El evangelio de Lucas - Dr. Brian J. Bailey - E-Book

El evangelio de Lucas E-Book

Dr. Brian J. Bailey

0,0
5,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Lucas, el médico, escribió uno de los relatos más detallados y vívidos de la vida de Cristo. El comentario sobre El evangelio de Lucas del Dr. Bailey es presentado con la intención de que usted  pueda llegar a conocer al Hijo del hombre en una forma más íntima, y que llegue a apreciar la vida de devoción de este hombre que es el más querido de todos los médicos.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



El evangelio de Lucas

Dr. Brian J. Bailey

Título original:

“The Gospel of Luke”

Copyright © 1999 por Brian J. Bailey

Versión 1.2 en inglés, revisada en mayo 2017.

Título en español: El Evangelio de Lucas

Versión 1.1 en español, revisada en septiembre 2020.

Publicado por Zion Christian Publishers.

Libro de texto de Zion Christian University.

Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.

A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia, versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.

Traducción: Paula Alejandra De Monte

Editor de la versión española: Raimundo J. Ericson

Edición en español impresa en febrero 2006.

Publicado en formato e-book en septiembre 2020

En los Estados Unidos de América.

ISBN versión electrónica (E-book)  1-59665-648-4

Para obtener más información comuníquese a:

Zion Christian Publishers

Un ministerio de Zion Fellowship, Inc

P.O. Box 70

Waverly, NY 14892

Tel: (607) 565-2801

Llamada sin costo: 1-877-768-7466

Fax: (607) 565-3329

www.zcpublishers.com

www.zionfellowship.org

Prefacio

Cuando pienso en mi propósito al escribir este comentario del Evangelio de Lucas, descubro que sólo puedo repetir los mismos motivos que nos dio el autor en su introducción. Él se propuso contar “la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas”. Cuando el autor del Evangelio declaró que había “investigado con diligencia todas las cosas desde su origen” (Lc. 1:3), me apresuro a añadir que yo nunca haría tal afirmación, sino que lo único que pretendo hacer es agregar otra perspectiva.

Este maravilloso tercer Evangelio fue escrito por Lucas, un hombre al cual Pablo calificó cariñosamente de “médico amado” en Colosenses 4:14. Por ser Lucas un médico lleno del Espíritu y un apóstol de Dios, su Evangelio describe la naturaleza humana de Dios más que cualquiera de los otros autores del Nuevo Testamento.

En Ezequiel se mencionan los cuatro lados de la naturaleza de Dios. En una visión celestial, Ezequiel vio las cuatro caras de los seres vivientes que rodean el trono de Dios

(Ez. 1:10). Estas cuatro caras describen los cuatro aspectos de la personalidad de Dios que se revelan en los cuatro Evangelios. Ezequiel vio la cara de un león, la cara de un buey, la cara de un águila y la cara de un hombre. El Evangelio de Lucas cumple con el aspecto de la vida de Cristo descrito por la cara de un hombre. De hecho, Ezequiel mismo es un tipo de Cristo debido a que se le llama hijo de hombre más de setenta veces en su libro. Consideremos los cuatro aspectos de la naturaleza de Dios en los cuatro Evangelios:

Según la tradición, Lucas era oriundo de Antioquía de Siria. Era una persona que servía al Señor sin distracciones y sin culpas, ya que no tenía esposa ni hijos. A la edad de ochenta y cuatro años, murió mientras dormía, lleno del Espíritu Santo en Beocia, en el centro-oeste de Grecia.

Según Ernest Renan, erudito y filósofo francés, el Evangelio de Lucas ha sido descrito como el libro más hermoso que se haya escrito. Lucas tiene bien ganado un lugar prominente entre los historiadores del mundo. Cuando uno lee este Evangelio, no puede dejar de apreciar la belleza de la personalidad de Lucas, porque es la personalidad de un hombre cuya naturaleza cariñosa e incomparable adornará los portales celestiales para toda la eternidad.

Lucas es un cronista por excelencia. Tanto en este Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, registra acontecimientos en forma minuciosa. Hasta donde sabemos, Lucas nunca vio ni conoció a Jesús mientras estuvo en la tierra. Por lo tanto, Lucas seguramente obtuvo el material necesario para sus escritos de los relatos de testigos oculares como Pedro, Jacobo, Juan y Marcos, así como de otros cristianos que habían escrito acerca de aquellos sorprendentes días de Cristo sobre la tierra. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Lucas preparó este bendito registro de lo que el pueblo de Dios de la época del Nuevo Testamento realmente creía.

A Lucas se le ha llamado “el himnólogo de la Iglesia” debido a que en su Evangelio se registran el Ave María (1:28-31), elMagníficat (1:46-55), el Benedictus (1:68-79), el Gloria in excelsis (2:14) y el Nunc dimittis (2:29-32).

El Evangelio de Lucas es el que contiene más alegría y júbilo, alabanzas a Dios, risa (6:21) y espíritu festivo (15:23, 32). Sin duda, Lucas era un hombre lleno del gozo del Señor, una persona que obviamente estaba ungida con el óleo de alegría, más que sus compañeros (comp. Sal. 45:7).

En ocasiones, fue compañero de viaje de Pablo, quien escribió: “Regocijaos, otra vez digo: regocijaos” (Fil. 4:4). La alegría es contagiosa y no cabe duda de que el haber estado cerca de estos dos apóstoles hubiera levantado el ánimo de cualquier persona. Pidamos al Señor que nos unja con alegría y nos llene de risa santa.

Y no nos olvidemos de que estos alegres apóstoles fueron dos de los gigantes intelectuales y escritores más prolíficos de todos los tiempos. Ellos sabían lo que quiso decir Nehemías, el amado gobernador de Jerusalén del siglo V a.C., cuando dijo que “el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Neh. 8:10).

Aunque Lucas nunca puso un pincel sobre un lienzo, sus cuadros descritos con palabras han servido de inspiración, hasta el día de hoy, para magníficas obras de arte. Citamos a modo de ejemplo: Conversión de San Pablo de Miguel Ángel, Liberación de San Pedro de Rafael y el cuadro Dos en el camino a Emaús, exhibida en muchos hogares de la actualidad. En el siglo XIII, Lucas fue llamado patrono de los pintores.

La tradición también nos cuenta que Lucas escribió este Evangelio mientras se encontraba en Grecia, bastante antes del año 70 d.C. Lo más probable es que haya sido escrito en el año 60 d.C., antes del libro de Hechos (Hch. 1:1). El Evangelio de Lucas está dirigido a la sociedad griega. Mateo fue escrito para la comunidad judía, mientras que Marcos fue escrito principalmente para los romanos.

El Evangelio de Lucas está escrito en un griego exquisito, con la pluma de un médico experimentado que describe con detalles muy precisos los relatos médicos, mientras que los otros escritores de los Evangelios tienden a generalizar cuando mencionan acontecimientos relacionados con personas enfermas y necesitadas. Algunas de las más amadas historias de los Evangelios se encuentran únicamente en el libro de Lucas y están especialmente dedicadas al aspecto humano de nuestro Salvador, así como de la vida en general.

Al ofrecer este comentario, nuestra oración es que el lector llegue a conocer a nuestro Salvador de una manera más íntima en todo lo que hace a Su naturaleza humana y aprecie la vida devota del médico más amado.

Primera parte

Prólogo (1:1-4)

Capítulo 1

Este Evangelio comienza con una afirmación que es digna de un gran historiador. Lucas declara que ha investigado a fondo los hechos y las fuentes para escribir su Evangelio. Sigue un modelo adoptado por el griego Herodoto, quien comienza su tratado histórico con las palabras: “Esta es la investigación de Herodoto”.

Un historiador muy posterior nos dice que antes de comenzar a escribir reunió la información necesaria de labios de hombres instruidos y también de historias escritas por los romanos. En consecuencia: Lucas comienza su relato de la siguiente manera:

1:1-4 - “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido”.

Por la forma en la que Lucas se dirige a Teófilo, el destinatario parece haber sido un funcionario de alto rango del gobierno. Esto daría crédito al hecho de que la fe cristiana también había llegado (ya en la época del Nuevo Testamento) a la gente de la nobleza, aunque “no a muchos”, como el apóstol Pablo nos informa en 1 Corintios 1:26. Sin embargo, “gran multitud del pueblo le oía de buena gana” (Mr. 12:37). La mayor cantidad de adherentes a la fe cristiana se encuentra entre los pobres.

Es cierto que Lucas tenía a su alcance relatos muy precisos acerca de los acontecimientos que culminaron con el nacimiento de Juan el Bautista y también de nuestro Señor Jesucristo. En algunos casos, alguien que no ha sido necesariamente testigo ocular, pero cuenta con material proveniente de diversas fuentes puede escribir con mayor precisión y detalle que alguien que solo cuenta con su propia experiencia como referencia. Naturalmente, todos los escritores sinópticos escribieron bajo la inspiración del Espíritu Santo, pero el Espíritu también hace uso de aquellas cosas que hemos conocido y aprendido.

Recuerdo bien a un joven de India que estudiaba en los Estados Unidos que fue felicitado por una conferencia que dio sobre su país natal. Muchas personas comentaron que seguramente habría viajado mucho a lo largo y a lo ancho del subcontinente. Sin embargo, él respondió que su conocimiento de su país había sido relativamente superficial y se limitaba a la zona en la que había nacido hasta que vino a los Estados Unidos y le pidieron que diera esa conferencia. Obtuvo su conocimiento, según confesó, después de pasar muchas horas estudiando en las bibliotecas locales.

Así era el material con el cual el apóstol Lucas escribió su Evangelio. Se dedicó a acumular documentos y relatos de testigos oculares y de otras personas que habían participado en las cosas acerca de las cuales escribió. De hecho, esta es la forma en la predicamos. Al investigar los escritos y las vivencias de otras personas y agregar nuestro propio conocimiento limitado, damos vida a una imagen en forma de palabras para nuestra audiencia.

Segunda parte

Nacimiento y primeros años de Jesús y Juan el Bautista (1:5–2:52)

1:5 - “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet”. Herodes fue considerado uno de los tiranos más malvados y degenerados que alguna vez se sentó en un trono.

Tanto Zacarías como Elisabet pertenecían a la tribu de Leví. Los levitas eran los sacerdotes del Antiguo Testamento y Aarón fue el primer sumo sacerdote. David dividió más tarde en 24 turnos las tareas de los sacerdotes. Cada turno servía en el templo durante dos semanas y luego los sacerdotes regresaban a su hogar donde, por lo general, se desempeñaban como granjeros.

Zacarías era descendiente de Abías, descendiente de Aarón, y cabeza por herencia del octavo de los 24 turnos (comparar 1 Cr. 24:10). Es importante destacar que el número ocho significa nuevos comienzos. Sin duda el octavo turno prefiguraba un tiempo de nuevos comienzos porque su hijo Juan se convertiría en el mensajero de la era del Nuevo Testamento.

El nombre “Zacarías” significa ‘el Señor recuerda’ (por ejemplo, Su pacto), mientras que el nombre Elisabet puede interpretarse como ‘Dios es fiel a Su juramento’. Así que se nos dan dos datos importantes que nos ayudan a comprender e interpretar este versículo: que Dios está cumpliendo con la promesa hecha a Su pueblo y que es un tiempo de nuevos comienzos.

1:6 - “Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor”. Este es un elogio invalorable de las personalidades de Zacarías y Elisabet. Su espiritualidad es aún más destacada debido al hecho de que vivieron en un tiempo de profunda oscuridad política, moral y espiritual en Israel.

En la actualidad, se tiende a disculpar el comportamiento de una persona señalando que “todo el mundo lo hace”. Recordemos que Dios siempre guarda para Sí un remanente de cada generación que se mantiene sin mancha del mundo, como los siete mil en los días de Elías que no doblaron sus rodillas delante de Baal (comparar 1 R. 19:18; Ro. 11:4). Procuremos ser uno de los “siete mil” de nuestra generación.

1:7 - “Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada”. Con frecuencia en las Escrituras, cuando Dios quería producir un poderoso hombre de fe, la madre que elegía era estéril. Podemos citar como ejemplo a Sara, que dio a luz a Isaac, el hijo de la promesa; a Rebeca, madre de Jacob; a Raquel, madre de José; a Rut, madre de Obed, a Ana, madre de Samuel; a la esposa de Manoa, que dio a luz a Sansón; y a Elisabet, la madre de Juan.

Esta bendición de la fertilidad después de la esterilidad es también un principio espiritual, ya que el profeta Isaías declara: “Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová” (Is. 54:1). Por lo tanto, cuando el Señor tiene la intención de hacer alguna tarea de gracia importante en nuestra vida o en la Iglesia, esta es precedida por un tiempo de gran aridez espiritual. El comprender esta verdad nos ayuda a no caer en la desesperación cuando todo parece árido.

1:8 - “Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase”. Es importante observar que en los momentos en que estamos cumpliendo con la tarea que nos encomendó Dios, cualquiera que sea, a menudo tenemos un encuentro con el Señor. La esposa de un pastor me dijo que ella siempre siente al Señor muy cerca al realizar sus tareas domésticas. Dios se apareció a Moisés mientras cuidaba del ganado (Ex. 3:1-2).

1:9 - “Conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor”. Este era el mismo incienso que Moisés menciona en Éxodo 30:34. Se colocaba en el altar del incienso y contenía: estacte, uña aromática, gálbano aromático e incienso puro. Estas especias hablan acerca de la vida de oración del mismo Señor Jesús. La interpretación sería la siguiente:

1. Estacte (o mirra): se refiere a Su vida de mansedumbre.

2. Uña aromática: representa la entrega de Su vida física y Su fortaleza en la oración, como se vio en Getsemaní, cuando de Su frente cayeron grandes gotas de sangre.

3. Gálbano aromático: simboliza las lágrimas. Hebreos 5:7 dice: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”.

4. Incienso puro: es representativo de la fe que impregnaba Sus oraciones, como leemos en Hebreos 11:6: “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

1:10 - “Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso”. No quiero forzar a este versículo más allá de su intención original, pero existe una verdad muy importante que no debemos descuidar. La Biblia en todo su contenido transmite la idea de que los líderes no pueden llevar a cabo su tarea sin la ayuda de los demás. El apóstol Pablo reconoció esta verdad cuando escribió en 2 Corintios 1:11: “Cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración”. Necesitamos tener un grupo de guerreros de oración que nos rodeen y nos sostengan en todo tiempo; porque nadie vive para sí y nadie es autosuficiente para la tarea a la que es llamado.

1:11 - “Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso”. Cuando oramos, Dios está a nuestro lado. Me gustaría contarles una visión que el Señor me dio, que confío será de bendición para ustedes. Vi al Señor en lo alto, levantado sobre la tierra. Luego vi sobre la tierra a Sus amados orando. Cuando las personas que estaban orando mencionaron Su nombre en la oración, Él descendió y se quedó al lado de ellos (comparar Mt. 18:20).

Cristo está literalmente en medio de nosotros cuando nos reunimos en Su nombre. Esto debe alentarnos. En esta ocasión el Señor envió al arcángel Gabriel, acerca de quien escribiremos más tarde con más detalles.

1:12 - “Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor”. El profeta Daniel reaccionó exactamente de la misma manera cuando vio un ángel (Dn. 10:8-12). No obstante, este no es siempre el efecto que la aparición de un ángel produce en nosotros, dado que la luz de su presencia no siempre es tan grande como lo fue para el profeta Daniel y para Zacarías.

1:13 - “Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan”. Los ángeles son siempre amables y tienen el deseo de calmar nuestros temores y tranquilizarnos, porque en realidad son ministros enviados desde el trono de Dios para cuidar de nosotros, que somos herederos de la salvación (He. 1:14).

Para algunas personas no es claro si esta oración a la que se refiere el ángel es por la salvación de Israel o por un hijo. No obstante, consideramos que se trata del deseo de la pareja de tener un hijo. Esta es además una de las raras ocasiones en las que se pone nombre a un niño antes de su nacimiento. Otros casos fueron el de Josías, rey de Judá (1 R. 13:2); el de Ciro, rey de Persia (Is. 44:28) y, por supuesto, el del Señor Jesucristo (Mt. 1:21).

1:14 - “Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento”. Aquí nos encontramos con la promesa del mensajero esperado que se menciona en Malaquías 3:1: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” (comparar Mr. 1:2; Mt. 11:10; Lc. 7:27; 1:76). En realidad, se mencionan dos mensajeros en Malaquías 3:1: el mensajero que prepararía el camino para el Señor Jesús –que era Juan el Bautista– y el mismo Señor, que es el mensajero del nuevo pacto.

Lo que dice Proverbios 13:12 también es cierto: “La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido”. Durante toda su vida, estos creyentes habían anhelado la manifestación del poder de Dios y el cumplimiento de Sus promesas hechas en las Sagradas Escrituras de visitar a Su pueblo. Ahora se regocijarían por el nacimiento de este mensajero del Señor que prepararía el camino para el Mesías.

Pensemos también en la Iglesia mundial de nuestros días, que espera ver la manifestación de la gloria de Dios en su medio. Creemos que esto seguramente ocurrirá y que nosotros, que hemos esperado durante todos estos años, aún veremos el poder y la gloria de Dios en Su Iglesia, que se convertirá en una Iglesia gloriosa sin mancha ni defecto que manifestará Su sabiduría y Su poder a las naciones de este mundo.

1:15 - “Porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre”. Al pensar en la frase “será grande delante de Dios”, también debemos recordar lo que el Señor Jesucristo dijo acerca de Juan en Lucas 7:28: “Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista”. Aquí vemos la verdadera grandeza de Juan, porque está al mismo nivel que Moisés, Elías y todos los notables profetas de aquel tiempo.

Más tarde consideraremos el motivo por el cual Juan fue tan grande a los ojos del Señor. Uno de los motivos de su grandeza fue que guardó el voto de nazareo durante toda su vida. A diferencia de Sansón, que fue incapaz de cumplir con su voto, Juan se mantuvo fiel hasta el final. Además, Juan fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre. Por lo tanto, seguramente estuvo continuamente bajo el control de Dios y su personalidad sin duda fue moldeada por Dios durante toda su vida.

1:16 - “Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos”. Este versículo nos demuestra que Juan se encontraba entre aquellos mencionados en Daniel 12:3: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. De igual manera, nosotros también queremos ser diligentes y llevar muchas personas a los pies del Señor, porque el que gana almas es sabio (Pr. 11:30).

1:17 - “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. Es importante que entendamos que el mismo manto que estuvo sobre Elías estuvo sobre Juan. Sin embargo, Juan negó expresamente que él fuera Elías.

Por lo tanto, Elías debe venir aún en el futuro para dar cumplimiento a la profecía de Malaquías 4:5-6: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. Juan vino con el poder de Elías para preparar el camino del Señor Jesús. La preparación siempre comienza en casa, en las relaciones familiares. Ahora Zacarías cuestionó al ángel, pero no lo hizo con fe.

1:18 - “Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. En respuesta a la aparición del ángel, el anciano sacerdote no habló con la fe de Abraham, que también estaba entrado en años, pero fuerte en la fe, y daba gloria a Dios (Ro. 4:19-21). Por este motivo, el ángel lo reprendió.

1:19-20 - “Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo”. La afirmación de Gabriel en cuanto a que estaba “delante de Dios” indica la dignidad de su jerarquía. Una de las verdades con respecto a los ángeles que el Señor me mostró en una visión fue que Él no los creó a todos iguales. Existen ángeles más pequeños que están a cargo del cuidado de los niños, mientras que hay otros de mayor estatura y majestad que se ocupan del cuidado de las naciones.

Gabriel y Miguel están al mismo nivel en el reino de los arcángeles. Lucifer también perteneció a ese reino y era el encargado de guiar a los coros celestiales en alabanza al Altísimo antes de que se encontrara pecado en él. Gabriel también fue enviado a Daniel en varias ocasiones, como leemos en los capítulos 8 y 9, donde se confieren revelaciones profundas a aquel hombre amado de Dios. Por lo tanto, cuando Gabriel fue enviado a Zacarías, era un honor único para el sacerdote, por lo que fue reprendido cuando no recibió su mensaje con un corazón lleno de fe.

Es realmente una situación solemne la de no tener un corazón lleno de fe cuando Dios habla. Este es el motivo por el cual los hijos de Dios no pudieron entrar en la tierra prometida. Quiera Dios que prestemos atención y tengamos un corazón como el de Abraham, quien cuando Dios le habló en circunstancias muy similares a la de Zacarías, “tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios” (Ro. 4:20). La sentencia de Gabriel fue que Zacarías se quedaría mudo hasta el momento del cumplimiento de sus palabras.

1:21 - “Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario”. Este encuentro con Gabriel seguramente duró mucho tiempo. Como Zacarías no aparecía, el pueblo que esperaba afuera comenzó a preocuparse. Después de recibir esta visita, Zacarías se habría quedado sin fuerzas. Como muchos de nosotros, cuando hemos recibido una visión celestial podemos quedar sobrecogidos y sin conciencia del tiempo transcurrido.

1:22 - “Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. El les hablaba por señas, y permaneció mudo”. Resultaba ahora obvio para todos que el sacerdote había recibido una visita de parte de Dios. Su propia vida tiene que haber sido un testimonio de que era digno de recibir una visita de esa magnitud y por lo tanto el pueblo creyó rápidamente que hacía unos instantes había ocurrido algo sobrenatural.

1:23 - “Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa”. Es de notar que Zacarías no abandonó su puesto a pesar de la visión. Cumplió con los días que le correspondían estar en Jerusalén y luego se fue a su casa. Es importante que recordemos esto. Cuando Dios nos visita, debemos continuar cumpliendo fielmente con el ministerio para el cual nos ha designado.

1:24-25 - “Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres”. No cabe duda de que el malestar y la incomodidad social que le causaba el estar embarazada a una edad avanzada contribuyó a su modestia. “Se recluyó en casa por cinco meses”.

No obstante, también debe haber embargado su alma un sentimiento de gratitud hacia Dios. Es en esos momentos en los que Dios ha cumplido con nuestros anhelos de mucho tiempo, que deseamos estar a solas con Él y lejos de la compañía de otras personas que no comprenderían nuestros sentimientos y por lo tanto atenuarían lo sagrado de ese acontecimiento.

Desde el principio de los tiempos, la mujer que no tenía hijos era considerada maldita de Dios. Además, la mujer tiene un deseo natural, dado por Dios, de tener hijos. Por lo tanto, encontramos varios ejemplos en las Escrituras de mujeres estériles que pedían a gritos poder sentirse realizadas en la vida. Lamentablemente, algunas personas toman medidas para tener hijos que están fuera de la voluntad de Dios, como lo hizo Sara al alentar a Abraham para que tomara a Agar su criada y tuviera un hijo con ella. Esto ha causado dolor a la raza humana durante miles de años. Tanto Lea como Raquel dieron sus criadas a Jacob para que le dieran hijos. Sin embargo, uno de sus hijos en especial, Dan, se convirtió en una espina en la vida de sus hermanos a lo largo de varias generaciones. También he conocido a mujeres que no están casadas y aun así tienen hijos fuera del matrimonio con el único objetivo de cumplir con sus propios deseos, sin pensar jamás en las consecuencias.

Visita del ángel a la virgen María

1:26-27 – “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”. Debemos comprender la ubicación geográfica de esta visita. Galilea abarca una región en el norte de Israel que es, en líneas generales, parte de la herencia de la tribu de Neftalí. Se extiende desde el monte Carmelo en el oeste hasta Samaria en el sur, y desde el río Jordán en el este hasta lo que es en la actualidad la frontera entre Israel y el Líbano. En tiempos de Jesús, la región de Galilea se encontraba poblada por gente proveniente de muchas tierras. La razón era que, cuando los asirios conquistaron el norte de Israel, los israelitas fueron deportados a otras regiones del Imperio Asirio y  gentiles ocuparon su región.

Otro factor que contribuyó a la población de esta región fue su colonización forzosa por parte de otros pueblos, como leemos en 2 Reyes 17:24: “Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades”. En Isaías 9:1 se habla de la región como “Galilea de los gentiles”, porque los habitantes de esta eran oriundos de diversas naciones.

Esta multitud tan variada de gente, que se encontraba en tal oscuridad espiritual, estaba destinada a ver la gran Luz del mundo, el Señor Jesús. La mayoría de los milagros de Jesús ocurrieron en Galilea. Sin embargo, esta región no era la favorita de los judíos debido a esta mezcla de razas; aun Natanael dijo: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46). Quizá este era uno de los lugares más insólitos que Dios podría haber elegido (a los ojos de los judíos ortodoxos) para levantar al Mesías. No obstante, esta región se menciona en Isaías 9:1-2 para aquellos cuyos ojos espirituales estaban abiertos.

“A una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”. Esta es, por supuesto, una confirmación de la profecía de Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.

1:28 – “Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. Este saludo simplemente significa que Dios mostrará Su gracia para con María y que ella ha sido aceptada por Él para dar a luz a Su Hijo unigénito. No significa (como algunos afirman) que ella sea en sí la fuente del favor o que tenga poder para otorgar favor a otras personas. Existe una diferencia bien definida. Ella era solamente un instrumento del Señor. El ser humano no debe adorar al instrumento, sino sólo al Señor.

1:29-30- “Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. Debemos recordar que María era sólo una adolescente y que esta visita seguramente fue desconcertante para ella. No obstante, una vez más Dios la tranquilizó amorosamente. Vemos aquí que, así como en el caso de Noé, María “halló gracia en los ojos de Dios” y sería particularmente bendecida por Él. Ahora Gabriel especifica la bendición.

1:31 - “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS”. El motivo para la elección de este nombre se explica en Mateo 1:21: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Jesús significa ‘Salvador’ y en el Antiguo Testamento equivale a Josué, de ahí el intercambio de estos nombres en Hebreos 4:8.

1:32 - “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre”. Gabriel anunció que tanto Juan como Jesús serían grandes. En griego, la palabra que significa ‘grande’ es mega, término que relacionamos con aquello que es extremadamente grande y poderoso. Esta fue la palabra elegida para expresar la grandeza de estos dos profetas. Luego Gabriel deja en claro que Jesús es el Hijo unigénito de Dios y que es el gran hijo prometido del rey David. Salomón fue el heredero al trono de David en aquella generación; por lo tanto, Salomón fue un tipo del más grande hijo de David. En el Salmo 72 se aclara que David está mirando más allá de Salomón, a su hijo más grande: el Señor Jesucristo.

Salmos 72:1, 2, 4, 5 dice: “Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio [...] Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor. Te temerán mientras duren el sol y la luna, de generación en generación”.

Leemos en Salmos 72:7-8, 11, 17: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra [...] Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán [...] Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado”.

1:33 - “Y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Gabriel continúa su discurso mencionando la naturaleza eterna del reino de Cristo. Esta es la verdad en la que hace hincapié el profeta Daniel: “Y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán” (Dn. 7:27). Debemos observar, sin embargo, que esto sólo ocurrirá después de la Segunda Venida de Cristo.

1:34-35 - “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. La respuesta de María no es una exclamación de incredulidad como la de Zacarías, sino más bien una de perplejidad. Esta concepción es un acontecimiento teológico increíble, pero recordemos que además implica un acto físico que no ha tenido precedentes en la historia de la humanidad. María no tenía punto de referencia alguno con el cual identificarse. Gabriel sigue hablando.

1:36-37 - “Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios”. Estas palabras son pronunciadas con el fin de alentar a María y hacerle comprender que Dios se está moviendo en la vida de otras personas y especialmente de una persona cercana a ella, que había sido señalada como “estéril”. Obviamente, todos los vecinos de Elisabet habían perdido las esperanzas de que alguna vez llegara a tener un hijo.

Ahora viene la declaración triunfante con respecto al poder de nuestro Dios: “Porque nada hay imposible para Dios”. Muchas veces necesitamos que los profetas nos recuerden la maravilla y la grandeza de nuestro Dios, como leemos en Jeremías 32:27: “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” El Señor mismo citó casi textualmente estas palabras de Gabriel a Sus discípulos: “Mas para Dios todo es posible” (Mt. 19:26). Por lo tanto, dejemos que esta misma fe de Dios habite en nuestro corazón, de manera tal que cuando Dios decida hacernos una promesa respondamos de la misma forma en que lo hizo María.

1:38 - “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia”. Esta no fue solamente una declaración de fe en el poder omnipotente de Dios, sino también una aceptación sagrada de la vergüenza que tendría que soportar durante el resto de su vida. En verdad, esta fue una de las burlas provocadoras de los escribas y fariseos a Jesús unos treinta años después: “Nosotros no somos nacidos de fornicación” (Jn. 8:41).

1:39-40 - “En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet”. María acudió a los únicos que podían comprenderla porque ellos también habían recibido la visita del mismo arcángel. Qué bendición es en nuestra experiencia espiritual encontrar a alguna persona que tenga nuestro mismo sentir, alguien de quien podamos recibir consuelo en nuestra peregrinación de la tierra hacia el cielo.

Este era un viaje largo en aquellos tiempos, especialmente para una joven mujer que se encontraba en la primera etapa de su embarazo. Había venido de Galilea a las montañas de Judá, que se encontraban al este de Jerusalén. Después de un viaje de dos o tres días a pie, entró en la casa de su prima. La diferencia de edad entre ellas seguramente era importante. Elisabet tendría al menos cincuenta años, mientras que María era sólo una adolescente. Ahora vemos los actos confirmatorios del Espíritu Santo con respecto al estado de estas dos mujeres.

1:41-43 - “Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí”. Ha de haber sido un momento glorioso para los tres cuando Elisabet comenzó a profetizar. El Señor estaba ahora hablando proféticamente a María por medio de su prima. El deseo de Dios era alentar a María haciéndole saber que era verdaderamente una mujer bendita de Dios.

Su propósito era disipar esos temores y dudas que todos somos propensos a tener, aun cuando el Señor nos visita de una manera excepcional. Todos necesitamos recibir consuelo, y tanto Elisabet como María fueron tremendamente fortalecidas a través del don de la profecía. ¡Realmente fueron palabras audaces las que pronunció Elisabet!

Ahora por primera vez, en el versículo 43, se da una confirmación directa del hecho de que María lleva en su vientre al Hijo de Dios. Esto era algo que María no podría haber compartido con ninguna otra persona, porque ¿quién le habría creído? De hecho, se nos dice en Lucas 2:19 que María “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.

Hubiera recibido muchas burlas por parte de todos sus conocidos y probablemente habría sido acusada de mentirosa, blasfema y fabuladora, y se habría hablado mucho de su situación en muchos kilómetros a la redonda. Elisabet siguió contando alegremente a María lo que le había tocado vivir.

1:44 - “Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”. Mientras aún estaba en el vientre materno, Juan el Bautista estaba unido en el Espíritu con Jesús, la persona que presentaría a todo Israel. En el versículo 45, encontramos un principio que bien vale la pena tener presente y comprender.

1:45 - “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”. Esta verdad se aplica a todos nosotros. Es un principio de la vida de fe que, aun cuando Dios nos ha hecho una promesa, el cumplimiento de esa promesa depende de que la recibamos con fe en nuestro corazón (comparar He. 4:2).

El Magníficat

1:46-55

1:46-47 – “Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. Esta es una de las canciones proféticas más hermosas de la Palabra de Dios. Puede compararse con el canto que entonó Ana cuando nació su hijo Samuel y lo dedicó al servicio del Señor. Veamos brevemente la introducción al cántico de Ana.

“Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro” (1 S. 2:1, 2). Esta actitud de magnificar al Señor con nuestra voz es muy agradable para nuestro Dios. En toda ocasión debemos procurar exaltarlo y levantarlo en alto. Al hacerlo estamos reconociendo que no hay otro Dios fuera de nuestro Señor.

“Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. Cuando nos regocijamos en el Señor, Él es glorificado. Al regocijarnos, estamos diciendo que es un gran privilegio para nosotros ser súbditos de Su reino.

1:48 - “Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. Ahora María contempla en su canto la bendición que el Señor le ha concedido. En primer lugar, considera su posición en la vida como una pequeña doncella proveniente de la menospreciada ciudad de Nazaret, y aun así comprende que todas las mujeres algún día la considerarán la más bendita. Su nombre será venerado para siempre. Esta es también una promesa hecha proféticamente al Señor en Salmos 45:17: “Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre”. También es una promesa hecha a Sus siervos más escogidos que le adoran de todo corazón y le son fieles.

1:49 - “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre”. Ahora compara la grandeza de Dios con su propia insignificancia, finalizando con la declaración de que Él es santo. Esta frase aparece porque Él hace todas las cosas conforme a la santidad de Su voluntad, lo cual significa que no existe parcialidad ni sombra de duda con Él, sino que todo se hace a la luz de Su rostro. Todos Sus actos y decisiones con respecto a Sus criaturas son absolutamente correctos y se hacen con los motivos más puros.

1:50 - “Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen”. Ahora María invoca ese aspecto de la naturaleza de Dios que Él tanto se deleita en manifestar: el aspecto de la misericordia. Dios se presentó a Moisés con estas impresionantes palabras: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Ex. 34:6).

Dios es un Dios de misericordia. Como el mismo Señor dijo: “Tendré misericordia”. Pero Su misericordia es selectiva, “pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Ro. 9:15). ¿A quién, entonces, se digna mostrar Su misericordia? Siempre a aquellos que le tienen temor reverente y se humillan delante de Él (comp. Sal. 103:11; 1 R. 21:27-29).

Otro aspecto es que, cuando recibimos misericordia de parte de Dios, podemos transferir esa misma misericordia a nuestros hijos, como fue el caso del rey David. Dios mostró misericordia a muchas de sus generaciones futuras porque David pudo cantar acerca de la misericordia del Señor que Dios había mostrado para con él.

Así como hemos recibido la misericordia de Dios en nuestras vidas, procuremos ser aquellos que se regocijan en ella para que de tal forma nuestros hijos también conozcan esta misericordia y esta misericordia alcance muchas generaciones por venir.  Es un privilegio maravilloso dejar una herencia como esta a nuestros hijos.

1:51 - “Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones”. María contempla una verdad que se encuentra a lo largo de toda la Biblia. Dios se opone al orgulloso y muestra gracia al humilde. Acaba con los orgullosos que procuran levantarse en Su contra y los dispersa hacia los cuatro vientos con Su brazo poderoso y Su mano extendida.

1:52 - “Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes”. Aquellos que ocupan puestos elevados en la tierra y se exaltan en contra de los planes de Dios serán eliminados. Puede ser que pensemos en gigantes como Goliat, quien resistió a los ejércitos de Israel y sin embargó cayó por una piedra proveniente de la honda de un joven pastor. Hubo mujeres que también fueron degradadas. Agar fue expulsada porque su hijo Ismael se burlaba de Isaac, el hijo de la promesa. Jezabel fue arrojada de una ventana por sus siervos y Vasti perdió su trono debido a su orgullo.

1:53 - “A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos”. Este es un principio del reino de Dios y es explicado en detalle en Mateo 5:6, cuando Cristo enseñó: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Esto puede contrastarse con la actitud altanera de la iglesia de Laodicea en Apocalipsis, que pensaba que había alcanzado la cima de la espiritualidad. Sin embargo, el concepto que el Señor tenía de esa iglesia era muy distinto.

Mientras ellos se consideraban ricos y que no tenían ninguna necesidad, el Señor los veía como desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos (Ap. 3:17). Esta verdad también puede verse ejemplificada en las vidas de los gemelos Esaú y Jacob. Esaú despreció su primogenitura, mientras que Jacob la buscó. Esaú obtuvo las cosas de este mundo, pero Jacob recibió bendiciones eternas y se convirtió en príncipe de Dios.

1:54-55 - “Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre”. Así, Jacob (o Israel) fue eternamente recordado por Dios, pero de Esaú se escribe que es el pueblo en contra del cual el Señor se indignó para siempre (Mal. 1:4). Cuando el Señor regrese en Su Segunda Venida, librará a Jacob, pero ejecutará Su ira feroz contra Esaú. “¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar” (Is. 63:1).

Leemos en Isaías 63:6: “Y con mi ira hollé los pueblos, y los embriagué en mi furor, y derramé en tierra su sangre”. Isaías 34:6 dice: “Llena está de sangre la espada de Jehová, engrasada está de grosura, de sangre de corderos y de machos cabríos, de grosura de riñones de carneros; porque Jehová tiene sacrificios en Bosra, y grande matanza en tierra de Edom”.

Isaías 34:9, 10 continúa con la descripción de la destrucción: “Y sus arroyos se convertirán en brea, y su polvo en azufre, y su tierra en brea ardiente. No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo; de generación en generación será asolada, nunca jamás pasará nadie por ella”.

“De la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre”. El Señor cumplirá con todas Sus promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob. Les dará toda la tierra de Canaán por heredad y muchas otras bendiciones, pero esto sucederá en el momento de Su Segunda Venida.

1:56 - “Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa”. En vista de la gran cantidad de gente que seguramente se reunió para el milagroso nacimiento de Juan, María naturalmente no habría deseado exponerse a las burlas o a la vergüenza, y no habría querido quitar mérito al bendito acontecimiento.

Nacimiento de Juan el Bautista

1:57 - “Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo”. Hay mucha alegría cuando Dios, en Su tiempo, cumple con Sus promesas. En este caso se trataba de un niño, pero nosotros experimentamos una gran alegría cuando lo que nos ha prometido se hace realidad en el tiempo señalado.

1:58 - “Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella”. Es una señal de madurez espiritual el poder regocijarse con las bendiciones que otras personas han recibido de parte del Señor, ya que cumple con el mandamiento de Romanos 12:15: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. También guarda la regla de oro, que dice: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mt. 7:12).

1:59 - “Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías”. Se hace gran hincapié en el hecho de que la ley y el mandamiento de Levítico 12:3 (“Y al octavo día se circuncidará al niño”) se guardan celosamente.

El rito de la circuncisión fue establecido en Génesis 17:10-12: “Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje”.

El acto de circuncisión consistía en cortar la carne con la que nacía un varón. Sin embargo, tiene una connotación espiritual más importante. El apóstol Pablo escribe: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Ro. 2:28-29).

Por lo tanto, el Señor prefiguró el significado espiritual de la circuncisión en el Antiguo Testamento, al decir: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt. 30:6). La circuncisión física representa la obra espiritual hecha en nuestro corazón por la Espada de Dios, Su Palabra. Significa cortar la carne, o sea los rasgos pecaminosos de la naturaleza caída con la cual nacimos.

Volviendo a nuestro texto, los vecinos querían que el niño llevara el nombre de su padre, Zacarías. Esta era una práctica común, como así también la costumbre de que los vecinos eligieran el nombre del bebé.

1:60-61 - “Pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan. Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre”. El método normal para la elección de los nombres era honrar a los parientes del niño al ponerle el nombre de alguno de ellos. Por eso, la sugerencia de los vecinos era que el niño se llamara como su padre. Elisabet dijo: “No”. Esta actitud, por supuesto, fue adoptada en obediencia al mandamiento del arcángel Gabriel de llamar al niño Juan.

1:62 - “Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar”. Al recordar que el padre no podía hablar, intentaron comunicarse con él de la mejor manera que pudieron. Pero Zacarías, al comprender la pregunta, les hizo señas para que le trajeran una tablilla, que quizá haya sido un trozo plano de madera cubierto por una película de cera, sobre la cual seguramente escribió las palabras con algún instrumento de punta filosa.

1:63 - “Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron”. Aquí encontramos una sólida confirmación de las palabras de Gabriel. Zacarías no escribió: “Hemos decidido llamarle Juan”, sino que escribió la declaración de un hecho: “Juan es su nombre”. Dios ya había puesto nombre a este niño.

Juan significa “gracia” y este mensajero del Señor que iba a preparar el camino del Mesías expresaría con su nombre la misericordia de Dios al visitar a Su pueblo. Además, Juan estaba anunciando el evangelio de gracia.

1:64 - “Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios”. La obediencia trae liberación, como se ilustra en este versículo. En su incredulidad, Zacarías había cuestionado el mensaje de Gabriel y había quedado mudo. Ahora, al obedecer, su lengua fue liberada y su boca se llenó de alabanza.

1:65 - “Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas”. Este fue un milagro de Dios y todos los que lo presenciaron y oyeron acerca de él se llenaron de asombro ante la manifestación del poder de Dios. Este es verdaderamente el efecto que producen en nosotros las visitaciones de Dios.

1:66 - “Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él”. Estas señales extraordinarias crearon mucho suspenso y especulaciones entre todos los habitantes de la región acerca de quién llegaría a ser Juan. Debemos observar que esto no se hizo en secreto, sino que muchas personas presenciaron el milagro que se le había concedido a Zacarías.

1:67-68 – “Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo”. Aquí vemos otro caso de la intervención divina del Espíritu Santo, como en el caso de Elisabet y María, para confirmar estos acontecimientos notables que estaban ocurriendo en la historia de Israel. Como está escrito, “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Luego Zacarías comienza su declaración profética en el versículo 68.

“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo”. Se refiere a la visita tan esperada de Dios a Su pueblo Israel: la llegada del bendito Mesías. La redención del yugo de los romanos y de otros poderes extranjeros era lo que Israel esperaba que trajera su amado Mesías. Pero al enviar a Su Hijo Dios tenía en mente algo mucho mejor que la libertad nacional y política: la redención de nuestros pecados y de todas las ataduras resultantes de la caída.

1:69 - “Y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo”. Este “poderoso Salvador” que salvaría a la humanidad, era descendiente del rey David.

1:70 - “Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio”. Hay numerosas profecías mesiánicas en el Antiguo Testamento, algunas de las cuales ya hemos mencionado, con relación a la llegada de Cristo a Israel. El mismo Señor hizo alusión a estas palabras proféticas en Lucas 24:25: “Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” Lucas 24:44 dice: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.

1:71 - “Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron”. Sin duda alguna, la palabra opresión o persecución puede resumir la historia de los hijos de Israel, dado que sus enemigos estuvieron continuamente rodeándolos y atacándolos a lo largo de todas las generaciones. El deseo ferviente de todos los israelitas es la paz. Incluso en este tiempo en el que estamos viviendo hay agitación en la tierra de Israel, y también muchas personas tienen el deseo de que haya paz a cualquier precio. Sin embargo, esta salvación, que tiene características militares, sólo se logrará cuando el Príncipe de Paz llegue en las nubes del cielo y aplaste bajo sus pies a los enemigos de Israel.

1:72 - “Para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto”. El “santo pacto” es el que hizo el Señor con Abraham (o Abram) en Génesis 15:18: “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”. En el pacto, Dios otorgó a Abraham la tierra de Canaán, pero esto implicaba mucho más que una tierra. Incluía la redención eterna que sería consumada en aquella tierra, no sólo para los descendientes de Abraham, sino para todas las naciones. Esta misericordia, las promesas y el santo pacto pasaron entonces a Isaac y Jacob.

1:73 - “Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre”. Este juramento se menciona en Génesis 22:16, 17, después de que Abraham estuvo dispuesto a ofrecer a su hijo Isaac en el altar: “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”.

1:74-75 - “Que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días”. El pensamiento dominante en la mentalidad y la literatura judía es la liberación de sus enemigos, y ese pensamiento emerge una vez más en esta profecía. El rey David dice en Salmos 120:7: “Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen guerra”.

“En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días”. La nación de Israel experimentará justicia y santidad cuando Cristo regrese. Serán liberados de todos sus enemigos y servirán al Señor su Dios en justicia y santidad. Este es el propósito final de las setenta semanas establecidas para Israel, según se menciona en Daniel 9:24. Después de la gran tribulación, Israel estará listo para recibir a su Rey, cuyo nombre es El Señor nuestra Justicia.

Debido a que Israel rechazó a Cristo y Su nuevo pacto, es incapaz de volverse justo o santo, aunque hay un remanente de los judíos que es creyente (Ro. 11:1-7) y ha recibido todas las bendiciones del nuevo pacto. Sólo cuando Jesús venga por segunda vez, Israel se convertirá en una nación piadosa. Sin embargo, por causa de Cristo, la Iglesia tiene el poder para llegar a ser justa y santa. El Señor anhela que Su pueblo le sirva en justicia y santidad.

1:76 - “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos”. En tiempos antiguos, todo rey tenía que tener un mensajero que fuera delante de él anunciando su llegada. Este fue el verdadero ministerio de Juan, quien tuvo el privilegio inigualable de ir delante del Rey de reyes, para preparar los corazones del pueblo por medio del arrepentimiento, para que recibieran al Rey de Israel. El ministerio de Juan de preparar el camino para el Señor había sido profetizado por Isaías: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Is. 40:3).

1:77 - “Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados”. Aquí nos encontramos con el propósito presente de la primera venida del Señor: iba a ser el Salvador de la humanidad. La liberación de la opresión política tendría que esperar hasta Su Segunda Venida.

1:78-79 - “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz”. Dios, en Su infinita misericordia, no nos ha dejado morir en nuestros pecados, castigo que tanto merecemos. En lugar de eso, ha enviado a Su Hijo a morir por nosotros y salvarnos de nuestros pecados. Nos ha visitado debido a Su misericordia entrañable. En este pasaje, se habla de Jesús como “la aurora”. Zacarías desarrolla este tema al decir:

“Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz”. Esta es una cita de Isaías 9:2: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (ver Isaías 9:1, 2). En especial aquellos que vivían en la tierra de Galilea verían la Luz del mundo, ya que Cristo realizó en Galilea la mayor parte de Sus milagros.

1:80 - “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”. Desde una edad temprana Juan estuvo en los desiertos de Judá, cerca de donde vivían sus padres. El niño creció fuerte en el Señor y estuvo en ese lugar hasta el momento señalado en el que debía manifestarse a la nación de Israel. Es interesante observar que tanto Juan como Jesús pasaron la mayor parte de su vida en preparación para su ministerio.

Por consiguiente, no debemos irritarnos si Dios nos llama a momentos de espera o a pasar por Su escuela, ocultos por un tiempo del ministerio activo. No debemos pensar que estamos desperdiciando nuestra vida. ¡Todo lo contrario! Estos momentos son sumamente importantes, dado que determinarán si hemos aprendido nuestras lecciones de manera adecuada. Durante estos momentos ocultos de preparación estamos siendo capacitados para que Dios nos use y de esta manera le estamos permitiendo que alcance el objetivo que Él desea para nuestra vida.