El origen del derecho sistémico - Sami Storch - E-Book

El origen del derecho sistémico E-Book

Sami Storch

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  • Herausgeber: Hakabooks
  • Kategorie: Ratgeber
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2024
Beschreibung

 Este libro es una definición histórica del Derecho Sistémico, un término creado por el juez Sami Storch quien, desde 2004, ha estado investigando los efectos de las  Familienstellen (nombre original del enfoque que pasó a conocerse como Constelación Familiar) de Bert Hellinger en la justicia y su práctica jurídica, en el que ha logrado un importante índice de conciliación en más del 90% de los procesos en los que actúa. A partir de sus experiencias de vida y como juez, el pionero en la práctica de las constelaciones familiares en el poder judicial explica la interacción de las leyes sistémicas con el derecho, expone las dinámicas ocultas que actúan en el inconsciente de quienes están involucrados en disputas jurídicas y saca a la luz los caminos de pacificación que conduzcan a una solución. Un trabajo impactante sobre un tema que impresiona, instiga y agudiza el interés de los agentes jurídicos y de todo aquel que desee pacificar sus relaciones consigo mismo, su familia y la sociedad en la que vive.

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EL ORIGEN DEL DERECHO SISTÉMICO

Sami StorchDaniela Guimarães Teixeira Migliari

EL ORIGEN DEL DERECHO SISTÉMICO

Una publicación de:

Asociación Española de Constelaciones Familiares y Sistémicas - AECFS

TÍTULO: El origen del derecho sistémico

AUTORES: Sami Storch y Daniela Guimarães Teixeira Migliari©, 2024

COMPOSICIÓN: HakaBooks - Calibri, cuerpo 11

DISEÑO DE LA PORTADA: HakaBooks©

ILUSTRACIÓN PORTADA: Aportada por el autor©

1ª EDICIÓN: febrero 2024

ISBN:978-84-10173-17-0

HAKABOOKS

08201 Sabadell - Barcelona

+34 680 457 788

www.hakabooks.com

[email protected]

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Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos por la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier forma de cesión de la obra sin autorización escrita de los titulares del copyright.

Todos los derechos reservados.

Dedico este libro a todos los justiciables de las comarcas por donde pasé, gente común y necesitada de una mirada de la Justicia que les ayude a lidiar mejor con sus dolores y sus amores; gente que, sin tener más remedio que recibir el trato que el Poder Judicial les puede brindar, participaron con sus dramas personales y familiares de las experiencias que ahora comparto en este libro.

En vosotros, honro al pueblo brasileño y las historias, verdades y caminos que nos pertenecen a todos. 

AGRADECIMIENTOS

Al tratarse de mi primer libro, fruto de varios años de experiencias y aventuras, lo cierto es que he acumulado bastante gratitud de un buen número de personas importantes. No puedo nombrarlas expresamente a todas, pero de algunas necesito expresarlo, aunque sea brevemente.

A mi padres, Sergio y Lea, por la vida repleta de buenas oportunidades y por tantas cosas que es inútil tratar de encajar en unas pocas palabras. A mis hermanos, Iuri, Ariel y Débora, por su presencia e importancia permanente en mi vida. Juntos somos más.

A Bert Hellinger, por iluminar la realidad de lo que mueve los comportamientos y las relaciones con su práctica visionaria de Familienstellen, un verdadero hito en el progreso científico de la humanidad, en diversos ámbitos. Deseo que este trabajo, ampliamente influenciado por sus comprensiones y palabras, ayude a hacer realidad el potencial que su vida y obra tienen para todo el mundo.

A Sophie Hellinger, por el celo y talento en la conservación y desarrollo de Familienstellen, y por apoyarme a mí y al Derecho Sistémico en conexión con la fuente. Todo lo que viví y aprendí contigo está guardado en mi corazón.

Al Tribunal de Justicia de Bahía y a mis colegas jueces y servidores, por la visión de Justicia que, desde el principio, me permitió e incentivó en la realización de las experiencias de constelaciones como actividad del Poder Judicial, las primeras de su género en todo el mundo, que se convirtieron en un ejemplo para tantos otros tribunales y jueces. Nada de eso habría sido posible sin la grandeza del espíritu del tribunal que acoge y apoya mi trabajo.

A tantos magistrados y juristas que dignifican la Justicia con su visión amplia y apertura a prácticas más humanas y eficaces de conciliación y pacificación, promoviendo la profunda transformación tan necesaria en la Justicia. A los abogados y demás operadores de derecho que miran, además de la representación tradicional de su cliente, hacia la visión de justicia y de pacificación de las relaciones. Solamente en resonancia y conexión con vosotros, el Derecho Sistémico puede alcanzar su potencial. Este camino no lo habría abierto una sola persona.

A la Facultad Innovare, así como a los profesores y alumnos, compañeros de los primeros años de formaciones de los cursos de Derecho Sistémico, por ayudar a plantar y regar una pequeña semilla, ya viendo en ella un hermoso bosque.

A Tatiana Whitaker, por los años de compañerismo, aventuras y profundos aprendizajes respecto al amor en la relación de pareja, de familia y en la vida.

A mis hijos, Luiz, José, Marina y João, gran riqueza de mi vida, porque me enseñaron a ser padre e hijo y por ser tan didácticos en la experiencia práctica de las dinámicas del amor en la familia.

A Tatiana Gagliardi, por la amorosa e importante presencia en mi vida, ayudando al equilibrio de mi ecosistema personal durante el período en que estaba escribiendo este libro. ¡Que sea solo el comienzo!

A Daniela Migliari, amiga querida y coautora de este libro, por la buena sintonía, sensibilidad, paciencia y comprensión, fundamentales para que llegáramos hasta aquí.

PREFACIO

Siento un gran respeto por la profesión de juez. Como ninguna otra profesión, está comprometida con el restablecimiento del honor, la justicia y del derecho. Puedo ver la gran carga a la que están sometidos todos los jueces. Ellos siempre deben impartir justicia. Se trata de un reto inmenso, casi inimaginable y realmente nada fácil. También hay que tener en cuenta que la profesión de juez no se escoge voluntariamente. Original Hellinger® Familienstellen  reconoce que la profesión elegida está al servicio de la familia de quien la ejerce. De este modo, el honor y el respeto por la familia deben ser siempre restaurados de forma sistémica por medio de la inclusión de personas excluidas en la familia.

Con la Constelación Familiar Original Hellinger, se muestra el camino para amar y respetar a los ancestros. Solamente así, un sistema familiar puede descansar. Los crímenes se cometen frecuentemente por estar implicados con el destino de miembros de la familia fallecidos hace mucho tiempo. A menudo, estas conexiones ni siquiera son conocidas por el culpable. No obstante, la condena debe ser impuesta. Sin embargo, un juez que conoce las implicaciones dentro de un sistema familiar, mientras, mirará a la persona que debe ser juzgada de manera diferente. Con independencia de la sentencia que se dicte, la justicia se impartirá desde una postura de paz.

Mi buen amigo y profesor de la Hellinger®schule, Sami Storch, fue el primer juez en reconocer la importancia de Original Hellinger® Familienstellen para el Poder Judicial y en introducirlo en el trabajo de los tribunales brasileños. Merece el reconocimiento de ser pionero en el campo del llamado Derecho Sistémico. La aplicación de la constelación familiar, especialmente en el campo de la mediación, ya ha cosechado grandes éxitos en los tribunales brasileños. Numerosos fiscales, jueces y abogados se han formado en este campo en los últimos años.

Con el desarrollo del Derecho Sistémico, Sami Storch, amplió la gran ayuda que reciben las familias a través de la Constelación Familiar Hellinger hasta convertirla en un bien valioso para toda una sociedad. Sami Storch está, por lo tanto, al servicio del sistema familiar, así como de todo el sistema de justicia y también del amor. Y con él, todos los miembros del poder judicial que hacen uso de este bien mayor.

Sami, miro con gran admiración tu éxito, que has alcanzado con gran empeño y visión en el desarrollo del Derecho Sistémico. Es un mensaje de inclusión, de paz, de amor por cada persona condenada, por su familia y también por el mundo entero.

Te lo agradezco de todo corazón.

Tu Sophie Hellinger

INTRODUCCIÓN

Contar la historia que envuelve El origen del Derecho Sistémico es una aventura a la cual me lancé sin dudarlo ni un momento. Recuerdo lo que me vino a la mente cuando supe, por primera vez, de las proezas de Sami Storch: ¿Un juez de Derecho usando las constelaciones familiares en audiencias en el tribunal? ¡Cuánto coraje, cuánta osadía! Diversas preguntas surgieron en aquel mismo instante: ¿Qué pensarán las autoridades de los tribunales de esta iniciativa? ¿Cómo reaccionó el público? ¿Cuál fue el resultado práctico en los procesos?

En 2004, Sami Storch conoció las constelaciones familiares (Familienstellen), abordaje creado por el teólogo, filósofo y psicoterapeuta alemán, Bert Hellinger, que estudió los órdenes que rigen las relaciones humanas y sus dinámicas. Pero no fue hasta 2010 que oficializó la expresión Derecho Sistémico, al crear un blog homónimo explicando cómo utiliza este conocimiento en el día a día de la judicatura. Desde entonces, hace exactamente diez años, viene incentivando su aplicación y estudio en otras diversas áreas del Derecho; gestando y esperando el momento adecuado para compartir sus experiencias en un libro.

La voluntad de escribirlo siempre existió, pero fue en 2015, durante el Hellinger Camp – evento que tiene lugar todos los años en Alemania y reúne consteladores familiares del mundo entero – que Bert y Sophie Hellinger incitaron a Sami a plasmar esta historia por escrito. Desde entonces, este sueño se intensificó y se concretó cuando nos encontramos en el mismo evento, en 2018, y decidimos escribirlo juntos.

Pocos días después de volver a Brasil, tomé un avión para Ilhéus, el aeropuerto más próximo de donde Sami reside y ejerce de juez: Itabuna, en el interior de Bahía. Allí conviví durante cuatro días con él y su familia, y tuvimos diversas horas de entrevistas. Sin embargo, en diciembre 2018 finalizamos nuestras conversaciones con dos días más de grabaciones en São Paulo. La transcripción, estructuración, revisión, maquetación y producción del libro duró dos años – tiempo propio de gestación y maduración.

Ahora, diez años después de la creación del blog Direito Sistêmico, hemos programado el lanzamiento en el mismo día en que el blog se publicó, el 29 de noviembre, sin ningún tipo de planificación. De la coincidencia de fechas nos percatamos pocas semanas antes, al sistematizar la cronología de los hitos del Derecho Sistémico. Sincronicidad gentil de la vida, que nos concedió una confirmación muy bonita de todo el propósito del alma depositado en este logro.

Esta obra es una charla entre amigos, con un lenguaje simple, directo y accesible para todos. La sinceridad y sonrisa continua de Sami Storch durante las entrevistas se perciben fácilmente en la lectura ligera y fluida de este libro, que se publicó en pleno contexto de pandemia por la Covid-19. Un período de la historia en que todos nosotros estamos invitados a enfrentar los frutos de nuestras creaciones entre cuatro paredes – con sus dolores, alegrías, conflictos e invitaciones a la reconciliación.

Temas abundantemente abordados en este libro, que busca imprimir toda la belleza de los Órdenes del Amor – principios básicos de la vida observados por medio  de Familienstellen –, y que, por la iniciativa osada de Sami Storch, se volvieron una práctica jurídica premiada e incentivada por el Consejo Nacional de Justicia (CNJ) brasileño, debido a su incuestionable efectividad, con altísimas tasas de éxito en las conciliaciones. Prueba de su carácter pacificador, que contribuye para aliviar la inmensa presión que recae sobre los Tribunales de Justicia brasileños.

¡Disfruta de la lectura! 

Daniela Migliari

DE LA TRADUCTORA

Todavía recuerdo aquel día de verano, muy caluroso, en que yo salía de una cita en el Ayuntamiento y de repente al abrir mi whatsapp, había recibido un enlace de una conferencia del juez Sami Storch hablando sobre cómo él estaba aplicando las constelaciones familiares en el juzgado, con excelentes resultados. No daba crédito. Aquello era lo que yo buscaba aunque hasta ese momento no lo sabía.

Empecé a escuchar todos los vídeos disponibles. Estaban en portugués y yo no tenía ni idea de ese idioma pero escuchaba y escuchaba con la certeza de que mi oído y mi cerebro serían capaces de poco a poco comprender todo lo que aquel gran hombre explicaba. Y así fue como poco a poco fui aprendiendo portugués, y por más que bebiera de esa fuente no se saciaba mi sed. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba leyendo libros en portugués y asistiendo a formaciones en ese idioma, como si de mi lengua materna se tratara. Y es que cuando hay una motivación real, no hay obstáculos posibles…

Cuando leí el libro de A origem do direito sistêmico, lo supe: quería traducir esa maravilla al español para que pudiera llegar a la mayoría de personas posibles. Yo estaba entonces en plena producción de mi propio libro pero tenía claro que, al terminarlo, ese quería que fuera el próximo paso así que sin dudarlo contacté con Sami, ofreciéndome para traducir su obra. En aquel momento no tenía que ser, pero fue en noviembre de 2021, cuando ambos fuimos invitados a la Corte Suprema de Colombia para hablar sobre derecho sistémico ante un gran número de jueces y magistrados cuando, de camino al taller, en el vehículo que nos trasladaba, Sami sacó el tema de la traducción. Por supuesto, yo estaba más que feliz de poder ayudar a llevar el derecho sistémico, desde la fuente, hasta las personas de habla hispana.

No fue sencillo, pues no soy traductora de profesión. Lo que sí puedo garantizar es que es algo que he hecho con muchísimo gusto y de la mejor manera que he sabido, esperando que tú, querido lector, puedas beber de la misma fuente que yo ya hace unos años estoy bebiendo.

Las constelaciones familiares transformaron parte de mi vida, pero el derecho sistémico, transformó mi manera de ejercer la profesión siendo ahora infinitamente más liviana y más efectiva.

Gracias Sami por crear esta maravilla con el legado que nos dejó Bert Hellinger. Y gracias también a Sophie por apoyar el Derecho Sistémico tan necesario en todas las sociedades. Y gracias por darme la oportunidad de hacerlo llegar a más personas.

Naihara Cardona

CAPÍTULO 1

SAMI STORCH Y SU ORIGEN

FAMILIA Y FORMACIÓN

Sami, en cuanto a tu núcleo familiar, ¿cómo fue tu trayectoria hasta aquí?

Tanto mis abuelos paternos como maternos son judíos. Vinieron huyendo hacia São Paulo en el período entre guerras. Mis abuelas nacieron en Rusia; un abuelo vino de donde hoy es Ucrania y el otro de la región de Besarabia, actual Rumanía.

Cuando te refieres a “entre guerras”, ¿significa entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial? ¿Ya había esa persecución a los judíos antes de estas guerras?

Sí. Antes de que el nazismo surgiera como tal, ya había antisemitismo. La persecución a los judíos es algo muy antiguo. En toda aquella región de Rusia, Polonia, Ucrania, Rumanía, los judíos fueron muy perseguidos. Por lo tanto, incluso durante ese período, ya existía un movimiento de éxodo, de fuga. Y los que no consiguieron escapar fueron asesinados. Fue por esa necesidad de escapar que mi familia llegó a Brasil, y en São Paulo, empezaron desde cero.

¿Tus abuelos ya se conocían antes de venir hacia Brasil?

No. Ninguno de ellos. Tanto los padres de mi padre, Wigder y Sara, como los de mi madre, Jacov y Dônia, se conocieron aquí, frecuentando la comunidad judía. Así como mis padres.

¿Los dos judíos?

Sí. Ambos judíos a pesar de que no siguieron con los rituales religiosos judíos. Mi padre, por ejemplo, era ateo. Entonces, yo me crié así: en mi casa existía la cultura judía, pero no la práctica de la religión. Me crié en un ambiente totalmente laico. Teníamos una visión muy escéptica de la vida en general.

Fue así como mi padre me crió: enseñándome a tener una mirada crítica en relación no solo con las religiones, sino con todo lo demás. Y yo realmente soy así. No me creo todo lo que la gente dice. Siempre miro con desconfianza la realización de prácticas bajo el argumento de que son la mejor opción solo porque siempre se ha hecho así.

¿Tienes hermanos?

Sí, tengo dos hermanos pequeños, ambos hombres, que crecieron conmigo. Y una hermana más pequeña, por parte de padre, de su segundo matrimonio.

LA INFLUENCIA DE LOS PADRES

¿Cómo llegó el Derecho a tu vida?

Mi padre es un hombre que tiene ansia de justicia. Él heredó del judaísmo la necesidad de reparar las injusticias, de incluir a los excluidos, incluso por su propia historia familiar. Él tiene una profunda identificación con los derechos humanos, contra los prejuicios, las discriminaciones, en fin, contra todo aquello que los judíos sufrieron.

De hecho, él no solo es así en relación con los judíos. Por ejemplo, es un gran crítico del gobierno de Israel en cuanto a su relación con los palestinos, la guerra que aquel gobierno hace al pueblo palestino por no reconocer los derechos de estos últimos. En definitiva, mi padre es bastante empático en relación a todos los pueblos que son oprimidos por otros.

Él es un apasionado de la promoción de la paz en Oriente Medio. Promueve encuentros entre judíos y árabes, reúne personalidades e intelectuales israelíes y palestinos. Ese tipo de acción es el gran orgullo de su vida. Fue de él de quien heredé muchas de esas características de cuestionar cómo pueden cambiarse las injusticias. Antes de mí, nadie en mi familia tuvo formación académica en Derecho.

¿Cuál es la formación de tus padres?

Mi padre es ingeniero, tiene un MBA del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos. Es consultor de empresas. Mi madre es artista. Era profesora y terapeuta junguiana. Por eso, una de las cosas que más me animaron fue la búsqueda constante del autoconocimiento. Por eso, desde pequeño, me metieron en algunas terapias, como el psicoanálisis, entre otras. Por supuesto, estos acompañamientos terapéuticos también estaban motivados por el hecho de que yo no era nada fácil, dándoles mucho trabajo.

Gracias a ello desarrollé el gusto por la búsqueda del autoconocimiento y, siendo aún joven probé algunos procesos terapéuticos intensivos como el Proceso de Cuadrinidad de Hoffman y la Somaterapia de Roberto Freire.

Antes de decidirme a ser abogado, me gustaba mucho la psicología. En esto también influyeron ellos, especialmente mi madre, que siempre hizo psicoterapia y leyó mucho sobre el tema. Llegué a pensar que me volvería psicólogo.

Sin embargo, cuando estaba en el segundo año de la escuela secundaria, con 16 años, me “invitaron” a retirarme de la escuela judía. Una forma leve de expulsión, como consecuencia de una travesura que habíamos hecho en una excursión escolar. La verdad, ¡mi comportamiento era realmente inadecuado para una institución como aquella! Salí de la escuela con otros siete compañeros y, como éramos muy queridos por los compañeros, hubo todo un movimiento a nuestro favor, pero la sentencia estaba dictada.

Así que, aunque tenía problemas, salí de allí pensando que tenía razón – y que los que no me entendían estaban equivocados. Creo que inconscientemente, al enfrentarme a todo ese sistema, realmente estaba honrando a mi padre. Este caso ilustra cómo las personas pueden actuar con buena conciencia, tengan o no razón.

¿Honrando a tu padre de qué forma?

Porque mi padre no creía en ese tipo de educación. Consideraba que el entorno escolar tradicional era demasiado cuadriculado. Apreciaba una educación más moderna, más democrática, centrada en el desarrollo del ser humano y en el fortalecimiento de su sentido crítico.

De hecho, cuando era niño, estudié en una escuela que aplicaba el método de Paulo Freire y, luego, fui al Colegio Equipe, conocido por los muchos artistas e intelectuales que se formaron allí. Hoy me siento honrado de haber estudiado en una escuela que considero muy especial y con la que me identifico. Hasta hoy tengo buenas amistades que hice allí. Pero en ese momento tenía problemas para relacionarme con los compañeros y no me sentía bien. Así que pedí el traslado a la escuela judía, motivado por el hecho de que tenía amigos allí.

Cuando me expulsaron de la escuela judía, fui a hacer psicoanálisis. Pero yo no dejaba de contradecir y cuestionar lo que el psicoanalista, el Dr. Ione (cuyo apellido no recuerdo), decía durante las sesiones. Sabía que quería estudiar psicología y, al notar mi postura siempre llena de buenos argumentos para justificar incluso mis actitudes más cuestionables, me sugirió que estudiara derecho. Le estoy verdaderamente agradecido por esa visión, que fue decisiva en mi vida.

FORMACIÓN ACADÉMICA Y PROFESIONAL

¿Cómo fue tu formación académica y profesional?

Estudié Derecho en la Facultad de Largo de San Francisco de São Paulo (USP). Desde el principio, me gustó mucho la facultad, pero tardé unos tres años en poder identificarme con el curso en sí y empezar a aprovechar mejor las clases que, para mí, no eran ni siquiera lo más atractivo frente a todos los movimientos culturales y políticos que estaban ocurriendo allí.

Mis primeras prácticas fueron en un gran bufete de abogados, donde defendían a grandes empresas, como Coca-Cola, Volkswagen, etc. No había nada malo en lo que hacían. Se limitaban a hacer su trabajo, con una calidad técnica impecable, de modo que aprendí grandes lecciones relacionadas con la buena práctica del derecho.

Pero no me identificaba con la defensa de los intereses disociada de un valor de justicia, en el sentido de buscar la consecución de lo que yo consideraba justo. Profesionalmente no me satisfacía, pero también hice buenas amistades.

Luego estuve como pasante con Flávia Lefèvre Guimarães, que tenía un estilo con el que me identifiqué más desde el principio. Noté en ella la presencia del ideal de trabajar por la justicia, al ejercer la defensa de los consumidores.

Considerando esas elecciones, ¿Se puede decir que siempre hay, en el fondo, lealtad a tu padre?

¡Sí! ¡Absolutamente! No era la idea ejercer la abogacía por la abogacía, tenía que tener sentido. En aquel momento, eso significaba algo así como un sentimiento de “querer hacer justicia”, que, por cierto, es un sentimiento que mueve a muchos abogados, fiscales, jueces.

Después, con las constelaciones familiares, pude ver que aquel era el sentimiento típico del justiciero, por lo tanto, algo infantil. Era una especie de enredo emocional, de querer colocar en orden algo que, inconscientemente, tenía que ver con un desorden sistémico relacionado con mi propia familia y, por esa razón buscaba arreglar el mundo.

Corregir fuera lo que incomoda dentro...

Exactamente. ¡Esto es una injusticia! ¡Es una injusticia! Pero el justiciero que actúa así, está implicado emocionalmente. Quiere interferir en las relaciones con un sentido de superioridad. Sin embargo, lo que se muestra en una persona que actúa así es arrogancia. A veces puede obtener algunos resultados, pero no son bien reconocidos, porque, muchas veces, lo que busca como “justicia” no es exactamente lo que las personas implicadas en la situación realmente necesitan o buscan.

¿Cómo avanzó en tu interior ese sentimiento de justiciero?

El trabajo que más me marcó en el ejercicio de la abogacía fue el que realicé en compañía de la Dra. Flávia, que me invitó a formar parte de su equipo en el Instituto Brasileño de Defensa del Consumidor (IDEC), donde ella había empezado a trabajar como coordinadora jurídica.

El IDEC fue una verdadera escuela en mi vida profesional. Allí realmente creía que estaba haciendo justicia, pues actuaba en defensa de los derechos de los consumidores, los más débiles en las relaciones de consumo.

Trabajamos en el área de regulación de los servicios públicos, de asociativismo. Defendíamos a los asociados y consumidores en general; trabajábamos con los derechos colectivos y difusos de los consumidores, contra los abusos de las entidades financieras, las compañías telefónicas, las concesionarias de servicios públicos, los planes de salud, etc. Ese era un trabajo realmente importante para la sociedad.

¿Y cómo marcó tu trayectoria?

Esa actividad se convirtió en el tema de mi tesis de la maestría, en la que estudié esta forma de acción judicial como medio de ejercer el control social sobre los servicios públicos1.

En el IDEC, sentí por primera vez el deseo de ser fiscal. Comprendí que hacer aquel mismo trabajo, como agente público, ampliaría el poder de actuación y fuerza de la actividad en el aparato del Estado que hay detrás.

Más tarde, pude comprobar que la manera en la que actuaba en la defensa de los consumidores, el ímpetu justiciero de defender a los más débiles contra el poder económico de las grandes empresas, era también excluyente. Había allí un juicio en relación a las empresas, consideradas malas y abusivas, que me impedía ver todo el contexto implicado y buscar un equilibrio efectivo. Con el pretexto de hacer justicia, hice cosas que, hoy en día, jamás haría. ¿Hasta qué punto las empresas, incluso las que cometen abusos, son malas? Y las víctimas, ¿hasta qué punto son buenas e inocentes? Sistémicamente, la comprensión alcanza otro nivel.

En el IDEC, tú trabajabas con Derecho de los Consumidores. Hoy en día, tu trabajo como juez es muy reconocido justamente en el Tribunal de Familia. Durante ese período, ¿hubo algún contacto con este tema?

Sí, allí yo trabajaba principalmente con los derechos del consumidor, pero anteriormente, en los despachos donde estuve, trabajé también en procesos del área societaria, contratos y de familia. Pero aquello no me llegaba al corazón.

En esa época, yo no me identificaba con el Derecho de Familia. Nunca me gustó la postura tradicional del abogado que actuaba en esa especialidad. Mis padres estaban separados. A pesar de que vivieron en crisis durante un tiempo antes de divorciarse, no se separaron hasta que yo tenía 19 años. Fue un divorcio considerado amigable, tanto que yo no notaba, al menos de modo consciente, las dificultades que había entre ellos. Sin embargo, mi madre tenía una amiga abogada que se metía animándola para que luchase contra mi padre en los tribunales.

Exactamente la postura de justiciera... Hoy, entiendo que tanto la abogada como mi madre debían tener sus razones para hacerlo, pero la postura de ella me incomodaba. Lo curioso es que esa misma abogada, hoy en día, tiene un bufete dedicado a la mediación. Mira cómo está funcionando de bien esta reforma profunda del poder judicial: en los corazones de los operadores de Derecho. Ciertamente, aquella vieja postura beligerante de los abogados de familia no llenaba el vacío que sentían fruto de sus propios asuntos familiares. En este sentido, la mediación es mucho más satisfactoria para todos.

Sé que cuando vi esa situación, realmente me volví muy resistente al área de Derecho de Familia, porque percibía que un abogado de familia, al defender a un cliente, se estaba poniendo contra la otra parte. Para ganar el caso, intentaba convencer al juez de que la otra parte era simplemente “mala”. El abogado de la otra parte no tenía más remedio que reaccionar de la misma manera. Todo era muy doloroso para todos los implicados.

Otro ámbito por el que tampoco me sentí nunca atraído para trabajar, como abogado, fue en el derecho penal.

¿Y qué te motivaba del derecho en aquella época?

Una de mis motivaciones en relación al derecho siempre fue combatir la corrupción. Desde muy joven, me indignaba ver a los políticos corruptos haciendo mal uso del dinero público. La voluntad de trabajar para transformar todo lo que me parecía injusto, en ese momento, era lo que me motivaba.

¿Siempre fuiste un hombre capaz de construir puentes?

Creo que sí. Mis sentencias están escritas de forma que cualquier persona pueda entenderlas. El lenguaje debe estar a favor de la comunicación. Y eso incluye que una persona habla y la otra comprende lo que está siendo dicho.

En esa época en que trabajaba en el IDEC, donde nos vestíamos y hablábamos el lenguaje de los consumidores, de la gente común, observaba a los abogados típicos con todo aquel formalismo, llenos de pomposidad al hablar, y decidí que quería hacer una maestría en un ambiente más moderno. Entonces, huí del entorno jurídico. Escogí hacer una maestría en Administración Pública y Gobierno.

Hubo un proceso selectivo en la Escuela de Administración de Empresas de la Fundación Getúlio Vargas, el cual aprobé. Como me gustaba trabajar en el tema de asociativismo, de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), en la regulación de los servicios públicos, me atraía la idea de buscar vías legales para que la sociedad pudiera ejercer el control sobre los agentes públicos, combatiendo la corrupción y la ineficiencia en la prestación de servicios.

¿Cuál fue el tema de tu maestría?

Mi investigación fue sobre la actuación judicial de las asociaciones y cómo, a través de ellas, la sociedad puede ejercer de forma eficaz el control social de la regulación de los servicios públicos privatizados, como teléfono, electricidad, saneamiento. Era un abordaje más sociológico, que rozaba el derecho.

HUYENDO DE TI MISMO HASTA QUE TE ENCUENTRAS

En diversas ocasiones, haces referencia a una necesidad de huir de la burbuja del Derecho. ¿Por qué esa huida?

En aquella época, yo no sabía que era una huida. En realidad, yo no quería encasillarme en los rigores formales del Derecho. Me incomodaba el culto a la forma disociada de la necesidad real de aquel determinado patrón. Esa cosa de los jurídicos, de usar expresiones en latín. La incoherencia de llevar traje y corbata en el verano brasileño, que, a su vez, es un reflejo de la incoherencia aún más profunda, de la que están llenas nuestros sistemas e instituciones.

La burocracia insana, que dificulta el flujo de la economía y da vida a las personas. La ineficiencia de un sistema sobrecargado de leyes, la ineficiencia de las instituciones en el ámbito penal. Me agotaba de ver a tantos perderse en debates académicos llenos de venias y expresiones formales, conceptos y teorías, pero con poquísimo o ningún impacto en la pacificación de las relaciones humanas. Necesitaba hacer algo diferente, algo nuevo. Esa era una necesidad de mi alma. Sin embargo, no veía apertura para eso en un curso de derecho.

Así, con las constelaciones, ya no huía de nada. Al contrario, como enseña Bert Hellinger, lo que estaba era tomando a mis padres tal y como son y a la vida tal y como es. Este es el destino que me fue dado, en el sentido de la predeterminación, de la familia de la que vengo. Mira qué interesante: intenté escapar de un camino que me hiciera igual que mi padre y acabé pareciéndome aún más a él, de tanto intentar escapar tanto de las normas como del hecho de trabajar con traje... Eso me recuerda a una canción de Juraildes da Cruz, que dice: Tentei fugir de mim, mas onde eu ia eu ‘tava’!2

Los desvíos te llevaron al camino de tu propia vida, que tuvo ese precio...

¡Sí! Mi vida es así. Mi familia es esa. Entonces, la tomo como es debido: con voluntad y con amor. Así que me metí en este tema. A partir de ahí, vinieron las comprensiones, las ideas de aplicación de la constelación en el Derecho y cómo es el Derecho con la presencia de la filosofía de Bert Hellinger, que originó el Derecho Sistémico. En otras palabras, se trataba de un movimiento que tenía que ver con el encuentro de mi búsqueda. La huida era solo aparente.

Aunque fuera una fuga, había un beneficio...

Sí, nada es en vano. Nada se pierde. Toda experiencia es válida. Pero la potencia, la fuerza de una experiencia es diferente cuando se trata de un movimiento de fuga.

Por ejemplo, la persona que quiere vivir en el extranjero, pero en el fondo, no es porque tenga algo que hacer en el extranjero. Lo que quiere es tomar un respiro, quiere huir porque no aguanta más su vida aquí, no aguanta más vivir con los padres, quiere huir de esas presiones que está enfrentando aquí. Entonces, empieza a deambular en el extranjero. Teniendo sus experiencias. Y por supuesto que esto es válido. Pero sigue siendo un movimiento infantil. No es un movimiento de adultos. Porque el movimiento adulto es el de tomar la realidad y desarrollarse a partir de esa realidad, pudiendo añadir cosas nuevas y enriquecer su propia realidad. Así, la realidad se transforma.

En otro contexto, un movimiento hacia el exterior puede ocurrir en una búsqueda de realización, en conexión con el propio destino, y así tener éxito.

O sea, ese movimiento de fuga infantil no tiene tanta fuerza...

Eso es. Porque no es un movimiento guiado por las necesidades presentes. De hecho hay muchas personas de todas las edades, adultos, ancianos, que actúan con estos movimientos infantiles, por lo que no tienen tanta fuerza. Ellos hablan, pero la gente no les da tanto valor, porque están dispersos en estos movimientos. No están totalmente presentes en lo que es realmente suyo. Así, la fuerza se dispersa.

Con las constelaciones, ¿has ido encontrando esa fuerza en ti mismo y dejando atrás algunos movimientos infantiles?

Las constelaciones no dejan que la persona continúe en ese espacio de movimiento infantil. No es que la constelación no pueda utilizarse sin esa fuerza adulta. Se puede.

Hay consteladores que trabajan mirando a los clientes como si fueran niños, de forma más maternal, para apoyarlos y tomarlos en brazos, acariciándoles la cabeza, afirmando que todo está bien. Pero en realidad, no está todo bien. Al fin y al cabo, si esa persona está allí pidiendo ayuda, es porque no está todo bien.

Por lo tanto, esa forma de apoyo que utilizan esos consteladores no es una forma que apoye o incentive el crecimiento, ya que, para crecer, la persona necesita salir de la zona de confort. Y eso, generalmente implica algún esfuerzo, alguna renuncia y, a veces, algún sufrimiento. No es algo cómodo. Tiene que haber una especie de ruptura de ese patrón. Y no es posible lograr estas transformaciones simplemente poniendo la mano en la cabeza del cliente, alimentando en él su personaje de víctima.

¿Podemos decir que realmente empezaste a madurar cuando encontraste las constelaciones?

Las constelaciones facilitaron ese proceso, porque, si la persona tiene una postura infantil o victimista, se puede ver con más claridad que hay detrás, cuál es el beneficio al que se aferra, en detrimento de un determinado objetivo. Por ejemplo, la persona se quiere librar de una relación abusiva, quiere más salud o un mejor empleo, pero boicotea este objetivo en favor de algo, que cree saber qué es, pero generalmente es algo que se esconde detrás de todo eso. La constelación muestra eso, permitiendo que la persona escoja si quiere renunciar a aquello que le impide avanzar.

Pero no hay garantía de que la constelación le haga alcanzar su objetivo, porque ella también puede escoger dejarlo todo como está. Aun así, puede estar más tranquila sabiendo de qué se trata.

Bert Hellinger, cuando percibía, en una constelación, que la persona estaba acomodada, a veces la sacudía, literalmente, verbal o físicamente.

¿Tú dirías que esa característica de hacer las cosas diferentes viene de tu madre?

Ella también es una persona que no se siente satisfecha haciendo las cosas del mismo modo que los demás. Tiene su propia personalidad y le gusta vivir a su manera. Por ejemplo, se casó vestida de azul, al son de Pink Floyd. Escribió un libro muy original sobre las relaciones virtuales, mucho antes de que internet se popularizara en Brasil.

Siento que aunque haga algo que vaya en contra de las tradiciones o del sentido de la normalidad, el vínculo con mi madre está garantizado, al fin y al cabo, ella también hace eso, dándome seguridad a la hora de experimentar hacer algo nuevo.

Sin embargo, me identifico más con mi padre en eso de no estar satisfecho con las cosas tal y como son. Más tarde, me di cuenta de que no es el movimiento de fuga el que da más fuerza para un trabajo, al final, cuando ese es el caso, el movimiento se disuelve. La fuga no se sustenta por sí sola. Me preguntaba, todo el tiempo, qué estaba haciendo allí.

¿Una postura rebelde tal vez?

Mi padre era un poco anarquista. Como creció durante el régimen militar, tuvo amigos que fueron detenidos y torturados, cuestionaba las relaciones militares y jerárquicas. Así que en casa, las relaciones se horizontalizaron.

En la adolescencia, también me consideraba anarquista y, a los 17 años, cuando ingresé en la facultad, no me identificaba con aquel ambiente jurídico. A pesar de que mi padre trabajaba con corbata, al fin y al cabo un ejecutivo, no me gustaba ese formalismo. Pensaba que los trajes tenían un aire de “superioridad”, aquello del lenguaje jurídico, complejo.

Es interesante mirar hacia eso hoy, con perspectiva sistémica. Tuve una formación rica intelectualmente, estudié en buenos colegios, pero era un adolescente tipo “rebelde sin causa”. Por la rebeldía que tenía en relación a mi padre, que era ejecutivo y llamado “doctor”, yo rechazaba el formalismo, la jerarquía y las autoridades. ¡Y hacía exactamente lo que él! Ahora que reconozco y agradezco lo mucho que me influyó y lo mucho que nos parecemos, me alegro y nos llevamos muy bien hasta el último día.

Desde que no usa corbata (risas)...

En cuanto a la corbata, más tarde, ya como juez, llegué a vivir en ciudades del interior de Bahía, muy calurosas, donde, a veces, ¡era la única persona de toda la ciudad que llevaba corbata! Ironías del destino. O, como dice Bert Hellinger, lo que rechazo es lo que encuentro. ¡El destino puede ser muy divertido!

Nada más empezar la maestría, fui a trabajar al departamento jurídico de SPTrans, la empresa que gestionaba el servicio de transporte público urbano de São Paulo. De todos modos, mi maestría no fue en vano. Gracias a ella, pude tener la experiencia de trabajar en la Administración Pública. Fue un trabajo duro.

¿Cómo de duro?

En esa época, nos encargábamos de la “guerra contra la mafia del transporte” en São Paulo. El tema estaba en la primera página de los periódicos todos los días. Era un ambiente tenso, había amenazas, detenciones, investigaciones policiales que investigaban los contratos que teníamos que firmar. Tuve compañeros de trabajo que respondieron ante lo penal por su trabajo. Pero fue una experiencia muy rica. Yo era un joven de 26 años y tenía que dirigir un equipo de más de 20 abogados, casi todos mucho mayores que yo, en medio de esta inmensa presión, agravada por los intereses políticos en juego. Me sentí perdido en medio de un tiroteo.

Tras dos años enfrentando tales dificultades, no siempre con éxito, llegué a conocer las constelaciones familiares. Vi que si las hubiera conocido antes, aquel trabajo podría haber sido mucho más fácil y exitoso. Por lo tanto, gracias a las dificultades que enfrenté en aquel período, cuando supe que se haría en Brasil la capacitación en constelaciones organizacionales, me interesé inmediatamente, pues vi que tal curso podría proporcionarme conocimientos y herramientas importantes para lidiar con situaciones tan delicadas.

EL PRIMER CONTACTO CON LAS CONSTELACIONES FAMILIARES

¿Cómo llegaste a las constelaciones familiares?

Una amiga, Eunice Hilsdorf Brito, fue quien me habló sobre las constelaciones. Ella y algunos otros amigos míos ya estaban haciendo la capacitación en uno de los primeros grupos que hubo en Brasil, con Renato Bertate, y estaban encantados. Le comenté las dificultades que atravesaba en ese momento en una relación, y ella insistió en que debía conocerlas. Así que fui a un taller con el propio Renato.

Participé en algunas constelaciones como representante y, después, hice mi propia constelación, que tuvo total sentido para mí. Me quedé fascinado con la profundidad, lo mucho que una constelación promueve una transformación verdadera de la persona. Percibí que se trataba de algo muy serio, un trabajo muy responsable y profundo. Me encantó ver lo profundamente que tocó el alma de la gente, sin necesidad de un proceso racional de convencimiento, solo un proceso de observación y sentimiento. Sin más cuestionamientos.

¿Y eso en qué año fue?

Era 2004.

¿Fuiste a conocer las constelaciones por curiosidad o por necesidad personal?

Lo que más me motivó fue el hecho de tener una novia, de la que estaba muy enamorado, y la relación no andaba bien.

En mi ingenuidad, pensé que el problema estaba en ella y que tal vez la constelación podía ayudarla. Fuimos juntos. También fui en busca de autoconocimiento que siempre me interesó, pero sin pensar en un tema de mi propia familia. Al menos conscientemente, pues, cuando hice mi constelación, fue evidente que había, sí, una cuestión familiar. Y después fui descubriendo que había muchas otras.

Me gustó lo que vi y noté una mejoría importante en mi relación con mi madre y con la vida, me interesé y empecé a estudiar sobre el tema. Me sumergí en la obra de Bert Hellinger. Participé en algunos workshops. La segunda vez que fui, constelé otra vez. Ahí sí fui con interés en trabajar algo específico. Necesitaba comprender por qué no podía seguir con mis relaciones. Mis relaciones siempre empezaban bien, pero al poco tiempo, se desequilibraban.

En ese momento, acababa de romper con esa misma novia que me gustaba mucho, y estaba muy triste. Después de esa constelación, mi patrón de comportamiento en relación con este tema cambió por completo.

Entonces, ¿no fue nada relacionado con tu profesión de abogado?

Cuando fui a conocerlas, no me imaginaba que podrían tener alguna relación con mi área profesional. Pero ya en el primer taller me di cuenta de que las constelaciones trataban temas relacionados con el Derecho, por ejemplo, divorcio, problemas entre padres e hijos, cuestiones relativas a la violencia, asesinatos, drogas, abortos, adopciones, enfermedades psiquiátricas. Todos estos temas, que también tienen reflejos jurídicos, pueden ser tratados por medio de las constelaciones familiares.

¿En qué momento te diste cuenta de la relación entre las constelaciones y el derecho?

En el primer grupo de constelaciones en el que participé, vi movimientos profundos de reconciliación en situaciones que podrían haber llegado a los tribunales, o que quizás estaban en los tribunales. Recuerdo, por ejemplo, un caso en el que una mujer tenía dudas sobre si debía divorciarse o no. En otro, una madre llevaba cuatro años sin hablarse con su hijo. Hubo un caso también de una mujer que pidió constelar una psicosis de alguien de su familia, creo que un hermano, que se lo hacía pasar mal y, por tanto, ella no sabía cómo lidiar con él; en la constelación se mostró que la mujer también era psicótica. Las dinámicas que llevan a alguien a buscar o ser buscado por la justicia, son las mismas, tienen los mismos orígenes.

Lo que me encantó fue justamente constatar cómo la constelación, en algunos minutos, puede contribuir, de forma profunda y eficaz, a la armonía de las relaciones. Por eso, después de ese primer encuentro, percibí el potencial de la constelación como camino para la resolución de conflictos. La idea de la posibilidad de traer los órdenes sistémicos al mundo del derecho, llegó un poco más tarde.

¿Cuál fue el primer libro de Bert Hellinger que leíste?

Fue Felicidad dual3. El libro me pareció precioso. En él, se abordaban varios asuntos típicos inherentes al derecho, como la cuestión de los divorcios sobre con quién debe quedarse el hijo. Esa necesidad de la madre y el padre de reconocer al otro en sus hijos y valorar que la persona que más tiene el otro en su corazón es la más indicada para quedarse con los hijos, es con quien ellos están mejor.

Bert habla de una norma que no estaba en el ordenamiento jurídico. Es otro orden que no tenía nada que ver con los criterios tradicionalmente utilizados en derecho4. Fue leyendo ese libro como llegué a relacionar las constelaciones con el derecho, pude percibir, cómo las personas se desgastan con todo el sistema judicial, con disputas, y cómo se puede perfeccionar la práctica jurídica con los conocimientos derivados de las constelaciones familiares de Hellinger.

¿Cuándo sentiste que debías renovar tu relación con el derecho?

¿Renovar mi relación con el derecho? Empecé la universidad a los 17 años, con ganas de cambiarla. Cuando decidí hacer este curso, mi objetivo era poder, desde esta condición de operador del Derecho, promover algún cambio en la realidad de las cosas, en el sentido de que la justicia fuera más justa. Esa ha sido siempre, y sigue siendo, mi relación con el derecho: tratar de transformarlo desde dentro hacia fuera, para que sirva a su finalidad, que es la pacificación de las relaciones.

En las primeras constelaciones que presencié, en las que trataron cuestiones sobre las relaciones, en cuanto había algo esencial y se veía, había un movimiento de profunda empatía, un reconocimiento seguido de un movimiento de reconciliación. Era aquello lo que verdaderamente importaba.

Encontraste lo esencial.

Pero en el sistema judicial, no se resuelve así. El trabajo allí está lejos de lo que realmente es esencial. Las personas siguen discutiendo, buscando argumentos para justificar sus posicionamientos y, al intentar convencer de que tienen razón, suelen intensificar la lucha.

En la constelación, ellas se reconcilian. ¡Es eso! ¡Mira qué bonito! El hijo se reconcilia con la madre. Hermanos entran en armonía. Vi que aquello funcionaba mejor que el derecho tradicional. Entendí, definitivamente, que los tribunales necesitaban aquello.

El primer curso que hice de constelaciones fue la primera promoción que tuvo lugar en Brasil en el ámbito de las constelaciones organizacionales. Lo tomé poco después de dejar SPTrans, donde me enfrenté a retos que no siempre pude superar. En ese contexto vi, en las constelaciones organizacionales, un recurso poderoso para perfeccionar el trabajo en el ámbito de gestión de equipos, la negociación u otras actividades propias de la abogacía o de otras carreras jurídicas.

¿No fue con Renato Bertate?

No. Solía asistir a sus workshops. Mi primera formación en el campo de las Constelaciones Organizacionales, Coaching Sistémico y Consultoría Empresarial Sistémica fue en ese contexto, cuando era gerente jurídico de SPTrans y me enfrentaba a los desafíos de liderar un equipo heterogéneo, con varios abogados; además de lidiar con el interés público de una empresa vinculada a la Administración Pública y con los intereses personales y políticos implicados.

Me fijé en las cuestiones de las relaciones del equipo, de liderazgo. Era más fácil imaginarme trabajando en el gobierno, en una empresa o un organismo público cualquiera con estos temas. El curso lo dirigió Gunthard Weber, que fue el compañero de Bert en los años 80, cuando empezó a trabajar con constelaciones. Gunthard escribió, en coautoría con Bert, el libro Felicidad dual y fue quien comenzó a trabajar con constelaciones en el ámbito empresarial.

El primer módulo de esa formación lo impartió él, y los siguientes fueron impartidos por otros profesores también excelentes, como Jan Jacob Stam, Christine Essen, Michael Blumenstein, Claude Rosselet. El curso incluía, además del enfoque del propio Bert Hellinger, la práctica de las llamadas constelaciones estructurales y diversas formas de consultoría sistémica. Esa formación duró dos años y medio.

¿También estudiaste otros para ámbitos en ese período? ¿Cómo te sirvió esa formación?

Seguí estudiando constelaciones también. En ese momento, estaba estudiando para una oposición. Durante esa formación en constelaciones organizacionales, hubo un ejercicio de coaching sistémico que me ayudó mucho a aprobar la oposición a la judicatura. Me atraía más trabajar en el Ministerio Público, pero aprobé para la judicatura y, desde el principio, comprendí que esa era mi verdadera vocación.

Al principio, tenía una postura más de fiscal, y un juez no puede actuar así. Para un fiscal es adecuada la postura acusadora e incluso de indignación, de modo que se sienta movido por su postura activa en el proceso. El juez, no. El juez necesita distanciarse, no debe actuar en el proceso de forma apasionada o impulsiva. Tiene que saber escuchar a ambas partes. Debe tener una visión más global. No debe creer en la primera persona que aparece como víctima porque, en general, las cosas no son como parecen en el primer momento.

¿Cómo fue para ti madurar ese aspecto justiciero y dejarlo atrás?

Fue genial. A principios de 2006, nada más tomar posesión como juez, estaba terminando ese primer curso sobre constelaciones organizacionales. Me encantaba, pero el trabajo organizacional buscaba sortear los problemas familiares en lugar de enfrentarlos dado que, en general, el trabajo en el ámbito de las empresas implica a personas que no están dispuestas a exponer sus cuestiones familiares allí. Entonces, en el trabajo con coaching en las organizaciones, las constelaciones generalmente no profundizaban tanto en las emociones, no son tan intensas y emotivas como las constelaciones familiares.

En busca de esa profundización, empecé la formación en constelaciones familiares con Mimansa Erika Farny porque vi que la base de todo en la vida de las personas, incluso en el ámbito profesional y empresarial, está en la familia, donde se dan las dinámicas más esenciales.

Hoy veo que el trabajo en cualquier área se ve muy favorecido cuando el constelador está preparado para tratar los temas familiares más profundos, aunque no sea de forma explícita. Desde el primer módulo, los temas que constelé fueron los de mi trabajo como juez Constelé el ambiente en la comarca, la atmósfera pesada, las amenazas que recibía. Y los caminos se abrieron. No siempre comprendía de inmediato por qué estaba pasando por esas situaciones desgastantes. La comprensión llegaba algún tiempo después.

Pero mi trabajo de lidiar con el sentimiento de justiciero comenzó en las constelaciones familiares con Mimansa. Ya estaba viviendo en Bahía, pero iba a hacer las constelaciones a São Paulo. Fue en la formación con ella que tuve las primeras experiencias de constelaciones de los procesos judiciales, en 2006.

LA VOCACIÓN EN MATERIA DE FAMILIA

¿Cómo tomaste la decisión de dedicarte a la especialidad de familia?

Ah, no hubo una búsqueda específica para trabajar en el juzgado de familia, pero fue allí donde mi pasión por las constelaciones encontró un terreno fértil para las primeras experiencias. Desde el principio, lo que más me gustó fue la constelación familiar. Es otro nivel. Es lo que me toca más profundamente. Es más sincero. Sin embargo, en la judicatura, antes de ser titular de un juzgado de familia, trabajé en el ámbito penal, en infancia y juventud y en el ámbito civil en general. Como juez y con la mirada del derecho sistémico, todo eso se vuelve muy interesante.

¿Fue ahí cuando pudiste decir “sí” a esa profundización en derecho de familia?

Mi problema no era trabajar con el derecho de familia, era la forma beligerante con la cual se ejercía la abogacía en el derecho de familia, impregnada de juicios y acusaciones. Una vez empecé a trabajar como juez en esa especialidad, me encantó.

También preguntabas por el tema del justiciero que hay en mí, y me he acordado de que hubo un momento durante una constelación en la cual Mimansa me dijo: “Quieres hacer justicia a tu madre”. En ese momento, respondí: “¡No lo sé!”. A lo que ella respondió: “No estoy preguntando. Estoy afirmando.”

Luego seguí pensando en ello y me di cuenta de la profunda verdad que allí se rebelaba. Entonces, perdí el interés por esa actitud justiciera. De hecho, perdí esa necesidad. Eso fue justamente cuando acababa de entrar en la judicatura. Salí de ese lugar de querer hacer justicia a mi madre y me relajé. Comprendí que mi madre estaba bien como estaba. Dejé de querer cambiarla. No necesitaba un hijo pequeño para hacer justicia. Y eso se reflejó en todos los demás asuntos de mi vida.

¿Cómo se desarrolló la judicatura a partir de ahí?

Sentí que mi trabajo cobraba fuerza y sentido. Las constelaciones que hice en los asuntos judiciales en los cuales actuaba como juez, fueron muy importantes en mi camino evolutivo como juez y constelador, pero sobretodo en mi vida personal. Sabemos que la constelación trata la postura de la persona frente al mundo. La persona que piensa que va a hacer una constelación y que eso es un proceso, una técnica para resolver un conflicto, tiene una visión muy limitada y reducida de lo que significa una constelación.

Cada constelación que hice facilitó mi posicionamiento en relación al sistema con el que estoy lidiando. Aprendí a confiar más en ese sistema, a profundizar mi postura. Al final, si todo sistema, toda familia tiene su propia fuerza, entonces no se necesita de un justiciero externo.

Así que mi papel en el caso se vuelve mucho más ligero. El trabajo es el mismo: tramitar y sentenciar un caso. Pero si pienso que algo como el sistema o la familia depende de mí para que las personas tengan paz, que tengo que poner orden, eso se vuelve muy pesado.

Por eso, al principio de mi carrera, estaba muy enfermo. Llevaba sobre mis hombros un peso que no era mío. Así que me di cuenta de que solo tengo que dar una opinión basada en los autos del proceso. No tengo que saber toda la verdad. Nadie la sabe. Era una arrogancia imaginar que tenía ese poder.

Así como el fiscal da su opinión, el juez también se expresa en base a las apariencias. A pesar de que la manifestación del juez tiene la fuerza y el nombre de una sentencia, en realidad no es más que una opinión. Comprender esto hace la judicatura más liviana, pues le permite a uno realizar su tarea sin necesidad de estar convencido de la verdad, que, tantas veces, nadie sabe con seguridad cuál es (risas). ¿Quién conoce el misterio que hay detrás de lo que se ve?

Y por eso digo, parafraseando a El Principito, lo esencial es invisible a los autos.

Entonces fue un proceso de gran madurez para ti como persona y como profesional...

Fue no, continúa siendo, no para. Después quiero hablar de algunas constelaciones que he hecho y que han sido muy importantes para quitarme un peso de encima, aliviar el peso que llevaba a cuestas y aprender a juzgar desde un lugar interior más humilde, que sabe que no soy consciente de toda la verdad.

Hoy en día, con tu comprensión de las constelaciones, ¿cuál es el dolor que acompaña a un jurista?

Veo que, de forma generalizada, todo operador de derecho está buscando reparar un orden que fue violado en su sistema, un orden de precedencia que fue invertido, alguien que fue excluido, alguien que no pudo ocupar su lugar, etc. Entonces, creo que esa es la vocación del profesional del derecho.

En el caso del juez, ¿se puede decir que tiene un peso extra porque es el que tendrá la responsabilidad de decidir?

Pues bien, tanto las palabras como las actitudes de un juez causan impacto en lo que sucede en un proceso judicial. Dado que, en principio, el abogado solo defiende a su cliente y, por tanto, busca asegurar los intereses de una de las partes, no depende de él lo que vaya a ocurrir con todos los implicados.

También está el fiscal que va a mirar el proceso desde la perspectiva del cumplimiento de la ley y desempeñará, así, el papel de ejecutor de la ley. Además, también es responsable de ponerse del lado de los más débiles o de la sociedad en general. A partir del análisis del caso que tenga a su cargo, emitirán un dictamen y se irán tranquilos a casa, porque saben que, aunque la decisión no se ajuste a su posición, la responsabilidad de la sentencia es del juez. Por eso, el peso de las atribuciones del juez es muy diferente al de otros implicados en un caso.

Por mucho que la decisión de un juez pueda tener un impacto en el caso, no es, en principio, la decisión final sobre el caso; después de todo, si la parte no está de acuerdo, puede apelar, y el tribunal puede corregir la decisión dictada. Las partes tienen derecho a recurrir. Es decir, la verdad es que ninguno de estos operadores, ni siquiera el juez, tienen que cargar con el peso de lo que va a pasar en la vida de otra persona, ¿entiendes? El sistema, en general, alivia a todo el mundo.

Así se quita la carga de ser el responsable de una decisión final.

La decisión del juez es válida hasta el momento en que las partes recurren, para que el asunto sea revisado por un órgano colegiado, de tres o cinco magistrados. Frente a esa decisión colegiada, muchas veces también cabe otro recurso. Es decir, no debería pesar sobre ninguno de los participantes del proceso la responsabilidad definitiva de hacer o no justicia, siempre y cuando ninguno de los participantes asuma la responsabilidad del destino de las personas.