El sueño de Sultana / Sultana's Dream - Rokeya Sakhawat Hossain - E-Book

El sueño de Sultana / Sultana's Dream E-Book

Rokeya Sakhawat Hossain

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Beschreibung

En Damalandia, las mujeres han conseguido que los hombres permanezcan en sus hogares y llevan el timón de la sociedad, para sorpresa de Sultana, cuya vida se reduce a la zenana.
Damalandia no solo es una utopía feminista, también refleja el interés por la tecnología y las invenciones prácticas para el día a día.

In Ladyland, women have managed to seclude men at home and are leading society, to the big surprise of Sultana, whose life is reduced to the zenana.
Ladyland is not only a feminist utopia, but also reflects interest in technology and practical inventions.

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El sueño de Sultana / Sultana's Dream

 

 

por

 

Rokeya Sakhawat Hossain

 

 

Edición basada en las siguientes ediciones:

The Indian Ladies’ Magazine, Madrás, 1905.

 

Ilustraciones procedentes de:

A Princess with her Maidservants on a Terrace, Attributed to Ustad Rashid – Rajput , Bikaner, c. 1700

 

Imagen de portada: A girl holds colors at maidan, Kolkata, Dibya Bhattacharjee, 2021

 

De la traducción: © Lucía Bartolomé, 2021.

De esta edición: Licencia CC BY-NC-SA 4.0 2019 Xingú https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es_ES

 

— I — El sueño de Sultana

Una noche, estaba holgazaneando en un sillón en mi habitación y pensaba perezosamente acerca de la condición de la mujer india. No estoy segura de si me quedé dormida o no. Pero, por lo que recuerdo, estaba completamente despierta. Vi el cielo iluminado por la luna brillando muy claramente con miles de estrellas diamantinas.

De repente, había una dama ante mí; cómo entró, no lo sé. La tomé por mi amiga, la hermana Sara.

—Buenos días —dijo la hermana Sara. Sonreí interiormente porque sabía que no era de mañana, sino de noche estrellada. Sin embargo, le respondí diciendo:

—¿Cómo estás?

—Estoy bien, gracias. ¿Podrías, por favor, salir y echar un vistazo a nuestro jardín?

Miré de nuevo a la luna a través de la ventana abierta y pensé que no haría ningún daño salir afuera en ese momento. Los sirvientes de fuera estaban entonces profundamente dormidos y yo podía tener un agradable paseo con la hermana Sara.

Solía pasear con la hermana Sara, cuando estábamos en Darjeeling. A menudo paseábamos de la mano y hablábamos despreocupadamente en los jardines botánicos de allí. Supuse que la hermana Sara había venido probablemente a llevarme a un jardín semejante y acepté su oferta y salí con ella.

Mientras caminábamos, me di cuenta para mi sorpresa de que era una bonita mañana. La ciudad estaba completamente despierta y las calles, llenas de vida con una animada multitud. Me sentía muy tímida, pensando que caminaba por la calle a plena luz del día, pero no había ni un solo hombre a la vista.

Algunas de las transeúntes bromearon conmigo. Aunque no podía entender su idioma, sin embargo, estaba segura de que estaban bromeando. Le pregunté a mi amiga:

—¿Qué dicen?

—Las mujeres dicen que pareces muy masculina.

—¿Masculina? —dije—. ¿Qué quieren decir con eso?

—Quieren decir que eres tímida y reservada como los hombres.

—¿Tímida y reservada como los hombres?

Era realmente una broma. Me puse muy nerviosa cuando descubrí que mi compañera no era la hermana Sara, sino una extraña. Oh, qué tonta había sido al confundir a esta dama con mi querida y vieja amiga, la hermana Sara.

Ella sintió mis dedos temblar en su mano, dado que caminábamos de la mano.

—¿Qué sucede, querida? —dijo afectuosamente.

—Me siento algo incómoda —dije en tono de disculpa—, ya que al ser una mujer pura, no estoy acostumbrada a pasear desvelada.

—No debes temer encontrarte aquí con un hombre. Esto es Damalandia, libre de pecado y daño. La virtud misma reina aquí.

Al poco estaba disfrutando del paisaje. Era realmente grandioso. Confundí un trozo de hierba verde con un cojín de terciopelo. Sintiéndome como si estuviera caminando sobre una alfombra suave, miré hacia abajo y encontré el camino cubierto de musgo y flores.

—Qué bonito es —dije.

—¿Te gusta? —preguntó la hermana Sara. (Continué llamándola «hermana Sara» y ella siguió llamándome por mi nombre).

—Sí, mucho; pero no me gusta pisar las tiernas y dulces flores.

—No te preocupes, querida Sultana; tus pisadas no les harán daño; son flores callejeras.

—El sitio al completo parece un jardín —dije admirativamente—. Tan hábilmente habéis dispuesto cada planta.

—Tu Calcuta podría convertirse en un jardín más bonito que este si tan solo tus paisanos quisieran hacerlo así.

—Pensarían que es inútil prestar tanta atención a la horticultura, mientras tengan tantas otras cosas que hacer.

—No podrían encontrar una excusa mejor —dijo con una sonrisa.

Me dio mucha curiosidad saber dónde estaban los hombres. Vi más de cien mujeres mientras caminaba por allí, pero ni un solo hombre.

—¿Dónde están los hombres? —le pregunté.

—En su debido lugar, donde deberían estar.

—Te lo ruego, dime a qué te refieres con «su debido lugar».

—Oh, veo mi error, no puedes conocer nuestras costumbres, ya que nunca antes estuviste aquí. Encerramos a nuestros hombres en interiores.

—¿Igual a como nos mantienen en la zenana1?

—Exactamente así.

—Qué gracioso. —Me eché a reír. La hermana Sara también se rió.

—Pero, querida Sultana, qué injusto es encerrar a las inofensivas mujeres y dejar sueltos a los hombres.

Índice de contenido

Portada

— I — El sueño de Sultana

— I — Sultana’s dream

Hitos

Portada