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Invitados por el inspector Japp de Scotland Yard, Poirot y Hastings deciden pasar un fin de semana en el lejano pueblo rural de Market Basing. Un agente de la policía local interrumpe sus vacaciones para pedirles ayuda: Walter Protheroe, el solitario propietario de una gran mansión, fue encontrado muerto en su casa. Las ventanas de la habitación y la puerta cerradas indican que se trata de un suicidio, pero el médico sostiene que esto es imposible. Hércules Poirot deberá exprimir sus células grises y agudizar sus sentidos para decodificar cada una de las pistas.
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Seitenzahl: 16
Veröffentlichungsjahr: 2023
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—Después de todo, no hay nada como el campo, ¿no les parece? —dijo el inspector Japp inspirando con fuerza por la nariz y exhalando por la boca de un modo un tanto exagerado.
Poirot y yo asentimos cordialmente. El inspector Japp había propuesto que visitáramos el pequeño pueblo de Market Basing, ubicado en pleno campo por el fin de semana. Cuando estaba fuera de servicio, Japp era un botánico ferviente y pronunciaba largas disertaciones sobre diminutas florecillas, con interminables nombres en latín que pronunciaba de manera extraña, ciertamente, con un entusiasmo que no mostraba en ninguno de sus casos.
—Aquí nadie nos conoce, ni conocemos a nadie —explicó el inspector—. Esa es la idea.
Esto no era del todo cierto, porque el alguacil local acababa de ser trasladado de un pueblo a quince millas de distancia, donde un caso de envenenamiento con arsénico lo había puesto en contacto con el inspector de Scotland Yard. Sin embargo, como reconoció con evidente placer el gran hombre, la circunstancia aumentó el buen humor de Japp y cuando nos sentamos los tres a desayunar en el salón del hotel, nos sentimos muy animados. El jamón y los huevos, eran excelentes; el café no era tan bueno, pero podía considerarse pasable y estaba bien caliente.
—Esto es vida de verdad —exclamó Japp—. Cuando me retire, compraré una finca como ésta, en el campo... ¡Lejos del crimen, así es!
—Le crime, il est partout —observó Poirot sirviéndose una buena rebanada de pan y mirando con el ceño fruncido a un gorrión impertinente que acababa de posarse en el marco de la ventana.
Cité como al pasar: “The rabbit has a pleasant face His private life is a disgrace. I really could not tell you the awful things that rabbits do”.
—Pues, señor —dijo desperezándose Japp—. Creo que todavía me queda sitio para otro huevo y para una o dos lonchas de jamón. ¿Qué dice, capitán?
—Lo acompaño —respondí entusiasta— ¿y usted, Poirot?
El detective movió la cabeza.