El Capital (Libro Primero): la producción del Capital - Karl Marx - E-Book

El Capital (Libro Primero): la producción del Capital E-Book

Karl Marx

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Beschreibung

El primer volumen de "El Capital", El proceso de producción del capital, nos da una idea exhaustiva del pensamiento de Karl Marx, que tendrá su continuidad en los siguientes volúmenes.
Unánimemente considerada como la obra esencial de Karl Marx, "El Capital" es un magno tratado en tres volúmenes, un texto teórico fundamental en la filosofía, economía y política del pensador alemán. El primero se publicó en Hamburgo en 1867; el segundo (El proceso de circulación del capital) y el tercero (El proceso global de la producción capitalista o el proceso de producción capitalista, en su conjunto) fueron publicados por Engels después de la muerte del autor, en 1885 y en 1894, respectivamente.

Cuando se publicó este primer volumen de "El Capital ", poco indicaba lo que este libro iba a significar para el curso de la humanidad. 
Sin embargo, 150 años más tarde, "El Capital" se considera uno de los libros más influyentes de la historia moderna.
 

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Karl Marx

El Capital (Libro Primero): El proceso de producción del Capital

Tabla de contenidos

EL CAPITAL (LIBRO PRIMERO): EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DEL CAPITAL

PRÓLOGO DE MARX A LA PRIMERA EDICIÓN

PARTE 1 - Mercancía y dinero

CAPÍTULO I: LA MERCANCÍA

1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia y magnitud del valor)

2. Doble carácter del trabajo representado por las mercancías

3. La forma del valor o valor de cambio

Notas al pie del Capítulo I

CAPÍTULO II: EL PROCESO DEL CAMBIO

Notas al pie del capítulo II

CAPÍTULO III: EL DINERO, O LA CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS

1. Medida de valores

2. Medio de circulación

3. Dinero

Notas al pie del capítulo III

PARTE 2 - La transformación del dinero en capital

CAPÍTULO IV: COMO SE CONVIERTE EL DINERO EN CAPITAL

1. La fórmula general del capital

2. Contradicciones de la fórmula general

3. Compra y venta de la fuerza de trabajo

Notas al pie capítulo IV

PARTE 3 - La producción de la plusvalía absoluta

CAPÍTULO V: PROCESO DE TRABAJO Y PROCESO DE VALORIZACIÓN

1. El proceso de trabajo

2. El proceso de valorización

Notas al pie del Capítulo V

CAPÍTULO VI: CAPITAL CONSTANTE Y CAPITAL VARIABLE

Notas al pie del Capítulo VI

CAPÍTULO VII: LA CUOTA DE PLUSVALÍA

1. Grado de explotación de la fuerza de trabajo

2. Examen del valor del producto en las partes proporcionales de éste

3. La hora final de Senior

4. El producto excedente

Notas al pie del capítulo VII

CAPÍTULO VIII: LA JORNADA DE TRABAJO

1. Los límites de la jornada de trabajo

2. El hambre de trabajo excedente. Fabricante y boyardo

3. Ramas industriales inglesas sin límite legal de explotación

4. Trabajo diario nocturno. El sistema de turnos

5. La lucha por la jornada normal de trabajo. Leyes haciendo obligatoria la prolongación de la jornada de trabajo, desde mediados del siglo XIV hasta fines del siglo VII

6. Lucha por la jornada normal de trabajo. Restricción legal del tiempo de trabajo. La legislación fabril inglesa de 1833 a 1864

7. Lucha por la jornada normal de trabajo. Repercusiones de la legislación fabril inglesa en otros países.

Notas al pie del capítulo VIII

CAPÍTULO IX: CUOTA Y MASA DE PLUSVALIA

Notas al pie del capítulo IX

PARTE 4 - La producción de la plusvalía relativa

CAPÍTULO X: CONCEPTO DE LA PLUSVALIA RELATIVA

Notas al pie del capítulo X

CAPÍTULO XI: COOPERACIÓN

Notas al pie del capítulo XI

CAPÍTULO XII: DIVISIÓN DEL TRABAJO Y MANUFACTURA

1. Doble origen de la manufactura

2. El obrero parcial, y su herramienta

3. Las dos formas fundamentales de la manufactura: manufactura heterogénea y manufactura orgánica

4. División del trabajo dentro de la manufactura y división del trabajo dentro de la sociedad

5. Carácter capitalista de la manufactura

Notas al pie capítulo XII

CAPÍTULO XIII: MAQUINARIA Y GRAN INDUSTRIA

1. Desarrollo histórico de las máquinas

2. Transferencia de valor de la maquinaria al producto

3. Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero

4. La fábrica

5. Lucha entre el obrero y la máquina

6. La teoría de la compensación, aplicada a los obreros desplazados por las máquinas

7. Repulsión y atracción de obreros por el desarrollo de la maquinización. Crisis de la industria algodonera

8. Cómo la gran industria revoluciona la manufactura, los oficios manuales y el trabajo doméstico

9. Legislación fabril. (Cláusulas sanitarias y educativas.)

10. La gran industria y la agricultura

Notas al pie del capítulo XIII. (1 a 100)

Notas al pie del capítulo XIII. (101 a 241)

PARTE 5 - La producción de la plusvalía absoluta y relativa

CAPÍTULO XIV: PLUSVALÍA ABSOLUTA Y RELATIVA

Notas al pie del Capítulo XIV

CAPÍTULO XV: CAMBIO DE MAGNITUDES DEL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO Y DE LA PLUSVALÍA

1. Magnitud de la jornada de trabajo e intensidad de éste, constantes (dadas); fuerza productiva de trabajo, variable

2. Jornada de trabajo, constante; fuerza productiva del trabajo, constante; intensidad del trabajo, variable

3. Fuerza productiva e intensidad del trabajo, constantes; jornada de trabajo, variable

4. Variaciones simultáneas en punto a la duración, fuerza productiva e Intensidad del trabajo

Notas al pie del capítulo XV

CAPÍTULO XVI: DIVERSAS FÓRMULAS PARA EXPRESAR LA CUOTA DE PLUSVALÍA

Notas al pie del capítulo XVI

PARTE 6 - El salario

CAPÍTULO XVII: COMO EL VALOR 0 PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO SE CONVIERTE EN SALARIO

Notas al pie del capítulo XVII

CAPÍTULO XVIII: EL SALARIO POR TIEMPO

Notas al pie del capítulo XVIII

CAPÍTULO XIX: EL SALARIO POR PIEZAS

Notas al pie del capítulo XIX.

CAPÍTULO XX: DIFERENCIAS NACIONALES EN LOS SALARIOS

Notas al pie del capítulo XX

PARTE 7 - El proceso de acumulacion del capital

CAPITULO XXI: REPRODUCCION SIMPLE

Notas al pie del capítulo XXI

CAPÍTULO XXII: CONVERSION DE LA PLUSVALÍA EN CAPITAL

1. Proceso capitalista de producción sobre una escala ampliado. Trueque de las leyes de propiedad de la producción de mercancías en leyes de apropiación capitalista.

2. Falsa concepción de la reproducción en escala ampliada, por parte de la economía política.

3. División de la plusvalía en capital y renta.

4. Circunstancias que contribuyen a determinar el volumen de la acumulación, independientemente del reparto proporcional de la plusvalía en capital y renta: grado de explotación de la fuerza de trabajo, intensidad productiva del trabajo, diferencia p

5. El llamado fondo de trabajo

Notas al pie de capítulo XXII

CAPÍTULO XXIII: LA LEY GENERAL DE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA

1. Aumento de la demanda de fuerza de trabajo, con la acumulación, si permanece invariable la composición del capital

2. Disminución relativa del capital variable conforme progresa la acumulación y la concentración del capital

3. Producción progresiva de una superpoblación relativa o ejército industrial de reserva

4. Diversas modalidades de la superpoblación relativa. La ley general de la acumulación capitalista

5.1 Ilustración de la ley general de la acumulación capitalista

5.2 Ilustración de la ley general de la acumulación capitalista

Notas al pie del capítulo XXIII

CAPÍTULO XXIV: LA LLAMADA ACUMULACION ORIGINARIA

1. El secreto de la acumulación originaria

2. Cómo fue expropiada de la tierra la población rural

3. Leyes persiguiendo a sangre y fuego a los expropiados, a partir del siglo XV. Leyes reduciendo el salario

4. Génesis del arrendatario capitalista

5. Cómo repercute la revolución agrícola sobre la industria. Formación del mercado interior para el capital industrial

6. Génesis del capitalista industrial

7. Tendencia histórica de la acumulación capitalista

Notas al pie del capítulo XXIV

CAPÍTULO XXV: LA MODERNA TEORÍA DE LA COLONIZACIÓN1

Notas al pie del Capítulo XXV

EL CAPITAL (LIBRO PRIMERO): EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DEL CAPITAL

Karl Marx

PRÓLOGO DE MARX A LA PRIMERA EDICIÓN

La obra cuyo primer volumen entrego al público constituye la continuación de mi libro Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859. El largo intervalo que separa el comienzo de esta obra y su continuación fue debido a una larga enfermedad que vino a interrumpir continuamente mi labor.

En el capítulo primero del presente volumen se resume el contenido de aquella obra. Y no simplemente por razones de hilación e integridad. La exposición de los problemas ha sido mejorada. Aquí aparecen desarrollados, en la medida en que lo consentía la materia, muchos puntos que allí no hacían más que esbozarse; en cambio, algunas de las cosas que allí se desarrollaban por extenso han quedado reducidas aquí a un simple esquema. Se han suprimido en su totalidad, naturalmente, los capítulos sobre la historia de la teoría del valor y del dinero. Sin embargo, el lector de aquella obra encontrará citadas en las notas que acompañan al primer capítulo nuevas fuentes sobre la historia de dicha teoría.

Aquello de que los primeros pasos son siempre difíciles, vale para todas las ciencias. Por eso el capítulo primero, sobre todo en la parte que trata del análisis de la mercancía, será para el lector el de más difícil comprensión. He procurado exponer con la mayor claridad posible lo que se refiere al análisis de la sustancia y magnitud del valor.1 La forma del valor, que cobra cuerpo definitivo en la forma dinero, no puede ser más sencilla y llana. Y sin embargo, el espíritu del hombre se ha pasado más de dos mil años forcejeando en vano por explicársela, a pesar de haber conseguido, por lo menos de un modo aproximado, analizar formas mucho más complicadas y preñadas de contenido. ¿Por qué? Porque es más fácil estudiar el organismo desarrollado que la simple célula. En el análisis de las formas económicas de nada sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que disponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción. La forma de mercancía que adopta el producto del trabajo o la forma de valor que reviste la mercancía es la célula económica de la sociedad burguesa. Al profano le parece que su análisis se pierde en un laberinto de sutilezas. Y son en efecto sutilezas; las mismas que nos depara, por ejemplo, la anatomía micrológica.

Prescindiendo del capítulo sobre la forma del valor, no se podrá decir, por tanto, que este libro resulte difícil de entender. Me refiero, naturalmente, a lectores deseosos de aprender algo nuevo y, por consiguiente, de pensar por su cuenta.

El físico observa los procesos naturales allí donde éstos se presentan en la forma más ostensible y menos velados por influencias perturbadoras, o procura realizar, en lo posible, sus experimentos en condiciones que garanticen el desarrollo del proceso investigado en toda su pureza. En la presente obra nos proponemos investigar el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él corresponden. El hogar clásico de este régimen es, hasta ahora, Inglaterra. Por eso tomamos a este país como principal ejemplo de nuestras investigaciones teóricas. Pero el lector alemán no debe alzarse farisaicamente de hombros ante la situación de los obreros industriales y agrícolas ingleses, ni tranquilizarse optimistamente, pensando que en Alemania las cosas no están tan mal, ni mucho menos. Por si acaso, bueno será que le advirtamos: de te fabula narratur! (I)

Lo que de por si nos interesa, aquí, no es precisamente el grado más o menos alto de desarrollo de las contradicciones sociales que brotan de las leyes naturales de la producción capitalista. Nos interesan más bien estas leyes de por sí, estas tendencias, que actúan y se imponen con férrea necesidad. Los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos progresivos el espejo de su propio porvenir.

Pero dejemos esto a un lado. Allí donde en nuestro país la producción capitalista se halla ya plenamente aclimatada, por ejemplo en las verdaderas fábricas, la realidad alemana es mucho peor todavía que la inglesa, pues falta el contrapeso de las leyes fabriles. En todos los demás campos, nuestro país, como el resto del occidente de la Europa continental, no sólo padece los males que entraña el desarrollo de la producción capitalista, sino también los que suponen su falta de desarrollo. Junto a las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, fruto de la supervivencia de tipos de producción antiquísimos y ya caducos, con todo su séquito de relaciones políticas y sociales anacrónicas. No sólo nos atormentan los vivos, sino también los muertos. Le mort saisit le vif! (II)

Comparada con la inglesa, la estadística social de Alemania y de los demás países del occidente de la Europa continental es verdaderamente pobre. Pero, con todo, descorre el velo lo suficiente para permitirnos atisbar la cabeza de Medusa que detrás de ella se esconde.

Y si nuestros gobiernos y parlamentos instituyesen periódicamente, como se hace en Inglaterra, comisiones de investigación para estudiar las condiciones económicas, si estas comisiones se lanzasen a la búsqueda de la verdad pertrechadas con la misma plenitud de poderes de que gozan en Inglaterra, y si el desempeño de esta tarea corriese a cargo de hombres tan peritos, imparciales e intransigentes como los inspectores de fábricas de aquel país, los inspectores médicos que tienen a su cargo la redacción de los informes sobre "Public Health" (sanidad pública), los comisarios ingleses encargados de investigar la explotación de la mujer y del niño, el estado de la vivienda y la alimentación, etc., nos aterraríamos ante nuestra propia realidad. Perseo se envolvía en un manto de niebla para perseguir a los monstruos. Nosotros nos tapamos con nuestro embozo de niebla los oídos y los ojos para no ver ni oír las monstruosidades y poder negarlas.

Pero no nos engañemos. Del mismo modo que la guerra de independencia de los Estados Unidos en el siglo XVIII fue la gran campanada que hizo erguirse a la clase media de Europa, la guerra norteamericana de Secesión es, en el siglo XIX, el toque de rebato que pone en pie a la clase obrera europea. En Inglaterra, este proceso revolucionario se toca con las manos. Cuando alcance cierto nivel, repercutirá por fuerza sobre el continente. Y, al llegar aquí, revestirá formas más brutales o más humanas, según el grado de desarrollo logrado en cada país por la propia clase obrera. Por eso, aun haciendo caso omiso de otros motivos más nobles, el interés puramente egoísta aconseja a las clases hoy dominantes suprimir todas las trabas legales que se oponen al progreso de la clase obrera. Esa es, entre otras, la razón de que en este volumen se dedique tanto espacio a exponer la historia, el contenido y los resultados de la legislación fabril inglesa. Las naciones pueden y deben escarmentar en cabeza ajena. Aunque una sociedad haya encontrado el rastro de la ley natural con arreglo a la cual se mueve –y la finalidad última de esta obra es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna– jamás podrá saltar ni descartar por decreto las fases naturales de su desarrollo. Podrá únicamente acortar y mitigar los dolores del parto.

Un par de palabras para evitar posibles equívocos. En esta obra, las figuras del capitalista y del terrateniente no aparecen pintadas, ni mucho menos, de color de rosa. Pero adviértase que aquí sólo nos referimos a las personas en cuanto personificación de categorías económicas, como representantes de determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad como un proceso histórico–natural, no puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas.

En economía política, la libre investigación científica tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano: las furias del interés privado. La venerable Iglesia anglicana, por ejemplo, perdona de mejor grado que se nieguen 38 de sus 39 artículos de fe que el que se la prive de un 1/39 de sus ingresos pecuniarios. Hoy día, el ateísmo es un pecado venial en comparación con el crimen que supone la pretensión de criticar el régimen de propiedad consagrado por el tiempo. Y, sin embargo, es innegable que también en esto se han hecho progresos. Basta consultar, por ejemplo, el Libro azul publicado hace pocas semanas y titulado Correspondence withHer Majesty's Missions Abroad, Regarding Industrial Questions and Trades Unions. En este libro, los representantes de la Corona inglesa en el los Estados Unidos de América, declaraba al mismo tiempo, en una serie de asambleas, que una vez abolida la esclavitud, se ponía a la orden del día la transformación del régimen del capital y de la propiedad del suelo. Son los signos de los tiempos, y es inútil querer ocultarlos bajo mantos de púrpura o hábitos negros. No indican que mañana vayan a ocurrir milagros. Pero demuestran cómo hasta las clases gobernantes empiezan a darse cuenta vagamente de que la sociedad actual no es algo pétreo e inconmovible, sino un organismo susceptible de cambios y sujeto a un proceso constante de transformación.

El tomo segundo de esta obra tratará del proceso de circulación del capital (libro II) y de las modalidades del proceso visto en conjunto (libro III); en el volumen tercero y último (libro IV) se expondrá la historia de la teoría.2

Acogeré con los brazos abiertos todos los juicios de la crítica científica. En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que jamás he hecho concesiones, seguiré ateniéndome al lema del gran florentino:

Segui il tuo corso, e lascia dir le genti! (III)

Londres, 25 de julio de 1867.

CARLOS MARX

PARTE 1 - Mercancía y dinero

CAPÍTULO I: LA MERCANCÍA

1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia y magnitud del valor)

La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un "inmenso arsenal de mercan cías"1 y la mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investiga­ción arranca del análisis de la mercancía.

La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos. 2 Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción.

Todo objeto útil, el hierro, el papel, etc., puede considerarse desde dos puntos de vista: atendiendo a su calidad o a su cantidad. Cada objeto de éstos representa un conjunto de las más diversas propiedades y puede emplearse, por tanto, en los más diversos aspectos. El descubrimiento de estos diversos aspectos y, por tanto, de las diferentes modalidades de uso de las cosas, constituye un hecho histórico. 3 Otro tanto acontece con la invención de las medidassociales para expresar la cantidad de los objetos útiles. Unas veces, la diver­sidad que se advierte en las medidas de las mercancías responde a la diversa naturaleza de los objetos que se trata de medir; otras veces. es fruto de la convención.

La utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso.4 Pero esta utilidad de los objetos no flota en el aire. Es algo que está condicio­nado por las cualidades materiales de la mercancía y que no puede existir sin ellas. Lo que constituye un valor de uso o un bien es, por tanto, la materialidad de la mercancía misma, el hierro, el trigo, el diamante, etc. Y este carácter de la mercancía no depende de que la apropiación de sus cualidades útiles cueste al hombre mucho o poco trabajo. Al apreciar un valor de uso, se le supone siempre concretado en una cantidad, v. gr. una docena de relojes, una vara de lienzo, una tonelada de hierro, etc. Los valores de uso suministran los materiales para una disciplina especial: la del conocimiento pericial de las mer­ cancías.5 El valor de uso sólo toma cuerpo en el uso o consumo de los objetos. Los valores de uso forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la forma social de ésta. En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar, los valores de uso son, además, el soporte material del valor de cambio.

A primera vista, el valor de cambio aparece como la relación cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra, 6 relación que varía constantemente con los lugares y los tiempos. Parece, pues, como si el valor de cambio fuese algo puramente casual y relativo, como sí, por tanto, fuese una contradictioin adjecto(5) la existencia de un valor de cambio interno, inmanente a la mercancía (valeurintrinseque).7 Pero, observemos la cosa más de cerca.

Una determinada mercancía, un quarter de trigo por ejemplo, se cambia en las más diversas proporciones por otras mercancías v. gr.: por x betún, por y seda, por z oro, etc. Pero, como x betún, y seda, z oro, etc. representan el valor de cambio de un quarter de trigo, x betún, y seda, z oro, etc. tienen que ser necesariamente valores de cambio permutables los unos por los otros o iguales entre sí. De donde se sigue: primero, que los diversos valores de cambio de la misma mercancía expresan todos ellos algo igual; segundo, que el valor de cambio no es ni puede ser más que la expresi6n de un contenido dife­ renciable de él, su “forma de manifestarse”.

Tomemos ahora dos mercancías, por ejemplo trigo y hierro. Cualquiera que sea la proporción en que se cambien, cabrá siempre representarla por una igualdad en que una determinada cantidad de trigo equivalga a una cantidad cualquiera de hierro, v. gr.: 1 quarter de trigo = x quintales de hierro. ¿Qué nos dice esta igualdad? Que en los dos objetos distintos, o sea, en 1 quarter(7) de trigo y en x quintales de hierro, se contiene un algo común de magnitud igual. Ambas cosas son, por tanto, iguales a una tercera, que no es de suyo ni la una ni la otra. Cada una de ellas debe, por consiguiente, en cuanto valor de cambio, poder reducirse a este tercer término.

Un sencillo ejemplo geométrico nos aclarará esto. Para determinar y comparar las áreas de dos polígonos hay que convertirlas previa­mente en triángulos. Luego, los triángulos se reducen, a su vez, a una expresión completamente distinta de su figura visible: la mitad del producto de su base por su altura. Exactamente lo mismo ocurre con los valores de cambio de las mercancías: hay que reducirlos necesariamente a un algo común respecto al cual representen un más o un menos.

Este algo común no puede consistir en una propiedad geométrica, física o química, ni en ninguna otra propiedad natural de las mer­cancías. Las propiedades materiales de las cosas sólo interesan cuando las consideremos como objetos útiles, es decir, como valores de uso. Además, lo que caracteriza visiblemente la relación de cambio de las mercancías es precisamente el hecho de hacer abstracción de sus valores de uso respectivos. Dentro de ella, un valor de uso, siempre y cuando que se presente en la proporción adecuada, vale exactamente lo mismo que otro cualquiera. Ya lo dice el viejo Barbon: "Una clase de mer­cancías vale tanto como otra, siempre que su valor de cambio sea igual. Entre objetos cuyo valor de cambio es idéntico, no existe dis­paridad ni posibilidad de distinguir." 8 Como valores de uso, las mercancías representan, ante todo, cualidades distintas; como valores de cambio, sólo se distinguen por la cantidad: no encierran, por tanto, ni un átomo de valor de uso.

Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías éstas sólo conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo.

Pero no productos de un trabajo real y concreto. Al prescindir de su valor de uso, prescindimos también de los elementos materiales y de las formas que los convierten en tal valor de uso. Dejarán de ser una mesa, una casa, una madeja de hilo o un objeto útil cualquiera. Todas sus propiedades materiales se habrán evaporado. Dejarán de ser también productos del trabajo del ebanista, del carpintero, del tejedor o de otro trabajo productivo concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del trabajo, desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y desaparecerán también, por tanto, las diversas formas concretas de estos trabajos, que dejarán de dis­tinguirse unos de otros para reducirse todos ellos al mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto.

¿Cuál es el residuo de los productos así considerados? Es la misma materialidad espectral, un simple coágulo de trabajo humano indis­ tinto, es decir, de empleo de fuerza humana de trabajo, sin atender para nada a la forma en que esta fuerza se emplee. Estos objetos sólo nos dicen que en su producción se ha invertido fuerza humana de trabajo, se ha acumulado trabajo humano. Pues bien, considerados como cristalización de esta sustancia social común a todos ellos, estos objetos son valores, valores–mercancías.

Fijémonos ahora en la relación de cambio de las mercancías. Pa­rece como sí el valor de cambio en sí fuese algo totalmente indepen­diente de sus valores de uso. Y en efecto, prescindiendo real y verda­deramente del valor de uso de los productos del trabajo, obtendremos el valor tal y como acabamos de definirlo. Aquel algo común que toma cuerpo en la relación de cambio o valor de cambio de la mer­ cancía es, por tanto, su valor. En el curso de nuestra investigación volveremos de nuevo al valor de cambio, como expresión necesaria o forma obligada de manifestarse el valor, que por ahora estudiaremos independientemente de esta forma.

Por tanto, un valor de uso, un bien, sólo encierra un valor por ser encarnación o materialización del trabajo humano abstracto. ¿Cómo se mide la magnitud de este valor? Por la cantidad de “sus­ tancia creadora de valor”, es decir, de trabajo, que encierra. Y, a su vez, la cantidad de trabajo que encierra se mide por el tiempode su duración, y el tiempo de trabajo, tiene, finalmente, su unidad de medida en las distintas fracciones de tiempo: horas, días, etc.

Se dirá que si el valor de una mercancía se determina por la can­tidad de trabajo invertida en su producción, las mercancías encerrarán tanto más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo tarde en pro­ ducirlas. Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los valores es trabajo humano igual, inversión de la misma fuerza humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos efectos una inmensa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un sinnúmero de fuerzas de trabajo individuales. Cada una de estas fuerzas es una fuerza humana de trabajo equivalente a las demás , siempre y cuando que presente el carácter de una fuerza media de trabajo social y dé, además, el rendimiento que a esa fuerza media de trabajo social corresponde; o lo que es lo mismo, siempre y cuando que para producir una mercancía no consuma más que el tiempo de trabajo que representa la media necesaria, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario. Tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad. Así, por ejemplo, después d e introducirse en Inglaterra el telar de vapor, el volumen de trabajo necesario para convertir en tela una determinada cantidad de hilado, seguramente quedaría reducido a la mitad. El tejedor manual inglés seguía invirtiendo en esta operación, natural­mente, el mismo tiempo de trabajo que antes, pero ahora el producto de su trabajo individual sólo representaba ya medía hora de trabajo social, quedando por tanto limitado a la mitad de su valor primitivo.

Por consiguiente, lo que determina la magnitud de valor de un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente necesaria,o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción9. Para estos efectos, cada mercancía se considera como un ejemplar medio de su especie. 10 Mercancías que encierran cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el mismo tiempode trabajo representan, por tanto, la misma magnitud de valor. El valor de una mercancía es al valor de cualquiera otra lo que el tiempo de trabajo necesario para la producción de la primera es al tiempo de trabajo necesario para la producción de la segunda. "Consideradas como valores, las mercancías no son todas ellas más que determinadas cantidades de tiempo de trabajo cristalizado.”11

La magnitud de valor de una mercancía permanecería, por tanto, constante, invariable, si permaneciese también constante el tiempo de trabajo necesario para su producción. Pero éste cambia al cambiar la capacidad productiva del trabajo. La capacidad productiva del trabajo depende de una serie de factores, entre los cuales se cuentan el grado medio de destreza del obrero, el nivel de progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social del proceso de producción, el volumen y la eficacia de los medios de producción y las condicio­nes naturales. Así, por ejemplo, la misma cantidad de trabajo que en años de buena cosecha arroja 8 bushels (8) de trigo, en años de mala cosecha sólo arroja 4. El rendimiento obtenido en la extracción de metales con la misma cantidad de trabajo variará según que se trate de yacimientos ricos o pobres, etc. Los diamantes son raros en la corteza de la tierra; por eso su extracción supone, por término medio, mucho tiempo de trabajo, y ésta es la razón de que representen, en dimensiones pequeñísimas, cantidades de trabajo enormes. Jacob duda que el oro se pague nunca por todo su valor. Lo mismo podría decirse, aunque con mayor razón aún, de los diamantes. Según los cálculos de Eschwege, en 1823 la extracción en total de las minas de diamantes de Brasil no alcanzaba, calculada a base de un periodo de ochenta años, el precio representado por el producto medio de las plantaciones brasileñas de azúcar y café durante año y medio, a pesar de suponer mucho más trabajo y, por tanto, mucho más valor. En minas más ricas, la misma cantidad de trabajo representa­ría más diamantes, con lo cual estos objetos bajarían de valor. Y sí el hombre llegase a conseguir transformar el carbón en diamante con poco trabajo, el valor de los diamantes descendería por debajo del de los ladrillos. Dicho en términos generales: cuanto mayor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto más corto será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un articulo, tanto menor la cantidad de trabajo cristalizada en él y tanto más reducido su valor. Y por el contrario, cuanto menor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto mayor será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un artículo y tanto más grande el valor de éste. Por tanto, la magnitud del valor de una mercancía cambia en razón directa a la cantidad y en razón inversa a la capacidad productiva del trabajo que en ella se invierte.

Un objeto puede ser valor de uso sin ser valor. Así acontece cuando la utilidad que ese objeto encierra para el hombre no se debe al trabajo. Es el caso del aire, de la tierra virgen, de las praderas naturales, de los bosques silvestres, etc. Y puede, asimismo, un objeto ser útil y producto del trabajo humano sin ser mercancía.. Los productos del trabajo destinados a satisfacer las necesidades per­sonales de quien los crea son, indudablemente, valores de uso, pero no mercancías. Para producir mercancías, no basta producir valores de uso, sino que es menester producir valores de uso para otros, valores de uso sociales. (Y no sólo para otros, pura y simplemente. El labriego de la Edad Medía producía el trigo del tributo para el señor feudal y el trigo del diezmo para el cura; y, sin embargo, a pesar de producirlo para otros, ni el trigo del tributo ni el trigo del diezmo eran mercancías. Para ser mercancía, el producto ha de pasar a manos de otro, del que lo consume, por medio de un acto de cambio.)12 Finalmente, ningún objeto puede ser un valor sin ser a la vez objeto útil. Si es inútil, lo será también el trabajo que éste encierra; no contará como trabajo ni representará, por tanto, un valor.