es especial, singular, está fundado en la oposición entre “arios” y “semitas”.

–¿Qué es un “semita”?

–Para entender ese vocabulario y por qué se habla de “antisemitismo”, hay que hacer un rodeo por la filología, disciplina científica que estudia las lenguas y su origen. En el siglo xix, algunos eruditos comienzan a construir la idea de que en el pasado habrían existido, por un lado, las lenguas semíticas y los pueblos semitas (entre los que figuran los judíos y los árabes), cuyo territorio original se sitúa en Oriente, y, por otro lado, las lenguas y los pueblos arios, ancestros de los europeos. A lo largo de todo el siglo xix, el debate es apasionado, ya sea para determinar de dónde vienen esas lenguas “semíticas” y cómo se fueron diversificando y localizando, ya sea para precisar su oposición con otras familias de lenguas, y en primer lugar con las lenguas “arias”. Quienes defienden la idea de un origen ario de los pueblos de Europa oponen a esos pueblos con los semitas; en esos intercambios de visiones que se dicen científicas, algunos eruditos se proclaman “antisemitas”.

Agrego que la palabra “semita” fue inventada a finales del siglo xviii en referencia a Sem, el hijo de Noé, y a su descendencia. ¡Estamos de lleno en la Biblia!

–¿Estás diciendo que, originalmente, ser antisemita era estar contra los judíos pero también contra los árabes?

–Eso es lo que significa la palabra, en teoría. Pero tan pronto como se creó y utilizó, dejó de apuntar a los árabes para sólo abarcar a los judíos. Es impresionante constatar que el término, no bien se acuñó, tuvo un éxito fulgurante y mundial. Fue propuesto en 1860, en el debate especializado y popularizado en 1879 por un publicista alemán, Wilhelm Marr. Y en dos o tres años, ya era empleado en toda Europa en el sentido de hostilidad racista para con los judíos.

En sentido ideológico, el antisemitismo moderno se organiza bajo el signo de la raza. Los antisemitas describen a los judíos como naturalmente maléficos, dotados de atributos intelectuales y morales –por ejemplo, se dice que son avaros–, pero también de características físicas que los diferenciarían de los demás. Las descripciones comienzan a tornarse precisas: tendrían una nariz ganchuda, una boca de labios gruesos, a menos que, por el contrario, los labios sean singularmente delgados, etc. Su avidez de riqueza también se vería en sus manos y en el aspecto físico. Esos caracteres serían atávicos y hereditarios.

Encontramos tales descripciones en la época del nazismo. Te doy un ejemplo famoso, el de una exposición que se organizó en París durante la ocupación alemana, en 1941, con el título de “El judío y Francia”. He aquí lo que dice sobre la muestra L’Illustration, un diario de aquel entonces:

En una sala, se hallan los elementos de un estudio morfológico del judío. Una cabeza enorme que representa el tipo clásico del judío coloca en cada una de sus partes números que remiten a pancartas. 1) Orejas amplias, macizas y despegadas. 2) Boca carnosa, labios espesos, labio inferior sobresaliente. 3) Nariz fuertemente convexa, blanda y con fosas nasales anchas. 4) Surco nasolabial. 5) Rasgos fofos…

Es un discurso de puro odio.

–¿Se puede realmente reconocer a un judío?

–Por supuesto que no. Los judíos presentan todos los tipos físicos: piel clara y cabello rubio o pelirrojo en Polonia o Dinamarca; piel negra en el caso de los judíos de Etiopía o Yemen. En el mundo árabe, cuando quedan judíos, ningún rasgo físico permite distinguirlos de sus vecinos cristianos o musulmanes. Más allá de los rituales religiosos, las vestimentas tradicionales, los hábitos culturales; más allá de algún signo distintivo que llevan quienes reivindican su identidad judía (una estrella de David, por ejemplo), o también de algún signo impuesto, como la estrella amarilla que los nazis obligaron a lucir a quienes ellos designaban como judíos, nada permite reconocerlos.

Y cuando se cree reconocer una “tipología semita” o una “nariz judía”, se está adosando una caricatura antisemita a la realidad.

–Muchas veces se habla del “pueblo judío”. Si no son una raza, ¿forman un pueblo?

–Según la Biblia, su religión convierte a los judíos en el “pueblo elegido” de Dios. Aquí, la palabra “pueblo” tiene un sentido religioso, se trata del conjunto de personas que tienen al judaísmo como religión. Históricamente, fue en su carácter de pueblo que los judíos se sublevaron contra la dominación romana en Judea, en el año 66 d. C. Su revuelta duró cuatro años y culminó con un fracaso. La victoria romana desembocó en un incendio y luego en la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d. C. De ello, queda el Muro Occidental, denominado “Muro de los Lamentos”, del cual seguramente has oído hablar, que es un lugar de oración, un testimonio del pasado y, a su vez, un símbolo de la identidad judía de Jerusalén. Una vez aplastada la revuelta, resultó un exilio masivo, la diáspora, es decir, la dispersión de los judíos por toda Europa y Medio Oriente, donde su instalación es contemporánea con la difusión del cristianismo. Muchos de ellos van a seguir sintiendo que pertenecen a un pueblo. Un pueblo es un sentimiento de pertenencia a un grupo humano, una cultura, una historia, tradiciones compartidas (religiosas, alimentarias, vestimentarias, artísticas, etc.), a veces una lengua. Es todo eso, y no un patrimonio genético común.

Hoy en día, hay distintas maneras de sentirse judío o de definir el judaísmo, el hecho de ser judío: se puede ser judío en un sentido religioso, adepto del judaísmo; también existen judíos ateos, o agnósticos, que se niegan a ser identificados con una religión, pero que, sin embargo, sienten que forman parte del pueblo judío.

Por último, varias son las personas cuyos antepasados eran de religión judía, o sentían una pertenencia al pueblo judío, y que ya no mantienen ningún vínculo con ese pasado: han dejado de ser judías. Sus padres quizá se convirtieron, por ejemplo, al islam o al catolicismo, o a cualquier otra religión. Eso no necesariamente impide que los antisemitas los designen como “judíos”, en el sentido racial que dan a ese término: tal fue el caso durante el nazismo, cuando hombres y mujeres, pese a ya no tener nexo alguno con la identidad judía, fueron asesinados por su calidad de tales.

–¿E Israel es el Estado de los judíos?

–Una población judía muy limitada se había quedado in situ luego del fracaso de la revuelta contra los romanos. E incluso antes de la creación del Estado de Israel, en 1948, un movimiento inspirado en el sionismo sostenía que los judíos podrían poblar ese futuro Estado. Una vez proclamada la independencia, muchos se instalaron a vivir allí. En el caso de ellos, ser judío coincide con la nacionalidad israelí. Pero numerosos judíos viven fuera de Israel, “en la diáspora”, como se suele decir. Son franceses, americanos, británicos, italianos, e incluso cientos de ellos son chinos o japoneses. Se calcula que hay unos 6 millones de judíos viviendo en Israel y cerca de 8 millones en la diáspora.

Hasta se puede decir, y esto quizá te sorprenda, que algunos judíos son sionistas y otros, antisionistas.

–¿Qué quiere decir exactamente “sionista” y “antisionista”? ¡Creía que “sionista” era un sinónimo de “judío”!

–Los antisemitas de hoy emplean a menudo una palabra en lugar de la otra. A finales del siglo xix, en plena época de los Estados nación, Theodor Herzl luchó por que los judíos tuvieran su Estado: a eso se lo llamó “sionismo”. El vocablo viene de “Sion”, que en la Biblia designa a Jerusalén, y la idea religiosa o cultural de que los judíos un día debían regresar allí existía desde hacía largos años en las comunidades judías.