El ingenio y la sabiduría de Bertrand Russell - Bertrand Russell - E-Book

El ingenio y la sabiduría de Bertrand Russell E-Book

Bertrand Russell

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Beschreibung

Ya desde muy pequeño, Bertrand Russell se caracterizó por su espíritu disquisitivo; no había tema o axioma sobre los que no tuviera una pregunta. Admirador de Euclides desde los once años, las matemáticas se convirtieron en una pasión de por vida. Lector voraz, estudioso y autodidacta, profundizó en la poesía, la filosofía, la historia, la política, la ética, la metafísica, la filosofía matemática, la epistemología y la filosofía de la ciencia, interesándose en las polémicas y los temas que definieron su época: el imperialismo, el libre comercio o el sufragio femenino. En El ingenio y la sabiduría de Bertrand Russell, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1950, el lector disfrutará de una muestra de la aguda lógica de su mente. Una selección que nos permite descubrir a un pensador que discurrió con fluidez y profundidad sobre una asombrosa variedad de asuntos, convirtiéndose en una de las figuras más lúcidas y fascinantes del siglo XX.

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El ingenio y la sabiduría de Bertrand Russell

AFORISMOS

Edición e introducción de LESTER E. DENONN

Traducción de Pablo Hermida Lazcano

Título original: The Wit and the Wisdom of Bertrand Russell originalmente publicado en inglés por The Beacon Press en 1951, en Estados Unidos

Primera edición en esta colección: marzo de 2023

© de la traducción, Pablo Hermida Lazcano, 2023

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2023

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19655-12-7

Imagen de la portada de Anefo - File: Bertrand_Russell,_Bestanddeelnr_909-1508.jpg, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=75362718

Realización de cubierta y fotocomposición: Grafime Digital S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

AgradecimientosIntroducción: El ingenio y la sabiduríaEL INGENIO Y LA SABIDURÍA DE BERTRAND RUSSELLAburrimientoArteCarácterCienciaCivilización occidentalCompetenciaComunismoConductismoDudaEducaciónEducación sexualEmocionesEstadoFamiliaFascismoFelicidadFilosofíaGuerraHistoriaImpulsoIndividuoInstintoInternacionalismoIntuiciónLenguajeLibertadLógicaMáquinasMiedoMoralidadOcioOrganizacionesPatriotismoPoderPolíticaPruebaRazaRazónRealismoReligiónRusia soviéticaSociedadBuena vidaFuentes

Agradecimientos

Estoy especialmente agradecido a George Allen & Unwin Ltd. por la plena cooperación que he recibido de esta editorial y por su permiso para escoger de entre los libros aquí presentados. Han preferido que omita los cinco volúmenes de los que no he seleccionado ningún fragmento. Deseo expresar asimismo mi reconocimiento a las editoriales estadounidenses enumeradas en la página de derechos de autor. He seguido la ortografía empleada en cada uno de los volúmenes de los que proceden los diferentes pasajes, a pesar de las variaciones desconcertantes. No me sentía libre para editar en una obra que puede ser leída tanto aquí como en el extranjero.

Agradezco el permiso concedido por el profesor Paul L. Schlipp para citar The Philosophy of Bertrand Russell, de la Library of Living Philosophers [Biblioteca de Filósofos Vivos].

Los editores de Beacon Press han cooperado en todo momento y agradezco su interés permanente a medida que crecía el libro.

Estoy agradecido a lord Russell por su permiso para el uso de los diversos pasajes de sus extensas obras. La selección de extractos ha sido, sin embargo, enteramente mía.

Esta obra es fruto de la vocación de toda una vida. En consecuencia, deseo expresar mi más profunda gratitud a mi mujer, por sus más de veinticinco años de amable y comprensiva indulgencia.

L. E. D.

El ingenio y la sabiduría

I

BERTRAND ARTHUR WILLIAM RUSSELL —el conde Russell, según el título nobiliario que le corresponde por herencia y azar, más que por elección— nació el 18 de mayo de 1872 en Trelleck como hijo de lord y lady Amberley y nieto del célebre primer ministro liberal lord John Russell. Quedó completamente huérfano a los tres años, tras haber perdido a su madre a los dos años.

Fue a esa temprana edad de tres años cuando mostró su facultad para ser, voluntaria o involuntariamente, objeto de litigio. Por voluntad de su padre, dos librepensadores fueron designados como sus tutores, para gran consternación de sus abuelos que lograron que se anulara el testamento.

En consecuencia, en 1876 el joven Bertrand se encontró en el serio hogar de su abuelo, donde su educación privada comenzó en gran medida bajo la influencia de su abuela. Fue educado por institutrices alemanas y suizas y por tutores ingleses, que duraban en tanto en cuanto no exhibiesen tendencias agnósticas.

Russell habla de forma amena de los libros que leía por entonces subrepticiamente en la biblioteca de su abuelo, que hacía para él las veces de aula.1 El acontecimiento de mayor relevancia fue su introducción a Euclides cuando contaba once años. Relata de manera reveladora, como un presagio del genio matemático de años posteriores, su decepción inicial al descubrir que Euclides partía de axiomas; incluso a sus once años, el joven Bertrand estaba decidido a no dejar nada incuestionado, ni siquiera axiomas endurecidos por siglos de vieja tradición. Las matemáticas se convirtieron para él en una pasión dominante, pero sin excluir otras disciplinas. Continuaba leyendo extensamente, estudiando en profundidad y escogiendo con cuidado a sus intelectuales amigos a partir de sus lecturas, pues tenía pocos amigos auténticos de la infancia. En aquellos tiempos, a los diecisiete años, descubrió a Shelley, aunque fue John Stuart Mill quien ejerció la mayor influencia sobre él.

A los dieciocho ingresó en Cambridge, donde, como dice, se abrió para él un mundo nuevo. Pronto entabló amistades duraderas e importantes entre contemporáneos serios que compartían sus intereses en poesía, filosofía, política y ética. El imponente John McTaggart logró imprimir en Russell una perspectiva hegeliana que persistiría durante aquellos primeros años especulativos. También conoció por entonces, entre otros, a Lowes Dickinson, Charles Sanger, Theodore Davis, G. E. Moore y a Alfred North Whitehead, quien, pese a ser ya miembro de la universidad, celebró la amistad y enseguida reconoció lo prometedor del joven estudiante.

Durante sus tres primeros años en Cambridge, Russell se especializó principalmente en matemáticas y, en su último año, en filosofía.

Tras conseguir su título, se dedicó a viajar por el extranjero. En 1894 fue nombrado agregado honorario en París, pero no le entusiasmaba la idea de copiar largos documentos que se esforzaban en persuadir al Gobierno francés de que una langosta no era un pescado. Más tarde, fue a Alemania, donde estudió principalmente en la Universidad de Berlín. Fue allí donde despertó su interés en la economía y la política. En 1896 regresó a Inglaterra con su esposa estadounidense, con quien llevaba un año casado, y pronunció una serie de conferencias en la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres sobre la democracia social alemana. Esas conferencias, publicadas ese mismo año, constituyen el primero de sus numerosos libros. Posteriormente hizo su primera visita a los Estados Unidos con su mujer y pasó tres meses visitando algunos de los lugares de interés que sus padres habían visitado antes que él, tal como cuenta en su historia relatada en The Amberley Papers [Los escritos de Amberley].

A su regreso a Inglaterra, con unos ingresos suficientes para vivir con sencillez, consagró sus días a profundizar en sus estudios de matemáticas y filosofía, y sus noches a leerle historia en voz alta a su mujer. Hacia 1898, en buena medida bajo la influencia de G. E. Moore, abandonó a Kant y a Hegel como sus mentores. En aquel año, cuando McTaggart deseaba visitar a su familia en Nueva Zelanda, pidieron a Russell, a la sazón becario, que diera un curso sobre la filosofía de Leibniz. Este acogió de buen grado esa oportunidad, pues le permitió preparar para su publicación de 1900 su obra definitiva sobre Leibniz. En ella daría testimonio de sus nuevas concepciones, así como de su emancipación de las premisas metafísicas de Kant y Hegel.

En 1900, Russell asistió al encuentro en París del Congreso Internacional de Filosofía. Recuerda ese evento como un punto de inflexión en su carrera, puesto que enfatizó para él la obra de Peano y sus discípulos y dirigió su atención hacia las posibilidades que implicaban las geometrías no euclidianas. Russell ideó una notación simbólica para las relaciones basada en esa introducción a Peano e inició la larga serie de colaboraciones estrechas con Alfred North Whitehead, que se prolongarían durante la década siguiente y culminarían los tres volúmenes de su obra clásica titulada Principia Mathematica.

Durante todos estos años, el interés de Russell en los problemas económicos, sociales y políticos se mantuvo intacto. Se vio enzarzado en frecuentes polémicas panfletarias sobre asuntos tales como el imperialismo, el libre comercio o el sufragio femenino. Sin embargo, fue la Primera Guerra Mundial la que lo condujo a intensificar el estudio de esos problemas y lo llevó a apartarse temporalmente de sus trabajos en matemáticas, filosofía matemática, epistemología y filosofía de la ciencia. A principios de 1914 había dictado las Conferencias Lowell en Boston, posteriormente publicadas bajo el título de Our Knowledge of the External World as a Field for Scientific Method in Philosophy (Nuestro conocimiento del mundo externo, como un campo para el método científico en la filosofía). No obstante, pronto abandonaría ese campo para dedicarse a las publicaciones en las esferas social, política y económica, con ideas impulsadas y despertadas por el conflicto europeo. Siguieron en relativamente rápida sucesión obras tales como War: the Offspring of Fear [La guerra: el fruto del miedo], Principles of Social Reconstruction (Principios de reconstrucción social), Justice in War-Time [La justicia en tiempos de guerra], Political Ideals (Ideales políticos) y Roads to Freedom (Caminos de libertad).

En estos libros expuso con audacia sus ideas fundamentales, por mucho que estas difiriesen de las opiniones imperantes en tiempos de guerra. Algunos de sus pensamientos publicados en oposición al reclutamiento obligatorio condujeron a la imposición de una multa, que pagaron sus amigos, y un posterior artículo crítico con la participación estadounidense en la guerra abocó a su encarcelamiento durante un breve periodo.2 Al mismo tiempo perdió su beca. Hemos de señalar entre paréntesis que, algún tiempo después, la beca le fue restituida, pero entonces no volvió a enseñar en Cambridge, en gran parte debido a las oportunidades para viajar al extranjero, en particular a Rusia y a China. Recibió una nueva vindicación por parte de su universidad cuando fue invitado en 1925 a dar las Conferencias Tarner, más tarde publicadas como The Analysis of Matter (Análisis de la materia).

Hay una información incidental acerca de su encarcelamiento. Sus carceleros fueron amables con él y le permitieron proseguir con sus estudios. Fue en la cárcel donde escribió una buena parte de su Introduction to Mathematical Philosophy (Introducción a la filosofía matemática).

Resulta interesante señalar asimismo que no continuó defendiendo sus concepciones pacifistas durante la Primera Guerra Mundial cuando el totalitarismo mostró posteriormente su horrible rostro; Russell fue uno de los primeros en condenar sus fines e instar a combatirlo por la fuerza.

En 1920, Russell visitó Rusia y regresó completamente desilusionado por lo que había visto. Fue de los primeros pensadores prominentes que se percataron de lo que estaba ocurriendo y que no quedaron satisfechos con lo que los rusos estimaban suficiente que viesen. Su The Practice and Theory of Bolshevism (Teoría y práctica del bolchevismo) expresa una investigación y una convincente crítica del marxismo teórico, así como una absoluta consternación ante lo que veía y lo que predecía que vendría a continuación en Rusia en nombre de este.

Al año siguiente fue invitado a dar conferencias en China en la Universidad Gubernamental de Pekín. Su estudio y su sentido de la historia le resultaron muy útiles allí, toda vez que quedó muy impresionado por las perspectivas históricas y filosóficas chinas, que expresaban en buena medida «la larga visión». Su The Problem of China [El problema de China] bien merece ser leído en la actualidad, aunque hayan transcurrido casi treinta años desde su publicación, porque revela con notable perspicacia muchas anticipaciones sobre la evolución de los acontecimientos.

El primer matrimonio de Russell terminó en divorcio. Tras su segundo matrimonio y el nacimiento de dos hijos, se adentró en un nuevo territorio: el de la educación en la teoría y en la práctica. On Education Especially in Early Childhood (Ensayos sobre educación: especialmente en los años infantiles) y Education and the Social Order (La educación y el orden social) fueron los frutos de su experimentación y teorización en este campo. No obstante, como revelará un vistazo a su lista de publicaciones, también reclamaron su atención durante ese periodo la filosofía matemática, la filosofía de la ciencia, la epistemología, la metafísica, la ética, la política, la psicología, la sociología, la semántica, la religión y la historia. Dictó numerosas conferencias en Inglaterra y en los Estados Unidos, escribió profusamente para la prensa y las revistas especializadas y publicó libros que han sido controvertidos a la par que acreditados. La lógica sagaz que alimenta su fluido verbo le ha permitido exponer con lucidez sus pensamientos respecto de una asombrosamente vasta variedad de asuntos.

Una vez más, el litigio le siguió el rastro. Una demanda de divorcio muy ventilada puso fin a su segundo matrimonio. Este fue seguido por un tercer matrimonio con su esposa actual.

Por condensar unos cuantos años en una única oración, nos limitaremos a señalar que fueron unos años sumamente fructíferos. Pasamos a continuación a su estancia más prolongada en los Estados Unidos. Durante el año académico 1938-1939, fue profesor visitante en la Universidad de Chicago; en 1939-1940 dio clases en la Universidad de California en Los Ángeles, y en la última parte de 1940 dictó las Conferencias William James en la Universidad de Harvard. Esas conferencias se publicarían posteriormente como una obra significativa sobre su tema técnico favorito, el significado del significado, bajo el título de An Inquiry into Meaning and Truth (Significado y verdad).

En 1940, Russell recibió un nombramiento para enseñar en el Colegio de la Ciudad de Nueva York. Siguió un litigio que culminó en la ratificación de la decisión del juez McGeehan que invalidaba el nombramiento. Muchos no acertaban a comprender que la enseñanza de los confines de la filosofía matemática no euclidiana y el pensamiento postulacional pudieran corromper a la juventud de la ciudad de Nueva York, pero Russell tuvo que acatar la decisión y la eliminación del puesto del presupuesto de la ciudad por parte del alcalde La Guardia.3

Russell firmó entonces un contrato con Albert C. Barnes para dar clases en la Fundación Barnes. Lo hizo durante dos años, hasta diciembre de 1942, cuando fue despedido debido a un desacuerdo respecto a su docencia en otros lugares. Si bien Russell ha alegado que jamás tuvo ocasión de justificar su posición ante los tribunales en el litigio del Colegio de la Ciudad, Albert Barnes, por su parte, ha afirmado que él no tuvo realmente la oportunidad de exponer su caso en el litigio subsiguiente que estableció el derecho de Russell a su salario según el contrato. No obstante, este no es ni el momento ni el lugar de presentar los puntos de vista de cada parte.

Después de esta experiencia, Russell regresó a Inglaterra, donde se dedica desde entonces a enseñar, dar conferencias y escribir gran parte de lo que continúa sosteniendo su merecida reputación como uno de los principales pensadores del mundo, una de las mentes más lúcidas y productivas del siglo XX. Aquí ha coronado sus días y ha recibido el tributo apropiado para su posición en el mundo del pensamiento. El rey de Inglaterra le concedió la Orden del Mérito. En 1950 recibió el Premio Nobel de Literatura, no por una de sus obras, sino por su excelencia general; un tributo, entre otras cosas, al mérito de su estilo. No solo los franceses son capaces de escribir bien filosofía.

Tal es, en resumen, la historia de Bertrand Russell, la historia de un erudito que jamás ha permitido que una atmósfera académica enclaustrada lo resguarde de los complejos acontecimientos de su tiempo. Siempre sensible a las corrientes de los acontecimientos mundiales, ha sido un agudo analista de los asuntos internacionales. Su continua popularidad fue atestiguada por los millares de oyentes entusiastas —jóvenes y mayores— que se agolparon para escucharle hablar durante su visita a los Estados Unidos en 1950.

II

A pesar de su edad, Russell sigue siendo joven y vigoroso de cuerpo y mente. Hace no mucho tiempo, se salvó tras un accidente aéreo nadando hasta la costa con un abrigo. En los numerosos campos cubiertos en el aristotélico alcance de su obra, no cesa de dar testimonio de su incesante especulación. Nadie que pretenda hablar con autoridad en estos campos puede permitirse hacerlo sin atender a la posición adoptada por Russell, y cualquiera que presuma de discrepar ha de estar preparado para lidiar con Russell en la arena central, ante los principales pensadores de nuestros días. Semejante controversia ha sido siempre el acicate para los logros de Russell. Como señala el profesor Schilpp en su prefacio a The Philosophy of Bertrand Russell:

Sus contribuciones a la filosofía matemática y la lógica simbólica lo han distinguido como uno de los poquísimos pensadores del mundo realmente grandes y seminales. Y la amplitud de sus intereses y la variedad de sus escritos lo han convertido al mismo tiempo en uno de nuestros contemporáneos más leídos y críticamente discutidos.4

Hans Reichenbach, comentando el estímulo que Russell ha brindado al estudio de la lógica, reitera este juicio acerca de la importancia de Russell para el estudiante actual:

Ha nacido una escuela de lógicos más jóvenes cuyo trabajo, en gran medida, ha sido estimulado por el estudio de los libros de Russell y que han tratado de continuar los métodos de Russell incluso más allá del objetivo para el que fueron creados. El conocimiento del simbolismo de Russell es hoy en día una condición necesaria para aprobar cualquier examen académico de lógica; la discusión de la teoría de las matemáticas de Russell y su teoría de los tipos desempeña un papel prominente en los seminarios filosóficos, y los métodos de Russell han llegado a ser las herramientas mediante las cuales una nueva generación cultiva la tierra filosófica. La lógica y la epistemología actuales son impensables sin las contribuciones de Russell; su obra ha sido asimilada incluso por aquellos que contradicen en parte sus opiniones y buscan otras soluciones.5

Albert Einstein expresó inequívocamente su admiración cuando declaró:

Cuando el editor me pidió que escribiera algo sobre Bertrand Russell, mi admiración y respeto por ese autor me indujeron de inmediato a decir que sí. Debo innumerables horas felices a la lectura de las obras de Russell, algo que no puedo decir de ningún otro escritor científico contemporáneo, con la excepción de Thorstein Veblen.6

Incluso en aquellos que difieren de las opiniones de Russell sobre aspectos particulares de filosofía o en campos particulares de su especulación, existen sobradas evidencias de la alta consideración y el aprecio del estímulo que ha ofrecido al pensamiento. Esto se pone de manifiesto mediante observaciones como la de W. T. Stace:

La mayor parte de este artículo ha consistido en críticas adversas. Y es cierto que, en mi opinión, el monismo neutral de Russell ha de ser rechazado tanto en el lado de su teoría de la materia como en el lado de su teoría de la mente. Por supuesto, esto no significa que no aprendamos nada de él. Resulta profundamente sugerente e instructivo. Considero evidente que el pensamiento de Russell sobre estas cuestiones ha contribuido inmensamente a los logros filosóficos de nuestra generación, que ha estimulado profundamente la investigación, que está repleto de ideas interesantes y fértiles y que es probable que siga siendo un hito en la historia de la filosofía.7

La amplia variedad de sus intereses y el alcance global de su especulación han provocado reiteradamente la admiración, como la que hallamos en las palabras de John E. Boodin:

Los escritos filosóficos de Bertrand Russell son unas lecturas deliciosas. Cualquiera que sea el puesto de Russell en la filosofía, sus escritos literarios merecen ciertamente un lugar en cualquier antología de prosa inglesa. Con esta afirmación no pretendo restar importancia a la contribución de Russell a la filosofía. Ningún escritor contemporáneo ha hecho más que Russell para estimular el interés en la filosofía, y todos estamos en deuda con él. Su contribución a la lógica eclipsa tal vez sus contribuciones a otras ramas de la filosofía debido a su masividad. Ahora bien, este pensador ha enriquecido de manera brillante y sugerente todas las ramas de la filosofía.8

La fase de las obras de Russell que ha atraído más atención popular ha sido quizás en el campo de la filosofía social. Eduard C. Lindeman ha captado la esencia de su contribución y ha apuntado sucintamente a la clave para una comprensión de sus concepciones en ese controvertido campo:

Una marca distintiva de un filósofo social puede hallarse en la adopción de un conjunto de valores que describe su sentido de dirección. Parece ser cierto en términos generales que, dentro de ese conjunto, un único valor destaca como principio rector; toda organización y autoconsistencia que quepa hallar en el sistema de valores de cualquier filósofo parece dimanar de ese valor que actúa como líder. Tampoco a este respecto presenta Bertrand Russell dificultades serias para el intérprete. Su valor dominante ha sido siempre la Libertad. Todas sus políticas sociales derivan de y pueden explicarse en términos de su abrumadora creencia en la libertad de la persona individual.9

Podrían multiplicarse los ejemplos tomados de The Philosophy of Betrand Russell y de muchas otras obras que comentan su pensamiento. Apenas existen libros que pretendan hablar con autoridad de los problemas actuales en el campo de la filosofía, o de cualquier tema relacionado, en los que no aparezca el nombre de Bertrand Russell. Como dice acertadamente Justus Buchler, si tuviera «… sentido seleccionar a algún pensador como más representativo del siglo que otros, y si hubiera que escoger uno solo, sería difícil encontrar a alguien mejor que Russell».10

III

Las selecciones como las de este libro son a lo sumo meros ejemplos, y solamente son satisfactorias si invitan al lector a acercarse a las propias obras. Solo entonces puede hacerse patente el despliegue de rigor lógico y la riqueza de ejemplos y aprendizajes. Todo ello se pierde aquí a menos que el lector se detenga a constatar, mientras hojea las páginas siguientes, que los extractos de ingenio y sabiduría devienen más vibrantes aún en sus contextos. Si el lector acepta la invitación y se siente impulsado a buscar las ideas de Russell en los libros y en los artículos que este ha escrito a lo largo de más de cincuenta años, entonces el propósito de un volumen como este se habrá cumplido.

No cabe aseverar definitivamente que Bertrand Russell diga esto o lo otro, ni señalar con contundencia cualquier pasaje aislado. Es preciso completar el argumento y reconocer las etapas del desarrollo del pensamiento de Russell antes de atreverse a decir lo que este piensa.