El poder del dolor - Paloma Rosado Sanz - E-Book

El poder del dolor E-Book

Paloma Rosado Sanz

0,0

Beschreibung

Este es un libro que nos habla del dolor como poder y recurso, y nos ofrece guías para transitar los tramos penosos y las pérdidas. Si algo necesitamos hoy son pistas sobre cómo acoger y dotar de sentido al dolor. Es precisamente en esa experiencia cuando se reconoce a las personas sabias por su capacidad para movilizar un nuevo potencial. Ellas están en el presente real y, al tiempo, confían en algo más grande que nos sostiene y nos guía a todos. Paloma Rosado se adentra en uno de los aspectos más incómodos de nuestra existencia: el dolor emocional. Sin tratar de aleccionar ni amaestrar, busca iluminar –un poco– un territorio misterioso que interpela al alma. El libro se divide en tres partes: Creación y vida, Destrucción y muerte, en el que plantea diversas situaciones de pérdida (crisis, enfermedad, vejez, muerte, pérdida de un hijo, viudedad…), y los diversos modos de afrontarlas, y Regeneración y renacimiento, que reflexiona sobre el tránsito desde la pérdida hacia la plenitud. Complementan el libro una serie de ejercicios prácticos de meditación y una bibliografía seleccionada para conocer más sobre el tema.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 156

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Índice

Portada

Portadilla

Créditos

Prólogo

Introducción

Parte I. Creación y vida

1. Un viaje entre el amor y el dolor

2. ¿Confianza en la vida?

3. Dolor vs. sufrimiento

Parte II. Destrucción y muerte

4. La pequeña muerte que es crecer empequeñeciéndose

5. Las crisis como oportunidad de transformación

6. Enfermar sanamente

7. El don del envejecimiento lúcido

8. Concienciar la propia mortalidad, ¿más cerca?, ¿más lejos?

9. ¿Es posible una imagen más celebrativa de la partida?

10. El doloroso proceso de perder al compañero de vida

11. Padres en duelo, hijos desconcertados por el eco que llega a su corazón

12. Educar en el difícil arte de atravesar el dolor

13. Hay dos estilos de duelo y solo uno es adaptativo (a corto plazo)

14. Baile de emociones

15. Desmontar los viejos pensamientos

16. Nudos que enredan la madeja de los afectos rotos: victimismo, catastrofismo, endurecimiento y congelación

Parte III. Regeneración y renacimiento

17. Cuatro fogatas para abrigar el alma cuando ha entrado en renovación

18. Cultivar la atención y la mirada consciente

19. Transitando de la idiotez a la sabiduría

Anexo. Ejercicios prácticos

Para saber más

Biografía del autor

Notas

Colección dirigida por José Carlos Bermejo

© SAN PABLO 2019 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113

[email protected] - www.sanpablo.es

© Paloma Rosado 2019

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428562065

Depósito legal: M. 21.007-2019

Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)

Printed in Spain. Impreso en España

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

A mis padres, por el regalo de la vida y por sus dones.

A mi hija, por su fuerza y su alegría de vivir.

A quien duerme a mi lado, por su autenticidad y generosidad

y al niño que trajo a mi vida, por el brillante potencial de su corazón.

A quien me trajo hasta aquí.

A los que transitan grandes dolores.

Prólogo

Una verdad incontestable para los sentidos es la de la transitoriedad de todas las cosas y la impermanencia de los fenómenos y los seres. Toda forma creada y manifestada evoluciona y tiene un final. Es claro que moriremos. Y que antes de morir físicamente asistiremos a muchas muertes, cambios y despedidas, ya sean grandes o pequeñas: amigos, familiares, conocidos, pero también la infancia, la adolescencia, la época de crianza de hijos, los cuarenta, los cincuenta, distintas residencias, parejas, enfermedades, formas corporales, y millones de etcéteras.

Tantas cosas pasan. Cesan viejos caminos, mudan pieles que se quedaron obsoletas, y se acumulan ahí detrás en el tiempo tantos encuentros y sucesos, tantas poesías y metáforas, tantas obras y frustraciones, tantas bendiciones y adversidades. Todo ello configurando el relato de nuestra biografía. Escuchemos a Machado:

«Todo pasa y todo queda

pero lo nuestro es

pasar pasar haciendo

caminos caminos sobre la mar».

En una cultura como la nuestra, de sello occidental, parece que al morir se entierran biografías más que restos mortales y se sepultan identidades personales más que partículas divinas. No es tan así en ciertas culturas orientales, donde el yo es ínfimo comparado con el dios que lo contiene, donde todo pertenece a lo sagrado y no se grita el yo con tanta robustez. Aquí hacemos caminos propios y construimos importantes relatos personales. Exaltamos y adoramos nuestra identidad. Aquí somos mortales porque prevalece el Yo mortal. No sentimos lo eterno y lo inmortal porque no reconocemos lo que no muere ni muta, la llama viva, o lo que fuere que anima todo. Pero recordemos el epitafio de Osho, que reza: «Osho nunca nació y nunca murió. Solo visitó el planeta Tierra del 11 de diciembre del 1931 al 19 de enero de 1990». Confieso que la frase completa se me antoja grandilocuente y muy egoica, pero la parte «no nacido y no muerto» me hace evocar lo eterno presente en todos. Para el yo personal las muertes, y la propia muerte, son una tragedia, sin embargo para lo eterno en todos es hasta elegante y una suerte de juego cósmico. Sigamos con Machado:

«Nunca perseguí la gloria,

ni dejar en la memoria

de los hombres mi canción;

yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles,

como pompas de jabón».

Perseguimos algún tipo de gloria, pero todos seremos confrontados con la vana gloria. En nuestra vida nos toca navegar en una de las dialécticas más importantes: nuestra ilusión de estabilidad y solidez en danza con el implacable movimiento que la vida impone a todas las cosas, vengándose de nuestras ilusiones. Nos las veremos con las crisis, las zozobras, los abandonos, las pérdidas, los quebrantos, las contrariedades, las muertes. Pero una noticia bella es que la propia naturaleza nos provee de la capacidad para transitar «los malos momentos y las pérdidas», sumergiéndonos –y sumergiendo nuestro cuerpo– en el caldero alquímico del dolor. Viva, pues, el dolor como recurso. Viva el dolor como barco que nos habrá de llevar de la orilla de la devastación a la orilla de la transformación, arribando, con suerte, un poco más bañados en luz y sabiduría, incluso amor. El dolor tiene mala prensa, poco prestigio, desagrada. La prepotencia racionalista y cientifista frente a la naturaleza quisiera vencer el dolor y hacer de la vida un asunto seguro, reglamentario, afrutado. Es decir, solo parcialmente humano. Y la sabiduría no crece en el intento de parcelar la vida y querer tomar únicamente las copas del goce y llenarlas con chucherías dulzonas. Crece cuando enfrentamos y miramos a la cara a los grandes asuntos. Y quizá el más grande de ellos sea la Muerte. Aunque François de La Rochefoucauld expresó en una de sus máximas que «ni el sol ni la muerte pueden ser mirados fijamente» tampoco conviene enterrar nuestra mirada bajo la arena, y si no podemos mirar directamente a la muerte, hagámoslo al menos de soslayo, con el mayor respeto.

De todo esto habla este libro, de la actitud adecuada ante las pérdidas y la muerte. Este es un libro que nos habla del dolor como poder y recurso, y nos ofrece guías para transitar los tramos penosos y las pérdidas. Sugiere que, una vez cruzadas las aguas turbulentas, llenas de todo tipo de emociones difíciles, en la otra orilla seremos regalados con una transformación que nos hace más felices y sintonizados con la vida. Asumamos algo: todos moriremos y todos veremos morir gente muy querida. Para enfrentar las pérdidas y no perdernos a nosotros mismos en ellas se necesita una cartografía emocional que nos guíe por el camino. El libro traza itinerarios precisos del viaje, recomendaciones sobre las actitudes adecuadas y advertencias claras sobre los errores que debemos evitar cometer. Sobre todo debemos impedir que el dolor, que es una emoción viva con movimiento, se detenga y tome la forma de posición existencial sufriente crónica, que deviene estática. Y ahí donde la vida se detiene es menos vida, y un poco más muerte. De nuevo Machado:

«Al andar se hace camino

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino

sino estelas en la mar...».

El libro expresa el valor de las pérdidas como vehículos de desarrollo si nos abrimos a ellas y escalamos a un sentido mayor de la vida, a una nota espiritual, en lugar de amurallarnos defensivamente ante los golpes inclementes de la cambiante fortuna. Se encuentra recorrido por una idea un tanto isomórfica a los ciclos de la naturaleza y de las cosas, que viene expresada generalmente en formulación trinitaria: creación, destrucción, renovación, o vida, muerte, renacimiento, o Brahma (creador), Visnú (conservador) y Shiva (destructor) en la mitología hindú, o la mera dialéctica en la que a toda tesis o exposición le corresponde una antítesis o retracción, más un tercer elemento integrador y reconciliante, capaz de generar una nueva tesis o expresión de vida. Si tomamos esta Trimurti legendaria del panteón literario hinduista, estas deidades expresan energías o arquetipos por las que somos poseídos sin remisión. Sin olvidar que todo pertenece al uno, que es fuente y es desembocadura, o no es fuente ni desembocadura, ni fue creado ni no fue creado: el Atman, o Brahman. El no decible ni pensable Tao de la naturaleza de las cosas.

Y es algo que podemos sentir en nuestra propia piel: crear, preservar, marchitar, soltar, abrir, renacer, fundar, fenecer, etcétera. Ciclos e infinitas gestalts que se desvanecen en el fuego que todo lo anima, creando otras formas que se disipan a continuación. Que nadie intente bañarse dos veces en el mismo río ya que según Heráclito no sería el mismo. O sea, la ley de la transitoriedad de las cosas. Y al mismo tiempo «ni nacido, ni muerto». O sea, la ley del Uno Creador. El principio lunar nos enseña el ciclo de expansión en la luna creciente que alcanza su plenitud antes de declinar, retraerse y morir en la luna vieja, para volver a renacer y crecer, iniciando un nuevo ciclo. Pero el principio solar nos habla de lo inmutable que ilumina todo lo transformable.

Cuando se atraviesan las aguas de las pérdidas, el dolor es como un fuego que quema lo viejo, hace arder viejas identidades que no sobreviven dejándonos quizá más ligeros. Si nos jubilamos no sobrevive nuestra vieja identidad de trabajadores. Si perdemos a la pareja, con ella perdemos nuestra identidad de casados o novios, etcétera. Sobrevive el relato y el recuerdo, eso sí. El viaje de la vida es uno de desapego y transformación constante hasta el final. Sea bienvenido este libro para ayudarnos a reflexionar en estos asuntos tan cardinales para todos.

Conozco a Paloma y su vida, y sé cuánto la vida le impuso pérdidas dolorosas de manera sorpresiva, y cuán exigente fue su viaje y buceo a través del duelo y sus laberintos emocionales, de manera que no es extraño que, congruentemente, haya convertido el acompañamiento al duelo como una de sus especialidades. Y que conozca el paño de primerísima mano y no de oídas. Digamos que tiene un oído afinado para reconocer el poder del dolor y saber acompañarlo hacia el puerto de la vida. Y este libro es su contribución al respecto.

Diré para terminar que, pretenciosamente, me siento un poco coautor de este libro, pues en mis frecuentes idas a Madrid, me he encontrado con Paloma alrededor de un buen té, conversando y discurriendo mucho sobre los temas que contiene. Le agradezco a Paloma que compartiéramos tanto y me tomara como interlocutor, para que algo al principio meramente susurrado haya alzado con más fuerza su voz. Y no dejo de sentir orgullo cuando en alguna de las páginas aquí y allá encuentro alguna frase que contiene un aroma propio.

A viajar, querido Poder del dolor, y que lleve muy lejos, como guía y apoyo, a los muchos que son tronchados diariamente por el brazo caprichoso de la fortuna y obligados al viaje de morir a lo conocido y renacer a una nueva realidad. Que puedan ser llevados en la barca del dolor con plena dignidad, sabiendo decir –¿por qué no?–: Esto también es vida.

«Golpe a golpe, verso a verso».

JOAN GARRIGA

Introducción

Necesito hacer un gesto de reconocimiento antes de empezar este texto. El motor de este escrito se inicia en una serie de sucesivos encuentros con el psicólogo humanista Joan Garriga. Lógicamente él no tiene por qué compartir todo lo que aquí se recoge, pero este libro no se habría escrito sin aquellas sabrosas conversaciones ante un té, los e-mails compartidos o los ratos ganados a la agenda para sentarnos a charlar en una terraza soleada. A hablar sobre la dulzura en la que parecían transcurrir determinadas etapas vitales y, también, sobre los dolores que, en ciertos momentos, parecían cubrirnos como niebla matutina, encogiéndonos el cuerpo y también un poco el alma. Dos personas compartiendo el acontecer y sus tiempos, los hechos y la vida interior. Sin esos encuentros posiblemente no hubiera dado forma a este libro, porque fue a través de la palabra relajada, expresada, escuchada y contestada como se fueron vislumbrando y ordenando los distintos estilos de oposición que los humanos creamos ante el dolor, el malestar innecesario que añadimos, los enemigos y aliados del proceso y, también, la visión tripartita que organiza el contenido. Vida, muerte y resurrección. Tesis, antítesis y síntesis. Creación, destrucción y regeneración. Una triple alianza de fuerzas que parece proponerse como camino de crecimiento y evolución al ser humano a lo largo de los siglos, adquiriendo diferentes apariencias. Una triple realidad que parece olvidada en el proceder cotidiano del hombre y la mujer modernos pero que vienen explicando la existencia desde las grandes tradiciones espirituales. En el Antiguo Egipto, por ejemplo, se veneraba a Amón-Ra por ser el origen de la vida, a Sejmet como la diosa temible de la destrucción y a Osiris como el dios de la muerte, de la vida posterior y también de la fertilidad. Durante otros tantos siglos en el panteón hindú se viene adorando a las tres divinidades de la Trimurti: Brahma, que encarna la energía creadora; Shiva, con una energía centrífuga destructora, y Vishnú, que representa la energía conservadora centrípeta. Y como de todos es sabido, en el cristianismo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se enlazan con el dinamismo de la creación, la muerte –resucitada– y la vida en el espíritu más allá de la muerte. Tres movimientos que pueden irrumpir en cualquier momento en cada una de nuestras vidas y que engarzan los planteamientos que contienen estas páginas.

Por otro lado, de algún modo también debo reconocer aquí la influencia del hombre al que oí decir una frase que aún retumba en mi interior: «la terapia es con amor o no es terapia». José Antonio García-Monge es un experimentado psicólogo humanista, un gran maestro para mí. La redacción de estos textos ha coincidido con unos años de formación y cercanía con este hombre sabio del que he recibido una invitación con su ejemplo vital: «pon amor en lo que hagas: eso florecerá y tú con ello». Yo hago lo que puedo, pero a él le he visto poner al servicio de la psicoterapia un afecto sanador –en diferentes grados y a través de diferentes manifestaciones–, capaz de ir calando y suavizando punzantes dolores humanos. De su boca salió la primera referencia que tuve a Teilhard de Chardin, un hombre que también transitó el dolor y que escribió:

«Llegará un día en que,

después de dominar el espacio,

los vientos, las mareas, la gravedad,

dominaremos para Dios las energías del amor.

Y, ese día, por segunda vez

en la historia del mundo,

habremos descubierto el fuego».

Ambos, junto a mi familia y un puñado de buenos amigos, han sido estímulos insustituibles durante los cinco años de gestación de este libro, cada uno a su estilo. Y la vida se ha ocupado del resto. Porque coincidiendo con la etapa final de la redacción del primer borrador me detectaron un cáncer de pecho. ¡A mí, que creía tener cubierto el cupo de grandes dolores tras la muerte de mi primer marido, con 32 años y embarazada! Pues sí, me llegaba la experiencia de la enfermedad. Y fue entonces, en el contacto desnudo de mi vulnerabilidad con las ideas y emociones que había ido recogiendo, cuando todo lo escrito ganaba fuerza y sentido. Aún más.

¡Porque cuánto padecemos al cabo de los años! Evoluciona la sociedad, multiplicamos las opciones, sofisticamos nuestros hábitos... pero los dolores profundos, asentados sobre un sentido misterioso, traspasan la existencia humana desde tiempos remotos. Fueron los dolores que acompañaron a nuestros padres y a los padres de nuestros padres. Son las heridas que nos angustian e interpelan a nosotros y serán las que afligirán a nuestros hijos, porque sí, algún día el pesar también les herirá el corazón a ellos, sin que haya progenitor que pueda evitarlo –aunque habrá podido enriquecerles con un modelo de mirada humilde, aceptadora y transformadora–.

Las carencias, las penas, las pérdidas no mutan, pero sí lo hacen las imágenes y las respuestas que construimos. Hoy, en un mundo sobreestimulado, complejo y atomizado lo que falta es sosiego, hondura y unificación. Veloces, los seres humanos del siglo XXI somos grandes hacedores pero estamos necesitados de contemplación, acogida y discernimiento. Como el vigía que sube a lo alto del mástil para otear el horizonte en alta mar. Dentro del barco él recibe señales del radar, la radio... pero, además, necesita elevarse sobre el pavimento de la cubierta y mirar más allá, a lo lejos, a lo perdido, a lo que aún no se ve. Navega y confía.

Sobre ello hablan estas páginas. Del encuentro con la realidad que nos encuentra, con lo agradable y también con la aflicción, la angustia, lo que pesa y, en el peor de los casos, lo que genera oposición. Porque cuando hay oposición la persona no consigue moverse, actualizarse y crecer. Por ello, tal vez, con la lectura de estas páginas se abran heridas que parecían estar secas y se apaguen luces que en realidad no iluminaban. Tal vez se manifieste que aquel fracaso no está tan superado como parecía, que la enfermedad sigue menos aceptada de lo anhelado, el divorcio aún requiere de más terapia y la muerte del ser querido sigue precisando de palabras y compañía para integrarse. Una debilidad que tendrá más posibilidades de emerger cuanto mayor sea el lastre que arrastramos junto a los años cumplidos, cuanto más pesen los ¿por qué? frente a los ¿por qué no?, la autoimportancia frente a la sencillez, los... y si yo..., la resistencia frente a la aceptación. La creación conviene ser celebrada; la destrucción, soportada y la regeneración estimulada para que ojalá, al final, podamos despedirnos de esta vida con un gracias. Ojalá sepamos conjugar tanto nuestros dones e intuiciones como nuestras heridas para hilvanar una vida fértil en experiencia amorosa ya toquen tiempos de luz o de oscuridad.

Parte I

Creación y vida

E