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El forastero misterioso (The Mysterious Stranger) es la última novela que intentó realizar el autor estadounidense Mark Twain. Trabajó en ella forma periódica de 1897 a 1908. El centro de la obra es un comentario social serio de Twain que trata de sus ideas acerca del sentido moral.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
El forastero misterioso
Mark Twain
ÍNDICE
NOTA PRELIMINAR 3
CAPÍTULO PRIMERO 4
CAPÍTULO II 7
CAPÍTULO III 14
CAPÍTULO IV 22
CAPITULO V 22
CAPITULO VI 22
CAPITULO VII 22
CAPITULO VIII 22
CAPITULO IX 22
CAPITULO X 22
CAPITULO XI 22
NOTA PRELIMINAR
Esta novela de tipo filosófico, no se publicó hasta años después de la muerte de Mark Twain. Fue escrita cuando, después de perder a su esposa y a sus dos hijos, no había llegado aún a la serenidad que caracterizó sus últimos años. El humorismo, tal como yo lo entiendo, es decir, como un producto sano, propio de la efervescente euforia de un alma niña y juguetona, cede aquí el paso a la ironía y al escepticismo.¡Qué distancia de este Mark Twain, al de La rana saltarina! Mejor escritor y estilista que entonces, pensador mucho más profundo, hizo en El forastero misterioso una obra notable; supo exponer en forma novelesca una filosofía que, si no es original, resulta muy sugestiva; como toda teoría filosófica que se expone con belleza y sentimiento. Quizá esta clase de obras sirvieron para que el espíritu afligido de Mark Twain echase fuera el aguijón que llevaba clavado, y recobrase la tranquilidad de que hablaba Martínez de la Rosa:
«Y en ella absorta, embebecida el alma, se recoge en sí misma silenciosa…»
El hecho es que la pluma de Mark Twain volvió a purificarse de hieles.
CAPÍTULO PRIMERO
Fue el año 1590. Invierno. Austria quedaba muy lejos del mundo y dormía; para Austria era todavía el Medioevo, y prometía seguir siéndolo siempre. Ciertas personas retrocedían incluso siglos y siglos, asegurando que en el reloj de la inteligencia y del espíritu se hallaba Austria todavía en la Edad de la Fe. Pero lo decían como un elogio, no como un menosprecio, y en este sentido lo tomaban los demás, sintiéndose muy orgullosos del mismo. Lo recuerdo perfectamente, a pesar de que yo solo era un muchacho, y recuerdo también el placer que me producía.
Sí, Austria quedaba lejos del mundo y dormía; y nuestra aldea se hallaba en el centro mismo de aquel sueño, puesto que caía en el centro mismo de Austria. Vivía adormilada y pacífica en el hondo recato de una soledad montañosa y boscosa, a la que nunca, o muy rara vez, llegaban noticias del mundo a perturbar sus sueños, y vivía infinitamente satisfecha. Delante de la aldea se deslizaba un río tranquilo, en cuya superficie se dibujaban las nubes y los reflejos de los pontones arrastrados por la corriente y las lanchas que transportaban piedra; detrás de la aldea se alzaba una ladera llena de arbolado, hasta el pie mismo de un altísimo precipicio; en lo alto del precipicio se alzaba ceñudo un enorme castillo, con su larga hilera de torres y de baluartes revestidos de hiedras; al otro lado del río, a una legua hacia la izquierda, se extendía una ondulante confusión de colinas revestidas de bosque, y rasgadas por serpenteantes cañadas en las que jamás penetraba el sol; hacia la derecha, el terreno estaba cortado a pico sobre el río, y entre ese precipicio y las colinas de que acabamos de hablar, se extendía en la lejanía una llanura moteada de casitas pequeñas que se arrebujaban entre huertos y árboles umbrosos.
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