El Postporno era eso - María Llopis - E-Book

El Postporno era eso E-Book

María Llopis

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  • Herausgeber: Melusina
  • Kategorie: Ratgeber
  • Serie: UHF
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2022
Beschreibung

Así que la Caperucita Roja del cuento, después de ser violada, golpeada y humillada durante siglos, quiere asumir el papel del lobo. Pero son demasiados los abusos a los que ha sido sometida, así que nos vemos obligadas a pegarnos entre nosotras para poder abrir, sentir y llorar las heridas que heredamos de generaciones y generaciones de fábulas. Y así redimirlas y escribir nuevos cuentos. Todas las Caperucitas Rojas se vuelven lobos en la práctica postpornográfica.

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El postporno era eso

© María Llopis Navarro, 2010

© De la presente edición: Editorial Melusina, S. L.

www.melusina.com

© De la fotografía de portada: Daniel Santacatalina, 2009

Diseño gráfico: Jordi Llobet

Primera edición, 2010

Reservados todos los derechos.

Fotocomposición: Víctor Igual, s. l.

ISBN digital: 978-84-18403-75-0

A Xavi

Nada me toca, nada me interesa, salvo lo que se dirige directamente a mi carne.

Antonin Artaud

Contenido

El postporno era eso

Epílogo

Principales festivales postporno

Pequeña guía del postporno

Notas

Bibliografía

Pliego de fotos

El postporno era eso

12 de diciembre de 2008

Estoy enamorada. No se lo he dicho. Pero él lo sabe, como yo sé que él lo está de mí. Me está mirando desde la cama mientras escribo. Me ruboriza pensar que pudiera leer esto ahora. Y me pone empezar un libro que lleva la palabra «porno» en el título, hablando de amor. Pero es que en el fondo estoy a la última, el nuevo porno será el emoporn, emotions and porn. Ya lo dice Annie Sprinkle y ella de postporno sabe mucho.

Ayer acabamos yo y mi enamorado en la cama, ya de madrugada, hablando del libro de Beatriz Preciado, Testo Yonqui. De cómo esta vez Beatriz mezcla sus teorías sobre la farmacopornografía y el postporno con los polvos salvajes que se pegaba con Virginie Despentes en los hoteles de París. Teoría y carne, ¿que hay más postpornográfico que eso? El postporno es eso...

Ayer también, o anteayer, no sé, porque estos días estoy perdiendo la noción del tiempo, Erika Lust1 presentaba en el barrio de Gracia de Barcelona su libro sobre porno para mujeres. Yo quería ir, me daba morbo acudir a la presentación. Es que Lust y yo somos enemigas acérrimas; tenemos concepciones antagónicas sobre el porno. Hace poco salimos las dos en la revista Muy Interesante, en un artículo sobre pornografía. Nos dedicaban un parágrafo a cada una respondiendo a la misteriosa pregunta: «¿Existe un porno para mujeres?» En el artículo, ella defiende que las mujeres tienen unas necesidades específicas dentro del porno. Yo opino que no es posible, que nosotras no tenemos como colectivo una sexualidad tipificada. Por ser tía no me tienen por qué poner sólo los polvos suaves, las historias con argumento y los preliminares. Erika defiende que en el porno las mujeres están más interesadas en la intimidad y en las relaciones mientras que los hombres lo están en las penetraciones y en las eyaculaciones. Es saltar de la sartén para caer en las llamas. Tanto tiempo aguantando una industria porno plagada de sexismo y estereotipos repetidos hasta la saciedad para ahora salirnos con estas. «No, no es posible un porno para mujeres», afirma María Llopis, tajante. «Se trata de un concepto inventado por la industria que sirve para hacer un poco de polémica barata en los medios. Suele asociarse al softcore, a historias con argumento, dulzura y romanticismo. Pero hay un montón de mujeres haciendo porno duro buenísimo, y de hecho existe una demanda femenina brutal de hardcore.»

Pero quién soy yo para hablar, por lo menos Erika ha escrito un libro y yo, pese a tener un contrato firmado y una promesa de adelanto, no he hecho nada, mucho bla bla bla, pero nada. Mi ex me riñe: «¿Cuándo vas a ponerte a escribir?», me dice. «Pues ya, te lo juro...», y a lo mejor no necesito paz y tranquilidad como creía, sino el caos en el que estoy inmersa ahora, donde no sé cuando empiezan o acaban los días y menos las noches, que se solapan y se mezclan, entre la música de mi ordenador, la música del Razzmatazz, los polvos blancos y el sexo.

13 de diciembre de 2008

Estoy leyendo un libro que se llama Los penúltimos. Va de una chica a la que le gusta salir sola de noche, ir directamente a las discos, ligarse a un chaval, llevárselo al pisito de turno y meterle ghb en la bebida. Cuando se mezcla ghb con alcohol te quedas frito, entras en un coma ligero; si te pasas te puedes quedar pajarito. Además X. dice que no hay inhibidor para esta droga, así que en los hospitales no saben qué hacer con las sobredosis. X. sabe mucho de drogas, de drogas y de placeres, que al fin y al cabo de eso se trata. A la prota del libro le mola ver dormir a los tíos, le mola verlos inconscientes, echarse a su lado y escuchar su respiración narcótica. Yo me he aficionado ahora a observar cómo duerme X. La cosa vicia. Pero yo no le drogo, eso ya lo hace él solito muy bien. Cuando siento que se va, que su respiración cambia, que se deja ir, abro los ojos, cojo la cámara y le grabo, con mucho cuidado para no despertarle. Durmiendo se transforma. Su respiración se vuelve pesada, habla, grita, te agarra, gruñe, se revuelve en su mundo de angustias nocturnas. Y luego no recuerda sus sueños.

Por lo visto, el ghb, si no lo mezclas con alcohol, y en su dosis justa, proporciona un estado de euforia pornográfica. Es decir, te pone como una moto. Yo no tengo ni idea, en mi vida me he metido ghb, pero X. me cuenta desde la cama que te pone supercachondo, que te lo quieres follar todo, nada del rollo meloso y romántico del mdma, esto es hardcore. El ghb sería a la pornografía lo que el mdma al erotismo. La próxima vez que me pregunten en una charla la diferencia entre porno y erótica voy a hacer esta comparación.

La ceremonia del porno de Javier Montes y Andrés Barba es un buen libro; me gusta la parte en la que protestan por el típico comentario de que todo el porno es igual de aburrido. «Con la variedad que existe», responden ellos: animales, embarazadas, gordos, flacos, por delante, por detrás... Pero yo creo que cuando la gente protesta por la repetitividad del porno, en realidad se están refiriendo a una mirada que se repite, a la mirada del hombre blanco heterosexual que controla el mundo y el negocio del porno. Hay un enfoque, que se repite una y otra vez, que simplifica nuestra sexualidad al coito, ridiculiza las sexualidades alternativas y políticamente se sitúa dentro del sistema heterosexual capitalista. Esto es lo que aburre.

La novela de la chica viciosa me la regaló Javier en el hotel San Agustí. Yo salía a comer por ahí y me topé con él en el vestíbulo del hotel. Entonces me dijo, «espera, tengo que ir a mi habitación, tengo algo para ti», y volvió con el libro. Estábamos invitados a una mesa redonda sobre postporno, como no, junto con Gabriela Wiener y Francisco Ferré.1 Yo lo único que he escrito en mi vida ha sido un blog. Con una dedicación absoluta, pero libro, lo que se dice un libro, no he escrito nunca. Pero allí estaba yo, que para eso el congreso era sobre nuevas formas de literatura. Y, al fin y al cabo, los blogs son literatura. Literatura por capítulos y de publicación inmediata. Antes las novelas también se publicaban por entregas en los periódicos.

Drogas, amor y literatura. Este verano me fui al festival de música de Benicàssim, el fib. Yo soy de Benicàssim, tengo una casa allí, cerca de la playa. No me apetecía mucho ir, porque tenía la regla y llevaba un año sin salir de fiesta, sin meterme drogas y haciendo terapia, pero me regalaron un pase vip y Justice tocaba el día de mi cumpleaños. Y allí estaba yo en el centro de la pista, saltando, sudando y bailando, escuchando la música alegre de Justice, cuando me di cuenta de que ya había pasado lo peor, de que hacía meses que ya no pensaba en suicidarme, de que la depresión que me ha torturado durante casi dos años me había abandonado. Y de golpe afloró todo el deseo que había estado guardado durante tanto tiempo dentro de mí; sentí todos los cuerpos sudando alrededor mío y el deseo de cada uno de ellos y quise follármelo todo y a todos, incluidos cada uno de los treinta mil festivaleros de Benicàssim. Esto es lo más cerca que he estado de entender el subidón de ghb. El deseo puro y duro de follar y de sentir el contacto físico, no importa qué cuerpo, hombre, mujer o lo que fuera, mientras fuera carne.

Beatriz Preciado se metía testosterona para escribir y para follar, utilizando la sustancia como una droga de consumo, no con fines de cambio de sexo que es para lo que se emplea habitualmente. Por lo visto también te pone burro, aunque no con la desesperación del ghb. Y se consume por la piel: es un gel que se aplica por vía cutánea. Cuando follo yo también me impregno de la testosterona del tío de turno. Tanta ceremonia, tanta penetración, y tal vez lo único que estás buscando es el roce de la piel para poder tener tu dosis de testosterona. Yo creo que por eso no me sé masturbar. Debo de estar enganchada a la testo del otro, como aventura Beatriz en su libro. Tendría que hablar con ella sobre este tema, a lo mejor podría lograr masturbarme untándome testosterona. Nunca me he corrido yo sola; sencillamente, no puedo. Necesito al otro, y si obviamos romanticismos, necesito la hormona ajena. Águeda decía que el hecho de que yo no supiera masturbarme era el secreto mejor guardado de Girlswholikeporno (gwlp),2 que es el grupo de postporno que tuve entre 2003 y 2007.

Pero antes del fib, en julio, estuve en otro festival, FeminismoPornoPunk. Mes de julio, empieza el verano, vuelo de Barcelona a Donosti, salgo del aeropuerto y me encuentro con un diluvio y un frío del carajo. Menos mal que venían a recogerme en coche. Y menos mal que íbamos a un festival de postporno. El festival fue una orgía de sexo y amor. Sí, amor. De hecho, se montó una buena gresca por internet, cuando uno de los asistentes, Javier Sáez,3 criticó el evento en una larga carta por hacer alarde del amor conyugal y de pareja. Y es que había dos pedazo de parejas. Para empezar la organizadora del evento, Beatriz Preciado, iba acompañada de su objeto del deseo, referente del nuevo feminismo y autora del libro TeoríaKing Kong, Virginie Despentes, toda seducción y misterio, y de su perra Lola. Luego estaba Annie Sprinkle junto con Elisabeth Stephens, presentando su Love Art Laboratory, besándose durante diez minutos en el escenario en su charla-performance. Y, last but not least, estaba yo, explicando mi momento dentro del postporno y mis dudas sobre si seguir militando o casarme y tener hijos... Dios, cómo se me va la olla; supongo que en el fondo me gusta provocar.

14 de diciembre de 2008

Domingo, es la una de la madrugada, empiezo a despertarme ahora. Llevo todo el día durmiendo y jugando en la cama. X. y yo vivimos juntos, ¡y nos conocimos hace dos semanas! Pero es temporal, que tampoco estoy tan loca, sólo este mes de diciembre. En enero X. tendrá ya una habitación propia en el barrio del Guinardó y yo vuelvo al cuarto de invitados de mi mejor amigo. Pero es divertido jugar a que vivimos juntos, sin apenas conocernos.

Prepara la cena, mientras yo juego a que escribo un libro. Hace un rato he bajado a conectarme a internet, a un bar muy chic de la calle del Carmen, el Carmelitas, un bar de modernos que se dice aquí. He estado viendo fotos de Emilie Jouvet1 en su Facebook. Mujeres semidesnudas en clubs, con ojeras y cigarros pegados a los labios. Emilie muestra siempre la sexualidad de sus mujeres con un punto de decadencia delicioso.

Emilie es también directora de porno lesbiano/queer alternativo. Su película One Night Stand (Francia, 2006) es un referente en la representación pornográfica alternativa de sexo entre mujeres. La película incluye una escena transgénero ftm(female to male), una persona que ha sido asignada como mujer en el nacimiento pero que siente que esa no es una definición adecuada para su persona y, consecuentemente, se redefine como hombre. Fue cofundadora del colectivo Très Très Méchantes Filles (Chicas muy muy malas) que organiza fiestas y desarrolla espacios artísticos queer-lesbo-feministas en París.

El propósito de One night Stand es el de representar sexo real entre mujeres, lejos de las artificiales escenas lésbicas de la industria pornográfica. Emilie no contrató actrices, sino que buscó voluntarias en la escena lesbiana y queer de París que compartiesen su visión de la pornografía. Y lo grabó todo ella misma con su cámara digital. El resultado es una serie de encuentros sexuales con las mejores escenas de orgasmos femeninos nunca vistas por una servidora.

Reinventar la pornografía. Emilie se pregunta si no debiéramos crear otro nombre para designar la representación explícita de la sexualidad, dado que el término pornografía está tan contaminado de sexismo. Y el prefijo post tal vez no sea una modificación suficiente para borrar décadas de representaciones unidireccionales.

Hay un corto de Emilie, Blanc X (Francia, 2001), en el que parodia la escena clásica de la pornografía del cum shot, la corrida en la cara, vaya. En él la muchacha se lava los dientes con un vibrador con forma de polla venosa. Le echa pasta y se lo mete en la boca hasta que acaba llena de saliva, escupiendo pasta de dientes blanca y húmeda. Este corto formaba parte de la selección de Fun Porn del Porn Film Festival Berlin del 2008. En el apartado de cortos lésbicos vi otros de sus trabajos, The Apple (Francia, 2008). The Apple es un retrato de una rubia tatuada con cara de mala jugando a hacerse la modosita. Hay muchas flores y frutas, rollo paraíso. La rubiales juega con una manzana y se la pasa por el cuerpo mientras se desnuda. Al final acaba metiéndose la manzana entera por el coño, haciendo un alarde de su capacidad vaginal, que más tarde luciría de nuevo en The Fisting Club, la performance de Shu Lea Cheang del sábado por la noche.

La tercera edición del Porn Film Festival Berlin2 ha sido bastante más floja que sus dos anteriores ediciones en octubre de 2006 y 2007. Se está convirtiendo en un festival de porno alternativo chic, muy chic, pero está perdiendo la radicalidad que también incluía en sus primeras ediciones. Ya no está el Cum2Cut,3 el Indie-Porn-Short-Movies Festival, que invitaba a crear tu vídeo porno durante el festival para presentarlo el último día a concurso. Ya no está el Post Porn Politics Symposium, que presentaba una visión crítica y radical del movimiento postporno.

La selección de cortos fue la parte más divertida, y mi favorito un cortometraje porno-ciclista campestre. Cada uno tiene sus aficiones y a mí las bicis me ponen mucho. La soñada escena del pinchazo en una carretera perdida con la ciclista sexy, que llega con todas las herramientas que necesitas y otras con las que ni siquiera soñabas, dildos incluidos. Los polvos al borde del camino, con el mar al fondo y ruedas clavándose en tu espalda. Me pongo tonta sólo de pensarlo.

Y cada noche, fiesta en un antiguo supermercado turco de Adalbert Strasse con variedad de performances porno. La artista de origen chino, Shu Lea Cheang, dirigió a las francesitas en su performance The Fisting Club: mucho derroche de lubricante y demasiadas sonrisitas dulces. La única que hizo un fisting4comme il faut fue Emilie Jouvet, que se puso la capucha negra, un pañuelo cubriéndole la cara y un mechón de su rubia cabellera cayendo sobre su rostro mientras fisteaba con su pequeña mano a la muñequita de turno. Así sí.

A mí me tocó guante y sobrecito de lubricante, que los repartían entre el público, pero no lo usé en la performance sino un poco más tarde, en una cama dorada, en una habitación con vistas al Mariannen Platz y cortinas de terciopelo morado. Yo casi siempre follo con tíos, tengo un punto muy hetero, pero esa noche me pareció ridículo ligar con un desconocido cuando tenía a mi lado a una mujer deliciosa, una lesbiana alemana muy sexy con la que comparto una amistad a través de los años y de las distancias. Hay muchos tipos de amor, de sexo, de sentirnos el uno al otro. Esto es lo que me interesa en el postporno.

15 de diciembre de 2008

Mi padre biológico era cura. Y profesor de inglés. Se folló a mi madre cuando ésta era una cría de 17 años. Se la folló una y otra vez hasta que la dejó embarazada. Mi madre era esquizofrénica. Y huérfana del que había sido el mejor amigo de mi padre. Menudo cabrón. Me jode y me pesa pensar que era un jodido violador de niñas locas. Él tenía treinta años más que ella, qué cojones. Me jode pensar que puedo parecerme a él. Y lo pienso. Soy como él, soy como él. Morbosa, viciosa, sucia. No me creo que nadie pueda quererme, y en cuanto me enamoro tengo que hacer algo morboso, vicioso, sucio, para que se cabreen, y demostrarme a mí misma que tengo razón. He hecho en mi vida cosas horribles a las personas de las que estaba enamorada.

Este fin de semana estaba cansada, harta de salir y de drogarme y me puse a hacerlo otra vez, a jugar con el morbo, la seducción y la sexualidad. Y ahora acabo de contárselo a X. Nunca antes lo había hecho. Nunca lo había contado. Nunca me había enfrentado a mí misma así. Y de repente me he dado asco. Estoy muerta de miedo. He visto en sus ojos el desconcierto del absurdo, de la gratuidad del morbo barato. Estoy muerta de miedo porque estoy enamorada de él.

A veces pienso que gwlp era ese lado mío, que si no te toca y además eres una mujer tratando a un hombre como sólo los cabrones lo hacen con ellas, resulta simpático. Es como una venganza de género. Al menos ese lado encajaba bien como parte del discurso postfeminista de representación de sexualidades transgresoras. X. me dijo que había visto vídeos de gwlp antes de conocerme y que le había gustado un vídeo mío, muy polémico, que se llama El Belga.1 Se trata de un vídeo en el que relato la historia de cómo una vez engañé a un chico, me lo llevé a un lugar de donde no podía escapar, una fábrica abandonada, y le forcé a tener relaciones sexuales contra su voluntad. Siempre he contado esta historia y siempre he tenido reacciones ambiguas. Si yo fuera un hombre y contara la misma historia, la reacción sería clara. Se me acusaría de violación y nadie se reiría por mucha gracia que pusiera yo en contar la historia de cómo el chico estaba asustado y accedió por puro miedo. Yo también he estado en su lugar, ¿qué mujer no lo ha estado alguna vez? Se llama violación.

El vídeo causó una fractura en mambo,2 un proyecto feminista de Barcelona en el que estuvimos involucradas, Águeda Bañón, la otra mitad de gwlp, y yo. Se echó a gwlp del proyecto por apología de la violación. Se me acribilló en Barcelona y en la red. Cerré los comentarios del blog por pura presión. Hay personas que adoran ese vídeo y personas que lo detestan; es curioso ver la fracción que provoca dentro de las feministas radicales. Me han defendido mucho pero también me he visto obligada a defenderme. Y a veces pienso que, en el fondo, las cuatro feministas que se me echaron al cuello tenían razón. Ese lado mío es lo peor de mí. Me sorprendió cuando X. me dijo que era su favorito. A lo mejor es porque en el relato yo acababa en una rave metiéndome rayas, que es lo que a él más le gusta.

Yo sólo quería hablar de la delgada línea que existe entre una violación y un polvo mal echado, de cómo todos somos susceptibles de estar en la posición de víctima o agresor, más allá de nuestro género. Y de cómo por ser mujer se trataba el asunto de manera condescendiente, aunque se tratara de una violación al uso.

X. duerme, tiene fiebre, está enfermo y lo último que necesitaba es conocer ese lado de mí. Duele cuando eres tú el protagonista. Quisiera prometerle que no lo volveré a hacer, pero lo único que puedo prometerle es que se lo contaré cuando esté sucediendo, en el momento: «Te estoy puteando ahora, estoy jugando sucio, ahora, ahora, ahora...» No quiero ser como mi padre. No quiero. Y me da igual el postporno si significa potenciar ese lado mío frívolo y sin sentimientos. Esa visión del postporno en la que parece que el sexo es algo inocente cuando nuestra sexualidad está tan ligada a nuestra sombra, a nuestras neurosis, a lo peor de nosotros. Para mí el postporno es política queer, postfeminsita, punk, diy, pero también una visión más compleja del sexo que incluye un análisis del origen de nuestro deseo y una confrontación directa con el origen de nuestras fantasías sexuales. Por eso el postporno a veces es más un tipo de meta porno, y se centra en cuestionar la industria pornográfica y la representación de nuestra sexualidad que hoy en día se hace en los medios.

El término postpornografía fue acuñado por Wink van Kempen para definir un tipo de producto pornográfico cuya intención no era exclusivamente la masturbatoria sino la crítica, el humor o la política. Annie Sprinkle tomó prestada la expresión para su performance Post Porn Modernist Show,3 y la popularizó. El Post Porn Modernist Show presentaba una visión autobiográfica y multimedia de su evolución personal en el mundo de la pornografía y se realizó entre 1989 y 1996, variando el guión a medida que evolucionaba la visión de la artista. Según Annie, la respuesta al mal porno no es negar la pornografía, sino hacer buen porno tú misma.

16 de diciembre de 2008

X. me ha cancelado la cita que teníamos hoy a las ocho para hablar sobre lo desgraciada que soy y ha apagado el teléfono. Me desespero. No sé qué hacer y me siento delante de mi Mac Book Pro, que es mi amante más fiel. Como no tengo internet abro el texto del libro, lo reviso, corrijo faltas y escribo un poco más. Lo mejor del piso de la calle Reina Amalia que comparto con X. es que no tiene internet. De hecho, es lo único bueno que tiene, porque el piso es una auténtica ruina, todo se cae a pedazos, nada funciona y tiene ese aire triste y decadente de los pisos del Raval de Barcelona. A mí me gusta llamarlo Ruina Amalia, como la casa okupa que desalojaron hace un tiempo en esta calle, que es ahora un solar lleno de ratas y basura.

X. llega tarde pero llega. Me habla de Robert Bresson, de su libro Notas sobre el cinematógrafo. Bresson dice que sólo puedes hablar de lo que conoces. Claro, yo sólo puedo escribir de lo que conozco. Y para mí está todo mezclado, el postporno y mi vida, no sé hacer otra cosa y no puedo escribir sobre otra cosa.

17 de diciembre de 2008

Ayer acabamos de reconciliación en El Armario, que es un garito clandestino del Raval. Llamas a un timbre, te abren una puerta minúscula y entras en una sala vacía con un armario grande y antiguo al fondo. Cuando abres la puerta del armario entras en una segunda sala, llena de sofás y con una vieja nevera al fondo, todo un antro de vicio y perversión, como nos gusta. Yo tenía fiebre, que combinada con mojitos, rayas y porros resultó ser un killer combo. La palabra combo me la ha enseñado X. Es una palabra que viene de los videojuegos, quiere decir «combinado de golpes»: patadas, puñetazos, etc. Por lo visto se usa cuando tienes un combinado de drogas. X. me está enseñando todo un vocabulario que desconozco, slang barcelonés ravero. O clubber, yo qué sé.

Vinieron un montón de amigos, entre ellos, Pedro. Pedro Soler es el director de Hangar, un centro de producción de arte de Barcelona que se ha puesto muy de moda desde que lo lleva él, porque si hay algo que Pedro haga bien es coordinar y apoyar el desarrollo de proyectos artísticos. Pero Pedro antes que director es mi ex. Me pregunta entre copa y copa si estoy escribiendo y le digo que sí, que desde que estoy viviendo con X. estoy muy inspirada. Pedro dice que X. es mi musa. Mi muso, más bien. Se ríe porque dice que subvierto el papel clásico del artista masculino con su musa. Le parece divertido. A esas horas todo es muy divertido.

Esta noche hay una inauguración de Ana Álvarez-Errecalde en la cripta del fad, una sala de exposiciones del centro. En el cartel se ve a una mujer quitándose un vestido estampado con un cuerpo desnudo femenino. Me gustaría ir, pero estoy bastante enferma. Apenas puedo hablar. He bajado a la farmacia a por condones y tenía la voz tan rota que no podía ni articular las cuatro palabras Durex-Easy-On-xxl, que son los condones que usa X. para mi regocijo y deleite. Yo quisiera quedarme esta noche en la cama y ver pelis. Tengo que ver el final de Saila,1 que el otro día dejamos a la mitad. Es la última película de Julia Ostertag, una directora alemana de estética punk trash que reside en Berlín.

Sus películas son violentas, duras y sangrientas. Su corto Sex Junkie (Berlín, 2003) ganó el primer premio de cortos en la primera edición del Porn Film Festival Berlin en 2006. Narraba la historia de una mujer desesperada por tener sexo, cual yonki esperando su dosis, pero sin caer en los recurrentes clichés de la ninfomanía que tanto gustan en la pornografía convencional. Destrozaba el mito de la chica guarra buscando sexo, con un retrato poético de la sexualidad de la mujer. Una sexualidad fuerte y poderosa que desea, clama y ruge.

Su última película, Saila, es la ganadora del premio al mejor largometraje en el Minneapolis Underground Film Festival 2008. Está protagonizada por la artista/performer de la escena berlinesa Kathryn Fischer, alias Mad Kate, a la que tuve el gusto de conocer cuando viví en Berlín y pude comprobar que su nombre artístico le hace justicia. La película, ambientada en un futuro en el que no queda esperanza, está situada en las fábricas y edificios abandonados del Berlín oriental, donde Saila deambula follándose a todo lo que encuentra para acabar en una espiral de violencia y autodestrucción. Sangre, sangre y más sangre, estética punk, sucia y salvaje. Aunque no es una película porno al uso, el argumento gira en torno a la sexualidad de Saila y las escenas de sexo explícito se suceden sin solución de continuidad.

A Julia le encanta el tema de la violación masculina. El año que viví en Berlín rodé To Rape Tim (Berlín, 2007), que consistía en una violación colectiva de cinco mujeres a un hombre. Hablé mucho con Julia sobre el tema, sobre la posibilidad de violar a un hombre. Sé que el tema es controvertido, pero me fascina desde siempre, desde El Belga, desde mi serie de textos titulada Hay tantas maneras de violarnos publicados en el blog de gwlp.

En primer lugar, está la cuestión de si es posible hacerlo físicamente: ¿puede un hombre tener una erección en contra de su voluntad? Yo creo que sí, una erección ligera por lo menos, y al fin y al cabo tampoco es tan importante la erección para conseguir satisfacción sexual, que es lo que nos ocupa. En un segundo plano está la cuestión de si es posible hacerlo simbólicamente en la sociedad patriarcal en la que vivimos.

Traté el tema en un corto para un máster de animación audiovisual que hice el primer año que llegué a Barcelona. Se llamaba La Runner.2 El corto va de una chica que trabaja de runner para Marilyn Manson en un concierto en el Sant Jordi (los runners son los que se dedican a traerles los caprichitos a las rock stars, de ir a comprarles bebidas y demás). Yo trabajaba de runner por aquel entonces con mi furgoneta. El caso es que el Manson le pide que le traiga un par de groupies para follárselas, y la runner, feminista militante, indignada hasta el mismísimo útero, decide darle una lección. Recluta a un par de groupies y planean violarlo. Lo cuelgan con una soga para ahorcarle porque, como reza el dicho, todos los ahorcados mueren empalmados. Y sí, ¡les funciona! Las chicas se lo follan alegremente a golpe de Flash, el programa de animación que había aprendido a manejar en el máster.

Otra cuestión que genera el tema de la violación masculina es el del deseo. Y ésta para mí es la cuestión más interesante. Algunas personas plantean que la mujer no tiene ese impulso por naturaleza, que el deseo de la mujer no puede adoptar una forma tan agresiva. En realidad, se cuestiona la capacidad deseante de la mujer, no olvidemos que durante siglos se consideraba que el deseo femenino no existía. Yo creo que ésta es una de las luchas del postporno, la reivindicación del deseo de la mujer, en todas sus formas posibles. Hardcore, softcore, por delante o por detrás, a las tías nos ponen muchas cosas y me fastidia cuando intentan catalogar el porno para mujeres como un porno más suave y más argumentado. Con la de mujeres que hay aficionadas al hardcore que hacen postporno hardcore. En Barcelona están las Post Op, Diana Junyent con su proyecto de Pornoterrorismo, las Go Fist Foundation, Alogono, Quimera Rosa, Ex-Dones, Corpus Deleicti y tantas otras. Y las gwlp, que estuvieron ahí durante cinco años.

18 de diciembre de 2008

Acabo de hacer una entrevista por teléfono para un programa de radio que se llama Comunes, del Círculo de Bellas Artes de Madrid. En las entrevistas me atasco siempre con la primera pregunta, que es donde tengo que definir qué es el postporno. Como para no atascarme escribiendo un libro sobre postporno. Al fin y al cabo yo no soy teórica, yo llegué a esto por instinto y desde la práctica, porque estudié Bellas Artes y nunca quise hablar de nada en mi trabajo que no fuera la representación de la sexualidad.

Cuando empezamos gwlp ni siquiera había oído hablar del movimiento postporno. De hecho, todavía no existía el movimiento como tal en Barcelona. Luego llegó Beatriz Preciado con su «Maratón Postporno», un seminario que impartió en el macba en el 2003 y que supuso la creación de grupos de trabajo postpornográfico como Post Op.

Por aquel entonces yo andaba fascinada con Judith Butler, con la performatividad del género y con la tipificación de los roles de la sexualidad masculina/femenina. El discurso de Butler es el referente de la teoría queer por excelencia. El primer libro que leí de Butler, El género en disputa, me lo pasó mi amante de entonces. Søren era un chico que parecía una chica y al que le gustaban las chicas que parecían chicos. Nos encantaba cuando la gente nos confundía por la calle, pensando que yo era el chico, con mi pelo corto, mi metro ochenta y mi ropa masculina, y él la chica, con esa carita de muñeca de porcelana. «Chico, chica, o lo que sea...», contestaba él con una sonrisa maliciosa cuando le preguntaban por su género. Los primeros vídeos los grabamos juntos, su nombre artístico era Señora Cuchillo en el Culo. Águeda decía que, en gwlp, él era la mujer en la sombra, al igual que escritores y artistas en el pasado habían hecho pasar por propio el trabajo intelectual de sus esposas. Porque gwlp fue un proyecto en el que colaboraron y participaron muchas personas, y la aportación de Søren fue crucial.

En uno de nuestros vídeos, Fantasía 21,1 hicimos realidad el sueño de mi amante andrógino: yo le cortaba la polla, me masturbaba con ella y luego me la colocaba entre las piernas para follarle. La voz en off al final decía: «Si tú me has follado con mi polla, en mi agujero, ¿quién es el chico y quién es la chica?».

Yo entiendo la lucha queer como una lucha por una sexualidad inclasificable. No soy hetero porque me haya follado a cientos de tíos, ni lesbiana porque de vez en cuando me guste follar con mujeres. Ni bi, dios de mi vida, porque ésta es otra etiqueta con la que no vamos a ninguna parte. Es una etiqueta que nos clasifica en relación a nuestros gustos sexuales y a nuestros cuerpos. Porque, ¿qué sucede con los cuerpos que tienen tetas y polla, pelos en la cara y clítoris que parecen pollas? Nuestros cuerpos son mucho más variados y complejos que el sencillo dispositivo hombre-mujer, por mucho que se empeñe la medicina occidental en normalizar, operando los cuerpos de los bebes con genitales ambiguos para así adaptarlos a los dos géneros normativos.

Clitclips es una distribuidora de porno lesbiano alternativo en Alemania con la que distribuía gwlp. Cuando hablé con ellos en la Skalitzer Strasse de Berlín para formalizar el contrato, me vi en la obligación de señalarles que uno de los vídeos que habían elegido para su compilación de porno lesbiano no tenía nada de lesbiano, porque en él actuábamos Søren y yo, y por mucho que Søren pareciera una chica y tuviera la sexualidad más ambigua y subversiva del mundo, sencillamente no lo era. Y me sorprendió su respuesta: «Creíamos que erais dos chicas», me dijo, «pero da igual, nos interesa la práctica sexual que se desarrolla en el vídeo». Así da gusto, pensé yo. Estoy hasta los mismísimos ovarios de las rígidas etiquetas del porno.

Ayer, finalmente, fuimos a ver la exposición de Ana Álvarez-Errecalde y me probé uno de sus vestidos estampados con cuerpos de mujer. Resulta divertido verse enfundada en otra piel. Yo escogí un cuerpo con tetas enormes y pelo rubio largo. Había muchísimos cuerpos para probarse, de mil tipos diferentes de mujer: jóvenes, mayores, altas, bajas, con tetas gor