El libro que salvará tu relación de pareja. Evita las discusiones, gestiona los conflictos y mejora la comunicación. - Cristina Soria - E-Book

El libro que salvará tu relación de pareja. Evita las discusiones, gestiona los conflictos y mejora la comunicación. E-Book

Cristina Soria

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Beschreibung

Desde las broncas por comer los domingos en casa de los padres o de los suegros, los problemas con el dinero, la educación de los hijos, la presión del trabajo, la falta de deseo, hasta el tapón del gel siempre abierto o incluso los ronquidos, ¿quién no ha discutido por alguno de estos temas con su pareja? El desgaste de la vida en común puede producir frustración, insatisfacción, fracaso e incluso provocar la ruptura. Por eso, descubrir situaciones dañinas y afrontar las crisis de forma constructiva es fundamental para desarrollar relaciones sanas. En esta guía, Cristina Soria, la conocida coach y escritora, nos da propuestas para discutir sin pelear, conseguir el equilibrio en la convivencia y todas las pautas necesarias para entendernos, llegar a acuerdos o evitar caer en la rutina. Y si no es posible continuar, aquí tienes las herramientas para «romper» sin hacer daño y de la forma menos dolorosa posible. Un libro para todo tipo de parejas, lleno de anécdotas y situaciones reales, que te da las claves para que tu relación funcione.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

El libro que salvará tu relación de pareja. Evita las discusiones, gestiona los conflictos y mejora la comunicación

© 2023, Cristina Soria

© 2023, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.

 

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

 

Diseño de cubierta: CalderónStudio

Imagen de cubierta: Shutterstock

 

 

I.S.B.N.: 9788491399810

 

Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Dedicatoria

Introducción

I.Destinados a entendernos

1. De aquellas tormentas, estos lodos

2. Entre la testosterona y la oxitocina anda el juego

II.El arte de discutir sin pelear

3. Las seis claves de una relación de pareja en equilibrio

4. Hablemos de sexo

5. Romper el cordón umbilical

6. Haciendo juegos malabares

7. Ya no somos dos, sino multitud

8. Crear espacios propios

9. Adiós, estrés

10. Cuando no escuchas bien lo que te estoy diciendo

11. A partir de ahora, ¡ya no me callo!

12. Te digo adiós y me voy

Epílogo

 

 

 

 

 

 

A Alberto, con el que llevo compartiendo veintitrés años de matrimonio. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, pero la comunicación, el humor y la admiración mutua nos han permitido saltar todos los obstáculos.

 

A mis padres, que me inculcaron los valores más importantes para crear una familia.

Introducción

 

 

 

 

 

¿Cuándo ha sido la última vez que has discutido con tu pareja? ¿Recuerdas el motivo? Todos pasamos por distintas etapas en la convivencia y en algunas son más frecuentes las discusiones que en otras. Es verdad que el estado emocional por el que estamos pasando, las preocupaciones, el estrés, el miedo, la toma de decisiones, son elementos que influyen en nuestra relación. Las expectativas sobre lo que supone llevar una vida en común, en ocasiones, no se ven representadas en el día a día.

Las discusiones forman parte de nosotros, son un elemento por el cual entramos en una batalla por querer tener la razón sobre algo o alguien, un intento por convencer al otro de que lo que pensamos es lo correcto, que nuestra manera de hacer las cosas no solo es la mejor, sino que es la ÚNICA, es una forma de decir a la otra persona «estoy aquí y me siento ninguneada», es una manera por la que el EGO levanta la mano y en ocasiones se convierte en un modo de vida. Sea por la razón que sea, en lo que todos coincidimos es que las discusiones forman parte del ser humano.

No sé si en los últimos tiempos habrás observado que estamos todos con los sentimientos a flor de piel, mucho más irascibles, en los que hace falta muy poco para que saltemos. La situación económica con la subida de los precios, la polarización de la política, la inestabilidad laboral, las noticias negativas que inundan los informativos hacen que como poco el estado de ánimo se vea tocado y a veces hundido. Y, como te podrás imaginar, nuestra relación de pareja se ve afectada por este contagio de emociones negativas.

Además, estamos de acuerdo en que cada vez llevamos una vida más acelerada, en la que luchamos por alcanzar esos objetivos profesionales con los que creemos que vamos a ser más felices, sentirnos más realizados y vivir mejor, lo que nos lleva a un día a día caótico, en el que hacemos encaje de bolillos para poder conciliar la vida profesional y personal. Así que si esto ya es complicado, no digamos cuando tenemos que atender nuestra vida de pareja, no nos quedan ni ganas, ni energía y en muchas ocasiones ni tiempo. O eso creemos.

Sea lo que fuere, la realidad nos lleva a sobrevivir en pareja, acompañados por un wasap de buenos días, mensajes que sirven de peticiones convertidas en órdenes, alarmas que nos recuerdan los compromisos y en los que no tenemos tantos espacios para la piel con piel. Así que es precisamente en esos periodos de mayor convivencia cuando nos damos cuenta de que vivimos con unos desconocidos, con los que hace mucho tiempo no nos sentamos a conversar, a recuperar nuestros sueños, ilusiones…, y de los que aguantamos bastante poco porque ni siquiera nos aguantamos a nosotros mismos.

En este sentido, las estadísticas son claras, y es tras el periodo vacacional cuando aumenta el número de separaciones. Debe ser que PARAR NOS APORTA CONSCIENCIA.

Así es, tras un año duro en el que tenemos el foco puesto en esos días en la playa, en la casa del pueblo o viajando a algún lugar paradisiaco, nos vemos compartiendo las veinticuatro horas con esa persona con la que llevamos años viviendo bajo el mismo techo, pero compartiendo solo unos ratos, con lo que nos damos cuenta de que realmente no nos conocemos del todo.

Y en ese paréntesis anual somos conscientes de la cantidad de cosas que nos molestan de la pareja, además de que hay casos en los que tenemos que ceder parte de nuestro tiempo a compartirlo con la familia política. Descubrimos que mientras a mí me encanta tumbarme en la toalla al sol, nuestra pareja está deseando hacer una nueva ruta por la montaña. O que ni siquiera nos ponemos de acuerdo para elegir el menú para la comida.

Llevamos meses dando gusto a los deseos de los demás y ahora, durante el periodo vacacional, no estamos dispuestos a ceder en ninguna de las peticiones, porque estamos convencidos de que nos lo hemos ganado. Pero, claro, si nosotros tenemos estas necesidades, nuestra pareja tiene las suyas, y a veces son completamente opuestas. Y es en ese momento cuando se produce el choque de trenes.

¿Cuántas veces has rumiado en voz baja despotricando hacia tu pareja? ¿Cuántas veces te has jurado que ya era la última vez en la que pasabas por alto esto o lo otro? ¿Cuántas veces te has enfadado porque has sentido que al llegar a casa, con ganas de contarle todas las tragedias que te habían pasado durante el día, has visto cómo tu pareja no te prestaba atención? ¿Cuántas veces has dejado pasar un día más sin hablar prácticamente con ella y si lo has hecho, ha sido para echarle algo en cara?

Sí, siento confirmarte que las historias de amor que nos vendió Disney son MENTIRA. Que los cuentos de princesas y ranas convertidos en príncipes no existen. Tampoco las parejas perfectas cuyas vidas son retransmitidas por Instagram y TikTok. Ni siquiera sabemos con certeza si la relación entre Adán y Eva estuvo siempre exenta de reproches y de sentimientos de culpa.

Esa frase con la que terminan todos los cuentos que nos han transmitidos nuestras abuelas, «y fueron felices y comieron perdices» no se cumple en la vida real, tal y como nos lo hemos imaginado, porque, a decir verdad, esas historias de amor feliz acaban ahí, nadie nos ha aclarado qué pasó seis meses, dos años o quince años más allá.

No nos han explicado cómo superaron los obstáculos que fueron apareciendo, cómo trabajaron en equipo, porque eso es una relación de pareja, cómo siguieron trabajando ese amor y manteniendo viva la llama de la pasión y apaciguada la de la guerra. Nadie nos ha hecho saber cómo esas parejas idílicas superaron las crisis provocadas por el paso del tiempo, la influencia de la familia o los momentos de desmotivación. No sabemos si siguieron cultivando su parcela individual a la vez que no abandonaron la de pareja, ni cómo llevaron los estragos que producen en nosotros el paso de los años.

Centrándonos en las discusiones que se dan en una relación:

¿Significa que, aunque existen, deben ser la manera de comunicarnos con nuestras parejas? NO.

¿Esto significa que las parejas están avocadas a la ruptura? NO SIEMPRE.

¿Podemos hacer algo para tener una relación de pareja sana? SÍ.

¿Conocer ciertos aspectos de nuestras diferencias puede ayudar a entendernos y llevar una mejor vida en común? SÍ.

¿Existe una fórmula mágica para tener una relación de pareja en equilibrio? SÍ. No sé si mágica, pero sí que podemos poner en práctica las bases que nos llevan a una vida en pareja equilibrada.

Cuando decidimos vivir en pareja, partimos de los patrones familiares para, en unos casos, copiarlos a pie juntillas y, en otros muchos, hacer todo lo contrario a lo que ellos hicieron. Además, la relación familiar influye directamente en la relación de pareja, ya que repetiremos roles que desarrollamos en nuestro ámbito desde la más tierna infancia. Por ejemplo, si en mi familia, a pesar de ser el menor de mis hermanos, siempre ejercí de padre de los demás, posiblemente con mi pareja repita ese papel paternal.

Nos embarcamos en una relación con un compromiso eterno, sin caer en la cuenta de que somos dos personas con su propia historia vital, su diferente educación, su personalidad y sus distintas expectativas. Y precisamente para que esa relación dure todo lo que nos imaginamos, debemos aprender a amoldarnos y a conocernos, observando y observándonos con otras gafas, lo que nos permitirá crear una nueva relación y dejar la lucha de imponer lo que sentimos como la ÚNICA VERDAD.

Sí, porque compramos la idea de que «con AMOR todo se puede» y no siempre es suficiente. Repito: las discusiones están presentes porque forma parte del ser humano ese deseo de imponer nuestra opinión, porque no nos comunicamos de manera asertiva y porque debemos desaprender comportamientos que van de serie en nuestro ADN si queremos vivir felices en pareja.

Por no decir que mantener la pasión a lo largo de años de convivencia es un trabajo donde las dos partes tienen que aportar. Seguir mirando a los ojos con admiración, y que hagan lo mismo contigo, también es una tarea diaria. La vida nos presentará obstáculos, en ocasiones difícilmente predecibles, y de los que saldremos fortalecidos si decidimos ser un equipo.

Las nuevas generaciones conviven mucho antes de dar el primer paso de compromiso, sin embargo, antes nos lanzábamos a la piscina sin saber si había suficiente agua, convencidos de que era lo que nuestros valores y principios nos dictaban.

Para ser honestos, hay que decir que una fórmula u otra no son garantía de éxito ni de eternidad. Y si no, ¿recuerdas tu primer año de vida en común? Yo sí. En ese momento me di cuenta de que si lo que me esperaba de mi matrimonio era lo mismo que estaba viviendo en esos primeros meses, ¡quería pedir ipso facto la hoja de reclamaciones! Nadie nos avisa de que la convivencia es dura de por sí, pero si a eso le añades que no vivimos dos, sino que vivimos en multitud, lo hace todavía más complicado. Y digo multitud porque siempre está la madre, la suegra o la hermana, queriendo dejar huella.

Nuestro ego no nos permite comenzar a escribir una historia a partir de una hoja en blanco, y hasta dónde colocar la vajilla se puede convertir en una acalorada discusión. Sin olvidar que hay quien —no fue mi caso— en el momento en el que parece asegurarse la vida en común deja de sorprender o de tener detalles y de avivar la pasión. En muchas ocasiones dejan de cuidarse y de mantener espacios para ellos. Se alejan de los amigos y de ciertos hobbies que antes formaban parte de su día a día. Y todo esto se convierte en una relación en la que a veces te olvidas de ti como ser independiente, y en la que son más habituales los reproches porque esperas que todas las carencias que tienes sean cubiertas por tu pareja. ¡Gran error!

Así que si vivir en pareja es un clásico, lo mismo son las discusiones acaloradas, que lo único que hacen es alejar a esas dos personas que alguna vez se quisieron. La monotonía, la falta de comunicación, la falta de pasión…, en el mejor de los casos llevan a la ruptura y en el peor a la apatía. Y que algo sea frecuente no debe convertirse en normal. Por eso llega a tus manos este libro, con la firme intención de:

 

— Entendernos y conocernos mejor, lo que nos llevará a una mejor comprensión. Saber que en esencia fisiológicamente somos diferentes y que la educación y la cultura nos han llevado a comportamientos que en muchas ocasiones provocan la confrontación.

— Conocer cuál es la química del cerebro del hombre y de la mujer para poder entendernos un poco mejor.

— Mejorar nuestras habilidades de comunicación y de escucha.

— Aprender a ocupar el rol que nos corresponde en la pareja.

— Entender cómo somos cada uno de nosotros en el terreno sexual, y aprender a mantener viva la pasión, a pesar de que llevemos muchos años de pareja.

— Detectar comportamientos tóxicos que nos llevan a la dependencia del otro.

— Saber soltar cuando nuestro camino debe separarse.

— Vivir la relación de pareja a partir de la edad madura sin el pensamiento recurrente «ya no lo aguanto más», porque a esa edad posiblemente sea cuando más se discute.

 

Para ello contaremos con una primera parte en la que exponemos ciertas diferencias que se producen en nuestra fisiología, química y educación. La segunda parte de este libro ofrece una serie de herramientas para crear una relación sana de pareja en la que, aunque haya puntos de desencuentro, sepamos afrontarlos.

El principal objetivo del libro es que vuelvas a ilusionarte y a aprender de los errores del pasado. A verte y ver a tu pareja de otra manera, a recuperar el sentido del humor, que des el valor que le corresponde a la comunicación y te olvides de los silencios, que desarrolles la empatía, que aprendas a pedir lo que necesitas, incluso a discutir y, sobre todo, que aprendas a vivir feliz en pareja. Y si no hay solución, aprender cuándo y cómo decir adiós.

I.Destinados a entendernos

 

 

 

 

 

 

En el día a día se producen pequeños encontronazos con nuestras parejas. Discusiones que parecen repetirse como si del sueño de la marmota se tratara. No somos capaces de quitarnos las propias gafas, vemos el mundo a través de nuestros cristales, y una y otra vez nos encontramos enfrascados en la misma discusión. Muchas de ellas se producen porque somos personas diferentes, educados en distintas familias, en ocasiones no compartimos los mismos valores ni la misma religión. Cada uno hemos vivido nuestras propias experiencias desde la infancia, que han ido calando en nosotros y que nos han hecho ser la persona que somos hoy en día.

Por mi experiencia de un matrimonio de veintitrés años, me he dado cuenta de lo importante que es comprender y aceptar a la otra persona tal y como es si no queremos tirar la relación por la borda. No siempre es fácil, durante estos años también vamos cambiando nosotros individualmente, pero encontrando algunas respuestas y aplicando el sentido del humor es mucho más sencillo mantener esa relación en el tiempo, siempre que sea sana, que aporte a ambas partes y que no nos resistamos a perder la pasión.

Durante los dos próximos capítulos he querido dar explicación a por qué nos comportamos de cierta manera, tenemos reacciones diferentes ante una misma situación, nos comunicamos desde lugares distintos y hasta sentimos con diferente filtro. No es cuestión de invalidar, sino de entender, porque siempre visto con humor podemos sortear muchas de las discusiones que nos llevan a un desgaste personal y de la pareja.

1 De aquellas tormentas, estos lodos

 

 

 

 

 

Somos lo que pensamos y actuamos según pensamos, aunque hay veces que la incoherencia es una de las características que nos definen y de la que podríamos hablar largo y tendido.

Y digo que somos lo que pensamos porque no hay mayor controlador de las emociones y los comportamientos que nuestros pensamientos. A veces propios, y otros adquiridos o heredados. Y pensarás, ¿qué tiene que ver esto con lo que nos ocupa? Ya te he dicho que en estas primeras páginas mi objetivo es que puedas entender, que no compartir, ciertas reacciones y comportamientos de tu pareja.

Contestando a la primera pregunta: ¿qué tienen que ver los pensamientos en nuestra relación de pareja? MUCHO.

El cerebro es el creador de los pensamientos y el guardián de nuestras emociones. Es capaz de hacer que el día que hoy estamos viviendo sea maravilloso o todo lo contrario. A lo largo de la historia de la humanidad nos ha permitido sobrevivir, emocionarnos, centrarnos en un objetivo, desarrollar un plan, aprender y desaprender, comunicarnos, realizar cálculos, dibujar, leer o escribir. Con los avances de la ciencia, y gracias a la gran labor de los neurocientíficos, se ha aprendido mucho de él y aún quedan cosas por las que seguir sorprendiéndonos.

Ya sé lo que te estás preguntando mientras lees estas líneas: ¿qué tiene que ver con los hombres y las mujeres? MUCHO.

¿Cuántas veces has pensado que tu pareja no te comprende? ¿Tú, mujer, te has enfadado porque es incapaz de encontrar el yogur de fresa en la nevera a no ser que tenga un letrero de neón luminoso? ¿En cuántas ocasiones te has quejado porque tu marido —podemos extenderlo a hermano o a hijo— es incapaz de hacerte caso si está haciendo otra cosa? Es más, ¿a cuántos hombres ves hablando por teléfono a la vez que se ponen a cocinar? Las mujeres logramos estar hablando con nuestra madre, amiga o prima a la vez que preparamos la comida del día siguiente y nos conectamos a la plataforma del colegio para autorizar la excursión de la semana siguiente. ¿Será por eso que hasta que se inventaron los AirPods sufríamos más de tortícolis?

¿Qué tal llevas que tu hijo o hija llegue a casa, venga con una preocupación o problema, y tu marido no se dé cuenta de que algo pasa? Y si es consciente de ello, no entiende por qué semejante sofocón. ¿En cuántas ocasiones ha surgido una discusión tonta porque no coincidís en poneros de acuerdo con el color del jersey que tenéis delante? La mayoría de estas confrontaciones no tienen gran importancia, pero están ahí. Y por dentro, con el paso de los años, vas rumiando internamente: «Es que no puedo con él» —o ellos con nosotras—.

Cuando verbalizas esto con tu madre o tu grupo de amigas somos capaces de compartir miles de quejas en las que todas nos sentimos reflejadas. No hay nada como un grupo de wasap para compartir problemas como si se tratara de una hoja de reclamación. Y es que al compartir estos pequeños obstáculos del día a día, parece que se hacen más pequeños, o nos consolamos más fácilmente porque solo necesitamos vomitar eso que llevamos dentro, que nos escuchen, nos entiendan, que valoren todo lo que hacemos por nuestra pareja y/o familia y, además, nos consuela saber que en todos los sitios cuecen habas.

 

 

LA HERENCIA QUE NOS DEJARON LAS CAVERNAS

 

Seguro que sigues haciéndote la misma pregunta: ¿esto qué tiene que ver con el cerebro? Te puedo adelantar que más de lo que te imaginas. Todos estos comportamientos, esta forma de ver las situaciones, esta manera de actuar y de sentir tan dispar, viene en parte de nuestras diferencias fisiológicas. Aunque no es lo único.

Te podrás hacer a la idea de que siempre ha habido un debate y se han desarrollado teorías de si el cerebro del hombre y la mujer es igual o distinto. Biológicamente se puede afirmar que no hay tantas diferencias, aunque hay matices, pero sí en cuanto a su funcionalidad y esta es la razón por la que pensamos, sentimos, nos comunicamos y nos relacionamos de diversa manera. Es decir, aquí puede estar la respuesta de muchas de las situaciones que te planteaba antes.

Seguro que recuerdas un programa de televisión con el que crecimos una gran generación que ahora nos encontramos entre los cuarenta y cinco y cincuenta y cinco años, Érase una vez el hombre, y su hermano, Érase una vez la Tierra. ¿Recuerdas a Pedro y Pablo, Los picapiedra?

Esos hombres de la época de las cavernas eran los encargados de cazar y proteger a la comunidad en la que vivían de posibles depredadores. Las mujeres se dedicaban a la crianza de los hijos y a la recolección. De ahí que los cerebros se fueran especializando según las tareas que tenían que desarrollar. Evolucionaron de manera diferente y esto puede dar respuesta a por qué en el caso de los hombres se focalizan en una tarea y centran su atención en ello, mientras que las mujeres tienen la capacidad de hacer muchas cosas a la vez y más recursos para detectar y gestionar las emociones.

¿Cómo se refleja esto en nuestro día a día? Tu pareja llega a casa y se pone a leer el periódico, por ejemplo, es capaz de desconectar del mundo y de centrarse solo en lo que tiene delante de sus ojos. O puede estar arreglando la bicicleta para salir ese fin de semana de ruta, o buscar las entradas para un espectáculo al que queréis ir hace tiempo. Pero no le pidas nada más. Por lo menos durante ese rato en el que está concentrado en un objetivo. Sin embargo, tú eres capaz de estar realizando una presentación a la vez que llamas al médico para pedir una cita y te acuerdas que tienes que comprar yogures para casa. ¿Te suena? Seguro que eres capaz de relatar muchos más ejemplos.

Hoy por hoy todavía hay muchas respuestas encontradas, porque más allá de la parte fisiológica del cerebro y de su funcionalidad, existe una herencia adquirida en cuanto a comportamientos, creencias, educación, experiencias vividas, cambios en el estilo de vida, que influyen directamente en esta posible semejanza y/o diferencia.

A pesar de las hipótesis y teorías que existen, sí que podemos afirmar que si viéramos y observáramos un cerebro masculino y otro femenino, descubriríamos las principales diferencias. Diferencias que a mí me resultaron esclarecedoras para entender ciertos comportamientos, aunque esto no nos debe valer de pretexto, ya que hombres y mujeres somos capaces de entrenar y modificar nuestros comportamientos y no quedarnos con la excusa de siempre de «yo soy así».

 

 

CEREBROS DISTINTOS

 

Las diferencias más importantes entre el cerebro femenino y masculino son:

 

 

1.LA MEMORIA

 

La parte del cerebro donde se afinca la memoria es de mayor tamaño en las mujeres. Mientras que la zona relacionada con la alerta es mayor en el caso de los hombres, como consecuencia de su función de defensa contra el enemigo y los animales, heredado de la época de las cavernas.

Con esto posiblemente entiendas por qué tú, mujer, eres capaz de recordar todas las fechas de cumpleaños de la familia, sabes exactamente en qué hotel pasasteis las vacaciones hace dos veranos, y ya no digamos cuando algo te produce dolor emocional, porque se te quedará grabado a fuego. Ya la posibilidad de perdonar y de pasar página va ligada a los valores, y esto se merece otro libro.

 

 

2.PLANIFICACIÓN Y RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS

 

Más grande también en el caso de las mujeres es el área que tiene que ver con la planificación, la toma de decisiones y la solución de problemas. En el día a día se transforma en la pregunta que nos hacen muchas veces nuestras parejas:

—¿Para qué llevas tantas cosas en el bolso?

Este se convierte en un auténtico botiquín de primeros auxilios, y no digamos si nuestros hijos son más pequeños, que entre esas asas somos capaces de llevar dos tipos de merienda para ellos, por si viene algún amigo hambriento, paracetamol, por si de repente surge la fiebre, y un jersey, porque a media tarde parece que refresca, entre otras previsiones. Si no, que se lo pregunten a mis cervicales.

Planificar y prepararnos para lo que puede pasar es una de nuestras virtudes. Bendita moda XXL.

 

 

3. ÁREA DEL LENGUAJE

 

Más desarrollada está igualmente el área del lenguaje. Por eso, ante una pregunta, pocas veces contestamos con un monosílabo, sino que somos capaces de retraernos al siglo pasado para contar una mera anécdota. Es decir, ante una pregunta inocente de ¿qué le ha dicho el médico a tu padre?, tú, mujer, no la resuelves con un simple «tiene que hacerse una analítica y una placa», sino que recordarás a quien te quiera escuchar dónde empezaron los síntomas, el tiempo que lleva pachucho, las distintas medicaciones que le han recetado, con un poco de suerte no te remontarás a cuando el padre de tu padre sufrió lo mismo, para acabar dándote el dato por el que le has preguntado.

Si esta misma pregunta se la hacen a tu marido, irá directamente al grano, en el mejor de los casos, o simplemente contestará:

—Nada sin importancia.

Lo mismo ocurre con la pregunta que realizamos, por educación, todas las mañanas: «¿Cómo has dormido?». Si se la haces a tu marido, será un simple, bien, mal o regular. Pero tú le añadirás esos condimentos que son necesarios y útiles para matizar ese bien, mal o regular.

 

 

4.LA EMPATÍA

 

De la época prehistórica también hemos desarrollado esa capacidad que tenemos las mujeres de manera innata para entender y procesar las emociones, y, por lo tanto, para desarrollar una mayor empatía. De forma natural fuimos creando esas habilidades que eran esenciales para el cuidado y desarrollo de nuestros hijos, mientras ellos se encontraban cazando o defendiéndose del enemigo.

 

 

5.LA MULTITAREA

 

La mujer tiene la capacidad de involucrar su atención en varios asuntos al mismo tiempo. Lo que conocemos como multitarea, habilidad que no siempre es una ventaja y que está relacionada con esa capacidad que tiene el cerebro femenino de emplear ambos hemisferios complementariamente. Mientras que el cerebro masculino tiende a la especialización, dedicando determinados recursos para cada tarea.

Ahora bien, ¿cómo se reflejan estas diferencias y las posibles herencias de nuestros ancestros en la vida diaria? En cómo hombres y mujeres hemos desarrollado la vista. Cuidar la cueva y a los hijos hizo que las mujeres desarrolláramos una visión más periférica que el hombre, que necesitaba enfocar la vista para ver al depredador antes de ser atacado. En concreto, las mujeres tenemos un cuarenta y cinco por ciento más de visión por cada lado y por debajo y encima