El libro de la imaginación - Edmundo Valadés - E-Book

El libro de la imaginación E-Book

Edmundo Valadés

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Beschreibung

Esta antología propone al lector un viaje a portentos y prodigios imaginativos. Incluye varios centenares de textos breves en los que los autores de todos los tiempos concretaron, con precisión y brevedad admirables, agudezas, minificciones, epigramas y fantasías que hacen un todo fascinante.

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COLECCIÓN POPULAR

152

EL LIBRO DE LA IMAGINACIÓN

El libro de la IMAGINACIÓN

Selección de EDMUNDO VALADÉS

Primera edición, 1976 Primera edición electrónica, 2015

D. R. © 1976, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672; fax (55) 5227-4694

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-2727-8 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

ADVERTENCIA

Esta antología propone al lector un viaje a portentos y prodigios imaginativos. Se han espigado más de cuatrocientos textos breves, en los que sus autores, de todos los tiempos, concretaron, con precisión y brevedad admirables, agudezas, ficciones, epigramas, que hacen un todo fascinante y en los que se derrama, pródigamente, un arte conciso extraordinario, se redondean gracias, se levantan inverosimilitudes formidables, se animan colisiones entre realidad y fantasía, y por los cuales transcurren mujeres, amor, enigmas, sueños, espejos, milagros, fantasmas, utopías, magias, el cielo, el infierno y lo que el ingenio de quienes los escribieron trata de explicar o fundar sobre lo que está más allá de lo visible o comprobable. Es, al fin, un libro que se explica por sí mismo. No necesita más advertencias o informaciones.

ENIGMAS

No es de fácil alcance tu oráculo.

ESQUILO

PÁGINA ASESINA

En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.

Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas

LA ADVERTENCIA

En las Islas Canarias se levantaba una enorme estatua de bronce, de un caballero que señalaba, con su espada, el Oeste. En el pedestal estaba escrito: “Volveos. A mis espaldas no hay nada”.

R. F. Burton, 1001 nights

EL QUE NO TIENE NOMBRE

Yo soy el que todo lo ve, el que todo lo sabe, el que todo lo dice.

Yo vi a Dios hacer el mundo y hacer al hombre. Y después vi al hombre hacer su primera fogata, su primera ciudad, su primera guerra.

He conocido a los profetas. He visto nacer y morir a reyes, campesinos, mártires y traidores.

Todo lo que ha ocurrido en la realidad y en los sueños de los hombres, lo he visto y lo he contado.

Yo soy el personaje sin nombre que aparece en todos los libros. El que empieza diciendo: Había una vez…

Fermín Petri Pardo

EL CASTILLO

Así llegó a un inmenso castillo, en cuyo frontispicio estaba grabado: “A nadie pertenezco, y a todos; antes de entrar, ya estabas aquí; quedarás aquí, cuando salgas”.

Diderot, Jacques El fatalista

LA VOZ

Oí entonces una voz semejante al trueno. Me acerqué… y la visión me dirigió estas palabras: “Yo soy idéntico a ti, y tú eres idéntico a mí; donde tú estás, estoy yo, y estoy en todas las cosas; cuando tú lo deseas, tú me recibes, pero al recibirme a mí, te recibes a ti mismo”.

Evangelio de Eva, citado por Alexandro Jodorowsky

EL VELO

La estatua de la diosa, en Saís, tenía esta inscripción enigmática: “Soy todo lo que ha sido, lo que es, todo lo que será, y ningún mortal —hasta ahora— ha alzado mi velo”.

Plutarco, De Isis y Osiris

EL ENIGMA

El gran mago planteó esta cuestión:

—¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?

Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz. Zadig consideró que era el tiempo.

—Nada es más largo, agregó, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres lo descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.

Voltaire

ALGUNOS SUEÑOS

… ¿quién sabe si esta otra mitad de la vida en que creemos estar despiertos, no es sino un sueño un poco diferente del primero, del que despertamos cuando creemos dormir?

PASCAL

EL SUEÑO DE LA VIRGEN

Cuando dijo “sí”, tendida en el pasto, descubrió que soñaba; pero era demasiado tarde.

Tomás Arauz

EL DINOSAURIO

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso, Obras Completas (y otros cuentos)

PARODIA SINIESTRA

Nihil (novum sub solem) obstat: Titus Mons Roseus.

Cuando Nicaragua despertó, Somoza todavía estaba allí.

Carlo Antonio Castro

LA PRUEBA

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces qué?

S. T. Coleridge

EL PRINCIPIO

“Tu suerte está echada”, dijo, al tiempo que rodaba mi cabeza. Y aquí, mirando arriba mientras se me escapan las fuerzas, quiero creer que sueño. Pero el sueño comienza ahora; voy a dormir.

Óscar González

LA CREACIÓN DE EVA

Ésta se llamará varona porque del hombre ha sido tomada (Génesis)

Adán se sintió invadido por un profundo sopor. Y durmió. Durmió largamente, sin soñar nada. Fue un largo viaje en la oscuridad. Cuando despertó, le dolía el costado. Y comenzó su sueño.

Álvaro Menén Desleal, Cuentos breves y maravillosos

EL SUEÑO DE CHUANG-TZU

Chuang-Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.

Herbert Allen Giles, Chuang-Tzu

LA INCRÉDULA

Sin mujer a mi costado y con la excitación de deseos acuciosos y perentorios, arribé a un sueño obseso. En él se me apareció una, dispuesta a la complacencia. Estaba tan pródigo, que me pasé en su compañía de la hora nona a la hora sexta, cuando el canto del gallo. Abrí luego los ojos y ella misma, a mi diestra, con sonrisa benévola, me incitó a que la tomara. Le expliqué, con sorprendida y agotada excusa, que ya lo había hecho.

—Lo sé —respondió—, pero quiero estar cierta.

Yo no hice caso a su reclamo y volví a dormirme, profundamente, para no caer en una tentación irregular y quizás ya innecesaria.

Edmundo Valadés, Las dualidades funestas

UN SUEÑO

Muchas veces he tenido el mismo sueño… me parece que debo bailar ante ti; llevo un vestido etéreo, y tengo la sensación de que todo me va a salir bien; la multitud se aprieta a mi alrededor. Te busco con los ojos: ahí estás, sentado enfrente; parece que te preocupa otra cosa, y no te fijas en mí; pero avanzo hacia ti calzada de oro, mis mangas de plata cuelgan negligentemente, y espero. Levantas la cabeza, tu mirada se detiene en mí; a pasos ligeros, trazo círculos mágicos; tú ya no quitas de mí los ojos, obligado a seguirme en todas mis evoluciones, y tengo la sensación de un éxito triunfal. Todo lo que apenas adivinas te lo hago ver por mis movimientos, y estás sorprendido de esa sabiduría que mi danza describe para ti. Luego me sacudo de mis hombros mi manto impalpable, te muestro mis alas y me elevo en el espacio. Me encanta ver cómo me sigues con los ojos; después, dulcemente, vuelvo a bajar y caigo entre tus brazos, que me estrechan…

Bettina a Goethe

TRASPASO DE LOS SUEÑOS

De pronto dejó de tener pesadillas y se sintió aliviado, pues habían llegado ya a ser una proyección obsedante en las paredes de su alcoba.

Descansado y tranquilo en su sillón de lectura, el criado le anunció que quería verle el señor de arriba.

Como para la visita de un vecino no debe haber dilaciones que valgan, le hizo pasar y escuchó su incumbencia:

—Vengo porque me ha traspasado usted sus sueños.

—¿Y en qué lo ha podido notar?

—Como vecinos antiguos que somos, sé sus costumbres, sus manías y sobre todo sé su nombre, el nombre titular de los sueños que me agobian a mí, que no solía soñar… Aparecen paisajes, señoras, niños con los que nunca tuve que ver…

—¿Pero cómo ha podido pasar eso?

—Indudablemente, como los sueños suben hacia arriba como el humo, han ascendido a mi alcoba, que está encima de la suya…

—¿Y qué cree usted que podemos hacer?

—Pues cambiar de piso durante unos días y ver si vuelven a usted sus sueños.

Le pareció justo, cambiaron, y a los pocos días los sueños habían vuelto a su legítimo dueño.

Ramón Gómez de la Serna, Caprichos

¿POR QUÉ?

En el sueño, fascinado por la pesadilla, me vi alzando el puñal sobre el objeto de mi crimen.

Un instante, el único instante que podría cambiar mi designio y con él mi destino y el de otro ser, mi libertad y su muerte, su vida o mi esclavitud, la pesadilla se frustró y estuve despierto.

Al verme alzando el puñal sobre el objeto de mi crimen, comprendí que no era un sueño volver a decidir entre su vida o mi libertad, entre su muerte o mi esclavitud.

Cerré los ojos y asesté el golpe.

¿Soy preso por mi crimen o víctima de un sueño?

Edmundo Valadés

EL CUENTO SOÑADO

¿…Y si, como yo soñé haber escrito este cuento, quien lo lee ahora simplemente sueña que no lo lee?

Álvaro Menén Desleal, Cuentos breves y maravillosos

LOS CUARTOS INFINITOS

Cuando estaba solo, José Arcadio Buendía se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cama de cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la Virgen de los Remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuya puerta abría para pasar a otro exactamente igual, y luego a otro exactamente igual, hasta el infinito. Le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galería de espejos paralelos, hasta que Prudencio Aguilar le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto, despertando hacia atrás, recorriendo el camino inverso, y encontraba a Prudencio Aguilar en el cuarto de la realidad. Pero una noche, dos semanas después de que lo llevaron a la cama, Prudencio Aguilar le tocó el hombro en un cuarto intermedio, y él se quedó allí para siempre, creyendo que era el cuarto real.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

TERMIDOR

La conspiración para terminar con la ola de violencia ha sido descubierta. Después de un juicio sumarísimo, me espera la guillotina. El populacho enardecido, grita y apedrea la carreta en que atado de manos soy conducido al cadalso. El rugido que percibo es semejante al de un gran bosque sacudido por la tempestad, como si se hermanaran las furias del cielo y de la tierra. Me vendan los ojos y el verdugo me hace arrodillar. Apenas, entre el batir de los tambores, puedo oír el ruido seco y silbante de la cuchilla que cae sobre mi cuello. Mi cabeza rueda debajo de la cama. Mi esposa enciende la lámpara en la mesita de noche y, sin poder dominarse, grita, grita, presa de terror infinito. Mi sueño ha terminado.

José Rafael Blengio P.

DE SUEÑO

—No soy un hombre real. No soy un hombre como los otros, un hombre con huesos y músculos, un hombre generado por hombres. Yo soy —y quiero decirlo a pesar de que tal vez no quiera creerme— yo no soy más que la figura de un sueño. Una imagen de Shakespeare es, con respecto a mí, literal y trágicamente exacta: ¡Yo soy de la misma sustancia de que están hechos los sueños! Existo porque hay uno que me sueña, hay uno que duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir; cuando se despierte cesaré de existir. Y soy una imaginación, una creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es tan intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero el mundo de la vigilia no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre lentamente en el alma de mi durmiente creador.

Giovanni Papini

LA PESADILLA

Dios dormía inquieto, se convulsionaba en su sueño, sudaba y, de seguro, sufría.

Las bombas empezaron a caer, los hongos a levantarse, siniestros. El universo entero estaba en llamas, todo se derrumbaba entre gritos de rabia y ayes de agonía…

Dios abrió los ojos, jadeaba; suspiró aliviado, estaba despierto, la pesadilla había terminado.

Agustín Cortés Gaviño

¡ES UN SUEÑO!

Resistí el ataque, moviéndome desesperadamente. El horror que dominaba mis sentidos, luchaba en la penumbra de la habitación con el brillo de las fauces, el furor de los ojos. El dolor de las dentelladas aumentó mis fuerzas. Gemí. ¡Es un sueño! Y desperté.

La vigilia era tan atroz como el sueño (o a resultas de él); voraces ratas se disputaban mi cuerpo. Grité: ¡Es un sueño! Y desperté.

Con los ojos vendados y ante la última voluntad de mi verdugo murmuré: “¡Es un sueño!”

Rubén Darío César

RÍO DE LOS SUEÑOS

Yo, por ejemplo, misántropo, hosco, jorobado, pudrible, inocuo exhibicionista, inmodesto, siempre desabrido o descortés o gris o tímido según lo torpe de la metáfora, a veces erotómano, y por si fuera poco, mexicano, duermo poco y mal desde hace muchos meses, en posiciones fetales, bajo gruesas cobijas, sábanas blancas o listadas, una manta eléctrica o al aire libre, según el clima, pero eso sí, ferozmente abrazado a mi esposa, a flote sobre el río de los sueños.

Gustavo Sainz

LA SENTENCIA

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.

Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.

Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron: Cayó del cielo.

Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó: Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.

Wu Ch’eng-en (c. 1505-c. 1580)

EL CIERVO ESCONDIDO

Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:

—Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

—Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero —dijo la mujer.

—Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño —contestó el marido— ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quien lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

—Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

—¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

Liehtse (c. 300 a. C.)

SUEÑO INFINITO DE PAO YU

Pao Yu soñó que estaba en un jardín idéntico al de su casa. “¿Será posible, dijo, que haya un jardín idéntico al mío?” Se le acercaron unas doncellas. Pao Yu se dijo atónito: “¿Alguien tendrá doncellas iguales a Hsi-Yen, a Pin-Erh y a todas las de casa?” Una de las doncellas exclamó: “Ahí está Pao Yu. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?” Pao Yu pensó que lo habían reconocido. Se adelantó y les dijo: “Estaba caminando; por casualidad llegué hasta aquí. Caminemos un poco.” Las doncellas se rieron. “¡Qué desatino! Te confundimos con Pao Yu, nuestro amo, pero no eres tan gallardo como él.” Eran doncellas de otro Pao Yu. “Queridas hermanas —les dijo—: yo soy Pao Yu. ¿Quién es vuestro amo?” “Es Pao Yu —contestaron—. Sus padres le dieron ese nombre, que está compuesto de los dos caracteres: Pao (precioso) y Yu (jade), para que su vida fuera larga y feliz. ¿Quién eres tú para usurpar ese nombre?’’ Se fueron riéndose.

Pao Yu quedó abatido. “Nunca me han tratado tan mal. ¿Por qué me aborrecerán estas doncellas? ¿Habrá, de veras, otro Pao Yu? Tengo que averiguarlo.” Trabajado por esos pensamientos, llegó a un patio que le pareció extrañamente familiar. Subió la escalera y entró en su cuarto. Vio a un joven acostado; al lado de la cama reían y hacían labores unas muchachas. El joven suspiraba. Una de las doncellas le dijo: “Qué sueñas, Pao Yu, estás afligido?” “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron y me dejaron solo. Las seguí hasta la casa y me encontré con otro Pao Yu durmiendo en mi cama.” Al oír este diálogo, Pao Yu no pudo contenerse y exclamó: “Vine en busca de un Pao Yu; eres tú.” El joven se levantó y lo abrazó, gritando: “No era un sueño, tú eres Pao Yu.” Una voz llamó desde el jardín: “¡Pao Yu!” Los dos Pao Yu temblaron. El soñado se fue. El otro le decía: “¡Vuelve pronto, Pao Yu!” Pao Yu se despertó. Su doncella Hhi-Yen le preguntó: “¿Qué sueñas, Pao Yu, estás afligido?” “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron…”

Tsao-Hsueh-Kin, Sueño del aposento rojo

INSOMNIOS

Habían contraído, en efecto, la enfermedad del insomnio.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.

EN EL INSOMNIO

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarro. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormirse. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

Virgilio Piñera

JUEGO INFINITO

Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador les decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador les decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

DE FANTASMAS

¡Si supieran qué miedo puede tener un fantasma de los hombres!…

T. S. ELIOT

ESCALOFRIANTE

Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.

Thomas Bailey Aldrich, Works

CORDELIA

Sintió pasos en la noche y se incorporó con sobresalto.

—¿Eres tú, Cordelia? —dijo.

Y luego:

—¿Eres tú? Responde.

—Sí, soy yo —le replicó ella desde el fondo del pasillo. Entonces se durmió. Pero a la mañana siguiente habló con su mujer que se llamaba Clara —y con su sirvienta que se llamaba Eustolia.

Francisco Tario, Tapioca Inn

DESPERTAR

—¿Dice usted que esta casa no existe, que usted es un fantasma? ¿Pues dónde estoy?

—En el despertar de un sueño.

Nicio de Lumbini

FINAL PARA UN CUENTO FANTÁSTICO

—¡Qué extraño! —dijo la muchacha, avanzando cautelosamente—. ¡Qué puerta más pesada!

La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.

—¡Dios mío! —dijo el hombre—. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!

—A los dos, no. A uno solo —dijo la muchacha.

Pasó a través de la puerta y desapareció.

I. A. Ireland, Visitations

UN HUEVO

Un viajero encuentra en el campo a un personaje con una cabeza completamente lisa como un huevo, sin un solo rasgo. Aterrorizado sube a una carreta y le pide al campesino que arree el caballo de inmediato.

—¿Qué pasa? —le pregunta el campesino.

—Fue que vi a un hombre que tenía el rostro liso como un huevo.

—Entonces —respondió el campesino volviéndose—, ¿tenía el mismo rostro que yo?

Anónimo japonés

FANTASMA SENSIBLE

Un día, cuando se dirigía al excusado, Yuan Tche-yu fue protagonista de un hecho singular. A su lado surgió un fantasma gigantesco, de más de diez pies de altura, de tez negra y ojos inmensos, vestido con una casaca negra y cubierto con un bonete plano. Sin turbarse de modo alguno, Yuan Tche-yu conservó la sangre fría.

—La gente suele decir que los fantasmas son feos —dijo con la mayor indiferencia, dirigiendo una sonrisa a la aparición—. ¡Y tiene toda la razón!

El fantasma, avergonzado, se eclipsó.

Lieu Yi-king

¿SERÍA FANTASMA?

Al caer de la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:

—Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?

—Yo no —respondió el otro—. ¿Y usted?

—Yo sí —dijo el primero y desapareció.

George Loring Frost, Memorabilia

PREGUNTA

¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable —por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

James Joyce, Ulises

LA CASA ENCANTADA

Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a empezar su conversación con el anciano.

Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfield, donde se realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.

—Espéreme un momento —suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondió a su impaciente llamado.

—Dígame —dijo ella—, ¿se vende esta casa?

—Sí —respondió el hombre—, pero no le aconsejo que la compre. ¡Esta casa, hija mía, está frecuentada por un fantasma!

—Un fantasma —repitió la muchacha—. Santo Dios, ¿y quién es?

—Usted —dijo el anciano y cerró suavemente la puerta.

Anónimo

ESPEJOS

…los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres.

JORGE LUIS BORGES

AL REVÉS

Aterradora idea de Juana, acerca del texto Per Speculum in Aenigmate: Los goces de este mundo serían los tormentos del infierno, vistos al revés, en un espejo.

León Bloy, Le vieux de la montagne

YO VI MATAR A AQUELLA MUJER

En la habitación iluminada de aquel piso vi matar a aquella mujer.

El que la mató, le dio veinte puñaladas, que la dejaron convertida en un palillero.

Yo grité. Vinieron los guardias.

Mandaron abrir la puerta en nombre de la ley, y nos abrió el mismo asesino, al que señalé a los guardias diciendo:

—Éste ha sido.

Los guardias lo esposaron y entramos en la sala del crimen. La sala estaba vacía, sin una mancha de sangre siquiera.

En la casa no había rastro de nada, y además no había tenido tiempo de ninguna ocultación esmerada.

Ya me iba, cuando miré por último a la habitación del crimen, y vi que en el pavimento del espejo del armario de luna estaba la muerta, tirada como en la fotografía de todos los sucesos, enseñando las ligas de recién casada con la muerte…

—Vean ustedes —dije a los guardias—. Vean… El asesino la ha tirado al espejo, al trasmundo.

Ramón Gómez de la Serna, Caprichos

LA MUDANZA

Él había resuelto abandonar su alojamiento del Hotel Voltaire, encontraba confortable la nueva casa de la calle Cherche-Midi. Mientras, la lucha contra los espejos continuaba, era una cuestión vital. Allí, en la infinita reproducción de su rostro, la muchedumbre ante él. Multitudinarios alaridos complementando su soledad. Lanzar la primera piedra bastaba, y el milagro caería destrozado en instantes, y otra vez el silencio poblado de ecos. Pero él no se atrevía a dar el paso, prefería distraerse en el andar inconexo por los parques, compenetrado en la idea de una mañana nueva, distinta, donde pudiera haber sol y perfumes, barrida la atmósfera del asco. Decaía de golpe su optimismo y quemaba lentamente la esperanza. Charles dejaba de pronto de creer y se sumergía en el humo espeso, abstraíase del tiempo y los relojes terminaban por callar. Un enorme calendario de números rojos sobre su espalda, y el peso aplastándolo. De pronto, allí, en su nueva casa de la calle Cherche-Midi, interrogando las líneas de su rostro, asombrado ante los estragos de los años, cruje el espejo y los cristales caen uno a uno, silenciosamente.

Un grito de terror y Baudelaire adivinó el sopor final.

Marcos Ricardo Barnatan

LA DAMA FRENTE AL ESPEJO

Al entrar al Salón de los Espejos, la bonita señora no pudo resistir el impulso de mirarse. Por lo demás, es un impulso natural, y su comisión no conlleva nada delictivo ni pecaminoso. Había entrado al Salón de los Espejos para esperar a la Marquesa, con quien bebería el té en el coqueto jardín inglés del flanco izquierdo del castillo.

Puso, pues, su carterita sobre una silla, quedándose con la polvera. Al ver su imagen reflejada en el azogue, respingó un poco la nariz para empolvarse. Luego puso en su sitio, con un gesto regañón, a dos o tres cabellos rebeldes, y se ajustó el traje sastre. Fue ése el momento en que percibió el fenómeno: atrás suyo, otra dama se ajustaba el vestido sastre frente a otro espejo de pared. Atrás de esta nueva mujer, otra más, igual también a ella, se ajustaba el traje sastre. Y más atrás, otra, y otra, y otra…

Dio ella un paso, retirándose alarmada del espejo. Simultáneamente, una infinita sucesión de imágenes de mujeres en un todo iguales a ella, dieron también un paso para retirarse de sus espejos. Abrió los ojos desmesuradamente, y aquel millón de mujeres abrieron dos millones de ojos desmesuradamente, formadas en una línea recta en perspectiva que llegaba al infinito.

Palideció. Diez millones de mujeres palidecieron con ella. Entonces dio el grito, llevándose la mano a los ojos. Cien millones de mujeres corearon su grito y repitieron su gesto. Cayó al suelo. Mil millones de mujeres cayeron al suelo gimiendo. Ella se arrastró sobre la gruesa alfombra árabe, y un incontable número de mujeres, como soldados sobre el terreno, calcaron uno a uno sus movimientos felinos. No logró salir del Salón de los Espejos; al acudir los sirvientes, encontraron muerta Media Humanidad…

Álvaro Menén Desleal, Cuentos breves y maravillosos

EL ESPEJO DE VIENTO-Y-LUNA

En un año las dolencias de Kia Yui se agravaron. La imagen de la inaccesible señora Fénix gastaba sus días; las pesadillas y el insomnio, sus noches.

Una tarde un mendigo taoísta pedía limosna en la calle, proclamando que podía curar las enfermedades del alma. Kia Yui lo hizo llamar. El mendigo le dijo: “Con medicinas no se cura su mal. Tengo un tesoro que lo sanará si sigue mis órdenes.” De su manga sacó un espejo bruñido de ambos lados; el espejo tenía la inscripción: Precioso Espejo de Viento-y-Luna. Agregó: “Este espejo viene del Palacio del Hada del Terrible Despertar y tiene la virtud de curar los males causados por los pensamientos impuros. Pero guárdese de mirar el anverso. Sólo mire el reverso. Mañana volveré a buscar el espejo y a felicitarlo por su mejoría.” Se fue sin aceptar las monedas que le ofrecieron.

Kia Yui tomó el espejo y miró según le había indicado el mendigo. Lo arrojó con espanto: El espejo reflejaba una calavera. Maldijo al mendigo; irritado, quiso ver el anverso. Empuñó el espejo y miró: desde su fondo, la señora Fénix, espléndidamente vestida, le hacía señas. Kai Yui se sintió arrebatado por el espejo y atravesó el metal y cumplió el acto de amor. Después, Fénix lo acompañó hasta la salida. Cuando Kia Yui se despertó, el espejo estaba al revés y le mostraba, de nuevo, la calavera. Agotado por la delicia del lado falaz del espejo, Kia Yui no resistió, sin embargo, a la tentación de mirarlo una vez más. De nuevo Fénix le hizo señas, de nuevo penetró en el espejo y satisficieron su amor. Esto ocurrió unas cuantas veces. La última, dos hombres lo apresaron al salir y lo encadenaron. “Los seguiré —murmuró—, pero déjenme llevar el espejo.” Fueron sus últimas palabras. Lo hallaron muerto, sobre la sábana manchada.

Tsao Hsue-Kin, El sueño del aposento rojo