El misterio de Listerdale - Agatha Christie - E-Book

El misterio de Listerdale E-Book

Agatha Christie

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Beschreibung

Una familia de clase alta, en bancarrota, alquila una maravillosa mansión por un precio ridículamente bajo. La casa pertenece a Lord Listerdale, quien se supone se ha ido de viaje pero nadie sabe adónde. Rupert, hijo de la señora Saint Vincent, la inquilina, cree que el hombre está muerto y que su cuerpo está escondido en algún lugar de la casa. Una serie de coincidencias ayudarán al joven a descubrir el misterio detrás del antiguo propietario.

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Seitenzahl: 29

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Capítulo 1

La señora Saint Vincent sumaba. Suspiró un par de veces llevándose la mano a su frente dolorida. La aritmética siempre le había disgustado y era una desgracia que ahora su vida pareciera depender por completo de una suma en particular, la suma incesante de pequeños gastos necesarios cuyo total nunca dejaba de sorprenderla y alarmarla.

¡Era imposible que fuera tanto! Volvió a revisar las cifras. Había cometido un error insignificante en los céntimos, pero por lo demás todo era correcto. La señora Saint Vincent suspiró nuevamente. Su dolor de cabeza se hacía más intenso. Levantó la cabeza al ver que se abría la puerta y entraba su hija Bárbara.

Bárbara Saint Vincent era una joven muy bonita, con las mismas facciones delicadas de su madre, y el mismo gesto soberbio en la mirada, pero sus ojos eran oscuros en lugar de azules, y tenía la boca distinta, con labios rojos y serios, no exentos de atractivo.

—¡Ay, mamá! —exclamó—. ¿Sigues haciendo malabarismos con esas cuentas horribles? Arrójalas al fuego de una vez.

—Debemos saber dónde estamos paradas —dijo la señora Saint Vincent con expresión preocupada.

La joven alzó los hombros.

—Estamos siempre igual —replicó seca—. Con el agua hasta el cuello, y como de costumbre, sin un céntimo.

La señora Saint Vincent suspiró.

—Si pudiéramos... —empezó a decir, pero se detuvo.

—Tengo que encontrar un empleo —anunció Bárbara en tono firme—. Y pronto. Al fin y al cabo para eso hice el curso de taquigrafía y mecanografía. ¡Igual que otro millón de muchachas! “¿Qué experiencia tiene?” Ninguna, pero... “Bien, gracias. ¡Buenos días! Ya le avisaremos”. ¡Y eso nunca llega! Tengo que encontrar un empleo... el que sea.

—Todavía no, querida —rogó su madre—. Esperemos un poco más.

Bárbara fue hacia la ventana y se quedó con la mirada perdida sin siquiera notar la sucia hilera de casas ubicada justo enfrente.

—A veces —dijo apesadumbrada—, lamento que la prima Amy me haya llevado con ella a Egipto el invierno pasado. Por supuesto que me divertí... fue casi la única diversión que tuve, y probablemente tendré en mi vida. Me divertí muchísimo, pero fue muy duro volver a... esto.

Con una mirada recorrió por completo la habitación. La señora Saint Vincent la siguió con la vista y parpadeó. Era la típica habitación de alquiler barato. Aspecto polvoriento, muebles de gusto dudoso y las paredes, por partes, mal empapeladas y descoloridas. Se notaba que la personalidad de las inquilinas había luchado con la de la casera: una o dos piezas de porcelana resquebrajadas y reparadas, de modo que su valor de venta era nulo, un bordado sobre el respaldo del sofá y un boceto de una acuarela de una joven al estilo de hace veinte años, lo suficientemente parecida a la señora Saint Vincent como para no equivocarse.

—No me importaría si no hubiera conocido otra cosa —dijo Bárbara—. Pero pensar en Ansteys...

Se detuvo, sin atreverse a hablar de aquella casa tan querida que había pertenecido a la familia Saint Vincent durante siglos y ahora estaba en manos de extraños.

—Si papá no hubiera especulado... y pedido préstamos...

—Querida —respondió la señora Saint Vincent— tu padre nunca fue, en sentido alguno, un hombre de negocios.

Lo dijo con cierta entonación burlona y Bárbara se acercó para darle un beso mientras murmuraba:

—Pobre mamita. No diré nada más.

La señora Saint Vincent volvió a tomar su pluma y se inclinó sobre el escritorio. Bárbara caminó nuevamente junto a la ventana, y unos minutos más tarde dijo:

—Mamá. Esta mañana he tenido noticias de... de... Jim Masterton. Quiere venir a verme.