El Milagro del Pensamiento (Traducido) - Orison Swett Marden - E-Book

El Milagro del Pensamiento (Traducido) E-Book

Orison Swett Marden

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Beschreibung

El libro enseña la divinidad del deseo correcto; trata de mostrar que el Creador nunca se burló de nosotros con anhelos de aquello que no tenemos capacidad o posibilidad de alcanzar; que nuestros anhelos y aspiraciones del corazón son profecías, precursores, indicaciones de la existencia de la realidad obtenible, que hay una fuerza creativa poderosa real en nuestros deseos legítimos, en creer con todo nuestro corazón que, sin importar los obstáculos aparentes, seremos lo que estamos destinados a ser y haremos lo que estamos hechos para hacer; en visualizar, en afirmar las cosas como nos gustaría tenerlas, como deberían ser; en sostener el ideal de lo que deseamos que se haga realidad, y sólo eso, el ideal del hombre o la mujer en que nos gustaría convertirnos, en pensar en nosotros mismos como seres absolutamente perfectos que poseen una salud magnífica, un cuerpo magnífico, una constitución vigorosa y una mente sublime.

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EL MILAGRO DEL PENSAMIENTO

 

 

 

 

 

Orison Swett Marden

 

 

 

 

Traducción y edición 2023

por ©David De Angelis

Todos los derechos reservados

ÍNDICE

 

PRÓLOGO

Capítulo 1 - LA DIVINIDAD DEL DESEO

Capítulo 2 - EL ÉXITO Y LA FELICIDAD SON PARA TI

Capítulo 3 - TRABAJAR PARA UNA COSA Y ESPERAR OTRA

Capítulo 4 - ESPERA GRANDES COSAS DE TI MISMO

Capítulo 5 - AUTOESTIMA MEDIANTE LA AUTOSUGESTIÓN

Capítulo 6 - EL CRIMEN DEL "BLUES"

Capítulo 7 - CAMBIA EL PENSAMIENTO, CAMBIA EL HOMBRE

Capítulo 8 - LA PARÁLISIS DEL MIEDO

Capítulo 9 - UNO CON LO DIVINO

Capítulo 10 - ENTONARSE

Capítulo 11 - EL GRAN INTERIOR

Capítulo 12 - UNA NUEVA FORMA DE EDUCAR A LOS NIÑOS

Capítulo 13 - ENTRENAMIENTO PARA LA LONGEVIDAD

Capítulo 14 - COMO PIENSA UN HOMBRE

Capítulo 15 - ENVENENAMIENTO MENTAL DE LA AUTOESTIMA

 

 

PRÓLOGO

La demanda durante sus dos primeros años de casi una edición al mes de "Paz, Poder y Abundancia", el último libro del autor y su reedición en Inglaterra, Alemania y Francia, junto con los cientos de cartas recibidas de los lectores, muchos de los cuales dicen que les ha abierto un nuevo mundo de posibilidades al permitirles descubrir y hacer uso de fuerzas dentro de sí mismos que nunca antes supieron que poseían, todos parecen ser indicios de una gran hambre de la humanidad por conocer lo que podemos llamar el nuevo evangelio del optimismo y el amor, la filosofía de la dulzura y la luz, que pretende mostrar cómo las personas pueden ponerse a sí mismas más allá de la posibilidad de autodestruirse por ignorancia, deficiencias, debilidades e incluso tendencias viciosas, y que promete el tan ansiado alivio de la esclavitud de la pobreza, la limitación, la mala salud y todo tipo de enemigos del éxito y la felicidad.

La excusa del autor para publicar este volumen complementario, "El Milagro del Recto Pensamiento", es la esperanza de incitar al lector a descubrir las maravillosas fuerzas en el Gran Interior de sí mismos que, si pudieran desbloquear y utilizar, les sacarían de la región de la ansiedad y la preocupación, eliminarían la mayoría, si no todas, las discordias y fricciones de la vida, y les permitirían hacer de sí mismos todo lo que siempre imaginaron que podrían y anhelaron llegar a ser.

El libro enseña la divinidad del deseo correcto; trata de mostrar que el Creador nunca se burló de nosotros con anhelos de aquello que no tenemos capacidad o posibilidad de alcanzar; que nuestros anhelos y aspiraciones del corazón son profecías, precursores, indicaciones de la existencia de la realidad obtenible, que hay una fuerza creativa poderosa real en nuestros deseos legítimos, en creer con todo nuestro corazón que, sin importar los obstáculos aparentes, seremos lo que estamos destinados a ser y haremos lo que estamos hechos para hacer; en visualizar, en afirmar las cosas como nos gustaría tenerlas, como deberían ser; en sostener el ideal de lo que deseamos que se haga realidad, y sólo eso, el ideal del hombre o la mujer en que nos gustaría convertirnos, en pensar en nosotros mismos como seres absolutamente perfectos que poseen una salud magnífica, un cuerpo magnífico, una constitución vigorosa y una mente sublime.

Enseña que debemos estrangular toda idea de deficiencia, imperfección o inferioridad, y por mucho que nuestras condiciones aparentes de discordia, debilidades, pobreza y mala salud parezcan contradecir, aferrarnos tenazmente a nuestra visión de la perfección, a la imagen divina de nosotros mismos, al ideal que el Creador quiso para sus hijos; Debemos afirmar vigorosamente que no puede haber inferioridad o depravación en el hombre que Dios hizo, porque en la verdad de nuestro ser somos perfectos e inmortales; porque nuestra actitud mental, lo que habitualmente pensamos, proporciona un patrón que los procesos vitales están constantemente tejiendo, dibujando en la vida.

El libro enseña que el miedo es la gran maldición humana, que arruina más vidas, hace a más personas infelices y fracasadas que cualquier otra cosa; que los pensamientos de preocupación, los pensamientos de miedo, son tantas fuerzas malignas dentro de nosotros que envenenan las fuentes mismas de la vida, destruyendo la armonía, arruinando la eficiencia, mientras que los pensamientos opuestos curan, alivian en lugar de irritar, y aumentan la eficiencia y multiplican el poder mental; que cada célula del cuerpo sufre o gana, recibe un impulso de vida o un impulso de muerte, de cada pensamiento que entra en la mente, pues tendemos a crecer a imagen de aquello en lo que más pensamos, a lo que más amamos; que el cuerpo es en realidad nuestros pensamientos, estados de ánimo, convicciones objetivados, exteriorizados, hechos visibles a los ojos. "Los dioses que adoramos escriben sus nombres en nuestros rostros". El rostro está tallado desde dentro con herramientas invisibles; nuestros pensamientos, nuestros estados de ánimo, nuestras emociones son los cinceles. Es el índice de la historia de nuestra vida; un tablón de anuncios en el que se anuncia lo que ha estado ocurriendo en nuestro interior.

El autor cree que no hay ningún hábito que aporte tanto valor a la vida como el de llevar siempre una actitud optimista y esperanzada, de esperar realmente que las cosas nos van a salir bien y no mal, que vamos a tener éxito y no a fracasar, que vamos a ser felices y no desgraciados.

Señala que la mayoría de las personas neutralizan gran parte de sus esfuerzos porque su actitud mental no se corresponde con su empeño, de modo que aunque trabajan para una cosa, en realidad están esperando otra, y lo que esperamos, tendemos a conseguirlo; que no existe filosofía ni ciencia alguna por la que un individuo pueda llegar a la meta del éxito cuando está encarado hacia el otro lado, cuando cada paso que da está en el camino del fracaso, cuando habla como un fracasado, actúa como un fracasado, pues la prosperidad comienza en la mente y es imposible mientras la actitud mental le sea hostil.

Nadie puede llegar a ser próspero mientras realmente espere o medio espere ser siempre pobre, porque mantener el pensamiento de pobreza le mantiene en contacto con las condiciones que producen pobreza.

El autor trata de mostrar a la persona que ha estado buscando a ciegas a un Dios misterioso e incomprendido, que se cree que habita en algún reino lejano, que Dios está justo dentro de ellos, más cerca de ellos que las manos y los pies, más cerca que el latido de su corazón o su respiración, y que literalmente viven, se mueven y tienen su ser en Él; que el hombre es poderoso o débil, exitoso o fracasado, armonioso o discordante, en proporción a la plenitud de su unidad consciente con el Poder que lo hizo, cura sus heridas y lesiones, y lo sostiene cada minuto de su existencia; que sólo hay un principio creativo que corre a través del universo, una vida, una verdad, una realidad; que este poder es divinamente benéfico, que somos una parte necesaria e inseparable de este gran principio-corriente que corre hacia Dios.

El libro enseña que todo el mundo debería ser más feliz de lo que los más felices de nosotros somos ahora; que nuestras vidas estaban destinadas a ser infinitamente más ricas y abundantes que en la actualidad; que deberíamos tener en abundancia todo lo que es bueno para nosotros; que la carencia de todo lo que es realmente necesario y deseable no encaja en la constitución de ningún ser humano que viva correctamente, y que acortamos nuestras vidas muy materialmente por nuestro propio pensamiento falso, nuestra mala vida y nuestras convicciones de vejez, y que para ser feliz y alcanzar la más alta eficiencia, uno debe armonizar con lo mejor, lo más elevado que hay en ellos.

Orison Swett Marden (diciembre de 1910)

 

 

Capítulo 1 - LA DIVINIDAD DEL DESEO

"Y el anhelo moldea en arcilla lo que la Vida esculpe en el mármol real,"-LOWELL.

Tu ambición, no tu oración, es tu verdadero credo.

"Ninguna alegría por la que tu alma hambrienta ha jadeado,

No hay esperanza que valore a través de los años de espera,

Pero, si lo mereces, te será concedido; pues con cada deseo apasionado se acerca la bendición.

"Lo que tanto anhelas espera en la distancia,

Envuelto en el silencio invisible y mudo - Esencial para tu alma y tu existencia, Vive digno de él, llama, y vendrá."

-ELLA WHEELER WILCOX.

"TODO lo que se le enseña al alma a esperar, eso construirá".

Los anhelos de nuestro corazón, las aspiraciones de nuestra alma, son algo más que simples vapores de la imaginación o sueños ociosos. Son profecías, predicciones, mensajeros, precursores de cosas que pueden convertirse en realidades. Son indicadores de nuestras posibilidades. Miden la altura de nuestra meta, el alcance de nuestra eficacia.

Lo que anhelamos, deseamos fervientemente y nos esforzamos por conseguir, tiende a convertirse en realidad. Nuestros ideales son los esbozos precursores de las realidades que hay detrás de ellos: la sustancia de las cosas que esperamos.

El escultor sabe que su ideal no es una mera fantasía de su imaginación, sino que es una profecía, un presagio de lo que se esculpirá en el "mármol real".

Cuando empezamos a desear una cosa, a anhelarla de todo corazón, empezamos a establecer una relación con ella en proporción a la fuerza y persistencia de nuestro anhelo y esfuerzo inteligente por realizarla.

El problema con nosotros es que vivimos demasiado en el lado material de la vida, y no lo suficiente en el ideal. Deberíamos aprender a vivir mentalmente en el ideal que deseamos hacer realidad. Si queremos, por ejemplo, mantenernos jóvenes, deberíamos vivir en el estado mental de la juventud; para ser bellos, deberíamos vivir más en el estado mental de la belleza.

La ventaja de vivir en el ideal es que se eliminan todas las imperfecciones, físicas, mentales y morales. No podemos ver la vejez porque la vejez es incompletud, decrepitud, y estas cualidades no pueden existir en el ideal. En el ideal, todo es joven y bello; no hay ningún indicio de decadencia, de fealdad. El hábito de vivir en el ideal, por lo tanto, nos ayuda maravillosamente porque nos da un modelo perpetuo de la perfección por la que estamos luchando. Aumenta la esperanza y la fe en nuestra perfección y divinidad últimas, porque en nuestra visión vemos atisbos de la realidad que instintivamente sentimos que alguna vez, en algún lugar, debe ser nuestra.

El hábito de pensar y afirmar las cosas como nos gustaría que fuesen, o como deberían ser, y de reclamar con firmeza nuestra totalidad o plenitud -creyendo que no nos puede faltar nada bueno porque somos uno con el Bien Supremo- proporciona el modelo que reproducirán los procesos vitales en nuestro interior.

Mantén constantemente en tu mente el ideal del hombre o la mujer que te gustaría llegar a ser. Mantén el ideal de tu eficiencia y plenitud, y estrangula instantáneamente toda imagen de enfermedad o sugerencia de inferioridad. Nunca te permitas insistir en tus debilidades, deficiencias o fracasos. Sostener firmemente el ideal y luchar vigorosamente por alcanzarlo te ayudará a realizarlo.

Hay un poder tremendo en el hábito de la expectación, de creer que realizaremos nuestra ambición; que nuestros sueños se harán realidad.

No hay hábito más edificante que el de mantener una actitud esperanzada, de creer que las cosas van a salir bien y no mal; que vamos a tener éxito y no a fracasar; que, pase lo que pase, vamos a ser felices.

No hay nada más útil que mantener esta actitud optimista y expectante -la actitud que siempre busca y espera lo mejor, lo más elevado, lo más feliz- y no permitirse nunca caer en el pesimismo y el desánimo.

Cree de todo corazón que harás aquello para lo que fuiste creado. Ni por un instante albergues una duda al respecto. Expúlsala de tu mente si busca entrar. Ten sólo pensamientos amigos o ideales de lo que estás decidido a lograr. Rechaza todos los pensamientos enemigos, todos los estados de ánimo desalentadores, todo lo que pueda sugerir fracaso o infelicidad.

No importa lo que intentes hacer o ser, asume siempre una actitud expectante, esperanzada y optimista al respecto. Te sorprenderá ver cómo crecerás en todas tus facultades y cómo mejorarás en general.

Cuando la mente ha formado el hábito de tener imágenes alegres, felices y prósperas, no será fácil formar el hábito opuesto. Si nuestros hijos pudieran adquirir este hábito, nuestra civilización se revolucionaría rápidamente y nuestra vida mejoraría enormemente. Una mente así entrenada estaría siempre en condiciones de ejercer su máximo poder y vencer la falta de armonía, la falta de amabilidad y los cien y un enemigos de nuestra paz, comodidad, eficiencia y éxito.

El propio hábito de esperar que el futuro esté lleno de cosas buenas para ti, que vas a ser próspero y feliz, que vas a tener una buena familia, una hermosa casa, y que vas a representar algo, es el mejor tipo de capital con el que empezar la vida.

Lo que intentamos expresar con perseverancia tendemos a conseguirlo, aunque no parezca probable o ni siquiera posible. Si siempre intentamos expresar el ideal, aquello que nos gustaría que se hiciera realidad en nuestra vida, ya sea una salud robusta, un carácter noble o una carrera magnífica, si lo visualizamos lo más vívidamente posible e intentamos con todas nuestras fuerzas realizarlo, es mucho más probable que nos llegue que si no lo hacemos.

Muchas personas dejan que sus deseos y anhelos se desvanezcan. No se dan cuenta de que la propia intensidad y persistencia del deseo aumenta el poder de realizar sus sueños. El esfuerzo constante por mantener vivo el deseo aumenta la capacidad de realizar la visión.

No importa lo improbable o lejana que pueda parecer esta realización, o lo oscuras que puedan ser las perspectivas, si las visualizamos lo mejor que podamos, lo más vívidamente posible, nos aferramos tenazmente a ellas y luchamos vigorosamente por alcanzarlas, poco a poco se actualizarán, se realizarán en la vida. Pero un deseo, un anhelo sin esfuerzo, un anhelo abandonado o mantenido con indiferencia se desvanecerá sin realizarse.

Sin embargo, sólo cuando el deseo cristaliza en determinación es eficaz. Es el deseo unido a la vigorosa determinación de realizarlo lo que produce el poder creativo. Es el anhelo, el deseo y el esfuerzo juntos lo que produce resultados.

Estamos constantemente aumentando o disminuyendo nuestra eficiencia por la calidad y el carácter de nuestros pensamientos, emociones e ideales. Si pudiéramos mantener siempre el ideal de la totalidad y pensar en nosotros mismos como seres perfectos, igual que Él es perfecto, cualquier tendencia a la enfermedad en cualquier lugar sería neutralizada por esta fuerza curativa restauradora.

Piensa y di sólo aquello que deseas que se haga realidad.

Las personas que siempre están excusándose, diciendo constantemente que están cansadas, agotadas, que todo les sale mal, que siempre tienen mala suerte, que el destino parece estar en su contra, que son pobres y que siempre esperan serlo; que han trabajado duro y tratado de salir adelante, pero no han podido, no se dan cuenta de que están grabando estas imágenes negras - enemigos de su paz, felicidad y éxito, y las mismas cosas que deberían borrar de sus mentes para siempre - cada vez más profundamente en su conciencia, y están haciendo más seguro que se realizarán en sus vidas. Nunca admitas ni por un instante que estás enfermo, débil o enfermo, a menos que desees experimentar estas condiciones, porque el mero hecho de pensar en ellas ayuda a que se apoderen más de ti.

Todos somos el producto de nuestros propios pensamientos. Somos aquello en lo que nos concentramos. El hábito diario de imaginarse a uno mismo como un hombre o una mujer magníficos enviados a la Tierra con una misión divina, y con la capacidad y la oportunidad de cumplirla a lo grande, proporciona una confianza maravillosa, un poder edificante y un estímulo perpetuo.

Si deseas mejorar en algo en particular, visualiza la cualidad tan vívida y tenazmente como sea posible y mantén un ideal superior en la línea de tu ambición. Mantén esto persistentemente en la mente hasta que sientas su elevación y realización en tu vida. Gradualmente el hombre débil e imperfecto, que los errores, los pecados y la vida viciosa han hecho, será reemplazado por el hombre ideal; tu otro y mejor yo-Dios.

Toda vida sigue su ideal, se tiñe de él, adopta su carácter, se asemeja a él. Puedes leer el carácter de un hombre si conoces su ideal, porque éste siempre domina su vida.

Nuestros ideales son grandes forjadores del carácter y tienen una tremenda influencia en la vida. El deseo habitual de nuestro corazón pronto se muestra en el rostro; se retrata en la vida. No podemos alejar por mucho tiempo del rostro lo que vive habitualmente en nuestra mente.

Desarrollamos la cualidad del pensamiento, la emoción, el ideal o la ambición que más se apodera de nosotros. Por lo tanto, debes dejar que todo en ti apunte hacia la superioridad, la nobleza. Que haya una tendencia ascendente en tu pensamiento. Resuelve que nunca tendrás nada que ver con la inferioridad en tus pensamientos o en tus acciones; que todo lo que hagas llevará el sello de la excelencia.

Esta elevación de la mente, este estiramiento de la mentalidad hacia ideales más altos y cosas más grandiosas, tiene una influencia elevadora y transformadora que tiende a elevar toda la vida a niveles más altos.

La vida humana está tan construida que vivimos en gran medida de la esperanza; la fe que corre hacia adelante y ve lo que el ojo físico no puede ver.

La fe es la sustancia de lo que se espera, el esbozo de la imagen misma; la sustancia real, no una mera imagen mental. Hay algo detrás de la fe, detrás de la esperanza, detrás de los anhelos del corazón; hay una realidad a la altura de nuestro legítimo anhelo.

Lo que creemos que viene a nosotros es un tremendo motivo creativo. El sueño del hogar, de la prosperidad, la esperanza de ser una persona influyente, de defender algo, de tener peso en nuestra comunidad, todo eso son poderosos motivos creativos.

Toda tu corriente de pensamiento debe estar orientada hacia el propósito de tu vida.

Los grandes milagros de la civilización son obra de la concentración del pensamiento. Vive en el alma misma de la expectativa de cosas mejores, en la convicción de que algo grande, grandioso y hermoso te esperará si tus esfuerzos son inteligentes, si tu mente se mantiene en una condición creativa y luchas hacia arriba, hacia tu meta. Vive en la convicción de que estás eternamente progresando, avanzando hacia algo más elevado, mejor, en cada átomo de tu ser.

Muchas personas tienen la idea de que es peligroso dar mucho rienda suelta a sus facultades de soñar, a su imaginación, por miedo a que al hacerlo se vuelvan impracticables; pero estas facultades son tan sagradas como cualquier otra que poseamos. Nos fueron dadas con un propósito divino; para que pudiéramos vislumbrar realidades intangibles. Nos permiten vivir en el ideal, incluso cuando nos vemos obligados a trabajar en medio de un entorno desagradable o inhóspito.

Nuestra capacidad de soñar nos permite atisbar las gloriosas realidades que nos esperan más adelante. Es la prueba de las cosas posibles para nosotros.

Construir castillos aéreos ya no debe considerarse un pasatiempo ocioso y sin sentido. Primero construimos nuestros castillos en nuestra conciencia, los imaginamos en detalle en nuestra ambición, antes de ponerles cimientos y realidad.

Soñar no siempre es construir castillos. Todos los castillos reales, todas las casas, todos los edificios fueron primero castillos de aire. El sueño legítimo es creativo; es hacer realidad nuestros deseos, las cosas que anhelamos y esperamos. Un edificio sería imposible sin los planos de un arquitecto; debe crearse mentalmente. El arquitecto ve detrás de los planos el edificio en toda su perfección y belleza.

Todo lo que nos viene en la vida lo creamos primero en nuestra mentalidad. Al igual que el edificio es una realidad en todos sus detalles en la mente del arquitecto antes de que se coloque una piedra o un ladrillo, así creamos mentalmente todo lo que más tarde se convierte en una realidad en nuestro logro.

Nuestras visiones son los planos de la posible estructura de la vida; pero acabarán en planos si no los seguimos con un vigoroso esfuerzo para hacerlos realidad; igual que los planos del arquitecto acabarán en sus dibujos si no son seguidos y hechos realidad por el constructor.

Todos los hombres y mujeres que han logrado grandes cosas han sido soñadores, y lo que han conseguido ha sido justo en proporción a la viveza, la energía y la persistencia con que visualizaron sus ideales; se aferraron a sus sueños y lucharon por hacerlos realidad.

No renuncies a tu sueño porque aparentemente no se esté realizando; porque no puedas verlo hecho realidad. Aférrate a tu visión con toda la tenacidad que puedas reunir. Manténlo brillante; no permitas que el lado cotidiano de la vida nuble tu ideal o lo oscurezca. Mantente en una atmósfera que despierte tu ambición. Lee libros que estimulen tu ambición. Acércate a personas que hayan hecho lo que tú intentas hacer e intenta absorber el secreto de su éxito.

Esta visualización mental del ideal de la forma más vívida y nítida posible es el moldeado mental de lo que finalmente hará coincidir tu visión con su realidad; lo que hará que tu sueño se haga realidad.

Tómate un poco de tiempo antes de retirarte por la noche y quédate a solas. Siéntate en silencio y piensa y sueña hasta saciarte. No tengas miedo de tu visión, ni de tu facultad de soñar, porque "sin visión el pueblo perece". La facultad de soñar no se te dio para burlarse de ti. Hay una realidad detrás de ella. Es un don divino destinado a darte una visión de las grandes cosas que te aguardan y a elevarte de lo común a lo no común; de condiciones obstaculizadoras y férreas a condiciones ideales, y a mostrarte que estas cosas pueden convertirse en realidades en tu vida.

Estas vislumbres del paraíso pretenden evitar que nos desanimemos por nuestros fracasos y decepciones.

No me refiero a fantasiosas y efímeras quimeras, sino al deseo real y legítimo y a los anhelos sagrados del alma, que se nos dan como recordatorios constantes de que podemos hacer que nuestras vidas sean sublimes; que no importa lo desagradable o antipático que pueda ser nuestro entorno, podemos elevarnos a las condiciones ideales que vemos en nuestra visión.

Hay una divinidad detrás de nuestros deseos legítimos.

Por los deseos que tienen divinidad en ellos, no me refiero a las cosas que queremos pero que no necesitamos; no me refiero a los deseos que se convierten en frutos de mar muertos en nuestros labios o en cenizas al comerlos, sino a los deseos legítimos del alma por la realización de esos ideales, el anhelo de una autoexpresión plena y completa, por el tiempo y la oportunidad para el tejido del patrón que se nos muestra en el momento de nuestra más alta transfiguración.

"Un hombre seguirá siendo un trapero mientras sólo tenga un

visión de trapero".

Nuestra actitud mental, el deseo de nuestro corazón, es nuestra oración perpetua a la que la Naturaleza responde. Ella da por sentado que deseamos lo que pide nuestro corazón, que nos dirigimos hacia lo que queremos y nos ayuda a conseguirlo. La gente se da cuenta muy poco de que sus deseos son sus oraciones perpetuas -no las oraciones de la cabeza, sino las del corazón- y que se les conceden.

Todos somos conscientes de que nos acompaña por la vida un mensajero divino, dado para protegernos y dirigirnos; un mensajero que responderá a todas nuestras preguntas. Nadie se burla del anhelo de aquello que no tiene capacidad de alcanzar. Si él o ella mantienen la actitud mental correcta y luchan seria y honestamente hacia su meta, la alcanzarán, o al menos se aproximarán a ella.

Hay un tremendo poder creativo, productor, en el enfoque perpetuo de la mente a lo largo de la línea del deseo, de la ambición. Desarrolla un maravilloso poder para atraer, para crear lo que anhelamos.

"Lo que anhelamos, que somos por un momento trascendente".

Los anhelos de nuestro corazón inspiran nuestras energías creativas para hacer las cosas que anhelamos. Son un tónico constante para nuestras facultades y aumentan nuestra capacidad, tendiendo a hacer realidad nuestros sueños. La naturaleza es una gran tendera que nos da lo que pedimos si pagamos el precio. Nuestros pensamientos son como raíces que se extienden en todas direcciones en el océano cósmico de la energía informe, y estas raíces-pensamientos ponen en movimiento vibraciones semejantes a ellas y atraen las afinidades de nuestros deseos y ambiciones,

El pájaro no tiene el instinto de volar hacia el Sur en invierno sin un Sur real que le corresponda; ni el Creador nos ha dado estos anhelos del corazón, estos anhelos del alma de una vida más grande y completa, de una oportunidad para la plena expresión de nuestras posibilidades, ni el anhelo de inmortalidad, sin una realidad que les corresponda.

Todo en el mundo vegetal, nuestras flores, nuestras frutas, llegan a su floración natural, fructificación y madurez en el momento señalado; el invierno no sorprende a los brotes antes de que hayan tenido la oportunidad de abrirse; la fruta está lista para caer de los árboles antes de que llegue la nieve; el crecimiento no se atrofia.

Pero si al llegar el invierno descubriéramos que todos nuestros frutos estaban aún verdes, que las flores estaban aún en capullo, y que en lugar de haberse desarrollado fueron cortadas por el frío, nos daríamos cuenta de que algo falla en alguna parte. Y cuando descubrimos que ni uno solo de los cientos de millones de seres humanos llega a madurar del todo, ni siquiera se desarrolla a medias antes de ser cortado por la muerte, también aquí sabemos que algo va mal.

Las caídas que vemos a cada paso bajo el árbol de la vida no son normales. Algo va mal cuando hombres y mujeres que han heredado cualidades divinas y son capaces de infinitas posibilidades se caen del árbol de la vida antes de haber madurado la mitad.

Sentimos la misma protesta que siente la manzana inesperada al ver su vida arruinada y cortada antes de que haya tenido tiempo de madurar, de desarrollar sus posibilidades; la misma protesta que siente el roble robusto, que aún duerme en la posibilidad de la bellota que apenas empieza a brotar, cuando se la arranca despiadadamente de la tierra.

Incluso los hombres más ricamente dotados de habilidad, educación y oportunidades, incluso los gigantes de la raza, después de la vida más completa posible, sienten, cuando están al borde de la tumba, que no son más que bellotas humanas con todas sus posibilidades aún en ellas, apenas empezando a brotar.

Pero no siempre será así. Toda analogía enseña que la vida humana tendrá finalmente la oportunidad de florecer por completo, de fructificar plenamente, de expresarse sin trabas. Habrá, si seguimos nuestra visión, un tiempo y una oportunidad para el florecimiento de nuestros deseos, el cumplimiento de nuestra ambición, la maduración de nuestros ideales, ya que son los pétalos en el capullo cerrado que encontrarán una oportunidad, en algún momento, en algún lugar, para abrirse y arrojar su fragancia y belleza sin tizón o magulladura para estrangular el crecimiento.

Nuestro anhelo instintivo de tiempo y oportunidad para el desarrollo completo y sin trabas de nuestras facultades; nuestro sentido de la injusticia, de la falta de idoneidad de que nos corten antes de que hayamos tenido la mitad de tiempo suficiente para madurar, para madurar: todas estas son mayores evidencias de que hay realidades a la altura de estos anhelos del corazón y de las ansias del alma que las que jamás se hayan impreso en ningún libro.

Estamos empezando a ver que hay material en cada ser normal para hacer el hombre perfecto ideal, la mujer perfecta. Si tan sólo pudiéramos sostener mentalmente el patrón perfecto, el ideal perfecto de manera persistente, de modo que se convirtiera en la actitud mental dominante, pronto se entretejería en la vida y nos convertiríamos en seres humanos perfectos.

El mandato divino de ser perfectos, así como Él es perfecto, no fue dado al hombre para burlarse de él. La posibilidad de que nos despertemos a Su semejanza es literalmente cierta.

Capítulo 2 - EL ÉXITO Y LA FELICIDAD SON PARA TI

"Si un hombre piensa en la enfermedad, la pobreza y la desgracia, se encontrará con ellas y las reclamará todas eventualmente como suyas. Pero no reconocerá la estrecha relación: negará su propia

niños y declarar que le fueron enviados por un destino maligno".

"La pobreza es el infierno al que más temen los ingleses modernos" -CARLYLE.

"La pobreza es el infierno abierto que bosteza bajo la civilización" -HENRY GEORGE.

La riqueza se crea primero mentalmente.

La corriente de la abundancia no fluirá hacia el pensamiento tacaño, parsimonioso y dubitativo.

Mantener el pensamiento de la pobreza nos mantiene en contacto con las condiciones que producen la pobreza.

Ningún hombre tiene derecho, a menos que no pueda evitarlo, a permanecer en un lugar en el que estará constantemente sometido a las influencias agobiantes, que arruinan la ambición, y a las grandes tentaciones de la pobreza. Su amor propio exige que salga de tal ambiente. Es su deber colocarse en una posición de dignidad e independencia, donde no esté expuesto en ningún momento a ser una carga para sus amigos en caso de enfermedad u otras emergencias, o donde aquellos que dependen de él puedan sufrir.

Es la actitud de pobreza, la estrechez de nuestro pensamiento lo que nos ha limitado. Si tuviéramos conceptos más amplios y grandiosos de la vida, de nuestra primogenitura; si, en lugar de quejarnos, arrastrarnos, refunfuñar, escabullirnos y disculparnos, nos mantuviéramos erguidos y reclamáramos nuestra realeza, exigiéramos nuestra rica herencia, la herencia que es abundancia de todo lo bueno, bello y verdadero, viviríamos vidas mucho más completas y plenas. No seríamos tan pobres si no fuera por la estrechez de nuestra fe, por la mezquindad de nuestra concepción de nuestro derecho de nacimiento. Hay muchas pruebas en la construcción del hombre y en su entorno de que fue hecho para cosas infinitamente más grandes y superiores de las que ahora poseen y disfrutan incluso los hombres más afortunados.

Casi todos los hombres ricos de este país le dirán que su mayor satisfacción y sus días más felices fueron cuando salía de la pobreza y se convertía en un hombre competente; cuando sintió por primera vez el tónico de la hinchazón de sus pequeños ahorros hacia la corriente de la fortuna, y supo que la necesidad ya no perseguiría sus pasos. Fue entonces cuando empezó a ver por delante el ocio, el autodesarrollo, la autocultura, o tal vez el estudio y los viajes, y a sentir que sus seres queridos saldrían de las garras de la pobreza. Las comodidades iban ocupando el lugar de las severas necesidades y las penosas tareas, y se dio cuenta de que tenía el poder de elevarse por encima de sí mismo, de que en adelante sería importante en el mundo; de que podría tener cuadros, música y libros, lujos para su hogar, y de que sus hijos no tendrían que luchar tanto por una educación como él. Entonces sintió por primera vez el poder de darles a ellos y a otros un pequeño comienzo en el mundo; sintió la tónica del crecimiento, el pequeño círculo que le rodeaba expandiéndose en una esfera mayor, ensanchándose en un horizonte más amplio.

Hay muchas pruebas de que fuimos hechos para cosas grandiosas, sublimes; para la abundancia y no para la pobreza. La carencia y la necesidad no encajan en la naturaleza divina del hombre. Nuestro problema es que no tenemos ni la mitad de fe en el bien que nos espera. No nos atrevemos a lanzar todo el deseo de nuestra alma, a seguir la guía de nuestra hambre divina y pedir sin escatimar la abundancia que es nuestro derecho de nacimiento. Pedimos pequeñas cosas, y esperamos pequeñas cosas, pellizcando nuestros deseos y limitando nuestra oferta. Al no atrevernos a pedir hasta el máximo del deseo de nuestra alma, no abrimos nuestras mentes lo suficiente como para permitir una gran afluencia de cosas buenas. Nuestra mentalidad está tan restringida, nuestra autoexpresión tan reprimida, que pensamos en términos de mezquindad y limitación. No lanzamos el deseo de nuestra alma con esa fe abundante que confía implícitamente, y que recibe en consecuencia.

El Poder que nos hizo y nos sostiene da liberalmente, abundantemente, no mezquinamente, a todos y a todo. No hay restricción, no hay limitación, no hay pérdida para nadie de Su abundante dar.

No estamos tratando con un Creador que se empobrece al conceder nuestras peticiones. Su naturaleza es dar, inundarnos con los deseos de nuestro corazón. No tiene menos porque le pidamos mucho. La rosa no pide al sol sólo una pizca de su luz y calor, porque la naturaleza del sol es arrojarla a todo lo que la absorba y la beba. La vela no pierde nada de su luz al encender otra vela. No perdemos sino que aumentamos nuestra capacidad de amistad siendo amistosos, dando abundantemente nuestro amor.

Uno de los grandes secretos de la vida es aprender a transferir toda la corriente de la fuerza divina a nosotros mismos, y cómo utilizar esta fuerza con eficacia. Si el hombre puede encontrar esta ley de transferencia divina, multiplicará su eficacia un millón de veces, porque entonces será un cooperador, cocreador con la divinidad, en una escala en la que nunca antes había soñado.