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Durante el famoso baile de la Victoria, al que todo Londres asiste disfrazado, el vizconde de Cronshaw aparece apuñalado y su novia, Coco, muerta por una sobredosis de cocaína, al día siguiente. Uno de los casos más peculiares que el gran detective Hércules Poirot y su compañero Hastings resolverán ingeniosamente.
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Seitenzahl: 24
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Lo que impulsó a mi amigo Hércules Poirot, ex jefe de las fuerzas belgas, a ocuparse de la resolución del caso Styles fue pura casualidad. Su éxito le trajo notoriedad y decidió dedicarse a solucionar los problemas que plantean diversos crímenes. Habiendo sido herido en el Somme y dado de baja del ejército, finalmente me alojé en su casa de Londres. Y como conozco de primera mano la mayoría de sus casos, se me ha sugerido seleccionar unos cuantos y darlos a conocer. Creo que no puedo hacer nada mejor que empezar por el más enmarañado, el que más intrigó en su época al gran público. Me refiero al llamado caso del baile de la Victoria.
Aunque no es, como algunos de sus casos más oscuros, el que mejor demuestra los peculiares métodos de Poirot, las características sensacionalistas de éste, los famosos involucrados y la tremenda difusión que le dio la prensa, lo llevaron a destacarse como un asunto emblemático. Por otro lado, hace tiempo estoy convencido de que debo dar a conocer al mundo el rol que jugó Poirot en la resolución de este caso.
Era una hermosa mañana de primavera y yo estaba sentado en las habitaciones del detective. Mi amigo, pulcro y atildado como siempre, se aplicaba delicadamente un nuevo cosmético en el bigote. Una característica de su personalidad es cierta vanidad inofensiva, que marida muy bien con su amor por el orden y por el método en general. El Daily Newsmonger que estaba leyendo, se había caído al suelo y yo estaba sumido en sombrías reflexiones, cuando la voz de mi amigo me sacudió.
—¿En qué piensa, mon ami?
—En el asunto ese del baile —respondí—. ¡Es espantoso! Todos los periódicos hablan de él— agregué dando un golpecito en la hoja que aún tenía en la mano.
—¿Sí?
Continué entusiasmado:
—¡Cuanto más leo, más misterioso parece! ¿Quién mató a lord Cronshaw? La muerte de Coco Courtenay, aquella misma noche, ¿fue pura coincidencia? ¿Fue accidental? ¿Tomó deliberadamente una sobredosis de cocaína? ¿Cómo averiguarlo? —y, tras una pausa dramática, añadí—: Éstas son las preguntas que me hago.
Pero me sentí decepcionado porque Poirot no demostró el menor interés, no me hizo caso, solo se miró al espejo y murmuró:
—¡Decididamente esta nueva pomada es una maravilla! —me sorprendió que luego se apresurara a decir—: Bien, ¿y qué responde?
Pero antes de que pudiera contestar se abrió la puerta y nuestra casera anunció al inspector Japp, un antiguo amigo que fue recibido con gran entusiasmo.
—¡Ah! ¡Pero si es el buen Japp! —exclamó Poirot—. ¿Qué lo trae por aquí?
—Monsieur Poirot —respondió Japp mientras se sentaba y me dirigía una inclinación de cabeza—. Me han encargado un caso digno de sus habilidades y vengo a ver si puede darme una mano.
Poirot tenía buena opinión de las cualidades del inspector, aunque deploraba su lamentable falta de método; por mi parte, consideraba que el talento de dicho señor consistía sobre todo en el arte sutil de solicitar favores bajo pretexto de devolverlos.