El diablo de la botella - Robert Louis Stevenson - E-Book

El diablo de la botella E-Book

Robert Louis Stevenson

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Beschreibung

"El diablo de la botella" es un cuento corto del escritor escocés Robert Louis Stevenson publicado en 1891 por el diario New York Herald.

Un día Keawe, nativo de Hawai, decide conocer otras tierras y se embarca en un buque que se dirige a San Francisco, donde se queda fascinado al ver una casa preciosa, cuyo dueño, en cambio, parece triste y solo. Keawe se pregunta cómo el dueño de una casa tan hermosa puede ser tan infeliz. Tras enseñarle su mansión, el anciano le muestra una botella de vidrio blanco en cuyo interior se pueden ver los colores cambiantes del arco iris, además de un diablillo. Este diablillo le concedería cualquier deseo, excepto alargarle la vida. Pero poseer la botella tiene sus consecuencias: si el dueño de la botella muere sin haberla vendido antes se abrasará en las llamas del infierno. Además para vender la botella hay que cumplir también unos requisitos: venderla a un precio menor del que se había comprado, cobrar el dinero en efectivo y con el libre consentimiento del comprador.
 

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Tabla de contenidos

EL DIABLO DE LA BOTELLA

El diablo de la botella

EL DIABLO DE LA BOTELLA

Robert Louis Stevenson

El diablo de la botella

HABÍA un hombre en la isla de Hawaii al que llamaré Keawe; porque la verdad es que aún vive y que su nombre debe permanecer secreto; pero su lugar de nacimiento no estaba lejos de Honaunau, donde los huesos de Keawe el Grande yacen escondidos en una cueva. Este hombre era pobre, valiente y activo; leía y escribía tan bien como un maestro de escuela; además era un marinero de primera clase que había trabajado durante algún tiempo en los vapores de la isla y pilotado un ballenero en la costa de Hamakua. Finalmente, a Keawe se le ocurrió que le gustaría ver el gran mundo y las ciudades extranjeras y se embarcó con rumbo a San Francisco.

San Francisco es una hermosa ciudad, con un excelente puerto y muchas personas adineradas; y, más en concreto, existe en esa ciudad una colina que está cubierta de palacios. Un día, Keawe se paseaba por esta colina con mucho dinero en el bolsillo, contemplando con evidente placer las elegantes casas que se alzaban a ambos lados de la calle. «¡Qué casas tan buenas!», iba pensando, «y ¡qué felices deben de ser las personas que viven en ellas, que no necesitan preocuparse del mañana!». Seguía aún reflexionando sobre esto cuando llegó a la altura de una casa más pequeña que algunas de las otras, pero muy bien acabada y tan bonita como un juguete; los escalones de la entrada brillaban como plata, los bordes del jardín florecían como guirnaldas y las ventanas resplandecían como diamantes. Keawe se detuvo, maravillándose de la excelencia de todo. Al pararse, se dio cuenta de que un hombre le estaba mirando a través de una ventana tan transparente que Keawe lo veía como se ve a un pez en una cala junto a los arrecifes. Era un hombre maduro, calvo y de barba negra; su rostro tenía una expresión pesarosa y suspiraba amargamente. Lo cierto es que mientras Keawe contemplaba al hombre y el hombre observaba a Keawe, cada uno de ellos envidiaba al otro.

De repente, el hombre sonrió moviendo la cabeza, hizo un gesto a Keawe para que entrara y se reunió con él en la puerta de la casa.

–Es muy hermosa esta casa mía –dijo el hombre, suspirando amargamente–. ¿No le gustaría ver las habitaciones?

Y así fue como Keawe recorrió con él la casa, desde el sótano hasta el tejado; todo lo que había en ella era perfecto en su estilo y Keawe manifestó su gran admiración.

–Esta casa –dijo Keawe– es en verdad muy hermosa; si yo viviera en otra parecida, me pasaría el día riendo. ¿Cómo es posible, entonces, que no haga usted más que suspirar?

–No hay ninguna razón –dijo el hombre–, para que no tenga una casa en todo semejante a ésta, y aún más hermosa, si así lo desea. Posee usted algún dinero, ¿no es cierto?

–Tengo cincuenta dólares –dijo Keawe–, pero una casa como ésta costará más de cincuenta dólares.

El hombre hizo un cálculo.

–Siento que no tenga más –dijo–, porque eso podría causarle problemas en el futuro, pero será suya por cincuenta dólares.