El Sueño De Una Noche De Verano - William Shakespeare - E-Book

El Sueño De Una Noche De Verano E-Book

William Shakespeare

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Beschreibung

Es una comedia que narra los hechos que suceden durante el casamiento de Teseo, duque de Atenas, con Hipólita, reina de las amazonas. Incluye las aventuras de cuatro amantes atenienses y un grupo de seis actores aficionados que son controlados por las hadas que habitan en el bosque donde transcurre la mayor parte de la obra. La pieza es una de las más populares de Shakespeare. Durante la boda de Teseo e Hipólita tiene lugar una obra plagada de fantasía, sueños, amor y magia que se entremezclan en las historias de amor de dos parejas nobles, de unos cómicos despreocupados y un grupo de hadas. La historia está ambientada en Atenas y tiene cinco actos. Hermia está comprometida con Demetrio, pero está enamorada de Lisandro y no puede casarse con él porque su padre no lo acepta. Entonces esta pareja de enamorados decide fugarse al bosque. Hermia se lo cuenta a su amiga Helena en confianza, pero ella se lo cuenta a Demetrio porque está enamorada de él y cree que así se lo compensará. Los enamorados huyen perseguidos por Demetrio y este, por Helena. A su vez, los reyes de las hadas tienen una pelea, que hace que el rey le pida un líquido mágico a Puck que sirve para enamorarse de la primera persona que uno ve. Al ver a Demetrio y Helena pelearse, el rey de las hadas le ordena a Puck que vierta el jugo en los ojos del ateniense. El duende, sin embargo, se confunde y vierte el jugo en los ojos de Lisandro, quien se enamora de Helena. Para corregir el error, Oberón vierte el jugo también en los ojos de Demetrio, que se enamora de la misma mujer. Paralelamente, la reina de las hadas se enamora de uno de los actores, Bottom, a quien Puck hechizó poniéndole una cabeza de asno. Finalmente, el drama se soluciona con ambas parejas de humanos ya correspondidos y con el permiso de casarse libremente

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William Shakespeare

© Copyright 2022 / El Sueño De Una Noche De Verano.

Reservados todos los derechos.

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Índice

Personajes

Acto I

Acto II

Acto III

Acto IV

Acto V

Personajes

TESEO

Duque de Atenas

HIPÓLITA

Reina de las amazonas, prometida de Teseo

LISANDRO

Enamorado de Hermia

HERMIA

Enamorada de Lisandro

DEMETRIO

Pretendiente de Hermia

HELENA

Enamorada de Demetrio

EGEO

Padre de Hermia

FILÓSTRATO

Maestro de ceremonias

FONDÓN

Tejedor

MEMBRILLO

Carpintero

FLAUTA

Remiendafuelles

MORROS

Calderero

HAMBRÓN

Sastre

AJUSTE

Ebanista

OBERÓN

Rey de las hadas

TITANIA

Reina de las hadas

ROBÍN EL BUENO

Duende

FLORDEGUISANTE

TELARAÑA

Hada

POLILLA

Hada

MOSTAZA

Hada

Acompañamiento en la corte de Atenas.

Otras hadas del séquito de Oberón y Titania.

Acto I

Escena I

Entran TESEO, HIPÓLITA, [FILÓSTRATO] y otros.

TESEO

Bella Hipólita, nuestra hora nupcial

ya se acerca: cuatro días gozosos

traerán otra luna. Mas, ¡ay, qué despacio

mengua ésta! Demora mis deseos,

semejante a una madrastra o una viuda

que va mermando la herencia de un joven.

HIPÓLITA

Pronto cuatro días se hundirán en noche;

pronto cuatro noches pasarán en sueños,

y entonces la luna, cual arco de plata

tensado en el cielo, habrá de contemplar

la noche de nuestra ceremonia.

TESEO

Anda, Filóstrato,

mueve a la alegría a los jóvenes de Atenas,

despierta el vivo espíritu del gozo.

Y manda la tristeza a los entierros:

tan mustia compañía no conviene a nuestra fiesta.

[Sale FILÓSTRATO.]

Hipólita, te he cortejado con mi espada

he, hiriéndote, tu amor he conquistado.

Mas voy a desposarte en otro tono:

con festejo, celebración y regocijo.

Entran EGEO y su hija HERMIA, LISANDRO y DEMETRIO.

EGEO

¡Salud a Teseo, nuestro excelso duque!

TESEO

Gracias, buen Egeo. ¿Qué noticias traes?

EGEO

Acudo a ti consternado a denunciar

a mi propia hija Hermia. -Acércate,

Demetrio. - Mi noble señor, este hombre tiene

mi consentimiento para unirse a ella. –

Acércate, Lisandro. - Y, mi augusto duque,

este otro le ha embrujado el corazón. -

Sí, Lisandro: tú le has dado tus poesías

y con ella has cambiado prendas de amor.

En el claro de luna le has cantado a su ventana,

afectando con tu voz tiernos afectos,

y en su mente tu imagen has sellado con pulseras

hechas con tu pelo, sortijas, adornos,

caprichos, baratijas, ramilletes y confites,

seductores de la incauta juventud;

con astucia a mi hija has cautivado,

y has trocado la obediencia que me debe

en tenaz insumisión. Gran duque,

si ella aquí, en tu augusta presencia,

se niega a casarse con Demetrio,

yo reclamo el antiguo privilegio ateniense;

puesto que es hija mía, yo dispongo de ella:

o se la entregó a este caballero

o a la muerte, como de forma expresa

estipula nuestra ley para este caso.

TESEO

¿Qué respondes, Hermia? Considera, hermosa joven,

que tu padre debe ser para ti como un dios.

Él te dio belleza; sí, y para él

tú eres como imagen estampada

en cera: queda a su albedrío

conservar la figura o borrarla.

Demetrio es un digno caballero.

HERMIA

También Lisandro.

TESEO

En sí mismo, sí; pero en este caso,

al no tener la venia de tu padre,

el otro debe ser tenido por más digno.

HERMIA

Ojalá que mi padre viera con mis ojos.

TESEO

Tus ojos debieran ver con su juicio.

HERMIA

Suplico, mi señor, que me perdones.

No sé lo que me ha dado el valor,

ni si es conveniente a mi recato

defender ante ti mi pensamiento.

Más te ruego, mi señor, que me digas

lo peor que puede sucederme

si me niego a casarme con Demetrio.

TESEO

La pena de muerte o renunciar

para siempre al trato con los hombres.

Por tanto, bella Hermia, examina tus deseos,

piensa en tu edad, mide bien tus sentimientos

y decide si, al no ceder a la elección paterna,

podrás soportar el hábito de monja,

encerrada para siempre en lóbrego claustro,

viviendo como hermana yerma de por vida

y entonando tenues himnos a la frígida luna.

Las que, venciendo su pasión, emprenden

tan casto peregrinaje son tres veces benditas,

pero en la tierra es más feliz la rosa arrancada

que la que, ajándose en intacto rosal,

crece, vive y muere en bendita doncellez.

HERMIA

Pues así he de crecer, vivir y morir, señor,

antes que ceder mi privilegio virginal

al hombre cuyo no querido yugo

mi alma se niega a obedecer.

TESEO

Considéralo despacio y, con la luna nueva,

el día en que mi amor y yo sellemos

un contrato de unión sempiterna,

ese día prepárate a morir

por no acatar el deseo de tu padre,

a casarte con Demetrio, como quiere,

o, en el altar de Diana, a hacer voto

de perenne abstinencia y celibato.

DEMETRIO

Querida Hernia, cede. Lisandro, somete

tu falaz pretensión a mi claro derecho.

LISANDRO

Demetrio, tú ya tienes el amor de su padre;

tenga yo el de Hermia. Cásate con él.

EGEO

Cierto, burlón Lisandro: él tiene mi amor,

y con mi amor le daré lo que es mío.

Como ella es mía, todos mis derechos sobre ella

se los transfiero a Demetrio.

LISANDRO

Mi señor, soy de tan noble cuna como él

y de igual hacienda. Estoy más enamorado,

mi posición se equipará, si es que no

supera, a la de Demetrio.

Y, lo que cuenta más que mis alardes,

la hermosa Hermia me quiere.

¿Por qué voy a renunciar a mi derecho?

Demetrio (y se lo digo a la cara)

ha cortejado a Helena, la hija de Nédar,

y le ha robado el alma; y la dulce Helena

ama, adora, idolatra con delirio

a este hombre corrompido y veleidoso.

TESEO

Debo confesar que también he oído eso

y pensaba hablar con Demetrio de este asunto,

mas, atareado con los míos propios,

se me fue de la memoria. Demetrio, ven,

y tú también, Egeo; vais a acompañarme:

os quiero hacer una advertencia a solas.

Respecto a ti, bella Hernia, prepárate

a ajustar tu capricho al deseo de tu padre;

si no, las leyes de Atenas, que yo no puedo

suavizar, han de entregarte a la muerte

o a una vida de santo celibato. -

Ven, Hipólita. ¿Cómo estás, mi amor? -

Demetrio y Egeo, venid conmigo.

Os he reservado algunas tareas

referentes a mis bodas, y quiero hablaros

de algo que os toca muy de cerca.

EGEO

Te seguimos con placer y acatamiento.

Salen todos menos LISANDRO y HERMIA.

LISANDRO

¿Qué tal, mi amor? ¿Por qué tan pálida?

¿Cómo es que tus rosas se han mustiado tan deprisa?

HERMIA

Tal vez por falta de lluvia, que bien

podría darles con diluvios de mis ojos.

LISANDRO

¡Ay de mí! A juzgar por lo que he leído

o lo que he oído de casos reales o fábulas,

el río del amor jamás fluyó tranquilo.

O había diferencia de rango...

HERMIA

¡Qué cruz! Ser noble y no poder prendarse del humilde.

LISANDRO

... o edades dispares y no hacían pareja.

HERMIA

¡Qué cruel! Ser vieja y no poder casarse con un joven.

LISANDRO

O depender de la elección de los tuyos.

HERMIA

¡Ah, infierno! ¡Que elijan nuestro amor ojos de otros!

LISANDRO

O, si había consonancia en la elección,

asediaban al amor enfermedad, guerra o muerte,

volviéndolo fugaz como un sonido,

veloz como una sombra, efímero cual sueño,

breve cual relámpago que, en la noche oscura,

alumbra en su arrebato cielo y tierra

y, antes que podamos decir «¡Mira!»,

lo devoran las fauces de las sombras.

Así de rápido perecen ilusiones.

HERMIA

Si los amantes encontraban siempre estorbos,

será porque es ley del destino.

Soportemos pacientes nuestra pena,

pues es cruz que de antiguo se ha llevado,

y tan propia del amor como los sueños, suspiros,

ansias, deseos y llanto que siempre le acompañan.

LISANDRO

Buen parecer. Entonces, oye, Hermia:

tengo una tía viuda, señora

de grandes rentas y sin hijos.

Reside a siete leguas de Atenas,

y yo soy para ella como su único hijo.

Allí, querida Hermia, puedo desposarte;

allí no pueden seguirnos las rígidas

leyes atenienses. Así que, si me quieres,

escápate esta noche de casa de tu padre

y, en el bosque, a una legua de la villa,

donde una vez te vi con Helena

celebrando las fiestas de mayo,

allí te esperaré.

HERMIA

Gentil Lisandro,

por el arco más fuerte de Cupido,

por su flecha mejor de punta de oro,

por las palomas de Venus, candorosas,

por lo que une almas y al amor exhorta,

por el fuego en que ardió Dido de Cartago

cuando vio zarpar al falso troyano,

por cuantas promesas el hombre vulnera

(más de las que nunca mujeres hicieran),

te juro que en ese lugar que me has dicho

mañana sin falta me veré contigo.

LISANDRO

Cumple el juramento, amor. Aquí viene Helena.

Entra HELENA.

HERMIA

Dios te guarde, bella Helena. ¿Dónde vas?

HELENA

¿Me has llamado bella? Lo has de retirar.

Demetrio ama tu belleza. ¡Gran dicha!

Le guían tus ojos, y tu voz divina

le suena más dulce que al pastor la alondra