El archivo confidente - Josefa Francisca Torres Neira - E-Book

El archivo confidente E-Book

Josefa Francisca Torres Neira

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Beschreibung

Juliana Anderson es una joven detective con dos años en el cargo. Seguir con el legado familiar y dedicarse a atrapar criminales es su ambición profesional, aunque en ocasiones no sabe cómo complementarla con sus deseos de formar una familia y ser madre. Una mañana, la vida de Juliana da un giro, tras el descubrimiento del asesinato de una pareja. A partir de allí comenzará una carrera contra el tiempo para atrapar al criminal antes de que provoque otra muerte. ¿Qué significará el mensaje dejado en la escena del crimen? ¿Cuál será su motivación? Y, más importante aún, ¿podrá la detective confiar en las personas que tiene a su alrededor para resolver el caso?

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Ähnliche


EL ARCHIVO CONFIDENTE:TRAS LAS HUELLAS DE UN ASESINO

Josefa Francisca Torres Neira

PRIMERA EDICIÓN
Octubre 2021
Editado por Aguja Literaria
Noruega 6655, departamento 132
Las Condes - Santiago - Chile
Fono fijo: +56 227896753
E-Mail: [email protected]
Sitio web: www.agujaliteraria.com
Facebook: Aguja Literaria
Instagram @agujaliteraria
ISBN: 9789566039938
DERECHOS RESERVADOS
Nº inscripción: 2021-A-9009
Josefa Francisca Torres Neira
El archivo confidente:Tras las huellas de un asesino
Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor,bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obrapor cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático
Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia
TAPAS
Diseño: Melany Soto Maldonado

Dedico este libro a las personas más importantes de mi vida, mi familia y amigos, quienes han estado a mi lado todo este tiempo, acompañándome en cada una de mis aventuras. Les dedico la obra de mi vida con mucho cariño y el más grande agradecimiento.

ÍNDICE

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 1

Era otra mañana fría y oscura en Londres. Afuera los truenos y la lluvia hacían correr a la gente de un lado a otro. En mis manos permanecía un vaso de café igual a los que venían acompañándome desde mi primer día de trabajo, mientras en mis ojos podía notarse el cansancio y en mi mente la desesperación.

A medida que observaba con tranquilidad por la ventana de mi despacho, entró mi secretaria. Tenía voz ronca, al principio pensé que su resfrío mejoraría con el pasar de los días, pero llevaba dos semanas con un tono bajo e irritante que no mejoraba. Me volteé a verla, seguía de pie en la entrada sin decir una palabra.

—Mareen, ¿qué ocurre?

Desde que la conocí a los nueve años, siempre que debía dar malas noticias reflexionaba sobre cómo decirlas rápido.

De pronto, salió de su trance:

—Tenemos un caso, así que debemos irnos, directora.

Mi mente estaba en blanco, sentí que una seguidilla de mala suerte caería sobre nosotros; más adelante se darán cuenta de que no me equivocaba.

Tomé el abrigo y mi celular antes de caminar lo más rápido posible para salir del edificio. Afuera mi secretaria subía sin demora a un auto negro que nos llevaría a la escena del crimen. El trayecto transcurrió sin novedades.

Al llegar me percaté de que todo mi equipo estaba desplegado en la zona, la sangre derramada en la entrada se desplazaba hasta la escalerilla de la enorme casa. Tenía un patio lleno de flores blancas, me recordó la escena de Alicia en el País de las Maravillas donde las flores blancas eran pintadas de rojo, pero esa vez no eran las cartas ni Alicia quienes decoraban el jardín, sino la sangre que caía sobre la escalinata y se deslizaba con lentitud entre los rosales blancos. La víctima era una mujer de larga y rubia cabellera, vestía una blusa blanca, jeans azules y zapatos altos. Al acercarme a mirarla, en sus ojos vacíos noté el miedo.

Observé el cuerpo durante unos minutos, hasta que mi equipo forense arribó a la escena. La primera en aproximarse fue mi mano derecha, Jacqueline Wild. Mientras me hablaba, no pude evitar recordar cómo habíamos llegado a ese punto en nuestras carreras.

Asumí el cargo que era de mi padre a los veinticinco, dos años antes de aquella escena. Supe que sería difícil desempeñarme como jefa de investigaciones en Londres, pero era la más capacitada cuando ocurrió aquel fatal incidente. En ese momento nombré a Jacky jefa del departamento forense, y a Mareen mi secretaria y asesora personal. Aparte de ser mis mejores amigas, eran casi la única familia que tenía.

Seguí mirando el cadáver en el suelo durante varios minutos, prestando muy poca atención a las palabras de Jacky.

De pronto, otra voz interrumpió mis cavilaciones:

—¿Me estás escuchando?

Moví la cabeza para ver quién me hablaba. Aunque había un bebé de mejillas sonrojadas frente a la cara de la persona, reconocí a uno de los chicos del equipo forense, encargado de las fotografías. Tomé al bebé en mis brazos.

—¿De dónde lo has sacado?

—Estaba en una cuna en la sala —respondió algo tímido.

Entré a la casa con el niño en mis brazos y comencé a mirar a mi alrededor buscando a Jacky, quien examinaba otro cadáver. Pertenecía a un hombre caucásico de unos cuarenta y cinco años, llevaba terno y estaba sentado como si mirara la televisión.

Jacky comenzó a hablar mientras yo seguía paseando al bebé y mirando a mi alrededor, en busca de algún detalle crucial para la investigación que se avecinaba:

—Los han asesinado con una nueve milímetros; a la mujer, con un disparo directo en el pecho; al hombre, con uno en la cabeza. Seguro usaron un silenciador, ya que nadie escuchó las detonaciones. Al llegar a comer, cuatro vecinos vieron a la mujer muerta, pero sus esposas dicen que no se percataron de alguien sospechoso en los alrededores.

—Gracias, Jacky.

Me dirigí al segundo piso con el bebé en brazos. Con un poco de dificultad, me puse un par de guates antes de abrir los cajones de ropa para guardar algunas prendas en el bolso. Como la tarea resultaba complicada, preferí dejar al pequeño con alguien que pudiera hacerse cargo de él, así que deshice mis pasos para bajar las escaleras de la casa, salir y subir al auto junto a Mareen. Al parecer, los únicos familiares del menor estaban en Bournemouth, a más o menos un par de horas en tren o auto, así que decidimos viajar hasta el condado de Dorset.

Durante el trayecto noté que hacía frío, así que comencé a abrigar al bebé con la ropa que había sacado de la casa. Mareen bajó en un Costa Café por otro vaso para mí. Estaba cansada, pero debía entregar al niño yo misma, sabía que dar ese tipo de noticias era difícil, resultaba imposible saber cómo hablar, no encontraba las palabras correctas para evitar que doliera.

Durante todo el viaje miré por la ventana, se me hacía cada vez más grande el nudo en la garganta por la desgracia que caía sobre el pequeño. Recordé la ocasión en que me dieron la noticia de la muerte de mi padre. Fue difícil, pero era un hombre estricto y se habría molestado si me hubiese visto llorar, así que debí ser fuerte y asumir mis responsabilidades.

El auto se detuvo frente a una linda casa de dos pisos que miraba al mar, en la entrada se apreciaba un jardín hermoso y amplio.

Mareen descendió con rapidez y me ayudó a bajar.

—Esto de la maternidad te sienta bien —se burló.

—Sabes que me encantaría ser madre, pero no aún.

Nos acercamos al gran portón y descubrimos un citófono, así que lo presioné. Algunos minutos después, escuchamos una dulce voz:

—¿Hola?

—Hola, cariño. Soy la detective Juliana Anderson, vengo desde Londres. ¿Habrá algún adulto en casa?

La voz no respondió, pero la puerta se abrió. Con determinación, atravesamos el enorme jardín para llegar a la puerta, donde una mujer de vestido largo aguardaba.

—¡Hola! Soy la detective Juliana Anderson, vengo desde Londres.

Al escucharme, indicó que entrara. Cruzamos la puerta y nos sentamos en los sofás de la sala, mientras ella se alejaba hacia la cocina para preparar un té. La casa era enorme y acogedora, un ventanal hermoso y muy antiguo alegraba la vista.

Al regresar, calculé que la mujer tendría treinta y cinco años. Tomó asiento en una de las sillas frente a nosotras y nos recorrió con la mirada, pero al percatarse de que el bebé que sostenía en mis brazos era su sobrino, pegó un horrorizado grito:

—¡¿Qué ha ocurrido?!

Me inquietó un poco su voz algo irritada, así que la miré con atención.

—Estamos aquí porque hoy en la mañana han encontrado a su hermano y a su esposa asesinados en su domicilio en Londres, su sobrino es el único sobreviviente.

La mujer comenzó a llorar y a llamar a voces a alguien, aunque sus gritos dificultaban la tarea de descifrar el nombre. De pronto, una mujer de veintidós años apareció frente a nosotras, tomó al niño en sus brazos y se lo llevó a una habitación en el piso de arriba.

Algo más calmada, la mujer contó que su hermano no tenía enemigos. Había hablado con él aquella mañana, le comentó que tenía que hacerse cargo de los negocios de la empresa que manejaba, y aseguró que pronto iría a visitarla.

Seguimos conversando durante algunos minutos. Desde nuestra llegada no detecté algo inusual en la casa o la actitud de la mujer, ni Mareen me hizo alguna señal de sospechar algo, así que comencé a decirme que debíamos regresar a Londres para iniciar la investigación.

En cuanto la mujer lució más calmada, le solicité alguna prueba de su identidad antes de extenderle el documento de custodia del niño. Era provisional, por supuesto, pues le correspondería realizar los trámites necesarios frente a un juez, en especial si aparecía otro pariente interesado en criar el bebé, como alguien del lado de su familia materna.

Tras confirmar quién era, permití que firmara. Luego de eso, me suplicó que encontrara al asesino.

—No se preocupe, lo haré.

Durante el trayecto de vuelta a Londres, reflexioné en torno a los negocios que el señor James Smith manejaba, desconocíamos si había algo turbio detrás. ¿Lo habían asesinado por una mala jugada? ¿O alguien se beneficiaba de su muerte?

—Necesito que busques información sobre los Smith, tanto financiera como de su vida privada —ordené a Mareen de forma tropellada, mientras salía corriendo a mi oficina al bajar del auto.

Entré al lugar a la carrera para pasar al baño; con tanto ajetreo, no me fijé que había llegado Derek, mi padrino y general retirado, menos aún que una persona permanecía a su lado. Me asusté cuando reparé en ellos al salir, pues quien lo acompañaba era un hombre rubio y alto, de ojos azules y piel muy clara. Vestía una camisa blanca y un suéter azul que hacía juego con sus pupilas. Al mirarlos con detención, descubrí que el hombre se reía de mí; bueno, debí quedarme boquiabierta en cuanto lo vi.

Desde la puerta, mi inexperta ayudante murmuró:

—Llegó su padrino y el detective J. Schlack.

—Gracias —suspiré—, ya los he visto. Puedes retirarte.

La chica salió de la oficina cerrando la puerta a sus espaldas.

Derek fue el mejor amigo de mi padre. Tras su muerte, me acogieron en su casa, donde viví durante varios años, así que él y su familia se convirtieron en parientes para mí.

—¡Hola, hermosa! ¿Cómo te fue en el caso de hoy? —Me dio un fuerte abrazo.

Lo miré con cansancio.

—Ha sido difícil, pero todo estará bien.

Me observó antes de sonreír y señalar al hombre de pie junto a él:

—Te presento al detective J. Schlack… Me gustaría que se incorporara a la oficina y que pueda trabajar de cerca contigo.